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  • Nos sostuvo la fuerza de Jehová
    La Atalaya 2004 | 1 de agosto
    • Biografía

      Nos sostuvo la fuerza de Jehová

      RELATADA POR ERZSÉBET HAFFNER

      “No permitiré que te deporten.” Tal fue la respuesta de Tibor Haffner cuando se enteró de que me habían ordenado abandonar Checoslovaquia. A continuación añadió: “Si aceptas, me caso contigo, y te quedas conmigo para siempre”.

      EL 29 de enero de 1938, pocas semanas después de esta inesperada declaración, me casé con Tibor, el hermano que le había predicado a mi familia. No fue una decisión fácil porque acababa de cumplir 18 años y, como era evangelizadora de tiempo completo de los testigos de Jehová, quería dedicar mi juventud por entero al servicio de Dios. Me costó mucho llanto y oración. Pero cuando me tranquilicé, me di cuenta de que la propuesta de matrimonio de Tibor no era solo un gesto amable, y sentí que quería vivir con este hombre que me amaba de verdad.

      Ahora bien, ¿por qué corría el peligro de que me deportaran? Después de todo, vivía en un país que se enorgullecía de su sistema democrático y libertad religiosa.

  • Nos sostuvo la fuerza de Jehová
    La Atalaya 2004 | 1 de agosto
    • Aunque nuestra obra estaba registrada oficialmente, nos enfrentábamos a intensa oposición instigada por el clero.

      Mi primera experiencia con la persecución

      Un día de finales del año 1937 estaba predicando con otra cristiana en un pueblo cercano a Lučenec cuando nos detuvieron y nos llevaron a la cárcel. Cerrando de un golpe la puerta de la celda, el guardia afirmó: “De aquí no van a salir vivas”.

      A la noche ya habían llegado otras cuatro reclusas. Comenzamos a consolarlas y a predicarles, y se tranquilizaron. Pasamos toda la noche explicándoles la verdad de la Biblia.

      A las seis de la mañana, el guardia me ordenó salir de la celda. Le dije a mi compañera: “Nos veremos en el Reino de Dios”. Le pedí que le contara a mi familia lo que había sucedido, si es que ella sobrevivía. Hice una oración en silencio y seguí al guardia. Me llevó a su apartamento, que estaba en el recinto de la prisión, y me dijo: “Quiero hacerte unas preguntas. Anoche mencionaste que el nombre de Dios es Jehová. ¿Me lo puedes mostrar en la Biblia?”. ¡Cuánto me sorprendieron y aliviaron sus palabras! Trajo su Biblia, y les mostré a él y a su esposa el nombre de Dios. El guardia tenía muchas más preguntas sobre lo que habíamos hablado con las cuatro mujeres durante la noche. Satisfecho con las respuestas, le pidió a su esposa que nos preparara el desayuno a mí y a mi compañera.

      Nos liberaron un par de días más tarde, pero un juez decretó que puesto que yo era ciudadana húngara, debía abandonar Checoslovaquia.

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