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Cómo nos llegó la Biblia¡Despertad! 2007 | noviembre
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Múltiples copias preservan el texto
Los israelitas, que tenían bajo su custodia el texto bíblico primitivo, conservaron cuidadosamente los rollos originales y produjeron numerosas copias. A los reyes, por ejemplo, se les mandó ‘escribir para sí en un libro una copia de la ley que estaba a cargo de los sacerdotes, los levitas’ (Deuteronomio 17:18).
A muchos israelitas les gustaba leer las Escrituras, a las que consideraban la Palabra de Dios; de ahí que el texto fuera copiado con especial esmero por escribas muy instruidos. Esdras, escriba temeroso de Dios, era tenido por “un copista hábil en la ley de Moisés, que Jehová el Dios de Israel había dado” (Esdras 7:6). Los masoretas, que se ocuparon de copiar las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento) entre los siglos VI y X, incluso contaban las letras para evitar errores. Su minuciosidad contribuyó en gran medida a asegurar la fidelidad del texto y a que la Biblia escapara de los desesperados y obstinados intentos de sus enemigos de destruirla.
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Cómo nos llegó la Biblia¡Despertad! 2007 | noviembre
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Poco tiempo después de que las Escrituras Griegas Cristianas (Nuevo Testamento) quedaron terminadas, ya proliferaban copias de sus cartas, profecías y narraciones históricas inspiradas. El apóstol Juan, por ejemplo, redactó su Evangelio en Éfeso o cerca de allí. Sin embargo, a centenares de kilómetros, en Egipto, se encontró un fragmento de una copia que, según los expertos, fue hecha menos de cincuenta años después de que él elaboró su relato. Dicho descubrimiento indicó que los cristianos de países distantes poseían copias de lo que entonces eran textos recién inspirados.
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Cómo nos llegó la Biblia¡Despertad! 2007 | noviembre
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Aunque es verdad que aún no se han encontrado los manuscritos originales, existen millares de copias del texto completo o parcial, algunas de las cuales son muy antiguas. ¿Cambió el mensaje contenido en los originales durante el proceso de copiado? Respecto de las Escrituras Hebreas, el erudito W. H. Green sostuvo: “Se puede decir sin temor a equivocarse que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud”. En cuanto a las Escrituras Griegas, Sir Frederic Kenyon, una eminencia en manuscritos bíblicos, escribió: “El intervalo entre las fechas de la composición original y las de los primeros testimonios existentes es tan corto que no merece siquiera considerarse, y el último fundamento de cualquier duda de que las Escrituras llegaron hasta nosotros sustancialmente como fueron escritas ha sido removido. Tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento se pueden dar finalmente por establecidas”. Y agregó: “No sobra recalcar que, en sustancia, el texto de la Biblia es fiable. [...] No es posible decir lo mismo de ningún otro libro antiguo del mundo”.
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