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República ChecaAnuario de los testigos de Jehová 2000
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Se predica en el ‘horno de fuego’
A lo largo de los años se ha escrito mucho sobre los campos de concentración y los martirios que sufrieron allí nuestros hermanos. Entre estos se hallaban los testigos de Jehová de Checoslovaquia. No vamos a centrarnos en los detalles de su sufrimiento, sino, más bien, en cómo se fortalecieron en sentido espiritual y confortaron a otros prisioneros incluso en aquel ‘horno de fuego’ (compárese con Daniel 3:20, 21).
En aquellas fechas, el nombre de la aldea checa de Lidice se oyó por todo el mundo. Los días 9 y 10 de junio de 1942 fue arrasada por orden directa de Hitler como represalia a la muerte de un dirigente alemán. El nombre de la aldea tenía que desaparecer del mapa de Europa. Božena Vodrážková, sobreviviente de aquel horror, recordó luego: “La Gestapo rodeó la aldea por completo. Fusilaron a todos los hombres, llevaron a los niños a destinos desconocidos y transportaron a las mujeres al campo de concentración de Ravensbrück. Allí conocí a los testigos de nuestro Señor Jehová [...]. En una ocasión me dijo una amiga: ‘Božena, he hablado con los Estudiantes de la Biblia, y dicen cosas sorprendentes. Parece un cuento de hadas, pero aseguran que es verdad lo que dice la Biblia sobre la venida del Reino de Dios y el fin de la maldad’. Al poco tiempo los conocí en persona. Me hablaron del Reino de Dios, lo cual me atrajo mucho”. En efecto, Božena se hizo testigo de Jehová.
La conducta de los Testigos en los campos causó una profunda impresión en un buen número de prisioneros. Alois Miczek recuerda: “Durante la guerra me encarcelaron por participar en actividades comunistas y me destinaron al campo de concentración de Mauthausen. De alguna manera, los Testigos conseguían La Atalaya y otras publicaciones, que utilizaban al enseñar a algunos de los compañeros del campo, todo ello sin que las SS pudieran impedirlo. De modo que como advertencia, las SS decidieron fusilar a uno de cada diez Testigos confinados. Los hicieron formar en fila, y los soldados se llevaron custodiados a uno de cada diez de ellos. Pero de repente, como si todos se hubieran puesto de acuerdo, el noventa por ciento restante de los hermanos dieron la vuelta y se dirigieron hacia el pelotón de fusilamiento. ‘Si quieren fusilar a uno de cada diez, fusílennos a todos.’ El campo entero se atemorizó por la postura, y a las SS les impactó tanto que revocaron la orden. Yo fui testigo ocular de este suceso” (Juan 15:13). ¿Qué efecto tuvo en su vida?
Su hija, Marie Gogolková relata: “Mi padre aceptó la verdad tras observar la conducta de los testigos de Jehová en Mauthausen. Se bautizó inmediatamente después de terminar la guerra, predicó con entusiasmo el Reino de Dios y ayudó a un sinnúmero de personas a aprender la verdad”.
Oldřich Nesrovnal, de Brno, también estuvo en un campo de concentración. ¿Por qué? Tenía aversión a la guerra, así que trató de cruzar la frontera y huir a Suiza; pero lo atraparon y lo deportaron a Dachau, acusándolo de espionaje. Él recuerda: “En el tren de prisioneros con destino al campo vi a un joven callado, de trece años de edad, sentado cerca de la ventana leyendo. Me pareció que trataba de ocultar lo que leía. Le pregunté qué era, y me respondió: ‘La Biblia’. Me dijo que no renunciaría a su fe en Dios. No le entendí, pero me quedé con él. Se llamaba Gregor Wicinsky y era polaco. Al día siguiente me enteré de que era testigo de Jehová. Había rehusado firmar un listado de artículos que debía entregar, pues, como estaba en alemán, temía estar renegando de sus principios si firmaba. Lo golpearon, pero ni aun así claudicó [...].
