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  • ¿Por qué son una plaga de la vida moderna?
    ¡Despertad! 1990 | 22 de diciembre
    • ¿Por qué son una plaga de la vida moderna?

      “ESTAR delgada llegó a ser lo más importante en mi vida”, admitió Ann a sus treinta y cuatro años. Por temor a terminar con exceso de peso comenzó una dieta muy estricta y perdió 30 kilogramos en poco tiempo. “No era más que piel y huesos, y parecía que acababa de salir de un campo de concentración”, dijo su marido.

      Luego, con un hambre voraz, empezó a comer sin restricción. Para no ganar peso, utilizaba laxantes y se provocaba el vómito para no asimilar el alimento. “¿Cómo se puede adquirir un hábito tan repugnante?”, quizás se pregunte usted.

      “Es más fácil de lo que parece —confesó Ann—. Tan solo quería estar delgada. Las mujeres se ven sometidas a muchas presiones para conseguir un físico atractivo y bien proporcionado. Me sentía bombardeada por las revistas de modas que enfatizan el estar ‘delgada, delgada, delgada’, así que me propuse ser superdelgada y atractiva.”

      Ann cayó en las implacables garras de los trastornos del apetito y estuvo en esa situación diez largos años. Como ella misma comentó, “nunca te imaginas que eso te conducirá a donde te conduce”. Sin embargo, su caso no es único, pues Anne se cuenta entre aproximadamente el millón de mujeres estadounidenses que cada año son víctimas de la anorexia nerviosa o la bulimia. Por otra parte, muchos hombres también han desarrollado estos trastornos o pesan demasiado. Sin embargo, ¿en qué consisten exactamente esos trastornos?

      Los trastornos

      La anorexia nerviosa se caracteriza por una severa y prolongada inapetencia al alimento o rechazo a comer a causa de un problema emocional, lo que resulta en una importante pérdida de peso. No está provocada por una enfermedad física. La mujer —por lo general joven— tiene mucho miedo a ser obesa y, aunque esté demacrada, se ve demasiado gorda. Se produce la detención de las menstruaciones. Además, rehúsa mantener su peso por encima del mínimo que se considera normal para su edad y estatura.

      La bulimia se caracteriza por repetidos excesos alimenticios, es decir, el consumo irreprimible de gran cantidad de alimento en poco tiempo. Después, el bulímico trata de librarse de las calorías mediante la inducción artificial al vómito, el uso de laxantes y diuréticos o el ejercicio vigoroso. Lo que constantemente le preocupa es su tipo y su peso.

      El apetito desordenado e impulsivo se caracteriza por un consumo irreprimible de alimento, seguido de un sentimiento de culpa y vergüenza por su comportamiento y por el subsiguiente aumento de peso. El comedor impulsivo suele comer en exceso cuando está preocupado o nervioso. Por lo general no recurren a medios artificiales para eliminar los alimentos, lo que suele llevarlos a la obesidad.

      Pero tan solo ganar o perder peso, o ser una persona con exceso de peso o delgada, no indica que se tenga un trastorno del apetito, pues pueden influir causas genéticas o psicológicas. Se considera que existe un trastorno del apetito cuando la actitud de la persona para con el alimento y el peso se desequilibra. La persona come —o rehúsa comer— motivada por profundas alteraciones emocionales.

      En aumento

      La mayoría de los entendidos en este campo dicen que los trastornos del apetito han aumentado, y hay quienes han llegado a calificarlo de epidemia. En un artículo titulado “Trastornos del apetito: sus repercusiones para la década de los noventa”, unos investigadores explicaron que “la frecuencia [de estos trastornos] ha aumentado en gran manera desde 1970 y ahora es fácil encontrarlos en las consultas médicas”. Se informa que cada año mueren 150.000 personas de complicaciones relacionadas con la anorexia nerviosa y la bulimia.

      Pero Ann se recuperó por completo. Puede decirse que fue afortunada, pues el 21% de las enfermas de anorexia nerviosa mueren como consecuencia de la enfermedad. Entre los bulímicos son comunes las ideas suicidas, y varios médicos dicen que una tercera parte de sus pacientes han tratado de quitarse la vida.

      Estos trastornos del apetito afectan a personas de todas las edades, de todo grupo étnico y racial, y de todo nivel social. Es una creciente plaga que ha invadido muchos países desarrollados. En Japón el aumento “ha sido descomunal” desde 1981, y también ha aumentado tanto en Suecia como en Gran Bretaña, Hong Kong, África del Sur, Australia y Canadá.

