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  • Resistamos el espíritu del mundo y recibamos el de Dios
    La Atalaya 2011 | 15 de marzo
    • Resistamos el espíritu del mundo y recibamos el de Dios

      “Nosotros recibimos, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado bondadosamente.” (1 COR. 2:12)

      1, 2. a) ¿En qué tipo de guerra participamos los cristianos verdaderos? b) ¿Qué preguntas vamos a analizar?

      LOS cristianos estamos en guerra. Nuestro enemigo es un combatiente poderoso y astuto que ha luchado en mil batallas. Para colmo, dispone de un arma sumamente eficaz que le ha permitido conquistar a la mayor parte de la humanidad. Pero no tenemos por qué sentirnos indefensos ni condenados a la derrota (Isa. 41:10). Contamos con una protección insuperable, capaz de resistir todo ataque.

      2 El combate que libramos no es físico, sino espiritual. Nuestro adversario es el Diablo, y una de sus principales armas es “el espíritu del mundo” (1 Cor. 2:12). La mejor defensa es el espíritu santo. Por lo tanto, tenemos que pedírselo a Dios y producir su fruto en nuestra vida. Solo así lograremos sobrevivir en la batalla y mantenernos firmes en la fe (Gál. 5:22, 23). Ahora bien, ¿qué es el espíritu del mundo? ¿Por qué tiene tanta influencia? ¿Cómo podemos saber si está actuando en nosotros? ¿Cómo logró Jesús resistir el espíritu del mundo y recibir el de Dios, y qué lecciones nos dejó?

  • Resistamos el espíritu del mundo y recibamos el de Dios
    La Atalaya 2011 | 15 de marzo
    • ¿Está influyendo en nosotros el espíritu del mundo?

      6. ¿En qué único caso nos controlará el espíritu del mundo?

      6 Aunque muchas personas viven en ignorancia de las trampas que usa Satanás, ese no tiene por qué ser el caso de los que somos cristianos (2 Cor. 2:11). En realidad, el espíritu del mundo nos controlará solamente si lo permitimos. Examinemos cuatro preguntas que nos dejarán ver si está influyendo en nosotros este espíritu o el de Dios.

      7. ¿Cómo trata Satanás de distanciarnos de Jehová?

      7 ¿Qué demuestro con las diversiones que elijo? (Léase Santiago 3:14-18.) Satanás sabe que Jehová odia a quienes aman la violencia, y por eso procura distanciarnos de él sembrando ese sentimiento en nuestro corazón (Sal. 11:5). Apela a los más bajos deseos a través de revistas, libros, películas y canciones, así como de videojuegos donde los participantes suelen asumir papeles terriblemente violentos e inmorales. Al Diablo no le preocupa que una parte de nuestro corazón ame la justicia. Se da por satisfecho si la otra parte ama la maldad que él difunde (Sal. 97:10).

      8, 9. ¿Qué preguntas sobre el entretenimiento deberíamos plantearnos?

      8 El espíritu de Dios promueve todo lo contrario: la pureza, la apacibilidad y la misericordia. Por eso, hacemos bien en preguntarnos: “¿Me ayudan las diversiones que elijo a cultivar buenas cualidades?”. La persona que tiene la sabiduría de arriba vive su vida “sin ser hipócrita”. En efecto, quien permite que el espíritu santo guíe sus pasos no predica en la calle la pureza y la paz, y luego en casa se entretiene viendo escenas de salvajismo o inmoralidad sexual.

      9 Jehová espera devoción exclusiva. Pero Satanás no pide tanto. Como vemos por las tentaciones que le puso a Jesús, él se conforma con un solo acto de adoración (Luc. 4:7, 8). Por eso, preguntémonos: “¿Me permiten mis diversiones darle a Dios la devoción que se merece? ¿Me ayudan a resistir el espíritu del mundo, o me lo hacen más difícil? ¿Tendré que seleccionarlas con más cuidado?”.

      10, 11. a) ¿Qué actitud hacia el dinero fomenta el espíritu del mundo? b) ¿Qué actitud promueve el espíritu de Dios?

