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    ¡Despertad! 1988 | 8 de julio
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      La muerte es un enemigo; se lleva a quienes amamos. No es un tema agradable del que hablar. Sin embargo, el punto de vista que tengamos sobre la muerte ejerce una gran influencia en nuestra forma de vivir. Si pudiésemos saber lo que nos sucede cuando morimos, podríamos comprender mejor el propósito de la vida. En los siguientes artículos, el corresponsal de “¡Despertad!” en Gran Bretaña analizará la pregunta: “¿Qué nos sucede cuando morimos?”.

  • El gran misterio
    ¡Despertad! 1988 | 8 de julio
    • El gran misterio

      “SI USTED personalmente pudiese formular a Dios cualquier pregunta, ¿qué desearía saber?” Los datos recogidos en una reciente encuesta efectuada en Inglaterra indicaron que el 31% de los entrevistados deseaba saber: “¿Qué nos sucede cuando morimos?”.

      Si se le diera esta oportunidad, ¿preguntaría eso?

      “Lo único que podemos esperar con certeza es [la muerte], y todos los vivientes tenemos conciencia de ello”, escribe el investigador Mog Ball en su libro Death (Muerte). Sin embargo, como indica Ball más adelante, resulta paradójico ver que “no está entre los temas de conversación de la gente de la calle. La muerte no es algo de lo que uno habla con personas a las que no conoce bien”.

      Muchas personas ni siquiera quieren pensar en la muerte. Es tal como declara The World Book Encyclopedia: “La mayoría de las personas temen a la muerte y tratan de no pensar en ella”. Dicho temor es, en realidad, un temor a lo desconocido, pues para la mayoría de las personas, la muerte es un misterio. Cuando alguien muere, la gente usa expresiones como: “Ha pasado a mejor vida”, “se ha ido de este mundo”, “ha exhalado el último suspiro” o cualquier otro eufemismo similar. Pero en vista de que todos nos encaramos a la muerte, ¿no podemos ser más específicos al describir lo que nos sucede cuando morimos?

      Los escépticos dirán que estas preguntas se mueven en el terreno de la hipótesis, que sencillamente es una cuestión de creencia. La Encyclopædia Britannica lo expresa de la siguiente manera: “La muerte no es vida. Sin embargo, en cuanto a lo que sí es en realidad, solo podemos hacer conjeturas”. No obstante, esta misma autoridad también dice: “La creencia de que los seres humanos de alguna manera sobreviven a la muerte ha ejercido una profunda influencia en la ideología, las emociones y las acciones de la humanidad. Esta creencia se encuentra en todas las religiones, tanto del pasado como del presente”.

      ¿Qué formas adoptan esas creencias? ¿Arrojan verdadera luz a lo que nos sucede cuando morimos, o sigue siendo un misterio la muerte?

  • El misterio se oscurece aún más
    ¡Despertad! 1988 | 8 de julio
    • El misterio se oscurece aún más

      CUANDO nos encontramos frente al lecho de muerte de alguien, llegamos a percibir la dura realidad de la vida. Sin embargo, contemplar la muerte sigue siendo una experiencia sobrecogedora, hasta aterradora. No es de extrañar que cada vez que la muerte se lleva a alguien, este acontecimiento esté rodeado de misterio y conjeturas. La vida es corta, y, como escribió Shakespeare, “la muerte tendrá su día”.

      Entonces, ¿qué es la muerte física? Eso es lo primero que tenemos que determinar.

      Un hecho inaceptable

      La Encyclopædia Britannica define la muerte sencillamente como “la ausencia de vida”. Aunque el hombre puede aceptar la muerte natural en el caso de los peces, los mamíferos y las aves, su propia inteligencia le dice que, tal como declara la Biblia,a la muerte humana es un enemigo.

      De todas las criaturas que hay en la Tierra, el hombre es el único que puede reflexionar sobre su propia muerte. También es el único que entierra a sus muertos. Como explica la Encyclopædia Britannica, a menudo, el entierro ritual de los muertos “surge de una incapacidad instintiva o de un rechazo por parte del hombre de aceptar la muerte como el fin definitivo de la vida humana. A pesar de la horrenda evidencia que ofrece la descomposición física causada por la muerte, ha persistido la creencia de que algo de la persona sigue viviendo después de la muerte”.

