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La “pesca” en las aguas de FijiLa Atalaya 1994 | 15 de junio
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¿Cómo es una visita típica a un hogar fijiano?
Al entrar en el bure, nos sentamos en el suelo con las piernas cruzadas. Aquí no se precisa, como en Occidente, una introducción bien expresada para captar el interés de la gente. Cualquiera que venga a hablar de Dios es bienvenido. Cuando se invita al amo de casa a buscar la Biblia, este se levanta enseguida —no sin antes decir “tulou” (con su permiso)—, toma de un estante su Biblia en fijiano y se pone a leer con vivo interés los textos que menciona el ministro visitante. La actitud respetuosa y hospitalaria de los fijianos, sin embargo, supone una prueba en otro sentido. Se requiere mucha perspicacia y tacto para hacer que la gente participe en la conversación, para animarla a seguir el razonamiento que se está utilizando o para ayudarla a comprender la necesidad de comparar sus convicciones personales con las enseñanzas bíblicas.
A los amos de casa fijianos normalmente les interesa más hablar de temas doctrinales que de cuestiones sociales. De hecho, un buen número de los más de mil cuatrocientos testigos de Jehová activos de Fiji se interesaron en la verdad bíblica a consecuencia de una conversación sobre cuestiones tales como qué clase de lugar es el infierno, quiénes van al cielo y si será o no destruida la Tierra. No obstante, cultivar el interés mostrado exige ser adaptable y persistente. Aunque se regrese en el día y a la hora acordados, es común que el amo de casa se haya ido a la teitei (plantación) o a cualquier otro sitio. Y no es porque no valoren la visita, sino porque su sentido del tiempo es diferente. A los testigos fijianos, claro está, no les resulta extraño. Siguen intentando encontrar a la persona en otro momento. No hay nombres de calles ni números de casas para anotar como referencia, así que hay que tener una buena memoria para volver a visitar a la gente.
La “pesca” al estilo polinesio
Ahora vamos de “pesca” con un ministro viajante, o superintendente de circuito, que va a visitar la pequeña congregación de Rotuma. Este grupo de islas volcánicas se halla a 500 kilómetros al norte de Fiji. Llegamos a Rotuma en una avioneta de diecinueve pasajeros. La isla principal tiene una superficie de apenas 50 kilómetros cuadrados y una población de alrededor de tres mil habitantes. Una carretera arenosa que bordea la costa conecta unos veinte poblados. Rotuma está bajo la administración de Fiji, pero tiene su propia cultura e idioma. El aspecto de sus gentes difiere del de los fijianos melanesios, pues son de origen polinesio. Las religiones mayoritarias son el catolicismo y el metodismo.
Cuando la avioneta desciende y se prepara para aterrizar, vemos la exuberante vegetación de la isla. Por todas partes se ven las frondas en forma de pluma de los cocoteros. Una multitud, entre la que se encuentra un grupo de Testigos, está presente para recibir a los pasajeros del único vuelo semanal. Recibimos un afectuoso saludo y varios cocos verdes grandes con un agujero en la parte superior para que saciemos la sed.
Tras un corto recorrido, llegamos a nuestro alojamiento, donde nos espera una comida cocinada en un horno de tierra. Nos ofrecen cerdo asado, pollo, pescado frito, cigala y un tubérculo autóctono llamado taro. Es un auténtico festín, presentado además en un entorno paradisíaco bajo cocoteros jóvenes.
Al día siguiente visitamos a la gente de los poblados, llamados ho’aga en rotumano. Al aproximarnos a la primera casa, un cochinillo que se ha escapado de una pocilga pasa a nuestro lado corriendo y dando chillidos. El amo de casa nos ha visto llegar y, con el rostro iluminado por una sonrisa, abre la puerta, nos saluda con la expresión rotumana “¡Noya!” y a continuación nos invita a tomar asiento. Ponen ante nosotros un plato de bananas maduras y también nos ofrecen cocos verdes para que bebamos su agua. En Rotuma lo primero es la hospitalidad.
En este lugar no hay agnósticos ni evolucionistas. Todo el mundo cree en la Biblia. Temas como el propósito de Dios para la Tierra captan la atención rápidamente. El amo de casa con el que estamos hablando se sorprende al saber que la Tierra no será destruida, sino que la habitarán para siempre personas justas. (Salmo 37:29.) Cuando le leemos textos bíblicos que apoyan esta idea, escucha atentamente y acepta encantado las publicaciones bíblicas que le ofrecemos. Al disponernos a salir, nos da las gracias por haberlo visitado y nos regala una bolsa plástica llena de bananas maduras para comerlas por el camino. ¡Aquí uno engorda enseguida si se descuida!
