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Acompáñenos en nuestra excursión por el río Chobe¡Despertad! 1990 | 22 de julio
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“Espero que esta tarde los elefantes acudan a beber como de costumbre”, dice Jill, la directora de relaciones públicas del hotel que organiza esta excursión. Nosotros también lo esperamos. El río Chobe es famoso por sus elefantes. Se calcula que en la zona norte de Botsuana, que linda con el río Chobe, hay unos cuarenta y cinco mil elefantes, la mayor concentración de estos animales en todo el sur de África. “No obstante —nos advierte Jill—, hace tres días que no vemos elefantes debido a las recientes lluvias.”
De todas formas, el río Chobe tiene muchos otros atractivos. En una bandeja que hay en el barco vemos cuatro pescados. “Siempre encontramos pigargos a la espera de que les echemos pescados al agua”, dice Rainford, nuestro capitán de barco botsuanés. ¿Conseguiremos fotografiar a una de esas aves mientras desciende en picado para atrapar su comida? Nuestra emoción aumenta al ver pasar por nuestro lado a otro barco de turistas llamado The Fish Eagle (El pigargo). Nuestro barco se llama Mosi-Oa-Tunya, uno de los nombres africanos de las cataratas Victoria. El río Chobe desemboca en el poderoso Zambeze y las aguas se precipitan por esas famosas cataratas, a las que, desde donde estamos, se puede llegar en aproximadamente una hora con automóvil.
Aunque cueste creerlo, al poco de ponerse en marcha el Mosi, avistamos elefantes con nuestros prismáticos. Pero ¡qué pena!, mientras todavía estamos lejos, vuelven a adentrarse en la espesura. “Hasta hace tres semanas —recuerda Sandy, nuestra guía— podíamos avistar manadas de centenares de elefantes.” A continuación nos llaman la atención seis kudús que nos miran fijamente desde la orilla. Cuando se les acerca un vehículo de motor, estos antílopes suelen alejarse corriendo. Sandy dice: “Parece que un barco en el río no les da tanto miedo”.
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Acompáñenos en nuestra excursión por el río Chobe¡Despertad! 1990 | 22 de julio
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Finalmente llegamos al lugar donde habíamos visto a los elefantes el día anterior. Esta vez encontramos a un macho solitario que continúa bebiendo y comiendo sin hacernos caso. Entonces, cuando empezamos a alejarnos, vemos salir de repente de entre la espesura a una madre con sus crías. Al vernos vacila un poco. Nosotros contenemos la respiración con la esperanza de que no se marchen. ¿Qué hará? Menos mal, decide arriesgarse y dejar que sus crías permanezcan en nuestra presencia. ¡Qué espectáculo ver correr hacia nosotros a la madre, el joven y el pequeñín!
Aiken hace este otro comentario en su libro sobre los leones y los elefantes: “Es fácil imaginarse la sed que estos enormes animales deben de sentir cada día [...] para cuando terminan su trayecto largo y caluroso hasta el río. La manada sale de la espesura, y camina impaciente y lo más deprisa que puede directamente hacia un bebedero, y, al olor de la vivificante agua, acostumbran a recorrer los últimos cincuenta o cien metros en una carrera desenfrenada”. ¡Qué descripción tan acertada! Maravillados, nos ponemos a contemplar la escena de los tres elefantes bebiendo, con el pequeñín situado en el medio para protegerlo. Pero se hace tarde y debemos regresar antes de que oscurezca.
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Acompáñenos en nuestra excursión por el río Chobe¡Despertad! 1990 | 22 de julio
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Según va avanzando el barco, divisamos una manada de 26 elefantes, varios de ellos crías, que juegan en el agua. Al observarlos recordamos las palabras de Bruce Aiken en su libro The Lions and Elephants of the Chobe (Los leones y los elefantes del Chobe): “Una vez aplacada la urgente sed, los adultos utilizan sus trompas para, con calma, rociarse el agua fresca por encima del cuerpo. Algunos de ellos, en especial los jóvenes y los machos adultos, quizás se aventuren a entrar más en el río y se pongan a retozar y nadar de modo juguetón, muchas veces dejando solo visible la punta de la trompa por encima de la superficie del agua a modo de tubo de respiración. Sin embargo, ninguno de ellos disfruta tanto como las crías. Este es el comienzo de su tiempo de recreo, y no cesan de retozar y perseguirse unos a otros [...]. Una vez aplacada la sed, es tiempo para la siguiente actividad, sin duda la favorita: el baño de lodo. [...] Las aguafiestas de las hembras adultas, cuya palabra es ley, deciden demasiado pronto que ha llegado el momento de marcharse”.
Lamentablemente, el hecho de que nuestra gran embarcación de dos cubiertas se acerque hace que las “aguafiestas de las hembras” se sientan incómodas y se lleven a la manada, pero no antes de que les hayamos sacado algunas fotos.
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