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Página 2¡Despertad! 1990 | 22 de marzo
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El hombre está devastando las pluviselvas. Sin embargo, estas selvas son muy importantes para la vida en este planeta. Son fábricas hermosas y silenciosas que producen oxígeno y alimento, y que albergan una infinidad de formas de vida. Si se destruyen todas las selvas, la vida de la Tierra sufrirá de modo inimaginable. ¡Y están desapareciendo tan deprisa! Un poeta escribió: “Solo Dios puede hacer un árbol”, pero en lo que tiene que ver con destruirlos, nadie lo hace mejor que el hombre.
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Se destruyen por segundo¡Despertad! 1990 | 22 de marzo
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Se destruyen por segundo
IMAGÍNESE paseando por un espeso y umbrío bosque tropical, entre árboles que, como apuntaladas columnas, se alzan por encima de su cabeza a una altura de unos cuarenta metros. Sobre usted bulle una enorme maraña de vida, el más concentrado y rico ecosistema que existe sobre la Tierra. Los árboles están festoneados con lianas que llegan a medir centenares de metros de longitud y adornados con plantas que se sujetan a lo largo de los troncos y las ramas. Exuberantes flores tropicales perfuman el aire cálido y sosegado.
Usted se encuentra en la pluviselva tropical. No se trata tan solo de un lugar pintoresco, de unos abovedados pasillos dentro de la brumosa selva que se ven atravesados por rayos de luz, sino que es un mecanismo de increíble complejidad, cuyas partes se complementan con extraordinaria precisión.
En ella existe una gran profusión de vida, con una variedad de formas que no tiene igual en ninguna otra parte de la superficie terrestre de nuestro planeta. Las pluviselvas, aunque solo ocupan el 6% de dicha superficie, albergan hasta la mitad de todas las especies vegetales y animales de la Tierra. Producen alrededor de una tercera parte de toda la materia viva que crece en el suelo. En lo alto, en las copas de los árboles, habitan exóticos insectos y aves, monos y otros mamíferos. La mayoría de ellos nunca bajan al suelo. Los árboles los alimentan y los cobijan, y ellos, a su vez, polinizan los árboles o, al comer su fruto, esparcen las semillas con su excremento.
Todos los días se producen lluvias torrenciales que empapan las selvas y alimentan su complejo ciclo de vida. La lluvia arrastra por los troncos las hojas y residuos, y forma una especie de caldo rico en sustancias nutritivas que sirven de alimento para unas plantas —llamadas epifitas—, que crecen sobre los árboles. Las epifitas a su vez ayudan al árbol a absorber del aire su principal alimento: el nitrógeno. Las hojas de muchas epifitas forman unos “depósitos” en los que retienen varios litros de agua, y de esta manera crean a gran altura unos pequeños estanques que sirven de hábitat para ranas arborícolas, salamandras y aves.
Todo nutriente que llega al suelo selvático es devorado con rapidez. Mamíferos, hordas de insectos y bacterias trabajan a la par para reducir frutos, cadáveres de animales y follaje a materia de desecho, que entonces el suelo absorbe con avidez. Si usted escarbase un poco el terreno que pisa, encontraría una capa gruesa y esponjosa de fibras blancas, una red de raíces y hongos. Estos hongos ayudan a las raíces a absorber en seguida los nutrientes, antes de que las lluvias se los lleven.
Pero ahora, supóngase que su paseo por la pluviselva se limitase a una pequeña sección, a una zona del tamaño de un campo de fútbol. De repente, esa entera sección de selva desaparece. Es completamente destruida en un solo segundo. Mientras usted lo contempla horrorizado, un segundo después es destruida la sección contigua a la suya, del mismo tamaño; al cabo de otro segundo, desaparece una sección más, y así sucesivamente. Al final, usted se encuentra de pie solo, en un terreno llano y vacío, sobre un suelo calcinado por el intenso sol tropical.
Según algunos cálculos, esa es la rapidez con la que se están destruyendo las pluviselvas tropicales del mundo. Hay quienes calculan que ese efecto se produce más deprisa todavía. Según la revista Newsweek, cada año es arrasada una extensión equivalente a la mitad del estado de California (E.U.A.). La revista Scientific American de septiembre de 1989 dice que el tamaño de la zona destruida equivale a la superficie combinada de Suiza y los Países Bajos.
