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  • El camino, la verdad y la vida
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús y sus 11 apóstoles fieles

      El camino, la verdad y la vida

      Seguro que a usted le gusta recibir buenas noticias. ¿Sabía que Jehová, el Creador del universo, tiene buenas noticias para usted y su familia?

      Estas se encuentran en la Biblia, una obra que Jehová hizo que se escribiera hace muchísimos años, especialmente en cuatro libros que llevan el nombre de las personas que los escribieron: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pues bien, esta publicación se centra en estos cuatro libros de la Biblia.

      Mucha gente llama a estos relatos los cuatro Evangelios. La palabra evangelio quiere decir “buena noticia”, y lo cierto es que estos cuatro libros contienen buenas noticias sobre Jesús. ¿Cuáles? Que Jesús es el medio que Dios ha dispuesto para nuestra salvación y que, como Rey del Reino celestial de Dios, traerá bendiciones eternas a todos los que demuestren fe en él (Marcos 10:17, 30; 13:13).

      ¿POR QUÉ HAY CUATRO EVANGELIOS?

      Quizás nos preguntemos por qué Dios inspiró cuatro diferentes relatos sobre la vida y las enseñanzas de Jesús.

      En realidad, fue bueno que lo hiciera. Pongamos un ejemplo. Imaginemos a cuatro hombres junto a un profesor famoso. El que está enfrente del profesor es cobrador de impuestos. El que está a su derecha es médico. El que está a su izquierda es pescador y muy buen amigo de él. Y el cuarto hombre, que está a su espalda, es el más joven de todos. Los cuatro son personas sinceras, pero tienen inquietudes y puntos de vista diferentes. Si cada uno de ellos escribe un relato sobre las enseñanzas y actividades del maestro, lo más probable es que las cuatro versiones recojan distintos detalles y sucesos. Al leer los cuatro escritos teniendo en cuenta los diferentes puntos de vista y objetivos de sus escritores, podremos hacernos una idea completa de lo que el maestro dijo e hizo. De la misma manera, tener cuatro relatos de la vida de Jesús, el Gran Maestro, es una ventaja.

      Sigamos con el ejemplo. Supongamos que el cobrador de impuestos quiere atraer a los lectores de origen judío, así que presenta algunos sucesos y enseñanzas para ayudar particularmente a ese grupo de personas. En cambio, el médico prefiere destacar las curaciones de enfermos y lisiados. Por eso omite algunos detalles que sí incluye el cobrador de impuestos, o los presenta en orden diferente. Por otro lado, el amigo del maestro se centra en las cualidades y sentimientos de este, mientras que la narración del más joven es breve y concisa. Aun así, todas las versiones son exactas. Pues lo mismo ocurre con los Evangelios: el que haya cuatro relatos de la vida de Jesús nos ayuda a comprender mejor sus actividades, sus enseñanzas y su personalidad.

      La gente suele decir “el Evangelio de Mateo”, “el Evangelio de Juan”, y así sucesivamente. Esto es correcto, ya que cada uno de ellos contiene “las buenas noticias acerca de Jesucristo” (Marcos 1:1). Sin embargo, en el sentido más amplio, solo hay un evangelio, y lo tenemos disponible en cuatro diferentes relatos.

      Muchos investigadores han comparado y ordenado los sucesos de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Eso fue lo que hizo el escritor sirio Taciano, quien reconocía que esos cuatro libros eran exactos y habían sido inspirados por Dios. Alrededor del año 170 escribió el Diatessaron, una obra que combina en un solo relato los acontecimientos de la vida y el ministerio de Jesús.

      Este libro, titulado Jesús: el camino, la verdad y la vida, es una obra similar, pero más exacta y completa. Eso es posible porque ahora comprendemos mejor el significado de muchos ejemplos y parábolas de Jesús, así como el cumplimiento de muchas de sus profecías. Esto hace que entendamos con más claridad lo que hizo y dijo Jesús, y el orden en el que ocurrieron los hechos que se narran. Además, los descubrimientos arqueológicos nos ayudan a entender ciertos detalles y los puntos de vista de los escritores. Aunque no podemos estar absolutamente seguros del orden en el que sucedieron todos los hechos, este libro los presenta en un orden lógico y razonable.

      EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

      Cuando leamos este libro, tengamos presente el mensaje principal que transmite. Recordemos lo que Jesucristo le dijo al apóstol Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por medio de mí” (Juan 14:6).

      Este libro nos ayudará a entender por qué Jesús es sin duda “el camino”. Solo mediante Jesús podemos orarle a Jehová, reconciliarnos con él y obtener su aprobación (Juan 16:23; Romanos 5:8).

      Jesús también es “la verdad”. Él dijo la verdad y vivió de acuerdo con ella. Además, muchas profecías llegaron “a ser sí mediante él”, lo que nos ayuda a entender el papel fundamental que tiene en el cumplimiento del propósito de Dios (2 Corintios 1:20; Juan 1:14; Apocalipsis 19:10).

      Y, por último, Jesucristo es “la vida”. Gracias al rescate, que pagó entregando su vida perfecta y derramando su sangre, Cristo nos dio la posibilidad de alcanzar “la vida que realmente es vida”, es decir, “la vida eterna” (1 Timoteo 6:12, 19; Efesios 1:7; 1 Juan 1:7). Él también será “la vida” para millones de personas que han muerto pero que resucitarán con la esperanza de vivir para siempre en el Paraíso (Juan 5:28, 29).

      Todos debemos entender y valorar el papel de Jesús en el propósito de Dios. Sin duda, disfrutaremos mucho aprendiendo sobre Jesús, “el camino, la verdad y la vida”.

  • Sucesos anteriores al ministerio de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María, José y los pastores mirando a Jesús de bebé mientras duerme en el pesebre

      SECCIÓN 1

      Sucesos anteriores al ministerio de Jesús

      “Él será grande” (Lucas 1:32).

  • Los comienzos del ministerio de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús sale del agua tras ser bautizado por Juan el Bautista

      SECCIÓN 2

      Los comienzos del ministerio de Jesús

      “¡Miren, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).

  • El ministerio de Jesús en Galilea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús dando el Sermón del Monte

      SECCIÓN 3

      El ministerio de Jesús en Galilea

      Jesús empezó a predicar: “El Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17).

  • El ministerio de Jesús en Judea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los discípulos le comentan a Jesús algunas de sus experiencias en el ministerio

      SECCIÓN 4

      El ministerio de Jesús en Judea

      “Ruéguenle al Dueño de la cosecha que mande trabajadores” (Lucas 10:2).

  • El ministerio de Jesús al este del Jordán
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María y Marta observan cómo Jesús resucita a su hermano, Lázaro

      SECCIÓN 5

      El ministerio de Jesús al este del Jordán

      “Muchos allí pusieron su fe en Jesús” (Juan 10:42).

  • La etapa final del ministerio de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús con un manto púrpura y con una corona de espinas mientras Pilato intenta ponerlo en libertad

      SECCIÓN 6

      La etapa final del ministerio de Jesús

      “Tu rey viene hacia ti” (Mateo 21:5).

  • Dos mensajes de parte de Dios
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Gabriel se le aparece a Zacarías; Elisabet queda embarazada

      CAPÍTULO 1

      Dos mensajes de parte de Dios

      LUCAS 1:5-33

      • EL ÁNGEL GABRIEL PREDICE EL NACIMIENTO DE JUAN EL BAUTISTA

      • GABRIEL LE DICE A MARÍA QUE PRONTO NACERÁ JESÚS

      Podemos decir que toda la Biblia es un mensaje de Dios. Nuestro Padre celestial nos la ha dado para enseñarnos muchas cosas. Pero ahora hablaremos de dos mensajes especiales que Dios transmitió hace más de dos mil años mediante un ángel llamado Gabriel. La Biblia dice que este ángel “está de pie delante de Dios” (Lucas 1:19). ¿Cuándo y dónde dio Gabriel estos importantes mensajes? ¿Y a quiénes se los entregó?

      Gabriel transmite su primer mensaje alrededor del año 3 antes de nuestra era. En las montañas de Judea, seguramente cerca de Jerusalén, vive un sacerdote de Jehová llamado Zacarías. Él y su esposa, Elisabet, ya son mayores y no tienen hijos. A Zacarías le toca ahora servir de sacerdote en el templo de Dios, en Jerusalén. Mientras está dentro del santuario del templo, se le aparece de repente Gabriel junto al altar del incienso.

      Como es natural, Zacarías se asusta, pero el ángel lo tranquiliza con estas palabras: “No tengas miedo, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y tienes que llamarlo Juan”. Gabriel también le dice que su hijo “será grande a los ojos de Jehová”. Además, le indica que Juan preparará un pueblo para Jehová (Lucas 1:13-17).

      Zacarías hace señas con las manos

      A Zacarías le cuesta mucho creer lo que le anuncia el ángel, porque él y Elisabet ya no tienen edad para tener hijos. Por eso, Gabriel le dice: “No podrás hablar y estarás en silencio hasta el día en que estas cosas sucedan, porque no creíste mis palabras” (Lucas 1:20).

      Mientras tanto, la gente fuera del santuario se pregunta por qué tarda tanto en salir Zacarías. Cuando por fin sale, no puede hablar. Tiene que comunicarse haciendo señas con las manos. Está claro que ha visto algo sobrenatural en el santuario.

      Tras terminar su servicio en el templo, Zacarías regresa a su casa. Al poco tiempo, Elisabet queda embarazada. Mientras espera a que nazca su hijo, se mantiene lejos de la gente y no sale de su casa en cinco meses.

      Gabriel se le aparece a María

      Entonces, el ángel Gabriel se aparece de nuevo. ¿A quién? A una joven soltera llamada María que vive en la ciudad de Nazaret —en la región de Galilea—, al norte de Jerusalén. ¿Qué le dice? “Cuentas con el favor de Dios. Mira, quedarás embarazada y darás a luz un hijo, y tienes que llamarlo Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo [...], y él reinará sobre la casa de Jacob para siempre. Su Reino no tendrá fin” (Lucas 1:30-33).

      Seguro que para Gabriel es un gran honor entregar estos dos mensajes. En los siguientes capítulos, veremos por qué estos mensajes de Dios son tan importantes.

      • ¿Quién entrega dos mensajes importantes de parte de Dios?

      • ¿Quiénes reciben estos mensajes?

      • ¿Por qué piensa usted que estos mensajes de parte de Dios eran tan difíciles de creer?

  • Jesús recibe honra antes de nacer
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María en un burro; Elisabet siente al bebé saltar de alegría en su vientre cuando María entra en la casa; María ayuda a Elisabet en las tareas de la casa

      CAPÍTULO 2

      Jesús recibe honra antes de nacer

      LUCAS 1:34-56

      • MARÍA VISITA A SU PARIENTE ELISABET

      El ángel Gabriel le acaba de decir a la joven María que tendrá un hijo, que este se llamará Jesús y reinará para siempre. Pero María le pregunta: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones sexuales con ningún hombre?” (Lucas 1:34).

      Gabriel le contesta: “Sobre ti vendrá espíritu santo, y el poder del Altísimo te envolverá con su sombra. Por eso el que va a nacer será llamado santo, Hijo de Dios” (Lucas 1:35).

      Quizás para ayudarla a creer lo que le acaba de decir, Gabriel añade: “Mira, tu pariente Elisabet, que ya está en su vejez, también ha concebido un hijo. Ella, a la que llamaban estéril, ya está en su sexto mes, porque nada de lo que Dios afirma es imposible” (Lucas 1:36, 37).

      María demuestra con su respuesta que cree lo que le dice el ángel: “¡Aquí está la esclava de Jehová! Que me suceda tal como has dicho” (Lucas 1:38).

      Cuando Gabriel se va, María se prepara para visitar a Elisabet, quien vive con su esposo, Zacarías. Su casa está en las montañas de Judea, cerca de Jerusalén. María vive en Nazaret, así que este viaje le toma tres o cuatro días.

      Cuando por fin llega a la casa de Zacarías, saluda a Elisabet. En ese momento, Elisabet se llena de espíritu santo y le dice a María: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿A qué se debe que tenga yo este honor, que la madre de mi Señor venga a verme? Porque, fíjate, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura que llevo en el vientre saltó de alegría” (Lucas 1:42-44).

      María se siente tan agradecida que dice: “Mi alma engrandece a Jehová, y mi espíritu no puede menos que rebosar de alegría a causa de Dios, mi Salvador, porque él se ha fijado en la humilde condición de su esclava. ¡Y de ahora en adelante todas las generaciones me llamarán feliz! Porque el Poderoso ha hecho cosas grandes por mí”. Es evidente que, aunque Dios le ha concedido un gran honor, ella no se cree especial. Al contrario, solo tiene palabras de alabanza para Dios. María sigue diciendo: “Su nombre es santo. De generación en generación les tiene misericordia a quienes le temen” (Lucas 1:46-50).

      A continuación, María alaba a Dios con estas palabras proféticas: “Ha hecho cosas poderosas con su brazo; ha dispersado a los que tienen intenciones arrogantes en el corazón. A los poderosos los ha derribado de sus tronos y a los humildes los ha elevado; a los hambrientos los ha saciado por completo con cosas buenas y a los ricos los ha despedido con las manos vacías. Ha venido a ayudar a su siervo, Israel, acordándose de su misericordia a favor de Abrahán y su descendencia para siempre” (Lucas 1:51-55).

      María ayuda a Elisabet en las tareas de la casa

      María se queda unos tres meses con Elisabet y seguro que la ayuda mucho durante las últimas semanas de su embarazo. Estas dos mujeres fieles han quedado embarazadas con la ayuda de Dios. ¡Qué animador debe ser para ellas estar juntas en estos momentos!

      Fíjese en la honra que recibió Jesús incluso antes de nacer. Elisabet lo llamó “mi Señor”, y el hijo que lleva en su vientre saltó de alegría cuando llegó María. Este trato es muy diferente al que recibirán más tarde María y su hijo, como veremos después.

      • ¿Qué le dice Gabriel a María para ayudarla a entender cómo quedará embarazada?

      • ¿Qué honra recibe Jesús antes de nacer?

      • ¿Cuánto tiempo se queda María con Elisabet, y por qué?

  • Nace el que preparará el camino
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Elisabet les muestra a otros su bebé

      CAPÍTULO 3

      Nace el que preparará el camino

      LUCAS 1:57-79

      • NACE UN BEBÉ Y LO LLAMAN JUAN

      • ZACARÍAS PREDICE LO QUE JUAN HARÁ

      Elisabet está a punto de dar a luz. María ha pasado tres meses con ella. Pero ahora ha llegado el momento de decir adiós y de emprender el largo camino de regreso a su casa, en Nazaret, al norte de Judea. En unos seis meses ella también tendrá un hijo.

      Poco después de que María se va, Elisabet da a luz, y tanto ella como el bebé se encuentran en perfecto estado. Elisabet y Zacarías están muy contentos. Cuando ella les muestra el bebé a sus vecinos y parientes, todos se alegran mucho.

      La Ley de Dios mandaba circuncidar a los hijos varones al octavo día de su nacimiento, y ese día también se les ponía nombre (Levítico 12:2, 3). Algunos quieren llamar al niño Zacarías, como su padre, pero Elisabet dice: “Se va a llamar Juan” (Lucas 1:60). Recuerde que el ángel Gabriel dijo que el bebé tendría que llamarse Juan.

      Los vecinos y parientes no están de acuerdo, así que dicen: “No hay nadie en tu familia que se llame así” (Lucas 1:61). Con gestos, le preguntan a Zacarías qué nombre quiere ponerle a su hijo. Zacarías pide que le traigan una tablilla y escribe en ella: “Su nombre es Juan” (Lucas 1:63).

      Zacarías escribe en una tablilla; Zacarías recupera el habla y empieza a profetizar

      Al instante, Zacarías recupera el habla de forma milagrosa. Ya vimos que no había podido hablar por un tiempo porque no creyó que Elisabet fuera a tener un hijo, como le había dicho el ángel. Así que ahora los vecinos se sorprenden al ver que puede hablar y se preguntan: “¿Qué llegará a ser este niño?” (Lucas 1:66). Se dan cuenta de que Juan ha recibido ese nombre por intervención divina.

      Entonces, Zacarías se llena de espíritu santo y dice: “Alabado sea Jehová, el Dios de Israel, porque se ha compadecido de su pueblo y lo ha liberado. Ha hecho surgir para nosotros un poderoso salvador de la casa de su siervo David” (Lucas 1:68, 69). Este “poderoso salvador” será el Señor Jesús, que todavía no ha nacido. A continuación, Zacarías dice que Dios rescatará de sus enemigos a los hijos de su pueblo y luego les concederá, mediante este Salvador, “el privilegio de darle servicio sagrado sin temor y con lealtad y justicia delante de él” todos los días de su vida (Lucas 1:74, 75).

      Luego, Zacarías predice lo siguiente sobre su hijo: “Tú, pequeño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante de Jehová para preparar sus caminos, para darle a su pueblo el conocimiento de la salvación mediante el perdón de sus pecados debido a la tierna compasión de nuestro Dios. Por esa compasión, la luz de un amanecer nos visitará desde lo alto para alumbrar a los que están sentados en oscuridad y bajo la sombra de la muerte, y para guiar nuestros pies por el camino de la paz” (Lucas 1:76-79). ¡Qué profecía tan animadora!

      Mientras tanto, María ya ha llegado a su casa, en Nazaret. Como todavía no está casada, ¿qué pasará cuando todo el mundo se dé cuenta de que está embarazada?

      • ¿Qué diferencia de edad hay entre Juan y Jesús?

      • ¿Qué pasa cuando Juan cumple ocho días?

      • ¿Qué misión le dará Dios a Juan?

  • María queda embarazada sin estar casada
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María le cuenta a José que está embarazada

      CAPÍTULO 4

      María queda embarazada sin estar casada

      MATEO 1:18-25 LUCAS 1:56

      • JOSÉ SE ENTERA DE QUE MARÍA ESTÁ EMBARAZADA

      • JOSÉ SE CASA CON MARÍA

      María está en su cuarto mes de embarazo. Recuerde que ha pasado la primera etapa de su embarazo con Elisabet, que vive en la región montañosa de Judea, en el sur. Pero ahora se encuentra de nuevo en Nazaret, y pronto todo el mundo se dará cuenta de que está embarazada. ¡Imagínese lo preocupada que tiene que estar!

      María está comprometida para casarse con un carpintero llamado José, y eso complica mucho las cosas. La Ley de Dios dice que, si una mujer que está comprometida con un hombre tiene relaciones sexuales con otro, debe morir a pedradas. Y María lo sabe (Deuteronomio 22:23, 24). Por eso, aunque no ha tenido relaciones con ningún hombre, es probable que se pregunte cómo le explicará su embarazo a José y qué ocurrirá después.

      Como ha estado fuera tres meses, sin duda José tiene muchas ganas de verla. Cuando por fin se ven, María le explica lo mejor que puede que ha quedado embarazada mediante el espíritu santo. Aun así, podemos imaginarnos lo difícil que es para José creer lo que ella le dice.

      Él sabe que María es una buena mujer y que tiene una excelente reputación. Además, la quiere muchísimo. Pero las explicaciones que le da no lo convencen. Sigue pensando que solo pudo quedar embarazada teniendo relaciones con un hombre. Sin embargo, no quiere que la maten a pedradas ni que la deshonren públicamente. Por eso, decide divorciarse de ella en secreto. En aquel tiempo, se veía a las parejas que estaban comprometidas como si ya estuvieran casadas. Para romper el compromiso, tenían que divorciarse.

      El ángel de Jehová se le aparece a José en un sueño

      Más tarde, mientras José sigue pensando en el asunto, se queda dormido. Entonces, se le aparece un ángel en un sueño y le dice: “No tengas miedo de llevarte a María tu esposa a tu casa, porque el niño que lleva en su interior ha sido concebido por espíritu santo. Ella dará a luz un hijo, y tienes que llamarlo Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:20, 21).

      Cuando José se despierta, se siente aliviado al ver las cosas más claras. Inmediatamente, hace lo que el ángel le manda y se lleva a María a su casa. Este acto público sirve de ceremonia de boda. A la vista de todos, José y María están ahora casados. De todas maneras, José no tiene relaciones sexuales con ella mientras está embarazada.

      María está sentada en un burro y José carga encima del animal algunas pertenencias

      Meses más tarde, José y María se ven obligados a viajar lejos de su casa, que está en Nazaret. Pero María está a punto de dar a luz. ¿Adónde tienen que ir en un momento así?

      • ¿Qué piensa José cuando se entera de que María está embarazada? ¿Por qué piensa eso?

      • ¿Puede José divorciarse de María, si aún no están casados?

      • ¿Qué hace José para que todos sepan que se ha casado con María?

  • Dónde y cuándo nace Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María va sentada en un burro mientras José guía al animal hacia Belén

      CAPÍTULO 5

      Dónde y cuándo nace Jesús

      LUCAS 2:1-20

      • JESÚS NACE EN BELÉN

      • UNOS PASTORES VAN A VER A JESÚS POCO DESPUÉS DE QUE NACE

      El emperador romano César Augusto ha ordenado a todo el mundo que se inscriba en un censo. Para registrarse, José y María tienen que viajar a la ciudad de Belén, al sur de Jerusalén, porque allí es donde nació José.

      Belén está llena de gente que ha ido a inscribirse. Así que José y María no tienen más remedio que alojarse en un establo, donde se guardan los burros y otros animales. En este lugar es donde nace Jesús. María lo envuelve en bandas de tela y lo acuesta en un pesebre, una especie de cajón donde se echa la comida para los animales.

      Sin duda, Dios se ha encargado de que César Augusto ordene a la gente registrarse. ¿Por qué lo sabemos? Porque las Escrituras habían predicho siglos atrás que sería en Belén donde nacería el gobernante prometido (Miqueas 5:2). Y, gracias a esa orden, Jesús nace en Belén, la ciudad de su antepasado el rey David.

      Esa noche pasa algo asombroso. Afuera, en el campo, una luz intensa resplandece alrededor de un grupo de pastores. ¡Es la gloria de Jehová! Un ángel de Dios les dice: “No tengan miedo, porque, miren, les anuncio buenas noticias que le traerán una gran alegría a todo el pueblo. Porque hoy les nació en la ciudad de David un salvador, que es Cristo, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un bebé envuelto en bandas de tela y acostado en un pesebre”. De pronto, aparecen muchos ángeles más y proclaman: “Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra para las personas que él aprueba” (Lucas 2:10-14).

      María, José y los pastores miran a Jesús recién nacido mientras duerme en el pesebre

      Cuando los ángeles se van, los pastores se dicen unos a otros: “Tenemos que ir a Belén, sea como sea, y ver lo que ha pasado, lo que Jehová nos ha hecho saber” (Lucas 2:15). Se marchan a toda prisa para ver al recién nacido y lo encuentran justo donde el ángel les ha dicho. Cuando los pastores cuentan lo que el ángel les dijo, la gente se queda muy asombrada. Por su parte, María graba en su corazón esas palabras y medita en ellas.

      Hoy día, muchas personas creen que Jesús nació el 25 de diciembre. Pero, en la zona de Belén, diciembre es un mes frío y lluvioso. A veces hasta nieva. En esa época del año, los pastores difícilmente habrían pasado la noche en el campo con sus rebaños. Tampoco es probable que el emperador le hubiera pedido al pueblo, que ya quería rebelarse contra él, que viajara durante días en pleno invierno para registrarse. Por eso es lógico pensar que Jesús nació en una época del año menos fría, seguramente en octubre.

      • ¿Por qué tienen José y María que viajar hasta Belén?

      • ¿Qué suceso asombroso ocurre la noche en que nace Jesús?

      • ¿Por qué es lógico pensar que Jesús no nació el 25 de diciembre?

  • El niño que Dios había prometido
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Simeón con el pequeño Jesús en sus brazos mientras José, María y la profetisa Ana lo miran

      CAPÍTULO 6

      El niño que Dios había prometido

      LUCAS 2:21-39

      • CIRCUNCIDAN A JESÚS Y LO LLEVAN AL TEMPLO

      En vez de regresar a Nazaret, José y María se quedan a vivir en Belén. Cuando Jesús tiene ocho días, lo circuncidan, como manda la Ley de Dios (Levítico 12:2, 3). Según la costumbre, ese día también se le pone nombre al niño. Así que ellos lo llaman Jesús, como el ángel les había dicho que hicieran.

      Transcurre más de un mes, y Jesús ya ha cumplido cuarenta días. Entonces, sus padres lo llevan al templo, en Jerusalén, que está solo a unos cuantos kilómetros de donde viven. La Ley indica que cuarenta días después del nacimiento de un varón la madre tiene que presentar en el templo una ofrenda de purificación (Levítico 12:4-8).

      Y eso es lo que hace María, quien lleva como ofrenda dos pájaros. Esta acción revela mucho sobre la situación económica de José y María. Según la Ley, la madre debe ofrecer un carnero joven y un pájaro. Pero, si no tiene dinero para un carnero, puede presentar dos tórtolas o dos palomas. Como María es pobre, eso es lo que ofrece.

      “LLEGÓ EL TIEMPO PARA LA PURIFICACIÓN DE ELLOS”

      José y María llevan a Jesús al templo para el sacrificio de purificación

      Cuando las mujeres israelitas daban a luz, se las consideraba ceremonialmente impuras por un tiempo. Al final de ese periodo, tenían que presentar una ofrenda quemada como sacrificio de purificación. De esta forma, todos recordaban que el pecado y la imperfección se transmitían de padres a hijos. Aunque Jesús nació perfecto y santo, María y José lo llevaron al templo y se purificaron, como exigía la Ley (Lucas 1:35; 2:22).

      En el templo, un hombre mayor se acerca a José y María. Se trata de Simeón. Dios le ha revelado que, antes de que muera, verá al Cristo o Mesías que Jehová ha prometido. Ese día, el espíritu santo lo ha dirigido al templo. Cuando ve a José y María con su hijo, toma al bebé en brazos.

      En ese momento, Simeón le da gracias a Dios y le dice: “Señor Soberano, ahora estás dejando que tu esclavo muera en paz, tal como dijiste, porque mis ojos han visto el medio que usarás para traer salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos. Es una luz para quitarles el velo a las naciones y una gloria para tu pueblo Israel” (Lucas 2:29-32).

      José y María se quedan impresionados al oírle hablar así. Simeón los bendice y le explica a María que su hijo “está designado para que en Israel muchos caigan y muchos vuelvan a levantarse”, y que la pena la atravesará a ella como una espada afilada (Lucas 2:34).

      Ese día también está en el templo Ana, una profetisa de 84 años. Lo cierto es que ella siempre está en el templo. Ahora se acerca a José, María y el bebé. Empieza a darle gracias a Dios y a hablarles de Jesús a todos los presentes.

      ¿Se imagina lo contentos que se ponen José y María con todo lo que les ha pasado en el templo? Sin duda, aquello les confirma que su hijo es el gobernante que Dios ha prometido.

      • Según la costumbre, ¿cuándo se le ponía nombre a un niño israelita?

      • ¿Qué tenían que hacer las madres israelitas cuarenta días después de tener un hijo varón? ¿Cómo sabemos que María no tenía muchos recursos económicos?

      • En el templo, ¿qué dos personas se dan cuenta de quién es Jesús? ¿Cómo reaccionan al verlo?

  • Unos astrólogos van a ver a Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Una estrella guía a los astrólogos hasta la casa donde viven José, María y Jesús

      CAPÍTULO 7

      Unos astrólogos van a ver a Jesús

      MATEO 2:1-12

      • UNA “ESTRELLA” GUÍA A UNOS ASTRÓLOGOS HASTA JERUSALÉN Y LUEGO HASTA JESÚS

      Un grupo de astrólogos llega de Oriente. Los astrólogos son personas que afirman que, estudiando la posición de las estrellas, pueden explicar por qué le pasan ciertas cosas a la gente (Isaías 47:13). Estando en su país, estos hombres han visto una “estrella” y la han seguido cientos de kilómetros. Pero esta no los guía hasta Belén, sino hasta Jerusalén.

      Al llegar allí, los astrólogos empiezan a preguntar: “¿Dónde está el que nació rey de los judíos? Porque vimos su estrella cuando estábamos en Oriente y hemos venido a rendirle homenaje” (Mateo 2:1, 2).

      Los astrólogos se inclinan ante el rey Herodes

      Cuando Herodes, el rey de Jerusalén, se entera, se pone muy furioso. Así que llama a los sacerdotes principales y a otros líderes religiosos judíos, y les pregunta dónde tiene que nacer el Cristo. Basándose en las Escrituras, ellos le responden: “En Belén” (Mateo 2:5; Miqueas 5:2). Al oír eso, Herodes manda llamar en secreto a los astrólogos y les dice: “Vayan y busquen al niño por todos lados. Cuando lo encuentren, vuelvan y háganmelo saber para que yo también pueda ir a rendirle homenaje” (Mateo 2:8). Pero, en realidad, lo que Herodes quiere es matar al niño.

      Cuando los astrólogos se ponen en camino, la “estrella” que los ha guiado desde Oriente va delante de ellos. Está claro que no es una estrella común y corriente. Alguien la está usando para dirigirlos. Los astrólogos la siguen hasta que esta se detiene encima de la casa donde José y María viven ahora con su hijo.

      Los astrólogos, que han seguido la estrella hasta Belén, les dan regalos a María y Jesús

      Al entrar en la casa, los astrólogos ven a María con Jesús. En ese momento, se arrodillan delante del niño para rendirle homenaje y le dan los regalos que le han traído: oro, incienso y mirra. Más tarde, cuando están a punto de ir a ver a Herodes, Dios les advierte en un sueño que no lo hagan. De modo que regresan a su país por otro camino.

      ¿Quién se valió de aquella “estrella” para guiar a los astrólogos? Recuerde que no los dirigió directamente a Belén, donde estaba Jesús. Los llevó hasta Jerusalén. ¿Y con quién hablaron allí? Con Herodes. Este rey quería matar a Jesús, y lo habría hecho si no fuera porque Dios les prohibió a los astrólogos que le dijeran dónde estaba el niño. No hay duda de que fue el enemigo de Dios, Satanás, quien se valió de la “estrella” para tratar de matar a Jesús.

      • ¿Por qué sabemos que la “estrella” que vieron los astrólogos no era una estrella común y corriente?

      • ¿Dónde está viviendo Jesús cuando los astrólogos van a verlo?

      • ¿Por qué se puede decir que fue Satanás quien guió a los astrólogos?

  • Se escapan de un gobernante cruel
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • El rey Herodes manda matar a todos los niños pequeños de Belén

      CAPÍTULO 8

      Se escapan de un gobernante cruel

      MATEO 2:13-23

      • LA FAMILIA DE JESÚS HUYE A EGIPTO

      • JOSÉ LLEVA A SU FAMILIA A VIVIR A NAZARET

      José despierta a María para contarle algo urgente. Un ángel de Jehová se le acaba de aparecer en un sueño y le ha dicho: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mateo 2:13).

      Así que José, María y Jesús huyen esa misma noche. Lo hacen justo a tiempo, porque Herodes se entera de que los astrólogos lo han engañado. Él les había pedido que regresaran a informarle acerca del niño, pero, en vez de eso, se han ido directamente a su país. Herodes se enoja muchísimo. Con el fin de matar a Jesús, ordena asesinar a todos los niños varones de dos años o menos que viven en Belén y toda su región. Calcula la edad de Jesús por lo que los astrólogos de Oriente le contaron.

      Un soldado trata de quitarle a una madre su bebé

      Lo que ordena Herodes es algo horrible. No sabemos cuántos niños fueron asesinados, pero los lamentos y llantos de las madres cumplieron una profecía de Jeremías, un profeta de Dios (Jeremías 31:15).

      Antes de que eso suceda, José y su familia ya han huido a Egipto y se quedan a vivir allí. Pasado algún tiempo, un ángel de Jehová se le vuelve a aparecer a José de noche en un sueño y le dice: “Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que querían quitarle la vida al niño” (Mateo 2:20). Al ver que ya no hay peligro, José lleva a la familia de regreso a su país. Esto cumple otra profecía de la Biblia, la que dice que Dios llamaría de Egipto a su hijo (Oseas 11:1).

      Parece que José tiene la intención de volver con su familia a Judea, quizás cerca de Belén, porque allí es donde vivían antes de huir a Egipto. Pero se entera de que Arquelao, el malvado hijo de Herodes, es ahora rey de Judea. Además, en otro sueño, Dios le revela que es peligroso irse a vivir allí. Así que José y su familia se van más al norte y se establecen en la ciudad galilea de Nazaret, lejos del centro del judaísmo. Jesús crece en este lugar, lo cual cumple esta profecía: “Será llamado Nazareno” (Mateo 2:23).

      • ¿Qué hace el rey Herodes al ver que los astrólogos no regresan? ¿Cómo protege Jehová a Jesús?

      • ¿Por qué no regresan José y su familia a Belén después de salir de Egipto?

      • ¿Qué profecías bíblicas se cumplen en esta etapa de la vida de Jesús?

  • Jesús crece en Nazaret
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • José le enseña a Jesús el oficio de carpintero

      CAPÍTULO 9

      Jesús crece en Nazaret

      MATEO 13:55, 56 MARCOS 6:3

      • JOSÉ Y MARÍA TIENEN MÁS HIJOS

      • JESÚS APRENDE UN OFICIO

      Jesús crece en Nazaret, una ciudad pequeña y de poca importancia al norte de Judea. Este lugar se encuentra en una zona montañosa de la región de Galilea, al oeste de un gran lago conocido como el mar de Galilea.

      Es posible que Jesús tuviera unos dos años de edad cuando sus padres lo trajeron a esta ciudad tras salir de Egipto. Al parecer, Jesús era hijo único en ese momento. Pero, más adelante, José y María tienen más hijos: Santiago, José, Simón y Judas. Además, tienen al menos dos hijas. De modo que Jesús tiene cuatro medio hermanos y, como mínimo, dos medio hermanas menores que él.

      Jesús tiene más parientes. Ya conocemos a Elisabet y su hijo, Juan, que viven a muchos kilómetros al sur, en Judea. Pero, cerca, en Galilea, vive Salomé, que es al parecer hermana de María y, por tanto, tía de Jesús. Su esposo se llama Zebedeo y sus dos hijos, Santiago y Juan, que serían, en este caso, primos de Jesús. No sabemos cuánto tiempo pasa Jesús con Santiago y Juan durante su infancia, pero más adelante llegan a ser buenos amigos y apóstoles de él.

      José es carpintero y tiene que trabajar mucho para mantener a su numerosa familia. Puesto que cría a Jesús como si fuera su propio hijo, todo el mundo conoce a Jesús como “el hijo del carpintero” (Mateo 13:55). Conforme este va creciendo, José le enseña carpintería, y él aprende bien el oficio. De hecho, con el tiempo, la gente se refiere a Jesús como “el carpintero” (Marcos 6:3).

      José y María les enseñan a sus hijos sobre Jehová

      Lo más importante para José y su familia es adorar a Jehová. Como manda la Ley de Dios, José y María les enseñan a sus hijos sobre Jehová en todo momento: en casa, cuando van de viaje, al acostarse y al levantarse (Deuteronomio 6:6-9). Además, hay una sinagoga en Nazaret. No hay duda de que José lleva a su familia allí con frecuencia para adorar a Dios. Más tarde, se dice que Jesús tiene la costumbre de ir a la sinagoga en sábado (Lucas 4:16). La familia de Jesús también disfruta de los viajes que suele hacer al templo de Jerusalén, como veremos en el siguiente capítulo.

      • ¿Cuántos hermanos y hermanas tiene Jesús como mínimo?

      • ¿Qué oficio aprende Jesús, y de quién lo aprende?

      • ¿Qué importante educación le da José a su familia?

  • Jesús y su familia viajan a Jerusalén
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús, con 12 años, haciendo preguntas a los maestros judíos en el templo

      CAPÍTULO 10

      Jesús y su familia viajan a Jerusalén

      LUCAS 2:40-52

      • CON 12 AÑOS, JESÚS LES HACE PREGUNTAS A LOS MAESTROS EN EL TEMPLO

      • JESÚS DICE QUE JEHOVÁ ES SU PADRE

      Es primavera, época en la que la familia de José, sus amigos y sus parientes viajan juntos a Jerusalén. Van allí todos los años para celebrar la Pascua, como manda la Ley (Deuteronomio 16:16). Nazaret se encuentra a unos 120 kilómetros (75 millas) de Jerusalén. Todos están ocupados y entusiasmados con los preparativos. Jesús, que ya tiene 12 años, está deseando acudir a la fiesta y estar de nuevo cerca del templo.

      Jesús y su familia pasan varios días en Jerusalén. Después de la Pascua, se celebra la Fiesta de los Panes Sin Levadura, que dura siete días (Marcos 14:1). Esta fiesta se considera parte de la celebración de la Pascua. Normalmente, desde que salen de Nazaret hasta que regresan, suelen pasar unas dos semanas. Pero este año el viaje toma algo más de tiempo por algo que ocurre con Jesús y que descubren en el camino de vuelta.

      OCASIONES FELICES

      Jesús y su familia viajando a Jerusalén

      Los viajes que se hacían a Jerusalén para celebrar las tres fiestas anuales eran ocasiones felices para todos (Deuteronomio 16:15). Durante estos viajes, Jesús tenía la oportunidad de ver distintos lugares y paisajes del país, y de conocer a siervos de Jehová de otras regiones. Sin duda, eran ocasiones inolvidables.

      Mientras se dirigen al norte, José y María dan por sentado que Jesús está con los familiares y amigos que van con ellos. Pero, cuando paran a pasar la noche, no lo ven. Lo buscan entre sus compañeros de viaje, pero no lo encuentran. ¡El muchacho no aparece por ninguna parte! Así que José y María regresan a Jerusalén para buscarlo.

      Pasan dos días enteros buscándolo, pero no hay ni rastro de él. Por fin, lo encuentran al tercer día en el templo, que tiene muchas salas. Lo ven sentado en medio de los maestros judíos, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Los maestros están asombrados por lo bien que entiende las cosas espirituales.

      José y María encuentran a Jesús

      Al verlo, María le pregunta: “Hijo, ¿por qué nos hiciste esto? Piensa que tu padre y yo te hemos estado buscando desesperados” (Lucas 2:48).

      A Jesús le sorprende que sus padres no supieran dónde estaba. Así que les pregunta: “¿Por qué me estaban buscando? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (Lucas 2:49).

      Después de esto, Jesús regresa con José y María a Nazaret y continúa obedeciéndolos y respetando su autoridad. Sigue creciendo y haciéndose más sabio, y tanto Dios como la gente lo aprecian cada vez más. Los jóvenes de hoy en día pueden aprender mucho del ejemplo de Jesús, quien desde niño puso en primer lugar los asuntos espirituales y mostró respeto por sus padres.

      • ¿Qué viaje hace Jesús con su familia cada primavera, y por qué?

      • Cuando Jesús tiene 12 años, ¿de qué se dan cuenta José y María en el viaje de regreso a su casa? ¿Dónde encuentran a Jesús?

      • ¿Qué buen ejemplo les dio Jesús a los jóvenes?

  • Juan el Bautista prepara el camino
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Juan el Bautista anima al pueblo a arrepentirse

      CAPÍTULO 11

      Juan el Bautista prepara el camino

      MATEO 3:1-12 MARCOS 1:1-8 LUCAS 3:1-18 JUAN 1:6-8, 15-28

      • JUAN EMPIEZA A PREDICAR Y BAUTIZA A LOS QUE SE ARREPIENTEN

      • BAUTIZA A MUCHOS, PERO NO A TODOS LOS QUE VIENEN A ÉL

      Es la primavera del año 29 de nuestra era. Han pasado diecisiete años desde que Jesús estuvo en el templo haciéndoles preguntas a los maestros. Ahora, muchas personas están hablando de Juan, el familiar de Jesús que está predicando en toda la zona que queda al oeste del río Jordán.

      Juan es un hombre que causa una gran impresión en la gente por su aspecto y manera de hablar. Va vestido con ropa de pelo de camello y lleva un cinturón de cuero. Se alimenta de miel silvestre y langostas, que son una clase de saltamontes o chapulín. Además, predica el siguiente mensaje: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2).

      El mensaje de Juan toca el corazón de quienes se acercan a escucharle. Muchos se dan cuenta de que necesitan arrepentirse, cambiar de actitud y de conducta, y rechazar su antiguo estilo de vida. Vienen a verlo “de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región del Jordán” (Mateo 3:5). Muchas de estas personas se arrepienten de sus pecados y Juan las bautiza sumergiéndolas en las aguas del río Jordán. ¿Por qué las bautiza?

      Los judíos que se arrepienten acuden a Juan para que los bautice

      Juan las bautiza como señal de que se han arrepentido sinceramente de haber pecado contra el pacto de la Ley de Dios (Hechos 19:4). Pero no todos cumplen con los requisitos para ser bautizados. Cuando un grupo de fariseos y saduceos se acerca a Juan, él llama a estos líderes religiosos “crías de víboras” y les dice: “Primero produzcan frutos que demuestren su arrepentimiento. No se les ocurra decirse a sí mismos ‘Nuestro padre es Abrahán’. Porque les digo que Dios puede hacer que hasta de estas piedras surjan hijos para Abrahán. El hacha ya está junto a la raíz de los árboles. Así que todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego” (Mateo 3:7-10).

      Juan se está convirtiendo en el centro de atención. Además, proclama un mensaje muy impactante y está bautizando a mucha gente. Por eso, los judíos envían a unos sacerdotes y a unos levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”.

      —Yo no soy el Cristo —admite Juan.

      —¿Entonces qué? ¿Eres Elías?

      —No, no lo soy.

      —¿Eres el Profeta? —le preguntan, refiriéndose al gran profeta que Moisés dijo que vendría (Deuteronomio 18:15, 18).

      —¡No! —contesta Juan.

      Pero ellos no se rinden y le dicen de nuevo: “Dinos quién eres para que les llevemos una respuesta a los que nos enviaron. ¿Tú qué dices de ti mismo?”. A lo que Juan responde: “Yo soy la voz de alguien que grita en el desierto ‘¡Hagan que el camino de Jehová quede recto!’, tal como dijo el profeta Isaías” (Juan 1:19-23).

      “Si no eres el Cristo ni Elías ni el Profeta, ¿entonces por qué bautizas?”, le preguntan intrigados. En respuesta, Juan les dice algo muy importante: “Yo bautizo en agua. Hay alguien entre ustedes al que no conocen. Es el que viene detrás de mí” (Juan 1:25-27).

      Con estas palabras, Juan reconoce que su misión es preparar el camino, es decir, ayudar a las personas a tener la actitud correcta para que acepten al Mesías prometido, el que llegaría a ser Rey. Juan dice acerca de él: “El que viene después de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera merezco quitarle las sandalias” (Mateo 3:11). Y afirma: “El que viene detrás de mí se me ha adelantado, porque existía antes que yo” (Juan 1:15).

      Sin duda, el mensaje de Juan “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos se ha acercado” es muy oportuno, pues sirve para anunciar que el ministerio de Jesús, el futuro Rey Mesiánico, está a punto de comenzar (Mateo 3:2).

      • ¿Qué clase de hombre es Juan? ¿Qué obra realiza?

      • ¿Por qué bautiza Juan a la gente?

      • ¿Qué mensaje predica Juan, y por qué es oportuno?

  • El bautismo de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús le pide a Juan que lo bautice, pero Juan no cree que deba hacerlo

      CAPÍTULO 12

      El bautismo de Jesús

      MATEO 3:13-17 MARCOS 1:9-11 LUCAS 3:21, 22 JUAN 1:32-34

      • JESÚS ES BAUTIZADO Y UNGIDO

      • JEHOVÁ DECLARA QUE JESÚS ES SU HIJO

      Juan el Bautista lleva predicando unos seis meses cuando Jesús, que ya tiene unos 30 años, va a buscarlo al río Jordán. Jesús no va a verlo para saber cómo está ni para preguntarle por los progresos de su obra. En realidad, va para pedirle que lo bautice.

      Como es natural, Juan no cree que deba hacerlo, por eso le dice: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?” (Mateo 3:14). Él sabe que Jesús es el Hijo de Dios. Sin duda, su madre, Elisabet, le ha contado que él saltó de alegría dentro de su vientre cuando María fue a verla estando embarazada de Jesús. Además, seguro que, con el tiempo, Juan se enteró de que un ángel había anunciado el nacimiento de Jesús y de que unos ángeles se les aparecieron a unos pastores la noche en que nació.

      Juan sabe que el bautismo que realiza es para quienes se arrepienten de sus pecados, pero Jesús no ha cometido ninguno. A pesar de la reacción inicial de Juan, Jesús le insiste: “Deja que sea así esta vez, porque está bien que cumplamos de este modo con todo lo que es justo” (Mateo 3:15).

      ¿Por qué es apropiado que Jesús se bautice? Porque lo hace, no para demostrar que se ha arrepentido de sus pecados, sino para indicar que se presenta ante su Padre a fin de hacer Su voluntad (Hebreos 10:5-7). Hasta ahora, Jesús ha trabajado de carpintero, pero ha llegado el momento de que empiece la obra que su Padre celestial le mandó hacer en la Tierra. ¿Espera Juan que ocurra algo extraordinario cuando bautice a Jesús?

      Pues bien, Juan cuenta más tarde: “El que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Sabrás quién es el que bautiza en espíritu santo cuando veas que el espíritu baja y se queda sobre él’” (Juan 1:33). Así que Juan espera que el espíritu de Dios descienda sobre alguien a quien él bautice. Por lo tanto, cuando Jesús sale del agua, puede que a Juan no le sorprenda ver “el espíritu de Dios bajando como una paloma y viniendo sobre Jesús” (Mateo 3:16).

      El espíritu santo desciende sobre Jesús en el momento de su bautismo

      Pero entonces ocurre algo más: se abren los cielos. ¿Qué significa eso? Probablemente significa que, a partir de ese momento, Jesús recuerda la vida que había tenido en el cielo como hijo espiritual de Jehová, así como las verdades que Dios le enseñó antes de venir a la Tierra.

      Además, en el momento de su bautismo, una voz dice desde el cielo: “Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación” (Mateo 3:17). ¿De quién es esa voz? No puede ser de Jesús, porque él está allí mismo con Juan. Es la voz de Dios, lo que deja claro que Jesús no es Dios, sino su Hijo.

      Mientras estuvo en la Tierra, Jesús fue un hijo humano de Dios, igual que Adán. Después de relatar el bautismo de Jesús, el discípulo Lucas escribe: “Cuando Jesús comenzó su labor, tenía unos 30 años. Era, según se opinaba, hijo de José, hijo de Helí, [...] hijo de David, [...] hijo de Abrahán, [...] hijo de Noé, [...] hijo de Adán, hijo de Dios” (Lucas 3:23-38).

      Jesús es un hijo humano de Dios, tal como lo era Adán. Pero, en el momento de su bautismo, Jesús se convierte también en el Hijo espiritual de Dios. Por eso, a partir de entonces, tiene una relación especial con él. Esto significa que ahora puede transmitir las verdades de Dios y mostrar el camino a la vida. Al bautizarse, emprende un camino que lo llevará a sacrificar su vida por la humanidad pecadora.

      • ¿Por qué podemos decir que Jesús no es un desconocido para Juan?

      • ¿Por qué bautiza Juan a Jesús, si este no ha cometido ningún pecado?

      • ¿Por qué es probable que a Juan no le sorprenda ver el espíritu de Dios descendiendo sobre Jesús?

  • Qué aprendemos de cómo enfrentó Jesús las tentaciones
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús resiste las tentaciones del Diablo

      CAPÍTULO 13

      Qué aprendemos de cómo enfrentó Jesús las tentaciones

      MATEO 4:1-11 MARCOS 1:12, 13 LUCAS 4:1-13

      • SATANÁS TIENTA A JESÚS

      Justo después de que Jesús se bautiza, el espíritu de Dios lo dirige al desierto de Judea. Sin duda, tiene mucho en lo que pensar, pues “los cielos se abrieron” cuando se bautizó (Mateo 3:16). Así que desde ese momento puede recordar cosas que aprendió e hizo en el cielo. Es obvio que necesita meditar en todos estos asuntos.

      Jesús pasa cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. En todo ese tiempo no come nada, así que tiene mucha hambre. Entonces, el Diablo aprovecha la situación para tentarlo. Se le acerca y le dice: “Si eres hijo de Dios, diles a estas piedras que se conviertan en panes” (Mateo 4:3). Jesús sabe que está mal usar su poder sobrenatural con el fin de satisfacer sus deseos, de modo que resiste la tentación.

      Pero el Diablo no se da por vencido y trata de tentarlo de otra manera. Le dice que se arroje desde la parte más alta del templo para que lo salven los ángeles. Pero Jesús tampoco cae en la tentación de exhibirse así. Al contrario, cita las Escrituras para mostrar que está mal poner a prueba a Dios de esa manera.

      Entonces, el Diablo tienta a Jesús una tercera vez. De alguna forma, le muestra “todos los reinos del mundo y su gloria” y le dice: “Te daré todas estas cosas si te arrodillas y realizas ante mí un solo acto de adoración”. Pero Jesús rechaza de plano la oferta. Le ordena: “¡Vete, Satanás!” (Mateo 4:8-10). Vence otra vez la tentación porque sabe que solamente se debe adorar a Jehová, y él está decidido a serle fiel.

      ¿Qué aprendemos de estas tentaciones del Diablo y de cómo reaccionó Jesús? Este relato nos enseña que las tentaciones fueron reales y que, por tanto, el Diablo no es simplemente la cualidad del mal, como algunos piensan. Aunque es cierto que es invisible, se trata de una persona real. También aprendemos que los gobiernos del mundo le pertenecen al Diablo y que él los controla. Si no fuera así, ¿habría sido una verdadera tentación para Jesús la oferta de Satanás?

      Además, el Diablo le dijo a Jesús que le daría todos los reinos del mundo a cambio de que realizara ante él un acto de adoración. Y lo cierto es que puede tentarnos a nosotros de manera parecida, quizás presentándonos grandes oportunidades de obtener dinero, autoridad o una buena posición social. Sin duda, sea cual sea la tentación que nos asalte, lo mejor es seguir el ejemplo de Jesús y ser leales a Dios. Asimismo, recordemos que el Diablo se alejó de Jesús “a la espera de otro momento conveniente”, y tal vez haga lo mismo con nosotros (Lucas 4:13). Por eso, nunca bajemos la guardia.

      • ¿En qué medita Jesús probablemente durante los cuarenta días que pasa en el desierto?

      • ¿De qué maneras trata el Diablo de tentar a Jesús?

      • ¿Qué aprendemos de las tentaciones del Diablo y de cómo reaccionó Jesús?

