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  • Fraude en la ciencia. El mayor de todos los fraudes
    ¡Despertad! 1990 | 22 de enero
    • En la página 9 de su libro El Universo inteligente, el astrofísico Fred Hoyle habla de los que, como Greenstein, temen introducir a Dios en el cuadro: “Los científicos ortodoxos se muestran más preocupados por evitar un retorno a los excesos religiosos del pasado que por mirar cara a cara la verdad, [y esta preocupación] ha dominado el pensamiento científico a lo largo del siglo pasado”.

      Más adelante en su libro considera estos mismos factores misteriosos que inquietan a Greenstein. Dice: “Estas propiedades se van prodigando en el mundo natural como una madeja de accidentes afortunados. Existen tantas coincidencias esenciales para la vida, que debe haber alguna explicación para ellas”. Tanto Hoyle como Greenstein dicen que la casualidad no puede explicar estas muchas “coincidencias aparentes”. Hoyle dice que para explicarlas, ‘el origen del Universo requiere una inteligencia’, una “inteligencia a una escala mayor”, ‘una inteligencia que nos precedió y que decidió conformar, como un acto deliberado de creación, estructuras idóneas para la vida’.

      Nada de esto debe interpretarse como si Hoyle estuviese pensando en el Dios de la Biblia, pero él sí ve que detrás del universo y de la Tierra y la vida que hay en ella tiene que haber una gran inteligencia sobrenatural. Aunque él dice que “‘Dios’ es una palabra prohibida en la ciencia”, consiente que “[definamos] como divinidad toda inteligencia superior a la nuestra”. Especula que “a través de la condición de programación previa de nuestras mentes”, puede haber “una cadena de inteligencia que [...] se extienda [...] y que llegue a conectar con los seres humanos de la Tierra”.

      “Muchos factores hacen verosímil esta posibilidad —dice él—. La inquietud que todos llevamos dentro es una de las pistas: es como si tuviésemos una percepción instintiva de que tenemos que hacer algo importante. La inquietud procede del hecho de que todavía no hemos sido capaces de descubrir su naturaleza con precisión.” En otra parte dice: “El impulso religioso parece ser una característica exclusiva del hombre [...]. Si prescindimos de los múltiples adornos que tradicionalmente se han añadido a la religión, su esencia corresponde a una consigna que llevamos en nuestro interior y que, de una forma muy sencilla, viene a decir: ‘Procedo de algo situado en el cielo’. Profundicemos en esa consigna y encontraremos mucho más de lo esperado”.

  • Fraude en la ciencia. El mayor de todos los fraudes
    ¡Despertad! 1990 | 22 de enero
    • Todo esto hace que Fred Hoyle tenga un mal presentimiento: “Otra idea que me incomoda es la convicción de que el abanico o la ventana de oportunidades para la especie humana esté muy cerrada en el tiempo. Para abrir dicha ventana se necesita una avanzada tecnología, pero por sí sola —es decir, sin establecer una relación entre nuestra especie y el mundo exterior a la Tierra— esa tecnología puede muy bien autodestruirnos. Si la oposición que he manifestado en este libro a la teoría darwinista ha parecido feroz en algunos casos, se debe a que creo que una sociedad guiada por esa teoría fácilmente nos llevará camino de la autodestrucción”.

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