Sea cual sea la extensión afectada, los daños son espantosos. La deforestación ha provocado protestas a escala mundial, que se centran en gran parte en los estragos causados en un solo país.
Brasil
En 1987, las fotografías de la cuenca del Amazonas tomadas desde satélites mostraban que en esa zona los índices de deforestación eran superiores a algunos de los cálculos que se habían hecho para todo el planeta. Miles de incendios provocados con el fin de despejar las selvas iluminaban las noches de aquella zona continental. La nube de humo tenía una extensión comparable a la de la India y, debido a su densidad, algunos aeropuertos tuvieron que cerrar. Según cierto cálculo, la cuenca del Amazonas pierde cada año una superficie de pluviselva del tamaño de Bélgica.
José Lutzenberger, defensor brasileño del medio ambiente, llamó a esta situación “el mayor holocausto en la historia de la vida”. Por todo el mundo, los defensores del medio ambiente están poniendo el grito en el cielo. Hacen de la crisis de las pluviselvas un tema de atención pública. Hasta mediante camisetas y conciertos de música rock se proclamó el lema: “Salva la pluviselva”. Luego vino la presión económica.
Brasil debe más de cien mil millones de dólares en concepto de deuda externa, lo que hace que alrededor del 40% de lo que recibe por sus exportaciones lo tenga que gastar tan solo en pagar los intereses. Es un país que depende mucho de la ayuda y los préstamos que recibe del extranjero. Así que los bancos internacionales empezaron a no concederle préstamos que pudieran utilizarse para dañar las selvas. Naciones desarrolladas se ofrecieron para canjear parte de la deuda brasileña por una mejor protección del medio ambiente. El presidente estadounidense Bush pidió a Japón que no prestase fondos a Brasil para la autopista que quiere construir a través de las pluviselvas vírgenes.
Un problema mundial
A muchos brasileños toda esta presión les huele a hipocresía. Hace ya mucho tiempo que los países desarrollados han diezmado sus propios bosques, y seguramente no habrían permitido que ninguna potencia extranjera se lo hubiese impedido. En la actualidad, Estados Unidos está arrasando la última de sus pluviselvas. No se trata de pluviselvas tropicales, por supuesto, sino de las pluviselvas templadas que tiene al noroeste, junto al Pacífico. Allí también desaparecerán ciertas especies.
Por lo tanto, la deforestación es un problema mundial, no solo de Brasil. Y hoy día las pérdidas de pluviselva tropical han alcanzado un nivel sumamente crítico. Más de la mitad de tales pérdidas se producen fuera de Brasil. En el centro de África y el sudeste de Asia, donde se encuentran las otras dos regiones de pluviselva más importantes del mundo, las selvas también están desapareciendo a gran velocidad.
La deforestación produce efectos a escala mundial. Supone hambre, sed y muerte para millones de personas. Es un problema que afecta directamente la vida de cada persona. Afecta el alimento que come, los medicamentos que utiliza, el clima en el que vive y quizás hasta el futuro de la humanidad.
No obstante, es fácil que usted se pregunte: “¿Cómo pueden estas pluviselvas tener efectos tan trascendentales? ¿Qué pasará si, como dicen algunos expertos, desaparecen en unas cuantas décadas? ¿Supondrá eso realmente una tragedia tan grande?”.
Antes de responder estas preguntas, hay que dar atención a otra: ¿Qué es, ante todo, lo que destruye las pluviselvas?
[Diagrama/Mapas en la página 5]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Pluviselvas que desaparecen
Antes de la deforestación
Grado actual de deforestación
El año 2000 al índice actual de deforestación
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¿Quién está acabando con las pluviselvas?¡Despertad! 1990 | 22 de marzo
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¿Quién está acabando con las pluviselvas?
ESA PREGUNTA suele responderse culpando a los indigentes del mundo. Durante siglos, los campesinos de países tropicales han cultivado el suelo mediante lo que se conoce como agricultura itinerante o cultivo sobre rozas, que consiste en talar una porción de selva y quemarla, y plantar la cosecha justo antes o justo después de la quema. Las cenizas suministran nutrientes para las cosechas.