      Sin embargo, ¿a qué se debe que los trastornos del apetito, aunque se han conocido por siglos, se hayan convertido en una epidemia en el siglo XX?

      “El altar de la delgadez”

      Después de cuarenta años de investigación, la doctora Hilde Bruch explica: “Me inclino a relacionarlo con la enorme importancia que la moda le atribuye a la delgadez. [...] Las revistas y las películas transmiten el mismo mensaje, pero la televisión es más persistente, machacando día tras día que solo serás amada y respetada si eres esbelta”.

      Antes de 1900, eran los ricos quienes principalmente se preocupaban por vestir a la moda, pero después de la I Guerra Mundial (1914-1918), la aparición de los grandes almacenes, las revistas para la mujer y la fotografía de modas hicieron que la mayoría de las mujeres se interesaran más en estas cuestiones. Las modas nuevas y elegantes se producían en serie y en tallas estándar, y para llevar esas prendas la mujer debía tener la figura “apropiada”. De ese modo, los defectos de la figura se convirtieron en fuente de frustración y vergüenza para las mujeres que no encontraban su talla en esa ropa de moda.

      Además, en 1918 el primer libro de mayor venta en América sobre el tema de la dieta vinculó el control del peso con el amor propio. El exceso de peso en las mujeres se veía como un defecto de personalidad y una traba social. En su libro Fasting Girls (Chicas que ayunan), Joan Brumberg explica los resultados de ese criterio: “En realidad, para la década de los veinte la apariencia exterior era más importante que la personalidad interior porque el atractivo sexual había reemplazado a la espiritualidad como el ‘radiante adorno’ de la mujer. [...] Muchos adoptaron el concepto de que el tamaño y la forma del cuerpo era una medida de valía personal”.

      De modo que las dietas y la belleza se convirtieron en una obsesión. Hoy día se calcula que en cualquier momento dado, el 50% de las mujeres de Estados Unidos siguen un régimen, y en su mayoría lo hacen tan solo para mejorar su apariencia. Un sondeo de opinión llevado a cabo por la revista Glamour entre 33.000 mujeres, formulaba la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que le haría más feliz?”. El 42% respondieron: “Perder peso”. Ese porcentaje fue casi el doble que el de cualquier otra alternativa ofrecida en el sondeo, como por ejemplo: “Éxito en el trabajo”.

      Desde el inicio de esta década, la delgadez se ha convertido en símbolo de fuerza, logro y atractivo. “Dada nuestra antigua y extravagante adoración colectiva en el altar de la delgadez, no es de extrañar que tantas jóvenes de nuestros tiempos hayan hecho de la dieta un dogma de fe”, explicó la señora Brumberg. Un claro resultado ha sido la epidemia actual de trastornos del apetito.

      Sin embargo, y a pesar de la presión social para que las mujeres sean delgadas, no todas desarrollan trastornos del apetito. ¿Cuáles son entonces las más vulnerables?

      [Recuadro en la página 3]

      ¿Qué riesgos para la salud suponen los trastornos del apetito?

      Anorexia nerviosa

      Trastornos sanguíneos, tensión arterial anormalmente baja, mareos o debilidad anormales, palpitaciones irregulares, fallo cardiaco repentino, piel amarillenta, trastornos hormonales, detención de las menstruaciones y pérdida de masa ósea.

      Bulimia

      Menstruaciones irregulares, debilidad muscular y calambres, deshidratación, mareos, caries y desgaste del esmalte dental, intolerancia al frío, fatiga, problemas digestivos, palpitaciones irregulares que pueden conducir a un ataque cardiaco repentino, laceraciones y hemorragias en el esófago, dolores abdominales.

      Apetito desordenado e impulsivo

      Hipertensión y fatiga relacionada con el peso, obesidad crónica (con mayor riesgo de diabetes), enfermedades coronarias, cáncer, trastornos hormonales, cálculos biliares.

  • ¿Quiénes padecen trastornos del apetito?
    ¡Despertad! 1990 | 22 de diciembre
    • ¿Quiénes padecen trastornos del apetito?

      Aunque es normal que tengamos cierto interés en nuestra apariencia, si llegamos a obsesionarnos podríamos desarrollar un trastorno del apetito. Sirva de ilustración la siguiente entrevista:

      ¡DESPERTAD!: Ann, cuando comenzaron sus problemas, ¿era usted una persona con exceso de peso?