      Debido a ello, las costumbres asociadas con la muerte suelen estar revestidas de tradiciones y de misteriosas supersticiones de tiempos antiguos.

      Costumbres y creencias

      Por ejemplo: en muchas tumbas antiguas no solo se han encontrado los huesos de los muertos, sino también comida y bebida, que fue depositada allí porque se creía que el difunto las necesitaría en el más allá. En los sarcófagos de madera egipcios se pintaban mapas y ojos para guiar al difunto. También se enterraban con él ciertos utensilios y efectos personales —como joyas—, pues entendían que el muerto se alegraría de tenerlos en una vida futura.

      Se han encontrado esqueletos que yacían de lado y que tenían las piernas encogidas en posición fetal, una indicación, según la interpretación de algunos entendidos, de la creencia en un renacimiento. Los griegos y los romanos creían que los muertos necesitaban ser transportados al otro lado del Estige, el río principal del mundo de los muertos. Este servicio lo prestaba un barquero demoniaco llamado Caronte, y por sus servicios se le pagaba con una moneda que se colocaba en la boca del difunto, una práctica que sigue llevándose a cabo hoy día en muchas partes del mundo.

      “Está claro que todas las religiones importantes tienen creencias sobre el proceso de morir, la muerte misma y la vida después de la muerte”, dice A Dictionary of Religious Education. Eso es cierto; pero ¿por qué? Debido a que resulta inaceptable contemplar el fin de la existencia consciente. “Nadie cree en su propia muerte —afirmó el psiquiatra Sigmund Freud—, [y en nuestro] subconsciente, todos estamos convencidos de nuestra propia inmortalidad.”

      Lógicamente, esa manera de pensar ha llevado al desarrollo de muchas creencias populares. Consideremos algunas de las principales.

      Purgatorio e infierno

      Si los muertos están vivos, deben encontrarse en algún lugar; pero ¿dónde? Aquí radica el problema, puesto que los que mueren no son totalmente malos ni totalmente buenos. Con un sentido básico de justicia, el hombre ha acostumbrado a separar a los difuntos, distinguiendo a los buenos de los malos.

      El punto de vista rabínico, según se expresa en The Jewish Encyclopedia, es el siguiente: “En el día del juicio final habrá tres clases de almas: las justas serán inscritas inmediatamente para vida eterna; las inicuas, para el Gehena; pero aquellas cuyos pecados y virtudes se equilibren deberán bajar al Gehena y flotar ascendiendo y descendiendo hasta que suban purificadas”. Muchos reconocerán en esta última declaración una descripción del purgatorio.

      Es interesante que al hacer una evaluación oficial de la doctrina del purgatorio, la New Catholic Encyclopedia sencillamente matiza: “En definitiva, la doctrina católica [romana] sobre el purgatorio se basa en la tradición, no en las Sagradas Escrituras”. Esto no es extraño, pues ni la palabra ni la idea de un purgatorio aparecen en la Biblia. Pero ¿y el Gehena, el destino de los inicuos de acuerdo con The Jewish Encyclopedia?

      El término griego Gehena se deriva de la expresión hebrea gueh hin·nóm, “valle de Hinón”, situado al sudoeste de Jerusalén. Era un lugar donde en el pasado se sacrificaron niños al dios Mólek, y “por esta razón —dice The Jewish Encyclopedia—, al valle se le consideraba maldito, por lo que ‘Gehena’ pronto se convirtió en un equivalente figurativo de ‘infierno’”.

      “Según muchas religiones, el infierno —dice The World Book Encyclopedia— es un lugar o estado habitado por demonios, donde se castiga a los inicuos después de la muerte.” Esta es una doctrina que algunas Iglesias de la cristiandad y otras religiones todavía predican activamente. Como resultado, muchas personas han crecido con un verdadero temor de ir al infierno.

      “Cuando era niño —escribió en el año 1926 el novelista inglés Jerome K. Jerome—, muchas personas devotas todavía aceptaban como un hecho la existencia de un infierno material. El sufrimiento que eso causaba a un niño lleno de fantasía difícilmente puede exagerarse. Me hizo odiar a Dios, y después, cuando mi creciente razón rechazó ese concepto como algo absurdo, me hizo despreciar la religión que lo había enseñado.”