”Escribí a mi madre y le pedí una Biblia, que llegó, para mi asombro. Empecé a leerla de continuo. Se dio cuenta de ello un hombre de Ostrava [Moravia], que me preguntó si entendía lo que leía, y yo le respondí que más o menos la mitad. ‘¿Y quisiera entender más?’ ‘Sí’, le contesté. ‘Si así es, venga a verme mañana después de las seis de la tarde a tal y tal sitio.’ Fue la primera vez que asistí a una reunión de los testigos de Jehová. Se celebraba una todos los días a partir de las seis de la tarde, y los domingos, tres. Tanto el orador como el tema estaban asignados de antemano. Mi ‘maestro’ fue el siervo de literatura. Era el zapatero del campo, y escondía debajo del asiento de su taburete de trabajo todas las publicaciones copiadas a mano. Sin embargo, no volví a saber de Gregor hasta un año y medio después. Entonces, a fines de 1944, lo reconocí entre una multitud de prisioneros que regresaban de varios campos satélite. Parecía casi medio metro más alto, pero estaba muy delgado. Tras un período de cuarentena se reunió con nosotros. Nos saludamos efusivamente, y luego me dijo: ‘Le solicité al Señor Jehová que no lo dejara desamparado’. Jehová había contestado su petición.”
Se celebra la Conmemoración en el campo
¿Se podía conmemorar la muerte de Cristo en tales circunstancias? ¡Claro que sí! Pero algunos se preguntaron en ocasiones cómo hacerlo. Božena Nováková relata: “Se acercaba la fecha de la Conmemoración. Yo estaba consternada porque creía que no podría participar de los emblemas. Pero Jehová se encargó de arreglarlo todo; él estaba al tanto de mi deseo, así que el día de la Conmemoración me llamaron a uno de los barracones. Varias hermanas de diferentes nacionalidades ya estaban allí. La Conmemoración y la participación de los emblemas tuvo lugar sin ninguna interrupción. A nuestro Dios, Jehová, y a su Cordero vayan las gracias, la gloria y la honra”.
Ahora bien, ¿cómo obtuvieron el pan sin levadura y el vino? La mencionada hermana añade: “Resultó que en Fürstenberg, una ciudad cercana, trabajaban unos testigos de Jehová en un caserío del Estado; ellos nos suministraron los emblemas”.
Tras recibir esta bendición, la hermana Nováková pasó por otra experiencia. Es cierto que fue difícil, pero fortaleció su fe. Ella recuerda: “Un día me llamaron para que fuera a los baños. Era una sala con duchas que, al abrirlas, manaban gas en lugar de agua. Arrojaban a las mujeres envenenadas a los hornos, en ocasiones todavía vivas. No fui consciente de aquello hasta que una guardia me dijo: ‘Así que usted, Bibelforscher [como se llamaba a los testigos de Jehová], va a la cámara de gas. Veremos si su Jehová la salva’”. La hermana Nováková se retiró al tiempo que los ojos se le llenaban de lágrimas, y oró a Dios: “Padre Jehová, por favor, si tengo que morir, que se efectúe tu voluntad. Pero te ruego por mis hijos. Los dejo completamente en tus manos”. Al contar lo que sucedió a continuación, añade: “Mientras oraba, se abrió la puerta y entró el médico principal, que al ver mi triángulo púrpura dijo: ‘Bibelforscher, ¿qué haces aquí? ¿Quién te envió?’. Respondí que me había enviado la guardia. Entonces, me ordenó: ‘¡Sal de aquí! ¡Tu lugar está allá!’, señalando hacia la puerta. Cuando salía, oí el comentario de la guardia: ‘Ahora creo que su Jehová las protege’”.
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[Comentario de la página 168]
“‘Si quieren fusilar a uno de cada diez, fusílennos a todos.’ El campo entero se atemorizó”
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