      ANN: No, pero empezaba a salir con chicos y quería ser atractiva.

      ¡DESPERTAD!: ¿Dependía su amor propio de su apariencia?

      ANN: Estoy convencida. Cuando alguien me miraba, siempre me preguntaba: ‘¿Qué estará pensando?’. Continuamente me repetía: ‘Para ser atractiva debes tener buen tipo’.

      ¡DESPERTAD!: Entonces, cuando le parecía que tenía buen aspecto, ¿se sentía satisfecha consigo misma?

      ANN: Exacto. Si ganaba peso, me odiaba. Cuando me miraba al espejo no pensaba en las cualidades interiores.

      Nadie sabe la razón por la que algunas personas llegan a padecer trastornos del apetito mientras que otras, en situaciones similares, no los padecen. Es evidente que influyen factores como la cultura, la genética, la salud o anormalidades bioquímicas y el ambiente familiar, pero hay ciertos rasgos de personalidad que parecen característicos de la mayoría de los que padecen esos trastornos.

      Luchan por la perfección

      Como grupo, tienden a ser personas emprendedoras y perfeccionistas que sobresalen en la escuela o en el trabajo. Después de tratar a más de 130 pacientes con anorexia, la doctora Hilde Bruch describe los sentimientos típicos de esas personas en su libro The Golden Cage (La jaula dorada): “Sientes gran temor a ser corriente, de término medio, común, no lo bastante buena. [...] Piensas que solo mereces la pena si haces algo muy especial, algo tan grande y deslumbrante que tus padres y las demás personas por las que te interesas se queden impresionados y te admiren por ser sumamente especial”.

      Lee, que padeció de anorexia, admitió: “Intentaba hacer algo muy brillante y ser la mejor en todo lo que hacía”. Con frecuencia, esta lucha por ser perfecta se manifiesta en un ferviente deseo de agradar a otros, de ser la ‘mejor jovencita del mundo’.

      Algo que en especial también puede hacer vulnerable a una mujer es su modo de ver el papel que desempeña en la sociedad. Aunque es cierto que también hay hombres que desarrollan trastornos del apetito, predominan las mujeres. El libro Surviving an Eating Disorder (Cómo superar un trastorno del apetito) explica: “Las muchachas con trastornos del apetito por lo general se han criado creyendo que no deberían exigir nada de nadie. Una buena chica es callada, pasa inadvertida y aprende a no manifestar lo que le molesta”. Pero ese tipo de educación hace que algunas piensen que no ejercen ningún control sobre su vida.

      Para algunas mujeres, el siempre tratar de agradar a otros y al mismo tiempo reprimir su propio deseo de tomar el mando de su vida crea un conflicto interno que puede conducir a un trastorno del apetito. Dawn tenía un apetito desordenado e impulsivo y llegó a la bulimia, pero hoy está totalmente recuperada y explica: “Mi familia esperaba que lo hiciera todo a su manera, que yo fuese como ellos querían. Aunque por fuera daba la apariencia de estar segura de mí misma y ser muy inteligente, por dentro no era así en absoluto. Nunca me sentí capaz de cumplir con lo que esperaban de mí. No podía agradar a nadie, ni a mis amistades ni a mis padres. Entonces me di cuenta de que podía controlar algo: mi peso. Podía ganar peso y perderlo, podía hacer lo que quisiera con él. Eso me dio la sensación de que podía controlar mi vida. Si podía controlar eso, podría controlar todo lo demás”.

      Sentimiento de inutilidad

      La inseguridad que sentía Dawn es típica de las dudas que tienen muchas personas con trastornos del apetito. A pesar de tener talento, la mayoría carece de amor propio. Y precisamente, el hecho de comer demasiado puede indicar a veces que uno se tiene en poco. En realidad es como si la persona dijera: “No valgo para nada. ¿Por qué habría de interesarme en mi persona o en mi peso?”. Tales sentimientos engendran depresión, mal común de los que tienen trastornos del apetito.

      ¿Qué es lo que produce el sentimiento de inutilidad? La Biblia responde: “A causa del dolor del corazón hay un espíritu herido”. (Proverbios 15:13.) Hay varios asuntos que pueden producir dolor de corazón: amargas decepciones, rechazo, un ambiente en el que se pasan por alto las necesidades emocionales de la persona o experiencias traumáticas vividas durante la infancia, por citar solo unos ejemplos. Las investigaciones revelan que un número sorprendente de pacientes con trastornos del apetito han sido víctimas de abusos sexuales o hasta han sido violadas.