      Sea cual sea su opinión sobre el infierno (para más información, véase el recuadro adjunto: “Infierno y Gehena... ¿qué diferencia existe?”), consideremos ahora lo que para muchos es el destino más feliz: el cielo o el nirvana.

      Cielo y nirvana

      “El cielo es el lugar y la condición bendita de felicidad sin fin en la presencia de Dios, de sus ángeles y de los santos” dice The Catholic Religion—A Manual of Instruction for Members of the Anglican Church. Y luego añade: “También consiste en estar reunidos para siempre con todos los que hemos amado abajo y que han muerto en gracia, y en ser perfectamente buenos y santos para siempre jamás”.

      Por otro lado, el nirvana refleja la creencia budista de que solo se puede alcanzar una condición de “paz y bendición eterna” cuando finalmente termina el “doloroso y continuo ciclo de la muerte y el renacimiento”. Tanto con la enseñanza del cielo como con la del nirvana, la religión ofrece cierta provisión para que se terminen los sufrimientos de esta vida y a continuación se pueda vivir en un mundo idílico.

      ¿Nos ayudan esas enseñanzas conflictivas a responder a nuestra pregunta (¿qué nos sucede cuando morimos?), o se oscurece aún más el misterio? ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que decidimos creer es cierto? ¿Son hechos lo que nos enseña la religión, o son ficciones?

      Nuestro destino después de la muerte seguirá siendo un misterio a menos que podamos responder a la única pregunta que puede desvelarlo: ¿qué es el alma? Veámoslo a continuación.

      [Nota a pie de página]

      a Véanse las palabras de Pablo en Primera a los Corintios, capítulo 15, versículo 26.

      [Fotografía en la página 5]

      En un antiguo sarcófago egipcio se pintaron ojos porque se creía que ‘así el alma del muerto podría mirar afuera’

      [Reconocimiento]

      Cortesía del Museo Británico de Londres

      [Fotografía en la página 7]

      El valle de Hinón, al sudoeste de Jerusalén, tal como se ve en la actualidad

      [Recuadro en la página 6]

      ¿Es la criogenización el camino a la inmortalidad?

      Se llama “suspensión criogénica” a la técnica con la que se conserva un cadáver a temperaturas sumamente bajas. Se coloca el cadáver en un depósito lleno de nitrógeno líquido a -232 °C, a no ser que el cliente prefiera convertirse en un “neuropaciente”, lo que significa que solo se conservará la cabeza. “Yo no creo en la vida después de la muerte en el sentido religioso —dice el presidente de la empresa británica que recomienda la criogenización—, pero amo la vida y creo que el cese de la conciencia es algo desastroso.” Detrás de toda esta propaganda está la creencia de que en algún tiempo futuro, la ciencia será capaz de devolver la vida y hasta de reproducir un cuerpo nuevo para la cabeza mediante la duplicación clónica. Esa es una manera —informa el periódico londinense “The Sunday Times”— de “alcanzar la inmortalidad”.

      [Recuadro en la página 7]

      Infierno y Gehena... ¿qué diferencia existe?

      La expresión “infierno de fuego” es una tergiversación del significado de la palabra griega “Gehena”, nombre que antiguamente identificaba al basurero que estaba fuera de la ciudad de Jerusalén y que Jesús utilizó como símbolo de destrucción eterna. (Mateo 10:28.) ¿Y qué hay de la palabra “infierno” (traducida del vocablo hebreo “sche’óhl” y del griego “hái·des”)? Si fuese un lugar de tormento, ¿hubiera querido alguien ir allí? Difícilmente. Sin embargo, el patriarca Job pidió a Dios que le ocultase en ese lugar. (Job 14:13.) Jonás prácticamente fue al infierno de la Biblia cuando estuvo en el vientre del gran pez, y desde allí oró a Dios para que lo liberase. (Jonás 2:1, 2.) El infierno de la Biblia es la sepultura común de la humanidad, donde los muertos descansan en la memoria amorosa de Dios, a la espera de una resurrección. (Juan 5:28, 29.)

  • ¡El misterio se resuelve!
    ¡Despertad! 1988 | 8 de julio
    • ¡El misterio se resuelve!