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La “pesca” en las aguas de FijiLa Atalaya 1994 | 15 de junio
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Acompañemos a un grupo de Testigos que van a visitar las casas dispersas por los campos de caña de azúcar de las afueras de Lautoka.
Al acercarnos a la primera casa, notamos que en la esquina frontal del cercado hay varios palos largos de bambú con trozos de tela roja atados en la parte superior, lo que identifica a la familia como hindú. La mayoría de los hogares hindúes están decorados con cuadros de sus dioses. Muchas familias tienen un dios favorito, como Krisna, y en sus hogares suele haber un pequeño altar.a
La mayoría de los hindúes creen que todas las religiones son buenas y que son simplemente diferentes formas de adoración. Por eso algunos escuchan cortésmente, aceptan alguna publicación y ofrecen refrescos, pensando que así cumplen con su obligación. Para plantear preguntas oportunas que resulten en conversaciones significativas con el amo de casa, por lo general es útil conocer algunos de los relatos que forman parte de sus creencias. Por ejemplo, sabiendo que algunos de ellos representan a sus dioses realizando actos que son objetables para muchas personas, podemos preguntarle: “¿Le parecería bien que su esposa(o) se comportara así?”. La respuesta suele ser: “¡Por supuesto que no!”. A continuación se le puede decir: “Entonces, ¿le parece lógico que un dios haga eso?”. Tales conversaciones ofrecen a menudo la oportunidad de mostrar el valor de la Biblia.
La creencia en la reencarnación, otra característica del hinduismo, es otro tema que se presta para iniciar conversaciones. A una hindú culta cuyo padre había fallecido poco antes, le preguntaron: “¿Le gustaría volver a ver a su padre tal como era?”. Ella contestó: “Sí, sería maravilloso”. Su respuesta y la conversación subsiguiente mostraron a todas luces que no le satisfacía la idea de que su padre seguía vivo en alguna otra forma y que nunca lo reconocería. Pero la magnífica esperanza bíblica de la resurrección la conmovió.
Algunos hindúes se hacen preguntas y están buscando respuestas satisfactorias. Cuando un Testigo visitó un hogar hindú, el amo de casa le preguntó: “¿Cómo se llama su dios?”. El Testigo le leyó Salmo 83:18 y le explicó que el nombre de Dios es Jehová y que, según Romanos 10:13, debemos invocar ese nombre para salvarnos. Impresionado, el hombre siguió preguntando. Necesitaba con urgencia saber más. Explicó que su padre, que era muy devoto al ídolo de la familia, enfermó después de haber rezado ante este y murió al poco tiempo. Y a su hermano le había ocurrido lo mismo. Entonces dijo: “Esa imagen nos está dando muerte en lugar de vida. Debe ser incorrecto adorarla. Quizá este Dios, Jehová, nos pueda ayudar a hallar el camino de la vida”. De modo que se comenzó un estudio bíblico con él, su esposa y sus dos hijos. Progresaron rápidamente y se bautizaron sin dilación. Dejaron todos sus ídolos, y ahora andan en el camino de Jehová, el Dios de la vida.
A continuación nos dirigimos a un hogar musulmán. Aquí se manifiesta el mismo espíritu hospitalario; enseguida nos invitan a sentarnos y nos ofrecen una bebida fría. No vemos ningún cuadro religioso en las paredes, con la excepción de un pequeño versículo en caracteres arábigos enmarcado. Mencionamos que la Biblia y el Corán tienen un punto en común, a saber, el patriarca Abrahán, y que Dios prometió a este que mediante su descendencia se bendecirían todas las naciones. Esta promesa se cumplirá en Jesucristo, su Hijo. Algunos musulmanes ponen reparos a la idea de que Dios tenga un hijo. Por consiguiente, explicamos que así como al primer hombre, Adán, se le llama hijo de Dios porque fue creado por Dios, de igual modo Jesús es el Hijo de Dios. Dios no necesita una mujer literal para tener tales hijos. Puesto que los musulmanes no creen en la enseñanza de la Trinidad, aprovechamos este punto en común para mostrar que Jehová Dios es supremo.
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