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  • Escrituras Griegas Cristianas
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Debido a esta abundancia de manuscritos, un erudito comentó: “La mayor parte de las palabras del Nuevo Testamento no están sujetas a ningún proceso discriminatorio de crítica, pues no sufren ninguna variación y solo tienen que transcribirse [...]. Si no se toman en consideración trivialidades comparativas, como cambios de orden, la inserción u omisión del artículo en nombres propios y cosas similares, en nuestra opinión, las palabras que aún están sujetas a duda no superan una milésima parte de todo el Nuevo Testamento”. (The New Testament in the Original Greek, vol. 1, pág. 561.) A este comentario puede añadirse la observación de Jack Finegan: “Es sorprendente el poco tiempo que separa a las copias más antiguas del Nuevo Testamento de los manuscritos originales [...]. El conocimiento que tenemos de los escritos de la mayor parte de los autores clásicos se basa en manuscritos que datan, los más antiguos, de los siglos IX al XI [...]. De modo que la seguridad con la que se establece el texto del Nuevo Testamento excede a la de cualquier otro libro antiguo. Las palabras con las que los escritores del Nuevo Testamento se dirigieron a su mundo y época han salvado las distancias y los siglos y nos han llegado de forma sustancialmente inalterada y sin merma de fuerza”. (Light From the Ancient Past, 1959, págs. 449, 450.)

  • Escrituras Hebreas
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Conservación y transmisión. Aunque los soferim (escribas) judíos fueron meticulosos para no cometer errores al copiar, hicieron ciertas enmiendas o correcciones donde, según su opinión, el texto original parecía incurrir en alguna irreverencia hacia Dios o falta de respeto a sus representantes. En más de 140 casos los escribas judíos cambiaron el Tetragrámaton (el equivalente consonántico del nombre de Jehová) para que leyera “Señor Soberano” o “Dios”. (Véase apéndice de NM, págs. 1560, 1568.)

      Hoy no existe ninguno de los escritos originales de las Escrituras Hebreas, aunque se conservan unas 6.000 copias manuscritas que las contienen total o parcialmente. El Papiro de Nash, con partes de Deuteronomio, y muchos de los Rollos del mar Muerto, se copiaron antes de la era común. Además de hacerse copias en hebreo, estas Escrituras precristianas se tradujeron, en su totalidad o en parte, a muchos idiomas. La primera traducción fue la Versión de los Setenta griega, comenzada cerca del año 280 a. E.C. La Vulgata latina de Jerónimo también contenía una traducción de las Escrituras Hebreas. La Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Hebreas se basó en las ediciones séptima, octava y novena de la Biblia Hebraica de Rudolf Kittel, que es la edición impresa del Códice de Leningrado B 19⁠A, el manuscrito completo más antiguo de las Escrituras Hebreas.

      Los críticos de la Biblia han intentado desacreditar las Escrituras Hebreas tildándolas de falsificación o simple folclor sin autenticidad histórica. Una línea de ataque ha consistido en examinar con cuidado los distintos libros bíblicos e intentar demostrar que fueron obra de diferentes plumas, como si una misma persona no pudiera escribir en más de un estilo. La diferencia de estilos es un argumento de poco peso, pues personas que escriben poesía también pueden escribir prosa, y viceversa. El abogado que redacta un documento legal con facilidad, cambia su estilo rápidamente cuando relata una experiencia personal. Los críticos hacen gala de un razonamiento superficial cuando alegan que los versículos en los que aparece el nombre de Jehová, y que ellos denominan “J”, no son del mismo escritor que aquellos que contienen el título “Dios” (heb. ʼElo·hím), y que designan “E”.

      K. A. Kitchen, de la universidad de Liverpool, dice sobre la falacia de estas alegaciones de los críticos: “En ningún lugar del antiguo Oriente hay nada que se sepa con seguridad que corresponda a la complicada composición fragmentaria y combinación de textos que la hipótesis documental atribuye a la literatura hebrea (ni que responda a tales criterios). Y, al revés, cualquier intento de aplicar los criterios de los teóricos documentales a las composiciones del antiguo Oriente de historias conocidas que reflejan los mismos fenómenos literarios, resulta en absurdos manifiestos”. (Ancient Orient and Old Testament, 1968, pág. 115.)

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