      LA MAYORÍA de las personas suponen que la muerte no es el fin de la vida humana, sino que después de la muerte física, algo sigue viviendo. Por lo general, a ese algo se le llama alma.

      En respuesta a la pregunta “¿cómo sabemos que Ruh [el alma] deja el cuerpo cuando está en la sepultura?”, la revista The Straight Path dice: “La muerte no es más que la partida del alma. Una vez que el alma ha dejado el cuerpo, es transferida a Barzakh (el período después de la muerte). [...] La sepultura es un lugar solo para el cuerpo, no para el alma”. Ese es el parecer de los musulmanes, pero difiere poco de las enseñanzas de la cristiandad.

      Consideremos, por ejemplo, dos preguntas de A Catechism of Christian Doctrine, una publicación católica romana que se usa en las escuelas de Gran Bretaña:

      P. “¿En qué se parece tu alma a Dios?”

      R. “Mi alma se parece a Dios en que es un espíritu y es inmortal.”

      P. “¿A qué te refieres cuando dices que tu alma es inmortal?”

      R. “Cuando digo que mi alma es inmortal, me refiero a que no puede morir nunca.”

      Aunque a los niños se les puede enseñar a creer esto, el libro no intenta probar las afirmaciones que hace.

      Pero existe una fuente de información que nos explica exactamente qué es el alma. Esa fuente es la Biblia, el libro más antiguo que el hombre conoce. Quizás le sorprenda lo que dice ese libro.

      El alma: cómo la define la Biblia

      Génesis, el primer libro de la Biblia, nos narra el relato de la creación del hombre y de las otras criaturas vivas que hay en nuestro planeta. Se escribió en hebreo, y en los primeros dos capítulos, el término “alma”, traducido de né·fesch, aparece cuatro veces, pero solo una con referencia al hombre.a ¿A qué se refiere las otras tres veces? Veamos.

      “Y Dios procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma viviente [né·fesch] que se mueve, los cuales las aguas enjambraron según sus géneros, y toda criatura voladora alada según su género.” (Génesis 1:21.)

      “Y a toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura voladora de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma [né·fesch] he dado toda la vegetación verde para alimento.” (Génesis 1:30.)

      “Ahora bien, Jehová Dios estaba formando del suelo toda bestia salvaje del campo y toda criatura voladora de los cielos, y empezó a traerlas al hombre para ver lo que llamaría a cada una; y lo que el hombre la llamaba, a cada alma viviente [né·fesch], ese era su nombre.” (Génesis 2:19.)

      Una comparación de estos tres versículos revela en seguida que el término hebreo né·fesch se usa para describir toda forma de vida animal.

      Ahora comparemos esto con el relato de la creación de Adán, el primer hombre:

      “Y Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente [né·fesch].” (Génesis 2:7.)

      En una traducción de la Tora —los cinco primeros libros de las Escrituras Hebreas— publicada por la Sociedad de Publicaciones Judías de América, aparece el siguiente comentario: “La Biblia no dice que tenemos un alma. ‘Nefesh’ [né·fesch] es la persona misma, su necesidad de alimentarse, la mismísima sangre de sus venas, su propio ser”. (Las cursivas son nuestras.) Lógicamente, lo mismo es cierto de todas las otras formas de vida descritas como “almas”. No poseen un alma. Todas son almas.

      Platón y el alma

      ¿Dónde se originó, entonces, la idea de que hay un alma que abandona el cuerpo cuando sobreviene la muerte? Una publicación a la que hicimos referencia anteriormente, The Jewish Encyclopedia, dice lo siguiente: “La idea de un alma incorpórea, con su propia individualidad, arraigó en el judaísmo únicamente por medio del contacto de los judíos con el pensar de los persas y los griegos”.

      Incluso en un tiempo anterior de la historia del hombre, los egipcios creían que el alma humana era inmortal y que podía volver a visitar a su cuerpo muerto. De ahí el gran esfuerzo que hacían por conservar los cuerpos de sus difuntos por medio de embalsamarlos o momificarlos.