  • Jesús empieza a hacer discípulos
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Juan el Bautista llama a Jesús el Cordero de Dios

      CAPÍTULO 14

      Jesús empieza a hacer discípulos

      JUAN 1:29-51

      • LO SIGUEN SUS PRIMEROS DISCÍPULOS

      Jesús ha pasado cuarenta días en el desierto y ahora tiene la intención de volver a Galilea. Pero, antes de regresar, va de nuevo a ver a Juan, quien lo había bautizado. Cuando Juan lo ve acercarse, lo señala y exclama ante todos: “¡Miren, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! Este es aquel del que dije: ‘Detrás de mí viene un hombre que se me ha adelantado, porque existía antes que yo’” (Juan 1:29, 30). Aunque es un poco mayor que Jesús, Juan sabe que, antes de que él mismo naciera, Jesús ya había vivido en el cielo.

      Unas semanas antes, cuando Jesús acudió a él para que lo bautizara, Juan no parecía estar seguro de que Jesús fuera el Mesías, pues reconoce: “Ni siquiera yo lo conocía, pero la razón por la que vine bautizando en agua es esta: para que él fuera puesto de manifiesto a Israel” (Juan 1:31).

      A continuación, Juan les cuenta a sus oyentes lo que sucedió cuando lo bautizó: “Vi el espíritu bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre él. Ni siquiera yo lo conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Sabrás quién es el que bautiza en espíritu santo cuando veas que el espíritu baja y se queda sobre él’. Y yo eso lo vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios” (Juan 1:32-34).

      Al día siguiente, Juan el Bautista está con dos de sus discípulos cuando Jesús se les acerca de nuevo. Al verlo, Juan exclama otra vez: “¡Miren, el Cordero de Dios!” (Juan 1:36). Entonces, esos dos discípulos de Juan empiezan a seguir a Jesús. Uno de ellos se llama Andrés, y lo más seguro es que el otro sea el escritor de estos sucesos, que también se llama Juan. Parece ser que este Juan es primo de Jesús, ya que es hijo de Zebedeo y Salomé, quien probablemente es hermana de María.

      Jesús mira atrás y, al ver que Andrés y Juan lo están siguiendo, les dice: “¿Qué buscan?”.

      —Rabí, ¿dónde te estás hospedando? —le preguntan.

      —Vengan y verán —les responde (Juan 1:37-39).

      Jesús habla con Felipe y Natanael

      Son cerca de las cuatro de la tarde, y Andrés y Juan se quedan con Jesús el resto del día. Andrés está tan emocionado que, cuando ve a su hermano Simón, también llamado Pedro, le cuenta que han encontrado al Mesías y lo lleva adonde él está (Juan 1:41). Aunque Juan no lo menciona en su relato, los sucesos posteriores nos hacen pensar que él también habla con su hermano Santiago y lo lleva a Jesús.

      Al día siguiente, Jesús se encuentra a Felipe, quien es de Betsaida. De hecho, Andrés y Pedro también son de esta ciudad situada en la costa norte del mar de Galilea. Al ver a Felipe, Jesús le dice: “Sé mi seguidor” (Juan 1:43).

      Después, Felipe se encuentra con Natanael, también llamado Bartolomé, y le dice: “Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret”. Pero Natanael no acaba de creérselo y le pregunta: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”.

      “Ven y verás”, le dice Felipe. Cuando Jesús ve llegar a Natanael, dice: “Miren, sin duda un israelita en quien no hay engaño”.

      —¿Cómo es que me conoces? —le pregunta Natanael.

      —Te vi cuando estabas debajo de la higuera, antes de que Felipe te llamara —le responde Jesús.

      —Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel —contesta Natanael, lleno de asombro.

      Pero Jesús le pregunta: “¿Crees en mí porque te dije que te vi debajo de la higuera? Verás cosas más grandes que estas”. Y les promete a los presentes: “De verdad les aseguro que ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando hacia el Hijo del Hombre” (Juan 1:45-51).

      Poco después de esto, Jesús y sus nuevos discípulos dejan el valle del Jordán y se dirigen a Galilea.

      • ¿Quiénes son los primeros discípulos de Jesús?

      • ¿Cómo llega Jesús a conocer a Pedro, y quizás también a Santiago?

      • ¿Qué convence a Natanael de que Jesús es el Hijo de Dios?

  • Realiza su primer milagro
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Durante un banquete de boda en Caná, Jesús pide que llenen de agua las vasijas

      CAPÍTULO 15

      Realiza su primer milagro

      JUAN 2:1-12

      • SE CELEBRA UNA BODA EN CANÁ

      • JESÚS CONVIERTE EL AGUA EN VINO

      Hace tres días que Natanael se ha hecho discípulo de Jesús. Ahora Jesús y algunos de sus primeros discípulos se dirigen al norte, al distrito de Galilea, su lugar de origen. Los han invitado a asistir a un banquete de boda en Caná, de donde es Natanael. Esta ciudad está situada en las colinas al norte de Nazaret, donde se crió Jesús.

      María, la madre de Jesús, también está en la boda. Es amiga de la familia de los novios y, al parecer, está ayudando a atender a los muchos invitados. Enseguida se da cuenta de que el vino se ha acabado y se lo comenta a Jesús (Juan 2:3).

      En realidad, lo que María quiere es que Jesús haga algo al respecto. Pero él le responde usando una expresión de la época que indica que no le parece bien su petición: “¿Y por qué debería importarnos eso a ti y a mí, mujer?” (Juan 2:4). Puesto que Jesús es el Rey nombrado por Dios, solo su Padre celestial puede darle instrucciones, no sus familiares ni sus amigos. María deja con prudencia el asunto en manos de su hijo y simplemente les dice a los que están sirviendo: “Hagan todo lo que él les diga” (Juan 2:5).

      Hay seis vasijas de piedra y cada una puede contener más de 40 litros (10 galones). De modo que Jesús manda: “Llenen de agua las vasijas”. Después les dice: “Ahora saquen un poco y llévenselo al director del banquete” (Juan 2:7, 8).

      El director del banquete felicita al novio por la excelente calidad del vino

      El director del banquete se queda impresionado por la excelente calidad del vino que están sirviendo, pero no sabe que lo ha hecho Jesús de forma milagrosa. Por eso, llama al novio y le dice: “Todo el mundo sirve primero el buen vino y luego, cuando la gente ya está borracha, sirve el de peor calidad. Pero tú has tenido guardado el vino bueno hasta ahora” (Juan 2:10).

      Este milagro, que es el primero que realiza Jesús, fortalece mucho la fe que tienen en él sus nuevos discípulos. Después de la boda, Jesús se va con su madre y sus medio hermanos a la ciudad de Capernaúm, situada en la costa noroeste del mar de Galilea.

      • ¿Cuándo se celebra la boda en Caná?

      • ¿Qué le dice Jesús a su madre cuando ella le comenta que se ha acabado el vino?

      • ¿Qué milagro realiza Jesús, y qué efecto tiene en las demás personas?

  • Jesús demuestra su devoción por la adoración verdadera
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús echa del templo a los que cambian el dinero

      CAPÍTULO 16

      Jesús demuestra su devoción por la adoración verdadera

      JUAN 2:12-22

      • JESÚS ECHA DEL TEMPLO A LOS COMERCIANTES

      Después de la boda en Caná, Jesús va a Capernaúm con su madre y sus medio hermanos: Santiago, José, Simón y Judas.

      Pero ¿por qué va a Capernaúm? Esta ciudad está mejor situada geográficamente que Nazaret o Caná y es más grande. Además, muchos de sus nuevos discípulos viven en ese lugar o cerca de allí. Así, Jesús podrá darles preparación en su tierra natal.

      Jesús también realiza grandes obras en Capernaúm. De hecho, mucha gente de la ciudad y de sus alrededores oye hablar de lo que él hace. Pero, poco tiempo después, Jesús y sus discípulos se dirigen a Jerusalén, como todos los judíos fieles, para celebrar la Pascua del año 30.

      Estando en el templo de Jerusalén, los discípulos de Jesús ven una faceta de él que desconocían y que les causa una gran impresión.

      La Ley de Dios dice que los israelitas deben ofrecer sacrificios de animales en el templo, en Jerusalén. Por otro lado, los que llegan de afuera necesitan conseguir alimentos para los días que pasen en la ciudad. La Ley permite que los que vienen de lejos compren al llegar vacas, ovejas, cabras y cualquier cosa que necesiten durante su estancia (Deuteronomio 14:24-26). Así que los comerciantes de Jerusalén se aprovechan de la situación vendiendo pájaros y otros animales en un patio grande dentro del templo. Además, algunos de ellos estafan a la gente poniendo precios muy elevados.

      Al ver lo que sucede, Jesús se enoja muchísimo. De modo que desparrama las monedas de los que cambian el dinero, vuelca sus mesas y los echa del templo. Luego les dice: “¡Quiten todo esto de aquí! ¡Dejen de convertir la casa de mi Padre en un mercado!” (Juan 2:16).

      Cuando los discípulos de Jesús ven lo que ha pasado, se acuerdan de esta profecía sobre el Hijo de Dios: “La devoción que siento por tu casa arderá en mi interior”. Pero unos judíos le preguntan a Jesús: “¿Qué señal puedes mostrarnos de que tienes autoridad para hacer esto?”. Él les responde: “Derriben este templo y en tres días lo levantaré” (Juan 2:17-19; Salmo 69:9).

      Como los judíos dan por sentado que Jesús se refiere al templo de Jerusalén, le dicen: “Tomó 46 años construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” (Juan 2:20). Pero, en realidad, con la palabra templo, Jesús se está refiriendo a su cuerpo. Tres años más tarde, cuando es resucitado, sus discípulos recuerdan estas palabras.

      • ¿A qué lugares va Jesús después de la boda en Caná?

      • ¿Por qué se enoja Jesús en el templo, y qué hace a continuación?

      • Cuando Jesús habla de “este templo”, ¿a qué se refiere, y a qué acontecimiento futuro señala?

  • Nicodemo va a ver a Jesús de noche
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con Nicodemo de noche

      CAPÍTULO 17

      Nicodemo va a ver a Jesús de noche

      JUAN 2:23-3:21

      • JESÚS HABLA CON NICODEMO

      • QUÉ SIGNIFICA “NACER DE NUEVO”

      Mientras Jesús está en Jerusalén para celebrar la Pascua del año 30, hace milagros asombrosos. Así que muchas personas empiezan a creer en él. Nicodemo, un fariseo y miembro del tribunal supremo judío o Sanedrín, está impresionado. Como quiere saber más acerca de Jesús, lo visita de noche, probablemente por temor a que otros líderes judíos lo vean y se manche su reputación.

      Nicodemo le dice: “Rabí, sabemos que eres un maestro enviado por Dios, porque ningún hombre puede hacer los milagros que tú haces si Dios no está con él”. Entonces, Jesús le explica que para entrar en el Reino de Dios hay que nacer de nuevo (Juan 3:2, 3).

      “¿Cómo puede alguien nacer cuando es viejo? —pregunta Nicodemo—. No puede meterse en la matriz de su madre y nacer por segunda vez, ¿verdad?” (Juan 3:4).

      No. Está claro que eso no es lo que significa nacer de nuevo. Jesús le explica lo que quiere decir: “Si uno no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Juan 3:5). Jesús nació “del agua y del espíritu” cuando fue bautizado y descendió espíritu santo sobre él. Entonces, se oyó una voz que dijo desde el cielo: “Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación” (Mateo 3:16, 17). Con esas palabras, Dios anunció que Jesús, en ese momento, se había convertido en un hijo espiritual con la perspectiva de entrar en el Reino de los cielos. Más tarde, en el Pentecostés del año 33, Dios derramó espíritu santo sobre un grupo de cristianos bautizados. De ese modo, estos nacerán de nuevo, es decir, llegarán a ser hijos ungidos de Dios (Hechos 2:1-4).

      A Nicodemo le cuesta entender lo que Jesús le está enseñando sobre el Reino. Por eso, Jesús le da más detalles sobre la función especial que tiene en la Tierra como Hijo de Dios. Le dice: “Así como Moisés alzó la serpiente en el desierto, así tiene que ser alzado el Hijo del Hombre para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Juan 3:14, 15).

      Los israelitas que han recibido la mordedura de las serpientes venenosas miran a la serpiente de cobre de Moisés para seguir viviendo

      Siglos atrás, cuando unas serpientes venenosas mordieron a algunos israelitas, estos tuvieron que mirar a la serpiente de cobre que hizo Moisés a fin de seguir vivos (Números 21:9). De manera similar, todos los que deseen librarse del pecado y la muerte y obtener vida eterna deben demostrar fe en el Hijo de Dios. A continuación, Jesús le explica a Nicodemo el papel tan importante que tiene Jehová en todo esto: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo unigénito para que nadie que demuestre tener fe en él sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). De modo que, aquí en Jerusalén, unos seis meses después de empezar su ministerio, Jesús deja claro que él es el camino a la salvación.

      Luego, le dice a Nicodemo: “Dios no envió a su Hijo al mundo para que él juzgue al mundo”. Esto significa que Jesús no fue enviado para condenar a la humanidad a la muerte, sino, como él mismo declara, “para que el mundo se salve por medio de él” (Juan 3:17).

      Nicodemo ha ido a ver a Jesús en la oscuridad por temor al qué dirán. Por eso, es interesante que Jesús concluya la conversación con estas palabras: “Esta es la base del juicio: que la luz [que es Jesús, con su vida y sus enseñanzas] vino al mundo y, en vez de amar la luz, las personas amaron la oscuridad, porque las cosas que hacían eran malas. Porque el que practica cosas malas odia la luz y no va a la luz, para que las cosas que hace no sean puestas al descubierto. Pero el que hace lo que es verdadero va a la luz, para que se vea claramente que las cosas que hace están de acuerdo con la voluntad de Dios” (Juan 3:19-21).

      Ahora le toca a Nicodemo —este fariseo y maestro de Israel— reflexionar en lo que acaba de escuchar sobre el papel de Jesús en el propósito de Dios.

      • ¿Por qué va Nicodemo a ver a Jesús, y por qué lo hace de noche?

      • ¿Qué significa “nacer de nuevo”?

      • ¿En qué sentido no ha venido Jesús para juzgar al mundo?

  • Aumenta la obra de Jesús y disminuye la de Juan
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Juan el Bautista hablando con sus discípulos

      CAPÍTULO 18

      Aumenta la obra de Jesús y disminuye la de Juan

      MATEO 4:12 MARCOS 6:17-20 LUCAS 3:19, 20 JUAN 3:22-4:3

      • LOS DISCÍPULOS DE JESÚS BAUTIZAN A MUCHAS PERSONAS

      • JUAN EL BAUTISTA ES ENCARCELADO

      Es primavera en Jerusalén. Después de celebrar la Pascua del año 30, Jesús y sus discípulos se marchan de la ciudad. Pero no regresan de inmediato a su hogar en Galilea, sino que viajan por la región de Judea bautizando a muchas personas. Juan el Bautista lleva un año haciendo una obra parecida, quizás en el valle del río Jordán, y algunos de sus discípulos aún están con él.

      En realidad, Jesús no bautiza a nadie personalmente. Lo hacen sus discípulos siguiendo sus instrucciones. En esta etapa del ministerio de Jesús, tanto él como Juan dirigen su enseñanza a los judíos que están arrepentidos de los pecados que cometieron contra el pacto de la Ley (Hechos 19:4).

      Los discípulos de Juan se ponen celosos y se quejan, diciendo: “El hombre [Jesús] que estaba contigo [...] está bautizando, y todos se están yendo con él” (Juan 3:26). Pero Juan no tiene celos de Jesús, sino todo lo contrario. Se alegra de que le vaya bien y quiere que sus discípulos también se alegren. Así que les recuerda: “Ustedes mismos son testigos de que dije: ‘Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él’”. Entonces les pone un ejemplo para que lo puedan entender: “El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, cuando está cerca de él y lo escucha, se siente inmensamente feliz al oír la voz del novio. Por eso ahora mi felicidad es completa” (Juan 3:28, 29).

      Cuando le presentó sus discípulos a Jesús meses atrás, Juan, como el amigo del novio, se alegró mucho. Algunos de ellos empezaron a seguir a Jesús y con el tiempo serían ungidos con espíritu santo. Pero Juan quiere que los discípulos que todavía están con él hagan lo mismo, que se unan a Jesús. De hecho, su misión es preparar el camino para el ministerio de Cristo. Por eso, Juan dice: “Él tiene que seguir aumentando, pero yo tengo que seguir disminuyendo” (Juan 3:30).

      Uno de los discípulos de Jesús, que también se llama Juan, escribe más tarde sobre el origen de Jesucristo y el papel tan importante que este tiene en la salvación de la humanidad: “El que viene de arriba está por encima de todos los demás. [...] El Padre ama al Hijo y ha entregado en sus manos todas las cosas. El que demuestra fe en el Hijo tiene vida eterna, pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:31, 35, 36). Desde luego, es muy importante que la gente sepa esta verdad.

      Un soldado mete a Juan el Bautista en la cárcel

      Poco después de que Juan el Bautista explica que su papel y su obra deben disminuir, el rey Herodes manda encerrarlo en prisión. Lo hace porque se ha casado con Herodías, la esposa de su medio hermano Filipo, y Juan ha denunciado abiertamente su adulterio. Cuando Jesús se entera de que han detenido a Juan, sale de Judea con sus discípulos y se va a Galilea (Mateo 4:12; Marcos 1:14).

      • ¿Qué significan tanto el bautismo que realiza Juan como el que llevan a cabo los discípulos de Jesús durante el ministerio de este?

      • ¿Cómo les explica Juan a sus discípulos que no deben tener celos de Jesús?

      • ¿Por qué encierran a Juan en prisión?

  • Habla con una mujer samaritana
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con una mujer samaritana al lado de un pozo

      CAPÍTULO 19

      Habla con una mujer samaritana

      JUAN 4:3-43

      • JESÚS LES PREDICA A UNA MUJER SAMARITANA Y A OTRAS PERSONAS

      • LA ADORACIÓN QUE DIOS APRUEBA

      Jesús y sus discípulos salen de Judea y se dirigen al norte, a Galilea, pero para llegar a su destino tienen que atravesar el distrito de Samaria. Son cerca de las doce del mediodía y están cansados por el viaje. Así que se detienen a descansar cerca de la ciudad de Sicar, junto a un pozo que probablemente hizo Jacob siglos atrás, o pagó para que lo hicieran. En la actualidad, ese pozo todavía existe y se encuentra cerca de la ciudad de Nablus.

      Jesús descansa junto al pozo mientras sus discípulos se van a la ciudad a comprar comida. Entonces, llega una mujer samaritana para sacar agua, y él le dice: “Dame de beber” (Juan 4:7).

      Jesús descansa al lado de un pozo, sus discípulos se van y llega una samaritana a sacar agua

      Debido a prejuicios muy arraigados, los judíos no tienen trato con los samaritanos. Así que la mujer, sorprendida, le pregunta: “¿Cómo es que tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?”. Jesús le responde: “Si supieras del regalo de Dios y supieras quién es el que te está diciendo ‘Dame de beber’, tú le habrías pedido agua a él, y él te habría dado agua viva”. Entonces, ella le contesta: “Pero, señor, si ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es profundo. ¿De dónde vas a conseguir esa agua viva? ¿Acaso eres tú superior a nuestro antepasado Jacob? Él fue quien nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y su ganado” (Juan 4:9-12).

      “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —le dice Jesús—. El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed. Más bien, el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial que brotará para dar vida eterna” (Juan 4:13, 14). Como vemos, aunque Jesús está cansado, habla con la mujer samaritana de verdades que pueden hacer que viva para siempre.

      Al oír estas palabras, la mujer le dice: “Dame de esa agua, señor, para que no vuelva a tener sed ni tenga que estar viniendo a este lugar a sacar agua”. En ese momento, parece que Jesús cambia de tema, y le pide: “Anda, llama a tu esposo y vuelve aquí”. “No tengo esposo”, le contesta ella. A lo que Jesús le responde: “Tienes razón al decir que no tienes esposo, porque has tenido cinco y el hombre que tienes ahora no es tu esposo” (Juan 4:15-18). ¡Qué impresión debe causarle que Jesús sepa tanto de ella!

      Para esta mujer, esas palabras de Jesús solo pueden significar una cosa: “Señor, veo que eres profeta”, expresa maravillada. A continuación, demuestra que le interesan los asuntos espirituales al decir: “Nuestros antepasados [los samaritanos] adoraban a Dios en esta montaña [llamada Guerizim, que no está lejos de allí], pero ustedes [los judíos] dicen que hay que adorarlo en Jerusalén” (Juan 4:19, 20).

      Sin embargo, Jesús le aclara que el lugar donde uno adora a Dios no es lo importante: “Viene la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre”. Y añade: “Viene la hora —de hecho, ha llegado ya— en que los auténticos adoradores del Padre lo adorarán con espíritu y con verdad. Porque el Padre sin duda está buscando a personas así para que lo adoren” (Juan 4:21, 23, 24).

      De modo que lo importante para el Padre es cómo se le adora, no el lugar. La mujer está impresionada. Reconoce: “Yo sé que va a venir el Mesías, al que llaman Cristo. Cuando él venga, nos lo explicará todo” (Juan 4:25).

      Entonces, Jesús le revela algo muy importante: “Ese soy yo, el que está hablando contigo” (Juan 4:26). ¡Increíble! Esta mujer, que ha venido al mediodía para sacar agua, escucha a Jesús decir claramente lo que al parecer todavía no le ha dicho a nadie: que él es el Mesías. ¡Qué gran honor le concede Jesús!

      MUCHOS SAMARITANOS SE HACEN CREYENTES

      Justo en ese momento, los discípulos llegan de Sicar con la comida que han comprado. Encuentran a Jesús junto al pozo de Jacob, donde lo dejaron, pero ahora lo ven hablando con una samaritana. Entonces, ella deja su vasija de agua allí y se va a la ciudad.

      Los discípulos de Jesús regresan al pozo y la mujer samaritana se va

      En cuanto llega a Sicar, la mujer empieza a contarle a la gente lo que Jesús le ha dicho. Entusiasmada, les dice: “Vengan para que vean a un hombre que me dijo todo lo que yo he hecho”. Y, quizás para despertar su curiosidad, añade: “¿No será este el Cristo?” (Juan 4:29). Esta es una cuestión muy importante que ha interesado a la gente desde el tiempo de Moisés (Deuteronomio 18:18). Así que los habitantes de Sicar se dirigen adonde está Jesús para verlo con sus propios ojos.

      En Sicar, la samaritana le cuenta a la gente de la ciudad las cosas que le ha dicho Jesús

      Mientras tanto, los discípulos le dicen a Jesús que coma de lo que han traído. Sin embargo, él les responde: “Yo tengo para comer un alimento del que ustedes no saben”. Ellos se quedan extrañados y se dicen unos a otros: “Nadie le trajo comida, ¿verdad?”. Pero Jesús les explica con bondad lo que ha querido decir, y sus palabras son muy importantes para todos sus seguidores: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y completar su obra” (Juan 4:32-34).

      La obra de la que habla Jesús no es la cosecha de cereales, que empezará en unos cuatro meses. Más bien, se refiere a una cosecha espiritual. Lo sabemos por lo que dice a continuación: “Levanten la vista y miren, los campos están blancos, listos para la cosecha. Ya el cosechador está recibiendo su paga y recogiendo fruto para vida eterna. Así, el sembrador y el cosechador pueden alegrarse juntos” (Juan 4:35, 36).

      Puede que Jesús ya se dé cuenta del efecto que ha tenido su conversación con la mujer samaritana. Muchos habitantes de Sicar empiezan a creer en él gracias a que ella les asegura: “Me dijo todo lo que yo he hecho” (Juan 4:39). Por eso, cuando llegan al pozo, le piden a Jesús que se quede para contarles más cosas. Él acepta la invitación y pasa dos días allí.

      Al escuchar a Jesús, muchos más samaritanos creen en él y le dicen a la mujer: “Ya no creemos solo por lo que tú nos contaste. Lo hemos oído nosotros mismos y sabemos que de verdad es el salvador del mundo” (Juan 4:42). Sin duda, el ejemplo que nos dejó la samaritana nos enseña cómo dar testimonio de Jesucristo. Igual que ella, podemos despertar la curiosidad de las personas para que quieran seguir aprendiendo.

      Recuerde que faltan cuatro meses para que llegue la temporada de la cosecha, seguramente la de la cebada, que en esa región es entre marzo y abril. Así que estos acontecimientos probablemente tienen lugar en noviembre o diciembre. Eso significa que, desde la Pascua del año 30, Jesús y sus discípulos han pasado unos ocho meses predicando y bautizando a la gente en Judea. Pero ahora se dirigen a su hogar, en Galilea. ¿Qué les esperará al llegar?

      ¿QUIÉNES ERAN LOS SAMARITANOS?

      En tiempos de Jesús, se llamaba Samaria a la región situada entre Judea, al sur, y Galilea, al norte.

      Después de la muerte del rey Salomón, las 10 tribus del norte de Israel se separaron de las tribus de Judá y Benjamín. Estas 10 tribus, que llegaron a conocerse como Samaria, empezaron a adorar imágenes de becerros. Por eso, Jehová permitió que Asiria invadiera Samaria en el año 740 antes de nuestra era. Los asirios se llevaron a muchos israelitas de esa zona y la repoblaron con gente de otras partes del Imperio asirio. Estos extranjeros, que adoraban a otros dioses, se casaron con los israelitas que quedaron en Samaria. Con el tiempo, adoptaron algunas de las creencias y prácticas que establecía la Ley de Dios, tales como la circuncisión. Aun así, esta forma de adoración no era aceptable para Dios (2 Reyes 17:9-33; Isaías 9:9).

      En tiempos de Jesús, los samaritanos aceptaban los escritos de Moisés, pero no adoraban a Dios en el templo de Jerusalén. Por años usaron un templo que habían hecho en el monte Guerizim, cerca de Sicar. Aunque el templo fue destruido, siguieron adorando a Dios en esa montaña. En la época en la que Jesús realizó su ministerio, los samaritanos y los judíos no se llevaban bien (Juan 8:48).

      • ¿Por qué le sorprende a la samaritana que Jesús hable con ella?

      • ¿Qué le enseña Jesús a la mujer sobre el “agua viva” y el lugar donde adorar a Dios?

      • ¿Cómo le revela Jesús a la samaritana quién es él, y qué le dice sobre cómo hay que adorar a Dios?

      • ¿A qué conclusión llega la samaritana sobre Jesús, y qué hace entonces?

      • ¿Qué han estado haciendo Jesús y sus discípulos desde que terminó la Pascua del año 30?

  • El segundo milagro que hace en Caná
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un funcionario angustiado le ruega a Jesús que vaya y cure a su hijo

      CAPÍTULO 20

      El segundo milagro que hace en Caná

      MARCOS 1:14, 15 LUCAS 4:14, 15 JUAN 4:43-54

      • JESÚS PREDICA QUE “EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO”

      • CURA A UN MUCHACHO A DISTANCIA

      Después de pasar dos días en Samaria, Jesús regresa a Galilea, la región donde se crió. Aunque ha predicado mucho en Judea, no vuelve para descansar. Al contrario, inicia una obra aún mayor. Quizás no espera que lo reciban bien allí, pues él mismo dice que “al profeta no se le honra en su propia tierra” (Juan 4:44). Por su parte, los discípulos, en vez de quedarse con él, vuelven con sus familias y al trabajo que tenían antes.

      En Galilea, Jesús empieza a predicar este mensaje: “El Reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas noticias” (Marcos 1:15). Pero ¿cómo responden los galileos a su predicación? La verdad es que muchos lo reciben bien y le dan honra, pero no solo por el mensaje que lleva, sino porque algunos estuvieron en Jerusalén para la Pascua unos meses antes y vieron los hechos asombrosos que realizó allí (Juan 2:23).

      ¿Dónde empieza Jesús el extenso ministerio que realiza en Galilea? Parece que en Caná, donde una vez convirtió agua en vino en un banquete de boda. En esta ocasión, Jesús se entera de que un muchacho está muy enfermo, a punto de morir. Se trata del hijo de un funcionario de Herodes Antipas, el rey que más tarde mandará que le corten la cabeza a Juan el Bautista. El funcionario ha oído que Jesús ha salido de Judea y que ahora está en Caná, así que viaja desde su casa en Capernaúm hasta donde está Jesús. Cuando lo encuentra, le pide angustiado: “Señor, baja conmigo antes de que mi niño se muera” (Juan 4:49).

      Entonces, Jesús le dice: “Vuelve a tu casa, que tu hijo está vivo” (Juan 4:50). El funcionario de Herodes debe de quedarse asombrado al oír estas palabras. Sin embargo, cree a Jesús y emprende el camino de regreso a su casa. Antes de llegar, se encuentra con sus esclavos, que han salido a toda prisa a buscarlo para darle la buena noticia de que su hijo se ha recuperado. Tratando de averiguar si Jesús ha tenido algo que ver, el funcionario les pregunta a qué hora empezó a sentirse mejor su hijo.

      “La fiebre se le fue ayer a la hora séptima”, le contestan (Juan 4:52).

      El funcionario se encuentra con sus esclavos en el camino y regresa a su casa para ver a su hijo, que se ha recuperado gracias a Jesús

      Entonces, se da cuenta de que fue justo a esa hora cuando Jesús le dijo: “Tu hijo está vivo”. Como resultado, este hombre, con tanto dinero como para tener esclavos, y todos los de su casa se hacen discípulos de Cristo.

      Como vemos, Jesús realiza dos milagros en Caná: primero convierte agua en vino y tiempo después cura a un muchacho que se encuentra a una distancia de 26 kilómetros (16 millas). Claro, estos no son los únicos milagros que ha hecho hasta ahora. Sin embargo, esta curación es importante porque marca el inicio de la extensa obra que va a realizar en Galilea y muestra que Jesús es un profeta de Dios. Pero ¿hasta qué punto lo honrarán “en su propia tierra”?

      La respuesta a esta pregunta quedará clara cuando Jesús llegue a Nazaret. Veamos lo que le sucede allí.

      • Cuando Jesús regresa a Galilea, ¿qué mensaje empieza a predicar, y cómo lo recibe la gente?

      • Estando de nuevo en Caná, ¿qué milagro realiza Jesús? Como resultado, ¿qué hacen un funcionario y todos los de su casa?

      • ¿Qué tiene de especial el modo en que Jesús cura al muchacho de Capernaúm?

  • En la sinagoga de Nazaret
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús de pie en la sinagoga leyendo del rollo de Isaías

      CAPÍTULO 21

      En la sinagoga de Nazaret

      LUCAS 4:16-31

      • JESÚS LEE DEL ROLLO DE ISAÍAS

      • LA GENTE DE NAZARET INTENTA MATAR A JESÚS

      Hay un gran revuelo en Nazaret. Hace poco más de un año, Jesús era un carpintero de esta ciudad, pero se fue para que Juan lo bautizara y ahora todo el mundo habla de las obras poderosas que está haciendo. Así que los habitantes de este lugar están deseando ver algunos de sus milagros.

      La expectación aumenta cuando Jesús va a la sinagoga, según su costumbre. En estos lugares se ora y se leen en voz alta los escritos de Moisés todos los sábados (Hechos 15:21). También se leen pasajes de los libros de los profetas. Cuando Jesús se levanta para leer, seguro que reconoce a muchos de los presentes, pues asistió por años a esta misma sinagoga. A continuación, le dan el rollo del profeta Isaías, y él busca el pasaje que habla de Aquel al que Jehová ha ungido con su espíritu. Hoy este pasaje se encuentra en los versículos 1 y 2 del capítulo 61 del libro de Isaías.

      Jesús lee las palabras que indican que este ungido predicho anunciaría que los cautivos serían liberados, que los ciegos recuperarían la vista y que llegaría el año acepto de Jehová. Al concluir, Jesús le da el rollo al ayudante de la sinagoga y se sienta. Todos lo miran con atención. Entonces, después de hablar probablemente durante un rato, hace esta importante declaración: “Hoy se cumple este pasaje de las Escrituras que acaban de oír” (Lucas 4:21).

      Todos se quedan asombrados por “las palabras tan hermosas” que salen de su boca y se dicen unos a otros: “Este es hijo de José, ¿no es cierto?”. Sin embargo, Jesús se da cuenta de que quieren verlo realizar milagros como los que ha hecho en otros lugares. Por eso, añade: “Sin duda me aplicarán este dicho: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Y dirán: ‘Haz también en tu tierra las cosas que oímos que hiciste en Capernaúm’” (Lucas 4:22, 23). Según parece, los habitantes de Nazaret piensan que las curaciones debió realizarlas primero allí, para beneficio de su propia gente, y que, al no hacerlo, los ha tratado con desprecio.

      Sabiendo cómo piensan, Jesús menciona algunos sucesos que forman parte de la historia de Israel. Primero les dice que, aunque en Israel había muchas viudas en los días de Elías, este no fue enviado a ninguna de ellas. Más bien, fue a Sarepta, un pueblo cercano a Sidón, a la casa de una viuda que no era israelita. Allí realizó un milagro que salvó la vida de esta mujer y su hijo (1 Reyes 17:8-16). Jesús también les explica que en los tiempos de Eliseo había muchos enfermos de lepra en Israel, pero el profeta solo curó a un hombre de Siria llamado Naamán (2 Reyes 5:1, 8-14).

      Los hombres de la sinagoga llevan a Jesús a lo alto de la montaña

      ¿Cómo reaccionan los que están en la sinagoga al escuchar lo que dice Jesús? Se ponen furiosos, quizás porque sienten que Jesús les ha contado esos hechos históricos para revelar su egoísmo y su falta de fe. Así que se levantan, sacan rápido a Jesús de la ciudad y lo llevan a lo alto de la montaña sobre la que está Nazaret para lanzarlo desde allí. Sin embargo, Jesús logra escaparse y baja a Capernaúm, en la costa noroeste del mar de Galilea.

      • ¿Por qué hay un gran revuelo en Nazaret, la ciudad donde se crió Jesús?

      • ¿Cómo reacciona la gente al escuchar a Jesús en la sinagoga, y por qué se pone furiosa después?

      • ¿Qué intentan hacerle a Jesús los habitantes de Nazaret?

  • Cuatro discípulos de Jesús se hacen pescadores de hombres
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con Pedro, Andrés, Santiago y Juan en la orilla del mar de Galilea

      CAPÍTULO 22

      Cuatro discípulos de Jesús se hacen pescadores de hombres

      MATEO 4:13-22 MARCOS 1:16-20 LUCAS 5:1-11

      • JESÚS LES PIDE A SUS DISCÍPULOS QUE LO ACOMPAÑEN A TIEMPO COMPLETO

      • DEJAN DE PESCAR PECES PARA PESCAR HOMBRES

      Después de que la gente de Nazaret intenta matar a Jesús, él se va a vivir a la ciudad de Capernaúm, junto al mar de Galilea o “lago de Genesaret” (Lucas 5:1). Esto cumple la profecía de Isaías que decía que los galileos que vivieran junto al mar verían una gran luz (Isaías 9:1, 2).

      Aquí, en Galilea, Jesús sigue anunciando que “el Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). En esta región encuentra a cuatro de sus discípulos. Estos viajaron anteriormente con Jesús, pero, cuando regresaron con él de Judea, volvieron a su negocio de pesca (Juan 1:35-42). Sin embargo, ha llegado el momento de que lo acompañen todo el tiempo a fin de que Jesús pueda prepararlos para seguir con el ministerio cuando él ya no esté.

      Mientras camina por la orilla del lago, Jesús ve a Simón Pedro, a su hermano Andrés y a algunos de sus compañeros lavando las redes. Jesús se acerca adonde están, sube a la barca de Pedro y le pide que la aleje un poco de la orilla. Cuando está a cierta distancia, se sienta y comienza a enseñarles verdades sobre el Reino a las muchas personas que están en la playa.

      Luego, Jesús le dice a Pedro: “Rema a aguas profundas y echen allí las redes para que pesquen”. Pero él le responde: “Maestro, trabajamos sin descanso toda la noche y no sacamos nada; pero, porque lo dices tú, bajaré las redes” (Lucas 5:4, 5).

      Andrés, Santiago y Juan tratando de meter las redes dentro del barco; Pedro cae a los pies de Jesús

      Cuando Pedro y los que están con él lo hacen, capturan tantísimos peces que las redes empiezan a romperse. Rápidamente hacen señas a sus socios, que están cerca en otra barca, para que vayan a ayudarlos. En poco tiempo, las dos barcas llegan a estar tan cargadas que empiezan a hundirse. Al ver esto, Pedro cae ante Jesús y le dice: “Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador”. Pero Jesús le contesta: “Ya no tengas miedo. A partir de ahora estarás pescando hombres” (Lucas 5:8, 10).

      Entonces, Jesús les dice a Pedro y a Andrés: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Además, extiende la misma invitación a otros dos pescadores: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo. Los cuatro la aceptan sin dudar. Dejan su negocio de pesca y se convierten en los primeros discípulos de Jesús que se dedicarán exclusivamente a acompañarlo.

      • ¿A qué se dedican los hombres que Jesús elige para que lo acompañen a tiempo completo, y cómo se llaman?

      • ¿Qué milagro asusta a Pedro?

      • ¿A qué tipo de pesca se dedicarán ahora los cuatro discípulos?

  • Jesús hace grandes milagros en Capernaúm
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Muchos enfermos van a la casa de Pedro y Jesús los cura

      CAPÍTULO 23

      Jesús hace grandes milagros en Capernaúm

      MATEO 8:14-17 MARCOS 1:21-34 LUCAS 4:31-41

      • JESÚS EXPULSA A UN DEMONIO EN UNA SINAGOGA

      • CURA A LA SUEGRA DE PEDRO

      Jesús ha invitado a cuatro discípulos —Pedro, Andrés, Santiago y Juan— a ser pescadores de hombres. Ahora es sábado, y van a una sinagoga de Capernaúm. Allí, Jesús empieza a enseñar y, de nuevo, la gente se queda impactada, pues enseña como alguien con autoridad, y no como los escribas.

      Ese día está presente en la sinagoga un hombre endemoniado que se pone a gritar: “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús el Nazareno? ¿Viniste a destruirnos? Sé perfectamente quién eres: ¡el Santo de Dios!”. Pero Jesús reprende al demonio que controla a ese hombre, diciéndole: “¡Cállate y sal de él!” (Marcos 1:24, 25).

      En ese momento, el espíritu maligno grita muy fuerte, hace que el hombre caiga al suelo con convulsiones y sale de él “sin hacerle daño” (Lucas 4:35). Las personas que están en la sinagoga no pueden creer lo que acaban de ver y preguntan: “Pero ¿qué es esto? [...] Hasta a los espíritus malignos les da órdenes con autoridad, y estos lo obedecen” (Marcos 1:27). Como es lógico, la noticia de este suceso tan impactante se esparce por toda Galilea.

      Al salir de la sinagoga, Jesús y sus discípulos se van a la casa de Pedro, también llamado Simón. Una vez allí, le ruegan a Jesús que cure a la suegra de Pedro, porque está muy enferma con fiebre. Así que él se acerca a ella, la toma de la mano y la levanta. De inmediato, la mujer se cura y comienza a atender a Jesús y a los discípulos que están con él, tal vez preparándoles algo de comer.

      Al caer la tarde, empieza a llegar a la casa tanta gente que parece que toda la ciudad esté reunida frente a la puerta. Le llevan a Jesús enfermos para que los cure, y él lo hace “poniendo las manos sobre cada uno de ellos” (Lucas 4:40). Tal y como estaba predicho, Jesús los ayuda a todos, sin importar qué enfermedad tienen (Isaías 53:4). Hasta libera a los que están poseídos por demonios. Cuando los demonios salen de la gente, gritan: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” (Lucas 4:41). Pero Jesús los reprende y no les deja decir nada más. Ellos saben que Jesús es el Cristo, pero él no quiere que estos espíritus malignos den la impresión de servir al Dios verdadero.

      LOS ENDEMONIADOS

      Cuando uno o más demonios poseían a una persona, podían hacerla sufrir mucho (Mateo 17:14-18). Pero, una vez que salían de ella, esta volvía a su estado normal, tanto mental como físico. Jesús demostró en muchas ocasiones que tenía el poder de expulsar demonios gracias al espíritu santo de Dios (Lucas 8:39; 11:20).

      • ¿Qué pasa un sábado en una sinagoga de Capernaúm?

      • Al salir de la sinagoga, ¿adónde va Jesús, y qué hace allí?

      • ¿Qué hace la gente de Capernaúm al enterarse de lo que Jesús ha hecho en la sinagoga?

  • Realiza su ministerio por toda Galilea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Pedro, Andrés, Santiago y Juan encuentran a Jesús

      CAPÍTULO 24

      Realiza su ministerio por toda Galilea

      MATEO 4:23-25 MARCOS 1:35-39 LUCAS 4:42, 43

      • JESÚS RECORRE GALILEA CON CUATRO DE SUS DISCÍPULOS

      • SU FAMA SE EXTIENDE POR TODAS PARTES

      Jesús ha tenido un día muy ocupado en Capernaúm con sus cuatro discípulos. Al anochecer, la gente de la ciudad le ha llevado enfermos para que los cure, así que ha tenido poco tiempo para estar solo.

      A la mañana siguiente, se levanta muy temprano, mientras todavía está oscuro. Sale y busca un lugar solitario donde orar a su Padre. Pero no consigue estar a solas mucho tiempo. Cuando Simón Pedro y los que están con él se dan cuenta de que no está, van a buscarlo. Es posible que sea Pedro quien tome la iniciativa, pues Jesús había estado en su casa (Marcos 1:36; Lucas 4:38).

      Cuando por fin lo encuentran, Pedro le dice: “Todos te están buscando” (Marcos 1:37). Los habitantes de Capernaúm están tan agradecidos por lo que ha hecho Jesús que tratan de retenerlo para que se quede con ellos (Lucas 4:42). Pero ¿vino Jesús a la Tierra solo para hacer curaciones milagrosas? Y, por otro lado, ¿debe limitarse a llevar a cabo su ministerio solo en esta ciudad? Él mismo da la respuesta:

      Jesús señala una ciudad cercana mientras habla con Pedro, Andrés, Santiago y Juan

      “Vámonos a otra parte, a los pueblos vecinos —les dice a sus discípulos—, para que también predique allí, porque para eso he venido”. Además, le dice a la gente que trata de retenerlo: “También tengo que anunciarles las buenas noticias del Reino de Dios a otras ciudades, porque para eso fui enviado” (Marcos 1:38; Lucas 4:43).

      Así es, una razón muy importante por la que Jesús ha venido a la Tierra es predicar el mensaje del Reino de Dios. Ese Reino santificará el nombre de su Padre y acabará de una vez por todas con los problemas de la humanidad. Pero, entonces, ¿por qué hace curaciones milagrosas? Para dar prueba de que es un enviado de Dios. Siglos antes, Moisés también llevó a cabo obras asombrosas para demostrar que Dios lo había enviado (Éxodo 4:1-9, 30, 31).

      Así que Jesús se va de Capernaúm para predicar en otras ciudades, y sus cuatro discípulos van con él: Pedro, su hermano Andrés, Juan y su hermano Santiago. La semana anterior, Jesús los invitó a ser sus primeros compañeros de viaje.

      La predicación de Jesús y sus cuatro discípulos por Galilea tiene mucho éxito. La fama de Jesús se extiende por todas partes: por Siria, por la región de las diez ciudades llamada la Decápolis y por los pueblos al otro lado del río Jordán (Mateo 4:24, 25). Grandes multitudes de estos lugares, así como de Judea, siguen a Jesús y a sus discípulos. Muchos le traen enfermos para que los cure, y él no los decepciona. Sana a todos y libera a las personas que están controladas por espíritus malignos.

      • ¿Qué pasa por la mañana, después del día tan ocupado que tuvo Jesús en Capernaúm?

      • ¿Para qué ha venido Jesús a la Tierra, y por qué hace milagros?

      • ¿Quiénes acompañan a Jesús durante su ministerio en Galilea? ¿Cómo reacciona la gente a su predicación?

  • Se compadece de un leproso y lo sana
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús toca a un leproso que se arrodilla delante de él

      CAPÍTULO 25

      Se compadece de un leproso y lo sana

      MATEO 8:1-4 MARCOS 1:40-45 LUCAS 5:12-16

      • JESÚS SANA A UN LEPROSO

      Jesús va “por toda Galilea predicando en las sinagogas” con sus cuatro discípulos, y las noticias sobre las cosas tan maravillosas que hace llegan a todas partes (Marcos 1:39). De hecho, llegan hasta la ciudad donde vive un leproso. El médico Lucas escribe más tarde que este hombre estaba “cubierto de lepra” (Lucas 5:12). Según avanza esta terrible enfermedad, se deforman poco a poco algunas partes del cuerpo.

      El hombre está muy grave y tiene que vivir apartado de la gente. De hecho, para evitar que alguien se le acerque demasiado y se contagie, la Ley dice que debe gritar: “¡Impuro, impuro!” (Levítico 13:45, 46). Pero ¿qué hace el leproso al ver a Jesús? Se le acerca y le suplica de rodillas: “Señor, yo sé que si tú quieres me puedes limpiar” (Mateo 8:2).

      ¡Qué fe tan grande tiene en Jesús! ¡Y qué lástima debe dar verlo así! En estas circunstancias, ¿cómo reacciona Jesús? ¿Qué habría hecho usted? Jesús se conmueve tanto que extiende la mano, toca al hombre y le dice: “Yo quiero. Queda limpio” (Mateo 8:3). Aunque parezca increíble, la lepra desaparece por completo en un instante.

      ¿Verdad que le gustaría tener un rey así de compasivo y poderoso? Por la forma en que Jesús trata a este hombre tan enfermo, podemos estar seguros de que, cuando reine sobre toda la Tierra, se cumplirá esta promesa: “Tendrá compasión del humilde y del pobre, y a los pobres les salvará la vida” (Salmo 72:13). Así es, cuando llegue ese día, Jesús hará realidad su deseo de ayudar a todas las personas que estén sufriendo.

      Como vimos, el ministerio de Jesús ya había despertado un gran interés entre la gente antes de este milagro. Y ahora también se enterarán de que ha curado a un leproso. Pero Jesús no quiere que las personas crean en él simplemente por lo que han oído. Conoce la profecía que dice que él no haría “oír su voz en la calle” para darse importancia (Isaías 42:1, 2). Por eso le dice al hombre que acaba de sanar: “Cuidado con decírselo a nadie. Eso sí, vete a presentarte ante el sacerdote y lleva la ofrenda que Moisés mandó” (Mateo 8:4).

      Sin embargo, el hombre está tan contento por lo que le acaba de pasar que no puede callarse. Va y le cuenta a todo el mundo lo que Jesús ha hecho por él, y esto hace que el interés y la curiosidad de la gente aumenten. La situación llega a tal punto que Jesús no puede entrar en ninguna ciudad tranquilamente, así que decide quedarse por un tiempo en lugares retirados donde no vive nadie. De todas maneras, personas de muchos sitios siguen llegando para escucharlo y para que las sane.

      • ¿Cuáles son los efectos de la lepra? ¿Qué tenían que hacer los leprosos según la Ley?

      • ¿Qué hace un leproso al ver a Jesús? ¿A qué conclusión llegamos al ver cómo lo trata Jesús?

      • ¿Qué hace el leproso después de que Jesús lo sane? ¿Cómo reacciona la gente al enterarse de este milagro?

  • “Tus pecados quedan perdonados”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Bajan a un paralítico por la abertura de un techo para llegar hasta donde está Jesús

      CAPÍTULO 26

      “Tus pecados quedan perdonados”

      MATEO 9:1-8 MARCOS 2:1-12 LUCAS 5:17-26

      • JESÚS PERDONA LOS PECADOS DE UN HOMBRE PARALÍTICO Y LO CURA

      Se habla de Jesús por todas partes. Muchas personas van incluso hasta los lugares apartados donde está para escuchar sus enseñanzas y ver sus obras poderosas. Pero después de algunos días Jesús regresa a Capernaúm, el lugar donde pasa más tiempo durante su ministerio, y la noticia se esparce con rapidez por esta ciudad costera del mar de Galilea. De modo que muchos vienen a verlo a la casa donde se encuentra. Entre ellos hay fariseos y maestros de la Ley de toda Galilea y Judea, incluida Jerusalén.

      Hay tanta gente en la casa que ya no cabe nadie más, ni siquiera a la entrada. En eso, Jesús comienza “a predicarles el mensaje” (Marcos 2:2). A continuación, todos presenciarán algo muy importante. Lo que está a punto de ocurrir nos demuestra que Jesús tiene el poder para quitar la causa del sufrimiento humano y para sanar a toda persona que él desee.

      Mientras Jesús les predica, llegan cuatro hombres con un paralítico en una camilla para que Jesús lo cure. Pero la casa está tan llena que no pueden llevarlo hasta donde está Jesús (Marcos 2:4). ¡Qué decepcionados deben de estar! De todas maneras, no se dan por vencidos. Suben a la azotea de la casa, hacen una abertura en el techo y bajan por ella la camilla en la que está acostado el paralítico.

      ¿Le molesta a Jesús esta interrupción? No, todo lo contrario. La fe de estos hombres lo conmueve tanto que le dice al paralítico: “Tus pecados quedan perdonados” (Mateo 9:2). Pero ¿puede Jesús perdonar pecados? Los escribas y los fariseos creen que no y piensan: “¿Por qué habla así este hombre? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados aparte de Dios?” (Marcos 2:7).

      Dándose cuenta de lo que están pensando, Jesús les dice: “¿Por qué están razonando eso en su corazón? ¿Qué es más fácil? ¿Decirle al paralítico ‘tus pecados quedan perdonados’, o decirle ‘levántate, recoge tu camilla y anda’?” (Marcos 2:8, 9). En efecto, Jesús puede perdonar los pecados del hombre basándose en el sacrificio que hará al dar su vida.

      Entonces, les muestra a todos, incluidos los que lo critican, que tiene autoridad para perdonar pecados en la Tierra. Se vuelve hacia el paralítico y le ordena: “Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”. Y el hombre enseguida hace lo que le dice: se pone en pie, toma su camilla y sale caminando a la vista de todos. La gente no puede creerlo. Inmediatamente empiezan a alabar a Dios y a decir: “Nunca hemos visto algo así” (Marcos 2:11, 12).

      Es interesante que Jesús relaciona los pecados con las enfermedades, y el perdón de los pecados con la buena salud. La Biblia enseña que el primer ser humano, Adán, pecó y que todos hemos heredado las consecuencias: la enfermedad y la muerte. Pero, cuando el Reino de Dios gobierne, Jesús perdonará los pecados de todos los que amen a Dios y le sirvan. Entonces, las enfermedades desaparecerán para siempre (Romanos 5:12, 18, 19).

      • ¿Por qué cura Jesús a un hombre paralítico en Capernaúm?

      • ¿Cómo llega el hombre hasta Jesús?

