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  • Especies en peligro: la magnitud del problema
    ¡Despertad! 1996 | 8 de agosto
    • Especies en peligro: la magnitud del problema

      EL DODO se convirtió en un símbolo de extinción. La última de estas aves no voladoras murió alrededor del año 1680 en la isla Mauricio. Muchas de las especies que hoy están en peligro también son insulares. De las 94 especies de aves de las que el hombre tiene constancia de que se extinguieron en los últimos cuatrocientos años, 85 habitaban islas.

      Los animales de las extensas plataformas continentales también corren el peligro de extinguirse. Piense, por ejemplo, en los tigres que en el pasado deambulaban por el territorio ruso. Hoy solo queda el tigre siberiano, y su número se ha reducido a unos ciento ochenta o doscientos ejemplares. Se informa, además, que la cantidad de tigres chinos oscila entre treinta y ochenta especímenes. Según el rotativo The Times de Londres, estos animales podrían desaparecer de Indochina “en el plazo de diez años”. Asimismo en la India, donde viven las dos terceras partes de los tigres de todo el mundo, las autoridades calculan que estos majestuosos felinos podrían extinguirse en el próximo decenio.

      El rinoceronte y el guepardo también están disminuyendo. En China los pandas gigantes deambulan en grupos de apenas diez ejemplares. La marta común casi se ha extinguido en Gales, y la ardilla común “podría desaparecer de Inglaterra y Gales en los siguientes diez o veinte años”, advierte The Times. Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, los murciélagos son los mamíferos terrestres que corren mayor peligro.

      En los océanos del planeta el panorama es igualmente sombrío. La obra The Atlas of Endangered Species (Atlas de las especies en peligro de extinción) se refiere a las tortugas marinas como “el grupo que tal vez esté en mayor peligro” de las criaturas del mar. Los anfibios, al parecer, se las arreglan mejor; no obstante, según la revista New Scientist, en los pasados veinticinco años 89 especies han estado “en peligro de desaparecer”. El 11% de la avifauna mundial también se enfrenta a la posibilidad de extinción.a

      ¿Y qué puede decirse de criaturas más pequeñas, como las mariposas? La situación es semejante. Más de la cuarta parte de las especies europeas está en peligro, y a diecinueve de ellas las amenaza una extinción inminente. En 1993, una mariposa británica de grandes alas, la vanesa del olmo, se unió al dodo en la lista de especies extintas.

      Aumenta la preocupación

      ¿Cuántas especies se extinguen cada año? La respuesta dependerá del experto al que uno pregunte. Aunque los científicos no se ponen de acuerdo en la cantidad, todos coinciden en que muchas especies están en peligro de extinción. “La controversia sobre la velocidad a la que estamos perdiendo [especies] es en el fondo una polémica sobre nuestro futuro”, puntualiza el conservacionista Stuart Pimm. Y agrega: “En los siglos pasados los hombres hemos acelerado el ritmo de la extinción natural de las especies, por lo que nos espera un futuro aciago”.

      Nuestro planeta, la Tierra, se asemeja a una casa. Algunas de las personas preocupadas por las especies en peligro estudian ecología, vocablo acuñado en la última mitad del siglo XIX a partir de la voz griega óikos, “casa”. Esta disciplina trata de la interrelación de los seres vivos con su entorno. En el siglo pasado aumentó el interés en la conservación del medio ambiente, indudablemente debido a los informes de extinciones. En Estados Unidos, dicho interés propició la designación de parques nacionales y zonas protegidas que sirvieran de santuario a las especies que allí habitaban. Se calcula que actualmente hay en todo el mundo unas ocho mil zonas de protección de la fauna que cuentan con reconocimiento internacional. Estas, junto con los más de cuarenta mil lugares que contribuyen a mantener el hábitat, constituyen casi el 10% de la superficie terrestre.

      Muchas personas preocupadas están uniéndose a lo que se denomina la causa verde, ya sea mediante movimientos que dan publicidad a los peligros de extinción o sencillamente instruyendo a la gente sobre la interdependencia de los seres vivos. Además, los planteamientos de los gobiernos desde la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, han reflejado una mayor conciencia de los problemas ecológicos.