      Pero a veces son las actitudes de otros lo que hace que uno se tenga en poco. “Hasta donde puedo recordar, siempre estuve demasiado gorda y mi madre no paraba de machacar sobre lo mismo —explicó una joven—. Se hacía de todo para que adelgazara; eso era lo único que importaba. Por eso me odio y odio mi cuerpo.” El ambiente social de hoy día que tanto ensalza la esbeltez contribuye a este odio que algunas personas con exceso de peso sienten hacia sí mismas.

      En otros casos es el propio trastorno del apetito lo que hace que la persona pierda el respeto de sí misma. Lynn, una chica que se provocaba el vómito hasta diez veces al día, admitió: “Después de vomitar, me miraba a la cara en el espejo y me decía: ‘Te odio’, y entonces me echaba a llorar. Me sentía despreciable”.

      En lo más profundo de su ser, la mayoría de los que tienen este tipo de trastornos están convencidos de que algo falla en su personalidad. Por consiguiente, todos sus esfuerzos van dirigidos a esconder el defecto fatídico de su incapacidad y a encontrar maneras de aumentar su autoestima. Los anoréxicos tratan de hacerlo de una manera muy especial. Su esfuerzo por aumentar su amor propio es lo que hace que la anorexia sea tan insidiosa y... mortífera.

      Cuando a Lee la rechazó un hombre a quien amaba, su dignidad se vino abajo. “Quería demostrar que había rechazado algo bueno —dijo ella—, así que me propuse ser superdelgada y superinteligente.” Para adelgazar, dejó de comer y emprendió una vida muy activa. “Empecé a sentirme satisfecha conmigo misma. Sentía que era realmente especial pues podía hacer algo de lo que otros no eran capaces. Pensaba: ‘Soy fuerte’.”

      Lee pesaba 73 kilogramos y adelgazó hasta alcanzar el alarmante peso de 47 kilogramos. Respecto a los que trataban de hacer que comiera, ella dijo: “Pensaba que trataban de arruinar mi vida y mi felicidad privándome de mi amor propio. Pensaba que llegaría a ser igual que los demás”. Esta actitud es característica de los anoréxicos: tratan de aumentar su autoestima mediante reprimir sus deseos y hacer lo que otros no pueden.

      Si se ha abusado de las emociones de una muchacha, sus esfuerzos por proteger su frágil amor propio de posteriores abusos pueden conducir a la anorexia. Por ejemplo, a Shirley le preocupaba la manera como los chicos la trataban desde que empezó a hacerse mujer. Además, su propio padre trató de propasarse. “Estaba tan abochornada e indignada que acudí a mi madre y me puse a llorar —dijo Shirley—. Cuando perdí peso y me libré de mis curvas, ya nadie me molestaba. Ya no llamaba la atención del sexo opuesto.”

      En algunos casos la anorexia es también una forma de huir de las responsabilidades de la vida adulta. “No quería hacerme mayor y encararme a responsabilidades familiares —comentó Shirley—. ¿Cómo iba a permitirme ganar peso? ¡Jamás! No lo haría por nadie.” Lamentablemente, su obsesión por detener el paso del tiempo la condujo a una muerte angustiosa por inanición voluntaria.

      Por supuesto, no todos los anoréxicos son así. No obstante, parece que todos consiguen una sensación de fortaleza al convertirse en alguien a quien pueden admirar, y de este modo consiguen aumentar un poco su amor propio. La delgadez se convierte en su orgullo.

      Cómo controlar emociones dolorosas

      En vista de que el alimento apacigua y tranquiliza, se le puede utilizar mal para hacer frente a sentimientos de soledad, ansiedad, aburrimiento, ira, depresión, rechazo o traición. “Mientras estuve en la escuela, tuve una experiencia demasiado dolorosa para siquiera mencionarla —explicó Dawn—. Cada vez que pensaba en aquel incidente o me encontraba en una situación a la que no podía hacer frente, me daba un atracón. Trataba de sosegar esos sentimientos con comida.” La comida paralizaba su dolor emocional, pero su apetito desordenado e impulsivo la llevó a ganar 45 kilogramos.