      Es digno de interés que un nuevo catecismo luterano para adultos, Evangelischer Erwachsenenkatechismus, admite abiertamente que la enseñanza de que el alma humana es inmortal no se origina en la Biblia, sino en el “filósofo griego Platón (427-347 a. de J.C.) [,] [quien] sostuvo enérgicamente que existía una diferencia entre el cuerpo y el alma. Los teólogos evangélicos de tiempos modernos —continúa— desafían esta combinación de conceptos griegos y bíblicos [...]. Rechazan que el hombre conste de cuerpo y alma”.

      Entonces, ¿qué le sucede al alma humana cuando sobreviene la muerte? Nuestra mayor autoridad en este asunto es la Biblia, la Palabra inspirada de Dios. Esta dice claramente: “Los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto”. (Eclesiastés 9:5.) Y al hablar de “una resurrección”, Jesús dijo: “Todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz [la de Jesús] y saldrán”. (Juan 5:28, 29.)

      De modo que, ¿dónde están los muertos? En la sepultura, “en las tumbas conmemorativas”, es decir, en la memoria de Dios a la espera de una resurrección.b ¿Una resurrección? ¿Qué quiere decir eso? ¿Cuán real es esa esperanza? El último artículo de esta serie trata de una tragedia ocurrida recientemente en Inglaterra y muestra lo real que puede ser esa esperanza.

      [Notas a pie de página]

      a “Almas”, en plural, también aparece en los Gé 1 versículos 20 y 24 del capítulo 1 de Génesis.

      b El catecismo luterano concuerda con la Biblia cuando dice: “Puesto que el hombre en sí es pecador, al morir, muere completamente con cuerpo y alma (muerte total) [...]. Entre la muerte y la resurrección existe un intervalo; la persona continúa su existencia, como mucho, en la memoria de Dios”.

      [Ilustración en la página 9]

      El “alma” de un escriba egipcio, representada como un halcón con cabeza humana, supuestamente ‘volviendo a visitar a su cuerpo en la tumba’

      [Reconocimiento]

      Cortesía del Museo Británico de Londres

      [Recuadro en la página 8]

      ¿Lo sabía usted?

      En ningún lugar de la Biblia se halla la expresión “alma inmortal”. Esas dos palabras nunca se vinculan. Los términos “inmortal” e “inmortalidad” solo aparecen seis veces, todas ellas en los escritos del apóstol Pablo. Cuando la inmortalidad aplica a seres humanos, se dice que es un galardón que reciben únicamente los 144.000, quienes son redimidos de la Tierra para reinar con Cristo Jesús en el cielo. (1 Corintios 15:50-54; Revelación 5:9, 10; 14:1-4; 20:6.)

      [Recuadro en la página 9]

      ¿Qué autoridad es más fidedigna?

      Con relación al término “alma”, la “Nueva Enciclopedia Larousse” dice que “se concibe como inmortal y acreedora de recompensa o castigo tras su separación del cuerpo por la muerte”. Este comentario subraya el hecho de que el concepto de vida después de la muerte mediante un “alma” sigue siendo únicamente una aserción religiosa. Ninguna autoridad puede probarlo. En contraste, la autoridad más elevada de todas, la Biblia, dice: “El alma que peca... ella misma morirá”. (Ezequiel 18:4.)

  • “¡No temo a la muerte!”
    ¡Despertad! 1988 | 8 de julio
    • “¡No temo a la muerte!”

      CHRISTOPHER HESLOP, un niño de nueve años de edad, era testigo de Jehová, así como su hermano, Matthew, de catorce años. Junto con su tío, su tía y sus dos primos, habían pasado aquella mañana de octubre haciendo visitas domiciliarias cerca de Manchester (Inglaterra), como parte de su ministerio cristiano. Por la tarde fueron todos juntos a visitar la cercana ciudad turística de Blackpool, situada en la costa. Los seis estuvieron entre las doce personas que murieron instantáneamente en un terrible accidente ocurrido en la autopista y al que la policía describió como un “verdadero holocausto”.

      La noche antes de la tragedia, se había tratado el tema de la muerte en una reunión de estudio de la Biblia que se celebraba en el vecindario y a la que asistía la familia Heslop. “Christopher —dijo David, el padre del muchacho— siempre fue un chico reflexivo. Aquella noche habló con lucidez sobre un nuevo mundo y la esperanza que tenía para el futuro. Luego, mientras seguíamos con nuestra consideración, Christopher dijo repentinamente: ‘Lo bueno de ser testigo de Jehová es que, aunque la muerte produce dolor, sabemos que algún día volveremos a vernos en la Tierra’. Poco nos imaginábamos los presentes lo memorables que llegarían a ser aquellas palabras.”