      • ¿Qué nos enseña este relato sobre la relación que hay entre el pecado y las enfermedades, y qué esperanza nos da?

  • Mateo acepta la invitación de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Algunos fariseos ven a Jesús comiendo con cobradores de impuestos y pecadores en la casa de Mateo

      CAPÍTULO 27

      Mateo acepta la invitación de Jesús

      MATEO 9:9-13 MARCOS 2:13-17 LUCAS 5:27-32

      • JESÚS LLAMA A MATEO, UN COBRADOR DE IMPUESTOS

      • PASA TIEMPO CON PECADORES PARA AYUDARLOS

      Después de sanar al hombre paralítico, Jesús se queda algún tiempo por el área de Capernaúm, junto al mar de Galilea. De nuevo, muchísimas personas se le acercan, y él les enseña. Entonces, al pasar por la oficina de los impuestos, ve sentado allí a Mateo, también llamado Leví, y le hace la extraordinaria invitación: “Sé mi seguidor” (Mateo 9:9).

      Lo más seguro es que Mateo esté al tanto de las obras que Jesús ha hecho en la zona y de sus enseñanzas, como lo estaban Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Al igual que estos cuatro discípulos, Mateo acepta la invitación inmediatamente. En su Evangelio, él mismo cuenta que “se levantó y lo siguió” (Mateo 9:9). Así que deja su trabajo de cobrador de impuestos y se hace discípulo de Jesús.

      Jesús ve a Mateo en la oficina de los impuestos y lo invita a ser su seguidor

      Más tarde, tal vez para mostrar agradecimiento por la oportunidad que le ha dado Jesús, Mateo organiza un gran banquete en su casa. Invita a Jesús, a sus discípulos y a varios antiguos compañeros de trabajo, otros cobradores de impuestos. Estos recaudan los impuestos que impone el gobierno romano, que tanto odia el pueblo judío. Cobran impuestos, entre otras cosas, por los barcos que llegan al puerto, por las caravanas que viajan por los caminos principales y por los productos que se importan. ¿Qué opinión tienen de ellos los demás judíos? Por lo general los desprecian, porque a menudo estafan a la gente cobrando más de lo debido. Además, en el banquete hay pecadores, personas conocidas por llevar una vida inmoral (Lucas 7:37-39).

      Al ver que Jesús está comiendo con personas de esa clase, los fariseos, que se creen mejores que los demás, les preguntan a los discípulos: “¿Por qué come su maestro con cobradores de impuestos y pecadores?” (Mateo 9:11). Como Jesús los oye, les dice: “Los que están sanos no necesitan un médico, pero los enfermos sí. Así que vayan y aprendan lo que significan estas palabras: ‘Lo que quiero es compasión, no sacrificios’. Porque no vine a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:12, 13; Oseas 6:6). Aunque los fariseos llaman a Jesús “maestro”, no creen que lo sea. Sin embargo, la realidad es que Jesús tiene mucho que enseñarles sobre lo que es justo.

      Probablemente, Mateo ha invitado a estos cobradores de impuestos y pecadores para que puedan escuchar a Jesús y curarse en sentido espiritual, pues muchos de ellos lo siguen (Marcos 2:15). Y Jesús quiere ayudarlos para que tengan una buena amistad con Dios. A diferencia de los orgullosos fariseos, él no los desprecia; más bien, se compadece de ellos. Es como un médico al que pueden acudir todos los que están enfermos en sentido espiritual.

      Jesús es compasivo con los cobradores de impuestos y pecadores, pero eso no significa que apruebe sus pecados, sino que siente el mismo cariño por ellos que por los que padecen enfermedades físicas. Recuerde, por ejemplo, cuando, totalmente conmovido, tocó a aquel leproso y le dijo: “Yo quiero. Queda limpio” (Mateo 8:3). ¿No deberíamos nosotros esforzarnos por ser así de compasivos y ayudar a quien lo necesite, sobre todo en sentido espiritual?

      • ¿Dónde está Mateo cuando lo ve Jesús?

      • ¿Por qué desprecian los judíos a los cobradores de impuestos?

      • ¿Por qué pasa tiempo Jesús con pecadores?

  • ¿Por qué no ayunan los discípulos de Jesús?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los discípulos de Juan el Bautista le preguntan a Jesús sobre el ayuno

      CAPÍTULO 28

      ¿Por qué no ayunan los discípulos de Jesús?

      MATEO 9:14-17 MARCOS 2:18-22 LUCAS 5:33-39

      • LOS DISCÍPULOS DE JUAN LE PREGUNTAN A JESÚS SOBRE EL AYUNO

      Juan el Bautista fue encarcelado poco tiempo después de que Jesús celebrara la Pascua del año 30, y sigue en prisión. Juan quería que sus discípulos se hicieran seguidores de Jesús, pero no todos lo han hecho.

      Ahora, cerca ya de la Pascua del año 31, algunos discípulos de Juan van a Jesús y le preguntan: “¿Por qué nosotros y los fariseos tenemos la costumbre de ayunar pero tus discípulos no?” (Mateo 9:14). Para los fariseos, el ayuno es solo una costumbre religiosa. Más adelante, el propio Jesús cuenta una historia de un orgulloso fariseo que oraba: “Oh, Dios, te doy las gracias porque no soy como todos los demás [...]. Ayuno dos veces a la semana” (Lucas 18:11, 12). Puede que, como este hombre, los discípulos de Juan ayunen por costumbre. O puede que lo hagan porque lamentan que Juan esté en la cárcel. En ese caso, quizás se pregunten por qué los discípulos de Jesús no ayunan para mostrar también su tristeza por lo que le ha pasado a Juan.

      Jesús les responde con un ejemplo: “Los amigos del novio no tienen por qué estar de duelo mientras el novio está con ellos, ¿verdad? Pero llegará el día en que les quitarán al novio, y entonces sí ayunarán” (Mateo 9:15).

      El “novio” es Jesús, tal y como había indicado Juan (Juan 3:28, 29). Mientras Jesús está con sus discípulos, estos no tienen razón para ayunar. Pero, cuando muera, sí llorarán por él y perderán el apetito. Ahora bien, cuando sea resucitado, no tendrán por qué ayunar, pues sentirán una gran alegría.

      A continuación, Jesús les pone otros dos ejemplos: “Nadie cose un parche de tela nueva en un manto viejo, porque la tela nueva, al encogerse, tira de la prenda vieja y la rotura se hace mayor. Ni nadie pone vino nuevo en odres viejos. Si esto se hiciera, el cuero reventaría y el vino se derramaría, y los odres ya no servirían para nada. Más bien, la gente pone el vino nuevo en odres nuevos” (Mateo 9:16, 17). ¿Qué es lo que quiere enseñarles Jesús?

      Jesús quiere hacerles ver que sus discípulos no tienen por qué seguir las antiguas costumbres del judaísmo, como el ayuno. Él no ha venido a poner parches, por así decirlo, ni a alargarle la vida a un sistema religioso viejo y gastado que está a punto de ser rechazado. Más bien, fomenta una forma de adoración diferente al judaísmo de la época, que está lleno de tradiciones humanas. Es evidente que no está tratando de poner un parche de tela nueva en un manto viejo ni vino nuevo en un odre viejo y tieso.

      ENSEÑA CON EJEMPLOS Y COMPARACIONES

      Un odre

      En esta ocasión, Jesús habla de algo tan cotidiano para sus oyentes como la costura. Si alguien cose un trozo de tela nueva en un manto viejo y usado, ¿qué puede pasar? Que, cuando se lave, el parche encoja, tire de la tela vieja y la rompa.

      Jesús también habla de los odres en los que a veces se guarda el vino. Con el tiempo, estos recipientes de cuero pueden endurecerse y perder su elasticidad. Poner vino nuevo en un odre viejo no es una buena idea. ¿Por qué? Porque el vino nuevo puede seguir fermentando y crear tanta presión que el odre viejo reviente.

      • ¿Quiénes ayunan en los días de Jesús, y por qué?

      • ¿Por qué no ayunan ahora los discípulos de Jesús, y por qué tal vez lo hagan en el futuro?

      • ¿Qué quiso enseñar Jesús con los ejemplos del parche de tela nueva y del vino nuevo?

  • ¿Se pueden hacer buenas obras en sábado?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con un hombre enfermo junto al estanque de Betzata

      CAPÍTULO 29

      ¿Se pueden hacer buenas obras en sábado?

      JUAN 5:1-16

      • JESÚS PREDICA EN JUDEA

      • SANA A UN HOMBRE QUE ESTÁ JUNTO A UN ESTANQUE

      Jesús ha hecho muchas cosas durante su intenso ministerio en Galilea. Sin embargo, cuando dijo: “También tengo que anunciarles las buenas noticias del Reino de Dios a otras ciudades”, no estaba pensando solo en las ciudades de este distrito. Por eso también recorre Judea predicando en las sinagogas (Lucas 4:43, 44). Es lógico que vaya a Judea, pues es primavera y se acerca la fiesta de la Pascua, que se celebra en Jerusalén entre marzo y abril.

      Los Evangelios dicen muy poco sobre lo que Jesús hace en Judea en comparación con lo que cuentan sobre su ministerio en Galilea. Es probable que mucha gente lo reciba con indiferencia en Judea, pero Jesús sigue predicando y haciendo buenas obras por donde va.

      Más tarde, se dirige a la capital de Judea, Jerusalén, para celebrar la Pascua del año 31. Junto a la Puerta de las Ovejas, en un lugar de mucho paso, hay un estanque grande con columnas llamado Betzata. Muchos ciegos, cojos y demás enfermos van allí porque creen que si se meten en el agua cuando se agita podrán curarse.

      Cuando Jesús pasa por allí un sábado, ve a un hombre que lleva enfermo treinta y ocho años. Entonces se le acerca y le pregunta: “¿Te gustaría ponerte bien?”. Y el hombre le responde: “Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua se agita. Cada vez que voy a entrar, alguien se me adelanta y baja antes que yo” (Juan 5:6, 7).

      A continuación, Jesús le dice algo que, sin duda, sorprende a este hombre y a todos los que lo escuchan: “¡Levántate! Recoge tu camilla y camina” (Juan 5:8). El hombre se cura inmediatamente y hace lo que le dice Jesús: agarra su camilla y echa a andar.

      Algunos judíos hablando con el hombre a quien Jesús ha sanado

      Cuando los judíos lo ven, en vez de alegrarse por el milagro que acaba de ocurrir, le dicen con desaprobación: “Hoy es sábado. No te está permitido cargar la camilla”. Pero él les contesta: “El hombre que me curó me dijo ‘Recoge tu camilla y camina’” (Juan 5:10, 11). A estos judíos les parece muy mal que alguien esté haciendo curaciones en sábado.

      “¿Quién es el hombre que te dijo ‘Recógela y camina’?”, le preguntan. Pero Jesús ha desaparecido entre la multitud, y el hombre no sabe cómo se llama la persona que lo ha curado (Juan 5:12, 13). Sin embargo, vuelve a encontrarse con Jesús más tarde, en el templo, y se entera de quién es él.

      Entonces, busca a los judíos que le habían preguntado y les dice que ha sido Jesús quien lo curó. Así que estos van a hablar con Jesús, no porque quieran saber cómo hace obras tan maravillosas, sino para echarle en cara que las haga en sábado. De hecho, hasta empiezan a perseguirlo.

      • ¿Por qué se dirige Jesús a Judea, y qué hace allí?

      • ¿Por qué va tanta gente al estanque llamado Betzata?

      • ¿Qué milagro realiza Jesús en el estanque? ¿Cómo reaccionan algunos judíos ante lo sucedido?

  • Jesús revela que Jehová es su Padre
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Unos judíos acusando a Jesús de desobedecer la ley del sábado

      CAPÍTULO 30

      Jesús revela que Jehová es su Padre

      JUAN 5:17-47

      • DIOS ES EL PADRE DE JESÚS

      • JESÚS PROMETE LA RESURRECCIÓN

      Cuando unos judíos acusan a Jesús de desobedecer la ley del sábado por haber sanado a un hombre en ese día, él les dice: “Mi Padre hasta ahora sigue trabajando, y yo también sigo trabajando” (Juan 5:17).

      Jesús no está desobedeciendo la ley que Jehová ha dado sobre el sábado. Al contrario, al predicar y curar enfermos cualquier día de la semana, realiza buenas obras igual que su Padre. Así que Jesús hace el bien todos los días. Sin embargo, la respuesta que les da Jesús a estos judíos los enoja aún más, hasta el punto de que planean matarlo. ¿Por qué reaccionan así?

      Primero, porque concluyen equivocadamente que Jesús no respeta la ley del sábado y, segundo, porque les ofende muchísimo que diga que es el Hijo de Dios. Creen que está blasfemando al afirmar que Dios es su Padre, pues para ellos es como si dijera que es igual a Dios. Pero Jesús no tiene miedo y les da más detalles sobre la relación especial que tiene con Dios. Les dice: “El Padre quiere al Hijo y le enseña todas las cosas que él mismo hace” (Juan 5:20).

      El Padre es el que da la vida, y así lo demostró en el pasado al darles poder a algunos de sus siervos para resucitar a otras personas. Por eso, Jesús sigue diciendo: “Al igual que el Padre resucita a los muertos y les da vida, el Hijo también le da vida a quien él quiere dársela” (Juan 5:21). Esta impactante declaración nos da una esperanza para el futuro. Ahora bien, el Hijo ya está resucitando, por así decirlo, a quienes están muertos en sentido espiritual. De ahí que afirme: “El que oye mis palabras y cree en el que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24).

      No hay constancia de que Jesús haya resucitado a ningún muerto antes de este momento, pero les dice a sus acusadores que esas resurrecciones literales van a ocurrir. Promete: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán” (Juan 5:28, 29).

      A pesar de la extraordinaria autoridad que tiene, Jesús deja bien claro que es inferior a Dios, al decir: “No puedo hacer ni una sola cosa por mi cuenta. [...] No busco hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 5:30). Es la primera vez que Jesús menciona públicamente el importante papel que tiene en el cumplimiento del propósito de Dios. Pero quienes lo acusan no solo cuentan con el testimonio que da Jesús acerca de sí mismo. “Ustedes le han enviado mensajeros a Juan [el Bautista] —les recuerda—, y él ha dado testimonio de la verdad” (Juan 5:33).

      Seguro que saben que hace unos dos años Juan les habló a los líderes religiosos judíos del que vendría después de él, Aquel al que llamaron “el Profeta” y “el Cristo” (Juan 1:20-25). Así que, recordándoles la gran estima que un día tuvieron por Juan, que ahora está en prisión, Jesús les dice: “Ustedes por un poco de tiempo estuvieron dispuestos a alegrarse muchísimo con su luz” (Juan 5:35). Pero el testimonio que él les está presentando tiene más peso que el de Juan el Bautista.

      “Estas obras que yo hago [entre ellas, las curaciones que acaba de realizar] [...] confirman que el Padre me envió”, dice Jesús. Y a continuación añade: “El Padre, que me envió, él mismo es quien ha dado testimonio acerca de mí” (Juan 5:36, 37). Un ejemplo de ello es lo que Dios dijo sobre Jesús el día de su bautismo (Mateo 3:17).

      Lo cierto es que estos judíos no tienen excusa para rechazar a Jesús, ya que las Escrituras, que ellos afirman estudiar, dan testimonio acerca de él. “Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí —concluye Jesús—, porque él escribió sobre mí. Pero, si no creen en sus escritos, ¿cómo van a creer lo que digo yo?” (Juan 5:46, 47).

      • ¿Está desobedeciendo Jesús la ley del sábado al hacer buenas obras en ese día? Explique.

      • ¿Qué dice Jesús sobre el importante papel que tiene en el cumplimiento del propósito de Dios?

      • ¿Qué testimonios dan prueba de que Jesús es el Hijo de Dios?

  • Arrancan algunas espigas en sábado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los discípulos de Jesús arrancando espigas y comiéndose el grano en sábado

      CAPÍTULO 31

      Arrancan algunas espigas en sábado

      MATEO 12:1-8 MARCOS 2:23-28 LUCAS 6:1-5

      • LOS DISCÍPULOS ARRANCAN ALGUNAS ESPIGAS EN SÁBADO

      • JESÚS ES “SEÑOR DEL SÁBADO”

      Es primavera, y Jesús y sus discípulos se dirigen a Galilea, al norte. Cierto día, mientras cruzan unos campos llenos de grano, les da hambre, así que comienzan a arrancar algunas espigas y a comer los cereales. Ahora bien, es sábado, y los fariseos ven lo que están haciendo.

      Recuerde que hace poco unos judíos de Jerusalén quisieron matar a Jesús por desobedecer, según ellos, la ley del sábado. En esta ocasión, los fariseos ven mal lo que acaban de hacer los discípulos de Jesús, y por eso le dicen: “¡Fíjate! Tus discípulos están haciendo lo que no está permitido hacer en sábado” (Mateo 12:2).

      Los fariseos afirman que arrancar espigas y frotarlas con las manos para sacar el grano es lo mismo que segar y trillar (Éxodo 34:21). Tienen un punto de vista tan estricto sobre lo que es trabajar que convierten la ley del sábado en una carga, cuando lo que Dios quería era que fuera un día feliz y refrescante en sentido espiritual. Jesús los corrige poniéndoles dos ejemplos que demuestran que Jehová nunca quiso que la ley del sábado se aplicara de esa manera.

      Primero les habla de David y sus hombres, y de la ocasión en que les entró hambre y se comieron los panes de la presentación en el tabernáculo. Los únicos que podían comerse esos panes eran los sacerdotes, una vez que los retiraban del tabernáculo y los sustituían por pan fresco. Sin embargo, en vista de las circunstancias, Dios no condenó a David y sus hombres por comérselos (Levítico 24:5-9; 1 Samuel 21:1-6).

      A continuación, Jesús les pone un segundo ejemplo: “¿No leyeron en la Ley que los sábados los sacerdotes en el templo no respetan el sábado y no por eso se hacen culpables?”. Así es, los sacerdotes sacrifican animales y realizan otros trabajos en el templo aunque sea sábado. Entonces, Jesús añade: “Pues yo les digo que tienen aquí algo más importante que el templo” (Mateo 12:5, 6; Números 28:9).

      De nuevo, Jesús cita las Escrituras para hacerles ver que están equivocados: “Si hubieran entendido qué significan las palabras ‘Lo que quiero es compasión, no sacrificios’, no habrían condenado a los que no son culpables”. Y concluye diciendo: “Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado”. Con estas palabras, Jesús está haciendo referencia a su Reinado de Mil Años, que traerá paz a la Tierra (Mateo 12:7, 8; Oseas 6:6).

      Satanás ha tenido esclavizada a la humanidad por mucho tiempo y la ha hecho sufrir llenando el mundo de violencia y guerras. ¡Qué distinta será la vida cuando Cristo nos gobierne! En cierto sentido será como un gran sábado, pues todos obtendremos el descanso o alivio que tanto deseamos y necesitamos.

      • ¿De qué acusan los fariseos a los discípulos de Jesús, y por qué?

      • ¿Cómo corrige Jesús a los fariseos?

      • ¿En qué sentido es Jesús “Señor del sábado”?

  • ¿Qué está permitido hacer en sábado?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús a punto de curar a un hombre que tiene la mano paralizada

      CAPÍTULO 32

      ¿Qué está permitido hacer en sábado?

      MATEO 12:9-14 MARCOS 3:1-6 LUCAS 6:6-11

      • CURA EN SÁBADO A UN HOMBRE QUE TIENE LA MANO PARALIZADA

      De nuevo es sábado, y Jesús va a la sinagoga, probablemente ya en Galilea. Allí se encuentra a un hombre que tiene la mano derecha paralizada (Lucas 6:6). Los escribas y los fariseos no le quitan los ojos de encima a Jesús. ¿Por qué? Se ve cuáles son sus intenciones cuando le preguntan: “¿Está permitido curar a alguien en sábado?” (Mateo 12:10).

      Los líderes religiosos judíos creen que solo se puede curar a alguien en sábado si su vida corre peligro, por lo que no está permitido hacer cosas como colocar un hueso en su sitio o vendar una torcedura. Está claro que a estos judíos no les preocupa realmente el sufrimiento de ese pobre hombre, sino que están buscando una excusa para condenar a Jesús.

      Sin embargo, él conoce sus malas intenciones. Sabe que han adoptado un punto de vista extremista y alejado de lo que dicen las Escrituras sobre lo que se considera trabajar en sábado (Éxodo 20:8-10). Además, no es la primera vez que lo critican injustamente por sus buenas obras. A continuación, Jesús hace algo que acaba provocando un tenso enfrentamiento con ellos. Le dice al hombre: “Levántate y ven aquí al centro” (Marcos 3:3).

      Entonces, mirando a los escribas y a los fariseos, les dice: “Si tienen una oveja y esta se cae en un hoyo en sábado, ¿quién de ustedes no la agarra y la saca de ahí?” (Mateo 12:11). Claro, una oveja es una fuente de ingresos, así que ninguno de ellos la dejaría en un hoyo hasta el día siguiente, pues el animal podría morir, y perderían dinero. Además, las Escrituras mandan cuidar de los animales domésticos (Proverbios 12:10).

      Siguiendo esa línea de razonamiento, Jesús afirma: “¡Un hombre vale mucho más que una oveja! De modo que está permitido hacer algo bueno en sábado” (Mateo 12:12). En efecto, Jesús no estaría desobedeciendo la ley del sábado si curara a ese hombre. Los líderes religiosos, incapaces de contradecir sus lógicas y compasivas palabras, se quedan callados.

      Jesús mira a su alrededor indignado y dolido por lo retorcidos que son y le dice al hombre: “Extiende la mano” (Mateo 12:13). Cuando la extiende, se le cura inmediatamente. Como es lógico, el hombre se alegra mucho, pero ¿cómo reaccionan los escribas y los fariseos?

      Los líderes judíos conspiran para matar a Jesús

      En vez de alegrarse de que el hombre se haya curado, los fariseos salen enseguida y se reúnen “con los miembros del partido de Herodes para planear la muerte de Jesús” (Marcos 3:6). Por lo visto, algunos miembros del grupo religioso de los saduceos pertenecen a este partido político. Los saduceos y los fariseos están divididos en sentido religioso, pero ahora hay algo que los une: el odio por Jesús.

      • ¿En qué circunstancias se produce un enfrentamiento entre Jesús y los líderes religiosos judíos?

      • ¿Qué punto de vista equivocado tienen los líderes religiosos judíos sobre la ley del sábado?

      • ¿Qué razonamiento lógico usa Jesús para corregir el punto de vista equivocado que tienen?

  • Jesús cumple una profecía de Isaías
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús enseñando a la gente desde una pequeña barca

      CAPÍTULO 33

      Jesús cumple una profecía de Isaías

      MATEO 12:15-21 MARCOS 3:7-12

      • UNA MULTITUD SE LE ECHA ENCIMA A JESÚS

      • SE CUMPLE UNA PROFECÍA DE ISAÍAS

      Los fariseos y los partidarios de Herodes planean matar a Jesús. Cuando él y sus discípulos se enteran, se retiran al mar de Galilea. Estando allí, acude a Jesús una gran multitud de gente de todas partes: de Galilea, de las ciudades costeras de Tiro y Sidón, del este del río Jordán, de Jerusalén y de Idumea, que está aún más al sur. Como Jesús cura a muchos de ellos, los que tienen enfermedades graves se le echan encima. Desean tanto curarse que no esperan a que él los toque (Marcos 3:9, 10).

      Hay tanta gente que Jesús les pide a sus discípulos que le consigan una pequeña barca para alejarse un poco de la orilla y evitar así que lo aplasten. De esta forma, podrá hablar desde la barca y desplazarse por la costa para ayudar a más personas.

      El discípulo Mateo indica que las obras que realiza Jesús cumplen una profecía de Isaías (Mateo 12:17). ¿De qué profecía se trata?

      “Miren, este es mi siervo, a quien elegí; mi amado, quien tiene mi aprobación. Pondré mi espíritu sobre él, y él les aclarará a las naciones lo que es la justicia. No discutirá ni gritará. Y nadie oirá su voz en las calles principales. No romperá la caña que está quebrada ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia. Realmente, las naciones pondrán su esperanza en el nombre de él” (Mateo 12:18-21; Isaías 42:1-4).

      No hay duda de que Jesús es el siervo amado de Dios que cuenta con su aprobación. Él le aclara a la gente lo que es la verdadera justicia, que se ha hecho difícil de distinguir por culpa de las tradiciones religiosas falsas. Los fariseos interpretan la Ley de Dios de una manera tan rígida e injusta que ni siquiera ayudarían a un enfermo si es sábado. Pero Jesús refleja la justicia de Dios y demuestra que cuenta con su espíritu santo liberando a las personas de la carga que suponen las tradiciones injustas. Por esa razón, los líderes religiosos quieren matarlo. ¡Qué poca vergüenza!

      ¿Cómo se cumplen en Jesús estas palabras de Isaías: “No discutirá ni gritará. Y nadie oirá su voz en las calles principales”? Cuando Jesús cura a los enfermos, les ordena tanto a ellos como a los demonios que no le digan a nadie quién es él (Marcos 3:12). No quiere que la gente lo conozca por las noticias distorsionadas que circulan por las calles de boca en boca.

      Jesús también lleva un mensaje de consuelo a quienes se sienten como una caña quebrada, doblada y aplastada, a quienes son como una mecha que apenas arde, que está a punto de apagarse. No termina de aplastar ni de apagar a estas personas apacibles, sino que las anima con ternura y amor. Sin duda, las naciones pueden poner su esperanza en él.

      • ¿Cómo aclara Jesús lo que es la justicia sin discutir ni gritar en las calles principales?

      • ¿Quiénes son como cañas quebradas o mechas que apenas arden, y cómo los trata Jesús?

  • Jesús elige a 12 apóstoles
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús va a una montaña

      CAPÍTULO 34

      Jesús elige a 12 apóstoles

      MARCOS 3:13-19 LUCAS 6:12-16

      • LOS 12 APÓSTOLES

      Ya hace un año y medio que Juan el Bautista identificó a Jesús como el Cordero de Dios. Cuando Jesús comenzó su ministerio público, algunos hombres se hicieron sus discípulos. Entre ellos estaban Andrés, Simón Pedro, Juan, puede que Santiago (el hermano de Juan), Felipe y Bartolomé (también llamado Natanael). Y, con el tiempo, muchos otros se hicieron seguidores de él (Juan 1:45-47).

      Ahora ha llegado el momento de que Jesús elija a sus apóstoles, quienes colaborarán estrechamente con él y recibirán una preparación especial. Pero, antes de elegirlos, Jesús sube a una montaña, tal vez una de las que están junto al mar de Galilea cerca de Capernaúm. Allí pasa la noche entera orándole a su Padre, probablemente pidiéndole sabiduría y su bendición. Al día siguiente, llama a sus discípulos y elige a 12 de ellos para que sean sus apóstoles.

      Jesús escoge a los seis que mencionamos al principio y a Mateo, el cobrador de impuestos. Los otros cinco son Judas (también conocido como Tadeo o el “hijo de Santiago”), Simón el Cananita, Tomás, Santiago hijo de Alfeo y Judas Iscariote (Lucas 6:16; Mateo 10:2-4).

      Jesús orando antes de elegir a sus 12 apóstoles

      Estos 12 hombres llevan tiempo viajando con Jesús, así que él los conoce bien. De hecho, algunos eran parientes suyos. Santiago y Juan seguramente eran sus primos. Si, como algunos piensan, Alfeo era el hermano de José, el padre adoptivo de Jesús, entonces el hijo de Alfeo, Santiago, sería otro primo de Jesús.

      Está claro que Jesús se sabía los nombres de todos. Pero ¿y usted? ¿Se acuerda de cómo se llamaban los 12 apóstoles? Algo que lo puede ayudar es tener presente que había dos que se llamaban Simón, dos que se llamaban Santiago y dos que se llamaban Judas. Algunos apóstoles eran hermanos: Simón Pedro y Andrés, por un lado, y Santiago hijo de Zebedeo y Juan, por el otro. Con esto presente ya podrá acordarse de los nombres de ocho de ellos. Los cuatro que quedan son Mateo, el cobrador de impuestos; Tomás, el que más tarde dudó; Natanael, a quien Jesús llamó de debajo de un árbol, y Felipe, un amigo de Natanael.

      Once de ellos eran de Galilea, la zona donde se crió Jesús. Natanael era de Caná. Felipe, Pedro y Andrés eran de Betsaida, aunque con el tiempo estos dos últimos se fueron a vivir a Capernaúm, donde al parecer vivía Mateo. Santiago y Juan también vivían en Capernaúm o cerca de allí, y tenían un negocio de pesca en la zona. Y Judas Iscariote, quien más tarde traicionó a Jesús, era por lo visto el único apóstol de Judea.

      • ¿Qué importante decisión toma Jesús después de pasar toda una noche orando?

      • ¿A quiénes elige Jesús para que sean sus apóstoles? ¿Qué lo ayudará a usted a recordar sus nombres?

  • El famoso Sermón del Monte
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús dando el Sermón del Monte ante sus apóstoles y discípulos

      CAPÍTULO 35

      El famoso Sermón del Monte

      MATEO 5:1-7:29 LUCAS 6:17-49

      • EL SERMÓN DEL MONTE

      Jesús sigue en la ladera de una montaña de Galilea, tal vez cerca de Capernaúm, la ciudad donde suele quedarse. Sin duda está muy cansado después de haber pasado toda la noche orando y de haber elegido a los 12 apóstoles. Pero aún tiene fuerzas y el deseo de ayudar a la gente.

      Muchas personas han venido a verlo desde muy lejos. Algunos son de Jerusalén y de otros lugares de Judea, al sur. Otros han viajado desde las ciudades costeras de Tiro y Sidón, al noroeste. ¿Para qué vienen a ver a Jesús? “Para oírlo y para ser curados de sus enfermedades”. Y él no los decepciona, sana a todos los enfermos. ¿Se imagina? Cura absolutamente a todos. Jesús ayuda hasta a los que están “atormentados por espíritus malignos”, es decir, bajo el control de los malvados ángeles de Satanás (Lucas 6:17-19).

      Después, Jesús se sienta en un lugar llano de la montaña y la gente se reúne a su alrededor. Es probable que sus discípulos, sobre todo los 12 apóstoles, sean los que están más cerca de él. Todos tienen muchas ganas de escuchar al maestro que es capaz de realizar esas obras tan impresionantes, y Jesús pronuncia un discurso que los ayudará mucho. Les explica con sencillez y claridad verdades espirituales profundas que han beneficiado a millones de personas desde entonces y que también nos pueden ayudar a nosotros. Además, Jesús les pone ejemplos de cosas que todos conocen muy bien. Así, quienes desean una vida mejor y agradar a Dios pueden entender bien sus enseñanzas. ¿Por qué es tan importante este sermón?

      ¿QUIÉNES SON REALMENTE FELICES?

      Todo el mundo quiere ser feliz, y Jesús lo sabe. Por eso, empieza su discurso hablando de las personas que son realmente felices. Eso llama mucho la atención de quienes lo escuchan, pero Jesús también menciona algunas cosas que seguramente los dejan desconcertados.

      Les dice: “Felices los que reconocen sus necesidades espirituales, porque el Reino de los cielos es de ellos. Felices los que se lamentan, porque serán consolados. [...] Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. [...] Felices los que han sido perseguidos por causa de la justicia, porque el Reino de los cielos es de ellos. Felices ustedes cuando, por causa de mí, la gente los insulte, los persiga y, mintiendo, diga todo tipo de cosas malas sobre ustedes. Estén felices y radiantes de alegría” (Mateo 5:3-12).

      Un hombre que está triste al principio luego se pone muy feliz

      ¿En qué sentido son esas personas “felices”? Jesús no se refiere a la alegría que alguien siente, por ejemplo, cuando se está divirtiendo. Habla de algo más profundo: de sentirse satisfecho y realizado en la vida.

      Jesús dice que solo son realmente felices aquellos que reconocen sus necesidades espirituales, se sienten tristes por ser pecadores y llegan a conocer a Jehová y a servirle. Y son felices aunque otros los odien o los persigan por hacer la voluntad de Dios, pues saben que le están agradando y que él los recompensará con la vida eterna.

      Con esto, Jesús está enseñando algo diferente a lo que la mayoría de la gente opina. Muchos creen que el dinero y las diversiones son la clave de la felicidad. Pero Jesús, usando varios contrastes, hace pensar a sus oyentes. Les dice: “¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido todo su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados, porque pasarán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque se lamentarán y llorarán! ¡Ay cuando todos hablen bien de ustedes, porque eso es lo que los antepasados de ellos hicieron con los profetas falsos!” (Lucas 6:24-26).

      Una montaña de sal cerca del altar del templo de Dios

      ¿Por qué acabarán lamentándose los ricos, los que se divierten y los que buscan recibir alabanzas de otros? Porque quienes disfrutan de estas cosas y las valoran demasiado suelen descuidar su servicio a Dios. Y el resultado es que dejan de ser felices. Claro, Jesús no está diciendo que para ser feliz haya que ser pobre o pasar hambre. Pero es cierto que, a menudo, son las personas con pocos recursos las que aceptan sus enseñanzas y logran ser felices de verdad.

      Refiriéndose a sus discípulos, Jesús les dice: “Ustedes son la sal de la tierra” (Mateo 5:13). Jesús no está hablando de la sal literal. ¿Qué quiere decir? La sal tiene propiedades conservantes. Cerca del altar de Dios en el templo se almacena una gran cantidad de sal para las ofrendas. La sal también representa algo que no está corrompido ni deteriorado (Levítico 2:13; Ezequiel 43:23, 24). Jesús llama a sus discípulos “la sal de la tierra” por el efecto que tienen en las personas, ya que las ayudan a conservar su amistad con Dios y los buenos valores morales. Como consecuencia, quienes aceptan su mensaje podrán conservar la vida.

      Una lámpara encendida encima de un candelero

      Jesús también les dice: “Ustedes son la luz del mundo”. Una lámpara encendida no se tapa con una canasta, sino que se pone en el candelero, para que alumbre bien. Por eso, Jesús los anima a hacer lo siguiente: “Hagan brillar su luz a la vista de la gente. Que vean sus buenas obras y así le den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos” (Mateo 5:14-16).

      ENSEÑA ELEVADAS NORMAS MORALES

      Los líderes religiosos judíos piensan que Jesús desobedece la Ley de Dios y recientemente planearon matarlo. Por eso, Jesús dice sin rodeos: “No piensen que vine a anular la Ley o los Profetas. No vine a anular, sino a cumplir” (Mateo 5:17).

      Es innegable que Jesús respeta profundamente la Ley de Dios y anima a los demás a hacer lo mismo. De hecho, les dice: “Quien desobedezca uno de sus mandamientos más pequeños y les enseñe a otros a hacer lo mismo será considerado más pequeño con relación al Reino de los cielos”. Con eso quiere decir que esa persona no entrará en el Reino. “En cambio —añade—, quien los obedezca y se los enseñe a otros será considerado grande con relación al Reino de los cielos” (Mateo 5:19).

      Un hombre muy enojado

      Jesús no solo condena que alguien desobedezca la Ley, sino las actitudes que lo pueden llevar a hacerlo. Por ejemplo, tras recordarles que la Ley prohíbe el asesinato, les dice: “Tendrá que responder ante el tribunal de justicia todo el que siga furioso con su hermano” (Mateo 5:21, 22). Seguir enojado con otra persona es algo grave y puede conducir al asesinato. Por eso, Jesús explica cuánto hay que esforzarse por hacer las paces: “Si estás llevando tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete. Primero haz las paces con tu hermano, y luego vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23, 24).

      Un hombre mirando a una mujer bella

      La Ley también prohíbe el adulterio. Al respecto, Jesús comenta lo siguiente: “Oyeron que se dijo: ‘No cometas adulterio’. Pero yo les digo que todo el que sigue mirando a una mujer hasta el punto de sentir pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:27, 28). Él no está hablando de un pensamiento inmoral que pudiera pasarle a alguien por la cabeza. Más bien, está destacando que seguir “mirando” es un asunto muy grave, pues a menudo despierta deseos sexuales inmorales. La persona podría acabar cometiendo adulterio si surgiera la oportunidad. ¿Cómo puede alguien evitar que le ocurra eso? Tal vez tenga que tomar medidas drásticas. Jesús dice: “Si tu ojo derecho te está haciendo tropezar, arráncatelo y échalo lejos. [...] Igualmente, si tu mano derecha te está haciendo tropezar, córtatela y échala lejos” (Mateo 5:29, 30).

      Algunas personas han permitido que les corten una pierna o un brazo gravemente infectado con tal de salvar su vida. Pues bien, Jesús dice que es mejor perder cualquier cosa, incluso algo tan valioso como un ojo o una mano, que dejarse llevar por los pensamientos inmorales y acabar pecando. Él declara: “Es preferible que pierdas uno de tus miembros a que todo tu cuerpo vaya a parar a la Gehena”, un vertedero donde se quemaba la basura fuera de las murallas de Jerusalén y que representa la destrucción eterna.

      Un hombre le da una bofetada a otro hombre

      Jesús también nos da este consejo sobre cómo actuar cuando alguien nos hace daño o nos ofende: “No le hagan frente a alguien malo. Más bien, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla” (Mateo 5:39). Esto no significa que no podamos defendernos si nos atacan a nosotros o a nuestra familia. Cuando alguien le da una bofetada a otra persona, no es para herirla de gravedad o matarla, sino para insultarla. De modo que lo que Jesús quiere decir es que, si una persona intenta provocar una pelea o una discusión con nosotros, tal vez con una bofetada o un insulto, no debemos pagarle con la misma moneda.

      Este consejo está de acuerdo con el mandato divino de amar al prójimo. Por eso Jesús les pide a sus oyentes: “Amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen”. Y les da esta poderosa razón para hacerlo: “Así demostrarán que son hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos” (Mateo 5:44, 45).

      Entonces, resume esta parte de su discurso diciendo: “Sean perfectos, tal como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). Es evidente que Jesús no espera que seamos perfectos en el sentido estricto de la palabra. Pero, si imitamos a Dios, podremos amar hasta a nuestros enemigos. En otras palabras, lo que dice es: “Sean misericordiosos, así como su Padre es misericordioso” (Lucas 6:36).

      LA ORACIÓN Y LA CONFIANZA EN DIOS

      Jesús continúa su sermón diciendo: “Cuidado con hacer lo que es correcto delante de la gente para que ellos los vean”. Y luego condena el que alguien haga cosas buenas solo para dar la apariencia de ser muy devoto: “Cuando le des ayuda a un necesitado —explica—, no vayas tocando la trompeta como hacen los hipócritas” (Mateo 6:1, 2). Al ayudar a alguien necesitado, es mejor que nadie nos vea.

      Con la puerta cerrada, un hombre ora de rodillas en un cuarto

      Después, Jesús añade: “Cuando oren, no hagan como los hipócritas. A ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles principales para que los demás los vean. [...] En cambio tú, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto y, después de cerrar la puerta, órale a tu Padre, que está en lo secreto” (Mateo 6:5, 6). A Jesús no le parece mal que se hagan oraciones en público, pues él mismo las ha hecho. Lo que desaprueba es que alguien las haga para impresionar a los demás y recibir elogios.

      A continuación, aconseja: “Cuando ores, no repitas lo mismo una y otra vez, como hace la gente de las naciones” (Mateo 6:7). Con estas palabras, no da a entender que esté mal orar muchas veces sobre lo mismo. Más bien, indica que no se debe orar recitando de memoria las mismas frases “una y otra vez”. Luego, da un modelo de oración con siete peticiones que podemos hacerle a Dios. Las tres primeras están relacionadas con el derecho que Dios tiene a gobernarnos y con su propósito: que su nombre sea santificado, que venga su Reino y que se cumpla su voluntad. Debemos orarle a Jehová sobre estos asuntos antes de pedirle cosas personales como el alimento para cada día, que nos perdone los pecados, que no permita que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar y que nos libre de Satanás.

      Monedas de oro, jarrones de plata y oro y un joyero repleto de joyas

      ¿Y cuánta importancia debemos darles a nuestras posesiones? Jesús le dice a la multitud que lo escucha: “Dejen de acumular para ustedes tesoros en la tierra, donde las polillas y el óxido los echan a perder y donde los ladrones entran a robar”. ¡Qué consejo tan sensato! Las cosas materiales no son permanentes y no nos hacen más valiosos a los ojos de Jehová. Por eso, Jesús añade: “Acumulen para ustedes tesoros en el cielo”. ¿Cómo podemos hacerlo? Poniendo siempre el servicio a Dios en primer lugar. Así, nadie podrá impedir que contemos con la aprobación de Jehová y que, por tanto, obtengamos la vida eterna. Sin duda, estas palabras de Jesús son muy ciertas: “Donde esté tu tesoro, ahí también estará tu corazón” (Mateo 6:19-21).

      El ojo de una persona

      A fin de destacar esta idea, Jesús les pone el siguiente ejemplo: “Los ojos son la lámpara del cuerpo. Si tus ojos están bien enfocados, todo tu cuerpo brillará. Pero, si tus ojos son envidiosos, todo tu cuerpo estará oscuro” (Mateo 6:22, 23). Cuando los ojos simbólicos funcionan bien, son como una lámpara para nosotros. Pero, para que eso sea así, los ojos no pueden estar enfocados en varias cosas a la vez. En el caso de que lo estuvieran, podríamos empezar a tener un punto de vista equivocado sobre lo que es realmente importante en la vida. Si nos centráramos en conseguir cosas materiales y no en servir a Dios, todo nuestro cuerpo estaría oscuro, es decir, podríamos llegar a hacer cosas poco honradas o envolvernos en actividades cuestionables.

      Seguidamente, Jesús les dice algo importante: “Nadie puede ser esclavo de dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o le será leal a uno y despreciará al otro. No pueden ser esclavos de Dios y a la vez de las Riquezas” (Mateo 6:24).

      Al oír esto, es posible que algunos se pregunten cómo deben ver sus necesidades materiales. Así que Jesús les asegura que, si le dan prioridad al servicio a Dios, no tendrán que preocuparse demasiado por esas cosas. “Observen con atención las aves del cielo —les dice—. No siembran ni cosechan ni almacenan en graneros, pero su Padre celestial las alimenta” (Mateo 6:26).

      ¿Y qué pueden aprender de los lirios que ven allí mismo en la montaña? Jesús les dice que “ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos”. Luego añade: “Si Dios viste así a la vegetación del campo, que hoy está aquí y mañana se echa al horno, ¿no los vestirá a ustedes con mucha más razón [...]?” (Mateo 6:29, 30). Por eso, les da este sabio consejo: “Nunca se angustien y digan: ‘¿Qué vamos a comer?’, o ‘¿Qué vamos a beber?’, o ‘¿Qué vamos a ponernos?’. [...] Su Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Por lo tanto, sigan buscando primero el Reino y la justicia de Dios, y entonces recibirán también todas esas cosas” (Mateo 6:31-33).

      CÓMO OBTENER LA VIDA ETERNA

      Los apóstoles y otras personas que aprecian los asuntos espirituales quieren agradar a Dios, pero no les resulta fácil. Por ejemplo, muchos fariseos tienen la costumbre de criticar y juzgar a los demás con dureza. Así que Jesús da el siguiente consejo: “Dejen de juzgar, para que no sean juzgados. Porque así como juzguen a otros serán juzgados ustedes” (Mateo 7:1, 2).

      Para explicarles lo peligroso que es dejarse guiar por los exigentes fariseos, Jesús les hace la siguiente comparación: “Un ciego no puede guiar a otro ciego, ¿verdad? Los dos se caerían en un hoyo, ¿no es cierto?”. Con eso quiere enseñarles que no deben tener una actitud crítica hacia los demás, pues eso le desagrada mucho a Dios. A continuación, les pregunta: “¿Cómo puedes decirle a tu hermano ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’, si tú mismo no ves la viga que hay en el tuyo? ¡Hipócrita! Primero sácate la viga de tu ojo y entonces verás claramente cómo sacar la paja que está en el ojo de tu hermano” (Lucas 6:39-42).

      Un puñado de perlas; varios cerdos en el fondo

      ¿Significa eso que los discípulos no pueden formarse ninguna opinión negativa de nadie? En absoluto. De hecho, Jesús les dice: “No les den cosas santas a los perros. Tampoco echen sus perlas delante de los cerdos” (Mateo 7:6). Las verdades de la Palabra de Dios son como perlas preciosas. Así que, si los discípulos se encuentran con alguien que no las aprecia, deberían irse y seguir buscando a quien sí lo haga.

      Un hombre le da a su hijo un trozo de pan

      Después, Jesús vuelve a hablar de la oración y destaca la importancia de ser insistentes. Les dice: “Sigan pidiendo y se les dará”. Para ayudarlos a entender que Dios desea responder las oraciones, les pregunta: “Si su hijo les pide pan, ¿quién de ustedes le da una piedra? [...] Por lo tanto, si ustedes, aunque son malos, saben darles buenos regalos a sus hijos, ¡con mucha más razón su Padre que está en los cielos les dará cosas buenas a quienes se las piden!” (Mateo 7:7-11).

      Entonces, Jesús establece una norma de conducta que ha llegado a ser muy famosa: “Hagan por los demás todo lo que les gustaría que hicieran por ustedes”. ¿Verdad que deberíamos obedecer este mandato al tratar con otras personas? Sin embargo, Jesús muestra a continuación que cumplir con esta norma a veces es difícil: “Entren por la puerta angosta. Porque ancha es la puerta y espacioso es el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que entran por esa puerta; mientras que angosta es la puerta y estrecho es el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mateo 7:12-14).

      Un lobo camuflado bajo el pelaje de una oveja

      Ahora bien, Jesús les advierte a sus discípulos que algunas personas tratarán de apartarlos del camino que lleva a la vida: “Cuidado con los profetas falsos, que se les acercan disfrazados de oveja pero por dentro son lobos voraces” (Mateo 7:15). Entonces, les explica que, igual que saben si un árbol es bueno o malo por sus frutos, pueden reconocer a los profetas falsos por sus enseñanzas y acciones. En efecto, uno demuestra que es discípulo de Jesús no solo con lo que dice, sino con lo que hace. Algunos afirman que Jesús es su Señor, pero ¿qué les pasará si no hacen la voluntad de Dios? Jesús les dirá: “¡Yo a ustedes nunca los conocí! ¡Aléjense de mí, ustedes que violan la ley!” (Mateo 7:23).

      Hacia el final de su discurso, Jesús explica: “Todo el que escuche lo que he dicho y lo haga será como el hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, crecieron las aguas, los vientos soplaron con fuerza y golpearon contra aquella casa..., pero la casa no se vino abajo, porque tenía los cimientos en la roca” (Mateo 7:24, 25). ¿Por qué no se derrumbó la casa? Porque el hombre “cavó muy hondo y puso los cimientos en la roca” (Lucas 6:48). Eso nos enseña que no basta con escuchar a Jesús, tenemos que esforzarnos por hacer lo que él manda.

      ¿Y qué puede decirse del que oye estas cosas pero no las hace? Que es como “el hombre insensato que construyó su casa sobre la arena” (Mateo 7:26). La lluvia, las inundaciones y el viento harán que su casa se derrumbe.

      Los que escuchan este discurso se quedan impactados por la manera de enseñar de Jesús, porque lo hace como alguien que tiene autoridad, a diferencia de los líderes religiosos. Probablemente muchos de los que están allí se hacen discípulos suyos.

      LA REPETICIÓN COMO MÉTODO DE ENSEÑANZA

      Jesús con los brazos extendidos

      De vez en cuando, Jesús repetía las enseñanzas más importantes. Por ejemplo, en el Sermón del Monte, les enseñó a sus seguidores a orar y los ayudó a tener el punto de vista correcto sobre las cosas materiales (Mateo 6:9-13, 25-34).

      Como un año y medio más tarde, Jesús volvió a enseñar lo mismo (Lucas 11:1-4; 12:22-31). Esto permitió que las ideas principales se grabaran en la mente de sus discípulos y que se beneficiaran quienes no lo escucharon la primera vez.

      • ¿Dónde pronuncia Jesús su discurso más famoso, y quiénes están presentes?

      • ¿Por qué es tan importante el Sermón del Monte?

      • ¿Quiénes son realmente felices, y por qué?

      • A diferencia de los que son realmente felices, ¿quiénes acabarán lamentándose, y por qué?

      • ¿En qué sentido son “la sal de la tierra” y “la luz del mundo” los discípulos de Jesús?

      • ¿Por qué podemos decir que Jesús respeta profundamente la Ley de Dios?

      • ¿Qué aconseja Jesús para eliminar de raíz aquello que pudiera llevar al asesinato o al adulterio?

      • ¿A qué se refiere Jesús cuando dice que hay que ofrecer la otra mejilla?

      • ¿En qué sentido debemos ser perfectos, tal como Dios es perfecto?

      • ¿Qué dice Jesús sobre cómo debemos orar?

      • ¿Por qué son los tesoros espirituales los más valiosos, y cómo los podemos conseguir?

      • ¿Por qué no tienen razón para angustiarse los seguidores de Jesús?

      • ¿Qué dice Jesús sobre juzgar a los demás? ¿Significa eso que no podemos formarnos ninguna opinión negativa de nadie? Explique.

      • ¿Qué más dice Jesús sobre la oración? ¿Qué norma de conducta establece?

      • ¿Cómo indica Jesús que no es fácil ser discípulo suyo y que existe el peligro de que alguien nos aparte del camino?

  • Un centurión con mucha fe
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un centurión mira a su esclavo, que está gravemente enfermo; al fondo, unos ancianos de los judíos hablan con Jesús

      CAPÍTULO 36

      Un centurión con mucha fe

      MATEO 8:5-13 LUCAS 7:1-10

      • CURA AL ESCLAVO DE UN OFICIAL DEL EJÉRCITO

      • DIOS BENDECIRÁ A LOS QUE TIENEN FE

      Unos ancianos hablan con Jesús

      Cuando Jesús termina de dar el Sermón del Monte, se va a la ciudad de Capernaúm. Allí se le acercan unos ancianos de los judíos que han sido enviados por un hombre de otra nación, un oficial del ejército romano o centurión.

      Un siervo muy querido de este oficial del ejército está gravemente enfermo, a punto de morir. Tiene parálisis y “está acostado en la casa sufriendo muchísimo” (Mateo 8:6). Aunque el centurión no es judío, busca la ayuda de Jesús. Los ancianos le aseguran a Jesús que este hombre merece su ayuda y le explican por qué: “Ama a nuestra nación y él fue quien nos construyó la sinagoga” (Lucas 7:4, 5).