      A veces el trastorno del apetito se convierte en una vía de escape de las presiones de la vida. Por ejemplo, Anne tuvo que criarse con un padre alcohólico y constantemente se burlaban de su peso. ¿Por qué llegó a ser bulímica? Ella explicó: “Era mi forma de hacer frente al estrés cotidiano, y me fue bien, porque cuando se está obsesionada con algo no hay que pensar en los verdaderos problemas. Echas la culpa de todo al exceso de peso y te dices a ti misma que cuando adelgaces, la vida será estupenda”.

      Aunque es posible que todos comamos un poco más cuando nos sentimos preocupados o solos, la persona que corre el peligro de desarrollar un trastorno del apetito no hace frente de manera normal a los problemas que la preocupan. Por ejemplo, si en su interior siente hostilidad hacia alguien o hacia alguna situación, prefiere comer para apaciguar su hostilidad antes que expresar su resentimiento.

      La función de la dieta

      Las investigaciones indican que la razón más común por la que la gente se desenfrena con la comida es que se someten a una dieta muy estricta. Un estudio sobre las causas de la obesidad realizado en 1989 reveló lo siguiente: “El observar un régimen de adelgazamiento parece repercutir en lo contrario: se gana aún más peso”. ¿Por qué?

      Cuando la gente trata de seguir una dieta estricta, suele eliminar los dulces y otros alimentos sabrosos. Estos alimentos “prohibidos” se convierten en una tentación constante. Entonces, ante una preocupación o una sensación de ansiedad o soledad, se sienten desgraciados. Para animarse, se dan un atracón con los mismísimos alimentos de los que se han privado, y luego se someten a una dieta aún más rigurosa que conduce a lo mismo: un atracón. Este círculo vicioso provoca aumento de peso y trastornos del apetito. Lee explicó que las dietas prepararon el terreno para su anorexia: “Había probado todo tipo de régimen. Perdía peso y luego lo recuperaba, pero esta vez no quería que sucediera”.

      Aunque el conocer las causas de un trastorno del apetito no basta para vencerlo, por lo menos puede ser una ayuda. También puede ser útil para impedir que surjan los problemas. No obstante, ¿y si observa algunas de estas tendencias en usted misma, alguien de su familia o alguna amiga? ¿Cómo pueden vencerse esos rasgos de personalidad?

      [Fotografía en la página 7]

      El preocuparse mucho por la apariencia física pudiera conducir a un trastorno del apetito

      [Fotografía en la página 8]

      Algunas personas se dan un atracón para sobrellevar las emociones angustiosas

  • ¡Se puede ganar la batalla!
    ¡Despertad! 1990 | 22 de diciembre
    • ¡Se puede ganar la batalla!

      Cuando uno ve por primera vez a Lee, una joven con facilidad de palabra, extrovertida y un poco llenita, cuesta creer que hace cinco años estuvo a punto de morir de anorexia. Pero cuando se habla con ella, causa una profunda impresión oírle explicar los cambios mentales que tuvo que hacer —algunos muy difíciles— para superar la anorexia que puso en peligro su vida. “No se trataba tan solo de una batalla contra la comida”, explicó.

      En vista de que los trastornos del apetito son el resultado de problemas emocionales ocultos, la batalla para vencerlos tiene lugar en la propia mente. Uno de los primeros pasos para recuperarse es tratar de desarrollar un conjunto de valores diferente. Todos tenemos ciertos valores establecidos, asuntos que consideramos importantes, que moldean la opinión que tenemos de nosotros mismos y gobiernan nuestra forma de reaccionar ante problemas que causan estrés. Por consiguiente, los que padecen de trastornos del apetito tienen que alterar sus valores, es decir, cambiar su mentalidad.

      La Biblia nos insta a ‘transformarnos con la nueva mentalidad’ para que seamos ‘capaces de distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo bueno, conveniente y acabado’. (Romanos 12:2, Nueva Biblia Española.) En efecto, hemos de amoldar nuestra mentalidad al punto de vista de Dios sobre lo que es conveniente. Nuestro Hacedor nos conoce muy bien y sabe con certeza lo que nos traerá felicidad duradera. ¿Qué es lo que Él considera importante?

      Céntrese en la verdadera belleza

      Dios valora lo que somos en nuestro interior. “La persona secreta del corazón”, cuando está adornada con un espíritu tranquilo y apacible, “es de gran valor a los ojos de Dios”. (1 Pedro 3:4.) Sin embargo, vivimos en un mundo donde se suele valorar a la mujer por su apariencia. Pero sería muy imprudente adoptar esa norma, pues ¿qué sucedería si cambiara la mentalidad actual de que estar delgada es elegante? Hace cien años, en Estados Unidos la moda era estar rellenita. En 1890 un anuncio decía: “Digan respetuosamente a las damas que se pongan rellenitas con [...] alimentos ‘Fat-Ten-U’ que CON TODA GARANTÍA consiguen que las delgadas se vuelvan rellenitas y atractivas”.