      El problema de las especies en peligro ha adquirido proporciones mundiales y cada vez se agudiza más. ¿A qué se debe? ¿Están teniendo éxito los esfuerzos recientes por impedir la extinción de algunas especies? ¿Qué depara el futuro? ¿Dónde entra usted en el cuadro? Los siguientes artículos contestan estas preguntas.

  • ¿Por qué se hallan en peligro algunas especies?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de agosto
    • ¿Por qué se hallan en peligro algunas especies?

      LAS especies se extinguen por diversas razones. Analicemos tres de las principales. El hombre es causante indirecto de dos de ellas y responsable directo de la tercera.

      Destrucción del hábitat

      La destrucción de su hábitat contribuye en sumo grado a la desaparición de una especie. La obra The Atlas of Endangered Species se refiere a dicha destrucción como “la amenaza más significativa”, así como “la más difícil de prevenir”. La explosión demográfica mundial ha obligado al hombre a invadir cada vez más territorio que antes era exclusivo de la fauna. Un claro ejemplo de este abuso se observa en las selvas tropicales.

      La aterradora predicción de que ‘las selvas tropicales habrán desaparecido dentro de cuarenta años’, obliga a reflexionar en lo que muchos consideran una pérdida lamentable de recursos valiosos. El hecho es que casi la cuarta parte de los medicamentos conocidos en el mundo occidental se extraen de plantas que medran en las selvas tropicales. Aunque se calcula que estas selvas solo ocupan el 7% de la superficie terrestre, se sabe que alojan cuatro quintas partes de la vegetación del planeta.

      La tala y los modernos métodos agrícolas están acabando con la rica herencia arbórea de las selvas tropicales del África occidental. La deforestación del subcontinente indio ha alterado el clima, y como consecuencia ha reducido las precipitaciones pluviales en algunas zonas y ha causado inundaciones en otras.

      Cuando el hombre derriba los árboles para crear terrenos agrícolas, diezma también plantas, animales, aves, reptiles e insectos. Edward Wilson, profesor de Harvard, calcula que la pérdida anual de bosques es del 1%, lo que constituye una amenaza de extinción para miles de especies. Se teme que muchas especies desaparezcan antes de siquiera haber recibido un nombre científico.

      La situación es similar en las zonas húmedas, otro hábitat que corre peligro. Las promotoras inmobiliarias y los agricultores drenan estos terrenos para construir casas o convertirlos en tierra arable. En los últimos cien años se ha transformado en tierra cultivable el 90% de los pastizales europeos. La pérdida de pastos en Gran Bretaña durante los últimos veinte años ha disminuido la población del zorzal común en un 64%.

      A pesar de que a la isla de Madagascar se la calificó en la revista Time como “el arca geológica de Noé”, su abundante y variada fauna está en peligro. Con el aumento de la población y de la deuda externa, también se ha incrementado la presión de los isleños para que los bosques sean transformados en arrozales. En los últimos veinte años han desaparecido tres cuartas partes del hábitat del lémur dorado del bambú, de modo que solo quedan cuatrocientos ejemplares de este mamífero.

      El uso totalmente arbitrario que el hombre da al suelo contribuye infaliblemente a diezmar la fauna. Un ejemplo es el de los polinesios, quienes arribaron a Hawai hace mil seiscientos años. Sus actividades provocaron la extinción de 35 especies de aves.

      Los primeros colonizadores de Australia y Nueva Zelanda llevaron consigo gatos domésticos, algunos de los cuales se volvieron monteses. Según la revista New Scientist, estos gatos asilvestrados depredan ahora unas sesenta y cuatro especies de mamíferos autóctonos; al igual que el zorro común, importado de Europa, atacan a los pocos especímenes que quedan de las especies en peligro.

      Destrucción directa

      La caza no es una actividad nueva. El libro bíblico de Génesis habla del rebelde Nemrod, un cazador de hace más de cuatro mil años. Aunque no se dice que haya exterminado especies enteras, sin duda fue un destacado exponente de la cacería. (Génesis 10:9.)

