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  • Las familias piadosas del pasado son un modelo para nuestros días
    La Atalaya 1995 | 15 de septiembre
    • Por ser los cabezas de familia, estos patriarcas temerosos de Dios también satisfacían las necesidades espirituales de su familia. “Noé empezó a edificar un altar a Jehová [...] y a ofrecer ofrendas quemadas sobre el altar” en cuanto salió del arca, después del Diluvio universal. (Génesis 8:20; compárese con Job 1:5.) El fiel patriarca Abrahán dio un buen ejemplo al instruir personalmente a su familia. Él ‘dio mandato a sus hijos y a su casa después de él de modo que verdaderamente guardaran el camino de Jehová para hacer justicia y juicio’. (Génesis 18:19.) La jefatura amorosa contribuía de esta manera al bienestar emocional y espiritual de la familia.

      Los cristianos de la actualidad siguen ese modelo. Ejercen su jefatura en cuestiones de adoración ayudando a la familia a cumplir con los requisitos de Dios y dando ellos mismos el ejemplo. (Mateo 28:19, 20; Hebreos 10:24, 25.) Al igual que los patriarcas, los esposos y padres cristianos también sacan tiempo para instruir personalmente a los miembros de su familia.

      Se debe actuar con decisión

      Cuando el patriarca Jacob por fin logró saldar la enorme deuda que tenía con su suegro, se preguntó: “¿Cuándo he de hacer algo yo también por mi propia casa?”. (Génesis 30:30.) Como todos los padres, Jacob sentía la responsabilidad de mantener a su familia, y trabajó arduamente con ese objetivo. Génesis 30:43 dice: “El hombre siguió aumentando más y más, y llegaron a ser suyos grandes rebaños, y siervas y siervos, y camellos y asnos”.

      Sin embargo, parece que años más tarde, cuando Jacob se mudó a la tierra de Canaán, no se percató de que Dina, su hija, había adoptado la peligrosa costumbre de juntarse con los cananeos paganos.a (Génesis 34:1.) Tampoco tomó medidas cuando se enteró de que había objetos paganos en su casa. No obstante, después que Dina fue trágicamente ultrajada por un cananeo, Jacob actuó con decisión. “Aparten los dioses extranjeros que hay en medio de ustedes y límpiense”, ordenó. (Génesis 35:2-4.)

      El padre cristiano debe salvaguardar la espiritualidad de la familia. Si se presentan serias amenazas a la salud espiritual de esta, como la introducción en el hogar de publicaciones inmorales o música perniciosa, debe actuar con decisión.

      Es interesante que las mujeres de fe, como Sara, Rebeca y Raquel, también influyeron notablemente en la familia. Aunque eran sumisas a su esposo, no temieron actuar cuando fue apropiado y preciso. Por ejemplo, Éxodo 4:24-26 dice que cuando Moisés y su familia se dirigían a Egipto, “Jehová [“el ángel de Jehová”, Septuaginta] consiguió encontrarse con él y siguió buscando la manera de darle muerte [al hijo de Moisés]”. Era claro que el hijo de Moisés estaba en peligro de morir porque su padre no lo había circuncidado. Ziporá actuó de inmediato y circuncidó a su hijo. En consecuencia, el ángel lo soltó. Las esposas cristianas de nuestros tiempos también pueden tomar la iniciativa cuando la ocasión así lo requiera.

      La educación paterna bajo la Ley mosaica

      La época patriarcal concluyó en 1513 a.E.C., cuando Israel fue constituido en nación. (Éxodo 24:3-8.) Aunque el padre seguía siendo el cabeza de familia, las leyes familiares quedaron supeditadas a la Ley nacional que Dios había dado a Moisés y que los jueces nombrados aplicaban. (Éxodo 18:13-26.) El sacerdocio levítico asumió los aspectos de la adoración relacionados con los sacrificios. Con todo, el papel del padre continuó siendo muy importante. Moisés los exhortó: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes”. (Deuteronomio 6:6, 7.)

      La Ley proporcionaba oportunidades para dar instrucción de manera formal e informal, como la Pascua. Al acercarse la fecha de la Pascua, el 14 de Nisán, las familias judías se preparaban para el acostumbrado viaje a Jerusalén. (Deuteronomio 16:16; compárese con Lucas 2:41.) ¿Qué niño no se emocionaría con aquellos preparativos? El viaje mismo era un deleite. La temporada de lluvias había terminado y empezaba a sentirse el agradable sol de primavera. Al derretirse la nieve del monte Hermón, el río Jordán anegaba sus riberas.

      En el trayecto, el padre no solo tenía la oportunidad de enseñar a sus hijos la geografía del país, sino, además, las numerosas historias relacionadas con los lugares por los que iban pasando. Entre estos podían estar los montes Ebal y Guerizim, donde se leyeron las invocaciones de mal y las bendiciones de la Ley. Quizá pasaban también por Betel, donde Jacob tuvo la visión de la escalera celestial. ¡Qué conversaciones tan emocionantes debieron suscitarse! En el transcurso del viaje, las familias se encontraban con viajeros de diversas partes del país, y todos disfrutaban de compañerismo edificante.

      Finalmente, la familia entraba en Jerusalén, “la perfección de la belleza”. (Salmo 50:2.) El erudito Alfred Edersheim explica: “Muchos de estos peregrinos deben haber acampado fuera de las murallas de la ciudad. Los que se alojaban dentro de sus murallas eran hospedados gratuitamente”. Así es, los jóvenes hebreos recibían una lección palpable de lo que significa el amor fraternal y la hospitalidad. Las asambleas anuales de los testigos de Jehová cumplen un propósito semejante en la actualidad.

      Cuando por fin llegaba el 14 de Nisán, se degollaba el cordero pascual y se asaba por varias horas. A eso de la medianoche, la familia lo comía con pan ácimo y verduras amargas. Según la costumbre, un hijo preguntaba: “¿Qué significa este servicio para ustedes?”. Entonces el padre daba instrucción formal diciendo: “Es el sacrificio de la pascua a Jehová, que pasó por alto las casas de los hijos de Israel en Egipto cuando plagó a los egipcios, pero libró nuestras casas”. (Éxodo 12:26, 27; 13:8.)

  • Las familias piadosas del pasado son un modelo para nuestros días
    La Atalaya 1995 | 15 de septiembre
    • a Debe notarse que antes Jacob había tomado medidas firmes para proteger a su familia de la influencia de los cananeos. Había construido un altar cuyo estilo, sin lugar a dudas, lo distinguía de sus vecinos cananeos. (Génesis 33:20; Éxodo 20:24, 25.) Además, asentó su campamento fuera de la ciudad de Siquem y cavó su propio pozo para abastecerse de agua. (Génesis 33:18; Juan 4:6, 12.) Por lo tanto, Dina debió comprender claramente que su padre no deseaba que se juntara con los cananeos.

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