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Cómo hacer frente a las secuelas de la guerra¡Despertad! 1989 | 8 de octubre
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Bob Honis estuvo entre las decenas de miles de infantes de marina estadounidenses que lucharon en la segunda guerra mundial en la batalla de Iwo Jima, en el Pacífico occidental. No se publican sus vivencias para estremecer a nadie, sino para demostrar que es posible que algunos se recuperen hasta de las experiencias más traumatizantes.
El trauma
“Nos acercábamos a Iwo Jima a las 8.30 de la mañana del 19 de febrero de 1945. La artillería pesada del acorazado Tennessee dejó de oírse detrás de nosotros, y los bombardeos procedentes de las baterías costeras del enemigo zarandeaban nuestras lanchas de desembarco. Mientras seguíamos a las primeras tropas de asalto, con las emociones a flor de piel y excitados por la acción que se avecinaba, grité en medio de todo aquel ruido ensordecedor: ‘¡Déjennos algunos para nosotros!’.
”Una vez en la playa, lo único que se olía era el nauseabundo hedor de la pólvora, la ceniza volcánica y el equipo bélico que ardía. Nuestra lancha de desembarco fue alcanzada, y como consecuencia, el soldado que la conducía murió en el acto y todo nuestro equipo bélico fue destruido.
”Nunca podré olvidar la visión de los cuerpos muertos de otros infantes de marina. Uno estaba boca abajo sobre la arena. Sus botas de combate, a las que les faltaban las suelas, tenían los cordones atados hasta las rodillas, calzando los muñones de lo que hasta hacía poco habían sido piernas jóvenes y robustas. Mientras me agachaba dentro de un pozo de tirador excavado a toda prisa, miré a mi derecha y vi a otro infante de marina inclinado hacia adelante. Estaba decapitado a la altura de los hombros, pero aún tenía su rifle agarrado contra el pecho. La playa quedó cubierta de cadáveres de infantes de marina, muchos de ellos mutilados de un modo indescriptible, y aquello solo era el principio.
”El segundo día me enviaron a comprobar una de nuestras posiciones. ¡Qué escena tan espantosa! La explosión de una granada había volado las piernas y los brazos del primer infante de marina que vi. Su casco y su barboquejo todavía estaban en su sitio. Tenía los ojos totalmente abiertos, mirando con fijeza hacia adelante, como si meditase profundamente. Esparcidos por todo en derredor como si fuesen muñecos de trapo hechos pedazos, los demás miembros de la dotación de aquella batería no eran más que trozos de carne desgarrada desparramados por la suave y negra ceniza volcánica.
”La matanza continuó durante el tercer día. Entonces los muertos empezaron a descomponerse rápidamente, y el hedor se hizo insoportable. Estaba en todas partes, no había modo de evitarlo.
”Después de cuatro días de lucha encarnizada, el 23 de febrero se alzó la bandera americana en el monte Suribachi, un suceso hoy famoso. En lugar de júbilo, todo lo que sentí fue desesperación. Había cadáveres por todas partes. Parecía que la vida carecía de valor. La salvaje batalla continuó hasta el 26 de marzo, cuando Iwo Jima por fin fue tomada después de semanas de incesante matanza. ¡Qué carnicería! ¡Un total de 26.000 americanos y japoneses perdieron la vida en una isla de solo 20 kilómetros cuadrados!
Las secuelas
”Una vez que me licencié de la Marina y me reuní de nuevo con mi familia, debería haberme sentido muy feliz, pero en lugar de eso, ahora salió a la luz lo que había estado creciendo en mi interior: una espantosa sensación de vacío y futilidad.
”Seguían atormentándome una serie de preguntas. Si la vida tiene tan poco valor, ¿qué sentido hay en seguir viviendo? ¿Habrá de verdad un Dios que se interese en nosotros? ¿Me obsesionarán el resto de mi vida las experiencias que viví? Seguí atormentado incluso después de casarme con Mary. No veía ninguna perspectiva de vida feliz y duradera, solo guerras y matanzas sin sentido hasta que al final la Tierra y toda la vida que hay en ella fuesen destruidas.
Encuentro la solución
”Poco después de casarnos nos visitaron dos testigos de Jehová. Esto me dio la oportunidad de formular algunas preguntas escrutadoras sobre la guerra, el sufrimiento y el propósito de la vida. En seguida me respondieron las preguntas con la Biblia.
”Sí, hay un Dios amoroso que se interesa en nosotros y que pronto remediará todo nuestro dolor y pesar. (Salmo 83:18; Revelación 21:1-4.) No, Dios no aprueba las guerras en busca de metas políticas humanas. (Salmo 46:9; Isaías 2:4; Juan 18:36.) No, la Tierra no será destruida en un holocausto nuclear, sino que permanecerá para siempre, como hogar paradisiaco de todos los que cumplen con los requisitos de Dios. (Salmo 37:29; Isaías 45:18; Revelación 11:17, 18.)
”A medida que proseguía con mi estudio de las alentadoras promesas bíblicas, se llenaba el vacío que tenía en mi interior. Me fui convenciendo de que el Reino de Dios es el único medio realista para traer paz y seguridad a la Tierra. La guerra de Dios, llamada Armagedón, por fin librará a la Tierra de todo mal. (Daniel 2:21, 22; Mateo 6:10; Revelación 16:14-16.)”
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Cómo hacer frente a las secuelas de la guerra¡Despertad! 1989 | 8 de octubre
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[Fotografía de Bob Honis en la página 7]
[Fotografía en la página 7]
En camino a Iwo Jima, estudiábamos planos de la isla
Honis aparece arriba a la derecha
[Reconocimiento]
U.S. Marine Corps
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