      10 ¿Cuál es mi actitud ante los bienes materiales? (Léase Lucas 18:24-30.) Mediante el espíritu del mundo, Satanás promueve la codicia y el materialismo, “el deseo de los ojos” (1 Juan 2:16). En efecto, alimenta en la gente una auténtica obsesión por las riquezas (1 Tim. 6:9, 10). Quisiera hacernos creer que la seguridad en la vida depende de tener muchas posesiones (Pro. 18:11). Si permitimos que el amor al dinero ahogue nuestro amor a Dios, el Diablo nos habrá ganado la partida. Por eso, todos deberíamos preguntarnos: “¿Gira mi vida en torno a las comodidades y los placeres?”.

      11 El espíritu de Dios nos anima a través de la Biblia a adoptar una actitud equilibrada frente al dinero y a trabajar para cubrir las necesidades materiales de nuestra familia (1 Tim. 5:8). Además, nos ayuda a imitar la generosidad de Jehová. Todos deberían poder ver que estamos más interesados en dar que en recibir. Tenemos que valorar a las personas más que a las cosas, y compartir con los demás siempre que nos sea posible (Pro. 3:27, 28). Y no podemos anteponer nunca los bienes materiales al servicio a Jehová.

      12, 13. ¿Cómo nos ayuda la fuerza activa de Jehová a vencer la influencia del espíritu del mundo?

      12 ¿Manifiesta mi personalidad el espíritu de Dios, o el del mundo? (Léase Colosenses 3:8-10, 13.) Algo que nos permitirá determinarlo es fijarnos en cómo reaccionamos cuando no van bien las cosas. ¿Demostramos en esos momentos alguna de las conductas que promueve el espíritu del mundo, las obras de la carne? (Gál. 5:19-21.) Por ejemplo, ¿qué hacemos cuando un hermano o una hermana es desatento con nosotros, nos ofende o incluso peca contra nosotros? Otro asunto sobre el que debemos reflexionar es nuestra conducta en la intimidad del hogar, pues es allí donde suele verse claramente cuál de los dos espíritus tiene más fuerza. Hagámonos el siguiente autoexamen: “En los últimos seis meses, ¿se ha vuelto más cristiana mi personalidad, o he recaído en alguna mala costumbre, sea en mi forma de hablar o de comportarme?”.

      13 El espíritu santo nos ayuda a obedecer este mandato divino: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva”. Al actuar así, creceremos en amor y bondad, y estaremos más dispuestos a perdonar a los demás, aunque tengamos motivos para estar irritados. Cuando nos parezca que nos han tratado injustamente, no reaccionaremos con “amargura maliciosa” ni con “cólera e ira y gritería” o “habla injuriosa”. Más bien, nos esforzaremos por ser “tiernamente compasivos” (Efe. 4:31, 32).

      14. ¿Qué opinión tienen acerca de la Biblia muchas personas del mundo?

      14 ¿Demuestro respeto y amor por los principios morales de las Escrituras? (Léase Proverbios 3:5, 6.) La influencia del espíritu del mundo lleva a las personas a rechazar la autoridad de la Palabra de Dios. Algunos pasan por alto los versículos que no les convienen y dan preferencia a tradiciones y filosofías humanas (2 Tim. 4:3, 4). Otros cuestionan la Biblia entera. Creyéndose sabios a sus propios ojos, ponen en duda que sea un libro inspirado o útil para el hombre de hoy, y por eso restan importancia a sus normas puras sobre el adulterio, la homosexualidad y el divorcio. En resumidas cuentas, “dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno” (Isa. 5:20). ¿Nos hemos contagiado de alguna de estas actitudes mundanas? Cuando tenemos problemas, ¿tratamos de resolverlos siguiendo la sabiduría del hombre —lo que incluye nuestras opiniones personales—, o procuramos aplicar los consejos de la Biblia?

      15. En vez de guiarnos por nuestra propia sabiduría, ¿qué deberíamos hacer siempre?

      15 El espíritu santo, en cambio, nos infunde respeto por la Palabra de Dios. Al igual que el salmista, consideramos que es una lámpara para nuestro pie y una luz para nuestra vereda (Sal. 119:105). Por eso, en vez de guiarnos por nuestra propia sabiduría, confiamos en la Biblia como guía para distinguir el bien del mal. No solo la respetamos, sino que de hecho la amamos (Sal. 119:97).

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