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  • Las inundaciones y las sequías... ¿obras de Dios?
    ¡Despertad! 1986 | 22 de junio
    • El informe de la Earthscan dice: “La frecuencia de los desastres ocasionados por el hombre es cada vez mayor. La mala administración de los recursos y el ambiente más bien que la poca o demasiada lluvia causa algunos desastres (inundaciones, sequías, escasez de alimento). [...] Los desastres son acontecimientos sociopolíticos que se pueden evitar y que con frecuencia se han evitado.

  • Las inundaciones y las sequías... ¿obras de Dios?
    ¡Despertad! 1986 | 22 de junio
    • De manera similar, un periódico africano dijo: “No se pueden culpar las condiciones del tiempo por toda la agonía [que traen las sequías]. [...] Las guerras que han tenido lugar entre el Cuerno de África, la costa atlántica y Mozambique han forzado a los campesinos a huir de sus tierras de labranza”. Por ejemplo, la sequía de Etiopía ha sido agravada por la guerra civil que ha destruido las praderas en el transcurso de los años.

      ¿Es Dios, o la codicia?

      Gracias a la tecnología moderna, los agricultores ahora pueden arar grandes extensiones de terreno que incluyen zonas que los ecólogos dicen no se debieron arar. La revista National Geographic dijo con relación a ciertas regiones de las grandes llanuras de América del Norte: “Algunos especuladores y rancheros obligados por la necesidad han arado centenares de miles de hectáreas de frágiles praderas para cultivar trigo [...] Esta tierra es fácilmente llevada por el viento cuando está seca, por lo que una sequía prolongada en las llanuras [como la que se produjo en el decenio de 1930 a 1940 en una zona central de los Estados Unidos] es solo cuestión de tiempo”.

      Ya algunas praderas de esa región están cubiertas por una capa de tierra que alcanza el tope de los postes de las cercas. Un ganadero afectado dijo: “No es obra de Dios. Es obra de la codicia. Dios no tiene arado”. Mohandas Gandhi explicó muy bien las causas al decir: “Hay suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de todos”.

      Sin embargo, algunos dirían que los codiciosos son los ganaderos. Algunos apacentan tantos animales que el terreno queda agotado de vegetación. Y aunque puede que se salgan con las suyas por unos años, cuando viene la sequía, las tierras dañadas pueden convertirse en desiertos permanentes. Considere lo que aconteció en las tierras que bordean al desierto del Sáhara. A principios de este siglo, se abrieron miles de pozos para que hubiera más agua. Los ganaderos africanos se alegraron, pues esto les permitía tener más ganado. Pero, lamentablemente, ¡no había suficiente pasto para abastecer este aumento!

      El libro Our Hungry Earth—The World Food Crisis (Nuestra Tierra hambrienta, la crisis mundial de alimentos) explica que “el Sahel ya se encontraba en mal estado cuando comenzó la sequía en 1968. A medida que se moría la hierba, los pastores cortaban los árboles para que el ganado pudiera comer las hojas. La sequía continuó y las praderas y tierras de cultivo de los campesinos comenzaron a convertirse en desierto”. Según la revista New Scientist, “el Sáhara se ha expandido hacia el sur unos 650.000 kilómetros cuadrados [250.000 millas cuadradas] en los últimos 50 años”. ¡Esto equivale a una zona más extensa que la superficie combinada de España y Portugal!

      También están los que van a zonas con programas de explotación y talan los árboles desconociendo las consecuencias ecológicas. El profesor Hanks, director del Instituto de Recursos Naturales de Pietermaritzburg de África del Sur dice: “en el tiempo que a usted le toma leer esta oración tres hectáreas [7,4 acres] de bosque habrán desaparecido en el mundo. [...] Esta pérdida de árboles representa más que solo la pérdida de materia prima para la producción de energía y fabricaciones. La deforestación destruye los bien establecidos ciclos del agua, lo que conduce a la acumulación de cieno en los arroyos y ríos, reducción del agua subterránea, inundaciones mayores e intensificación de la escasez de agua durante los períodos secos”.

  • Las inundaciones y las sequías... ¿obras de Dios?
    ¡Despertad! 1986 | 22 de junio
    • ¿Es castigo divino?

      Entonces, no sorprende que el informe de Earthscan que mencionamos anteriormente culpe al hombre —y no a Dios— como el responsable de los efectos desastrosos de las inundaciones y sequías. Es cierto que el hombre no tiene control de las condiciones del tiempo, aunque hay quienes piensan que al intervenir en el medio ambiente con sus pruebas nucleares y otras similares ha alterado el patrón climatológico. Sin embargo, el informe de Earthscan declaró:

      “La gente está cambiando su medio ambiente para hacerlo más propenso a algunos desastres y se está comportando de una manera que ella misma se hace más vulnerable a tales peligros. La creciente población del Tercer Mundo se ve obligada a cultivar en exceso, deforestar y, por lo general, hacer uso en demasía de la tierra, haciéndola así más propensa a inundaciones y sequías”.

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