      Los amigos del oficial del ejército salen al encuentro de Jesús cuando está llegando a la casa

      Jesús y los ancianos se dirigen enseguida a la casa del oficial del ejército. Cuando ya están cerca, el oficial manda a unos amigos para que le digan a Jesús: “Señor, no te molestes en venir, porque no merezco que entres bajo mi techo. Tampoco me consideré digno de presentarme ante ti” (Lucas 7:6, 7). ¡Qué humildad demuestra este hombre acostumbrado a dar órdenes! Con sus palabras indica, además, que no se parece en nada a los romanos que maltratan a los esclavos (Mateo 8:9).

      El centurión sabe que los judíos evitan el trato con las personas de otras naciones (Hechos 10:28). Puede que por eso mande a sus amigos a decirle a Jesús: “Da la orden y mi siervo se curará” (Lucas 7:7).

      Jesús se sorprende mucho al escuchar esas palabras y admite: “Les digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande” (Lucas 7:9). Cuando los amigos del centurión regresan a la casa, se enteran de que el esclavo se ha curado.

      Jesús aprovecha esta ocasión para dejar claro que personas que no son judías obtendrán muchas bendiciones por tener fe. Dice: “Muchos vendrán del este y del oeste y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”. Pero ¿qué les sucederá a los judíos que no tienen fe? Jesús menciona que “serán echados afuera, a la oscuridad. Ahí es donde llorarán y apretarán los dientes” (Mateo 8:11, 12).

      Dios les ofrecerá primero a los judíos la oportunidad de formar parte del Reino junto con Cristo, pero los que no la acepten serán rechazados. Sin embargo, algunas personas que no son judías se sentarán, por así decirlo, a la mesa de Jesús “en el Reino de los cielos”.

      • ¿Por qué le ruegan unos judíos a Jesús que ayude a un oficial del ejército romano?

      • ¿Cuál podría ser la razón por la que el centurión no le pide a Jesús que entre en su casa?

      • ¿Qué oportunidad dice Jesús que tendrán los gentiles?

  • Jesús resucita al hijo de una viuda
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús y sus apóstoles se encuentran con el cortejo fúnebre del hijo de una viuda

      CAPÍTULO 37

      Jesús resucita al hijo de una viuda

      LUCAS 7:11-17

      • RESUCITA A UN MUCHACHO EN NAÍN

      Poco después de curar al siervo del oficial del ejército, Jesús sale de Capernaúm y se dirige a Naín, que está a más de 30 kilómetros (20 millas) al suroeste. Pero no está solo, con él van sus discípulos y muchas otras personas. Cuando están muy cerca de Naín, probablemente al anochecer, se encuentran a bastantes judíos en un cortejo fúnebre. Van cargando el cadáver de un joven para enterrarlo fuera de la ciudad.

      La madre del muchacho está totalmente desconsolada. Es viuda y acaba de perder a su único hijo. Cuando murió su esposo, al menos le quedó el consuelo de tener a su amado hijo con ella, así que debía de estar muy unida a él. Pero ahora que ha muerto, han desaparecido todas sus ilusiones y la garantía de tener a alguien que la cuide en el futuro. ¿Quién le hará compañía y le ofrecerá su apoyo?

      Cuando Jesús ve el dolor de la mujer y lo triste que es su situación, se conmueve profundamente. Con ternura y con una seguridad que transmite confianza, le dice: “No llores más”. Pero no se limita a decirle eso. Se acerca a la camilla funeraria y la toca (Lucas 7:13, 14). La manera en que se dirige a la mujer y sus acciones impresionan tanto a los que lloran la muerte del joven que se detienen. Muchos seguramente se preguntan por qué le ha dicho eso Jesús y qué va a hacer.

      Jesús resucita al joven y se lo entrega a su madre; la multitud mira asombrada

      ¿Y qué pensarán los que viajan con Jesús? Ellos lo han visto curar a muchos enfermos. Sin embargo, parece que nunca lo han visto resucitar a nadie. Saben que siglos atrás algunos volvieron a la vida, pero ¿podrá Jesús resucitar a alguien que ha muerto? (1 Reyes 17:17-23; 2 Reyes 4:32-37). Jesús ordena: “Joven, a ti te digo: ¡levántate!” (Lucas 7:14). Entonces, el muchacho se incorpora y empieza a hablar. A continuación, Jesús se lo entrega a su madre, que no sale de su asombro. La mujer siente una inmensa alegría. Ya no estará sola.

      Cuando la gente ve que el joven está vivo, alaba a Jehová, la Fuente de la vida. Unos dicen: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros”. Otros se dan cuenta de la importancia de lo que acaba de suceder y afirman: “Dios se ha acordado de su pueblo” (Lucas 7:16). La noticia de este impresionante milagro se esparce por toda la región y seguramente llega a Nazaret, donde se crió Jesús, que está a unos 10 kilómetros (6 millas). De hecho, hasta en Judea se enteran de lo que ha ocurrido.

      Juan el Bautista, que todavía está en prisión, tiene mucho interés por las obras que realiza Jesús. ¿Qué hace cuando sus discípulos le hablan de estos milagros?

      • ¿Con qué se encuentra Jesús cuando está a punto de llegar a Naín?

      • ¿Qué siente Jesús al ver aquella escena, y qué hace a continuación?

      • ¿Cómo reacciona la gente al ver el milagro que Jesús ha hecho?

  • Juan espera una respuesta de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Juan el Bautista sentado a solas en la prisión

      CAPÍTULO 38

      Juan espera una respuesta de Jesús

      MATEO 11:2-15 LUCAS 7:18-30

      • JUAN EL BAUTISTA QUIERE SABER CUÁL ES EL PAPEL DE JESÚS

      • JESÚS HABLA BIEN DE JUAN

      Juan el Bautista ya lleva alrededor de un año en prisión. Aun así, le llegan noticias de las obras maravillosas que está realizando Jesús. Imagine cómo se siente cuando sus discípulos le cuentan que Jesús ha resucitado al hijo de una viuda en Naín. Ahora bien, Juan quiere que Jesús le confirme si él es el Mesías. Por eso llama a dos de sus discípulos para que vayan a Jesús y le pregunten: “¿Eres tú el que tiene que venir, o tenemos que esperar a otro?” (Lucas 7:19).

      ¿No parece extraño que haga esta pregunta? Él es un hombre leal a Dios. Recordemos que cuando bautizó a Jesús, hace casi dos años, vio al espíritu santo descender sobre él y escuchó la voz de Dios expresando su aprobación. Así que no hay razones para pensar que esté perdiendo la fe. Si ese fuera el caso, Jesús no hablaría tan bien de él como lo hace en esta ocasión. Pero, entonces, si no tiene dudas, ¿por qué hace esa pregunta?

      Es posible que solo quiera que Jesús le confirme directamente que es el Mesías, pues eso lo animaría a aguantar mientras se consume en la cárcel. Sin embargo, parece que la pregunta de Juan va más allá. Él conoce las profecías bíblicas que dicen que el Ungido de Dios será rey y un libertador, pero ya han pasado muchos meses desde que bautizó a Jesús, y él sigue en prisión. Así que desea saber si habrá otra persona, como un sucesor de Jesús, por así decirlo, que termine de cumplir las profecías acerca del Mesías.

      Un hombre cojo y una mujer ciega muy contentos después de que Jesús los ha curado

      Jesús no les confirma directamente a los discípulos de Juan que él es el que tenía que venir. Más bien, les demuestra que cuenta con el apoyo de Dios curando a mucha gente con todo tipo de enfermedades. Después les dice: “Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: ahora los ciegos ven, los lisiados caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncian las buenas noticias” (Mateo 11:4, 5).

      Juan tal vez hace esa pregunta porque espera que Jesús haga más de lo que ha hecho hasta el momento y que lo saque de la prisión. Sin embargo, Jesús le dice que no espere nada más que los milagros que está realizando.

      Cuando los discípulos de Juan se van, Jesús le dice a la multitud que Juan es más que un profeta. Es el “mensajero” de Jehová predicho en Malaquías 3:1 y el profeta Elías que se predice en Malaquías 4:5, 6. Jesús explica: “Les aseguro que, entre los seres humanos, no ha habido nadie mayor que Juan el Bautista. Sin embargo, el que es menor en el Reino de los cielos es mayor que él” (Mateo 11:11).

      Al decir que el menor en el Reino de los cielos es mayor que Juan, Jesús muestra que Juan no formará parte del Reino celestial. Él preparó el camino para la llegada de Cristo, pero morirá antes de que este haga posible que algunas personas vayan al cielo (Hebreos 10:19, 20). Aun así, es un fiel profeta de Dios y vivirá en la Tierra cuando la gobierne el Reino de Dios.

      • ¿Por qué le pregunta Juan a Jesús si es él quien tiene que venir, o si debe esperar a otra persona?

      • Según Jesús, ¿qué profecías cumple Juan el Bautista?

      • ¿Por qué no estará en el cielo con Jesús Juan el Bautista?

  • Jesús condena a la gente de su tiempo por su indiferencia
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un niño toca la flauta en el mercado, pero los demás niños no quieren bailar

      CAPÍTULO 39

      Jesús condena a la gente de su tiempo por su indiferencia

      MATEO 11:16-30 LUCAS 7:31-35

      • REPRENDE A CIERTAS CIUDADES

      • OFRECE ALIVIO Y CONSUELO

      Jesús tiene en alta estima a Juan el Bautista, pero ¿qué opina de él la mayoría de la gente? Jesús dice sobre la generación de su tiempo: “Es como los niños que están sentados en las plazas de mercado y les gritan a sus compañeros de juegos: ‘Les tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron; les cantamos canciones de duelo, pero ustedes no se golpearon el pecho de tristeza’” (Mateo 11:16, 17).

      ¿Qué quiere decir Jesús? Él explica: “Llegó Juan sin comer ni beber y la gente dice: ‘Tiene un demonio’. Y llegó el Hijo del Hombre, que sí come y bebe, y la gente dice: ‘¡Miren! Un glotón y un bebedor de vino, que es amigo de cobradores de impuestos y pecadores’” (Mateo 11:18, 19). Por un lado, Juan lleva una vida sencilla y no bebe vino porque es nazareo, pero la gente dice que está endemoniado (Números 6:2, 3; Lucas 1:15). Y, por otro lado, Jesús vive como los demás hombres, come y bebe con moderación, pero lo acusan de hacerlo en exceso. Parece imposible agradar a la gente.

      Por esta razón, Jesús compara esa generación con niños que están en las plazas de mercado y no quieren bailar cuando otros tocan la flauta ni ponerse tristes cuando los demás están de duelo. Él dice: “En cualquier caso, la sabiduría queda demostrada por sus resultados” (Mateo 11:16, 19). En efecto, los “resultados”, es decir, las acciones de Juan y Jesús, demuestran que las acusaciones contra ellos son falsas.

      Después de hablar de la indiferencia de esa generación, Jesús reprende a las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaúm, donde ha hecho milagros asombrosos. Dice que, si hubiera realizado esas obras en las ciudades fenicias de Tiro y Sidón, los habitantes de esos lugares se habrían arrepentido. Es interesante que Jesús incluya a Capernaúm, la ciudad donde ha vivido por un tiempo. Incluso allí la mayoría de la gente no ha aceptado su mensaje. Por eso, refiriéndose a esa ciudad, declara: “El Día del Juicio le será más soportable a la tierra de Sodoma que a ti” (Mateo 11:24).

      Entonces, Jesús alaba a su Padre porque esconde de “los intelectuales y sabios” las preciosas verdades espirituales, pero las revela a los que son humildes como niños pequeños (Mateo 11:25). A estos, Jesús les hace una afectuosa invitación: “Vengan a mí, todos ustedes, que trabajan duro y están sobrecargados, y yo los aliviaré. Pónganse bajo mi yugo y aprendan de mí, porque soy apacible y humilde de corazón. Conmigo encontrarán alivio. Porque mi yugo es fácil de llevar y mi carga pesa poco” (Mateo 11:28-30).

      Los líderes religiosos han sobrecargado a la gente con tradiciones que la esclavizan. Por ejemplo, han puesto reglas demasiado estrictas sobre lo que se puede hacer en sábado. Sin embargo, Jesús los alivia enseñándoles la verdad sobre Dios libre de todas esas tradiciones. Además, consuela a los que se sienten oprimidos por las autoridades políticas y a los que se sienten mal por los pecados que han cometido. Les explica lo que tienen que hacer para que sus pecados sean perdonados y puedan estar en paz con Dios.

      Quienes aceptan el yugo de Jesús, que es fácil de llevar, pueden dedicar su vida a nuestro compasivo Padre celestial y servirle. Algo que no es muy difícil, pues los mandamientos de Dios “no son una carga” (1 Juan 5:3).

      • ¿En qué sentido son como niños pequeños las personas de la generación de Jesús?

      • ¿Por qué alaba Jesús a su Padre celestial?

      • ¿Por qué se sienten sobrecargadas muchas personas, pero qué alivio les ofrece Jesús?

  • Una lección sobre el perdón
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Mientras Jesús está reclinado a la mesa con otros invitados, una mujer se arrodilla a sus pies

      CAPÍTULO 40

      Una lección sobre el perdón

      LUCAS 7:36-50

      • UNA MUJER PECADORA DERRAMA ACEITE SOBRE LOS PIES DE JESÚS

      • JESÚS USA EL EJEMPLO DE ALGUIEN QUE DEBE DINERO PARA ENSEÑARNOS A PERDONAR

      Las personas responden a lo que Jesús dice y hace según lo que tienen en el corazón. Un ejemplo de esto es lo que ocurre en Galilea en la casa de un fariseo llamado Simón. Este hombre invita a Jesús a una comida, tal vez para conocer mejor a quien está haciendo obras tan poderosas. Jesús ha comido en otras ocasiones con cobradores de impuestos y pecadores, y esta vez también acepta la invitación, quizás con la intención de predicarles a los que estén en la casa.

      Sin embargo, cuando Jesús llega, no recibe el trato que normalmente se les da a los invitados. En la antigua Palestina, la gente llevaba sandalias y, al andar por caminos polvorientos, los pies se ensuciaban y se calentaban. Por eso, cuando alguien llegaba a la casa de otra persona, se le mostraba hospitalidad lavándole los pies con agua fría. Pero, en la casa de Simón, nadie le lava los pies a Jesús. Tampoco le dan un beso, como era habitual. Otra muestra de amabilidad era derramar aceite en la cabeza del invitado, pero eso es algo que tampoco le hacen a Jesús. ¡Vaya recibimiento!

      Llega el momento en que los invitados se reclinan a la mesa. Mientras comen, una mujer que es “conocida en la ciudad como pecadora” entra discretamente sin que nadie la haya invitado (Lucas 7:37). Es cierto que todos somos imperfectos y pecamos, pero al parecer esta mujer lleva una vida inmoral; probablemente es prostituta. Es posible que conozca las enseñanzas de Jesús y que haya oído que él ofrece alivio a todos los que “están sobrecargados” (Mateo 11:28, 29). Tal vez por eso sale en busca de Jesús.

      Mientras Jesús está reclinado a la mesa, la mujer se le acerca por detrás y se arrodilla a sus pies. Entonces, empieza a llorar y a secar con su cabello las lágrimas que caen sobre los pies de Jesús. Además, se los besa tiernamente y derrama sobre ellos un aceite perfumado que ha traído. Al ver eso, Simón piensa con desaprobación: “Si este hombre fuera realmente un profeta, sabría quién lo está tocando; sabría qué clase de mujer es: una pecadora” (Lucas 7:39).

      Un hombre le da las gracias a un prestamista porque le ha perdonado el dinero que le debe; otro hombre que también le debía dinero se aleja caminando

      Pero Jesús, que se da cuenta de lo que está pensando, le dice: “Simón, tengo algo que decirte”. Y él le responde: “¡Dime, Maestro!”. Así que Jesús pasa a relatarle: “Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista; uno le debía 500 denarios, y el otro, 50. Como no tenían con qué pagarle, los perdonó generosamente a los dos. Entonces, ¿cuál de ellos lo amará más?”. Simón contesta, quizás con falta de interés: “Supongo que el hombre al que le perdonó más” (Lucas 7:40-43).

      Jesús le dice que ha contestado bien y, a continuación, mirando a la mujer, añade: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies, pero ella me ha mojado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su cabello. No me diste un beso, pero esta mujer, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies tiernamente. No me pusiste aceite en la cabeza, pero esta mujer derramó aceite perfumado sobre mis pies”. Jesús puede ver que está sinceramente arrepentida de la vida que ha llevado, por eso le dice a Simón: “Los pecados de ella, aunque son muchos, quedan perdonados, porque amó mucho. Pero a quien se le perdona poco, ese ama poco” (Lucas 7:44-47).

      Jesús no está justificando la inmoralidad sexual. Más bien, está demostrando que es bondadoso y comprensivo con quienes se arrepienten de haber cometido pecados graves y van a él en busca de consuelo. No hay duda de que la mujer tiene que sentirse muy aliviada al escuchar las palabras de Jesús: “Tus pecados quedan perdonados. [...] Tu fe te ha salvado. Vete en paz” (Lucas 7:48, 50).

      • ¿Qué trato recibe Jesús en la casa de Simón?

      • ¿Por qué se acerca a Jesús una mujer de la ciudad?

      • ¿Qué ejemplo le pone Jesús a Simón, y qué lección le quiere enseñar?

  • ¿Quién le da a Jesús el poder para realizar milagros?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Muchísima gente se junta alrededor de la casa donde está Jesús

      CAPÍTULO 41

      ¿Quién le da a Jesús el poder para realizar milagros?

      MATEO 12:22-32 MARCOS 3:19-30 LUCAS 8:1-3

      • JESÚS COMIENZA SU SEGUNDO RECORRIDO POR GALILEA

      • EXPULSA DEMONIOS Y HABLA DEL PECADO IMPERDONABLE

      Poco tiempo después de hablar del perdón en la casa de Simón el fariseo, Jesús comienza a recorrer de nuevo Galilea predicando. Está en el segundo año de su ministerio, y ahora van con él sus 12 apóstoles y algunas mujeres a las que ha curado “de espíritus malvados y de enfermedades” (Lucas 8:2). Entre ellas están María Magdalena, Susana y Juana, la esposa del encargado de la casa del rey Herodes Antipas.

      A medida que la fama de Jesús se extiende, se intensifica la polémica sobre sus actividades. Un ejemplo de ello es lo que ocurre cuando Jesús cura a un hombre que está endemoniado, ciego y mudo. Al ver que el hombre ya no está endemoniado y que ahora puede ver y hablar, la gente se queda impactada y pregunta: “¿No será este el Hijo de David?” (Mateo 12:23).

      Hay tanta gente alrededor de la casa donde está Jesús que ni él ni sus discípulos pueden siquiera comer. Sin embargo, no todos piensan que Jesús sea el prometido “Hijo de David”. Algunos escribas y fariseos han venido desde la lejana Jerusalén, pero no para apoyarlo ni aprender de él. Más bien, le dicen a la gente que “está poseído por Belcebú” y que está de parte “del gobernante de los demonios” (Marcos 3:22). Cuando la familia de Jesús se entera del alboroto que se ha formado, van hasta allí para llevárselo. ¿Por qué?

      Bueno, hasta este momento, los hermanos de Jesús no creen que él sea el Hijo de Dios (Juan 7:5). Además, este Jesús, que al parecer está levantando tanto revuelo, es muy diferente al que se crió con ellos en Nazaret, así que llegan a la conclusión de que “se ha vuelto loco” (Marcos 3:21).

      Pero ¿qué indican los hechos? Jesús acaba de curar a un endemoniado y ahora el hombre puede ver y hablar. Como nadie puede negar eso, los escribas y los fariseos tratan de manchar su reputación acusándolo falsamente. Dicen de él: “Expulsa a los demonios por medio de Belcebú, el gobernante de los demonios” (Mateo 12:24).

      Jesús trata de razonar con los escribas y fariseos; algunos de los que viajan con él escuchan la conversación

      Jesús sabe lo que están pensando los escribas y los fariseos, así que les explica: “Todo reino dividido internamente va a la ruina y ninguna ciudad o familia dividida internamente se mantendrá en pie. De la misma manera, si Satanás expulsa a Satanás, está dividido internamente. En ese caso, ¿cómo podrá su reino mantenerse en pie?” (Mateo 12:25, 26).

      ¡Qué lógica tan aplastante! Los fariseos saben que algunos judíos expulsan demonios (Hechos 19:13). De modo que Jesús les pregunta: “Si yo expulso a los demonios por medio de Belcebú, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes?”. En efecto, a ellos se les podría acusar de lo mismo. Jesús sigue razonando con ellos: “Pero, si yo expulso a los demonios por medio del espíritu de Dios, es que el Reino de Dios los ha tomado a ustedes desprevenidos” (Mateo 12:27, 28).

      A continuación, Jesús les explica con un ejemplo que él puede expulsar a los demonios porque es más poderoso que Satanás. Les dice: “Si alguien quiere invadir la casa de un hombre fuerte y robarle sus cosas, primero tiene que atar al hombre, ¿no les parece? Solo entonces le podrá saquear la casa. El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama” (Mateo 12:29, 30). Los escribas y los fariseos están contra Jesús, así que es evidente que están del lado de Satanás. Por eso alejan a la gente del Hijo de Dios, que hace milagros gracias al poder de Jehová.

      Jesús les da la siguiente advertencia a estos enemigos: “A los hombres se les perdonarán todas las cosas, sin importar qué pecados cometan ni qué blasfemias digan. Pero quien blasfeme contra el espíritu santo jamás será perdonado. Será culpable de pecado eterno” (Marcos 3:28, 29). Piense en lo que eso significa para quienes le están atribuyendo a Satanás lo que claramente es obra del espíritu de Dios.

      • ¿Quiénes acompañan a Jesús en su segundo recorrido por Galilea?

      • ¿Por qué va la familia de Jesús a buscarlo?

      • ¿Cómo tratan de manchar la reputación de Jesús los escribas y los fariseos? ¿Cómo les responde él?

  • Jesús reprende a los fariseos
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • La reina de Seba se acerca al trono del rey Salomón

      CAPÍTULO 42

      Jesús reprende a los fariseos

      MATEO 12:33-50 MARCOS 3:31-35 LUCAS 8:19-21

      • JESÚS HABLA DE “LA SEÑAL DE JONÁS”

      • ESTÁ MÁS UNIDO A SUS DISCÍPULOS QUE A SU FAMILIA

      Los escribas y los fariseos que niegan que Jesús expulse a los demonios por medio del poder de Dios corren el riesgo de blasfemar contra el espíritu santo. Así que deben elegir: o se ponen del lado de Dios, o del de Satanás. Por eso Jesús les dice: “O hacen que sea un árbol bueno y su fruto bueno, o hacen que sea un árbol podrido y su fruto podrido. Porque el árbol se conoce por su fruto” (Mateo 12:33).

      La rama de un árbol con fruto

      No tiene sentido que digan que Jesús produce el buen fruto de expulsar a los demonios porque sirve a Satanás. Como dejó claro Jesús en su Sermón del Monte, un árbol podrido no puede dar frutos buenos. Pero ¿qué demuestra el fruto de los fariseos, es decir, su absurda acusación contra Jesús? Que están podridos. De ahí que Jesús los reprenda: “Crías de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas si son malos? Porque la boca habla de lo que abunda en el corazón” (Mateo 7:16, 17; 12:34).

      Eso es cierto: lo que decimos revela lo que tenemos en el corazón, y seremos juzgados por ello. De hecho, Jesús así lo indica al decir: “En el Día del Juicio la gente tendrá que dar cuenta de cualquier cosa inútil que diga. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36, 37).

      Jesús está haciendo milagros extraordinarios. Aun así, los escribas y los fariseos le piden: “Maestro, queremos que nos des una señal”. Sea que estos líderes judíos lo hayan visto hacer milagros o no, cuentan con el testimonio de muchas personas que sí han visto sus obras poderosas. Con razón, Jesús les dice: “Esta generación infiel y malvada siempre anda buscando una señal. Pero no se le dará ninguna excepto la señal de Jonás el profeta” (Mateo 12:38, 39).

      Un pez enorme se traga a Jonás

      A continuación, Jesús les explica qué significa lo que acaba de decirles: “Así como Jonás estuvo en el vientre del gran pez tres días y tres noches, el Hijo del Hombre estará en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. A Jonás se lo tragó un pez enorme, pero cuando salió vivo de él fue como si hubiera resucitado. De modo que, con esas palabras, Jesús predice que él mismo morirá y será resucitado al tercer día. Tiempo después, cuando eso ocurra, los líderes judíos rechazarán “la señal de Jonás”, pues no querrán arrepentirse ni cambiar (Mateo 27:63-66; 28:12-15). ¡Qué diferentes a “los habitantes de Nínive”! Ellos sí se arrepintieron cuando Jonás les predicó, así que condenarán a esta generación. Jesús también menciona a la reina de Saba, quien también los condenará con su ejemplo. Esta reina visitó a Salomón para escuchar su sabiduría y se quedó impresionada. Pero Jesús afirma ahora: “Aquí tienen a alguien que es más que Salomón” (Mateo 12:40-42).

      Jesús compara la situación de “esta generación malvada” a la de un hombre del que sale un demonio (Mateo 12:45). Como el hombre no ocupa su mente con cosas buenas al marcharse el espíritu maligno, este regresa, pero esta vez con otros siete espíritus aún peores que él. De manera parecida, la nación de Israel había sido purificada y renovada. Pero tiempo después rechazó a los profetas de Jehová y ahora también rechaza a Jesús, quien sin duda cuenta con el espíritu de Dios. Eso hace que su situación sea peor que al principio.

      Mientras Jesús está hablando, llegan su madre y sus hermanos y se quedan detrás de toda la gente. Así que algunos que están sentados cerca de él le avisan: “Tu madre y tus hermanos están de pie afuera y quieren verte”. Entonces, Jesús demuestra lo unido que está a sus discípulos, quienes son para él como hermanos, hermanas y madres. Señalando a sus discípulos, afirma: “Mi madre y mis hermanos son estos que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lucas 8:20, 21). Así deja claro que, aunque valora los lazos familiares, el vínculo que tiene con sus discípulos es todavía más valioso. A nosotros también nos anima mucho la estrecha amistad que nos une a nuestros hermanos espirituales, sobre todo cuando otros ponen en duda nuestras intenciones o nos critican por las cosas buenas que hacemos.

      • ¿En qué sentido son los fariseos como un árbol podrido?

      • ¿Qué es “la señal de Jonás”, y cómo la rechaza la nación de Israel más tarde?

      • ¿En qué sentido es la nación de Israel del siglo primero como el hombre del que salió un demonio?

      • ¿Cómo describe Jesús los lazos que lo unen a sus discípulos?

  • Jesús usa comparaciones para enseñar verdades sobre el Reino
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús enseña desde una barca a la multitud que se ha juntado a orillas del mar de Galilea

      CAPÍTULO 43

      Jesús usa comparaciones para enseñar verdades sobre el Reino

      MATEO 13:1-53 MARCOS 4:1-34 LUCAS 8:4-18

      • JESÚS HABLA DEL REINO MEDIANTE COMPARACIONES

      Seguramente Jesús está en Capernaúm cuando reprende a los fariseos. Más tarde, ese mismo día, sale de la casa donde se encuentra y se dirige al cercano mar de Galilea. Al llegar allí, las multitudes se reúnen a su alrededor. Él se sube a una barca, la aleja un poco de la orilla y empieza a enseñarles sobre el Reino de los cielos. Lo hace usando parábolas o comparaciones sobre cosas que la mayoría de la gente conoce bien para que les sea más fácil entender distintas verdades sobre el Reino.

      El primer ejemplo que les pone es el de un hombre que está sembrando. Algunas semillas caen a lo largo del camino, y los pájaros se las comen. Otras caen en terreno rocoso, donde hay poca tierra. Al brotar las plantas, estas no pueden echar raíces profundas, de modo que cuando sale el sol se queman y se marchitan. Otras semillas caen entre los espinos y, cuando las plantas brotan, estos las ahogan. Por último, algunas semillas caen en la tierra buena y producen fruto: unas, 100 veces más de lo que se sembró; otras, 60, y otras, 30 (Mateo 13:8).

      Jesús les pone otro ejemplo y les dice que el Reino de Dios es como cuando un hombre echa semillas en la tierra. En este caso, las semillas crecen por sí solas, sea que el hombre esté durmiendo o despierto, “aunque él no sabe exactamente cómo” (Marcos 4:27). Y las plantas que brotan producen grano, que luego él cosecha.

      A continuación, Jesús les pone un tercer ejemplo relacionado con la siembra. Les habla de un hombre que echa en su campo buena semilla. Pero, mientras todos duermen, un enemigo siembra mala hierba entre el trigo. Los esclavos del hombre le preguntan si quiere que arranquen la mala hierba, pero él les responde: “No, no sea que al arrancar la mala hierba arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y en la temporada de la cosecha les diré a los cosechadores que primero arranquen la mala hierba y la aten en manojos para quemarla y que luego recojan el trigo y lo guarden en mi granero” (Mateo 13:24-30).

      Muchos de los que están escuchando a Jesús saben lo que es trabajar en el campo. Así que él les menciona algo más que conocen bien: el diminuto grano de mostaza. Les dice que se convierte en un árbol tan grande que hasta los pájaros vienen a refugiarse entre sus ramas. Respecto a esta semilla, Jesús les explica: “El Reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo” (Mateo 13:31). Con este ejemplo, no les está dando una lección sobre plantas. Más bien, les está explicando que algo muy pequeño puede crecer muchísimo y convertirse en algo muy grande.

      Luego, Jesús les habla de un proceso que muchos también conocen para explicarles algo acerca del Reino de los cielos. Compara el Reino a “la levadura que una mujer tomó y mezcló con tres grandes medidas de harina” (Mateo 13:33). Aunque la levadura no se ve a simple vista, se extiende por toda la masa y la hace crecer; produce un crecimiento y grandes cambios que no se ven enseguida.

      Después de darles estos cinco ejemplos, Jesús despide a la gente y regresa a la casa donde se está quedando. Entonces, los discípulos acuden a él porque quieren saber qué es lo que ha querido decir.

      ¿QUIÉNES APRENDEN DE LAS COMPARACIONES DE JESÚS?

      Los discípulos de Jesús lo han oído usar comparaciones antes, pero nunca tantas como ahora. Por eso le preguntan: “¿Por qué les hablas usando comparaciones?” (Mateo 13:10).

      Una razón es para que se cumpla una profecía, como bien reconoce Mateo en su Evangelio: “Nunca les hablaba sin utilizar alguna comparación. Así se cumplió lo que se había anunciado por medio del profeta, que dijo: ‘Abriré mi boca usando comparaciones; proclamaré cosas que han estado escondidas desde la fundación’” (Mateo 13:34, 35; Salmo 78:2).

      Pero Jesús también usa comparaciones o parábolas para dejar al descubierto los verdaderos motivos de las personas. Muchas acuden a él solo porque les gusta escuchar sus interesantes historias y porque realiza milagros, pero en realidad no lo consideran su Señor ni creen que deban obedecerlo ni seguirlo sin esperar nada a cambio (Lucas 6:46, 47). No quieren hacer cambios en su vida y manera de pensar. Está claro que no están dispuestas a que el mensaje les llegue al corazón.

      Cuando los discípulos le preguntan a Jesús por qué les hace tantas comparaciones, él les explica: “Les hablo a ellos usando comparaciones, porque, aunque ven, en realidad no ven y, aunque oyen, en realidad no oyen ni tampoco comprenden nada. En ellos se cumple esta profecía de Isaías: ‘[...] El corazón de este pueblo se ha hecho insensible’” (Mateo 13:13-15; Isaías 6:9, 10).

      Jesús les explica a sus discípulos el ejemplo de la semilla que cae en diferentes tipos de terreno

      Pero no todos los que escuchan a Jesús son así. Él les dice a sus discípulos: “Felices los ojos de ustedes, que ven, y sus oídos, que oyen. Porque les aseguro que muchos profetas y personas justas desearon ver las cosas que ustedes están observando, pero no las vieron, y oír las cosas que ustedes están oyendo, pero no las oyeron” (Mateo 13:16, 17).

      En efecto, los 12 apóstoles y otros discípulos fieles tienen sincero interés en lo que Jesús enseña. Por eso, él les dice: “A ustedes se les concede entender los secretos sagrados del Reino de los cielos, pero a ellos no” (Mateo 13:11). Como desean entender las parábolas que acaban de oír, él les explica la del sembrador.

      Comienza diciéndoles: “La semilla es la palabra de Dios” (Lucas 8:11). Y la tierra es el corazón de las personas. Estas dos ideas son esenciales para entender la comparación.

      Respecto a las semillas que caen junto al camino, Jesús dice que son “los que oyen la palabra pero luego viene el Diablo y se la quita del corazón para que no crean y no se les salve” (Lucas 8:12). Al hablar de las que caen sobre el terreno rocoso, Jesús se está refiriendo a las personas que reciben la palabra con alegría, pero esta no echa raíces profundas en su corazón. Por eso, cuando se les presentan “dificultades o persecución por causa de la palabra”, enseguida tropiezan o abandonan la fe. Y, “cuando llega una época de pruebas”, quizás debido a oposición por parte de la familia o de otras personas, se apartan (Mateo 13:21; Lucas 8:13).

      ¿Qué hay de las semillas que caen entre los espinos? Jesús dice que estas son quienes oyen la palabra pero dejan que “las preocupaciones de este sistema y el poder engañoso de las riquezas la ahoguen” (Mateo 13:22). Aunque aceptan la palabra al principio, después esta se ahoga y no da fruto.

      Por último, Jesús menciona la tierra buena. Esta se refiere a las personas que escuchan la palabra y la aceptan porque entienden el verdadero significado de ella. Y, como resultado, “dan fruto”. Pero, debido a circunstancias como la edad o la mala salud, no todas producen lo mismo. Unas producen 100 veces más de lo que se sembró, otras, 60 veces más y otras, 30 veces más. Dios bendice a “los que, después de oír la palabra con un corazón sincero y bueno, la retienen y dan fruto con aguante” (Lucas 8:15).

      Esta explicación debe impresionar mucho a los discípulos que han ido a preguntarle a Jesús sobre el significado de sus ejemplos. Ahora los entienden mucho mejor. Y Jesús quiere que comprendan bien sus enseñanzas para que puedan transmitir la verdad a otras personas. Les dice: “No se saca una lámpara para luego taparla con una canasta o ponerla debajo de la cama, ¿verdad? ¿Acaso no se saca para ponerla en un candelero?”. Y luego les da el siguiente consejo: “Todo el que tenga oídos para escuchar, que escuche con atención” (Marcos 4:21-23).

      JESÚS LES ENSEÑA MÁS COSAS

      Después de escuchar la explicación sobre la parábola del sembrador, los discípulos quieren seguir aprendiendo. Por eso le piden a Jesús: “Explícanos el ejemplo de la mala hierba en el campo” (Mateo 13:36).

      Con esa petición, demuestran tener una actitud muy diferente a la del resto de las personas que estaban en la playa. La gente escucha a Jesús, pero no tiene interés por saber lo que significan sus ejemplos ni la lección que hay detrás. Se contentan con entender lo básico. Jesús hace un contraste entre la multitud de la playa y los discípulos, que sí quieren aprender más cosas. Les dice:

      “Presten atención a lo que están oyendo. La misma medida que ustedes usen será la que se use con ustedes, y se les dará todavía más” (Marcos 4:24). Como los discípulos están prestando atención a lo que Jesús les cuenta y mostrando mucho interés en sus dichos, él les enseña más cosas. Por eso, cuando ellos le piden que les explique la parábola del trigo y la mala hierba, Jesús les dice:

      “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del Reino. La mala hierba son los hijos del Maligno y el enemigo que la sembró es el Diablo. La cosecha es la conclusión de un sistema y los cosechadores son los ángeles” (Mateo 13:37-39).

      Después de decirles lo que significa cada elemento de la parábola, Jesús les cuenta lo que pasará en la conclusión del sistema: los cosechadores, es decir, los ángeles, separarán a los falsos cristianos, representados por la mala hierba, de los verdaderos “hijos del Reino”. Estos “justos” serán recogidos y al final “brillarán en el Reino de su Padre”. ¿Y qué pasará con “los hijos del Maligno”? Serán destruidos, razón por la que “llorarán y apretarán los dientes” (Mateo 13:41-43).

      Un hombre encuentra un tesoro escondido en un campo
      Un comerciante viajero encuentra una perla de mucho valor

      A continuación, Jesús les hace otras tres comparaciones. La primera es esta: “El Reino de los cielos es como un tesoro que estaba escondido en un campo y que un hombre encontró. El hombre lo volvió a esconder y, de la alegría que le dio, fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo” (Mateo 13:44).

      La segunda comparación es esta: “El Reino de los cielos también es como un comerciante viajero que buscaba perlas finas. Al encontrar una perla muy valiosa, se fue y enseguida vendió todas las cosas que tenía y la compró” (Mateo 13:45, 46).

      Jesús usa estas dos comparaciones para resaltar que hay que estar dispuestos a hacer sacrificios por lo que de verdad vale la pena. El comerciante enseguida vendió “todas las cosas que tenía” para comprar una perla muy valiosa. A los discípulos no les cuesta entender este ejemplo. Y el hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo también vende todo lo que tiene para quedarse con él. En ambos casos, Jesús menciona algo muy valioso que estos hombres debían conseguir y apreciar. Lo que ellos hicieron se puede comparar a los sacrificios que tenemos que hacer todos para satisfacer nuestras necesidades espirituales (Mateo 5:3). En el tiempo de Jesús, algunos de los que lo están escuchando ya han hecho muchos esfuerzos por ser verdaderos discípulos de él y por acercarse a Dios (Mateo 4:19, 20; 19:27).

      Por último, Jesús compara el Reino de los cielos a una red de pesca que recoge peces de todo tipo (Mateo 13:47). Cuando llega el momento de separar los peces, los buenos se guardan en recipientes y los que no sirven se desechan. Jesús indica que en la conclusión del sistema ocurrirá lo mismo: los ángeles separarán a las personas malvadas de las justas.

      Un pescador tira de una red llena de peces

      Cuando Jesús invitó a sus discípulos a ser “pescadores de hombres”, él ya estaba pescando en sentido espiritual (Marcos 1:17). Sin embargo, él dice que esta comparación de la red de pesca se cumplirá en el futuro, en la conclusión del sistema (Mateo 13:49). Así que tanto los apóstoles como los discípulos que están escuchando se dan cuenta de que todavía quedan por ocurrir cosas muy interesantes.

      Estos aprenden muchas más cosas que quienes solo escucharon a Jesús desde la playa, pues él les explica “todo en privado” (Marcos 4:34). Jesús es “como un hombre, el señor de la casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas” (Mateo 13:52). No pone estos ejemplos para presumir de lo bien que enseña, sino para explicarles a sus discípulos verdades que son tan valiosas como tesoros. Sin duda, no hay otro maestro como él.

      • ¿Cuándo y dónde pone Jesús estos ejemplos?

      • ¿Cuáles son los cinco primeros ejemplos que menciona Jesús?

      • ¿Por qué usa Jesús comparaciones para enseñar?

      • ¿Qué diferencia hay entre los discípulos de Jesús y las multitudes?

      • ¿Qué explicación da Jesús de la parábola del sembrador?

      • En la parábola del trigo y la mala hierba, ¿qué o a quiénes representan el sembrador, el campo, la buena semilla, la mala hierba, el enemigo, la cosecha y los cosechadores?

      • Mencione otras tres comparaciones que hace Jesús y la lección que podemos sacar de ellas.

  • Jesús calma una tormenta en el mar
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús calma una tormenta en el mar de Galilea

      CAPÍTULO 44

      Jesús calma una tormenta en el mar

      MATEO 8:18, 23-27 MARCOS 4:35-41 LUCAS 8:22-25

      • JESÚS CALMA UNA TORMENTA EN EL MAR DE GALILEA

      Jesús ha tenido un día largo y agotador. Al caer la noche, les dice a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”, refiriéndose al lado contrario de donde está la ciudad de Capernaúm (Marcos 4:35).

      En la costa este del mar de Galilea, adonde se dirigen, está la región de los gerasenos, que es parte de la Decápolis. Las ciudades de la Decápolis son centros de la cultura griega, aunque también viven allí muchos judíos.

      Cuando Jesús sale de Capernaúm, la gente se da cuenta, y otras barcas también empiezan a cruzar el mar (Marcos 4:36). La otra orilla no queda lejos. El mar de Galilea es un profundo lago de agua dulce de 21 kilómetros (13 millas) de largo y unos 12 kilómetros (7 millas) de ancho.

      Es verdad que Jesús es perfecto, pero, como es natural, está cansado después del día que ha tenido. Así que, cuando zarpan, se acuesta en la parte posterior de la barca, apoya la cabeza en una almohada y se queda dormido.

      Algunos apóstoles son buenos marineros, pero no les espera un viaje fácil. El mar de Galilea está rodeado de montañas, y la temperatura del agua en la superficie suele elevarse. A veces, el aire frío procedente de las montañas baja con rapidez y entra en contacto con la cálida superficie del agua, lo que provoca fuertes y repentinas tormentas. Eso es lo que ocurre en esta ocasión. Las olas empiezan a golpear la barca, y esta empieza a “llenarse de agua”, de modo que están en peligro (Lucas 8:23). Aun así, ¡Jesús sigue durmiendo!

      Los hombres luchan con todas sus fuerzas por controlar la barca, como han hecho en otras ocasiones. Pero esta vez la situación se les escapa de las manos. Entrando en pánico, se acercan a Jesús y le ruegan: “¡Señor, sálvanos! ¡Nos vamos a morir!” (Mateo 8:25). Los discípulos tienen miedo de ahogarse.

      Cuando Jesús se despierta, les dice: “Hombres de poca fe, ¿por qué están tan asustados?” (Mateo 8:26). Entonces, reprende al viento y le ordena al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!” (Marcos 4:39). Enseguida los fuertes vientos se detienen y el mar se queda en calma. (Tanto Marcos como Lucas registran este impresionante episodio. Primero destacan el milagro de Jesús y luego la falta de fe de los discípulos).

      ¡Imagine lo impactados que deben quedarse los discípulos! Acaban de ver a Jesús calmar una tormenta muy fuerte. En ese instante, un gran temor se apodera de ellos y empiezan a comentar: “¿Quién es este hombre en realidad? Hasta el viento y el mar lo obedecen”. Por fin, llegan al otro lado del lago sanos y salvos (Marcos 4:41-5:1). Probablemente, los otros barcos pudieron regresar a la costa oeste, de donde habían salido.

      Sin duda, nos tranquiliza mucho saber que el Hijo de Dios tiene el poder de controlar las fuerzas de la naturaleza. Cuando él reine sobre toda la Tierra, todo el mundo vivirá en seguridad, pues ya no habrá más catástrofes naturales.

      • ¿Qué causas naturales pudieron provocar la fuerte tormenta que se levantó en el mar de Galilea?

      • ¿Qué hacen los discípulos, desesperados?

      • ¿Por qué es tranquilizador saber lo que hizo Jesús?

  • Jesús expulsa muchos demonios de una vez
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un hombre endemoniado sale al encuentro de Jesús

      CAPÍTULO 45

      Jesús expulsa muchos demonios de una vez

      MATEO 8:28-34 MARCOS 5:1-20 LUCAS 8:26-39

      • EXPULSA A UNOS DEMONIOS Y DEJA QUE ENTREN EN UNOS CERDOS

      Cuando los discípulos llegan a la orilla tras la horrible experiencia que han tenido en el mar, se llevan un enorme susto. Dos hombres muy violentos que están poseídos por demonios salen de un cementerio cercano y corren hacia Jesús. Los relatos de Marcos y Lucas se centran solo en uno de ellos. ¿Por qué? Quizás porque es el más agresivo y porque es el que lleva más tiempo bajo el control de los demonios.

      Este pobre hombre va desnudo. Día y noche anda “entre las tumbas y por las montañas gritando y cortándose con piedras” (Marcos 5:5). Es tan violento que la gente tiene miedo de pasar por el tramo del camino donde suele estar. Algunos han intentado sujetarlo con cadenas y grilletes, pero él siempre los rompe. Nadie tiene fuerzas para dominarlo.

      El hombre se acerca a Jesús y cae a sus pies. Entonces, los demonios que lo controlan le hacen gritar con fuerza: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Júrame por Dios que no me atormentarás”. A continuación, Jesús demuestra que tiene autoridad sobre los espíritus malvados al decir: “Tú, espíritu maligno, sal del hombre” (Marcos 5:7, 8).

      En realidad, el hombre está poseído por muchos demonios. Por eso, cuando Jesús le pregunta su nombre, responde: “Me llamo Legión [...], porque somos muchos” (Marcos 5:9). Una legión romana está formada por miles de soldados, así que ese nombre indica que son muchos los demonios que lo controlan. Estos malvados espíritus, que disfrutan haciendo sufrir al hombre, le suplican a Jesús que no los mande “al abismo”. Por lo visto, saben lo que les espera tanto a ellos como a su líder, Satanás (Lucas 8:31).

      Una piara de cerdos se lanza en estampida al mar por un precipicio

      En los alrededores hay una piara de unos 2.000 cerdos, animales que son inmundos según la Ley y que los judíos no deberían tener. De modo que los demonios le piden a Jesús: “Mándanos con los cerdos para que entremos en ellos” (Marcos 5:12). Como Jesús les da permiso para hacerlo, salen del hombre y entran en los cerdos. En ese momento, los 2.000 animales se lanzan en estampida por un precipicio y se ahogan en el mar.

      Cuando los que cuidan los cerdos ven eso, salen corriendo y cuentan en la ciudad y en el campo la noticia de lo sucedido. Así que la gente acude a ver qué ha pasado. Al llegar, se encuentran al hombre en buen estado y en su sano juicio. Además, está vestido y sentado a los pies de Jesús.

      Jesús le dice al hombre que estaba endemoniado que se vaya a su casa y que le cuente a sus familiares lo que le ha pasado

      Quienes se enteran de lo que ha pasado o ven al hombre se asustan mucho, pues temen lo que pueda hacer Jesús después. Por eso, le piden que se marche de la región. Cuando Jesús se sube a la barca, el hombre le suplica que lo deje ir con él. Pero Jesús le dice: “Vete a tu casa. Vuelve con tus parientes y cuéntales todo lo que Jehová ha hecho por ti y cómo te tuvo compasión” (Marcos 5:19).

      Normalmente, Jesús les dice a las personas que sana que no se lo cuenten a nadie, porque no quiere que la gente saque conclusiones sobre él basándose en informes sensacionalistas. Pero, en este caso, el hombre que había estado endemoniado es una prueba viviente del poder de Jesús y podrá darles testimonio a quienes tal vez no tengan la oportunidad de escuchar a Jesús en persona. Además, su testimonio tal vez contrarreste las cosas negativas que se digan por la muerte de los cerdos. Así que el hombre se va y empieza a proclamar por toda la Decápolis lo que Jesús hizo por él.

      • ¿Por qué se centran los relatos de Marcos y Lucas en uno de los hombres endemoniados?

      • ¿Qué saben los demonios sobre el futuro que les espera?

      • ¿Por qué le pide Jesús al hombre que estaba endemoniado que les cuente a otras personas lo que hizo por él?

  • Se cura al tocar la ropa de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Una mujer toca el borde del manto de Jesús y él se da cuenta de que alguien lo ha tocado

      CAPÍTULO 46

      Se cura al tocar la ropa de Jesús

      MATEO 9:18-22 MARCOS 5:21-34 LUCAS 8:40-48

      • UNA MUJER SE CURA AL TOCAR EL MANTO DE JESÚS

      La noticia de que Jesús ha regresado de la Decápolis se extiende entre los judíos que viven en la costa noroeste del mar de Galilea. Es probable que muchos se hayan enterado de que Jesús calmó el viento y el mar durante la última tormenta y que algunos sepan que curó a unos hombres que estaban endemoniados. De ahí que “una gran multitud” se reúna en la orilla del mar, quizás cerca de Capernaúm, para recibir a Jesús (Marcos 5:21). Todos están deseando ver qué más hará cuando baje de la barca.

      Entre la multitud hay un hombre que está desesperado por ver a Jesús. Se llama Jairo y es presidente de una sinagoga, tal vez en Capernaúm. Al verlo, cae a sus pies y le dice una y otra vez: “Mi niña está muy grave. Ven, por favor, y pon tus manos sobre ella para que se cure y siga viviendo” (Marcos 5:23). ¿Cómo responderá Jesús a estas intensas súplicas? La hija de Jairo solo tiene 12 años, y él la quiere muchísimo (Lucas 8:42).

      Mientras Jesús va de camino a la casa de Jairo, vive otra situación muy emotiva. Lo acompañan muchas personas que están entusiasmadas porque piensan que lo verán realizar otro milagro. Pero entre ellas hay una mujer que solo piensa en curarse de su grave enfermedad.

      Esta mujer judía lleva 12 años sufriendo hemorragias. Ha ido a ver a muchos médicos y ha gastado todo su dinero en tratamientos, pero no ha mejorado nada. Al contrario, ha empeorado (Marcos 5:26).

      Esta enfermedad seguramente la deja muy débil. Además, hace que se sienta humillada y avergonzada. Nadie que la tuviera iría por ahí contándoselo a los demás. Por otro lado, la Ley de Moisés dice que cualquier mujer con pérdidas de sangre es impura y no puede adorar a Dios con otras personas. De modo que quien la toque a ella o toque su ropa manchada de sangre tiene que lavarse y ser considerado impuro hasta el atardecer (Levítico 15:25-27).

      Esta mujer ha oído lo que cuentan de Jesús y por eso ha salido a buscarlo. Pero, como se encuentra en estado de impureza, se mete entre la multitud tratando de pasar lo más desapercibida posible. Va pensando: “Con solo tocarle la ropa me pondré bien”. Cuando por fin toca el borde del manto de Jesús, siente de inmediato que ha dejado de sangrar. ¡Se ha curado de esa “angustiosa enfermedad”! (Marcos 5:27-29).

      Enseguida Jesús pregunta: “¿Quién me tocó?”. ¿Se imagina cómo debe sentirse la mujer al oír eso? En ese momento, Pedro, pensando que se trata de una pregunta absurda, le contesta: “Las multitudes te rodean y te están apretando”. Entonces, ¿por qué hace Jesús esa pregunta? Él explica: “Alguien me tocó, porque sé que ha salido poder de mí” (Lucas 8:45, 46). En efecto, la mujer se ha curado gracias al poder que salió de él.

      Al darse cuenta de que no ha logrado pasar inadvertida, la mujer cae ante Jesús asustada y temblando. Enfrente de todo el mundo, le confiesa todo sobre su enfermedad y le dice que acaba de curarse. Jesús la consuela con estas bondadosas palabras: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu angustiosa enfermedad” (Marcos 5:34).

      Sin duda, el rey que Dios ha escogido para gobernar la Tierra es cariñoso y compasivo. Y, además de interesarse por la gente, tiene el poder para ayudarla.

      • ¿Por qué va la gente a recibir a Jesús cuando regresa a la zona de Capernaúm?