      “Siempre juzgaba a la gente por su apariencia —admitió Lee—, pero ahora he aprendido a valorar las cualidades cristianas, tanto en otros como en mí misma. Ahora trato de cultivar cualidades agradables y veo lo superficial que es juzgarme a mí misma o a otros por la apariencia.”

      Mantener una actitud correcta sobre la apariencia no es fácil, pues puede que necesitemos evitar la compañía constante de quienes están obsesionados con su peso o que no paran de insistir en la apariencia. “Hay que hacer un esfuerzo constante para luchar contra las presiones de la sociedad y mantener la debida actitud —admite Lynn, que consiguió recuperarse por completo de la bulimia—. No se desarrolla esa actitud de forma automática, tuve que obligarme a pensar apropiadamente.” Este cambio de mentalidad también afecta el tipo de asuntos sobre los que edificamos nuestro amor propio.

      Rechace la “gloria vacía”

      Muchas personas que tienen trastornos del apetito incrementan su amor propio buscando la perfección o tratando de dominar el hambre por completo. Sin embargo, la alabanza egocéntrica que les proporciona es en realidad vana, vacía. La Palabra de Dios nos dice que no hagamos nada ‘movidos por egotismo, sino que con humildad mental consideremos que los demás son superiores’. (Filipenses 2:3.) El término griego original que se traduce “egotismo” significa literalmente “gloria vacía” o alabanza hueca. De modo que los que actúan movidos por egotismo tratan de llamar la atención por razones que carecen de valor auténtico o duradero. Se glorían en cosas vacías.

      Por ejemplo, Lee dijo: “Me sentía superior porque nadie podía hacerme comer”. También admitió: “Creía que si tan solo conseguía adelgazar más aumentaría mi autoestima, pero adelgacé más y seguía insatisfecha”.

      No obstante, hubo un punto de viraje en su recuperación. “Me di cuenta —dijo— de que para Dios era como una gotita en un cubo, así que ¿por qué tenía que ser la más importante? No es necesario ser la mejor. Si otros son mejores en algunos aspectos, no importa.”

      Lee aprendió a ‘considerar a los demás superiores’. En realidad, en los demás hay haberes y aptitudes superiores a los nuestros, al igual que nosotros posiblemente sobresalgamos en otros aspectos. Sin embargo, eso no significa que otros valgan más que nosotros o nosotros más que ellos.

      Como los que padecen trastornos del apetito desean con todas sus fuerzas sentirse satisfechos consigo mismos, deben centrarse en asuntos que producen verdadera autoestima. “En lugar de confiar en mi apariencia para que me alabaran —confesó Melissa, una bulímica recuperada—, descubrí que el aceptar los valores de Dios y respetar Su punto de vista aumentaba mi amor propio.” Tal como lo expresa la Biblia, “el encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza [auténtica, no vacía]”. (Proverbios 31:30.)

      Amistad con Dios

      Cuando la Biblia habla de ‘temer a Jehová’, no se refiere a estar aterrorizados ante la posibilidad de que nos castigue, sino a manifestar un temor apropiado a desagradarle porque ha llegado a ser nuestro Amigo. “Feliz es el hombre que teme a Jehová, en cuyos mandamientos se ha deleitado muchísimo”, dice el Salmo 112:1. Como amigos de Dios podemos complacernos en obedecer Sus leyes, y eso nos proporciona una motivación poderosa. Sin embargo, ¿qué opina Dios de los trastornos del apetito?

      La Palabra de Dios nos dice que debemos respetar nuestro cuerpo como una dádiva preciosa. (Romanos 12:1.) El apóstol Pablo dijo que ‘la inmundicia de toda clase y la avidez’ desagradan a Dios, e indicó que hay ‘cosas que los incrédulos hacen en secreto que resultan demasiado vergonzoso contarlas’. Es probable que entre estas cosas estuviera la costumbre que tenían algunos romanos en los banquetes de provocarse el vómito cuando estaban demasiado llenos y luego continuar comiendo con avidez. (Efesios 5:3, 5, 12.) El apóstol escribió: “No me dejaré poner bajo autoridad por cosa alguna”. (1 Corintios 6:12.) Por consiguiente, si deseamos gozar del favor de Dios no podemos permitir que la comida y las dietas dominen nuestra vida.