      En el transcurso de los siglos, los cazadores exterminaron a los leones de Grecia y de Mesopotamia, los hipopótamos de Nubia, los elefantes del norte de África, los osos y los castores de Gran Bretaña y el toro salvaje de Europa oriental. “En los años setenta y ochenta del siglo pasado, los cazadores mataron un cuarto de millón de elefantes tan solo en África oriental —informa la guía de espectáculos de la BBC, Radio Times—. Durante medio siglo resonaron en África los rifles de personajes famosos, acaudalados y de alto rango, que acribillaban elefantes, rinocerontes, jirafas, felinos mayores y cualquier otro animal que se cruzara en la mira. [...] Lo que hoy se consideraría espantoso, se veía completamente normal en aquel entonces.”

      Volvamos al caso del majestuoso tigre. Censos efectuados en los años ochenta indicaban que los esfuerzos de los conservacionistas estaban fructificando. “Pero las cosas no eran como parecían —comenta el anuario 1995 Britannica Book of the Year—. Los recuentos más cuidadosos revelaron que las cifras habían sido infladas por funcionarios que actuaban en connivencia con cazadores furtivos o que pretendían impresionar a sus superiores. [...] En el mercado negro, la escasez de suministros elevó cada vez más los precios de las partes del cuerpo del tigre.” Tanto es así, que en 1995 se calculaba que el costo de un tigre siberiano había subido de 9.400 a 24.000 dólares; no solo por su preciada piel, sino por sus huesos, ojos, bigotes, dientes, órganos internos y genitales, todos ellos altamente cotizados en la medicina tradicional del oriente.

      El tráfico de marfil de elefante, cuernos de rinoceronte, pieles de tigre y otros productos animales constituye actualmente un negocio ilegal de miles de millones de dólares, superado únicamente por el contrabando de estupefacientes. Esto no solo se circunscribe a los grandes mamíferos. En 1994, la medicina tradicional china empleó la pasmosa cantidad de 20.000.000 de caballitos de mar, lo que hizo caer en un 60% la pesca de este vertebrado en algunas zonas del sudeste asiático durante dos años.

      No es difícil identificar al culpable de la extinción de una especie. Pero, ¿qué puede decirse de los coleccionistas? Un ave en peligro, la cotorra dorada, cuesta 500 dólares en el mercado negro de Brasil, pero fuera del país su precio asciende a más del triple.

      Las guerras y sus consecuencias, como el creciente número de refugiados, el incremento vertiginoso de la tasa de nacimientos, el aumento de la contaminación y hasta el turismo amenazan a las especies en peligro. Los turistas que se abalanzan en sus botes de motor a ver los delfines pueden herirlos en su afán, y el ruido que se genera debajo del agua puede perturbar el delicado sistema de localización por sonar de estos mamíferos.

      Cuando se observa el lamentable caos que el hombre ha provocado, cabe preguntarse: ¿Qué están haciendo los conservacionistas para preservar las especies en peligro? ¿Han tenido éxito?

  • La conservación o la extinción
    ¡Despertad! 1996 | 8 de agosto
    • La conservación o la extinción

      CONTINÚA encarnizada la polémica en torno a la conservación y la extinción. Muchas organizaciones no lucrativas presionan a los gobiernos con el fin de que impongan leyes conservacionistas más estrictas que protejan a las especies en peligro.

      Por ejemplo, hace poco se reunieron varios grupos con funcionarios chinos y consiguieron su cooperación en la lucha contra la captura del oso tibetano. La caza de este animal se debe a que su vesícula biliar se usa en la medicina tradicional de oriente.

      Ayuda internacional

      De poco sirve proteger una especie en un país, cuando se provoca su extinción en otros. Por ello se han firmado varios acuerdos internacionales oportunos. El Tratado de Biodiversidad, o Declaración de Río, entró en vigor a finales de 1993, y poco después, el Acuerdo sobre la Conservación de Murciélagos en Europa. La Comisión Ballenera Internacional añadió el océano Antártico al océano Índico como santuario de ballenas con el objeto de proteger al rorcual enano, así como a los grandes cetáceos. Pero probablemente el acuerdo más importante en este campo ha sido la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro. (Véase el recuadro.)