Hace ya mucho tiempo que este tipo de cultivo reveló la sorprendente verdad de que aproximadamente el 95% de las pluviselvas tropicales crecen en suelos muy pobres. La selva recicla los nutrientes tan deprisa que en su mayor parte estos se mantienen en los árboles y en la vegetación que crece muy por encima del nivel del suelo, de manera que queda a salvo del arrastre de la lluvia. Por lo tanto, la pluviselva es perfectamente idónea para su entorno, pero ese descubrimiento no es tan buena noticia para el campesino.
La crisis de los pobres
Las lluvias se llevan demasiado pronto los nutrientes que dejan las cenizas de la quema llevada a cabo en la selva, y poco a poco el cultivo de la tierra se convierte en una pesadilla. Un pobre campesino boliviano lo expresó de la siguiente manera: “El primer año corté los árboles y los quemé. Todos pensamos que por fin lo habíamos conseguido cuando, al plantar maíz sobre las cenizas, creció alto y dulce. [...] Pero a partir de entonces la situación ha empeorado. El suelo se reseca cada vez más y no crece nada salvo mala hierba. [...] ¿Y las plagas? Nunca las he visto de tantas clases. [...] Estamos prácticamente perdidos”.
En el pasado, los campesinos se limitaban a talar nuevas porciones de selva y dejar en barbecho las anteriores. Luego, cuando la selva invadía las porciones que habían dejado, repetían el proceso. Sin embargo, para que ese método funcione, las porciones despejadas de árboles tienen que estar rodeadas por la selva original, pues así es como los insectos, las aves y demás animales pueden esparcir las semillas y polinizar los retoños. Pero eso requiere tiempo.
Además, la explosión demográfica también ha provocado cambios, pues a medida que los campesinos se agolpan en una misma zona, los períodos de barbecho son cada vez más cortos. Los campesinos itinerantes suelen dejar su tierra agotada por completo en unos cuantos años y entonces se adentran en la selva quemando extensos frentes de terreno.
Otro factor que agrava la situación es que unas dos terceras partes de los habitantes de los países menos desarrollados dependen de la madera como combustible para cocinar y calentarse. La única forma de satisfacer las necesidades de combustible de más de mil millones de personas es cortar leña más deprisa de lo que se reemplaza hoy día.
Causas más profundas
Es muy fácil culpar a los pobres. Sin embargo, según los ecologistas James D. Nations y Daniel I. Komer, es igual que “culpar a los soldados de provocar las guerras”. Ellos añaden: “Son simples peones en el juego de un general. Para comprender el papel de los colonos en la deforestación, lo primero que hay que hacer es preguntarse por qué estas familias invaden la pluviselva. La respuesta es sencilla: porque no hay tierra para ellos en ninguna otra parte”.
En cierto país tropical, alrededor del 72% de la tierra pertenece a tan solo el 2% de los terratenientes. Además, aproximadamente el 83% de las familias campesinas o no tienen suficientes tierras para sobrevivir o no tienen ninguna. Ese patrón se repite por todo el mundo a diversos grados. Se utilizan enormes extensiones de tierras de particulares, no con el fin de producir alimento para la gente de la localidad, sino para exportarlo a naciones ricas de las zonas templadas del mundo.
Otro culpable importante es la industria maderera. Además de causar daño directo a la selva, la tala de árboles también hace que las pluviselvas sean más vulnerables a los incendios... y a la acción del hombre. Los caminos que abren las excavadoras en la selva virgen a causa de dicha industria, facilitan el avance de multitudes de campesinos itinerantes.
Cuando fracasan los cultivos —como suele suceder—, los ganaderos compran la tierra y la convierten en pastos para sus reses. Esto es lo que sucede en particular en América del Sur y Central. La mayoría de las reses vacunas que se crían allí son exportadas a naciones más ricas, lo que hace que, por ejemplo, en Estados Unidos, el gato casero de término medio coma más carne de vaca en un año que una persona de América Central.
Al final, son las naciones desarrolladas las que financian la desaparición de las pluviselvas tropicales, y lo hacen para saciar sus propios deseos voraces. Las exóticas maderas tropicales, los productos agrícolas y la carne de vaca que con tanta avidez compran de las naciones tropicales, exigen que se vayan desplazando y diezmando las selvas. A fin de satisfacer la codiciosa demanda americana y europea de cocaína, se han talado en Perú cientos de miles de hectáreas de pluviselva para dar paso a las lucrativas cosechas de coca.