      • ¿Qué problema de salud tiene una mujer, y por qué sale a buscar a Jesús?

      • ¿Cómo se cura la mujer? ¿Qué le dice Jesús para tranquilizarla?

  • Una niña vuelve a vivir
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús resucita a la hija de Jairo

      CAPÍTULO 47

      Una niña vuelve a vivir

      MATEO 9:18, 23-26 MARCOS 5:22-24, 35-43 LUCAS 8:40-42, 49-56

      • JESÚS RESUCITA A LA HIJA DE JAIRO

      Jairo acaba de ver cómo curó Jesús a la mujer que tenía hemorragias, así que está seguro de que también puede ayudar a su hija, aunque cree que ya debe de estar muerta (Mateo 9:18). ¿Podrá todavía hacer algo por ella?

      Mientras Jesús aún está hablando con la mujer a la que ha curado, llegan unos hombres de la casa de Jairo y le dicen a Jairo: “Tu hija ya murió. ¿Para qué molestar más al Maestro?” (Marcos 5:35).

      La noticia lo deja destrozado. Este hombre, que es alguien muy respetado en la comunidad, se siente completamente impotente ante esta situación. ¡Su única hija acaba de morir! Sin embargo, Jesús, que ha oído lo que le han dicho, lo mira y lo anima con estas palabras: “No temas, solo demuestra fe” (Marcos 5:36).

      Unas mujeres lloran al lado de la cama donde está la hija de Jairo muerta

      Entonces, Jesús lo acompaña hasta su casa. Al llegar, se encuentran con un gran alboroto. La gente está llorando, gritando y golpeándose el pecho de tristeza. Jesús entra en la casa y les dice algo sorprendente: “La niña no ha muerto, está dormida” (Marcos 5:39). Al oír eso, la gente empieza a burlarse de él porque sabe que la niña está muerta. No obstante, Jesús está a punto de demostrarles que, con el poder de Dios, es posible devolverle la vida a alguien que ha muerto, tal y como se despierta a alguien de un sueño profundo.

      Jesús hace salir de la casa a todo el mundo excepto a Pedro, Santiago, Juan y los padres de la niña. Luego va con ellos hasta donde está echada la pequeña y, tomándola de la mano, le dice: “Tálitha cúmi”, que significa “pequeña, a ti te digo: ¡levántate!” (Marcos 5:41). Al instante, la niña se levanta y empieza a caminar. ¡Imagínese la inmensa alegría que sienten Jairo y su esposa! A continuación, Jesús pide que le den a la niña algo de comer, dando así una prueba más de que está viva.

      En otras ocasiones, Jesús les pidió a las personas a las que sanó que no le contaran a nadie lo que había hecho por ellas, y en este caso les pide lo mismo a los padres de la niña. Sin embargo, la noticia corre “por toda aquella región” (Mateo 9:26). Claro, después de ver cómo resucita un familiar o un amigo, ¿quién no lo contaría? Según los Evangelios, esta es la segunda resurrección que realiza Jesús.

      • ¿Qué noticia le dan a Jairo, y cómo lo anima Jesús?

      • ¿Con qué situación se encuentran Jesús y Jairo cuando llegan a la casa?

      • ¿Por qué dice Jesús que la niña solo está dormida?

  • Realiza milagros, pero lo rechazan en Nazaret
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Mucha gente sigue a Jesús cuando sale de la casa de Jairo

      CAPÍTULO 48

      Realiza milagros, pero lo rechazan en Nazaret

      MATEO 9:27-34; 13:54-58 MARCOS 6:1-6

      • JESÚS CURA A DOS CIEGOS Y A UN MUDO

      • LA GENTE DE NAZARET NO CREE EN JESÚS

      Jesús ha tenido un día muy ocupado. Después de regresar de la región de la Decápolis, curó a una mujer con hemorragias y resucitó a la hija de Jairo. Sin embargo, el día aún no ha terminado. Al salir de la casa de Jairo, lo siguen dos hombres ciegos que van gritando: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!” (Mateo 9:27).

      Al llamar a Jesús “Hijo de David”, estos hombres demuestran que creen que Jesús es el heredero del trono de David y, por lo tanto, el Mesías. Jesús no hace mucho caso de sus gritos, tal vez porque quiere ver hasta qué grado insisten en llamar su atención. Pero ellos no se dan por vencidos. Cuando Jesús entra en una casa, lo siguen. Entonces Jesús les pregunta: “¿Tienen fe en que yo puedo curarlos?”. “Sí, Señor”, responden con total confianza. De modo que Jesús les toca los ojos y les dice: “Que lo que pidieron se cumpla de acuerdo con la fe que tienen” (Mateo 9:28, 29).

      ¡En ese mismo instante recuperan la vista! Como en otros casos, Jesús les pide a los hombres que no le cuenten a nadie lo que acaba de hacer. Pero están tan contentos que se van y empiezan a hablar de Jesús por toda la región.

      Justo cuando estos dos hombres se van, traen a la casa donde está Jesús a un hombre que no puede hablar porque está poseído por un demonio. Jesús expulsa al espíritu maligno y el mudo enseguida empieza a hablar. Al ver eso, la gente se queda muy asombrada y dice: “Nunca se ha visto algo así en Israel”. También están presentes unos fariseos. Como no pueden negar que Jesús haya hecho estos milagros, vuelven a acusarlo diciendo: “Por medio del gobernante de los demonios expulsa a los demonios” (Mateo 9:33, 34).

      Poco después de este suceso, Jesús se dirige con sus discípulos a Nazaret, la ciudad donde se crió. Ya hace como un año que predicó en la sinagoga de ese lugar. En aquella ocasión, cuando empezó a enseñarles a los presentes, todos se quedaron impresionados, pero luego se ofendieron y trataron de matarlo. Ahora Jesús intenta de nuevo ayudar a sus antiguos vecinos.

      Al llegar el sábado, va otra vez a la sinagoga para enseñar. Muchos de los que lo escuchan se quedan impactados y se preguntan: “¿Dónde consiguió este hombre esta sabiduría y el poder para hacer estos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre la que se llama María? ¿Y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no viven todas aquí con nosotros? Entonces, ¿dónde consiguió él todas estas cosas?” (Mateo 13:54-56).

      La gente ve a Jesús como si fuera uno más del lugar. Piensan: “Pero, si lo hemos visto crecer, ¿cómo va a ser el Mesías?”. Así que lo rechazan, a pesar de su gran sabiduría y sus milagros. Ni siquiera sus familiares, como lo conocen de siempre, creen en él. Por eso, Jesús reconoce: “Al profeta se le honra en todos lados menos en su propia tierra y en su propia casa” (Mateo 13:57).

      Jesús está sorprendido por la falta de fe de los habitantes de Nazaret. De modo que no realiza allí “ningún milagro excepto curar a unos cuantos enfermos poniendo sus manos sobre ellos” (Marcos 6:5, 6).

      • Al llamar a Jesús “Hijo de David”, ¿qué demuestran los ciegos?

      • ¿Qué vuelven a decir los fariseos sobre los milagros de Jesús?

      • ¿Cómo reciben a Jesús en Nazaret, y por qué?

  • Predica por Galilea y capacita a los apóstoles
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús envía a los apóstoles a predicar de dos en dos

      CAPÍTULO 49

      Predica por Galilea y capacita a los apóstoles

      MATEO 9:35-10:15 MARCOS 6:6-11 LUCAS 9:1-5

      • JESÚS RECORRE DE NUEVO GALILEA

      • ENVÍA A LOS APÓSTOLES A PREDICAR

      Jesús lleva predicando intensamente unos dos años, pero no por eso concluye que deba aflojar el paso y descansar. Al contrario, empieza a “recorrer todas las ciudades y aldeas” de Galilea “enseñando en sus sinagogas, predicando las buenas noticias del Reino y curando todo tipo de enfermedades y todo tipo de dolencias” (Mateo 9:35). Lo que ve durante su ministerio lo convence de que debe predicarles a muchas más personas. Pero ¿cómo lo logrará?

      Mientras viaja, Jesús se da cuenta de que muchas personas necesitan ayuda espiritual y consuelo, pues son como ovejas maltratadas y abandonadas que no tienen pastor. Jesús siente compasión por ellas. Por eso les dice a sus discípulos: “Realmente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Así que ruéguenle al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a su cosecha” (Mateo 9:37, 38).

      Los discípulos de Jesús predican el mensaje del Reino de casa en casa

      A fin de ayudar a más personas, Jesús divide a los 12 apóstoles de dos en dos, formando seis parejas, y los envía con estas claras instrucciones: “No vayan por el camino que lleva a otras naciones y no entren en ninguna ciudad de Samaria. Más bien, vayan vez tras vez a buscar a las ovejas perdidas de la nación de Israel. Vayan predicando: ‘El Reino de los cielos se ha acercado’” (Mateo 10:5-7).

      El Reino que tienen que anunciar es el mismo que Jesús mencionó en la oración del padrenuestro. Este Reino “se ha acercado” en el sentido de que el Rey elegido por Dios, Jesucristo, está allí con ellos. Ahora bien, ¿cómo demostrarán los discípulos que son representantes de ese Reino? Con el poder que les da Jesús, curarán a los enfermos y hasta resucitarán a los muertos, algo que deberán hacer sin cobrar nada. Pero, entonces, ¿cómo conseguirán cubrir sus necesidades, como la de comer cada día?

      Jesús les dice que no hace falta que preparen nada para el viaje. No deben llevar oro ni plata ni cobre. Ni siquiera necesitarán una bolsa de provisiones ni prendas de vestir o sandalias extras. ¿Por qué razón? Porque, como les dice Jesús, “el trabajador merece su alimento” (Mateo 10:10). Los discípulos encontrarán personas que valorarán su mensaje y los ayudarán a cubrir sus necesidades básicas. Jesús les dice: “Cuando entren en una casa, quédense allí hasta que se vayan de ese lugar” (Marcos 6:10).

      Jesús también les enseña a empezar conversaciones sobre el Reino al predicar de casa en casa. Les dice: “Al entrar en una casa, saluden a los que estén en ella. Si el hogar lo merece, que tenga la paz que le desean; pero, si no lo merece, que esa paz vuelva a ustedes. Si en alguna casa o en alguna ciudad no los reciben ni escuchan sus palabras, al salir de allí, sacúdanse el polvo de los pies” (Mateo 10:12-14).

      Puede ser que hasta todo un pueblo o toda una ciudad rechace el mensaje que llevan. ¿Cuáles serán las consecuencias para la gente de ese lugar? Jesús revela que recibirán un duro castigo. Les asegura: “El Día del Juicio le será más soportable a la tierra de Sodoma y Gomorra que a esa ciudad” (Mateo 10:15).

      • ¿Cuándo comienza Jesús a recorrer de nuevo Galilea, y de qué se da cuenta mientras viaja?

      • ¿Cómo divide Jesús a los 12 apóstoles, y qué instrucciones les da para predicar?

      • ¿En qué sentido “se ha acercado” el Reino?

  • Preparados para predicar aunque los persigan
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Ovejas en medio de lobos

      CAPÍTULO 50

      Preparados para predicar aunque los persigan

      MATEO 10:16-11:1 MARCOS 6:12, 13 LUCAS 9:6

      • JESÚS CAPACITA A LOS APÓSTOLES Y LOS ENVÍA A PREDICAR

      Jesús acaba de dividir a los apóstoles en parejas y de darles instrucciones específicas sobre cómo predicarle a la gente. Pero no se limita a eso. Con cariño les advierte que algunas personas se opondrán a su labor. Les dice: “Miren que los estoy enviando como a ovejas en medio de lobos. [...] Cuidado con la gente, porque los van a entregar a los tribunales locales y les van a dar latigazos en sus sinagogas. Y, por causa de mí, van a ser llevados ante gobernadores y reyes” (Mateo 10:16-18).

      Así pues, los discípulos de Jesús deben esperar que los persigan ferozmente. Sin embargo, él los tranquiliza con estas palabras: “Cuando los entreguen, no se angustien pensando en lo que van a decir o cómo lo van a decir, porque cuando llegue el momento se les indicará lo que deben decir. Y es que no serán solo ustedes los que hablen: el espíritu de su Padre hablará por ustedes”. Y añade: “El hermano entregará a su hermano para que lo maten, y el padre a su hijo, y los hijos se volverán contra sus padres y harán que los maten. Toda la gente los odiará por causa de mi nombre. Pero el que aguante hasta el fin será salvado” (Mateo 10:19-22).

      Como la predicación es una obra tan importante, Jesús les dice a sus discípulos que deben ser discretos para que puedan seguir realizando esta labor con libertad. Les aconseja: “Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; porque les aseguro que de ninguna manera van a terminar de recorrer todas las ciudades de Israel antes de que llegue el Hijo del Hombre” (Mateo 10:23).

      ¡Qué importantes son para los 12 apóstoles las instrucciones, las advertencias y el ánimo que les da Jesús! Ahora bien, esas palabras también van dirigidas a los que lleven a cabo la predicación después de la muerte y resurrección de Jesús. ¿Cómo lo sabemos? Fíjese en que Jesús dice que sus discípulos serían odiados por “toda la gente”, algo que no les sucede a los apóstoles en esta ocasión. Además, los Evangelios no dicen que ellos fueran llevados ante gobernadores y reyes durante este breve recorrido que hacen predicando por Galilea. Tampoco dicen que sus familiares los entregaran para que los mataran.

      Por tanto, no hay duda de que Jesús está hablando de lo que ocurrirá en el futuro. De hecho, al afirmar que sus discípulos no terminarán de predicar en todas las ciudades “antes de que llegue el Hijo del Hombre”, está indicando que no concluirán la obra de predicar el Reino de Dios antes de que llegue como Juez el glorificado Rey Jesucristo.

      Los apóstoles no deben sorprenderse de que la gente se oponga a su predicación, pues Jesús les explica que “el estudiante no está por encima de su maestro, ni el esclavo por encima de su amo”. La idea está clara: él está siendo maltratado y perseguido por predicar el Reino de Dios, y a sus discípulos les sucederá lo mismo. No obstante, les dice: “No teman a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en la Gehena” (Mateo 10:24, 28).

      Jesús nos dio un buen ejemplo al respecto. Fue valiente y prefirió morir antes que ser desleal a Jehová, el único que tiene poder absoluto. Solo el Dios todopoderoso puede destruir “el alma” de una persona, es decir, quitarle la posibilidad de volver a vivir en el futuro. Y solo él puede resucitar a alguien y darle vida eterna. ¡Cuánto debe tranquilizar a los apóstoles este hecho!

      A continuación, Jesús les explica lo mucho que le importan ellos a Dios: “Se venden dos gorriones por una moneda de poco valor, ¿no es cierto? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que su Padre lo sepa”. Y añade: “Así que no tengan miedo. Ustedes valen más que muchos gorriones” (Mateo 10:29, 31).

      La predicación en el siglo primero causa divisiones en una familia

      Jesús les indica también que su mensaje separará a las familias, pues algunos lo aceptarán y otros no, y les dice: “No piensen que vine a traer paz a la tierra”. Sin duda, hay que ser muy valiente para aceptar la verdad de la Biblia aunque el resto de la familia no lo haga. Jesús advierte: “El que quiere más a su padre o a su madre que a mí no es digno de mí; y el que quiere más a su hijo o a su hija que a mí no es digno de mí” (Mateo 10:34, 37).

      A pesar de todo, algunas personas sí recibirán bien a los discípulos. Jesús declara: “Quien le dé aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños porque es mi discípulo de ninguna manera se quedará sin su recompensa” (Mateo 10:42).

      Gracias a las instrucciones, las advertencias y el ánimo que reciben de Jesús, los apóstoles están bien preparados. Así que parten y van “de aldea en aldea anunciando las buenas noticias y curando a los enfermos por todas partes” (Lucas 9:6).

      • ¿Qué advertencias les da Jesús a sus discípulos?

      • ¿Qué les dice Jesús a sus discípulos para animarlos y consolarlos?

      • ¿Por qué podemos decir que las instrucciones de Jesús son también para nosotros?

  • Se comete un asesinato durante un cumpleaños
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • 1. Salomé baila en la fiesta de cumpleaños de Herodes; 2. Salomé le lleva a Herodías la cabeza de Juan el Bautista

      CAPÍTULO 51

      Se comete un asesinato durante un cumpleaños

      MATEO 14:1-12 MARCOS 6:14-29 LUCAS 9:7-9

      • HERODES MANDA QUE LE CORTEN LA CABEZA A JUAN EL BAUTISTA

      Mientras los apóstoles de Jesús están predicando en Galilea, el que preparó el camino para la llegada de Jesús, Juan el Bautista, sigue preso. Ya lleva encarcelado casi dos años.

      Juan condenó abiertamente el matrimonio del rey Herodes Antipas con Herodías, pues ella era la esposa de su medio hermano Filipo. Herodes afirma obedecer la Ley mosaica, pero al divorciarse de su primera esposa para casarse con Herodías está yendo en contra de la Ley y cometiendo adulterio. Como Juan denunció estos hechos, Herodes lo metió en la cárcel, tal vez presionado por la propia Herodías.

      Pero ahora no sabe qué hacer con Juan, porque la gente lo considera un profeta (Mateo 14:5). En cambio, Herodías lo tiene bien claro. Le guarda tanto rencor que lo único que quiere es verlo muerto (Marcos 6:19). Y por fin se le presenta la oportunidad que lleva tiempo buscando.

      Poco antes de la Pascua del año 32, Herodes hace una gran fiesta para celebrar su cumpleaños. Invita a los altos funcionarios, a los comandantes del ejército y a las personalidades más importantes de Galilea. Durante la fiesta, sale a bailar la joven Salomé, hija de Herodías y su anterior esposo, Filipo. A todos los invitados les encanta la actuación.

      Herodes mira con agrado cómo baila Salomé durante su fiesta de cumpleaños

      Herodes también está muy contento por el espectáculo de su hijastra, así que le dice: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”. Incluso le llega a jurar: “Te daré cualquier cosa que me pidas, hasta la mitad de mi reino”. Pero, antes de responderle, Salomé va a su madre y le pregunta: “¿Qué le pido?” (Marcos 6:22-24).

      ¡Aquí está su oportunidad de oro! “La cabeza de Juan el Bautista”, le dice Herodías sin dudar. De inmediato, la joven regresa a Herodes y le dice: “Quiero que ahora mismo me des la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja” (Marcos 6:24, 25).

      Esto entristece profundamente a Herodes. Pero los invitados han oído el juramento que ha hecho, así que tiene que cumplir su palabra si no quiere pasar vergüenza aunque para ello tenga que asesinar a un hombre inocente. De modo que Herodes envía a uno de sus guardias personales a la cárcel para que lleve a cabo la macabra petición. Poco después, este regresa con la cabeza de Juan en una bandeja, se la entrega a Salomé y ella se la da a su madre.

      Cuando los discípulos de Juan se enteran de lo sucedido, van a buscar el cadáver, lo entierran e informan del asunto a Jesús.

      Más tarde, cuando Herodes escucha que Jesús está curando enfermos y expulsando demonios, se queda muy desconcertado. Se pregunta si el hombre que está haciendo estas cosas será en realidad Juan el Bautista “levantado de entre los muertos” (Lucas 9:7). De modo que ahora tiene muchas ganas de ver a Jesús, pero no para escuchar su mensaje. Lo que desea es comprobar si sus temores están justificados o no.

      • ¿Por qué está en prisión Juan el Bautista?

      • Al final, ¿cómo consigue Herodías que Juan acabe asesinado?

      • ¿Por qué quiere Herodes Antipas ver a Jesús después de la muerte de Juan?

  • Alimenta a miles de personas con unos cuantos panes y pescados
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús partiendo los cinco panes y entregándoselos a los discípulos junto con los pescados para que ellos los repartan entre la gente

      CAPÍTULO 52

      Alimenta a miles de personas con unos cuantos panes y pescados

      MATEO 14:13-21 MARCOS 6:30-44 LUCAS 9:10-17 JUAN 6:1-13

      • JESÚS DA DE COMER A 5.000 HOMBRES

      Los 12 apóstoles han disfrutado predicando por Galilea y a su regreso le cuentan a Jesús todas las cosas que han hecho y enseñado. Como es natural, están cansados. Pero ni siquiera tienen tiempo para comer porque siempre hay mucha gente yendo y viniendo. Así que Jesús les dice: “Vengan conmigo; vamos solos a un lugar retirado para que descansen un poco” (Marcos 6:30, 31).

      Entonces se suben a una barca, probablemente cerca de Capernaúm, y se dirigen a un lugar retirado al este del río Jordán, más allá de Betsaida. Sin embargo, muchos que los ven salir y otros que se enteran van corriendo por la orilla y llegan allí antes que la barca.

      Al bajar de la barca y ver a la multitud, Jesús se conmueve profundamente porque son como ovejas sin pastor. Por eso empieza a “enseñarles muchas cosas” sobre el Reino (Marcos 6:34). Además, cura a todos los que lo necesitan (Lucas 9:11). Al atardecer, los discípulos le dicen: “Este lugar está retirado y ya es tarde. Despide a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren algo de comer” (Mateo 14:15).

      Pero Jesús les contesta: “No hace falta que se vayan. Denles de comer ustedes” (Mateo 14:16). Aunque él ya sabe lo que va a hacer, pone a prueba a Felipe con esta pregunta: “¿Dónde compraremos pan para que esta gente coma?”. Es normal que se lo pregunte a Felipe porque él es de la zona de Betsaida. No obstante, es imposible comprar pan para tanta gente. Allí hay 5.000 hombres y, contando a las mujeres y a los niños, puede que en total haya más de 10.000 personas. De modo que Felipe responde: “Ni 200 denarios de pan alcanzarían para que cada uno comiera un poco” (Juan 6:5-7). Imagínese, ¡un denario es lo que gana al día un trabajador!

      Jesús hablando con el niño que tiene los cinco panes y los dos pescaditos

      Quizás para mostrar que no pueden alimentarlos a todos, Andrés dice: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescaditos. Pero ¿qué es eso para tanta gente?” (Juan 6:9).

      Como es primavera —tan solo faltan unos días para la Pascua del año 32—, las colinas están cubiertas de hierba. De modo que Jesús les pide a sus discípulos que hagan que la gente se siente sobre la hierba en grupos de 50 y de 100. A continuación, toma los cinco panes y los dos pescados y le da gracias a Dios. Entonces parte los panes y se los entrega a los discípulos junto con los pescados para que ellos los repartan entre la gente. Por increíble que parezca, todos comen hasta quedar satisfechos.

      Después, Jesús les dice a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada” (Juan 6:12). Ellos lo hacen y llenan hasta 12 canastas con lo que queda.

      • ¿Por qué busca Jesús un lugar retirado para estar a solas con sus apóstoles?

      • ¿Adónde van Jesús y sus discípulos, y con qué situación se encuentran allí?

      • ¿Qué le piden a Jesús sus discípulos, pero cómo atiende él las necesidades de la gente?

  • Un gobernante capaz de controlar las fuerzas de la naturaleza
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Pedro camina sobre el mar, pero empieza a hundirse; Jesús lo agarra

      CAPÍTULO 53

      Un gobernante capaz de controlar las fuerzas de la naturaleza

      MATEO 14:22-36 MARCOS 6:45-56 JUAN 6:14-25

      • LA GENTE QUIERE HACER REY A JESÚS

      • JESÚS CAMINA SOBRE EL MAR Y CALMA EL VIENTO

      La gente se queda muy impactada al ver que Jesús puede alimentar de forma milagrosa a miles de personas. Piensan que “este es el Profeta que tenía que venir al mundo”, el Mesías, y que sin duda sería un buen rey (Juan 6:14; Deuteronomio 18:18). Así que tienen la intención de llevárselo a la fuerza y hacerlo rey.

      Como Jesús sabe lo que quieren hacer con él, despide a las multitudes y les dice a sus discípulos que regresen a la barca y que vayan en dirección a Betsaida y luego a Capernaúm. Pero él sube a una montaña para orar a solas esa noche.

      Poco antes de amanecer, bajo la luz de la luna, Jesús ve la barca a lo lejos. Se da cuenta de que las olas están golpeando con fuerza la embarcación y de que a los apóstoles les está costando mucho remar porque tienen el viento en contra (Marcos 6:48). Enseguida, Jesús baja de la montaña y empieza a caminar por encima del mar embravecido hacia ellos. Para este momento, los apóstoles ya han remado “unos cinco o seis kilómetros [tres o cuatro millas]” (Juan 6:19). Entonces ven a Jesús, que parece que los va a pasar de largo, y gritan muy asustados: “¡Es un fantasma!” (Marcos 6:49).

      Jesús los calma con estas palabras: “¡Ánimo! Soy yo. No tengan miedo”. Pero Pedro le contesta: “Señor, si eres tú, ordéname que vaya hacia ti sobre el agua”. Jesús le dice: “¡Ven!”. Entonces, Pedro sale de la barca y se pone a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Sin embargo, al fijarse en la fuerza del viento, le da miedo y empieza a hundirse. Por eso, grita: “¡Señor, sálvame!”. Así que Jesús extiende la mano, lo agarra y le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué te dejaste vencer por la duda?” (Mateo 14:27-31).

      Pedro y Jesús suben a la barca, y el viento se calma. Los discípulos están muy asombrados, pero ¿tienen razón para estarlo? Si hubieran captado “el significado del milagro de los panes” que Jesús realizó tan solo unas horas antes cuando dio de comer a miles de personas, no debería sorprenderles ahora que pueda caminar sobre el agua y calmar el viento. Sin embargo, le rinden homenaje diciendo: “Tú realmente eres el Hijo de Dios” (Marcos 6:52; Mateo 14:33).

      Poco después, se acercan a la hermosa y fértil llanura de Genesaret, al sur de Capernaúm. Echan el ancla y bajan de la barca. Quienes están allí reconocen enseguida a Jesús, de modo que personas de toda la región le llevan a los enfermos. Todos ellos se curan por completo con tan solo tocar el borde del manto que lleva puesto.

      Mientras tanto, la multitud que estuvo presente cuando Jesús alimentó milagrosamente a miles de personas se da cuenta de que él se ha marchado. Así que, en cuanto llegan unas pequeñas barcas desde Tiberíades, la gente se sube a ellas y se dirige a Capernaúm en busca de Jesús. Cuando lo encuentran, le preguntan: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” (Juan 6:25). Entonces, Jesús los reprende, y con razón, como veremos más adelante.

      • Después de que Jesús alimenta a miles de personas, ¿qué planea la gente hacer con él?

      • ¿Por qué no debería sorprenderles a los discípulos que Jesús pueda caminar sobre el mar y calmar el viento?

      • ¿Qué ocurre cuando Jesús llega a la orilla, cerca de Capernaúm?

  • Jesús es “el pan de la vida”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Unos hombres recogiendo maná; unas mujeres moliendo el maná, formando tortas redondas y cociéndolas sobre el fuego

      CAPÍTULO 54

      Jesús es “el pan de la vida”

      JUAN 6:25-48

      • JESÚS ES “EL PAN DEL CIELO”

      En la costa este del mar de Galilea, Jesús alimentó de forma milagrosa a miles de personas y después se marchó porque querían hacerlo rey. Por la noche, caminó sobre las aguas embravecidas y rescató a Pedro, quien también caminó sobre el mar y luego empezó a hundirse porque su fe se tambaleó. Además, Jesús calmó el viento, con lo que quizás evitó que sus discípulos naufragaran.

      Ahora Jesús está de nuevo en la costa oeste, en la región de Capernaúm. Las personas a las que alimentó de forma milagrosa lo encuentran y le preguntan: “¿Cuándo llegaste acá?”. Entonces, él los reprende porque solo lo buscan para que les dé de comer otra vez. Los anima a trabajar por “el alimento que dura y lleva a vida eterna” y no por “el alimento que se echa a perder”. Al oír esto, ellos le preguntan: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?” (Juan 6:25-28).

      Con esta pregunta, tal vez estén pensando en las obras que la Ley exige, pero Jesús les habla de algo de mucho más valor: “Esta es la obra de Dios: que demuestren fe en el que él envió”. Pero la gente no tiene fe en Jesús. A pesar de todo lo que ya ha hecho, le piden que haga un milagro que los ayude a creer en él. Le preguntan: “¿Qué obra haces tú? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, tal como está escrito: ‘Les dio de comer pan del cielo’” (Juan 6:29-31; Salmo 78:24).

      En respuesta a su petición, Jesús les indica quién es realmente el que hace posible estos milagros: “De verdad les aseguro que Moisés no les dio el pan del cielo, sino que mi Padre les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que ha bajado del cielo y le da vida al mundo”. Pero ellos, sin entender lo que les quiere decir, le suplican: “Señor, danos siempre de ese pan” (Juan 6:32-34). Ahora bien, ¿qué representa el pan del que habla Jesús?

      Él les explica: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí nunca más tendrá hambre, y el que demuestre fe en mí nunca más tendrá sed. Pero, como ya les dije, ustedes me han visto y aun así no creen. [...] Porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Esta es la voluntad del que me envió: que no pierda a ninguno de todos los que él me ha entregado, sino que los resucite en el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que reconozca al Hijo y demuestre fe en él tenga vida eterna” (Juan 6:35-40).

      Cuando oyen esto, los judíos se enojan y empiezan a murmurar de Jesús. ¿Cómo es posible que diga que es “el pan que bajó del cielo”? (Juan 6:41). Para ellos es solo el hijo de un matrimonio de la ciudad galilea de Nazaret. Por eso preguntan: “¿Este no es Jesús hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre?” (Juan 6:42).

      Al ver su reacción, Jesús les dice: “Dejen de murmurar entre ustedes. Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo traiga; y a ese yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: ‘Todos ellos serán enseñados por Jehová’. Todo el que escucha al Padre y aprende de él viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre aparte del que viene de Dios; ese sí ha visto al Padre. De verdad les aseguro que el que cree tendrá vida eterna” (Juan 6:43-47; Isaías 54:13).

      Tiempo atrás, cuando Jesús habló con Nicodemo, relacionó la vida eterna con tener fe en el Hijo del Hombre, es decir, el Hijo unigénito de Dios. Indicó que nadie que demuestre tener fe en él será destruido, sino que vivirá para siempre (Juan 3:15, 16). Pero en esta ocasión, en que se dirige a mucha más gente, les dice que por medio de él pueden alcanzar vida eterna, algo que ni el maná les pudo dar ni les dará el pan que comen todos los días en Galilea. Por eso, Jesús les recalca cuál es el medio para conseguir la vida eterna, diciéndoles: “Yo soy el pan de la vida” (Juan 6:48).

      Esta conversación sobre el pan del cielo no termina aquí, sino que se intensifica mientras Jesús enseña en una sinagoga de Capernaúm.

      • Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, ¿por qué no es razonable que le pidan a Jesús que haga un milagro?

      • ¿Cómo reaccionan los judíos cuando Jesús dice que él es el auténtico “pan del cielo”?

      • ¿Por qué es superior el pan del que habla Jesús al maná o al pan literal?

  • Muchos se escandalizan con las palabras de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Mientras Jesús les habla a sus 12 apóstoles, Judas mira con reservas a otro lado; otros discípulos empiezan a murmurar y dejan de seguirlo

      CAPÍTULO 55

      Muchos se escandalizan con las palabras de Jesús

      JUAN 6:48-71

      • JESÚS DICE QUE HAY QUE COMER SU CARNE Y BEBER SU SANGRE

      • MUCHOS SE OFENDEN Y DEJAN DE SEGUIRLO

      Estando en una sinagoga de Capernaúm, Jesús vuelve a enseñar que él es el verdadero pan del cielo. Por lo visto, lo que menciona es una continuación de lo que les dijo a quienes comieron los panes y los pescados en la costa este del mar de Galilea y regresaron de allá.

      Jesús dice: “Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y de todas maneras murieron”. Y, haciendo un contraste, les explica: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre. De hecho, el pan que yo voy a entregar para que el mundo viva es mi carne” (Juan 6:48-51).

      En la primavera del año 30, Jesús le dijo a Nicodemo que Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo para salvar a la humanidad. Y ahora está indicando que, para conseguir la vida eterna, es necesario alimentarse de su carne, es decir, demostrar fe en el sacrificio que él hará.

      Sin embargo, la gente empieza a discutir y a preguntar: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?” (Juan 6:52). Jesús quiere que entiendan que lo que les está diciendo tiene un sentido simbólico, no literal. Lo que dice después lo confirma.

      “Si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes mismos. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, [...] porque mi carne es alimento de verdad y mi sangre es bebida de verdad. El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre se mantiene en unión conmigo” (Juan 6:53-56).

      Imagínese lo ofensivas que deben ser esas palabras para los judíos. Tal vez piensan que Jesús les está proponiendo practicar el canibalismo o desobedecer la ley de Dios que prohíbe consumir sangre (Génesis 9:4; Levítico 17:10, 11). Sin embargo, Jesús no está afirmando que haya que comer su carne y beber su sangre de manera literal. Está diciendo que quienes deseen vivir para siempre tienen que demostrar fe en el sacrificio que hará cuando ofrezca su cuerpo humano perfecto y derrame su sangre hasta la muerte. Pero muchos discípulos no entienden lo que les está enseñando. Algunos comentan: “Este discurso es ofensivo. ¿Quién lo puede escuchar?” (Juan 6:60).

      Como Jesús se da cuenta de que algunos de sus discípulos están murmurando, pregunta: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasaría entonces si vieran al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? [...] Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. Pero hay algunos de ustedes que no creen”. Al oír eso, muchos discípulos se van y dejan de ser sus seguidores (Juan 6:61-64).

      Así que Jesús les pregunta a los 12 apóstoles: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?”. Y Pedro le contesta: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:67-69). ¡Qué gran muestra de lealtad! Y eso que todavía ni él ni los demás apóstoles entienden por completo lo que Jesús les está enseñando.

      Aunque a Jesús le agrada la respuesta de Pedro, dice: “Yo los elegí a ustedes, a los 12, ¿no es cierto? Sin embargo, uno de ustedes es un calumniador” (Juan 6:70). Se está refiriendo a Judas Iscariote. Es posible que, para este momento, Jesús ya perciba que Judas ha empezado a desviarse del buen camino.

      Aun así, Jesús sin duda se alegra de ver que Pedro y los otros apóstoles no se dejan influir por los demás. No piensan abandonarlo ni dejar de participar en la labor de salvar vidas que él está realizando.

      • ¿En qué sentido da Jesús su carne a la gente, y cómo puede alguien “comerla”?

      • ¿Por qué se ofende la gente al escuchar lo que dice Jesús sobre su carne y su sangre, pero qué quiere resaltar él en realidad?

      • Cuando muchos abandonan a Jesús, ¿cómo reacciona Pedro?

  • ¿Qué contamina realmente a una persona?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un fariseo se lava las manos y los brazos hasta el codo y mira de manera crítica a otro hombre que ya ha empezado a comer

      CAPÍTULO 56

      ¿Qué contamina realmente a una persona?

      MATEO 15:1-20 MARCOS 7:1-23 JUAN 7:1

      • JESÚS DENUNCIA ALGUNAS TRADICIONES HUMANAS

      Jesús está muy ocupado predicando en Galilea, pero, al acercarse la fiesta de la Pascua del año 32, seguramente se dirige a Jerusalén para celebrarla, como manda la Ley de Dios. Eso sí, lo hace con precaución, pues los judíos quieren matarlo (Juan 7:1). Después, regresa a Galilea.

      Parece que Jesús está en Capernaúm cuando unos fariseos y unos escribas vienen de Jerusalén a verlo. ¿Por qué hacen ese viaje? Están buscando algún motivo para acusar a Jesús de desobedecer los requisitos religiosos. Le preguntan: “¿Por qué tus discípulos pasan por alto las tradiciones de los hombres de tiempos antiguos? Por ejemplo, ellos no se lavan las manos antes de comer” (Mateo 15:2). Pero lo cierto es que Dios nunca le mandó a su pueblo que siguiera el ritual de lavarse “las manos hasta el codo” (Marcos 7:3). Aun así, los fariseos piensan que no hacerlo es una falta grave.

      Jesús, en vez de defenderse directamente de esta acusación, les indica que ellos desobedecen la Ley de Dios a propósito. “¿Y por qué pasan por alto ustedes los mandamientos de Dios por seguir sus propias tradiciones? —les pregunta—. Por ejemplo, Dios dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’, y ‘Al que hable con desprecio de su padre o su madre se le dará muerte’. Pero ustedes dicen: ‘El que le diga a su padre o a su madre “Todo lo que tengo que podría usar para ayudarte a ti es un regalo que está dedicado a Dios”, ese ya no tiene ninguna obligación de honrar a sus padres’” (Mateo 15:3-6; Éxodo 20:12; 21:17).

      Los fariseos dicen que el dinero, una propiedad o cualquier otra cosa que alguien ofrezca como un regalo dedicado a Dios pertenece al templo y no puede usarse para nada más. Pero la verdad es que ese regalo sigue estando en manos de la persona. Por ejemplo, un hijo podría decir que su dinero o sus propiedades son corbán, es decir, un regalo que está dedicado a Dios o al templo, como si el templo tuviera más derecho a esos bienes que sus padres. De esta forma estaría diciendo que no puede usar sus posesiones para ayudar a sus padres mayores y necesitados, pero sí podría seguir usándolas para él mismo si quisiera. Así evitaría la responsabilidad que tiene de cuidarlos (Marcos 7:11).

      Jesús se indigna al ver cómo manipulan la Ley de Dios, así que les dice: “Ustedes, por seguir sus tradiciones, han anulado la palabra de Dios. Hipócritas, con razón Isaías dijo proféticamente de ustedes: ‘Este pueblo me honra de labios para afuera, pero su corazón está muy lejos de mí. De nada sirve que me estén adorando, porque enseñan doctrinas que son mandatos de hombres’”. Los fariseos no saben cómo responder a las palabras de condena de Jesús. Por su parte, él le pide a la multitud que se acerque a él y les dice: “Escuchen y comprendan lo que estoy diciendo: lo que contamina a una persona no es lo que entra por su boca, sino lo que sale de su boca; eso es lo que la contamina” (Mateo 15:6-11; Isaías 29:13).

      Más tarde, cuando Jesús y los discípulos están en una casa, ellos le preguntan: “¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír lo que dijiste?”. Él les responde: “Toda planta que no ha sido plantada por mi Padre celestial será arrancada de raíz. Así que déjenlos. Guías ciegos es lo que son. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos se van a caer en un hoyo” (Mateo 15:12-14).

      A continuación, Pedro le pide a Jesús, en nombre de los demás discípulos, que les explique mejor qué es lo que contamina a una persona. Jesús, al parecer sorprendido, les responde: “¿No se dan cuenta de que todo lo que entra por la boca pasa por el estómago y luego termina en la letrina? En cambio, las cosas que salen por la boca vienen del corazón, y esas cosas contaminan a una persona. Por ejemplo, del corazón salen razonamientos malvados: asesinatos, adulterios, inmoralidad sexual, robos, falsos testimonios y blasfemias. Estas son las cosas que contaminan a una persona, pero comer sin lavarse las manos no contamina a nadie” (Mateo 15:17-20).

      Con estas palabras, Jesús no les está diciendo que las normas habituales de higiene no sean importantes. Tampoco les está diciendo que preparen o consuman alimentos sin lavarse las manos. Más bien, está condenando la hipocresía de los líderes religiosos que tratan de pasar por alto las justas normas de Dios aferrándose a tradiciones humanas. En realidad, lo que contamina a una persona son los actos malvados que nacen de su corazón.

      • ¿Qué acusación lanzan los fariseos y los escribas?

      • Como indica Jesús, ¿de qué forma desobedecen deliberadamente los fariseos la Ley de Dios?

      • ¿Qué cosas contaminan realmente a una persona?

  • Cura a una niña y a un hombre sordo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Una mujer fenicia le ruega a Jesús que la ayude; Jesús pone sus dedos en los oídos de un hombre sordo

      CAPÍTULO 57

      Cura a una niña y a un hombre sordo

      MATEO 15:21-31 MARCOS 7:24-37

      • JESÚS CURA A LA HIJA DE UNA MUJER FENICIA

      • CURA A UN HOMBRE SORDO QUE TAMBIÉN TIENE DIFICULTADES PARA HABLAR

      Después de denunciar las tradiciones egoístas de los fariseos, Jesús y sus discípulos recorren muchos kilómetros en dirección noroeste, hasta las ciudades de Tiro y Sidón, en la región de Fenicia.

      Jesús encuentra alojamiento en una casa. No quiere que la gente sepa dónde está, pero hasta en este lugar siguen acudiendo a él. Una mujer de origen griego que nació en esta zona lo encuentra y comienza a suplicarle: “¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está cruelmente poseída por un demonio” (Mateo 15:22; Marcos 7:26).

      Después de un rato, los discípulos de Jesús le piden: “Dile que se vaya, porque no deja de gritar detrás de nosotros”. Pero Jesús les explica por qué la ha estado ignorando: “Solo se me envió a las ovejas perdidas de la nación de Israel”. Aun así, la mujer no se da por vencida. Se acerca a Jesús, cae a sus pies y le ruega: “¡Señor, ayúdame!” (Mateo 15:23-25).

      Quizás para ver cuánta fe tiene ella, Jesús le responde haciendo alusión a la mala opinión que los judíos tienen de las personas de otras naciones: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos” (Mateo 15:26). Al decir “perritos”, Jesús demuestra que siente compasión por los que no son judíos. Seguro que su expresión facial y su tono de voz también transmiten ternura.

      En vez de ofenderse, la mujer aprovecha el que Jesús haya mencionado el prejuicio de los judíos y le responde con humildad: “Cierto, Señor [...], pero la verdad es que los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus dueños”. Entonces, Jesús se da cuenta de su buena actitud y le dice: “Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se te cumpla lo que deseas” (Mateo 15:27, 28). Y así sucede, aunque la hija no está presente. Cuando la mujer regresa a su casa, se encuentra con que su niña está acostada en la cama completamente curada y que el demonio se ha ido (Marcos 7:30).

      Jesús y sus discípulos se van de Fenicia y se dirigen hacia el curso alto del río Jordán. Al parecer, cruzan el río por algún punto al norte del mar de Galilea y se adentran en la región de la Decápolis. Una vez allí, suben a una montaña, pero las multitudes se enteran de dónde están y le llevan a Jesús cojos, lisiados, ciegos y mudos. Los dejan a sus pies, y él los cura. La gente se asombra tanto que empieza a alabar al Dios de Israel.

      A continuación, Jesús se centra en un hombre que es sordo y tiene dificultades para hablar. Seguramente el hombre se siente muy nervioso en medio de tanta gente. Tal vez por eso, Jesús lo lleva aparte, lejos de la multitud, y ya a solas con él le muestra lo que va a hacer. Pone sus dedos en los oídos del hombre y, después de escupir, le toca la lengua. Entonces, mirando al cielo, le dice “Éffatha”, que significa “ábrete”. En ese instante, el hombre recupera la capacidad de oír y empieza a hablar con normalidad. Jesús no quiere que se hable de este milagro porque prefiere que las personas crean en él por lo que ellas mismas vean y escuchen (Marcos 7:32-36).

      El poder que demuestra Jesús al realizar estos milagros causa un profundo impacto en los presentes, que están “maravillados a más no poder”. Dicen: “Es que todo lo hace bien. ¡Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos!” (Marcos 7:37).

      • ¿Por qué no cura Jesús enseguida a la hija de la mujer fenicia?

      • Después de salir de la región de Fenicia, ¿adónde van Jesús y sus discípulos?

      • ¿Cómo demuestra Jesús compasión por el hombre sordo que tiene dificultades para hablar?

  • Multiplica unos panes y advierte sobre la levadura
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús con algunos discípulos en una barca

      CAPÍTULO 58

      Multiplica unos panes y advierte sobre la levadura

      MATEO 15:32-16:12 MARCOS 8:1-21

      • JESÚS ALIMENTA A 4.000 HOMBRES

      • ADVIERTE SOBRE LA LEVADURA DE LOS FARISEOS

      Jesús está en la región de la Decápolis, al este del mar de Galilea. Muchas personas han acudido a él para escucharlo y para que las cure, llevando consigo canastas grandes llenas de comida.

      Sin embargo, Jesús les dice a sus discípulos en cierto momento: “Me conmueve profundamente ver a esta multitud, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. Si los mando a sus casas con hambre, se van a desmayar por el camino. Algunos vienen de muy lejos”. Entonces, los discípulos le preguntan: “Con lo retirado que está este lugar, ¿de dónde va a sacar alguien pan para dejar satisfecha a tanta gente?” (Marcos 8:2-4).

      Un hombre con una canasta en las manos mientras Jesús parte el pan

      Jesús les dice: “¿Cuántos panes tienen?”. A lo que ellos le contestan: “Siete, y unos cuantos pescaditos” (Mateo 15:34). Entonces, Jesús le pide a la gente que se siente en el suelo. Toma los panes y los pescados, le ora a Dios y se los va dando a los discípulos para que los repartan entre la gente. ¡Todos comen hasta quedar satisfechos! Con lo que sobra, llenan siete canastas grandes, y eso que han comido unos 4.000 hombres, además de mujeres y niños.

      Después de eso, Jesús despide a la multitud y cruza en barca con sus discípulos hasta Magadán, en la costa oeste del mar de Galilea. Al llegar allí, unos fariseos y algunos miembros de la secta de los saduceos tratan de poner a prueba a Jesús pidiéndole una señal del cielo.

      Pero él se da cuenta de sus intenciones y les dice: “Al atardecer ustedes dicen ‘Hará buen tiempo, porque el cielo está rojo intenso’. Y por la mañana dicen ‘Hoy tendremos un día frío y lluvioso, porque el cielo está rojo intenso pero sombrío’. Saben interpretar la apariencia del cielo, pero no son capaces de interpretar las señales de los tiempos” (Mateo 16:2, 3). Luego les asegura que no recibirán ninguna señal excepto la señal de Jonás.

      Jesús y sus discípulos se suben a una barca y se dirigen a Betsaida, en la orilla noreste. Mientras viajan, los discípulos se dan cuenta de que se les ha olvidado llevar suficiente pan, solo llevan uno. Entonces, Jesús les da una advertencia teniendo en cuenta el enfrentamiento que acaba de tener con los fariseos y los saduceos que apoyan a Herodes: “Mantengan los ojos bien abiertos —les dice—. Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y la levadura de Herodes”. Al oír eso, los discípulos piensan de manera errónea que ha mencionado la levadura porque se les olvidó el pan. Jesús, que se da cuenta de que no le han entendido, les pregunta: “¿Por qué discuten por no tener pan?” (Marcos 8:15-17).

      Hace poco, Jesús les dio pan a miles de personas, de modo que los discípulos deberían saber que no está preocupado por eso. Jesús les pregunta: “¿Es que ya no se acuerdan de cuando partí los cinco panes para los 5.000 hombres? ¿Cuántas canastas llenas de lo que sobró recogieron?”. “Doce”, le responden. Jesús añade: “Cuando partí los siete panes para los 4.000 hombres, ¿cuántas canastas grandes llenas de lo que sobró recogieron?”. A lo que ellos le contestan: “Siete” (Marcos 8:18-20).

      A continuación, Jesús les hace esta pregunta: “¿Cómo es que no se dieron cuenta de que no les estaba hablando de pan?”. Y luego les dice que tengan cuidado “con la levadura de los fariseos y los saduceos” (Mateo 16:11).

      Por fin, los discípulos entienden lo que quiere decir. La levadura se usa para fermentar la masa del pan y hacerla subir. Así que Jesús está usando la levadura como símbolo de corrupción. Con sus palabras, les está advirtiendo que tengan cuidado con las cosas que enseñan los fariseos y los saduceos, porque corrompen a la gente (Mateo 16:12).

      • ¿Por qué acude la gente a Jesús?

      • Cuando Jesús menciona la levadura, ¿a qué conclusión errónea llegan sus discípulos?

      • ¿A qué se refiere Jesús al hablar de “la levadura de los fariseos y los saduceos”?

  • ¿Quién es el Hijo del Hombre?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Pedro le responde a Jesús mientras otros apóstoles miran

      CAPÍTULO 59

      ¿Quién es el Hijo del Hombre?

      MATEO 16:13-27 MARCOS 8:22-38 LUCAS 9:18-26

      • JESÚS CURA A UN HOMBRE CIEGO

      • PEDRO RECIBIRÁ LAS LLAVES DEL REINO

      • JESÚS PREDICE SU MUERTE Y SU RESURRECCIÓN

      Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Estando allí, le llevan un hombre ciego y le suplican que lo toque para curarlo.

      Jesús toma al hombre de la mano y lo lleva fuera de la aldea. Luego, escupe en sus ojos y le pregunta: “¿Ves algo?”. “Veo personas, pero parecen árboles caminando”, le responde él (Marcos 8:23, 24). Entonces, Jesús pone las manos sobre los ojos del hombre y le devuelve la vista. Después lo envía a su casa, ya sanado, y le pide que no entre en la aldea.

      A continuación, Jesús y sus discípulos se dirigen al norte, a la región de Cesarea de Filipo. Es un largo ascenso de unos 40 kilómetros (25 millas). Esta población se encuentra a 350 metros (1.150 pies) sobre el nivel del mar, y al noreste de ella se alza la nevada cima del monte Hermón. Es probable que el viaje les tome un par de días o más.

      En cierto momento durante el trayecto, Jesús se retira a orar. Apenas faltan nueve o diez meses para que lo maten, y está preocupado por sus discípulos. Últimamente, muchos han dejado de ser sus seguidores y otros, al parecer, se sienten confundidos o decepcionados. Es posible que se pregunten por qué no permitió que la gente lo hiciera rey o por qué no les dio una señal para demostrar de una vez por todas quién es.

      Cuando sus discípulos van adonde está orando Jesús, él les pregunta: “Según dice la gente, ¿quién es el Hijo del Hombre?”. Ellos le contestan: “Algunos dicen que es Juan el Bautista. Otros dicen que es Elías. Y otros, que es Jeremías o algún otro profeta”. Así es, la gente cree que Jesús es tal vez un profeta resucitado. A fin de averiguar lo que piensan, él les hace esta pregunta a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Pedro responde al instante: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (Mateo 16:13-16).

      Jesús le dice a Pedro que se alegre, porque Dios se lo ha revelado, y añade: “Te digo: tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi congregación, y las puertas de la Tumba no la vencerán”. Jesús quiere decir que él mismo edificará una congregación y que, si sus miembros son fieles hasta el final de sus días en la Tierra, ni siquiera la muerte podrá retenerlos como prisioneros. Luego le promete a Pedro: “Yo te daré las llaves del Reino de los cielos” (Mateo 16:18, 19).

      Jesús no está diciendo que Pedro es el apóstol más importante ni lo está eligiendo para que sea el cimiento de la congregación. Jesús es la Roca sobre la que se edificará su congregación (1 Corintios 3:11; Efesios 2:20). Pero Pedro recibirá tres llaves. Tendrá la responsabilidad, por así decirlo, de abrir la puerta para que diferentes grupos de personas entren en el Reino de los cielos.