      Como hay varios tipos de trastornos del apetito que pueden afectar en mayor o menor grado, la gravedad de nuestra conducta puede variar a los ojos de Dios. Sin embargo, el deseo de tener Su amistad nos servirá de incentivo para vencerlo. “Lo que más influyó en mi recuperación —dijo Ann— fue darme cuenta de que no podía tener ese hábito y agradar a Dios.” Pero, ¿y si durante nuestra lucha reincidimos?

      “El sentido de culpabilidad que me producía la bulimia es indescriptible —admitió Melissa—. Día y noche, cuando nadie me veía, lloraba sin cesar rogando a Dios que me ayudase y me perdonase.” Consuela saber que Dios “perdonará en gran manera” y mostrará “misericordia a los que le temen”. (Isaías 55:7; Salmo 103:13.) Y aunque nuestro corazón nos condene, “Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas”. (1 Juan 3:20.) Él ve más allá de nuestras debilidades, sabe lo que nos cuesta romper con el hábito y el progreso que hacemos.

      No se canse nunca de acudir sinceramente a Dios, buscando su perdón sin importar las veces que tenga que hacerlo por la misma debilidad. Si obra con sinceridad, por Su bondad inmerecida, Dios le dará una conciencia limpia. (Romanos 7:21-25.) “En todo momento Dios fue un Amigo verdadero y confiable que escuchó mis oraciones”, afirmó Melissa. Para ganar la batalla es imprescindible no darse por vencido.

      Cómo controlar los sentimientos angustiosos

      Para ganar la batalla hay que aprender a controlar los sentimientos negativos y no tratar de tranquilizarse comiendo. Con frecuencia, para obtener alivio se necesita confiar esos sentimientos a alguien. Por ejemplo, lo que llevó a Mary a la bulimia fueron las burlas de su padre acerca de su peso. “En realidad fue culpa mía porque no dije a nadie lo mal que me sentía por sus burlas —explicó Mary—. Solo me encerraba en mi cuarto y lloraba.”

      Pero expresar esos sentimientos no es fácil para una persona obsesionada con agradar a otros. Sin embargo, el libro Bulimia: A Systems Approach to Treatment afirma: “Reconocer los sentimientos de ira y aprender a expresarlos con prudencia y corrección son factores importantes para recuperarse”. Qué adecuado es el consejo bíblico: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado”. (Efesios 4:26.) Cuando se sienta airada o presionada a decir que sí cuando en realidad quisiera decir que no, pregúntese: “¿Cómo puedo ser honrada y franca sin ser mordaz?”.

      Recuerde también que la Biblia no dice que el cometido de la mujer sea tan solo agradar a otros. Hubo mujeres fieles a Dios, que expresaron con franqueza sus sentimientos como es debido; sin dejar de ser sumisas a su marido, tuvieron iniciativa y escogieron ocupaciones que no siempre fueron fáciles. (Proverbios 31:16-18, 29.) Por supuesto, cuando se intenta una actividad nueva existe el peligro de fracasar, y a las personas con trastornos del apetito les suele aterrorizar la idea de cometer errores y parecer tontas. Sin embargo, todo el mundo comete errores. “Puede que el justo caiga hasta siete veces, y ciertamente se levantará”, dice Proverbios 24:16. Para recuperarse de los trastornos del apetito, así como para prevenirlos, es esencial acostumbrarse a aprender de nuestros errores y fracasos.

      A veces, las emociones angustiosas se relacionan con un suceso del pasado. Aunque el recuerdo de tales experiencias aún le resulte doloroso, luche por ‘mostrarse atenta para con los actos de bondad amorosa de Jehová’. (Salmo 107:43.) Seguramente hubo épocas en las que la bondad y el amor de Dios se manifestaron en su vida. Trate de centrarse en ellas, y aunque le hayan hecho sufrir mucho, eso no significa que mereciese el maltrato que recibió, ni tampoco determina su valía como persona.