Las amargas ganancias
Muchos gobiernos promueven activamente la deforestación. Conceden desgravaciones a los ganaderos, las compañías madereras y los agricultores dedicados a la exportación. Algunas naciones dan una porción de tierra a un campesino con la condición de que la “mejore” limpiándola de vegetación selvática. Cierto país del sudeste asiático ha transportado a millones de campesinos itinerantes hasta sus remotas pluviselvas.
Se defiende tal política porque se alega que con ella se utilizan las selvas para beneficiar a los pobres o para levantar economías hundidas. No obstante, los críticos opinan que incluso estas ganancias a corto plazo son ilusorias. Por ejemplo, la tierra que era inhóspita para los cultivos del campesino posiblemente no será mejor para las reses del ganadero. Después de diez años, también se suelen abandonar los ranchos.
A la industria maderera no suele irle mejor. Cuando las maderas duras tropicales son extraídas de la selva sin pensar en absoluto en el futuro, las selvas menguan rápidamente. El Banco Mundial calcula que más de veinte de los treinta y tres países que en la actualidad exportan su madera tropical se quedarán sin existencias en un plazo de diez años. En Tailandia la deforestación fue tan drástica que se tuvo que proscribir la tala de árboles por completo y en Filipinas se calcula que para mediados de la década de los noventa se habrán cortado todos los árboles.
Sin embargo, la mayor ironía es que los estudios han demostrado que una porción de pluviselva puede generar más ingresos si se deja intacta y se recogen sus productos —los frutos y el caucho, por ejemplo—, sí, más dinero que convirtiéndola en tierra de cultivo, de pastos o de explotación maderera. De todas formas, la destrucción continúa.
El planeta no puede soportar este trato indefinidamente. El libro Saving the Tropical Forests (Cómo salvar las selvas tropicales) dice: “Si continuamos con la actual destrucción, la pregunta no será si van a desaparecer las pluviselvas, sino cuándo van a desaparecer”. Pero, ¿es verdad que sufriría el mundo si se destruyesen todas las pluviselvas?
[Ilustración en la página 7]
Agentes de deforestación
Inundaciones provocadas por embalses
Operaciones de tala de árboles
Cría de ganado
Agricultura itinerante
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¿Por qué salvar las pluviselvas?¡Despertad! 1990 | 22 de marzo
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¿Por qué salvar las pluviselvas?
LOS espectadores presencian un partido de fútbol y gritan vítores a voz en cuello. Quisieran que el partido no acabase nunca, pero al mismo tiempo no dejan de disparar a los jugadores. Uno a uno, los muertos son sacados del campo y al ver que el juego se hace cada vez más lento, la multitud se enfurece.
Lo que sucede con la deforestación es muy parecido. El ser humano disfruta de las selvas, en realidad, depende de ellas, pero no deja de matar lo que equivale a los jugadores: las especies individuales de plantas y animales, cuya compleja interacción es lo que mantiene vivas las selvas. Sin embargo, en este caso, no se trata de un juego. La deforestación le afecta a usted personalmente, afecta la calidad de su vida, aunque usted nunca haya visto una pluviselva.
Algunos afirman que lo más importante de las pluviselvas es la inmensa variedad de formas de vida que hay en ella, lo que los científicos llaman biodiversidad. En medio kilómetro cuadrado de pluviselva de Malaysia pueden crecer unas ochocientas treinta y cinco especies de árboles, más que en Estados Unidos y Canadá juntos.
No obstante, este lujuriante conjunto de vida resulta frágil. Un científico comparó las especies individuales con los remaches de un aeroplano. Cuantos más remaches saltan, mayor es la tensión que tienen que soportar los demás y más son los que empiezan a fallar. Si esa comparación es válida, nuestro planeta es un “aeroplano” en apuros. Algunos calculan que, con la desaparición progresiva de las pluviselvas, se extinguen cada año diez mil especies de plantas y animales, con lo que el índice de extinción es ahora unas cuatrocientas veces mayor de lo que jamás ha sido en la historia del planeta.