      Pedro usará la primera llave en el Pentecostés del año 33, cuando les muestre lo que deben hacer para salvarse a los judíos y personas convertidas al judaísmo que se hayan arrepentido. Usará la segunda llave para darles la oportunidad de entrar en el Reino de Dios a los samaritanos que tengan fe. Y finalmente, en el año 36, usará la tercera llave para darles esa oportunidad a quienes no son judíos, como Cornelio y otras personas (Hechos 2:37, 38; 8:14-17; 10:44-48).

      Jesús le da la espalda a Pedro

      Mientras conversan con Jesús, los apóstoles se entristecen mucho al escucharle predecir los sufrimientos y la muerte que pronto tendrá que experimentar en Jerusalén. Pedro, que no entiende que Jesús será resucitado y regresará al cielo, lo lleva aparte para reprenderlo: “¡Señor, no seas tan duro contigo mismo! Eso jamás te va a pasar a ti”. Pero Jesús le da la espalda y le dice: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un estorbo en mi camino, porque no estás pensando como piensa Dios, sino como piensa el hombre” (Mateo 16:22, 23).

      Entonces, llama a la multitud y a los demás apóstoles y les explica que no será fácil ser discípulo suyo. Les dice: “Si alguien quiere ser mi seguidor, que renuncie a sí mismo, que tome su madero de tormento y me siga constantemente. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí y de las buenas noticias la salvará” (Marcos 8:34, 35).

      En efecto, para recibir la aprobación de Jesús, sus discípulos tienen que ser valientes y estar dispuestos a hacer sacrificios. Jesús dice: “Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación infiel y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Marcos 8:38). Como él mismo explica, cuando venga, “le pagará a cada uno según su modo de actuar” (Mateo 16:27).

      • ¿Quién creen algunas personas que es Jesús, pero qué piensan sus apóstoles?

      • ¿Qué llaves recibirá Pedro, y cómo las usará?

      • ¿Por qué corrige Jesús a Pedro, y cómo lo hace?

  • Contemplan en una visión a Cristo glorificado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús cambia de aspecto delante de Pedro, Santiago y Juan; aparecen las figuras de Moisés y Elías

      CAPÍTULO 60

      Contemplan en una visión a Cristo glorificado

      MATEO 16:28-17:13 MARCOS 9:1-13 LUCAS 9:27-36

      • LA VISIÓN DE LA TRANSFIGURACIÓN

      • ALGUNOS APÓSTOLES ESCUCHAN LA VOZ DE DIOS

      Jesús está enseñando en la región de Cesarea de Filipo, a unos 25 kilómetros (15 millas) del monte Hermón, cuando les da este sorprendente anuncio a sus apóstoles: “Les aseguro que algunos de los que están aquí de ninguna manera probarán la muerte sin antes ver al Hijo del Hombre viniendo en su Reino” (Mateo 16:28).

      Seguramente los apóstoles se preguntan qué querrá decir Jesús. Alrededor de una semana después, Jesús se lleva a tres de sus apóstoles —Pedro, Santiago y Juan— a una montaña alta. Es probable que sea de noche, porque los tres tienen sueño. Mientras Jesús está orando, cambia de aspecto delante de ellos. En ese momento, los apóstoles ven que el rostro de él resplandece como el Sol y que su ropa se vuelve brillante como la luz, de un blanco deslumbrante.

      A continuación, aparecen las figuras de dos hombres a quienes se identifica como “Moisés y Elías”. Entonces, se ponen a hablar con Jesús de la partida de él, que va a suceder en Jerusalén (Lucas 9:30, 31). Con “la partida de Jesús” se refieren evidentemente a su muerte y resurrección, de las que él habló hace poco (Mateo 16:21). Esta conversación demuestra que, al contrario de lo que Pedro quería, la muerte tan humillante que le espera a Jesús no es algo que él deba evitar.

      Los tres apóstoles, ya completamente despiertos, observan y escuchan muy asombrados lo que está sucediendo. Aunque se trata de una visión, es tan real que Pedro empieza a participar en ella, diciendo: “Rabí, ¡qué bueno que estemos aquí! Armemos tres tiendas de campaña: una para ti, una para Moisés y otra para Elías” (Marcos 9:5). ¿Dirá eso porque quiere que la visión dure más tiempo?

      Mientras Pedro está hablando, una nube brillante los cubre, y de ella sale una voz que dice: “Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación. Escúchenlo”. Al oír la voz de Dios, los apóstoles se asustan muchísimo y caen rostro a tierra, pero Jesús les dice: “Levántense. No tengan miedo” (Mateo 17:5-7). Cuando lo hacen, ya no ven a nadie más, solo a Jesús. Ahí acaba la visión. Ya de día, mientras bajan de la montaña, Jesús les manda: “No le cuenten a nadie esta visión hasta que el Hijo del Hombre sea levantado de entre los muertos” (Mateo 17:9).

      Al haber contemplado a Elías en la visión, los apóstoles le preguntan a Jesús: “¿Cómo es que los escribas dicen que Elías tiene que venir primero?”. “Elías ya vino, pero ellos no lo reconocieron”, les responde él (Mateo 17:10-12). Jesús está hablando de Juan el Bautista, quien cumplió un papel similar al de Elías. Este preparó el camino para Eliseo, y Juan lo preparó para Cristo.

      Sin duda, esta visión fortalece muchísimo a Jesús y a los apóstoles, y es un anticipo de la gloria que tendrá Cristo en su Reino. Como Jesús prometió, los discípulos han visto “al Hijo del Hombre viniendo en su Reino” (Mateo 16:28). Han sido “testigos oculares de su esplendor” en la montaña. Aunque los fariseos querían que Jesús les diera una señal que demostrara que él iba a ser el Rey elegido por Dios, él no se la dio. Pero los discípulos más allegados de Jesús han tenido la oportunidad de contemplar la visión de la transfiguración, la cual confirma las profecías sobre el Reino. Por eso, Pedro escribe más tarde: “Tenemos más confirmada la palabra profética” (2 Pedro 1:16-19).

      • Antes de morir, algunos apóstoles ven a Jesús viniendo en su Reino, ¿en qué sentido?

      • En la visión, ¿de qué hablan Moisés y Elías con Jesús?

      • ¿Por qué fortalece a los seguidores de Jesús esta visión?

  • Jesús cura a un muchacho endemoniado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un padre pidiéndole a Jesús que cure a su hijo endemoniado

      CAPÍTULO 61

      Jesús cura a un muchacho endemoniado

      MATEO 17:14-20 MARCOS 9:14-29 LUCAS 9:37-43

      • HACE FALTA MUCHA FE PARA CURAR A UN MUCHACHO ENDEMONIADO

      Al bajar de la montaña, Jesús, Pedro, Santiago y Juan se encuentran con mucha gente. Parece que algo no anda bien. Algunos escribas están alrededor de los otros discípulos y discutiendo con ellos. Cuando la gente ve a Jesús, se sorprende mucho y va corriendo a recibirlo. Al verlos, Jesús les pregunta: “¿Qué están discutiendo con ellos?” (Marcos 9:16).

      Un hombre de la multitud se arrodilla ante él y le explica: “Maestro, yo te traje aquí a mi hijo porque tiene un espíritu que lo ha dejado mudo. Cada vez que lo ataca, lo arroja al suelo, y el muchacho echa espuma por la boca, aprieta los dientes y se queda sin fuerzas. Les pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero ellos no pudieron” (Marcos 9:17, 18).

      Al parecer, los escribas critican a los discípulos y los dejan en ridículo porque no pudieron curar al muchacho. Así que Jesús, en vez de responderle al angustiado padre, le dice a la multitud: “¡Esta generación retorcida y sin fe! ¿Hasta cuándo voy a tener que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo voy a tener que soportarlos?”. No hay duda de que dice estas palabras tan fuertes pensando en los escribas que discutían con sus discípulos mientras él estaba en la montaña. Entonces, dirigiéndose al padre, pide que le traigan al muchacho (Mateo 17:17).

      Cuando el muchacho se acerca a Jesús, el demonio que tiene dentro lo arroja al suelo y le provoca convulsiones muy fuertes. El muchacho empieza a revolcarse y a echar espuma por la boca. “¿Desde cuándo le pasa esto?”, le pregunta Jesús al padre. A lo que este le dice: “Desde que era pequeño. Muchas veces el espíritu lo echa en el fuego o en el agua para matarlo”. Y luego le ruega: “Si tú puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos” (Marcos 9:21, 22).

      El padre está desesperado porque ni siquiera los discípulos de Jesús han podido hacer nada. Así que Jesús le responde con unas palabras que le infunden ánimo y confianza: “¡Eso de ‘si tú puedes’...! Todo es posible para el que tiene fe”. Enseguida, el padre exclama: “¡Tengo fe! Pero ¡ayúdame a tener más fe!” (Marcos 9:23, 24).

      Jesús curando a un muchacho endemoniado

      Jesús, al darse cuenta de que una multitud viene corriendo hacia él, reprende al demonio delante de todos diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, ¡te ordeno que salgas de él y no vuelvas a entrar más!”. Pero, antes de salir, el demonio hace gritar al joven y le causa muchas convulsiones, tras lo cual el muchacho se queda completamente inmóvil. De hecho, muchos empiezan a decir que está muerto (Marcos 9:25, 26). Sin embargo, cuando Jesús lo toma de la mano, se levanta, ya curado (Mateo 17:18). Como es lógico, la gente se queda impactada al ver lo que Jesús acaba de hacer.

      Hace algún tiempo, cuando Jesús envió a los discípulos a predicar, estos pudieron expulsar demonios. Así que ahora, en una casa, le preguntan en privado: “¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?”. Jesús les explica que fue debido a su falta de fe y les dice además: “Esta clase de espíritu solo puede salir con oración” (Marcos 9:28, 29). Para expulsar a ese demonio tan poderoso, tenían que tener mucha fe y orar a Dios para que los ayudara a hacerlo.

      Jesús concluye: “Les aseguro que, si tienen fe del tamaño de un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña ‘Muévete para allá’, y se moverá; nada les será imposible” (Mateo 17:20). ¡Cuánto poder tiene la fe!

      Los obstáculos y dificultades que enfrentamos en nuestro servicio a Jehová pueden parecer tan grandes y firmes como montañas. Pero, si cultivamos una fe fuerte, podremos superarlos.

      • ¿Con qué se encuentra Jesús al bajar de la montaña?

      • ¿Por qué no pudieron los discípulos expulsar al demonio que estaba dentro del muchacho?

      • ¿Cuánto poder puede llegar a tener la fe?

  • Una lección valiosa sobre la humildad
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús y un niñito

      CAPÍTULO 62

      Una lección valiosa sobre la humildad

      MATEO 17:22-18:5 MARCOS 9:30-37 LUCAS 9:43-48

      • JESÚS VUELVE A PREDECIR SU MUERTE

      • PAGA UN IMPUESTO CON UNA MONEDA SACADA DE LA BOCA DE UN PEZ

      • ¿QUIÉN SERÁ EL MÁS IMPORTANTE EN EL REINO?

      Después de la visión de la transfiguración y de curar al muchacho endemoniado en la región de Cesarea de Filipo, Jesús se dirige a Capernaúm. Viaja solo con sus discípulos para que nadie se entere (Marcos 9:30). Esto le da la oportunidad de seguir preparándolos para cuando muera y para la obra que tendrán que hacer después. Jesús les explica: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán, y al tercer día será resucitado” (Mateo 17:22, 23).

      Esta idea no debería parecerles nueva. Jesús ya les dijo que lo matarían, aunque Pedro se negó a creerlo (Mateo 16:21, 22). Y tres apóstoles lo vieron cambiar de aspecto en la montaña y escucharon la conversación sobre su “partida” (Lucas 9:31). Ahora, los discípulos se ponen muy tristes por lo que les ha mencionado Jesús, aunque no comprenden del todo lo que les quiere decir (Mateo 17:23). Aun así, no se atreven a preguntarle.

      Más tarde, llegan a Capernaúm, el lugar donde suele quedarse Jesús y de donde son varios de sus apóstoles. Allí, los hombres que cobran el impuesto del templo se acercan a Pedro y, tal vez con la intención de acusar a Jesús de no pagar impuestos, le hacen una pregunta: “¿Tu maestro no paga el impuesto [del templo] de los dos dracmas?” (Mateo 17:24).

      Pedro les dice que sí. Ya en la casa, Jesús le saca el tema a Pedro porque sabe lo que ha pasado: “¿Tú qué dirías, Simón? ¿A quiénes les cobran los reyes de la tierra impuestos y tributos? ¿A sus hijos, o a los extraños?”. “A los extraños”, le responde Pedro. Entonces Jesús le explica: “Eso quiere decir que los hijos están libres de pagar impuestos” (Mateo 17:25, 26).

      Un pez con una moneda en la boca

      El Padre de Jesús es el Rey del universo y es, además, el Dios a quien adoran en el templo. Por lo tanto, el Hijo de Dios no está obligado legalmente a pagar el impuesto del templo. “Pero, para no escandalizarlos —le dice Jesús—, vete al mar y echa el anzuelo. Cuando abras la boca del primer pez que saques, encontrarás una moneda de plata [un estater o tetradracma]. Tómala y dásela a ellos por mí y por ti” (Mateo 17:27).

      Después, cuando los discípulos están juntos, van a Jesús y le preguntan quién será el mayor en el Reino. Antes no se atrevieron a preguntarle sobre su muerte, pero ahora sí se atreven a preguntarle acerca del futuro que les espera a ellos. Jesús sabe lo que están pensando. Iban hablando de eso mientras caminaban tras él de regreso a Capernaúm. Así que les pregunta: “¿De qué iban discutiendo por el camino?” (Marcos 9:33). A los discípulos les da vergüenza, y se quedan callados porque iban discutiendo sobre quién era el más importante. Al final, le plantean el asunto del que han estado hablando: “¿Quién es el mayor en el Reino de los cielos?” (Mateo 18:1).

      Parece increíble que los discípulos se pongan a discutir sobre eso después de haber observado y escuchado a Jesús por casi tres años. Pero lo cierto es que son hombres imperfectos que han crecido en un ambiente religioso donde se da mucha importancia a la posición social y a los puestos de autoridad. Además, hace poco Jesús le prometió a Pedro que le daría ciertas “llaves” del Reino. ¿Será que Pedro se siente superior a los demás por eso? Y puede que Santiago y Juan, que vieron la transfiguración, tengan sentimientos parecidos.

      Sea cual sea el caso, Jesús los corrige. Llama a un niño, lo pone en medio de ellos y les dice a los discípulos: “A no ser que cambien y lleguen a ser como niños, nunca van a entrar en el Reino de los cielos. Por eso, el que se haga humilde como este niño es el mayor en el Reino de los cielos, y el que recibe a un niño como este en mi nombre también me recibe a mí” (Mateo 18:3-5).

      ¡Qué buen método de enseñanza! Jesús no se enoja con ellos ni les dice que son unos codiciosos o ambiciosos. Por el contrario, toma a un niño y les enseña una lección. Entre los niños no hay posiciones sociales ni son unos más importantes que otros. Jesús les demuestra así que tienen que verse como se ven los niños. Entonces, concluye diciéndoles: “El que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es mayor” (Lucas 9:48).

      • Al regresar a Capernaúm, ¿qué hecho importante vuelve a mencionarles Jesús a sus discípulos, y cómo reaccionan ellos?

      • ¿Por qué no está obligado Jesús a pagar el impuesto del templo, pero por qué lo paga?

      • ¿Qué puede llevar a los discípulos a preguntarse quién es el más importante, y cómo los corrige Jesús?

  • Jesús da otros consejos importantes a sus apóstoles
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un hombre se alegra de encontrar la oveja que había perdido

      CAPÍTULO 63

      Jesús da otros consejos importantes a sus apóstoles

      MATEO 18:6-20 MARCOS 9:38-50 LUCAS 9:49, 50

      • ADVERTENCIAS SOBRE HACER TROPEZAR

      • CUANDO UN HERMANO COMETE UN PECADO

      Jesús acaba de enseñar con un ejemplo la actitud que han de tener sus seguidores. Deberían verse como se ven los niños, que son humildes y no se preocupan por su posición. Además, deben imitar a Jesús desarrollando cualidades como las que tienen los pequeños (Mateo 18:5).

      Los apóstoles han estado discutiendo acerca de quién es el más importante, así que tienen mucho que aprender sobre lo que Jesús les ha dicho. Ahora el apóstol Juan le comenta a Jesús algo que acaba de ocurrir: “Vimos a alguien que expulsaba demonios usando tu nombre; pero, como no anda con nosotros, tratamos de impedírselo” (Lucas 9:49).

      ¿Piensa Juan que los apóstoles son los únicos que tienen la autoridad de curar y expulsar demonios? Si son los únicos, ¿cómo es que este judío ha podido expulsarlos? Al parecer, Juan cree que el hombre no debería estar haciendo estos milagros porque no va con Jesús y sus apóstoles.

      Para sorpresa de Juan, Jesús dice: “No traten de impedírselo, porque nadie puede hacer un milagro en mi nombre y al momento ponerse a hablar mal de mí. Porque el que no está contra nosotros está a favor de nosotros. Y, les digo la verdad, quien les dé un vaso de agua porque ustedes le pertenecen a Cristo de ninguna manera se quedará sin su recompensa” (Marcos 9:39-41).

      De modo que el hombre no tiene por qué acompañar a Cristo en este momento para estar de su lado. La congregación cristiana todavía no se ha formado, así que el hecho de que no viaje con él no significa que sea su enemigo o que esté fomentando una religión falsa. Obviamente, el hombre tiene fe en el nombre de Jesús, y lo que dice Jesús indica que no se quedará sin su recompensa.

      Un hombre con una piedra de molino atada al cuello es lanzado al mar

      Pero sería algo grave que los apóstoles, con sus palabras y acciones, se convirtieran en un obstáculo para el hombre. Jesús comenta: “A quien haga tropezar a uno de estos pequeños que tienen fe, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas piedras de molino que los burros hacen girar y lo lanzaran al mar” (Marcos 9:42). Jesús dice entonces que sus seguidores deberían arrancarse algo tan importante como una mano, un pie o un ojo si alguno de estos miembros se convirtiera en un obstáculo para ellos o les hiciera tropezar. Es mejor entrar en el Reino de los cielos, aunque sea sin una de esas partes del cuerpo tan valiosas, que empeñarse en conservarla y acabar en la Gehena (el valle de Hinón). Es muy probable que los apóstoles hayan visto este valle cerca de Jerusalén, donde se quema la basura, así que entienden que representa la destrucción definitiva.

      Jesús también les advierte: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles en el cielo siempre ven el rostro de mi Padre”. ¿Cuánto le importan al Padre “estos pequeños”? Jesús les cuenta la historia de un hombre que tiene 100 ovejas y se le pierde una. El hombre deja a las 99 para ir en busca de la que se ha perdido y, cuando la encuentra, se alegra más por ella que por las otras 99. Jesús añade: “Lo mismo sucede con mi Padre que está en el cielo: él no desea que ni uno solo de estos pequeños se pierda” (Mateo 18:10, 14).

      A continuación, Jesús les da un consejo, tal vez pensando en la discusión que han tenido acerca de quién es el más importante: “Tengan sal en ustedes y mantengan la paz unos con otros” (Marcos 9:50). La sal hace que la comida sea más sabrosa. De la misma manera, la sal en sentido simbólico hace que lo que uno diga sea más agradable a los demás, lo cual contribuye a mantener la paz, algo que no se consigue discutiendo (Colosenses 4:6).

      Ahora, Jesús explica qué hacer si alguna vez surge un problema grave: “Si tu hermano comete un pecado contra ti, vete a hablar con él a solas y hazle ver su falta. Si te escucha, habrás recuperado a tu hermano”. Pero ¿y si no quiere hacer caso? Jesús dice: “Vuelve acompañado de una o dos personas más para que todo asunto pueda confirmarse con el testimonio de dos o tres testigos”. Si eso no resuelve el asunto, deben informar “a la congregación”, es decir, a ancianos que puedan tomar una decisión. ¿Qué pasa si sigue sin hacer caso? “Entonces —dice Jesús— considéralo como alguien de las naciones y como un cobrador de impuestos”, personas con quienes los judíos no tendrían trato (Mateo 18:15-17).

      Los ancianos de la congregación deben guiarse por la Palabra de Dios. Si deciden que la persona es culpable y necesita disciplina, su decisión ya habrá sido atada o tomada en el cielo. Pero, si llegan a la conclusión de que es inocente, su decisión ya habrá sido desatada en el cielo. Estas instrucciones serán muy útiles cuando se forme la congregación cristiana. A los que tratan asuntos de peso como estos, Jesús les asegura: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:18-20).

      • ¿Por qué no deben los apóstoles ver como un enemigo al hombre que está expulsando demonios?

      • ¿Hasta qué punto es grave que alguien se convierta en un obstáculo para uno de los “pequeños que tienen fe”? ¿Qué historia cuenta Jesús para mostrar cuánto le importan a Dios estos pequeños?

      • ¿Qué dice Jesús que hay que hacer cuando un hermano comete un pecado grave?

  • La importancia de perdonar
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un esclavo agarra a su compañero por el cuello y trata de estrangularlo

      CAPÍTULO 64

      La importancia de perdonar

      MATEO 18:21-35

      • ¿ES SUFICIENTE PERDONAR SIETE VECES?

      • LA PARÁBOLA DEL ESCLAVO SIN COMPASIÓN

      Pedro acaba de oír el consejo de Jesús sobre intentar resolver cara a cara los problemas que puedan surgir entre hermanos. Ahora, al parecer, quiere saber cuántas veces debe intentarlo.

      Pedro le pregunta a Jesús: “Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta 7 veces?”. Algunos líderes religiosos enseñan que hay que perdonar a los demás un máximo de tres veces. Así que es probable que Pedro piense que está siendo generoso al decir que perdonaría a un hermano “hasta 7 veces” (Mateo 18:21).

      Sin embargo, la idea de llevar la cuenta del número de veces que alguien nos ofende no está de acuerdo con lo que enseña Jesús. Por eso, él lo corrige diciéndole: “No, no te digo hasta 7 veces, sino hasta 77 veces” (Mateo 18:22). En otras palabras: sin límites. Pedro debe perdonar a su hermano todas las veces que haga falta.

      El rey perdona la deuda del esclavo

      A continuación, para ayudarlos a ver que tienen que perdonar a otros, Jesús les cuenta a Pedro y a los demás discípulos una historia. Trata sobre un esclavo que no hizo lo mismo que su compasivo amo. Un día, este amo, que era rey, quiso saldar cuentas con sus esclavos. Así que le llevaron a uno de ellos, que le debía la enorme cantidad de 10.000 talentos (60 millones de denarios). Como al esclavo le era imposible pagar esa deuda, el rey ordenó que los vendieran a él, a su esposa y a sus hijos para que pagara así lo que debía. Al oír eso, el esclavo cayó a los pies de su amo y le suplicó: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo” (Mateo 18:26).

      Un esclavo manda a echar en prisión a su compañero

      Al rey le dio lástima y le perdonó la enorme deuda. Después de eso, el esclavo se fue y encontró a un compañero que le debía 100 denarios. Entonces, lo agarró y comenzó a estrangularlo mientras le gritaba: “¡Paga todo lo que debes!”. Pero el segundo esclavo cayó a los pies del que le prestó el dinero y le rogó: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré” (Mateo 18:28, 29). Sin embargo, el esclavo al que el rey le perdonó la deuda no se comportó como su amo. Al revés, hizo que metieran en prisión a su compañero, que debía mucho menos, hasta que pagara todo.

      El rey manda a encarcelar al esclavo que no tuvo compasión

      Los demás esclavos vieron la falta de compasión de este hombre y fueron a contárselo al amo, quien se enfadó mucho, mandó llamar al esclavo y le dijo: “¡Esclavo malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda cuando me lo suplicaste. ¿No deberías haber tenido misericordia de tu compañero igual que yo tuve misericordia de ti?”. El rey se indignó tanto que entregó al esclavo cruel a los carceleros para que lo encerraran hasta que pagara todo lo que debía. Jesús concluye la historia diciendo: “Así es como mi Padre celestial los tratará a ustedes si no perdonan de corazón a sus hermanos” (Mateo 18:32-35).

      ¡Cuánto nos enseña esta historia sobre el perdón! Cuando Dios nos perdona los pecados es como si nos cancelara una enorme deuda. Por otro lado, cualquier ofensa que cometa un hermano contra nosotros no es nada en comparación con las que nosotros cometemos contra Jehová. Y él no nos perdona solo una vez, sino miles de veces. Por esa razón, ¿no deberíamos perdonar a nuestros hermanos las veces que haga falta aunque tengamos motivos para quejarnos? Es como Jesús enseñó en el Sermón del Monte: Dios nos perdonará “nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores” (Mateo 6:12).

      • ¿Por qué pregunta Pedro sobre el perdón, y por qué tal vez le parezca generoso perdonar a alguien siete veces?

      • ¿Qué hace el rey cuando un esclavo le pide clemencia, pero cómo reacciona ese esclavo al tratar con otro esclavo?

      • ¿Qué nos enseña esta historia que cuenta Jesús?

  • Enseña mientras viaja a Jerusalén
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús y sus discípulos de camino a Jerusalén

      CAPÍTULO 65

      Enseña mientras viaja a Jerusalén

      MATEO 8:19-22 LUCAS 9:51-62 JUAN 7:2-10

      • LO QUE OPINAN DE JESÚS SUS HERMANOS

      • ¿CUÁNTA IMPORTANCIA TIENE LA OBRA DEL REINO?

      Jesús lleva algún tiempo efectuando su ministerio principalmente en Galilea, donde la gente ha aceptado su mensaje mejor que en Judea. De hecho, cuando curó a un hombre en sábado en Jerusalén, los judíos hicieron todo lo posible por matarlo (Juan 5:18; 7:1).

      Es septiembre u octubre del año 32, y se acerca la Fiesta de los Tabernáculos (o de las Cabañas). Esta fiesta marca el fin del año agrícola y es una ocasión de gran alegría en la que la gente le da las gracias a Dios. Dura siete días, y al octavo se celebra una asamblea solemne.

      Jesús con sus discípulos Santiago y Juan

      Los medio hermanos de Jesús —Santiago, Simón, José y Judas— le piden con insistencia: “Sal de aquí y vete a Judea”. Jerusalén es el centro religioso de Israel y se llena de gente durante las tres fiestas anuales. Los hermanos de Jesús le dicen: “Cuando uno quiere que todos lo conozcan, no hace nada en secreto. Si tú haces estas cosas, muéstrate al mundo” (Juan 7:3, 4).

      En realidad, estos cuatro hermanos de Jesús no creen que él sea el Mesías. Aun así, quieren que la gente que vaya a la fiesta vea algunos de sus milagros. Pero él, consciente del peligro que corre al ir, les dice: “El mundo no tiene motivos para odiarlos a ustedes, pero a mí me odia porque yo doy testimonio de que las cosas que hace son malas. Suban ustedes a la fiesta. Yo aún no voy a subir a esta fiesta, porque mi tiempo todavía no ha llegado” (Juan 7:5-8).

      Algunos días después de que los hermanos de Jesús se marchan con la mayoría de los viajeros, Jesús y sus discípulos se van en secreto, sin que nadie los vea. Toman el camino que va más directo, a través de Samaria, en vez del que la gente acostumbra tomar, que va pegado al río Jordán. Necesitan alojarse en Samaria, así que Jesús envía delante a unos mensajeros para que se encarguen de todo. Pero los habitantes de cierta aldea no les dan la bienvenida ni les muestran la hospitalidad debida, porque saben que Jesús se dirige a Jerusalén para celebrar la fiesta judía. Esto hace que Santiago y Juan le pregunten enojados: “Señor, ¿quieres que mandemos que baje fuego del cielo y acabe con ellos?” (Lucas 9:54). Jesús los reprende por sugerir algo así, y continúan el viaje.

      Por el camino, un escriba le dice a Jesús: “Maestro, te seguiré vayas donde vayas”. Y él le responde: “Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Mateo 8:19, 20). Así le indica al escriba que enfrentará dificultades si se hace su discípulo. Y, al parecer, el hombre es demasiado orgulloso para aceptar ese estilo de vida. ¿Y nosotros? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para seguir a Jesús?

      1. Un zorro en su madriguera; 2. Un pájaro en su nido

      Luego, Jesús le dice a otro hombre: “Sé mi seguidor”. Pero este le responde: “Señor, permíteme que primero vaya a enterrar a mi padre”. Conociendo las circunstancias del hombre, Jesús le aconseja: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Pero tú, vete y anuncia por todas partes el Reino de Dios” (Lucas 9:59, 60). Es evidente que el padre aún está vivo. Si acabara de morir, seguramente el hijo no estaría allí hablando con Jesús. Está claro que este hombre no está preparado para poner el Reino de Dios en primer lugar en su vida.

      Mientras siguen su camino rumbo a Jerusalén, un tercer hombre le dice a Jesús: “Te seguiré, Señor, pero deja que primero les diga adiós a los de mi casa”. Jesús le responde: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas que deja atrás sirve para el Reino de Dios” (Lucas 9:61, 62).

      Los que deseen ser verdaderos discípulos de Jesús deben mantener la vista enfocada en la obra del Reino. La persona que ara tiene que mirar siempre hacia adelante; si no, es muy probable que el surco le salga torcido. Y, si pone a un lado el arado para mirar atrás, no terminará lo que le queda por hacer. De igual modo, los que añoran las cosas del mundo que dejaron atrás corren el peligro de tropezar y salirse del camino que conduce a la vida eterna.

      • ¿Qué opinan de Jesús sus cuatro medio hermanos?

      • ¿Por qué no reciben bien a Jesús los samaritanos, y qué quieren hacer Santiago y Juan?

      • ¿Qué tres conversaciones tiene Jesús por el camino, y qué destaca él sobre el servicio a Dios?

  • La Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús enseñando en el templo de Jerusalén

      CAPÍTULO 66

      La Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén

      JUAN 7:11-32

      • JESÚS ENSEÑA EN EL TEMPLO

      Desde que se bautizó Jesús, su fama ha ido aumentando. En estos años, miles de judíos han visto sus milagros, y la gente habla de ellos por todas partes. Ahora, en la Fiesta de los Tabernáculos (o de las Cabañas), en Jerusalén, muchos lo están buscando.

      Hay opiniones muy diferentes acerca de Jesús. Algunos dicen que es una buena persona, pero otros dicen que no y que lo que hace es engañar a la multitud (Juan 7:12). Durante los primeros días de la fiesta, muchos andan cuchicheando, aunque nadie se atreve a defender en público a Jesús porque temen la reacción de los líderes judíos.

      Como a la mitad de la fiesta, Jesús va al templo y se pone a enseñar. Muchas personas se quedan impresionadas porque es un maestro excelente. Él nunca ha ido a ninguna escuela rabínica, así que los judíos se preguntan: “¿Cómo sabe este hombre tanto de las Escrituras, si no ha estudiado en las escuelas?” (Juan 7:15).

      “Lo que yo enseño no es mío, sino del que me envió —les explica Jesús—. Si alguien desea hacer la voluntad de Dios, sabrá si lo que yo enseño viene de Dios, o si son mis propias ideas” (Juan 7:16, 17). Las enseñanzas de Jesús están de acuerdo con la Ley de Dios, así que está claro que no quiere que lo alaben a él, sino a Jehová.

      Jesús añade: “Moisés les dio la Ley, ¿no es cierto? Pero ni uno de ustedes obedece la Ley. ¿Por qué intentan matarme?”. Algunos de los que están allí, que probablemente son de fuera de la ciudad, no se han enterado de que ciertas personas quieren acabar con él. Les parece increíble que quieran asesinar a un maestro como Jesús. Por eso, piensan que debe tener un demonio y le preguntan: “¿Quién intenta matarte?” (Juan 7:19, 20).

      Lo cierto es que hace un año y medio los líderes judíos quisieron matar a Jesús después de que curara a un hombre en sábado. Ahora, Jesús deja al descubierto lo irrazonables que son usando un argumento muy lógico. Les recuerda que, según la Ley, todo bebé varón debe ser circuncidado ocho días después de nacer, aunque ese día caiga en sábado. A continuación, les dice: “Si circuncidan a un varón en sábado para no desobedecer la Ley de Moisés, ¿cómo es que se ponen tan furiosos conmigo por curar totalmente a un hombre en sábado? Dejen de juzgar por las apariencias: sean justos cuando juzguen” (Juan 7:23, 24).

      Los habitantes de Jerusalén que sí están bien informados comentan: “Este es el hombre a quien [las autoridades] intentan matar, ¿no es cierto? Pero, mira, ahí está hablando delante de todos y no le dicen nada. ¿Será que nuestros gobernantes se han convencido de que él es el Cristo?”. Sin embargo, muchos no creen que Jesús sea el Cristo. ¿Por qué? Porque saben de dónde es Jesús y creen que “cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde es” (Juan 7:25-27).

      Justo ahí en el templo, Jesús les dice: “Ustedes me conocen y saben de dónde soy. Pero yo no vine por mi propia cuenta. El que me envió es real, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo como representante suyo y fue él quien me envió” (Juan 7:28, 29). Al escuchar esa declaración tan directa, intentan atraparlo, quizás para ponerlo en prisión o para matarlo, pero no lo logran porque todavía no le ha llegado la hora de morir.

      Sin embargo, muchos sí ponen su fe en Jesús por todos los milagros que ha hecho: ha caminado sobre el agua, ha calmado el viento, ha dado de comer a miles de personas con tan solo unos cuantos panes y pescados, ha curado enfermos, cojos, ciegos, leprosos... ¡Hasta ha resucitado muertos! De modo que se preguntan, y con razón: “Cuando venga el Cristo, él no va a hacer más milagros de los que ya ha hecho este hombre, ¿verdad?” (Juan 7:31).

      Cuando los fariseos escuchan a la gente decir estas cosas, ellos y los sacerdotes principales mandan guardias para arrestar a Jesús.

      • Durante la fiesta, ¿qué dice la gente acerca de Jesús?

      • ¿Qué argumento usa Jesús para hacerles ver que él no está desobedeciendo la Ley de Dios?

      • ¿Por qué ponen muchos su fe en Jesús?

  • “¡Nunca ha hablado así ningún hombre!”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los guardias regresan sin haber arrestado a Jesús

      CAPÍTULO 67

      “¡Nunca ha hablado así ningún hombre!”

      JUAN 7:32-52

      • MANDAN GUARDIAS PARA ARRESTAR A JESÚS

      • NICODEMO DEFIENDE A JESÚS

      Jesús sigue en Jerusalén para la Fiesta de los Tabernáculos (o de las Cabañas). Está contento de que muchos de los que están allí hayan puesto su fe en él. Pero eso no les agrada nada a los líderes religiosos, que envían guardias bajo su mando para arrestarlo (Juan 7:31, 32). Aun así, él no trata de ocultarse.

      Al contrario, continúa enseñando abiertamente en la ciudad, diciéndoles: “Estaré con ustedes un poco más de tiempo antes de ir a quien me envió. Ustedes me buscarán, pero no me encontrarán. No pueden ir adonde yo esté” (Juan 7:33, 34). Los judíos no entienden a qué se refiere, así que comentan entre ellos: “¿Adónde piensa ir este, para que no podamos encontrarlo? ¿No pensará irse con los judíos esparcidos entre los griegos y enseñarles a los griegos? ¿A qué se refería cuando dijo ‘Ustedes me buscarán, pero no me encontrarán. No pueden ir adonde yo esté’?” (Juan 7:35, 36). Jesús les está hablando de cuando muera y resucite para ir al cielo, adonde sus enemigos no podrán seguirlo.

      Entonces, comienza el séptimo día de la celebración. Durante la fiesta, un sacerdote saca agua del estanque de Siloam y la derrama sobre la base del altar del templo todas las mañanas. Es probable que Jesús le recuerde a la gente esta costumbre cuando dice con voz fuerte: “Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. Si alguien pone su fe en mí, ‘de lo más profundo de su ser saldrán ríos de agua viva’, tal como dicen las Escrituras” (Juan 7:37, 38).

      Jesús está hablando de lo que sucederá cuando sus discípulos sean ungidos con espíritu santo y sean llamados para vivir en el cielo, después de la muerte de él. A partir del Pentecostés del año siguiente, “ríos de agua viva” comenzarán a fluir cuando los discípulos ya ungidos con espíritu santo les hablen de la verdad a otras personas.

      Al oír a Jesús, algunos dicen: “Está claro que este es el Profeta”, por lo visto refiriéndose al profeta más importante que Moisés, predicho en las Escrituras. Y otros afirman: “Este es el Cristo”. Sin embargo, hay quienes discrepan: “El Cristo no puede venir de Galilea, ¿verdad? ¿No dicen las Escrituras que el Cristo sería de la descendencia de David y que vendría de Belén, la aldea de donde era David?” (Juan 7:40-42).

      La gente no se pone de acuerdo. Aunque algunos quieren que se arreste a Jesús, nadie le pone las manos encima. Cuando los guardias regresan adonde los líderes religiosos sin Jesús, los sacerdotes principales y los fariseos les preguntan: “¿Por qué no lo trajeron?”. Los guardias les responden: “¡Nunca ha hablado así ningún hombre!”. Enojados, los líderes religiosos se ponen a burlarse de ellos y a insultarlos: “¿No se habrán dejado engañar ustedes también? ¿Acaso alguno de nuestros gobernantes o de los fariseos ha puesto su fe en él? Pero esta multitud que no conoce la Ley es gente maldita” (Juan 7:45-49).

      Nicodemo defiende a Jesús

      Entonces, Nicodemo, un fariseo que es miembro del Sanedrín, se atreve a defender a Jesús. Hace unos dos años y medio, había visitado a Jesús de noche y había demostrado que tenía fe en él. Ahora sale en su defensa diciendo: “Según nuestra Ley, no se puede juzgar a alguien sin antes escucharlo y saber bien lo que está haciendo, ¿no es cierto?”. Y ellos le replican: “¿Tú no serás también de Galilea, verdad? Investiga y verás que de Galilea no puede salir ningún profeta” (Juan 7:51, 52).

      Las Escrituras no decían directamente que saldría un profeta de Galilea. Sin embargo, sí indicaban que el Cristo vendría de allí, pues predijeron que se vería “una gran luz” en “Galilea de las naciones” (Isaías 9:1, 2; Mateo 4:13-17). Además, como estaba predicho, Jesús nació en Belén y es descendiente de David. Aunque los fariseos tal vez sepan todas estas cosas, seguramente son ellos los que han esparcido entre la gente muchas de las ideas erróneas que circulan acerca de Jesús.

      • ¿Qué palabras de Jesús quizás le recuerden a la gente lo que se hace todas las mañanas durante la fiesta?

      • ¿Por qué no arrestan los guardias a Jesús, y cómo reaccionan los líderes religiosos?

      • ¿Cómo indican las Escrituras que el Cristo saldría de Galilea?

  • El Hijo de Dios es “la luz del mundo”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús enseña en el templo por la noche

      CAPÍTULO 68

      El Hijo de Dios es “la luz del mundo”

      JUAN 8:12-36

      • JESÚS EXPLICA QUIÉN ES EL HIJO DE DIOS

      • ¿EN QUÉ SENTIDO SON ESCLAVOS LOS JUDÍOS?

      El séptimo y último día de la Fiesta de los Tabernáculos, Jesús se pone a enseñar en la parte del templo donde están “las arcas del tesoro” (Juan 8:20; Lucas 21:1). Al parecer, este lugar se encuentra en el atrio de las mujeres, donde la gente va a echar sus contribuciones.

      Durante la fiesta, iluminan mucho esta parte del templo por las noches. Allí hay cuatro enormes candelabros con cuatro grandes tazones de aceite cada uno. Estas lámparas emiten tanta luz que iluminan los alrededores hasta una gran distancia. Lo que dice Jesús a continuación tal vez les recuerde a sus oyentes este despliegue de luz: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga nunca andará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

      Los fariseos cuestionan sus palabras diciendo: “Estás dando testimonio a favor de ti mismo. Tu testimonio no es verdadero”. Pero Jesús les contesta: “Aunque doy testimonio a favor de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque yo sé de dónde vine y adónde voy. Pero ustedes no saben de dónde vine ni adónde voy”. Y añade: “En la propia Ley de ustedes está escrito: ‘El testimonio de dos personas es verdadero’. Yo soy el que da testimonio a mi favor, y también da testimonio a mi favor el Padre, que me envió” (Juan 8:13-18).

      Pero los fariseos se niegan a aceptar el argumento de Jesús y le preguntan: “¿Dónde está tu Padre?”. Jesús les da una respuesta directa: “Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre. Si me conocieran, conocerían a mi Padre también” (Juan 8:19). Aunque los fariseos siguen con la idea de arrestar a Jesús, nadie lo atrapa.

      Entonces, Jesús dice algo que ya mencionó anteriormente: “Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”. Pero los judíos malinterpretan lo que les ha dicho y empiezan a preguntar: “¿Será que va a quitarse la vida? Es que dice ‘Adonde yo voy, ustedes no pueden ir’”. No comprenden a Jesús porque no saben cuál es su origen. Él les explica: “Ustedes son de las regiones de abajo; yo soy de las regiones de arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo” (Juan 8:21-23).

      Jesús les está hablando de la vida que tuvo en el cielo antes de venir a la Tierra y de que es el Mesías o Cristo prometido. Estos líderes religiosos deberían haberlo reconocido como tal. Pero, en vez de eso, le preguntan con gran desprecio: “¿Y tú quién eres?” (Juan 8:25).

      En vista del rechazo y el odio que sienten por Jesús, él les dice: “¿Para qué les hablo siquiera?”. Y, desviando la atención hacia su Padre, explica por qué deberían los judíos escuchar al Hijo: “El que me envió es fiel a la verdad, y yo digo en el mundo las mismas cosas que le escuché a él” (Juan 8:25, 26).

      Las siguientes palabras de Jesús demuestran cuánta confianza tiene en su Padre, a diferencia de los judíos. Les dice: “Una vez que ustedes hayan alzado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que yo soy quien digo ser y que no hago nada por mi cuenta, sino que digo lo que el Padre me enseñó. Y el que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que a él le agrada” (Juan 8:28, 29).

      Sin embargo, algunos judíos sí creen en Jesús, y él les dice: “Si permanecen en mis enseñanzas, realmente son mis discípulos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:31, 32).

      A algunos les parece extraño que Jesús les diga que serán libres. Por eso responden: “Somos descendientes de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices ‘Serán libres’?”. Los judíos saben que a veces han estado bajo el dominio de otras naciones, pero se niegan a que los llamen esclavos. No obstante, Jesús les dice que sí lo son: “De verdad les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado” (Juan 8:33, 34).

      Estos judíos se ponen en una situación peligrosa al negarse a admitir que son esclavos del pecado. Jesús les explica: “El esclavo no se queda para siempre en la casa del amo; el hijo sí se queda para siempre” (Juan 8:35). Un esclavo no tiene derechos de herencia y puede ser despedido en cualquier momento. Solo un hijo (aunque sea adoptado) se queda en el hogar “para siempre”, es decir, mientras viva.

      Por lo tanto, la verdad sobre el Hijo es la verdad que libera “para siempre” a la gente del pecado y la muerte. Jesús concluye: “Si el Hijo los libera, serán libres de verdad” (Juan 8:36).

      • ¿Qué ocurre durante la fiesta por las noches, y qué relación tiene eso con lo que enseña Jesús?

      • ¿Qué dice Jesús sobre su origen, y qué revela eso sobre quién es él?

      • ¿En qué sentido son esclavos los judíos, pero qué verdad los hará libres?

  • ¿Hijos de Abrahán, o del Diablo?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los judíos tratan de apedrear a Jesús, pero él se escapa sin sufrir daño

      CAPÍTULO 69

      ¿Hijos de Abrahán, o del Diablo?

      JUAN 8:37-59

      • LOS JUDÍOS ASEGURAN QUE SON HIJOS DE ABRAHÁN

      • JESÚS EXISTIÓ ANTES QUE ABRAHÁN

      Jesús sigue en Jerusalén enseñando verdades muy importantes durante la Fiesta de los Tabernáculos (o de las Cabañas). Algunos judíos le acaban de decir que son descendientes de Abrahán y nunca han sido esclavos de nadie. Entonces, Jesús les responde: “Yo sé que son descendientes de Abrahán; pero están tratando de matarme porque mis palabras no progresan en ustedes. Yo hablo de las cosas que vi cuando estaba con mi Padre, pero ustedes hacen las cosas que le han oído decir a su padre” (Juan 8:33, 37, 38).

      Lo que Jesús les dice está claro: ellos no tienen el mismo padre que él. Pero los judíos no le entienden y vuelven a decir: “Nuestro padre es Abrahán” (Juan 8:39; Isaías 41:8). Piensan que por ser descendientes de Abrahán, que fue amigo de Dios, tienen la misma fe que él.

      No obstante, Jesús les da una respuesta impactante: “Si fueran hijos de Abrahán, harían las mismas obras que Abrahán”. La realidad es que cualquier hijo trata de ser como su padre. A continuación, Jesús añade: “Pero a mí, un hombre que les ha dicho la verdad que le escuchó a Dios, me quieren matar. Abrahán no hizo eso”. Luego los deja intrigados al decirles: “Ustedes hacen las mismas obras que su padre” (Juan 8:39-41).

      Los judíos siguen sin entender de quién les está hablando y aseguran: “Nosotros no somos hijos ilegítimos; tenemos un solo Padre, Dios”. Pero ¿son de verdad hijos de Dios? Jesús les dice: “Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque fue Dios quien me envió y por eso estoy aquí. No vine por mi propia cuenta, sino que él me envió”. Después les hace una pregunta y la responde él mismo: “¿Por qué no entienden lo que estoy diciendo? Es porque no son capaces de escuchar mis palabras” (Juan 8:41-43).

      Jesús ha intentado explicarles lo que les pasará si lo rechazan, pero ahora les dice directamente: “Ustedes son hijos de su padre, el Diablo, y quieren cumplir los deseos de su padre”. ¿Y cómo es su padre? Jesús lo describe muy bien: “Él en sus comienzos fue un asesino. No se mantuvo fiel a la verdad porque no hay verdad en él”. Y añade: “El que es de Dios escucha las palabras de Dios. Por eso ustedes no escuchan: porque no son de Dios” (Juan 8:44, 47).

      Los judíos se enojan ante esas palabras de condena y le dicen: “¿No tenemos razón al decir ‘Tú eres un samaritano y tienes un demonio’?”. Lo llaman samaritano en señal de desprecio. Pero Jesús no hace caso del insulto y les dice: “Yo no tengo ningún demonio. Lo que hago es honrar a mi Padre, y ustedes me deshonran a mí”. Para hacerles ver que eso es un asunto serio, les asegura algo sorprendente: “Si alguien obedece mis palabras, nunca verá la muerte”. Con esto no está diciendo que los apóstoles y otros seguidores suyos no morirán jamás. Más bien, quiere decir que estos nunca sufrirán la destrucción eterna, o “la muerte segunda”, de la que no se puede resucitar (Juan 8:48-51; Apocalipsis 21:8).

      Pero los judíos se toman de forma literal lo que Jesús les dice, así que responden: “Ahora nos queda claro que tienes un demonio. Abrahán murió y los profetas también, pero tú dices: ‘Si alguien obedece mis palabras, nunca probará la muerte’. ¿Acaso eres superior a nuestro padre Abrahán, que murió? [...] ¿Quién te crees que eres?” (Juan 8:52, 53).

      Jesús les está indicando que es el Mesías. Pero, en vez de decirles directamente quién es, declara: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no serviría de nada. El que me glorifica es mi Padre, el que ustedes dicen que es su Dios. Pero ustedes no lo conocen; en cambio, yo lo conozco. Y, si dijera que no lo conozco, sería un mentiroso como ustedes” (Juan 8:54, 55).

      A continuación, Jesús vuelve a mencionar a su fiel antepasado: “Abrahán, el padre de ustedes, se alegraba muchísimo pensando en que vería mi día, y lo vio y se alegró”. Así es, Abrahán tenía fe en las promesas de Dios y deseaba con anhelo que llegara el Mesías. Pero los judíos ponen en duda lo que les dice Jesús: “No tienes ni 50 años, ¿y has visto a Abrahán?”. A lo que él les contesta: “De verdad les aseguro que, antes de que Abrahán naciera, yo ya existía”. Con esas palabras se está refiriendo a cuando era un ángel poderoso en el cielo antes de venir a la Tierra (Juan 8:56-58).

      Al escucharlo decir que vivió antes que Abrahán, los judíos se llenan de rabia y agarran piedras para lanzárselas, pero él se escapa sin sufrir daño.

      • ¿Cómo indica Jesús que él y sus enemigos no tienen el mismo padre?

      • ¿Por qué no se merecen los judíos ser llamados hijos de Abrahán aunque insistan en que lo son?

      • ¿En qué sentido nunca verán la muerte los seguidores de Jesús?

  • Jesús cura a un hombre que nació ciego
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un mendigo ciego recupera la vista después de lavarse en el estanque de Siloam

      CAPÍTULO 70

      Jesús cura a un hombre que nació ciego

      JUAN 9:1-18

      • UN MENDIGO QUE NACIÓ CIEGO RECUPERA LA VISTA

      Es sábado, y Jesús está todavía en Jerusalén. Él y sus discípulos van caminando por la ciudad cuando ven a un mendigo que es ciego de nacimiento. Entonces, los discípulos le preguntan a Jesús: “Rabí, ¿quién pecó para que este hombre naciera ciego: él, o sus padres?” (Juan 9:2).

      Los discípulos saben que el hombre no pecó en otra vida, pero tal vez se preguntan si una persona puede pecar estando en el vientre de su madre. Jesús les responde: “No pecaron ni él ni sus padres, pero esto pasó para que en su caso se viera claramente lo que Dios puede hacer” (Juan 9:3). Así que este hombre nació ciego, no porque él o sus padres cometieran algún error o pecado en concreto, sino por el pecado heredado de Adán, que hace que todos nazcamos imperfectos y tengamos defectos, como la ceguera. Pero la ceguera del hombre le da a Jesús la oportunidad de demostrar el poder de Dios, como ya ha hecho en otras ocasiones al curar a la gente de sus enfermedades.

      Jesús destaca lo urgente que es hacer estas obras. “Tenemos que hacer las obras del que me envió mientras sea de día —dice—. Viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras yo esté en el mundo, yo soy la luz del mundo” (Juan 9:4, 5). En efecto, dentro de poco, la muerte lo sumergirá en la oscuridad de la tumba, donde no podrá hacer nada. Pero, hasta que llegue ese momento, él es una fuente de iluminación para el mundo.