      Busque ayuda

      La persona que trata de vencer un trastorno del apetito necesita hablar con alguien que merezca su confianza. No trate de superar su problema sola. Lynn señala un factor importante en su recuperación: “Una noche llevé a mi madre a mi cuarto. Después de llorar por diez minutos por fin le confesé que era bulímica”, y añade: “Mis padres fueron muy comprensivos. Mamá me ayudó a ser paciente y a no esperar recuperarme de la noche a la mañana. Papá me dio sugerencias prácticas y oró conmigo. Si no me hubiese abierto a ellos habría perdido toda esa ayuda”.a

      Para una recuperación completa muchas veces es necesario tener el apoyo de otros. No se aísle, en especial cuando se sienta vulnerable. (Proverbios 18:1.) Cuando Lynn se disgusta ya no se encierra en sí misma. Respecto a su recuperación, explica: “Mamá y yo dábamos un paseo y hablábamos del problema que me disgustaba. En lugar de recaer en mi comportamiento bulímico, hacía algo, como llamar a una amiga, y no me aislaba”.

      En las congregaciones de los testigos de Jehová hay quienes han podido ayudar a algunas personas a librarse de un trastorno del apetito. “Yo ya no podía hacerlo sola —admitió Ann, que estaba sumamente desanimada en su lucha contra la bulimia—, así que desahogué mi corazón y confesé el problema que por diez años había mantenido en secreto.” Sus amigos cristianos la apoyaron mucho. “Mi orgullo me había impedido buscar ayuda y casi me costó la vida. El alivio que sentí no se puede expresar con palabras. Con la ayuda de mis amigos me recuperé por completo.”

      En algunos casos se necesita la ayuda de especialistas. Por lo general, el primer paso que se da es una revisión médica. Algunas de las ayudas que se ofrecen son: diversos tipos de psicoterapia, asesoramiento sobre nutrición, quizás el uso de medicamentos y, en casos extremos, puede ser necesaria la hospitalización. Es probable que un médico o un hospital puedan informarle si hay algún especialista en su comunidad.

      Ser razonables y no perder la esperanza

      “El médico me aseguró que si tan solo tomaba comidas equilibradas mi metabolismo volvería a la normalidad y no engordaría —explicó Lynn—, y eso es justo lo que ha sucedido.” Por consiguiente, qué sabia es la recomendación bíblica: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes”. (Filipenses 4:5.)

      Se puede perder el exceso de peso si, de manera consecuente, se reduce la cantidad de grasas y alimentos refinados, como el azúcar y la harina blanca, y se aumenta la ingestión de frutas, verduras y cereales integrales. También es importante el ejercicio moderado.b No obstante, debido a factores como la genética, y la edad, entre otros, algunas personas son más gruesas de lo que quizás esté de moda.

      Lisa, que salió victoriosa de una larga batalla contra las dietas y la bulimia, llegó a una conclusión sensata: “No creo que la victoria radique en perder peso, sino en ser moderado en todo, aunque eso signifique pesar más de lo que este mundo dice que está de moda”. De todas formas, a medida que la persona cultiva un punto de vista equilibrado, es posible que procure perder peso, no solo para mejorar su apariencia, sino para evitar los peligros de la obesidad en la salud.

      En lugar de constantemente tratar de adelgazar para ponerse tallas menores, puede vestirse con prendas que le favorezcan y utilizar una talla que le resulte cómoda. Trate de mantenerse ocupada en actividades sanas en lugar de pesarse y medirse todos los días. Si está luchando contra la bulimia, asegúrese de deshacerse de toda la comida adicional que haya escondido, y cuando vaya a la compra, pida que alguien la acompañe. Procure comer en compañía de otros, esfuércese por mantener un horario razonable y tómese el tiempo necesario para distraerse un poco.

      Sobre todo, busque un propósito en la vida y céntrese en todo momento en la esperanza bíblica de un futuro nuevo mundo de justicia. Dios pronto librará a la Tierra de las muchas frustraciones que conducen a los trastornos del apetito y pondrá fin para siempre a esta plaga del siglo XX. (2 Pedro 3:13.)

      Pero, ¿qué pueden hacer los padres o el cónyuge para ayudar a un familiar que padezca un trastorno del apetito? En un próximo número de esta revista se tratará este tema.

      [Notas a pie de página]

      a En algunos casos la raíz del problema puede estar en los propios padres, es posible que ellos también necesiten ayuda. Si se les aconseja en privado, a la hija le será más fácil seguir respetándolos. De esa forma los padres podrán continuar ayudándola a recuperarse.

      b Véase el artículo “¿Es el perder peso una batalla perdida?” en nuestro número del 22 de mayo de 1989.

      [Fotografía en la página 10]

      Aprenda a rechazar la propaganda del mundo de que la valía de una persona depende de su apariencia

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