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Fraude en la ciencia. El mayor de todos los fraudes¡Despertad! 1990 | 22 de enero
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George Greenstein reconoce toda la inteligencia implicada en la estructura de la Tierra. En su libro The Symbiotic Universe (El universo simbiótico) habla de las misteriosas e increíbles coincidencias que no tienen explicación, y sin las cuales sería imposible la vida en la Tierra. Las siguientes declaraciones, que aparecen desde la página 21 hasta la 28, reflejan su propia lucha interna al considerar las condiciones que demuestran la necesidad de contar con un Dios inteligente y de propósito:
“Creo que nos encaramos a un misterio, un gran y profundo misterio de inmenso significado: el misterio de la habitabilidad del cosmos, de la idoneidad del medio ambiente.” Empieza a “detallar lo que parece una asombrosa secuencia de accidentes extraordinarios y poco probables que prepararon el terreno para que apareciese la vida.b Hay una lista de coincidencias, todas ellas esenciales para que hayamos llegado a existir”. Sin embargo, “la lista seguía haciéndose más larga [...]. ¡Cuántas coincidencias! Cuanto más leía, más me convencía de que tales ‘coincidencias’ difícilmente podían haber ocurrido por casualidad”. Como él mismo reconoce a continuación, este hecho resulta consternador para un evolucionista:
“Había algo más que crecía a la vez que esta convicción. Aún ahora resulta difícil expresar este ‘algo’ con palabras. Era una intensa sensación de rechazo, y a veces casi de naturaleza física. Me producía una gran incomodidad. Tan solo pensar en que la idoneidad del cosmos para la vida pudiera ser un misterio que requiriese una solución me parecía ridículo, absurdo. Me resultaba difícil abrigar esa opinión sin hacer muecas de disgusto [...]. Y esta reacción no se ha desvanecido con el transcurso de los años, sino que he tenido que luchar contra ella incesantemente mientras escribía este libro. Estoy seguro de que a los demás científicos les afecta la misma reacción, y que esto es lo que explica la extendida indiferencia que hoy día se tiene hacia la idea. Y lo que es más, ahora creo que lo que parece indiferencia es en realidad un intenso recelo.”
¿Recelo? Sí, recelo de la idea de que la explicación pudiera estar en un Creador que tiene un propósito determinado. Greenstein lo expresa de la siguiente manera: “A medida que examinamos todas las pruebas, surge una y otra vez la idea de que alguna entidad sobrenatural —o más bien Entidad— tiene que estar implicada. ¿Es posible que, de repente y sin proponérnoslo, hayamos tropezado con prueba científica que apoye la existencia de un Ser Supremo? ¿Fue Dios quien intervino y quien de manera tan providencial trazó el cosmos para nuestro beneficio?”. No obstante, Greenstein abandona este pensar herético y reafirma su creencia ortodoxa en la religión de la evolución, recitando uno de sus dogmas de fe: “Dios no es una explicación”.
En la página 9 de su libro El Universo inteligente, el astrofísico Fred Hoyle habla de los que, como Greenstein, temen introducir a Dios en el cuadro: “Los científicos ortodoxos se muestran más preocupados por evitar un retorno a los excesos religiosos del pasado que por mirar cara a cara la verdad, [y esta preocupación] ha dominado el pensamiento científico a lo largo del siglo pasado”.
Más adelante en su libro considera estos mismos factores misteriosos que inquietan a Greenstein. Dice: “Estas propiedades se van prodigando en el mundo natural como una madeja de accidentes afortunados. Existen tantas coincidencias esenciales para la vida, que debe haber alguna explicación para ellas”. Tanto Hoyle como Greenstein dicen que la casualidad no puede explicar estas muchas “coincidencias aparentes”. Hoyle dice que para explicarlas, ‘el origen del Universo requiere una inteligencia’, una “inteligencia a una escala mayor”, ‘una inteligencia que nos precedió y que decidió conformar, como un acto deliberado de creación, estructuras idóneas para la vida’.
Nada de esto debe interpretarse como si Hoyle estuviese pensando en el Dios de la Biblia, pero él sí ve que detrás del universo y de la Tierra y la vida que hay en ella tiene que haber una gran inteligencia sobrenatural. Aunque él dice que “‘Dios’ es una palabra prohibida en la ciencia”, consiente que “[definamos] como divinidad toda inteligencia superior a la nuestra”. Especula que “a través de la condición de programación previa de nuestras mentes”, puede haber “una cadena de inteligencia que [...] se extienda [...] y que llegue a conectar con los seres humanos de la Tierra”.
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Fraude en la ciencia. El mayor de todos los fraudes¡Despertad! 1990 | 22 de enero
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b Las distancias entre las estrellas; la resonancia de partículas subatómicas y átomos para formar carbono; las cargas iguales y opuestas de electrones y protones; las propiedades singulares y anómalas del agua; las frecuencias de luz solar y de absorción requeridas para la fotosíntesis; la distancia que separa el Sol y la Tierra; las tres dimensiones del espacio, ni una más ni una menos, y otras.
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