      El hombre aún tiene mucho que aprender sobre la interrelación de los seres vivos. Los pescadores de África oriental que introdujeron la perca africana en el lago Victoria con la intención de crear una fuente de alimento, desencadenaron lo que el zoólogo Colin Tudge calificó como “el desastre ecológico más grande de este siglo”. De las 300 especies de peces autóctonos, desaparecieron unas doscientas. Aunque datos recientes culpan a la erosión del suelo de alterar el equilibrio natural de dichas especies, los gobiernos de los tres países que delimitan el lago han formado ahora una comisión que determine cuáles especies pueden introducirse sin perjudicar las demás.

      La intervención del hombre

      Un campo en el que está teniéndose éxito es la crianza en zoológicos. La obra Last Animals at the Zoo comenta: “Si los zoológicos del mundo pusieran todo su empeño en la crianza en cautividad, y el público les brindara pleno apoyo, entre ambos podrían salvar todas las especies de vertebrados que quizá necesiten este tipo de crianza en el futuro”.

      En el zoológico de la pequeña isla británica de Jersey se crían animales exóticos con el propósito de reintegrarlos a su hábitat natural. En 1975 solo quedaban 100 loros de Santa Lucía en su hogar caribeño. Se enviaron siete ejemplares a la isla de Jersey, y para 1989 el zoológico había criado catorce más y había devuelto algunos a Santa Lucía. Se informa que actualmente hay más de trescientos en la isla.

      Proyectos de este tipo han tenido éxito en otras partes. La National Geographic informa que diecisiete lobos rojos de Texas que quedaban en Norteamérica se reprodujeron tan bien en cautividad que se han devuelto más de sesenta a su hábitat natural.

      ¿Demasiado éxito?

      Sobre los animales no solo se cierne la amenaza de extinción. Según el libro Endangered Species—Elephants, entre 1979 y 1989 la cantidad de elefantes disminuyó de 1.300.000 a 609.000, debido, en parte, a la caza furtiva de los comerciantes de marfil. Entonces aumentó la presión pública para que se proscribiera esta clase de comercio. Sin embargo, se levantaron muchas voces contra la proscripción. ¿Por qué?

      Las políticas conservacionistas tuvieron tanto éxito en Zimbabue y en Sudáfrica, que sus parques nacionales y reservas de animales llegaron a tener demasiados elefantes. La revista New Scientist informó que Zimbabue debía deshacerse de 5.000 elefantes del parque nacional Hwange. Los grupos de presión recomendaron trasladarlos a otro sitio. Los directivos del parque decidieron venderlos y sugirieron que las agencias occidentales que se oponían a la matanza selectiva “contribuyeran con dinero, y no solo con consejos, para llevarlos a otro lugar”.

      Futuro incierto

      Los errores son inevitables. A mucha gente le preocupa la situación de los animales que son reintegrados a su hábitat. El tigre siberiano sobrevive bien en cautividad, pero en libertad necesita unos 260 kilómetros cuadrados de bosques libres de cazadores furtivos. Además, “si se devuelve un tigre criado en un zoológico a su entorno natural —comenta la revista The Independent on Sunday—, lo más probable es que muera de hambre”, una perspectiva realmente sombría.

      La realidad es que no todas las especies cuentan con un equipo especializado de apoyo. Por otra parte, la falta de recursos humanos no es lo único que complica la situación. ¿Qué esperanza tienen los conservacionistas de lograr éxito si los limita la corrupción oficial, la avaricia y la indiferencia, así como la guerra y hasta la amenaza de muerte? ¿Cuál es, entonces, la solución al problema de las especies en peligro? ¿Y qué tiene que ver con usted?

  • Especies en peligro: ¿qué tienen que ver con usted?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de agosto
    • Especies en peligro: ¿qué tienen que ver con usted?

      TIGRES, tortugas, rinocerontes, mariposas,... la lista de especies en peligro parece interminable. De seguro concuerda con que el hombre es el principal responsable de esta situación. Pero, ¿qué tiene que ver esto con usted?

      En vista de la crisis económica mundial, ¿no es lógico que la gente se preocupe más por su bienestar que por apoyar los proyectos conservacionistas, prescindiendo de lo nobles que estos sean? “La verdad es que en la mayoría de los países subsaharianos, donde millones de personas se enfrentan a trastornos políticos, guerras tribales, hambres y epidemias, no es fácil ser ecologista”, comenta la revista Time. Lo mismo puede decirse de otros lugares.

