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En alas del viento¡Despertad! 2002 | 8 de marzo
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En alas del viento
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN CANADÁ
“CONSÍGANME AHORA MISMO TAFETÁN Y CUERDA, Y LES MOSTRARÉ ALGO QUE SORPRENDERÁ AL MUNDO.”—JOSEPH-MICHEL MONTGOLFIER (1782).
¡PUUF! La colorida esfera se eleva ligeramente hacia el cielo tras recibir en su interior una llamarada. Flotar por los aires a bordo de una hermosa burbuja de tela multicolor es una experiencia cautivadora que ofrece al mismo tiempo un respiro del frenesí del diario vivir. Es “tranquilizador y emocionante a la vez”, expresó en tono reflexivo un entusiasta veterano del globo aerostático.
El vuelo en globo ha fascinado a la humanidad desde que Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier lograron la primera ascensión a principios de la década de 1780 (véase el recuadro de abajo). Sin embargo, en el campo deportivo, la navegación aerostática despegó en realidad en la década de 1960, cuando se utilizó tela incombustible para la cubierta del globo y un sistema de combustión barato que usaba gas propano para calentar y regular la temperatura del aire en su interior.
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En alas del viento¡Despertad! 2002 | 8 de marzo
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[Ilustraciones y recuadro de las páginas 14 y 15]
LOS COMIENZOS DEL VUELO EN GLOBO
Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier, hijos de un adinerado fabricante de papel de Annonay (Francia), tienen la histórica honra de haber construido y lanzado el primer globo aerostático. En sus primeros experimentos, a principios de la década de 1780, utilizaron globos de papel, pero creían que se elevaban debido al humo producido al quemar paja y lana. Pronto se dieron cuenta de que era el aire caliente lo que causaba el ascenso.
Después hicieron algunos globos de tela y observaron que, a medida que agrandaban el globo que lanzaban, mayor altitud se conseguía y más aumentaba la capacidad de carga útil. El mayor globo construido hasta esa fecha despegó de la plaza pública de Annonay en junio de 1783. Flotó en el cielo durante unos diez minutos antes de tocar tierra.
Con tal logro, los hermanos Montgolfier decidieron que había llegado el momento de transportar personas. Primero, sin embargo, en septiembre de 1783, miles de espectadores se reunieron en Versalles para presenciar la ascensión de un gallo, un pato y una oveja a bordo de un globo. Los tres animales sobrevivieron al viaje de ocho minutos, sin sufrir ningún daño. Poco después, el 21 de noviembre de 1783, se intentó el primer vuelo tripulado. Se persuadió a Luis XVI para que permitiera que dos miembros de la nobleza tuvieran ese honor. Despegaron del Château de la Muette y sobrevolaron París por unos ocho kilómetros. Al cabo de veinticinco minutos realizaron un aterrizaje forzoso debido a que el artefacto se incendió.
Por aquellas mismas fechas, la Academia de Ciencias de París mostró interés en el invento. El profesor Jacques Charles, uno de los físicos más notorios de su día, contó con la colaboración de dos mecánicos muy hábiles, Charles y M. N. Robert, y juntos construyeron el primer globo de hidrógeno, que probaron el 27 de agosto de 1783. La nave, que llegó a conocerse como charlière, voló durante cuarenta y cinco minutos y recorrió unos 24 kilómetros. Actualmente continúa usándose este tipo de aeronaves, casi en su forma original.
[Recuadro de la página 17]
VUELO DE GRAN ALTITUD
Un inglés llamado Henry Coxwell se erigió en el más destacado piloto de alturas. En septiembre de 1862, James Glaisher, de la Asociación Británica de Meteorología, contrató a Coxwell para que lo llevara a gran altitud a fin de realizar observaciones científicas. Alcanzaron una elevación superior a los nueve kilómetros, ¡sin equipo de respiración con oxígeno!
Al rebasar los 8.000 metros de altitud y debido a que se les hacía difícil respirar en la atmósfera enrarecida y fría, Coxwell se preparó para descender. Sin embargo, la continua rotación del globo había hecho que la cuerda de la válvula de escape se enredara, y Coxwell tuvo que treparse en los cables de suspensión para liberar la enmarañada cuerda. Glaisher yacía inconsciente, y Coxwell tuvo que tirar de la cuerda con los dientes, pues tenía las manos paralizadas por el frío. Por fin, empezaron a descender.
Poco después, ambos se recobraron lo suficiente para suavizar el descenso del globo. Habían alcanzado una altitud de casi 10.000 metros, una marca que no se superó en más de un siglo. Su vuelo en un globo de cabina abierta se cataloga entre las mayores proezas de la aeronáutica, pues lo realizaron sin una reserva de oxígeno, con el mínimo de ropa protectora y prácticamente sin ningún conocimiento de las capas superiores de la atmósfera.
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