Los científicos lamentan la enorme pérdida de conocimiento que resulta de esta disminución de biodiversidad y dicen que es como quemar una biblioteca antes de haber leído sus libros. Sin embargo, también se producen pérdidas más tangibles. Por ejemplo, alrededor del 25% de los medicamentos que se recetan en Estados Unidos toman su materia prima de las plantas de las pluviselvas. Uno de tales medicamentos consiguió aumentar el índice de remisión de la leucemia infantil de un 20% en la década de los sesenta a un 80% en 1985. Por consiguiente, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, las pluviselvas “constituyen una inmensa farmacia”. Todavía queda una cantidad incontable de plantas que no se han descubierto, y mucho menos examinado para posibles usos en la medicina.
Además, pocos de nosotros nos damos cuenta de cuántas de nuestras cosechas de alimentos se derivan de plantas que originalmente crecían en las pluviselvas. (Véase el recuadro de la página 11.) Hasta el día de hoy, los científicos recogen genes de las variedades de plantas selváticas más fuertes y los utilizan para reforzar la resistencia a las enfermedades en sus descendientes más frágiles: las plantas cultivadas. De esa manera, los científicos han ahorrado centenares de millones de dólares en concepto de pérdidas de cosechas.
Y eso no es todo. No sabemos qué alimentos procedentes de las pluviselvas pueden convertirse todavía en los favoritos del mundo. La mayoría de los norteamericanos no saben que tan solo cien años atrás los plátanos eran una fruta extraña y exótica para sus antepasados, se vendía envuelta por unidades y la gente pagaba dos dólares por un solo plátano.
Los efectos a escala mundial
La víctima final de la deforestación es el hombre mismo. Los efectos de esta en el medio ambiente mundial se van extendiendo hasta abarcar todo el globo terráqueo. ¿Cómo? Echemos otro vistazo a la pluviselva típica. Como su mismo nombre indica, su rasgo sobresaliente es la lluvia. Las precipitaciones pueden ser de hasta 200 milímetros de lluvia al día, más de 9.000 milímetros al año. Sin embargo, las pluviselvas están perfectamente diseñadas para hacer frente a estos torrenciales aguaceros.
El dosel continuo de copas de árboles frena la fuerza de las gotas de lluvia para que no erosionen el suelo. Muchas de las hojas disponen de terminaciones alargadas que disgregan las gotas pesadas en otras más pequeñas. De ese modo, la lluvia fuerte se reduce a un goteo continuo que al caer al suelo produce un impacto menor. Dichas terminaciones también les permiten escurrir el agua con mayor rapidez, y así volver a transpirar y devolver la humedad a la atmósfera. Los sistemas de raíces absorben el 95% del agua que llega al suelo selvático. En conjunto, la selva actúa como una gigantesca esponja que absorbe la lluvia y luego la va soltando poco a poco.
Sin embargo, al desaparecer las selvas, la lluvia cae directamente y con fuerza sobre el terreno desprotegido y provoca la pérdida de toneladas de suelo. Por ejemplo, en Costa de Marfil, país de África occidental, una hectárea de pluviselva tropical cuyo suelo esté un poco inclinado solo pierde unas tres centésimas de tonelada de suelo al año. La misma hectárea, deforestada y convertida en tierra de cultivo, pierde 90 toneladas de suelo al año, y si lo que queda no es más que el suelo desnudo, la pérdida es de 138 toneladas.
Ese tipo de pérdida de suelo no se limita a hacer que el terreno quede inservible para la agricultura o la ganadería. Aunque resulte irónico, los embalses, causa de tantísima deforestación, quedan totalmente inutilizables por culpa de esta. Como consecuencia de la gran cantidad de cieno que arrastran los ríos desde las zonas deforestadas, los embalses se obstruyen en seguida y ya no sirven. El exceso de cieno también ensucia las regiones costeras y las zonas de desove.
Los efectos en los ritmos pluviométricos y en los patrones climáticos son aún más desastrosos. Los ríos que salen de las pluviselvas tropicales por lo general van llenos de agua todo el año. Sin embargo, si no hay selva que regule el caudal de agua que entra en ellos, cuando se producen lluvias repentinas, se desbordan y luego se secan. Comienza un ciclo de inundaciones y sequías. Los ritmos pluviométricos pueden ser afectados en miles de kilómetros a la redonda, ya que, por medio de la transpiración, una pluviselva aporta hasta la mitad de la humedad que hay en esa parte de la atmósfera. Por consiguiente, es posible que la deforestación haya contribuido tanto a las inundaciones de Bangladesh como a las sequías de Etiopía, que durante la pasada década causaron la muerte de muchas personas.