      La solución del problema de las especies en peligro exige cambios radicales. Según The Atlas of Endangered Species, serían cambios “de tal magnitud que solo los gobiernos podrían realizarlos”. Y por ello recomienda: “Dondequiera que haya elecciones, cada persona tendrá la responsabilidad de ver que para el año 2000 se haya elegido únicamente a políticos sensibles a los problemas medioambientales”.

      ¿Es realista esta recomendación? A juzgar por el testimonio de la historia, “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”, y podría añadirse que a la fauna también. (Eclesiastés 8:9.) De hecho, muchos conservacionistas ven la flora y la fauna como indicadores del medio ambiente: cuando están amenazados, también lo estamos los seres humanos. Esta, sin embargo, no es la primera vez en la historia humana que la vida terrestre se ve en peligro de extinción.

      En el libro de historia más antiguo constan estas palabras: “Aquí voy a traer el diluvio de aguas sobre la tierra para arruinar de debajo de los cielos a toda carne en la cual está activa la fuerza de vida. Todo lo que está en la tierra expirará”. (Génesis 6:17.) Sin embargo, no desaparecieron todos los seres humanos ni las demás formas de vida, pues Dios dispuso un medio de supervivencia.

      Un arca para sobrevivir

      Algunos científicos opinan que la mejor solución al problema de las especies en peligro consiste en preservar su hábitat. Es interesante que cuando la revista New Scientist habló de este asunto mencionó que los científicos emplean “la metáfora del arca de Noé”. Aquella arca fue el medio por el cual el hombre y los animales sobrevivieron al diluvio del día de Noé.

      Dios le dio a Noé las instrucciones para la construcción del arca, un enorme cofre de madera que flotaría sobre las aguas del diluvio. En esta, además de conservarse con vida a Noé, a su esposa y sus tres hijos junto con sus esposas, se preservaron especímenes animales, tanto salvajes como domésticos: “Toda clase de carne en la cual estaba activa la fuerza de vida”. (Génesis 7:15.) La diversidad biológica que existe en nuestros días demuestra lo bien que sirvió el arca para este fin.

      Note, sin embargo, que la supervivencia no dependió exclusivamente de los esfuerzos humanos. Noé y su familia tuvieron que obedecer a Dios, quien podía conservarlos con vida. Fue Dios quien acabó con la rebeldía, la violencia y la codicia características del mundo antediluviano. (2 Pedro 3:5, 6.)

      Los animales en el nuevo mundo

      Jehová aseguró que la obediencia a sus leyes haría que personas semejantes a depredadores salvajes y feroces llegaran a ser como animales mansos y dóciles. (Isaías 11:6-9; 65:25.) Aun en nuestros días se ha probado claramente la veracidad de sus palabras. Asista a las reuniones de un Salón del Reino de los testigos de Jehová que le quede cerca y compruébelo por usted mismo. Si Jehová puede hacer que las personas cambien tan radicalmente, ¿no podrá encargarse de que las criaturas del reino animal vivan en paz y seguridad, incluso si para ello es preciso cambiar sus características actuales? De hecho, él promete: “Para ellos ciertamente celebraré un pacto en aquel día con relación a la bestia salvaje del campo y con la criatura voladora de los cielos y la cosa del suelo que se arrastra, [...] y sí haré que se acuesten en seguridad”. (Oseas 2:18.)

      El apóstol Pedro escribió sobre el futuro “día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos”. (2 Pedro 3:7.) La intervención selectiva de Dios eliminará únicamente a los hombres impíos. Dios causará “la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación [Apocalipsis] 11:18.)

      Imagine la felicidad de vivir en un mundo donde los seres vivos ya no estén amenazados. ¡Cuánto podremos aprender sobre la fauna que exista entonces! Tigres, leones y elefantes deambularán tranquilamente. Proliferarán las criaturas marinas, así como los reptiles, los insectos y la gran variedad de aves, incluidos los guacamayos, coexistiendo todos en perfecto equilibrio. Cuando el Reino mesiánico de Dios restituya a la humanidad obediente al estado de perfección, imperará también un ecosistema perfecto.

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