      Después del accidente, un titular del Manchester Evening News leía: “No temo a la muerte, dijo un niño que murió en el accidente”, y el artículo citó las palabras exactas de Christopher. ¿Cómo pudo hablar con esa confianza un niño de nueve años? ¿Qué creencias se le habían enseñado a Christopher?

      La resurrección: una esperanza segura

      “La característica que más llama la atención de la predicación de los primeros cristianos es el énfasis que daban a la resurrección”, dice el New Bible Dictionary, y añade: “Los primeros predicadores estaban seguros de que Cristo había resucitado y, por consiguiente, tenían plena certeza de que los creyentes también resucitarían al debido tiempo. Esto los distinguió de todos los demás maestros del mundo antiguo”.

      Hoy día, los cristianos verdaderos son igualmente diferentes. No se dejan influir por las enseñanzas de la filosofía griega, que atribuye al hombre un “alma inmortal”. Por el contrario, derivan fuerza de la declaración de Jesús de que ‘los que estén en las tumbas conmemorativas, al oír mi voz, saldrán’. Esa es la base de la fe cristiana: los muertos que están en la memoria de Dios resucitarán para vivir en una Tierra paradisiaca. (Juan 5:28, 29; véase también Hechos 17:31; 1 Corintios 15:14.)

      David Heslop y su esposa, Ailene, habían enseñado a sus dos hijos esta doctrina básica de la Biblia, y ellos mismos derivan mucho consuelo de ella en estos momentos. “Naturalmente, ahora pensamos mucho en la resurrección —dice David—, y si alguna vez nos sentimos desanimados, como a veces nos sucede, en seguida empezamos a pensar en el futuro y vemos nuestra pérdida como algo temporal.” Ailene añade: “Es como si un ser querido emigrara al extranjero. No se sabe cuánto tiempo estará lejos, pero se está a la expectativa de verlo de nuevo cuando regrese”.

      Una sincera invitación

      ¿Le gustaría compartir esa clase de fe? No es difícil de conseguir.

      En nuestro artículo de apertura mencionamos una encuesta que recientemente se llevó a cabo en Inglaterra. Es interesante el hecho de que cuando se preguntó a los que no asisten a ninguna iglesia qué lugar de adoración escogerían si algún día decidían ir a uno, el 27% (el colectivo más amplio) especificó el Salón del Reino de los testigos de Jehová.

      Además, como respuesta a la pregunta: “Si tuviese mucho interés en saber algo de la Biblia, de la fe cristiana, etc., ¿a quiénes preguntaría?”, el 19% respondió: “A los testigos de Jehová”.

      Sin importar el lugar donde usted viva, los testigos de Jehová tendrán mucho gusto en ayudarle a edificar su fe en las enseñanzas que se encuentran en su propia Biblia. Todas las reuniones que celebran en sus Salones del Reino, así como la instrucción bíblica personal que ofrecen en los hogares, son gratuitas. ¿Por qué no toma la iniciativa y los aborda? En poco tiempo no solo hallará consuelo, en lo relacionado con adquirir conocimiento sobre la muerte y la resurrección, sino también la esperanza de un nuevo mundo de justicia en el que “la muerte no será más”. (Revelación 21:4.)

      [Recuadro en la página 11]

      ¿Regresan de la muerte?

      No es raro oír de casos de personas “clínicamente muertas” que han sido revivificadas. Cuando han vuelto en sí, algunas han afirmado haber tenido experiencias extraordinarias en la “otra vida”. No obstante, existe una explicación médica para ese fenómeno. El periódico londinense “The Independent” dice: “Parece probable que esas alucinaciones ocurran cuando la persona está a punto de morir porque los altos niveles de dióxido de carbono o los bajos niveles de oxígeno que transporta la circulación de la sangre afectan a las mismas zonas del cerebro”. Cuando se recobra el conocimiento, estas alucinaciones pueden dar origen a la sensación de haber muerto y regresado a la vida.

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