La deforestación también puede afectar el clima de todo el planeta. Debido a que absorben dióxido de carbono del aire y lo utilizan para fabricar sus troncos, ramas y corteza, las pluviselvas han recibido el calificativo de pulmón verde de la Tierra. Cuando se quema una selva, todo ese carbono va a parar a la atmósfera. El problema es que el hombre está enviando tanto dióxido de carbono a la atmósfera (por medio de quemar combustibles fósiles y de la deforestación) que quizás ya ha desencadenado una tendencia hacia el calentamiento mundial que recibe el nombre de efecto invernadero, y que amenaza con derretir los casquetes polares del planeta y producir una subida de los niveles del mar, con la consiguiente inundación de las regiones costeras.a
No es de extrañar entonces que por todo el mundo haya gente que quiera remediar esta crisis. ¿Están ayudando esas personas? ¿Se ha ofrecido alguna solución? ¿Qué esperanza hay de que se solucione esta funesta situación?
[Nota a pie de página]
a Véase la revista ¡Despertad! del 8 de septiembre de 1989.
[Ilustración en la página 9]
El papel que desempeñan las selvas
Las selvas aportan humedad y oxígeno a la atmósfera
Las copas de los árboles protegen el suelo de las fuertes lluvias
La vegetación absorbe y almacena carbono
Los sistemas de raíces ayudan a regular el caudal de agua que va a parar a los ríos
[Ilustración en la página 10]
Efectos de la deforestación
La menor aportación de humedad a la atmósfera supone más sequías
La lluvia erosiona el suelo desprotegido. Aumentan las inundaciones
La quema de árboles libera carbono y contribuye al efecto invernadero
[Recuadro en la página 11]
La generosidad de las pluviselvas
¿Se encuentra usted cerca de alguna pluviselva tropical? Piense en algunos de los alimentos que originalmente se encontraron en las pluviselvas del mundo: el arroz, el maíz, la batata o boniato, la yuca (mandioca o tapioca), el azúcar de caña, el plátano, la naranja, el café, el tomate, el chocolate, el ananás o piña americana, el aguacate, la vainilla, el pomelo o toronja y diversas nueces, especias y tés. Por lo menos la mitad de las cosechas alimenticias que se cultivan en el mundo se originan de plantas procedentes de las pluviselvas, y estos son solo algunos de los alimentos que se han obtenido de ellas.
Hablemos ahora de los medicamentos. Los alcaloides de las vides se utilizan para relajar los músculos antes de operaciones quirúrgicas; los componentes activos de la hidrocortisona sirven para combatir la inflamación; la quinina se usa contra el paludismo; la digitalina, para trastornos cardiacos; la diosgenina, en la composición de píldoras anticonceptivas, y la ipecacuana, para provocar el vómito. Todos estos medicamentos se extraen de plantas que se crían en las pluviselvas. Otras plantas han demostrado ser prometedoras para combatir el SIDA y el cáncer, así como la diarrea, la fiebre, las mordeduras de serpiente, la conjuntivitis y otros trastornos oculares. Se desconoce qué remedios estarán todavía escondidos entre la multitud de las plantas de las pluviselvas, pues los científicos solo han podido examinar menos del 1% de las especies vegetales de las pluviselvas. Un botánico se lamentó diciendo: “Estamos destruyendo cosas que ni siquiera sabemos que existen”.
Y eso no es todo, de estas selvas que están desapareciendo se sacan también otros productos: látex; resinas; ceras; ácidos; alcoholes; condimientos; edulcorantes; tintes; fibras, como las que se utilizan en los chalecos salvavidas; gomorresina, que se usa para hacer chicle; bambú, y rota, que constituye por sí sola la principal materia prima de una enorme industria mundial.
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¿Tienen futuro las selvas?¡Despertad! 1990 | 22 de marzo
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¿Tienen futuro las selvas?
SOBRE las herbosas laderas de las colinas de la isla de Pascua, al sur del Pacífico, se levantan unas enormes cabezas de piedra que miran hacia el mar con rostro inexpresivo. Sus desconocidos escultores, hace ya siglos que desaparecieron. En el oeste de Estados Unidos, las únicas reliquias que quedan de un pueblo que desapareció mucho antes de que el hombre blanco se adentrara en esa zona son unas antiguas ruinas en medio de yermos solitarios. Algunas tierras bíblicas donde en un tiempo florecían la civilización y el comercio, ahora no son más que regiones desérticas azotadas por los vientos. ¿Por qué?