      Jesús le unta barro en los ojos a un hombre ciego

      ¿Curará Jesús al mendigo ciego? Y, si decide hacerlo, ¿cómo lo hará? Jesús escupe en la tierra y con la saliva hace barro, se lo unta al hombre en los ojos y le dice: “Ve a lavarte en el estanque de Siloam” (Juan 9:7). Él obedece y, cuando se lava, recupera la vista. ¡Piense en la alegría que siente el hombre al ver por primera vez en su vida!

      Los vecinos y otros que lo conocen se quedan asombrados y empiezan a preguntar: “Este es el hombre que se sentaba a pedir, ¿verdad?”. “Es él”, responden algunos. Pero otros no creen que se trate de la misma persona y dicen: “No es él, pero se le parece”. Entonces, el mendigo mismo les confirma: “Sí, soy yo” (Juan 9:8, 9).

      “¿Y cómo se te abrieron los ojos?”, le preguntan. Y él les cuenta: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo puso en los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloam y lávate’. Y yo fui, me lavé y pude ver”. Entonces le preguntan dónde está el hombre que lo curó, y él les contesta: “No lo sé” (Juan 9:10-12).

      La gente lleva al mendigo ante los fariseos, que también quieren saber cómo es que ahora puede ver. Así que él les dice: “Me puso barro en los ojos, yo me lavé y ahora puedo ver”. Lo lógico sería que los fariseos se alegraran de que se haya curado, pero, en vez de eso, algunos empiezan a acusar a Jesús, diciendo: “Ese hombre no es de Dios, porque no respeta el sábado”. Y otros dicen: “¿Cómo puede un pecador hacer milagros así?” (Juan 9:15, 16). De modo que no se ponen de acuerdo.

      Ante tantas opiniones diferentes, le preguntan al mendigo: “Ya que fue a ti a quien le abrió los ojos, ¿qué dices tú de él?”. El hombre responde sin dudar: “Es un profeta” (Juan 9:17).

      Pero los judíos se niegan a creerlo. Tal vez piensan que este hombre y Jesús han tramado un plan para engañar a la gente. Por eso, llegan a la conclusión de que para resolver el asunto es mejor preguntarles a los padres del mendigo si su hijo estaba ciego o no.

      • ¿Por qué nació ciego el hombre, y cuál no es la razón de su ceguera?

      • Al ver que el mendigo se ha curado, ¿cómo reacciona la gente que lo conoce?

      • ¿Qué opiniones diferentes tienen los fariseos sobre la curación del hombre?

  • Los fariseos interrogan al hombre que nació ciego
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • El hombre que había estado ciego les responde a los fariseos enfurecidos mientras los padres de este observan la escena

      CAPÍTULO 71

      Los fariseos interrogan al hombre que nació ciego

      JUAN 9:19-41

      • LOS FARISEOS INTERROGAN AL HOMBRE QUE ANTES ERA CIEGO

      • LOS LÍDERES RELIGIOSOS ESTÁN “CIEGOS”

      Los fariseos se niegan a creer que Jesús haya curado al hombre que nació ciego, así que llaman a sus padres. Los padres saben que se enfrentan a la posibilidad de que los expulsen de la sinagoga (Juan 9:22). Eso los aislaría de otros judíos y tendría graves consecuencias sociales y económicas para la familia.

      Los fariseos les hacen dos preguntas: “¿Es este su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? Entonces, ¿cómo es que ahora ve?”. A lo que ellos les responden: “Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; y quién le abrió los ojos, tampoco lo sabemos”. Aunque su hijo tal vez les haya contado lo que pasó, ellos miden muy bien sus palabras antes de seguir hablando. Les dicen: “Pregúntenselo a él, que es mayor de edad y debe responder por sí mismo” (Juan 9:19-21).

      Así que los fariseos llaman al hombre y lo intimidan afirmando que tienen pruebas contra Jesús. “Da gloria a Dios —le ordenan—. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador”. Pero él esquiva la acusación y les contesta: “Si es un pecador, eso no lo sé. Lo que sí sé es que yo era ciego y ahora veo” (Juan 9:24, 25).

      Pero los fariseos no quieren dejar ahí el asunto, por eso le preguntan de nuevo: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”. El hombre se arma de valor y les dice: “Ya se lo dije, pero ustedes no me hicieron caso. ¿Por qué quieren oírlo otra vez? No querrán hacerse discípulos de él también, ¿verdad?”. Al oír esto, los fariseos se enojan mucho y lo acusan: “Tú eres discípulo de ese hombre, pero nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios le habló a Moisés, pero este no sabemos de dónde ha salido” (Juan 9:26-29).

      Entonces, el mendigo les dice asombrado: “Esto sí que es increíble, que él me haya abierto los ojos y ustedes no sepan de dónde ha salido”. Con respecto a la gente a la que Dios escucha y aprueba, les dice algo muy lógico: “Sabemos que Dios no escucha a pecadores, pero el que teme a Dios y hace su voluntad, a ese sí lo escucha. En toda la historia, jamás se ha oído que alguien le abriera los ojos a un ciego de nacimiento”. Y luego concluye: “Si este hombre no fuera de Dios, no podría hacer nada” (Juan 9:30-33).

      Como los fariseos no pueden demostrar que está equivocado, se ponen a insultarlo: “Tú, que naciste lleno de pecado, ¿pretendes darnos lecciones a nosotros?” (Juan 9:34). Y luego lo echan.

      Cuando Jesús escucha lo que ha pasado, encuentra al mendigo y le pregunta: “¿Tienes fe en el Hijo del Hombre?”. Y él le responde: “¿Y quién es, señor? Dímelo para que pueda tener fe en él”. A fin de que no le quepa la menor duda, Jesús le confiesa: “Tú ya lo has visto. De hecho, estás hablando con él” (Juan 9:35-37).

      Enseguida, el hombre le contesta: “Tengo fe en él, Señor”. Lleno de fe y respeto, se inclina ante Jesús, quien en ese momento hace esta importante declaración: “He venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven puedan ver y los que ven se queden ciegos” (Juan 9:38, 39).

      Los fariseos, que se encuentran ahí mismo, no están ciegos. Pero ¿y en sentido espiritual? ¿Están cumpliendo con su responsabilidad de guiar al pueblo? Se ponen a la defensiva y le preguntan: “Nosotros no estamos ciegos también, ¿verdad?”. Jesús les dice: “Si fueran ciegos, no serían culpables de pecado. Pero, como ustedes dicen ‘Nosotros vemos’, su pecado permanece” (Juan 9:40, 41). Son maestros de Israel, pero han rechazado al Mesías, así que no tienen excusa. Con todo lo que saben sobre la Ley, rechazar a Jesús es un grave pecado.

      • ¿De qué tienen miedo los padres del mendigo cuando los llevan ante los fariseos, y cómo responden?

      • ¿Qué argumento lógico enfurece a los fariseos?

      • ¿Por qué no tienen excusa los fariseos para rechazar a Jesús?

  • Jesús envía a 70 discípulos a predicar
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Algunos evangelizadores de entre los 70 que Jesús envía a predicar regresan contentísimos a contarle cómo les fue

      CAPÍTULO 72

      Jesús envía a 70 discípulos a predicar

      LUCAS 10:1-24

      • JESÚS ELIGE A 70 DISCÍPULOS Y LOS ENVÍA A PREDICAR

      El año 32 está llegando a su fin, y ya hace unos tres años que Jesús se bautizó. Él y sus discípulos han celebrado la Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, y es posible que todavía estén cerca de allí (Lucas 10:38; Juan 11:1). Jesús pasa la mayor parte de los últimos seis meses de su ministerio en las regiones de Judea y Perea —esta última al otro lado del río Jordán—, pues en estas zonas también tiene que predicar.

      Hace algún tiempo, después de la Pascua del año 30, Jesús se quedó varios meses predicando en Judea y luego atravesó Samaria. Más tarde, alrededor de la Pascua del año 31, los judíos de Jerusalén trataron de matarlo. Después de aquello, Jesús pasó un año y medio predicando sobre todo en Galilea, al norte. Durante todo ese tiempo, muchos se hicieron seguidores suyos. Estando en Galilea, Jesús capacitó a sus apóstoles y luego les dio la siguiente instrucción: “Vayan predicando: ‘El Reino de los cielos se ha acercado’” (Mateo 10:5-7). Ahora, organiza una campaña de predicación en Judea.

      Para empezar, Jesús elige a 70 discípulos y los envía de dos en dos. Así que hay 35 equipos predicando el Reino en la zona, donde “realmente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos” (Lucas 10:2). Jesús les dice que vayan delante de él a los lugares adonde piensa ir. Los 70 discípulos deben curar a los enfermos y difundir el mensaje que Jesús ha estado proclamando.

      Jesús no les dice que vayan a enseñar a las sinagogas. Más bien, les dice que vayan a predicar por las casas y les manda: “En cualquier casa donde entren, primero digan: ‘Que esta casa tenga paz’. Y, si hay allí un amigo de la paz, la paz que le desean se quedará con él”. ¿Qué mensaje deben llevar los discípulos? “El Reino de Dios se ha acercado a ustedes” (Lucas 10:5-9).

      Estas instrucciones de Jesús se parecen a las que les dio a los 12 apóstoles cuando, más o menos un año antes, los envió a predicar. Jesús también les explica que no todo el mundo los recibirá bien. Pero con sus esfuerzos prepararán el terreno para que, cuando llegue Jesús poco después, muchos quieran conocerlo y aprender de él.

      Los 35 equipos de evangelizadores del Reino no tardan mucho en regresar adonde está Jesús. Cuando lo hacen, le dicen contentísimos: “Señor, hasta los demonios quedan sometidos a nosotros cuando usamos tu nombre”. Sin duda, a Jesús le emociona mucho escuchar esa buena noticia, pues les dice: “Veo a Satanás ya caído como un rayo del cielo. Miren, les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones” (Lucas 10:17-19).

      Con eso, Jesús les está asegurando a sus seguidores que podrán superar situaciones peligrosas, que serán capaces de “pisotear serpientes y escorpiones”, por así decirlo. Además, les da la seguridad de que en el futuro Satanás caerá del cielo. Jesús también ayuda a los 70 discípulos a ver lo que es importante de verdad a largo plazo al decirles: “No se alegren porque los espíritus quedan sometidos a ustedes. Más bien, alégrense porque sus nombres han sido escritos en los cielos” (Lucas 10:20).

      Jesús está muy feliz y alaba a su Padre delante de todos por usar a estos humildes siervos de un modo tan impresionante. Dirigiéndose a sus discípulos, dice: “Felices los ojos que ven lo que ustedes están viendo. Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver las cosas que ustedes están observando, pero no las vieron, y oír las cosas que ustedes están oyendo, pero no las oyeron” (Lucas 10:23, 24).

      • ¿Dónde predica Jesús durante los últimos seis meses de su ministerio, y por qué?

      • ¿Adónde tienen que ir los 70 discípulos para buscar a la gente?

      • Aunque los 70 discípulos tienen mucho éxito, ¿qué dice Jesús que es más importante?

  • Un samaritano demuestra ser un buen prójimo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un samaritano se acerca a un hombre herido después de que un sacerdote y un levita pasaran de largo por el otro lado del camino

      CAPÍTULO 73

      Un samaritano demuestra ser un buen prójimo

      LUCAS 10:25-37

      • ¿QUÉ HAY QUE HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

      • LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

      Jesús todavía está en los alrededores de Jerusalén cuando unos judíos se le acercan. Algunos quieren aprender de él, pero otros quieren ponerlo a prueba. Uno de ellos, un experto en la Ley, le pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Lucas 10:25).

      El hombre no ha hecho la pregunta porque quiera saber la respuesta, y Jesús se da cuenta. Más bien, parece que quiere que Jesús diga algo que ofenda a los judíos. Como Jesús percibe que este hombre ya tiene su propia opinión del asunto, le hace con habilidad unas preguntas para que revele lo que piensa.

      “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Este hombre ha estudiado la Ley de Dios, así que basa su respuesta en Deuteronomio 6:5 y en Levítico 19:18, al decir: “‘Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente’ y ‘a tu prójimo como te amas a ti mismo’” (Lucas 10:26, 27). ¿Es esa la respuesta acertada?

      Jesús le dice: “Contestaste correctamente; sigue haciendo eso y conseguirás la vida”. Pero la conversación no termina ahí. El hombre no se conforma con esa respuesta. Quiere demostrar que es justo, que Jesús le confirme que su forma de pensar es correcta y que su manera de tratar a los demás es apropiada. Así que le pregunta: “¿Quién es en realidad mi prójimo?” (Lucas 10:28, 29). Esta parece una pregunta sencilla, pero no lo es. ¿Por qué?

      Los judíos creen que su prójimo es solo la persona que sigue las tradiciones de ellos, y podría parecer que Levítico 19:18 apoya esa idea. Hasta llegarían a afirmar que tener trato con personas que no son de su misma nacionalidad va contra la ley (Hechos 10:28). Por lo tanto, este hombre se considera justo al ser bondadoso con otros judíos, y quizás algunos discípulos de Jesús piensan como él. Pero los judíos creen que pueden tratar mal a alguien que no es judío con la excusa de que no es en realidad su prójimo.

      ¿Cómo puede Jesús corregir la forma de pensar de este hombre sin ofenderlo a él ni a otros judíos? Lo hace contándole una historia: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que le quitaron hasta la ropa y lo golpearon, y se fueron dejándolo medio muerto. Dio la casualidad de que un sacerdote bajaba por ese mismo camino; pero, cuando lo vio, pasó de largo por el otro lado del camino. Igualmente, cuando un levita llegó a ese lugar y lo vio, pasó de largo por el otro lado. Pero cierto samaritano que viajaba por ese camino llegó adonde él estaba y, al verlo, se conmovió profundamente” (Lucas 10:30-33).

      El hombre que está hablando con Jesús sabe muy bien que muchos sacerdotes y levitas que van a trabajar al templo viven en Jericó. Para volver a sus casas, tienen que bajar por un camino de unos 23 kilómetros (14 millas). Esta ruta puede ser peligrosa porque hay ladrones que están al acecho. Si un sacerdote o un levita viera a otro judío en dificultades, ¿verdad que debería ayudarlo? Pero, en la historia de Jesús, ninguno de los dos lo hace. Quien lo ayuda es un samaritano, un hombre que proviene de un pueblo por el que los judíos sienten un gran desprecio (Juan 8:48).

      ¿Cómo ayudó el samaritano al judío herido? Jesús prosigue: “Se le acercó, le echó en sus heridas aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propio animal, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño de la posada y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva’” (Lucas 10:34, 35).

      Después de contarle al hombre esa historia, el Gran Maestro, Jesús, le plantea una pregunta para hacerlo reflexionar: “¿Cuál de los tres piensas que se hizo prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”. Parece que al hombre le cuesta decir “el samaritano”, así que responde: “El que lo trató con compasión”. Entonces, Jesús resalta la lección de su historia, al decirle: “Vete y haz tú lo mismo” (Lucas 10:36, 37).

      ¡Qué buen método de enseñanza! Si Jesús se hubiera limitado a decirle al hombre que las personas de otras naciones también son su prójimo, ¿habrían aceptado esa respuesta él y los demás judíos presentes? Lo más probable es que no. Sin embargo, al contar una historia sencilla, con detalles conocidos, la respuesta a la pregunta de “¿quién es en realidad mi prójimo?” queda clara. La persona que demuestra ser un buen prójimo es la que trata a los demás con amor y bondad, como lo manda la Biblia.

      • ¿Por qué le habrá preguntado un hombre a Jesús lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna?

      • Según los judíos, ¿quién es su prójimo, y por qué dicen eso?

      • ¿Cómo aclara Jesús quién es nuestro prójimo?

  • Lecciones sobre la hospitalidad y la oración
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María sentada a los pies de Jesús mientras él corrige a Marta

      CAPÍTULO 74

      Lecciones sobre la hospitalidad y la oración

      LUCAS 10:38-11:13

      • JESÚS VISITA A MARTA Y A MARÍA

      • LA IMPORTANCIA DE SER PERSISTENTES AL ORAR

      En la ladera oriental del monte de los Olivos, a unos tres kilómetros (dos millas) de Jerusalén, se encuentra la aldea de Betania (Juan 11:18). Jesús va allí a la casa de dos hermanas: Marta y María. Ellas y su hermano, Lázaro, son amigos de Jesús, así que lo reciben con cariño.

      Es un honor tener al Mesías en casa. Marta quiere que Jesús coma bien, así que se pone a preparar una comida especial. Mientras ella está trabajando, su hermana, María, se sienta a los pies de Jesús y se queda escuchándolo. Después de un rato, Marta le dice a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para preparar todo? Dile que venga y me ayude” (Lucas 10:40).

      Pero Jesús no regaña a María. Más bien, aconseja a Marta por darle demasiada importancia a la comida: “Marta, Marta, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero son pocas las cosas que se necesitan, o apenas una. En cambio, María eligió la mejor parte y no se la quitarán” (Lucas 10:41, 42). Así, Jesús le hace ver que no es necesario pasar mucho tiempo preparando varios platos. Basta con una comida sencilla.

      Marta tiene buenas intenciones, quiere ser hospitalaria. Pero le está dando tanta importancia a la comida que se está perdiendo la oportunidad de aprender del propio Hijo de Dios. Jesús destaca que María tomó la mejor decisión, pues lo que aprenda de él la beneficiará durante el resto de su vida. Lo que ella hizo nos da una lección que todos hacemos bien en recordar.

      En otra ocasión, Jesús da una lección diferente, pero igual de importante. Un discípulo le pide: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan les enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1). Jesús ya habló del tema en el Sermón del Monte, alrededor de un año y medio antes (Mateo 6:9-13). Pero puede que este discípulo no estuviera presente en aquel momento, de modo que Jesús repite los puntos más importantes de lo que dijo. Luego cuenta una historia para subrayar la importancia de ser persistentes al orar.

      “Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo y va a verlo a medianoche y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque acaba de llegar a mi casa un amigo mío que está de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Y el otro le responde desde adentro: ‘No me molestes más. La puerta ya está cerrada con llave y mis niños y yo ya estamos en la cama. No me puedo levantar a darte nada’. Les digo: aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, seguro que por su insistencia y atrevimiento se levantará y le dará todo lo que necesite” (Lucas 11:5-8).

      Jesús no está diciendo que Jehová no quiera contestar las peticiones, como el amigo del ejemplo. Más bien, está mostrando que, si un hombre que no quería ayudar a su amigo acaba haciéndolo por su insistencia, nuestro amoroso Padre celestial de seguro responderá las peticiones sinceras de sus siervos fieles. Jesús añade: “Sigan pidiendo y se les dará, sigan buscando y encontrarán, sigan tocando a la puerta y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca encuentra, y a todo el que toca a la puerta se le abrirá” (Lucas 11:9, 10).

      Luego, Jesús destaca esta idea al hacer una comparación con los padres humanos: “¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pescado, le da una serpiente en vez de un pescado? O, si le pide un huevo, ¿le da un escorpión? Por lo tanto, si ustedes, aunque son malos, saben darles buenos regalos a sus hijos, ¡con mucha más razón el Padre en el cielo les dará espíritu santo a quienes se lo piden!” (Lucas 11:11-13). No hay duda: nuestro Padre quiere escucharnos y atender nuestras necesidades.

      • ¿A qué le dio importancia Marta? ¿Y a qué le dio importancia María? ¿Qué lección aprendemos de esto?

      • ¿Por qué repite Jesús sus instrucciones sobre la oración?

      • ¿Qué historia cuenta Jesús para destacar la importancia de ser persistentes al orar?

  • Jesús revela cuál es la fuente de la felicidad
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús corrige a una mujer que le ha dado una honra especial a su madre, María

      CAPÍTULO 75

      Jesús revela cuál es la fuente de la felicidad

      LUCAS 11:14-36

      • EXPULSA A LOS DEMONIOS POR MEDIO DEL “DEDO DE DIOS”

      • LA FUENTE DE LA VERDADERA FELICIDAD

      Jesús acaba de repetir sus instrucciones sobre la oración, pero ese no es el único tema que se repite más de una vez a lo largo de su ministerio. En Galilea, lo acusaron de hacer milagros con el poder del gobernante de los demonios. Ahora, en Judea, se enfrenta a la misma acusación.

      Cuando Jesús expulsa de un hombre a un demonio que lo había dejado mudo, las multitudes se quedan impresionadas. Pero no le sucede eso a todo el mundo. Algunos vuelven a acusarlo falsamente, diciendo: “Expulsa a los demonios por medio de Belcebú, el gobernante de los demonios” (Lucas 11:15). Y otros le piden que dé una señal del cielo para confirmar su identidad.

      Jesús, que sabe que quieren ponerlo a prueba, les da la misma respuesta que a quienes lo criticaron en Galilea. Les explica que todo reino dividido internamente caerá y añade: “Si Satanás está dividido internamente, ¿cómo podrá su reino mantenerse en pie?”. Después, Jesús les dice claramente: “Si yo expulso a los demonios por medio del dedo de Dios, es que el Reino de Dios los ha tomado a ustedes desprevenidos” (Lucas 11:18-20).

      El que Jesús mencione el “dedo de Dios” debería recordarles a los presentes lo que sucedió siglos atrás en la historia de Israel. Los miembros de la corte del faraón que vieron a Moisés hacer un milagro exclamaron: “¡Es el dedo de Dios!”. Fue también el “dedo de Dios” el que escribió los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra (Éxodo 8:19; 31:18). Y es el “dedo de Dios” (su espíritu santo o fuerza activa) el que ahora le permite a Jesús expulsar demonios y curar enfermos. Por lo tanto, el Reino de Dios ha tomado desprevenidos a estos enemigos porque el Rey elegido para ese Reino, Jesús, está realizando milagros delante de ellos.

      La capacidad de Jesús para expulsar demonios demuestra que él es más poderoso que Satanás, como cuando un hombre muy fuerte ataca y vence a un hombre bien armado que vigila su palacio. Jesús también repite el ejemplo del demonio que sale de un hombre. Si este hombre no llena su mente de cosas buenas, el espíritu maligno regresará con otros siete, de modo que la situación del hombre será peor que al principio (Mateo 12:22, 25-29, 43-45). Eso mismo le está sucediendo a la nación de Israel.

      Entonces, una mujer que está escuchando a Jesús dice con voz fuerte: “¡Feliz la matriz que te llevó y los pechos que te amamantaron!”. Toda mujer judía deseaba ser madre de un profeta, especialmente del Mesías. Así que esta mujer quizás piense que María debe estar muy feliz por ser la madre de un maestro como Jesús. Pero él la corrige y le explica cuál es la fuente de la verdadera felicidad: “No, más bien, ¡felices los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica!” (Lucas 11:27, 28). Jesús nunca ha insinuado que haya que honrar a María de una manera especial. Más bien, la verdadera felicidad de cualquier hombre o mujer proviene de servir a Jehová fielmente, no de ningún lazo familiar ni logro personal.

      Luego, tal como hizo en Galilea, Jesús reprende a la gente por pedir una señal del cielo. Dice que no recibirán ninguna, excepto la de Jonás. Este profeta sirvió como señal porque estuvo tres días en el interior de un pez y porque predicó con valor, gracias a lo cual los ninivitas se arrepintieron. Jesús añade: “Pero, fíjense, aquí tienen a alguien que es más que Jonás” (Lucas 11:29-32). Jesús también es más que Salomón, a quien la reina de Seba fue a visitar para escuchar sus palabras de sabiduría.

      Jesús continúa: “Nadie, después de encender una lámpara, la pone en un escondite o la tapa con una canasta, sino que la pone en el candelero” (Lucas 11:33). Quizás quiere decir que enseñar y hacer milagros delante de estas personas es como esconder la luz de una lámpara. Como no tienen la visión bien enfocada, no entienden con qué propósito hace estas obras poderosas.

      Él acaba de expulsar a un demonio y de hacer que un mudo hable. Eso debería motivar a la gente a alabar a Dios y a contarles a los demás lo que Jehová está haciendo. Por lo tanto, Jesús da estas palabras de advertencia a todo el que lo critica: “Ten cuidado de que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Por eso, si todo tu cuerpo brilla, si ninguna parte está a oscuras, todo estará brillante, tal como cuando una lámpara te ilumina con su luz” (Lucas 11:35, 36).

      • ¿Cómo reaccionan algunas personas de Judea cuando Jesús cura a un hombre?

      • ¿Qué es el “dedo de Dios”? ¿En qué sentido ha tomado desprevenidos el Reino de Dios a los que están escuchando a Jesús?

      • ¿Cuál es la fuente de la verdadera felicidad?

  • Come con un fariseo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús condena a los fariseos por sus tradiciones religiosas y su hipocresía

      CAPÍTULO 76

      Come con un fariseo

      LUCAS 11:37-54

      • DENUNCIA LA HIPOCRESÍA DE LOS FARISEOS

      Mientras Jesús sigue en Judea, un fariseo lo invita a comer, seguramente durante el día, no por la noche (Lucas 11:37, 38; compare con Lucas 14:12). Antes de comer, los fariseos se lavan las manos y los brazos hasta el codo, pero Jesús no lo hace (Mateo 15:1, 2). Aunque lavarse así no viola la Ley de Dios, tampoco es obligatorio.

      El fariseo se sorprende al ver que Jesús no sigue esa tradición, pero Jesús se da cuenta y le dice: “Mira, ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro están llenos de codicia y maldad. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera también hizo lo de adentro, ¿no es cierto?” (Lucas 11:39, 40).

      La cuestión no es tener las manos limpias antes de comer, es la hipocresía religiosa. Los fariseos y otras personas que se lavan las manos de esa manera ceremoniosa no están limpiando su corazón de la maldad. Así que Jesús les da el siguiente consejo: “Den como ayuda a los necesitados las cosas que salen de adentro y, fíjense, todo lo que tiene que ver con ustedes estará limpio” (Lucas 11:41). ¡Cuánta razón tiene! Cuando demos regalos, tenemos que hacerlo con un corazón lleno de amor, no para impresionar a los demás ni dar la apariencia de que somos buenos.

      Esto no significa que aquellos hombres no den nada, pues Jesús mismo reconoce: “Dan la décima parte de la menta, de la ruda y de todas las otras hierbas, y sin embargo descuidan la justicia de Dios y el amor a él”. Y añade: “Tenían la obligación de hacer lo primero, pero sin descuidar estas otras cosas” (Lucas 11:42). La Ley de Dios exigía pagar el diezmo (la décima parte) de los productos del campo (Deuteronomio 14:22). Eso incluía la menta, la ruda y otras hierbas y plantas que se utilizaban para dar sabor a las comidas. Los fariseos pagan estrictamente el décimo de estas hierbas, pero ¿cuánta importancia dan a los requisitos más importantes de la Ley, como ser justos y modestos a la vista de Dios? (Miqueas 6:8).

      Jesús continúa: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque les encanta ocupar los asientos del frente en las sinagogas y que los estén saludando en las plazas de mercado! ¡Ay de ustedes, porque son como esas tumbas que casi no se ven: la gente camina por encima y no lo sabe!” (Lucas 11:43, 44). Así es, las personas podían pisar esas tumbas sin querer y hacerse impuras en sentido ceremonial. Jesús se vale de ese hecho para subrayar que la impureza de los fariseos no se percibe a simple vista (Mateo 23:27).

      Un experto en la Ley protesta: “Maestro, diciendo esto nos insultas a nosotros también”. Pero lo cierto es que estos hombres tienen que darse cuenta de que no están ayudando a la gente. Jesús le responde: “¡Ay también de ustedes, los expertos en la Ley, porque ponen sobre la gente cargas difíciles de llevar, pero ustedes mismos no las tocan ni con un dedo! ¡Ay de ustedes, porque construyen las tumbas de los profetas, pero sus antepasados los mataron!” (Lucas 11:45-47).

      Las cargas a las que Jesús se refiere son las tradiciones orales y la interpretación que los fariseos hacen de la Ley. Estos hombres no le están haciendo la vida más fácil a la gente, sino que insisten en que todo el mundo obedezca reglas que se han convertido en una carga pesada. Sus antepasados mataron a los profetas de Dios, comenzando por Abel. Ahora, ellos quieren dar la apariencia de que honran a aquellos profetas al construirles tumbas, pero en realidad están haciendo las mismas cosas que sus antepasados, y con la misma mala actitud. Hasta están buscando la manera de matar al profeta más importante de todos. Por eso, Jesús dice que Dios considerará responsable a esa generación. Sus palabras se cumplirán treinta y ocho años más tarde, en el año 70.

      Jesús prosigue: “¡Ay de ustedes, los expertos en la Ley, porque le quitaron a la gente la llave del conocimiento! ¡Ustedes mismos no entraron y a los que están entrando les ponen obstáculos!” (Lucas 11:52). Ellos deberían explicarle a la gente el significado de la Palabra de Dios, pero, en vez de eso, le están quitando la oportunidad de conocerla y entenderla.

      ¿Cuál es la reacción de los escribas y los fariseos? Cuando Jesús sale de allí, se ponen muy furiosos y empiezan a acosarlo con preguntas. Pero en realidad no quieren aprender, lo que quieren es atraparlo en algo de lo que diga y así tener razones para arrestarlo.

      • ¿Por qué denuncia Jesús a los fariseos y a los escribas?

      • ¿Qué cargas pesadas se ve obligada a llevar la gente?

      • ¿Qué les espera a los enemigos de Jesús que quieren matarlo?

  • Da consejos sobre las riquezas
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un hombre rico disfruta de lo que tiene y piensa en todo lo que ha almacenado

      CAPÍTULO 77

      Da consejos sobre las riquezas

      LUCAS 12:1-34

      • LA PARÁBOLA DEL RICO INSENSATO

      • JESÚS HABLA DE LOS CUERVOS Y LOS LIRIOS

      • UN “REBAÑO PEQUEÑO” ESTARÁ EN EL REINO

      Mientras Jesús come en casa del fariseo, miles de personas lo esperan fuera. Eso también le pasó en Galilea (Marcos 1:33; 2:2; 3:9). Aquí, en Judea, muchos quieren verlo y escucharlo. Sin duda, tienen una actitud muy diferente a la de los fariseos que están comiendo con él.

      Lo primero que dice Jesús es de especial interés para sus discípulos: “Tengan cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Jesús ha dado esa advertencia antes, pero lo que ve durante la comida muestra que es urgente repetir este consejo (Lucas 12:1; Marcos 8:15). Puede que los fariseos traten de ocultar su maldad con una fachada de devoción a Dios, pero son un peligro, y hay que desenmascararlos. Jesús explica: “No hay nada cuidadosamente ocultado que no vaya a ser revelado ni nada secreto que no vaya a conocerse” (Lucas 12:2).

      Tal vez muchos de los que están alrededor de Jesús son judíos que no estaban presentes cuando enseñó en Galilea. Por eso él repite las ideas más importantes que ya explicó anteriormente. Les dice a todos: “No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más” (Lucas 12:4). Como ya hizo antes, destaca la importancia de que sus seguidores confíen en que Jehová los cuidará. También tienen que declararse a favor del Hijo del Hombre y convencerse de que Dios puede ayudarlos (Mateo 10:19, 20, 26-33; 12:31, 32).

      Entonces, un hombre de la multitud saca un tema que le preocupa en ese momento: “Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo” (Lucas 12:13). Según la Ley, el primer hijo de la familia tiene que recibir dos partes de la herencia, así que este hombre y su hermano no deberían discutir (Deuteronomio 21:17). Pero parece que el hombre quiere conseguir más de lo que legalmente le corresponde. Jesús, que es muy sabio, se niega a tomar partido en el asunto y le dice: “Hombre, ¿quién me nombró juez o árbitro entre ustedes dos?” (Lucas 12:14).

      Luego les da a todos esta advertencia: “Mantengan los ojos bien abiertos y eviten todo tipo de codicia, porque, por mucho que uno tenga, las cosas que posee no le pueden dar la vida” (Lucas 12:15). Sin importar cuánta riqueza tenga alguien, ¿verdad que al final se morirá y dejará todo atrás? A continuación, Jesús destaca ese punto contándoles una historia que ha llegado a ser muy conocida y que muestra el valor de ganarse una buena reputación ante Dios:

      “El terreno de un hombre rico produjo mucho. Por eso comenzó a razonar en su interior: ‘¿Qué voy a hacer ahora que no tengo dónde almacenar mis cosechas?’. Entonces dijo: ‘Esto es lo que voy a hacer: demoleré mis graneros y construiré otros más grandes, y allí almacenaré todo mi grano y todos mis productos. Luego me diré a mí mismo: “Tienes muchas cosas buenas almacenadas para muchos años; tómatelo con calma, come, bebe, disfruta”’. Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se va a quedar con las cosas que almacenaste?’. Así le pasa a quien acumula tesoros para sí mismo pero no es rico a los ojos de Dios” (Lucas 12:16-21).

      Los discípulos de Jesús y los demás que están escuchándolo podrían caer en la trampa de esforzarse por obtener riquezas o acumularlas. Por otro lado, las preocupaciones de la vida podrían distraerlos e impedirles servir a Jehová. Así que Jesús repite este excelente consejo que dio alrededor de un año y medio antes en el Sermón del Monte:

      “Dejen de angustiarse por su vida, por lo que van a comer; o por su cuerpo, por lo que van a ponerse. [...] Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen ni granero ni almacén, pero Dios los alimenta. ¿Y acaso no valen ustedes mucho más que las aves? [...] Fíjense en cómo crecen los lirios. No trabajan duro ni hilan; pero les digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. [...] Por eso dejen de andar buscando qué comerán y qué beberán, y dejen de estar excesivamente preocupados. Porque son las naciones del mundo las que buscan todas estas cosas con tanto empeño, pero su Padre sabe que ustedes necesitan estas cosas. Así que, más bien, sigan buscando el Reino y entonces recibirán todas esas cosas” (Lucas 12:22-31; Mateo 6:25-33).

      ¿Quiénes buscarán el Reino de Dios? Jesús revela que lo hará un “rebaño pequeño”, un número relativamente reducido de seres humanos fieles. Con el tiempo se revelará cuántos serán: solo 144.000. ¿Qué les tiene preparado Dios? Jesús les asegura: “Su Padre quiere darles el Reino”. Ellos no se centrarán en acumular riquezas en la Tierra, que los ladrones podrían robar. Más bien, pondrán su corazón en tener “un tesoro inagotable en los cielos”, donde reinarán con Cristo (Lucas 12:32-34).

      • ¿Qué responde Jesús cuando un hombre le pregunta sobre una herencia?

      • ¿Por qué es importante que reflexionemos en la historia que contó Jesús?

      • ¿Qué revela Jesús sobre los que estarán en el Reino con él?

  • El mayordomo fiel debe estar preparado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Dos hombres con una lámpara encendida esperan a que regrese su amo

      CAPÍTULO 78

      El mayordomo fiel debe estar preparado

      LUCAS 12:35-59

      • EL MAYORDOMO FIEL DEBE ESTAR SIEMPRE PREPARADO

      • JESÚS HA VENIDO A CAUSAR DIVISIÓN

      Jesús acaba de explicar que solo un “rebaño pequeño” tendrá un lugar en el Reino de Dios (Lucas 12:32). Pero los que forman este grupo no deben considerar de poco valor esa maravillosa recompensa. Por eso, él enfatiza a continuación la importancia de que los que vayan a formar parte de ese Reino tengan la actitud correcta.

      Jesús les aconseja a sus discípulos que estén preparados para cuando él regrese. Les dice: “Estén listos y con la ropa puesta, y tengan sus lámparas encendidas; sean como hombres que esperan a que su amo regrese de la boda para abrirle en cuanto él venga y toque a la puerta. ¡Felices los esclavos a quienes el amo encuentre vigilando cuando venga!” (Lucas 12:35-37).

      A los discípulos no les cuesta entender lo que les menciona Jesús. Los sirvientes del ejemplo están listos, esperando a que regrese el amo. Jesús explica: “Si [el amo] viene en la segunda vigilia [desde las nueve de la noche hasta la medianoche], o hasta en la tercera [desde la medianoche hasta las tres de la mañana], y los encuentra listos, ¡felices ellos!” (Lucas 12:38).

      Con esto, Jesús no les está diciendo simplemente que deban ser buenos sirvientes o trabajadores. Eso queda claro porque él, el Hijo del Hombre, se incluye en el ejemplo. Les dice a sus discípulos: “También ustedes, estén siempre preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan” (Lucas 12:40). Así que, en el futuro, Jesús vendrá, y quiere que sus seguidores —en especial los miembros del “rebaño pequeño”— estén listos cuando llegue ese momento.

      Pedro quiere entender bien lo que Jesús les explica, de modo que le pregunta: “Señor, ¿haces esta comparación solo para nosotros, o para todos?”. Pero Jesús, en vez de responder directamente, da otro ejemplo relacionado con el anterior: “¿Quién es en realidad el mayordomo fiel, el prudente, a quien su amo pondrá a cargo de los sirvientes de la casa para que siga dándoles su ración de alimento al tiempo debido? ¡Feliz ese esclavo si su amo, cuando venga, lo encuentra haciendo eso! Les digo la verdad: lo pondrá a cargo de todos sus bienes” (Lucas 12:41-44).

      En el primer ejemplo, es evidente que “el amo” representa a Jesús, el Hijo del Hombre. Es lógico pensar que la expresión “el mayordomo fiel” del segundo ejemplo se refiere a ciertos hombres que forman parte del “rebaño pequeño” y que recibirán el Reino (Lucas 12:32). Jesús dice que algunos miembros de este último grupo les darían a “los sirvientes de la casa” “su ración de alimento al tiempo debido”. Así que Pedro y los demás discípulos a quienes Jesús enseña y alimenta en sentido espiritual pueden concluir que el Hijo del Hombre volverá en una época futura. Durante ese período, habrá un sistema organizado para servir alimento espiritual a “los sirvientes de la casa” del amo, es decir, a los seguidores de Jesús.

      Jesús destaca de otra manera por qué sus discípulos deben estar alerta y vigilar su actitud, ya que podrían descuidarse y hasta llegar a oponerse a otros sirvientes. Dice: “Pero, si ese esclavo alguna vez llega a decir en su corazón ‘Mi amo tarda en venir’ y se pone a golpear a los sirvientes y a las sirvientas, y a comer, beber y emborracharse, el amo de ese esclavo vendrá un día en que él no lo espera y a una hora que él no sabe, y le dará el peor de los castigos y lo pondrá con los infieles” (Lucas 12:45, 46).

      Luego, Jesús dice que ha venido “a prender un fuego en la tierra”. Y en cierto sentido lo ha hecho, porque ha hablado de temas que han causado una gran polémica y ha acabado con enseñanzas falsas y tradiciones, como si las hubiera destruido con fuego. Esta situación hasta causa división entre personas que normalmente estarían unidas, pues pone a “padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, suegra contra nuera y nuera contra suegra” (Lucas 12:49, 53).

      Jesús se ha dirigido principalmente a sus discípulos, pero ahora le habla a la multitud. La mayoría de la gente se ha negado a aceptar las pruebas de que es el Mesías. Por eso, él les dice: “Cuando ven que se levanta una nube por el oeste, enseguida dicen ‘Viene una tormenta’, y así sucede. Y, cuando ven que sopla el viento del sur, dicen ‘Habrá una ola de calor’, y así pasa. Hipócritas, saben reconocer el aspecto de la tierra y del cielo, ¿y cómo es que no saben reconocer este tiempo en particular?” (Lucas 12:54-56). Está claro que no están listos.

      • ¿Quién es “el amo”, y quién es “el mayordomo fiel”?

      • ¿Por qué pueden los discípulos concluir que habrá un mayordomo fiel en el futuro, y cuál será su función?

      • ¿Por qué es tan importante el consejo de Jesús de estar preparados?

  • ¿Por qué se acerca una destrucción?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús cura en sábado a una mujer, y el presidente de la sinagoga se enoja mucho

      CAPÍTULO 79

      ¿Por qué se acerca una destrucción?

      LUCAS 13:1-21

      • JESÚS EXPLICA LA LECCIÓN QUE SE PUEDE APRENDER DE DOS TRAGEDIAS

      • CURA EN SÁBADO A UNA MUJER ENCORVADA

      Jesús ha hecho mucho por animar a las personas a reflexionar en la relación que tienen con Dios. Ahora, después de la conversación que ha tenido fuera de la casa de un fariseo, aprovecha otra oportunidad para volver a hacerlo.

      Algunos le mencionan una tragedia que había ocurrido. Le cuentan que el gobernador romano Poncio Pilato mezcló “la sangre de unos galileos con los sacrificios de estos” (Lucas 13:1). ¿De quiénes están hablando?

      Quizás se trate de los galileos que fueron asesinados cuando miles de judíos se manifestaron contra Pilato porque usó dinero de los fondos del templo para construir un acueducto que llevara agua a Jerusalén. Es posible que hubiera obtenido el dinero con la ayuda de las autoridades del templo. Los que le cuentan este suceso a Jesús tal vez creen que aquellos galileos recibieron ese castigo por algún mal cometido. Pero Jesús no está de acuerdo.

      Él les pregunta: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron estas cosas porque eran más pecadores que todos los demás galileos?”. La respuesta de Jesús es no. Pero utiliza ese incidente para darles una advertencia a los judíos: “A no ser que se arrepientan, todos ustedes también serán destruidos” (Lucas 13:2, 3). A continuación, Jesús les habla de otra desgracia que posiblemente ha ocurrido hace poco y que quizás tiene que ver con la construcción de aquel acueducto.

      Jesús prosigue: “Los 18 que murieron cuando la torre de Siloam les cayó encima, ¿creen que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén?” (Lucas 13:4). Puede que la gente piense que aquellas personas murieron porque habían hecho algo malo. Pero Jesús tampoco concuerda con ese punto de vista. Él sabe que el “suceso imprevisto” puede ocurrir en cualquier momento, y posiblemente eso es lo que pasó en aquella ocasión (Eclesiastés 9:11). Aun así, la gente debe aprender una lección de ese acontecimiento. Por eso, él les advierte: “A no ser que se arrepientan, todos ustedes también serán destruidos, igual que ellos” (Lucas 13:5). ¿Por qué les da Jesús esa advertencia en este momento?

      Una higuera con hojas, pero sin higos

      Es debido a que se acerca el fin de su ministerio. De hecho, lo explica con el siguiente ejemplo: “Un hombre que tenía una higuera plantada en su viña fue a buscar fruto en ella, pero no encontró nada. Luego le dijo al hombre que cuidaba la viña: ‘Mira, llevo tres años viniendo a buscar fruto en esta higuera, pero no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Por qué tiene que ocupar el terreno inútilmente?’. Él le contestó: ‘Señor, déjala un año más, que voy a cavar la tierra alrededor de ella y a echarle estiércol. Si más adelante da fruto, perfecto; pero, si no, la cortas’” (Lucas 13:6-9).

      Jesús lleva más de tres años tratando de que los judíos tengan fe. Sin embargo, como fruto de su labor, relativamente pocos se han hecho sus discípulos. Ahora, en el cuarto año de su ministerio, está intensificando sus esfuerzos. En cierto sentido, es como si estuviera cavando y poniendo abono alrededor de la “higuera” de la nación judía al predicar y enseñar en Judea y Perea. ¿Cuáles han sido los resultados? Solo unos cuantos judíos han respondido. En general, la nación se niega a arrepentirse, así que va a ser destruida.

      Esa indiferencia de la mayoría se vuelve a hacer evidente poco después. Mientras Jesús está enseñando en la sinagoga en sábado, ve a una mujer que ha estado encorvada durante dieciocho años por culpa de un demonio. Con compasión, Jesús le dice: “Mujer, quedas libre de tu debilidad” (Lucas 13:12). Luego pone las manos sobre ella, y al instante ella se endereza y comienza a alabar a Dios.

      Un israelita sacando a un toro fuera del establo

      Cuando el presidente de la sinagoga ve eso, protesta enojado: “Hay seis días en que se debe trabajar; así que vengan a ser curados en esos días, y no en sábado” (Lucas 13:14). Este hombre no niega que Jesús tenga poder para curar enfermos. Más bien, regaña a la gente por venir a que la curen en sábado. Jesús responde con una lógica aplastante: “Hipócritas, ¿acaso no desata cualquiera de ustedes su toro o su burro del pesebre en sábado y lo lleva a beber? Entonces, esta mujer, que es hija de Abrahán y a quien Satanás tuvo atada durante 18 años, ¿no debía ser liberada de esta esclavitud incluso en sábado?” (Lucas 13:15, 16).

      En ese momento, sus adversarios empiezan a sentir vergüenza, pero la multitud se alegra mucho al ver las cosas tan maravillosas que hace Jesús. Entonces, él repite aquí en Judea dos comparaciones proféticas acerca del Reino que ya mencionó cuando enseñó desde una barca en el mar de Galilea (Mateo 13:31-33; Lucas 13:18-21).

      • ¿Qué dos tragedias utiliza Jesús para dar una advertencia? ¿Cuál es la advertencia?

      • En el ejemplo que pone Jesús, ¿en qué se parece la higuera que no da fruto a la situación de la nación judía?

      • ¿De qué se queja el presidente de la sinagoga, y qué dice Jesús para desenmascarar la hipocresía de este hombre?

  • El pastor excelente y los rediles
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un pastor abre una puerta, y un rebaño grande de ovejas entra al redil

      CAPÍTULO 80

      El pastor excelente y los rediles

      JUAN 10:1-21

      • JESÚS HABLA DEL PASTOR EXCELENTE Y DE LOS REDILES

      Jesús sigue enseñando a la gente en Judea y ahora les habla de algo que les resulta muy familiar: de ovejas y rediles. Pero les está hablando en sentido figurado. Los judíos seguramente recuerdan las palabras de David, quien declaró: “Jehová es mi Pastor. Nada me faltará. En prados cubiertos de hierba me hace reposar” (Salmo 23:1, 2). Y, en otro salmo, David dijo a la nación: “Delante de Jehová, nuestro Creador, arrodillémonos. Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de sus pastos” (Salmo 95:6, 7). Así que a los israelitas, que están bajo la Ley, siempre se les ha comparado a un rebaño de ovejas.

      Están en un “redil” en el sentido de que nacieron en una nación que se halla bajo el pacto de la Ley de Moisés. La Ley es como una cerca que los separa de las malas costumbres que practica el resto de la gente. Pero algunos israelitas tratan mal al rebaño de Dios. Jesús explica: “De verdad les aseguro que el que no entra en el redil de las ovejas por la puerta, sino que trepa por otro lado, ese es un ladrón y un saqueador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas” (Juan 10:1, 2).

      Estas palabras quizás hacen pensar a los que escuchan a Jesús en aquellos hombres que han afirmado ser el Mesías o Cristo. Estos son como ladrones y saqueadores, impostores a quienes el pueblo no debe seguir. Más bien, debe seguir al “pastor de las ovejas”, de quien Jesús dice lo siguiente:

      “Es a este a quien el portero le abre, y las ovejas escuchan su voz. El pastor llama a sus ovejas por su nombre y las conduce afuera. Después de sacar a todas sus ovejas, va delante de ellas. Las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él porque no conocen la voz de los extraños” (Juan 10:3-5).

      Tiempo atrás, Juan el Bautista actuó como un “portero” cuando identificó a Jesús como el pastor a quien deben seguir las ovejas simbólicas que están bajo la Ley. Algunas de ellas, tanto en Galilea como aquí en Judea, han reconocido la voz de Jesús. Sin embargo, otros no entienden lo que les está diciendo (Juan 10:6). Por eso, tal vez se preguntan: “¿Adónde las conduce?” y “¿Qué les sucederá si lo siguen?”.

      Jesús dice: “De verdad les aseguro que yo soy la puerta para las ovejas. Todos los que han venido haciéndose pasar por mí son unos ladrones y unos saqueadores, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; el que entre por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará pastos” (Juan 10:7-9).

      Está claro que Jesús está hablando de algo nuevo. Los que lo escuchan saben que él no es la “puerta” al pacto de la Ley, que lleva siglos vigente. Lo que debe querer decir es que las ovejas que “conduce afuera” deben entrar en otro redil. ¿Con qué fin?

      Jesús da más detalles sobre su función. Dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el pastor excelente, y el pastor excelente entrega su vida por las ovejas” (Juan 10:10, 11). Antes, Jesús les había dado estas palabras de ánimo a sus discípulos: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre quiere darles el Reino” (Lucas 12:32). Jesús conducirá a los que son parte del “rebaño pequeño” a un nuevo redil, a fin de que “tengan vida y la tengan en abundancia”. ¡Qué maravilloso es pertenecer a ese rebaño!

      Sin embargo, Jesús añade lo siguiente: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas también las tengo que traer, y ellas escucharán mi voz. Formarán un solo rebaño con un solo pastor” (Juan 10:16). Esas “otras ovejas” “no son de este redil”, es decir, son de un redil diferente al del “rebaño pequeño”, que heredará el Reino. Cada grupo de ovejas tendrá un futuro distinto. Pero los dos se beneficiarán del papel de Jesús. Él dice: “El Padre me ama por esto: porque yo entrego mi vida” (Juan 10:17).

      Muchos empiezan a decir: “Tiene un demonio y ha perdido la cabeza”. Pero otros están escuchando con atención y demuestran que quieren seguir al “pastor excelente”, pues dicen: “Esas no son palabras de un endemoniado. Un demonio no puede abrirles los ojos a los ciegos, ¿verdad?” (Juan 10:20, 21). Seguro que se refieren a la ocasión en que Jesús curó a un hombre que había nacido ciego.

      • ¿En qué es probable que piensen los judíos cuando Jesús habla de ovejas y rediles?

      • ¿Quién es el “pastor excelente”, y qué bendiciones recibirán las ovejas?

      • ¿A qué dos rediles conduce Jesús a las ovejas?

  • ¿En qué sentido son uno Jesús y el Padre?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los judíos tratan de atrapar a Jesús y agarran piedras para matarlo, pero él se escapa

      CAPÍTULO 81

      ¿En qué sentido son uno Jesús y el Padre?

      JUAN 10:22-42

      • “YO Y EL PADRE SOMOS UNO”

      • ACUSAN A JESÚS DE CREERSE DIOS, PERO ÉL LOS DESMIENTE

      Jesús ahora va a Jerusalén para la Fiesta de la Dedicación (o Janucá). Esta celebración conmemora una nueva dedicación del templo. Más de un siglo atrás, después de que los sirios conquistaran Jerusalén, el rey sirio Antíoco IV Epífanes construyó un altar pagano sobre el gran altar del templo de Dios. Más adelante, los hijos de un sacerdote judío recuperaron Jerusalén y dedicaron de nuevo el templo a Jehová. Desde entonces, se celebra todos los años esta fiesta, que comienza el 25 del mes de kislev. Este mes judío corresponde a finales de noviembre y principios de diciembre.

