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La navegación automática¡Despertad! 2010 | marzo
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La navegación automática
TODOS sabemos lo difícil que resulta moverse en una ciudad desconocida. Entonces, ¿cómo se orienta un navegante en el océano si no hay señales? El mero hecho de contar con una brújula no le es útil a menos que sepa cuál es su posición con relación al lugar de destino. No fue hasta la invención del sextante y el cronómetro marino en la década de 1730 que los navegantes pudieron calcular su ubicación exacta y trazar su rumbo en un mapa; pero el proceso era muy laborioso y tomaba horas.
Hoy, los automovilistas de muchos países circulan valiéndose de un aparatito relativamente económico conectado al sistema de posicionamiento global (GPS). Tan solo tenemos que introducir la dirección de destino, y el dispositivo se encarga de mostrarnos nuestra ubicación en una pantalla y de guiarnos hasta el lugar deseado. ¿Cómo funciona?
Los dispositivos de navegación satelital dependen de unos treinta satélites que emiten señales indicando su posición y la hora con una exactitud de milmillonésimas de segundo. En cuanto el receptor establece contacto con varios satélites, mide exactamente cuánto tarda en llegarle la señal. Con esta información, determina su posición. ¿No es asombrosa la complejidad de estos cálculos matemáticos? En pocos segundos, el receptor mide las distancias que lo separan de tres satélites, los cuales viajan a miles de kilómetros de altura en diferentes direcciones y a muchos kilómetros por segundo.
Los profesores Bradford Parkinson e Ivan Getting inventaron el GPS a principios de la década de 1960. Aunque se creó con fines militares, después se puso a disposición del público en general y alcanzó su plena operatividad en 1996. Un receptor de GPS es una maravilla de la tecnología, pero ¿fue el primer dispositivo automático de navegación?
[Reconocimiento de la página 8]
Globo terráqueo: basado en una foto de la NASA
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La naturaleza fue primero¡Despertad! 2010 | marzo
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La naturaleza fue primero
“Hasta la cigüeña en los cielos... bien conoce sus tiempos señalados.” (Jeremías 8:7)
JEREMÍAS escribió sobre la cigüeña migratoria hace más de dos mil quinientos años. Hasta el día de hoy, los hombres siguen fascinados por las criaturas que emigran, como el salmón, capaz de nadar miles de kilómetros en el océano para volver al río donde nació, y las tortugas laúd, que también realizan viajes increíbles. Un equipo de científicos siguió el rastro de una tortuga laúd que salió de su playa de anidamiento en Indonesia y nadó 20.000 kilómetros (13.000 millas) hasta la costa de Oregón (Estados Unidos). Esta especie acostumbra volver a la misma zona de Indonesia para desovar.
Algunos animales son capaces de encontrar el camino a casa, una facultad muchísimo más sorprendente que el desplazamiento de las criaturas migratorias. Por ejemplo, unos zoólogos tomaron dieciocho albatros de una pequeña isla en el centro del océano Pacífico y los trasladaron en aviones a miles de kilómetros de allí. A unos los soltaron cerca del extremo occidental del océano, y a otros cerca del extremo oriental. Al cabo de unas semanas, casi todos habían regresado a su punto de partida.
En varios experimentos se han transportado palomas completamente anestesiadas o en tambores giratorios a sitios desconocidos a más de 150 kilómetros (100 millas) de su lugar de origen; pero tras volar en círculos unas cuantas veces, han calculado su posición y se han dirigido derecho a casa. En vista de que las palomas encuentran su palomar aunque se les pongan lentes esmerilados en los ojos, los científicos creen que calculan su posición en relación con su hogar detectando distintos puntos desde donde reciben datos importantes para la navegación.
Las mariposas monarca se desplazan más de 1.600 kilómetros (1.000 millas) desde vastas zonas de Norteamérica hasta una pequeña región de México. Aunque nunca han estado allí antes, encuentran la ruta y llegan a los mismos árboles donde sus bisabuelos depositaron los huevos el año anterior. La forma en que se orientan sigue desconcertando a los naturalistas.
Mientras que nuestros aparatos de navegación automáticos dependen totalmente de satélites, muchos animales se valen de diversos métodos de navegación: desde la observación de puntos de referencia y el Sol hasta la detección de campos magnéticos, aromas distintivos e incluso sonidos. El profesor de biología James L. Gould escribe: “Los animales cuyas vidas dependen de la navegación precisa cuentan, sin excepción, con más equipamiento del necesario. [...] Por lo general, vienen provistos de estrategias alternativas, y eligen una u otra según cuál sea la que les proporcione datos más fiables”. La complejidad de la navegación animal aún desconcierta a los investigadores.
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