En los tres casos, parte de la respuesta puede ser la deforestación. Algunos expertos creen que la gente tuvo que abandonar esas zonas porque había arrasado los bosques. Al no tener árboles, la tierra se hizo estéril, y la gente se marchó. Sin embargo, hoy día el hombre amenaza con hacer lo mismo a todo el planeta. ¿Lo hará? ¿No hay nada que pueda detener ese proceso?
Muchos lo están intentando. Se sabe que en los montes del Himalaya algunas mujeres se han abrazado a árboles tratando desesperadamente de impedir que los leñadores los talen. En Malaysia, tribus selváticas han formado cadenas humanas para impedir la entrada de leñadores y su maquinaria pesada.
Los doscientos millones de personas que viven de las pluviselvas están muy interesadas en la solución de esta crisis. A medida que la civilización avanza, las tribus nativas se ven obligadas a retroceder más y más hacia el interior de las selvas, a veces hasta encontrarse con colonos que avanzan por el otro lado. Muchas tribus desaparecen por causa de las enfermedades que los forasteros les transmiten. Otras, obligadas a adaptarse al mundo exterior, terminan entre los indigentes de las ciudades y se convierten en gente marginada y disoluta. No obstante, el mundo está dándose cuenta de la difícil situación que atraviesan estas personas y ha empezado a difundirse por toda la Tierra una actitud en favor de la defensa del medio ambiente.
¿Pueden cambiar la situación los defensores del medio ambiente?
“Existe el conocimiento y la tecnología para salvar las selvas tropicales del mundo”, comienza diciendo el libro Saving the Tropical Forests. Eso se ha demostrado en diferentes parques del planeta. Por ejemplo, el Parque Nacional de Guanacaste, en Costa Rica, está dedicado a reforestar enormes extensiones de selva. En países como Kenia, India, Haití y China se han plantado millones de árboles, pero plantar árboles no es exactamente lo mismo que restaurar las selvas.
A veces la “reforestación” no es otra cosa que la plantación comercial de una sola especie de árbol, con el fin de proceder a una nueva tala tiempo después. Eso difícilmente puede equipararse al complicado ecosistema de una pluviselva. Además, hay quienes dicen que una pluviselva tropical húmeda nunca puede ser restaurada a su complejo estado original. Por eso se comprende que muchos defensores del medio ambiente insistan en que la conservación es mejor que la restauración.
Sin embargo, la conservación no resulta tan fácil como parece. Si una extensión de selva es demasiado pequeña, no sobrevivirá. Algunos defensores del medio ambiente dicen que, si se quiere que conserven su riqueza y diversidad, por lo menos entre el 10% y el 20% de las pluviselvas del mundo deberían convertirse en reservas, pero en la actualidad tan solo el 3% de las pluviselvas de África están protegidas. En el sudeste asiático la proporción es del 2%, y en Sudamérica, del 1%.
Además, la protección de algunas de estas zonas es solo teórica, pues cuando parques y reservas están mal planeados o gestionados o cuando funcionarios corruptos se embolsan los fondos que iban destinados a ese fin, la conservación de esos espacios verdes fracasa. Hay funcionarios que incluso reciben dinero por otorgar permisos de tala a escondidas. Otro factor es la escasez de mano de obra. Por ejemplo, en el Amazonas, un solo guarda estaba asignado a proteger una zona de pluviselva del tamaño de Francia.
Los defensores del medio ambiente también recomiendan que se enseñe a los agricultores la manera de cultivar la tierra sin agotarla, evitando así tener que adentrarse en la selva y talar más árboles. Hay quienes han probado a cultivar en un mismo campo una gran variedad de productos, pues eso desanima a las plagas que atacan a una sola especie vegetal. Los árboles frutales también sirven para proteger el suelo de las lluvias tropicales. Otros han hecho resurgir una antigua técnica de cultivo, que consiste en cavar canales alrededor de pequeños huertos y con una pala echar sobre estos el barro y las algas que se forman en los canales, para, de esta manera, fertilizar los cultivos. Además, en esos canales pueden criar peces como fuente adicional de alimento. Tales métodos ya han sido experimentados con gran éxito.
