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La enfermedad más temida del siglo XIX¡Despertad! 2010 | octubre
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La enfermedad más temida del siglo XIX
Corría el año 1854, y otro brote de cólera tenía en jaque a Londres. Se esparcía a una velocidad pasmosa. Muchos que despertaban sanos yacían muertos a la noche. No se conocía cura alguna.
ERA la enfermedad más temida del siglo, y nadie sabía su origen. Había quienes opinaban que el cólera —trastorno intestinal que produce diarrea y deshidratación agudas— se contraía al inhalar miasmas, o emanaciones tóxicas y malolientes, que procedían de materias en descomposición. Sus deducciones eran bastante lógicas, pues el Támesis, que atravesaba Londres, apestaba. ¿Transportaría el fétido aire la enfermedad?
Cinco años atrás, el médico John Snow había dicho que no era el aire lo que propagaba el cólera, sino el agua contaminada. Otro médico, William Budd, opinaba que el portador de la enfermedad era un tipo de hongo.
Durante la epidemia de 1854, Snow corroboró su teoría estudiando los hábitos de quienes habían contraído el cólera en el distrito londinense de Soho. “¿Qué tienen en común?”, se preguntó. Su investigación lo llevó a un descubrimiento sorprendente: todos los que contrajeron el cólera en aquel distrito habían bebido agua de la misma fuente pública, agua que estaba contaminada con residuos fecales.a
Aquel mismo año tuvo lugar otro hito de la medicina: el investigador italiano Filippo Pacini publicó un trabajo en el que describía la bacteria que causaba el cólera. Sin embargo, tanto sus descubrimientos como los de Snow y Budd fueron en general pasados por alto. El cólera siguió haciendo estragos hasta 1858.
El Gran Hedor
El Parlamento se había dilatado en construir un nuevo sistema de alcantarillado para sanear el Támesis, pero la ola de calor del verano de 1858 aceleró el proyecto. El hedor proveniente del río, que fluía junto a la Cámara de los Comunes, era tan insoportable que los políticos tuvieron que colgar cortinas bañadas en desinfectante en las ventanas a fin de disimular la peste. Lo que llegó a conocerse como el Gran Hedor hizo que el Parlamento actuara: en menos de tres semanas ya se había ordenado la construcción de un nuevo sistema de alcantarillado.
Se prepararon grandes canales que interceptaran los vertidos antes de llegar al Támesis para bombearlos luego hacia el este de Londres. Allí se unirían con el río y fluirían con la marea baja hasta el mar. Los resultados fueron drásticos: cuando toda la ciudad se conectó al nuevo alcantarillado, cesaron las epidemias de cólera.
Ya no quedaba ninguna duda: el origen del cólera no eran las miasmas, sino el agua o la comida contaminada. Quedó claro también que la mejor forma de prevenir enfermedades es una buena higiene.
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a Aunque en 1854 ya había inodoros con cisterna, un sistema de alcantarillado antiguo todavía conducía las aguas fecales directamente al Támesis, de donde se obtenía gran parte del agua para la población.
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