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Una lección sobre cómo tratar los problemasLa Atalaya 1995 | 15 de febrero
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En su primer discurso, Elifaz dijo: “¿Quién que sea inocente ha perecido jamás? ¿Y dónde jamás han sido raídos los rectos? Conforme a lo que yo he visto, los que idean lo que es perjudicial y los que siembran la desgracia, ellos mismos la siegan”. (Job 4:7, 8.) Elifaz pensaba equivocadamente que los inocentes son inmunes a la calamidad. Razonó que, puesto que Job atravesaba una situación tan grave, debía haber pecado contra Dios.a Bildad y Zofar insistieron asimismo en que Job se arrepintiera de sus pecados. (Job 8:5, 6; 11:13-15.)
Los tres compañeros de Job lo desanimaron aún más, expresando ideas personales en vez de sabiduría piadosa. Elifaz llegó al extremo de decir que ‘Dios no tiene fe en sus siervos’ y que en realidad a Jehová no le importaba si Job era justo o no. (Job 4:18; 22:2, 3.) Es difícil imaginar un comentario más desalentador y falso. No sorprende que Jehová reprendiera posteriormente a Elifaz y a sus compañeros por esta blasfemia. Dijo: “Ustedes no han hablado acerca de mí lo que es verídico”. (Job 42:7.) Pero aún faltaba la afirmación más perjudicial.
Elifaz llegó al punto de hacer acusaciones categóricas. Como no conseguía que Job admitiera su culpabilidad, recurrió a inventarse pecados que, en su opinión, Job tenía que haber cometido. “¿No es ya demasiada tu propia maldad, y no tendrán fin tus errores? —preguntó—. Porque sin causa te apoderas de una prenda de tus hermanos, y despojas hasta de las ropas a los desnudos. No le das al cansado un trago de agua, y del hambriento retienes pan.” (Job 22:5-7.) Estas acusaciones eran totalmente infundadas. Jehová mismo había dicho que Job era un hombre “sin culpa y recto”. (Job 1:8.)
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Una lección sobre cómo tratar los problemasLa Atalaya 1995 | 15 de febrero
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2. Nunca debemos aceptar una acusación sin prueba clara. Los rumores y las suposiciones, como las de Elifaz, no son una buena base para censurar. Por ejemplo, si un anciano hiciera una acusación sin fundamento, pudiera ocurrir que perdiera credibilidad y causara mucha angustia. ¿Cómo se sintió Job al tener que escuchar el consejo equivocado que recibió? Dio salida a su angustia exclamando irónicamente: “¡Oh, de cuánta ayuda has sido a uno falto de poder!”. (Job 26:2.) El superintendente que se interesa en los demás ‘enderezará las manos que cuelgan’, no empeorará el problema. (Hebreos 12:12.)
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