Sin embargo, enseñar a la gente “cómo” hacerlo, no solo requiere habilidad, sino también tiempo y dinero. Las naciones tropicales suelen tener demasiados problemas económicos que necesitan atención inmediata como para hacer ese tipo de inversión a largo plazo. De todas formas, aunque los conocimientos técnicos estuviesen difundidos, tampoco se solucionaría el problema. Michael H. Robinson dice en el libro titulado Saving the Tropical Forests: “La pobreza y la codicia, y no la ignorancia y la estupidez, son las principales causantes de la destrucción de las pluviselvas”.
La raíz del problema
Pobreza y codicia. Parece que la crisis relacionada con la deforestación tiene sus raíces profundamente enclavadas en la estructura misma de la sociedad humana, a mucha más profundidad de lo que pueden enclavarlas los árboles de la pluviselva en el delgado suelo tropical. ¿Está la humanidad capacitada para desarraigar el problema?
En una cumbre entre veinticuatro naciones celebrada el año pasado en La Haya (Países Bajos), se propuso la creación de un nuevo organismo de las Naciones Unidas con el nombre de Globe (Globo terráqueo). Según el periódico Financial Times de Londres, Globe tendría “un campo sin precedente de poderes para establecer y poner en vigor normas relacionadas con el medio ambiente”. Aunque las naciones tendrían que ceder parte de su estimada soberanía nacional para que Globe dispusiera de verdadero poder, hay quienes dicen que es inevitable que algún día surja tal organismo, pues solo una agencia mundial y unificada podría tratar problemas mundiales.
Este razonamiento es lógico. Pero, ¿qué gobierno u organismo humano puede erradicar la codicia y la pobreza? ¿Qué gobierno ha hecho algo semejante alguna vez? Con demasiada frecuencia, al estar basados en la codicia, lo que hacen es perpetuar la pobreza. Desde luego, si tuviésemos que esperar que alguna institución humana resolviese la crisis relacionada con la deforestación, las selvas no tendrían futuro, ni tampoco lo tendrían los humanos.
No obstante, considere lo siguiente. ¿Acaso las selvas no dan prueba de que fueron diseñadas por un ser muy inteligente? Por supuesto que sí. Desde sus raíces hasta sus hojas, las pluviselvas declaran que son la obra de un Arquitecto Magistral.
Pues bien, ¿permitirá este Magnífico Arquitecto que el hombre arrase todas las pluviselvas y arruine nuestra Tierra? En la Biblia se registra una sobresaliente profecía que responde a esta pregunta de forma directa. Dice: “Pero las naciones se airaron, y vino tu propia ira [la de Dios], y el tiempo señalado [...] para causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.)
Hay dos aspectos que pueden destacarse en esta profecía. En primer lugar, señala al tiempo cuando el hombre verdaderamente estaría en posición de arruinar toda la Tierra. Cuando se escribieron esas palabras hace casi dos mil años, el hombre era igual de incapaz de arruinar la Tierra que de ir a la Luna, pero hoy día hace ambas cosas. En segundo lugar, la profecía responde a la pregunta de si el hombre arruinará por completo la Tierra con un rotundo no.
Dios hizo al hombre para que cuidase la Tierra y la cultivase, no para que la dejase desnuda. En tiempos del antiguo Israel, Dios puso límites a la deforestación que su pueblo llevaba a cabo a medida que conquistaba la Tierra Prometida. (Deuteronomio 20:19, 20.) Él promete que en el futuro cercano toda la humanidad vivirá en armonía con el medio ambiente. (1 Juan 2:17; Jeremías 10:10-12.)
La Biblia ofrece la esperanza de que algún día el hombre hará de la Tierra un paraíso en lugar de convertirla en un desierto por la acción de sus excavadoras, la mejorará en lugar de maltratarla y cuidará de ella con prudencia en lugar de explotarla codiciosamente al máximo para sacar un beneficio a corto plazo. Sí, las selvas tienen futuro. Lo que no tiene futuro es el sistema de cosas corrupto que las está arruinando a ellas y al resto del planeta.
[Fotografía en la página 13]
Aquí, en la isla de Pascua, la deforestación puede haber sido la causa de que desapareciese una civilización
[Reconocimiento]
H. Armstrong Roberts
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