      Es invierno, y en esta época del año suele hacer frío. Jesús está en el templo, caminando por el Pórtico de Salomón, cuando unos judíos lo rodean y le preguntan: “¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si eres el Cristo, dilo claramente” (Juan 10:22-24). ¿Qué les contesta Jesús? “Ya lo dije, pero ustedes no lo creen”. Él no les ha dicho directamente que sea el Cristo, como lo hizo con la samaritana junto al pozo (Juan 4:25, 26). Pero sí ha revelado su identidad, pues ha dicho: “Antes de que Abrahán naciera, yo ya existía” (Juan 8:58).

      Jesús quiere que la gente llegue por sí misma a la conclusión de que es el Cristo, y que lo hagan comparando las obras de él con lo que estaba predicho que haría el Mesías. Esa es la razón por la que en otras ocasiones les pidió a sus discípulos que no le revelaran a nadie su identidad. Pero ahora sí les dice claramente a estos tercos judíos: “Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio a mi favor. Pero ustedes no creen” (Juan 10:25, 26).

      ¿Y por qué no creen que Jesús sea el Cristo? Él explica: “Ustedes no creen porque no son mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna; no van a ser destruidas nunca, y nadie las arrebatará de mis manos. Lo que mi Padre me ha dado es más valioso que todo lo demás”. Después, Jesús muestra la relación tan profunda que tiene con su Padre al declarar: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:26-30). Pero, como Jesús está en la Tierra, y su Padre, en el cielo, no es posible que ambos sean uno en sentido literal. Más bien, son uno en el sentido de que están unidos y trabajan juntos para lograr un mismo fin.

      Las palabras de Jesús enfurecen tanto a los judíos que agarran piedras para matarlo, pero él no se asusta. Les dice: “Les he mostrado muchas buenas obras que vienen del Padre. ¿Por cuál de esas obras me quieren apedrear?”. Los judíos le contestan: “No te vamos a apedrear por ninguna buena obra, sino por blasfemar; porque tú [...] te haces a ti mismo un dios” (Juan 10:31-33). Ahora bien, él nunca ha afirmado ser un dios, así que ¿por qué lo acusan de eso?

      Pues bien, él afirma tener poderes que, según los judíos, solo tiene Dios. Por ejemplo, con respecto a las “ovejas”, ha asegurado: “Yo les doy vida eterna” (Juan 10:28). Pero los judíos pasan por alto que Jesús ha reconocido abiertamente haber recibido su autoridad del Padre.

      Para desmentir la acusación falsa, Jesús pregunta: “¿No está escrito en su Ley [en Salmo 82:6]: ‘Yo dije: “Ustedes son dioses”’? Si él llamó dioses a aquellos contra quienes se dirigió la palabra de Dios [...], ¿a mí —a quien el Padre santificó y envió al mundo— me dicen ‘blasfemas’ por decir ‘soy Hijo de Dios’?” (Juan 10:34-36).

      Las Escrituras llaman “dioses” incluso a jueces humanos injustos. Entonces, ¿por qué condenan estos judíos a Jesús por decir “soy Hijo de Dios”? Él da un argumento que debería convencerlos: “Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero, si las hago, aunque no me crean a mí, crean por las obras que hago. Así sabrán y nunca dejarán de saber que el Padre está en unión conmigo y yo estoy en unión con el Padre” (Juan 10:37, 38).

      Enseguida, los judíos intentan atrapar a Jesús, pero él se escapa una vez más. Se va de Jerusalén, cruza el río Jordán y llega a la zona donde Juan comenzó a bautizar casi cuatro años antes. Parece que este lugar se encuentra al sur del mar de Galilea.

      Allí, muchas personas van a ver a Jesús y comentan entre ellas: “Juan no hizo ni un solo milagro, pero todo lo que Juan dijo acerca de este hombre era verdad” (Juan 10:41). Por lo tanto, muchos judíos ponen su fe en Jesús.

      • ¿Por qué le dice Jesús a la gente que se fije en las obras que él hace?

      • ¿En qué sentido son uno Jesús y su Padre?

      • ¿Cómo usa Jesús los Salmos para desmentir la acusación de hacerse a sí mismo un dios o igual a Dios?

  • El ministerio de Jesús en Perea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Una gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas

      CAPÍTULO 82

      El ministerio de Jesús en Perea

      LUCAS 13:22-14:6

      • HAY QUE ESFORZARSE POR ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA

      • JESÚS DEBE MORIR EN JERUSALÉN

      Jesús ha estado curando enfermos y predicando en Jerusalén y en toda Judea. Después cruza el río Jordán y empieza a enseñar de ciudad en ciudad en el distrito de Perea, aunque pronto regresará a Jerusalén.

      Un hombre se esfuerza al máximo por entrar por una puerta angosta

      En Perea, un hombre le pregunta: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”. Puede que el hombre esté al tanto de los debates entre los líderes religiosos sobre si se salvarán muchos o pocos. Pero Jesús, en vez de contestar su pregunta, dice lo que hay que hacer para conseguir la salvación: “Esfuércense al máximo por entrar por la puerta angosta”. Así que hay que esforzarse mucho. Jesús explica la razón: “Muchos tratarán de entrar pero no podrán” (Lucas 13:23, 24).

      Para destacar la necesidad de esforzarse al máximo, Jesús pone un ejemplo: “Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta con llave, ustedes se quedarán de pie afuera, tocando a la puerta y diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. [...] Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son. ¡Aléjense de mí, todos ustedes, que hacen lo que es injusto!’” (Lucas 13:25-27).

      Este ejemplo describe a una persona que llega tarde, al parecer cuando le viene bien, y se encuentra la puerta cerrada con llave. Debería haber llegado antes, aunque no fuera el mejor momento para ella. Algo similar les ocurre a muchos que pueden beneficiarse de que Jesús esté allí enseñándoles, pero no aprovechan la oportunidad para poner la adoración verdadera en primer lugar en su vida. La mayoría no acepta el medio que Dios ha puesto para la salvación. Jesús dice que estas personas “llorarán y apretarán los dientes” cuando se les eche afuera. Sin embargo, “vendrá gente del este y del oeste, del norte y del sur”, es decir, de todas las naciones, y “se sentarán a la mesa en el Reino de Dios” (Lucas 13:28, 29).

      Jesús explica: “Hay algunos que son últimos [por ejemplo, los no judíos y los judíos oprimidos] y serán primeros, y hay otros que son primeros [los líderes religiosos que se enorgullecen de ser descendientes de Abrahán] y serán últimos” (Lucas 13:30). Estos desagradecidos serán “últimos” en el sentido de que no estarán en el Reino de Dios.

      Entonces unos fariseos se acercan a Jesús y le aconsejan: “Sal de aquí y vete, porque Herodes [Antipas] quiere matarte”. Puede que el propio rey Herodes haya iniciado este rumor para que Jesús abandone la región. Como participó en el asesinato de Juan el Bautista, tal vez a Herodes le asuste tener algo que ver con la muerte de otro profeta. Pero Jesús les dice a los fariseos: “Vayan y díganle a ese zorro: ‘Mira, hoy y mañana yo voy a expulsar demonios y a curar a la gente, y al tercer día terminaré’” (Lucas 13:31, 32). Al llamar “zorro” a Herodes, Jesús quizás hace referencia a la astucia de este animal. Sin embargo, Jesús no va a dejar que Herodes ni nadie lo manipule o presione. Piensa llevar a cabo la tarea que su Padre le encargó, y lo hará siguiendo el horario fijado por Dios, no el de los hombres.

      Jesús continúa su viaje hacia Jerusalén porque, según indica, “no puede ser que a un profeta lo maten fuera de Jerusalén” (Lucas 13:33). Puesto que ninguna profecía bíblica menciona que el Mesías moriría en esa ciudad, ¿por qué dice Jesús que debe morir allí? Porque Jerusalén es la capital, donde está el Sanedrín —el tribunal supremo, formado por 71 miembros— y donde se juzga a los que son acusados de ser falsos profetas. Además, los sacrificios de animales se ofrecen en Jerusalén. Por eso, Jesús se da cuenta de que sería impensable morir en otro lugar.

      Una gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas

      Jesús se lamenta: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella..., ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa queda abandonada y se les deja a ustedes” (Lucas 13:34, 35). La nación está rechazando al Hijo de Dios y debe sufrir las consecuencias.

      Antes de que Jesús llegue a Jerusalén, un líder de los fariseos lo invita a su casa a comer en sábado. Los invitados observan atentamente a Jesús para ver si curará a uno de los presentes que sufre de hidropesía (acumulación anormal de líquido en el cuerpo, a menudo en las piernas y los pies). Jesús les pregunta a los fariseos y a los expertos en la Ley: “¿Está permitido curar a alguien en sábado, o no?” (Lucas 14:3).

      Pero nadie responde. Entonces, Jesús sana al hombre y les pregunta: “¿Quién de ustedes, si su hijo o su toro cae en un pozo en sábado, no lo saca inmediatamente?” (Lucas 14:5). Una vez más, su argumento tan lógico los deja a todos sin palabras.

      • ¿Qué dice Jesús que hay que hacer para obtener la salvación, y por qué muchos no la consiguen?

      • ¿Quiénes son los “últimos” que serán “primeros” y los “primeros” que serán “últimos”?

      • ¿Por qué es posible que esté preocupado el rey Herodes?

      • ¿Por qué dice Jesús que morirá en Jerusalén?

  • Los invitados a una comida
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos van a una gran cena

      CAPÍTULO 83

      Los invitados a una comida

      LUCAS 14:7-24

      • UNA LECCIÓN DE HUMILDAD

      • LOS INVITADOS PONEN EXCUSAS

      Jesús todavía está en la casa de un fariseo, donde acaba de sanar a un hombre con hidropesía. Entonces, observa que unos invitados escogen los lugares más destacados durante la comida y aprovecha la oportunidad para enseñar una lección sobre la humildad.

      Jesús les dice: “Cuando te inviten a un banquete de boda, no te sientes en el sitio más destacado. Puede que también se haya invitado a alguien más honorable que tú. Entonces el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: ‘Deja tu lugar a este hombre’. Y tendrás que irte avergonzado al último lugar” (Lucas 14:8, 9).

      Y añade: “Cuando te inviten, ve y siéntate en el último sitio para que, cuando venga el hombre que te invitó, te diga: ‘Amigo, ven a un sitio superior’. Así serás honrado delante de los demás invitados”. No solo se trata de mostrar buenos modales; implica mucho más, pues Jesús explica: “Porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido” (Lucas 14:10, 11). Como vemos, Jesús anima a quienes lo escuchan a ser humildes.

      A continuación, Jesús le enseña otra lección al fariseo que lo ha invitado. Le explica a quién debe invitar a comer para agradar a Dios: “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a tus vecinos ricos. Si lo hicieras, ellos también podrían invitarte a ti, y esto sería tu recompensa. Más bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y serás feliz, porque ellos no tienen con qué pagarte” (Lucas 14:12-14).

      Claro, Jesús no quiere decir que esté mal invitar a amigos, familiares o vecinos a una comida. Eso es algo normal. Lo que destaca es que, al ofrecer una comida a los necesitados, como los pobres, los lisiados o los ciegos, podemos recibir muchas bendiciones. Jesús le explica al fariseo: “Se te recompensará en la resurrección de los justos”. Uno de los invitados está de acuerdo con lo que ha dicho Jesús y afirma: “Feliz el que coma en el Reino de Dios” (Lucas 14:15). Este hombre se da cuenta del honor que eso supondría. Sin embargo, no todos son tan agradecidos. Jesús lo explica con este ejemplo:

      “Un hombre que iba a dar una gran cena invitó a mucha gente. A la hora de la cena, envió a su esclavo a decirles a los invitados: ‘Vengan, que ya está todo preparado’. Pero todos, uno tras otro, empezaron a poner excusas. El primero le dijo: ‘Compré un campo y tengo que ir a verlo; te ruego que me disculpes’. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a examinarlas; te ruego que me disculpes’. Y otro le dijo: ‘Me acabo de casar y por eso no puedo ir’” (Lucas 14:16-20).

      ¡Qué excusas tan malas! Normalmente se va a ver un campo o el ganado antes de comprarlo, así que no es urgente darle un vistazo después. El tercer hombre no está preparando su boda. Como ya se ha casado, no hay razón para rechazar esta invitación tan importante. Cuando el amo escucha estas excusas, se enoja y le ordena a su esclavo:

      “Sal enseguida a las calles principales y a los callejones de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. El esclavo lo hace, pero todavía quedan sitios libres. Así que el amo le dice: “Sal a los caminos y a los senderos, y obliga a la gente a que entre para que mi casa se llene. Porque les digo que ninguno de los hombres que fueron invitados probará mi cena” (Lucas 14:21-24).

      Lo que Jesús acaba de relatar muestra cómo Jehová, mediante Jesús, les ofrece a las personas la oportunidad de formar parte del Reino de los cielos. Los judíos, especialmente los líderes religiosos, son los primeros que reciben esta invitación. Pero, durante el ministerio de Jesús, la mayoría la rechaza. Ahora bien, también se invitará a otros. Jesús indica claramente que más tarde se le ofrecerá esta invitación a un segundo grupo de personas: los judíos más desfavorecidos y los prosélitos. En tercer y último lugar, se les dará la oportunidad a personas que los judíos creen que no merecen el favor de Dios (Hechos 10:28-48).

      Sin duda, estas palabras de Jesús confirman lo que dijo uno de los invitados: “Feliz el que coma en el Reino de Dios”.

      • ¿Cómo enseña Jesús una lección sobre la humildad?

      • ¿A quiénes debemos invitar a comer para agradar a Dios, y por qué nos hará esto felices?

      • ¿Qué lección enseña Jesús con la parábola de los invitados que se excusan?

  • ¿Qué implica ser discípulo de Cristo?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un rey sale a la batalla con su ejército bien armado

      CAPÍTULO 84

      ¿Qué implica ser discípulo de Cristo?

      LUCAS 14:25-35

      • EL PRECIO QUE HAY QUE PAGAR POR SER DISCÍPULO DE JESÚS

      Jesús acaba de enseñar lecciones importantes durante una comida en la casa de un líder de los fariseos. Ahora continúa su viaje hacia Jerusalén, y lo acompaña una gran multitud de personas. ¿Por qué? ¿De verdad quieren hacerse discípulos de él, sin importar lo que eso implique?

      En el camino, Jesús les dice algo que puede sorprender a algunos: “Si alguien viene a mí y no odia a su padre, su madre, su esposa, sus hijos, sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). ¿Qué quiere decir con estas palabras?

      Bueno, no está diciendo que sus seguidores tengan que odiar literalmente a sus familiares. Más bien, quiere decir que deben amarlos menos que a él. No deberían ser como el hombre de la parábola de la cena que rechazó una importante invitación solo porque acababa de casarse (Lucas 14:20). La Biblia dice que Jacob, un antepasado de los judíos, odiaba a Lea y amaba a Raquel. En realidad, lo que significa es que amaba menos a Lea que a la hermana de esta, Raquel (Génesis 29:31, nota).

      Jesús también ha mencionado que un verdadero discípulo debería odiar “hasta su propia vida” o alma, es decir, que debería amar a Jesús más que a su vida. Incluso debería estar dispuesto a morir por él si fuera necesario. Sin duda, hacerse discípulo de Cristo es una responsabilidad muy seria. No es una decisión que pueda tomarse a la ligera. Por lo tanto, hay que pensarlo bien.

      Puede que los discípulos de Jesús tengan que sufrir dificultades y persecución, pues él añade: “El que no carga con su madero de tormento y me sigue no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27). Por eso, un verdadero discípulo de Cristo debe estar dispuesto a sufrir igual que él. De hecho, Jesús ha indicado que él mismo morirá a manos de sus enemigos.

      Un cristiano del siglo primero calcula el costo de un proyecto de construcción

      Así que la multitud de personas que viaja con él debe analizar con cuidado lo que implica ser su discípulo. Jesús destaca este punto con un ejemplo: “¿Quién de ustedes que quiere construir una torre no se sienta antes a calcular los gastos y ver si tiene suficiente para terminarla? No sea que ponga los cimientos pero no pueda acabarla” (Lucas 14:28, 29). Por ello, antes de hacerse discípulos de Jesús, los que viajan con él a Jerusalén deben estar totalmente dispuestos a aceptar esa responsabilidad con todo lo que eso supone. Para dejar más clara esta idea, Jesús pone otro ejemplo:

      “¿Qué rey, al salir a guerrear contra otro rey, no se sienta primero y consulta si con 10.000 soldados puede hacer frente al que viene contra él con 20.000? Entonces, si no puede hacerlo, envía a un grupo de embajadores a pedir la paz mientras el otro rey todavía está lejos”. ¿Cuál es la lección? Jesús explica: “Igualmente, tengan la seguridad de que ninguno de ustedes puede ser mi discípulo si no se despide de todos sus bienes” (Lucas 14:31-33).

      Por supuesto, las palabras de Jesús no solo van dirigidas a los que viajan con él. Todos los que llegan a conocerlo deben estar dispuestos a hacer lo que acaba de mencionar: sacrificar todo lo que tienen —sus pertenencias y hasta su vida— para ser sus discípulos. Esto es algo sobre lo que hay que meditar y orar.

      A continuación, Jesús habla de algo que ya mencionó en el Sermón del Monte cuando dijo que sus discípulos son “la sal de la tierra” (Mateo 5:13). Probablemente quiso decir que, al igual que la sal sirve para mantener en buen estado los alimentos, sus discípulos ayudan a las personas a mantener su amistad con Dios y los buenos valores morales. Ahora que se acerca el fin de su ministerio, Jesús dice: “La sal, por supuesto, es muy buena. Pero, si la sal pierde su fuerza, ¿con qué se le devolverá su sabor?” (Lucas 14:34). Los que escuchan a Jesús saben que no toda la sal disponible es pura, sino que está mezclada con otros minerales y, por lo tanto, no es muy útil.

      En conclusión, Jesús muestra que incluso aquellos que son sus discípulos desde hace tiempo no deben permitir que nada debilite su deseo de seguirlo. Si eso ocurriera, no tendrían ningún valor, como la sal que pierde su fuerza. El mundo podría burlarse de ellos y, lo que es peor, perderían la aprobación de Dios y deshonrarían su nombre. No debemos dejar que esto nos suceda. Por eso, Jesús termina diciendo: “El que tenga oídos para escuchar, que escuche con atención” (Lucas 14:35).

      • ¿Qué quiere decir Jesús cuando afirma que sus discípulos tienen que odiar a sus familiares y “hasta su propia vida”?

      • ¿Qué quiere enseñar Jesús con los ejemplos de la construcción de una torre y del rey que se prepara para la guerra?

      • ¿Cuál es la lección de lo que Jesús comenta sobre la sal?

  • Hay mucha alegría cuando un pecador se arrepiente
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Una mujer se alegra al encontrar la moneda de dracma que había perdido

      CAPÍTULO 85

      Hay mucha alegría cuando un pecador se arrepiente

      LUCAS 15:1-10

      • LAS PARÁBOLAS DE LA OVEJA PERDIDA Y DE LA MONEDA PERDIDA

      • EN EL CIELO, LOS ÁNGELES SE ALEGRAN

      A lo largo de su ministerio, Jesús ha destacado en repetidas ocasiones la importancia de ser humilde (Lucas 14:8-11). Tiene muchas ganas de encontrar a personas que quieran servir a Dios con humildad. Quizás a algunas de ellas todavía se las conoce por ser pecadoras.

      Un judío que lleva en la frente una cajita con porciones de las Escrituras pone cara de desprecio

      Los fariseos y los escribas ven que estas personas, que ellos consideran indignas, se sienten atraídas por Jesús y su mensaje. Por eso se quejan y dicen: “Este hombre recibe con gusto a los pecadores y come con ellos” (Lucas 15:2). Los fariseos y los escribas se creen superiores y tratan a la gente común como si fuera la tierra que pisan. Como muestra de su desprecio, los líderes religiosos llaman a estas personas ‛am ha’árets, expresión hebrea que significa “gente de la tierra”.

      En cambio, Jesús trata a todos con dignidad, amabilidad y compasión. Por eso, muchas personas de las clases sociales más bajas, incluso algunas que son conocidas por sus pecados, desean escuchar a Jesús. Ahora bien, ¿cómo reacciona él ante las críticas que recibe por ayudarlas?

      Jesús deja claro lo que piensa poniendo un conmovedor ejemplo, parecido a uno que ya usó en Capernaúm (Mateo 18:12-14). Compara a los fariseos a ovejas justas que están a salvo en el rebaño de Dios y a los más desfavorecidos a ovejas que se han desviado y están perdidas.

      Un pastor está alegre por haber encontrado a su oveja perdida y la carga sobre sus hombros

      Jesús explica: “¿Quién de ustedes, si tiene 100 ovejas y pierde una de ellas, no deja a las 99 atrás en el campo y va a buscar a la que se perdió hasta que la encuentra? Cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros lleno de alegría. Y, cuando llega a su casa, llama a sus amigos y a sus vecinos y les dice: ‘¡Alégrense conmigo, porque encontré a mi oveja, la que se había perdido!’” (Lucas 15:4-6).

      ¿Qué lección quiere enseñar Jesús? Él añade: “Les digo que, de la misma manera, habrá más felicidad en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos que no necesitan arrepentirse” (Lucas 15:7).

      Lo que Jesús dice sobre el arrepentimiento debe sorprender a los fariseos, quienes se consideran justos y no creen que tengan que arrepentirse. Cuando algunos de ellos lo criticaron un par de años antes porque comía con cobradores de impuestos y pecadores, él les contestó: “No vine a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:15-17). Como los fariseos no se dan cuenta de que deben arrepentirse, en el cielo no hay alegría por su causa. Sin embargo, ocurre todo lo contrario cuando los pecadores se arrepienten de corazón.

      Para dejar más clara la idea de que hay mucha alegría en el cielo cuando un pecador se arrepiente, Jesús pone otro ejemplo, tomado de algo que podría suceder en cualquier casa: “¿O qué mujer, si tiene 10 monedas de dracma y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre su casa buscándola con cuidado hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, llama a sus amigas y a sus vecinas y les dice: ‘¡Alégrense conmigo, porque encontré la moneda de dracma que había perdido!’” (Lucas 15:8, 9).

      La lección que Jesús enseña es parecida a la de la parábola de la oveja perdida: “Les digo que, de la misma manera, los ángeles de Dios se sienten felices cuando un pecador se arrepiente” (Lucas 15:10).

      En efecto, los ángeles desean intensamente que los pecadores se arrepientan. Esto es algo que llama mucho la atención, porque quienes se arrepientan y reciban un lugar en el Reino celestial tendrán una posición superior a la de los propios ángeles (1 Corintios 6:2, 3). Aun así, los ángeles no sienten envidia. Entonces, ¿cómo deberíamos sentirnos nosotros cuando un pecador se arrepiente de corazón y vuelve a Dios?

      • ¿Por qué se relaciona Jesús con personas conocidas por sus pecados?

      • ¿Qué piensan los fariseos de la gente común y de que Jesús se relacione con esas personas?

      • ¿Cuál es la lección de los dos ejemplos que pone Jesús?

  • Regresa el hijo que estaba perdido
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un padre abraza a su hijo

      CAPÍTULO 86

      Regresa el hijo que estaba perdido

      LUCAS 15:11-32

      • LA PARÁBOLA DEL HIJO PERDIDO

      Jesús acaba de explicar, probablemente en Perea, al este del río Jordán, las parábolas de la oveja perdida y la moneda perdida. La lección que aprendemos de ellas es que debemos alegrarnos cuando un pecador se arrepiente de corazón y vuelve a Dios. Los fariseos y los escribas han criticado a Jesús porque se interesa por estas personas. Pero ¿han aprendido algo de esos dos ejemplos de Jesús? ¿Comprenden qué siente nuestro Padre celestial por los pecadores que se arrepienten? Jesús desea destacar esta importante lección y por eso les relata una historia muy emotiva.

      El hijo más joven le pide a su padre su parte de la herencia

      Les habla de un padre que tiene dos hijos. El personaje principal es el hijo más joven. Los fariseos y los escribas, así como los demás que están escuchando, deberían sacar una lección de lo que Jesús dice sobre el hijo menor. Sin embargo, no hay que pasar por alto lo que explica sobre el padre y el hijo mayor, ya que también se puede aprender mucho de las actitudes que estos demuestran. Así que pensemos en los tres personajes de este relato de Jesús:

      “Un hombre tenía dos hijos. Y el más joven le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la herencia’. Así que él repartió sus bienes entre los dos” (Lucas 15:11, 12). Como vemos, el hijo menor no pide la herencia porque su padre haya muerto, pues sigue vivo. Él quiere recibir ahora su parte para independizarse y hacer lo que le plazca. ¿Y qué hace?

      El hijo perdido come y bebe rodeado de mujeres

      Jesús explica: “Unos días después, el más joven recogió todas sus cosas y viajó a un país lejano, donde malgastó su herencia llevando una vida desenfrenada” (Lucas 15:13). En vez de quedarse en casa, donde podía estar seguro y donde tenía un padre que cuidaba a sus hijos y les daba lo que necesitaban, decide irse al extranjero. Allí malgasta toda su herencia llevando una vida de excesos, queriendo satisfacer sus deseos sexuales. Al quedarse sin dinero, se encuentra en una situación muy difícil, tal como Jesús indica:

      “Cuando ya se lo había gastado todo, un hambre terrible azotó aquel país, y él comenzó a pasar necesidad. Hasta se puso al servicio de un ciudadano de ese país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y ansiaba saciar su hambre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada” (Lucas 15:14-16).

      El hijo perdido está sentado bajo un árbol y observa cómo comen los cerdos

      Según la Ley de Dios, el cerdo era un animal impuro; aun así, el joven se ve obligado a trabajar cuidando cerdos. Tiene tanta hambre que hasta desea comer lo que normalmente solo comen los animales, como los cerdos que cuida. En medio de tanta desesperación, recobra el juicio. ¿Y qué hace? Se dice a sí mismo: “¡Cuántos trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí muriéndome de hambre! Me iré y volveré a la casa de mi padre. Le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado tu hijo. Trátame como a uno de tus trabajadores’”. Por lo tanto, decide regresar a la casa de su padre (Lucas 15:17-20).

      ¿Cómo reaccionará su padre cuando lo vea? ¿Se enojará con su hijo y lo reprenderá por haber cometido la estupidez de irse de casa? ¿Lo recibirá con indiferencia y frialdad? ¿Qué haría usted si se tratara de su hijo o de su hija?

      EL HIJO PERDIDO REGRESA A CASA

      A continuación, Jesús explica qué siente el padre y cómo reacciona: “Cuando él [el hijo] todavía estaba lejos, su padre alcanzó a verlo y se conmovió profundamente. Corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó con ternura” (Lucas 15:20). Es posible que el padre se haya enterado de la vida desenfrenada que ha llevado su hijo. Pero, aun así, lo recibe con cariño cuando regresa. Al escuchar esta historia, ¿se darán cuenta los líderes judíos, que dicen conocer y adorar a Dios, de lo que él siente por los pecadores que se arrepienten? ¿Reconocerán que Jesús ha estado demostrando esa misma compasión?

      Es probable que el padre, cuando ve la tristeza en la cara de su hijo, ya se dé cuenta de que está arrepentido. Pero, como el padre toma la iniciativa y sale a su encuentro, al hijo le es más fácil confesar sus pecados. Jesús explica lo que ocurre: “Entonces el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado tu hijo’” (Lucas 15:21).

      Al instante, el padre les ordena a sus esclavos: “¡Rápido! Saquen una túnica larga, la mejor, y vístanlo. Pónganle un anillo en la mano y sandalias en sus pies. Además, traigan el ternero engordado y mátenlo para que comamos y celebremos su regreso, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir, estaba perdido y ha sido encontrado”. Entonces, comienzan a celebrarlo con alegría (Lucas 15:22-24).

      El padre habla con su hijo mayor

      Mientras tanto, el hijo mayor está en el campo. Jesús dice sobre él: “Al volver y acercarse a la casa, oyó el sonido de la música y el baile. Por eso llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué estaba pasando. Él le respondió: ‘Es que tu hermano volvió, y tu padre ha matado el ternero engordado porque recuperó a su hijo sano y salvo’. Pero el hijo mayor se indignó y se negó a entrar. Entonces su padre salió y se puso a suplicarle que entrara. Él le contestó a su padre: ‘Mira, todos estos años he trabajado para ti como un esclavo y ni una sola vez desobedecí tus órdenes; sin embargo, tú nunca me diste un cabrito para que disfrutara con mis amigos. Pero, en cuanto llegó ese hijo tuyo que malgastó tus bienes con las prostitutas, por él mataste el ternero engordado’” (Lucas 15:25-30).

      ¿Quiénes han actuado como el hijo mayor y han criticado la misericordia y la atención que Jesús les ha mostrado a la gente común y a los pecadores? Los escribas y los fariseos. De hecho, Jesús ha explicado esta historia por su actitud tan crítica. Y, claro, cualquiera que no vea bien la misericordia que Dios les demuestra a los que han pecado debe tomar buena nota de lo que nos enseña este relato.

      La historia concluye con la súplica del padre a su hijo mayor: “Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero simplemente teníamos que celebrar su regreso y alegrarnos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir. Estaba perdido y ha sido encontrado” (Lucas 15:31, 32).

      Jesús no explica qué acaba haciendo el hijo mayor. Sin embargo, sabemos que, después de la muerte y resurrección de Cristo, “un gran grupo de sacerdotes empezaron a aceptar la fe” (Hechos 6:7). Es posible que algunos de ellos estuvieran presentes cuando Jesús relató esta impactante parábola del hijo perdido. Desde luego, hasta ellos tenían la posibilidad de recobrar el juicio, arrepentirse y volverse a Dios.

      Desde ese día, los discípulos de Jesús pueden y deben aprender las importantísimas lecciones que enseñó con esta extraordinaria historia. La primera lección es que permanecer en el pueblo de Jehová es lo más sabio, pues él nos protege, nos cuida con cariño y nos da lo que necesitamos. Sería un grave error alejarnos de él buscando placeres en “un país lejano”.

      La segunda lección es que, si en algún momento nos desviamos del camino de Dios, debemos ser humildes y regresar a nuestro Padre para tener de nuevo su aprobación.

      Además, aprendemos una tercera lección al ver la diferencia entre la actitud del padre, que recibe con cariño a su hijo y está dispuesto a perdonarlo, y la del hijo mayor, que está resentido y reacciona con frialdad. Sin duda, los siervos de Dios queremos perdonar y recibir a cualquiera que se arrepiente de verdad y regresa a casa, a nuestro Padre. Debemos alegrarnos porque nuestro hermano “estaba muerto y ha vuelto a vivir”, y porque “estaba perdido y ha sido encontrado”.

      • ¿A quiénes explica Jesús la parábola del hijo perdido, y por qué?

      • ¿Quién es el personaje principal, y qué le ocurre?

      • ¿Cómo reacciona el padre cuando su hijo menor regresa?

      • ¿Qué nos enseña sobre Jehová y Jesús la compasión que demuestra el padre?

      • ¿En qué se parece la reacción del hijo mayor a la actitud de los escribas y los fariseos?

      • ¿Qué lecciones aprendemos de la historia que cuenta Jesús?

  • Hagamos planes con sabiduría práctica
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un hombre rico despide a su mayordomo

      CAPÍTULO 87

      Hagamos planes con sabiduría práctica

      LUCAS 16:1-13

      • LA PARÁBOLA DEL MAYORDOMO INJUSTO

      • USEMOS LAS RIQUEZAS PARA HACER AMIGOS

      Jesús acaba de explicar la parábola del hijo perdido. Los cobradores de impuestos, los escribas y los fariseos que la han escuchado deberían haber entendido que Dios está dispuesto a perdonar a los pecadores arrepentidos (Lucas 15:1-7, 11). Ahora Jesús se dirige a sus discípulos y les cuenta otra historia. En esta ocasión, habla de un hombre rico que se entera de que el administrador o mayordomo de su casa no ha actuado bien.

      1. El mayordomo trama un plan; 2. El mayordomo le reduce la deuda a uno de los deudores de su amo

      Jesús cuenta que se acusa al mayordomo de malgastar los bienes de su amo; así que este le informa que lo va a despedir. El mayordomo se pregunta: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me va a quitar la administración de la casa? Yo no tengo fuerzas para cavar y me da vergüenza mendigar”. Entonces se le ocurre una idea: “Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me quiten la administración de la casa, la gente me reciba en su hogar”. De inmediato, llama a los deudores y le pregunta al primero: “¿Cuánto le debes a mi señor?” (Lucas 16:3-5).

      Él le responde: “Le debo 100 medidas de aceite de oliva”. Esto equivale a unos 2.200 litros (580 galones) de aceite. Puede que el deudor tenga muchos olivos o que se dedique a vender aceite. El mayordomo le dice: “Aquí tienes tu acuerdo escrito. Rápido, siéntate y escribe 50 [1.100 litros o 290 galones]” (Lucas 16:6).

      Luego le pregunta a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. “Le debo 100 medidas grandes de trigo [unos 22.000 litros o 20.000 cuartos de galón]”, le contesta. Entonces el mayordomo le dice: “Aquí tienes tu acuerdo escrito. Escribe 80”. Así que le reduce bastante la deuda (Lucas 16:7).

      Como el mayordomo todavía está a cargo de los asuntos económicos de su amo, tiene autoridad para reducir lo que otros le deben. Al hacerlo, se gana la amistad de los que le pueden devolver el favor cuando pierda su empleo.

      Cuando el amo se entera de lo ocurrido, se queda impresionado por lo que ha hecho su mayordomo, a pesar de que ha supuesto una pérdida económica para él. Así que alaba al mayordomo porque, “aunque era injusto, actuó con sabiduría práctica”. Jesús añade: “Los hijos de este sistema, al tratar con los de su propia generación, son más sabios en sentido práctico que los hijos de la luz” (Lucas 16:8).

      Jesús no está aprobando los métodos del mayordomo ni tampoco está fomentando los negocios poco honrados. ¿Qué quiere decir entonces? Les explica a sus discípulos: “Hagan amigos usando las riquezas injustas para que, cuando estas fallen, sean recibidos en las moradas eternas” (Lucas 16:9). Esto nos enseña que debemos ser previsores y actuar con sabiduría práctica. Los siervos de Dios, “los hijos de la luz”, tenemos que usar nuestras posesiones materiales de manera sabia, teniendo en cuenta el futuro eterno que nos espera.

      Solo Jehová y su Hijo pueden recibir a alguien en el Reino celestial o en el Paraíso terrestre bajo este Reino. Por eso, debemos esforzarnos por fortalecer nuestra amistad con ellos usando nuestras posesiones materiales para apoyar las actividades relacionadas con el Reino. De esta manera, cuando el oro, la plata y cualquier otra riqueza material pierdan su valor, nuestro futuro eterno estará garantizado.

      Además, Jesús dice que los que sean fieles al usar y cuidar sus posesiones materiales también serán fieles al atender asuntos de mayor importancia. “Por lo tanto —añade—, si ustedes no han sido fieles al usar las riquezas injustas, ¿quién les va a confiar las verdaderas riquezas [como las responsabilidades que Dios da a su pueblo]?” (Lucas 16:11).

      Lo que Jesús quiere enseñarles a sus discípulos es que se les pedirá mucho para entrar “en las moradas eternas”. No podemos ser esclavos de Dios y, al mismo tiempo, de las riquezas injustas. De modo que Jesús concluye diciendo: “Ningún sirviente puede ser esclavo de dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o le será leal a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden ser esclavos de Dios y a la vez de las Riquezas” (Lucas 16:9, 13).

      • En la historia que cuenta Jesús, ¿qué hace el mayordomo para conseguir amigos que lo puedan ayudar más tarde?

      • ¿Qué son “las riquezas injustas”, y cómo podemos hacer amigos mediante ellas?

      • ¿Quiénes pueden recibirnos “en las moradas eternas” si somos fieles al usar “las riquezas injustas”?

  • El hombre rico y Lázaro
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un perro lame las úlceras de Lázaro

      CAPÍTULO 88

      El hombre rico y Lázaro

      LUCAS 16:14-31

      • LA PARÁBOLA DEL HOMBRE RICO Y LÁZARO

      Jesús les ha dado a sus discípulos buenos consejos sobre cómo usar las riquezas. Pero no solo lo han escuchado ellos, también están presentes algunos fariseos, quienes deberían tomar en serio estos consejos, pues aman el dinero. Sin embargo, al oír las palabras de Jesús, empiezan a “hacerle gestos de desprecio” (Lucas 15:2; 16:13, 14).

      Jesús no se deja intimidar, sino que les dice: “Ustedes son los que se declaran justos delante de la gente, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que la gente considera muy valioso es repugnante desde el punto de vista de Dios” (Lucas 16:15).

      Durante mucho tiempo, la gente ha considerado muy valiosos o importantes a los fariseos, pero ha llegado el momento de que las cosas cambien. Quienes disfrutan de una posición privilegiada, porque son ricos y tienen influencia política y religiosa, serán humillados. Por otro lado, la gente común que se da cuenta de que necesita aprender más de Dios será ensalzada. Jesús deja claro que se acerca un gran cambio:

      “La Ley y los Profetas llegaron hasta Juan. Desde entonces se anuncia el Reino de Dios como buenas noticias, y todo tipo de personas avanza con empeño hacia él. En realidad, es más fácil que desaparezcan el cielo y la tierra que no que se quede sin cumplir un solo trazo de una letra de la Ley” (Lucas 3:18; 16:16, 17). ¿Cómo indican estas palabras que la situación está a punto de cambiar?

      Los líderes religiosos judíos afirman con orgullo que siguen la Ley de Moisés. Recordemos que, cuando Jesús le devolvió la vista a un hombre en Jerusalén, los fariseos dijeron orgullosos: “Nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios le habló a Moisés” (Juan 9:13, 28, 29). Uno de los objetivos de la Ley de Moisés era conducir a las personas humildes hasta el Mesías, es decir, Jesús. Juan el Bautista lo identificó como tal al llamarlo el Cordero de Dios (Juan 1:29-34). Desde que Juan empezó a predicar, los judíos humildes de corazón, especialmente los pobres, han oído hablar del “Reino de Dios”. Así es, hay “buenas noticias” para todos los que quieren que el Reino de Dios los gobierne y disfrutar de las bendiciones que traerá.

      La Ley de Moisés ya ha cumplido su objetivo: ha guiado a los judíos hasta el Mesías. De hecho, pronto será quitada. Por ejemplo, la Ley permitía el divorcio por varias razones, pero ahora Jesús dice que “todo el que se divorcia de su esposa y se casa con otra mujer comete adulterio, y cualquiera que se case con una mujer que está divorciada de su esposo comete adulterio” (Lucas 16:18). Estas palabras enojan muchísimo a los fariseos, que solo prestan atención a la letra de la Ley.

      A continuación, Jesús cuenta una historia que destaca el enorme cambio que está teniendo lugar. Habla de dos hombres y explica cómo su situación cambia por completo. Repasemos esta historia y tengamos presente que también la escuchan los fariseos, que aman el dinero y reciben muchos elogios de la gente.

      Un hombre rico vestido de púrpura mira por la ventana

      Jesús relata: “Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y llevaba una vida de placeres y lujo. Pero junto a su puerta solían dejar a un mendigo llamado Lázaro que estaba lleno de úlceras y que deseaba saciar su hambre con las cosas que caían de la mesa del rico. Hasta venían los perros y le lamían las úlceras” (Lucas 16:19-21).

      No hay duda de que el hombre rico representa a los fariseos, ya que a ellos les encanta el dinero. A estos líderes religiosos judíos también les gusta vestirse con ropa costosa y elegante. Sin importar las riquezas materiales que tengan, parecen ricos porque disfrutan de muchos privilegios y oportunidades para servir a Dios. Para indicar su posición favorecida, se les describe como un hombre vestido de púrpura, el color de los reyes. Además, el lino blanco transmite la idea de que se consideran justos (Daniel 5:7).

      ¿Qué piensan estos líderes ricos y orgullosos de la gente común y pobre? La desprecian y la llaman ‛am ha’árets, o gente de la tierra, que no conoce la Ley ni merece aprender de ella (Juan 7:49). Esto se representa con la situación del “mendigo llamado Lázaro”, que desea saciar su hambre con las cosas que caen de la mesa del rico. Tal como Lázaro está lleno de úlceras, los fariseos consideran que la gente común está enferma en sentido espiritual y la desprecian.

      Aunque esta triste situación ha existido durante bastante tiempo, Jesús sabe que ha llegado el momento de un gran cambio para los que son como el hombre rico y para los que son como Lázaro.

      LA SITUACIÓN DEL HOMBRE RICO Y DE LÁZARO CAMBIA

      Lázaro al lado de Abrahán

      Jesús ahora explica que las circunstancias de los dos personajes cambian totalmente: “Con el tiempo, el mendigo murió y los ángeles lo llevaron al lado de Abrahán. El rico también murió y fue sepultado. Y en la Tumba, en medio de tormentos, levantó la vista y vio a Abrahán de lejos y a Lázaro al lado de él” (Lucas 16:22, 23).

      Los que escuchan a Jesús saben que Abrahán lleva muerto mucho tiempo y está en la Tumba. La Biblia explica claramente que nadie que esté en la Tumba o Seol puede ver ni hablar, y lo mismo puede decirse de Abrahán (Eclesiastés 9:5, 10). Entonces, ¿qué entienden los líderes religiosos con esta historia? ¿Qué podría estar enseñando Jesús sobre la gente común y sobre los líderes religiosos que tanto aman el dinero?

      Jesús acaba de indicar un cambio de circunstancias al decir que “la Ley y los Profetas llegaron hasta Juan” y que “desde entonces se anuncia el Reino de Dios como buenas noticias”. Así que, con la predicación de Juan el Bautista y de Jesucristo, tanto Lázaro como el hombre rico mueren, en el sentido de que su situación cambia, y pasan a ocupar una nueva posición ante Dios.

      Las personas humildes y pobres han estado desfavorecidas en sentido espiritual durante mucho tiempo. Pero ahora reciben ayuda porque aceptan el mensaje del Reino, que predicó primero Juan el Bautista y después Jesús. Hasta entonces tenían que sobrevivir, por decirlo así, con “las cosas que caían de la mesa” espiritual de los líderes religiosos. Sin embargo, ahora están siendo bien alimentadas con las enseñanzas básicas de las Escrituras, especialmente las cosas tan maravillosas que Jesús está explicando. De modo que por fin están en una posición privilegiada a los ojos de Jehová.

      En cambio, los líderes religiosos ricos e influyentes rechazan el mensaje del Reino que Juan anunció y que Jesús ha estado predicando por todo Israel (Mateo 3:1, 2; 4:17). De hecho, los irrita o atormenta ese mensaje, el cual indica que les espera un duro castigo de parte de Dios (Mateo 3:7-12). Los codiciosos líderes religiosos sentirían un gran alivio si Jesús y sus discípulos dejaran de anunciar el mensaje de Dios. Estos líderes son como el hombre rico de la historia, que dice: “Padre Abrahán, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy angustiado en las llamas de este fuego” (Lucas 16:24).

      El hombre rico atormentado por el fuego

      Pero eso no sucederá, pues la mayoría de los líderes religiosos no van a cambiar. No han querido escuchar a Moisés ni a los Profetas. Lo que estos escribieron debería haberles impulsado a aceptar a Jesús como el Mesías y el Rey prometido por Dios (Lucas 16:29, 31; Gálatas 3:24). Estos líderes tampoco son humildes ni se dejan convencer por las personas pobres que aceptan a Jesús y que ahora cuentan con la aprobación de Dios. Los discípulos de Jesús no pueden dejar de predicar ni cambiar la verdad solo para complacer a los líderes religiosos o para darles alivio. En su historia, Jesús describe este hecho con las palabras que el “Padre Abrahán” le dirige al hombre rico:

      “Hijo, recuerda que en tu vida te saciaste de cosas buenas, pero Lázaro, por su parte, recibió cosas malas. En cambio, ahora él está aquí recibiendo consuelo, pero tú estás angustiado. Además de todo esto, se ha establecido un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieran pasar de aquí para el lado de ustedes no puedan, ni tampoco pueda la gente cruzar de allá para nuestro lado” (Lucas 16:25, 26).

      Líderes religiosos judíos enojados con Jesús

      Sin duda, se trata de un cambio justo y apropiado. Ahora, las personas humildes que aceptan el yugo de Jesús y por fin reciben consuelo y alimento espiritual ocupan la posición que antes tenían los orgullosos líderes religiosos, y al revés (Mateo 11:28-30). Este cambio se hará todavía más evidente dentro de unos meses, cuando el nuevo pacto sustituya al pacto de la Ley (Jeremías 31:31-33; Colosenses 2:14; Hebreos 8:7-13). Cuando Dios derrame espíritu santo en el Pentecostés del año 33, quedará totalmente claro que quienes tienen la aprobación de Dios no son los fariseos ni los líderes religiosos que los apoyan, sino los discípulos de Jesús.

      • ¿Qué diferencia hay entre la situación de los líderes religiosos judíos y la de la gente común?

      • Según las palabras de Jesús, ¿qué cambio tiene lugar cuando Juan empieza a predicar?

      • En la historia que cuenta Jesús, ¿a quiénes representa el hombre rico, y a quiénes representa Lázaro?

      • ¿Cómo describe Jesús el cambio de circunstancias del hombre rico y de Lázaro?

      • ¿Cuál es la reacción de los líderes religiosos ante el mensaje que predican Juan y Jesús? ¿Cómo lo explica Jesús en su historia?

      • ¿Qué les gustaría a los líderes religiosos que ocurriera, pero por qué no sucederá eso nunca?

      • ¿Cuándo se hará todavía más evidente el abismo que separa a los líderes religiosos de los discípulos de Jesús?

  • Jesús enseña en Perea de camino a Judea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un mensajero le dice a Jesús que Lázaro está enfermo

      CAPÍTULO 89

      Jesús enseña en Perea de camino a Judea

      LUCAS 17:1-10 JUAN 11:1-16

      • HACER TROPEZAR A OTROS ES ALGO MUY GRAVE

      • DEBEMOS PERDONAR Y TENER FE

      Jesús ha estado un tiempo en Perea, “al otro lado del Jordán” (Juan 10:40). Y ahora se dirige hacia el sur, a Jerusalén.

      Pero no va solo. Lo acompañan sus discípulos, así como “grandes multitudes”, entre las que se encuentran cobradores de impuestos y pecadores (Lucas 14:25; 15:1). Los fariseos y los escribas, que critican todo lo que Jesús dice y hace, también están con él. Tienen mucho en lo que meditar después de escuchar las parábolas sobre la oveja perdida, el hijo perdido y el hombre rico y Lázaro (Lucas 15:2; 16:14).

      Quizás pensando todavía en las críticas y el desprecio de sus enemigos, Jesús se dirige a sus discípulos y les vuelve a hablar de algunas ideas que ya había mencionado antes en Galilea.

      Por ejemplo, les dice: “Es inevitable que vengan cosas que hagan tropezar. Pero ¡ay de aquel por medio de quien vengan! [...] Vigílense a ustedes mismos. Si tu hermano comete un pecado, repréndelo. Y, si se arrepiente, perdónalo. Aun si siete veces al día peca contra ti y siete veces vuelve a ti diciendo ‘Me arrepiento’, tienes que perdonarlo” (Lucas 17:1-4). Puede que esta última frase le recuerde a Pedro la ocasión en la que preguntó si se debía perdonar hasta siete veces (Mateo 18:21).

      ¿Podrán los discípulos poner en práctica las palabras de Jesús? Ellos le piden: “Danos más fe”. Y él les asegura: “Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, le ordenarían a este moral ‘¡Arráncate de raíz y plántate en el mar!’, y este les obedecería” (Lucas 17:5, 6). En efecto, con solo un poquito de fe se pueden lograr cosas extraordinarias.

      A continuación, Jesús les enseña a los apóstoles la importancia de ser humildes y tener una opinión equilibrada de sí mismos: “¿Quién de ustedes, si tiene un esclavo que está arando o cuidando el rebaño, le dirá cuando vuelva del campo ‘Ven rápido a la mesa para comer’? ¿No le dirá más bien ‘Prepárame algo de cenar, ponte un delantal y sírveme hasta que yo acabe de comer y beber, y ya después comerás y beberás tú’? No le estará agradecido al esclavo porque hizo lo que se le mandó, ¿verdad? De la misma manera, cuando ustedes hayan hecho todo lo que les manden hacer, digan: ‘No somos más que esclavos y no merecemos nada. Solo hemos hecho lo que teníamos que hacer’” (Lucas 17:7-10).

      Todos los siervos de Dios deben comprender la importancia de poner las cosas espirituales en primer lugar y recordar que es un honor adorar a Dios y formar parte de su pueblo.

      Por lo visto, poco después llega alguien con un mensaje de María y Marta, las hermanas de Lázaro, que viven en Betania, en Judea. El mensajero dice: “Señor, mira, tu querido amigo está enfermo” (Juan 11:1-3).

      Cuando Jesús se entera de que su amigo Lázaro está muy enfermo, la tristeza no lo detiene. Al contrario, responde: “Esta enfermedad no tiene como finalidad la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios y para que el Hijo de Dios sea glorificado”. Jesús se queda dos días más allí y entonces les dice a sus discípulos: “Vámonos otra vez a Judea”. Pero a ellos no les parece bien y le dicen: “Rabí, hace poco los de Judea querían apedrearte, ¿y piensas ir allí de nuevo?” (Juan 11:4, 7, 8).

      Jesús les contesta: “El día tiene 12 horas de luz, ¿no es así? Quien camina a la luz del día no tropieza con nada porque ve la luz de este mundo. Pero quien camina de noche tropieza porque la luz no está en él” (Juan 11:9, 10). Parece que lo que Jesús quiere decir es que el plazo que Dios le ha dado para realizar su ministerio todavía no ha terminado. Hasta que llegue ese momento, debe aprovechar al máximo el poco tiempo que le queda.

      Luego añade: “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy para allá a despertarlo”. Como sus discípulos creen que Lázaro simplemente está descansando y que se recuperará, le dicen: “Señor, si está durmiendo, se pondrá bien”. Entonces Jesús les dice con claridad: “Lázaro ha muerto [...]. Vayamos adonde está él” (Juan 11:11-15).

      A pesar de que Tomás sabe que en Judea podrían matar a Jesús, quiere estar con él y darle su apoyo. Por eso, les dice a los demás discípulos: “Vayamos nosotros también y muramos con él” (Juan 11:16).

      • ¿Dónde ha estado predicando Jesús?

      • ¿Qué lecciones repite Jesús? ¿De qué ejemplo se vale para destacar la importancia de la humildad?

      • ¿Qué mensaje recibe Jesús? ¿Por qué habla Tomás de ir con Jesús y morir con él?

  • “La resurrección y la vida”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús y María lloran mientras otros los observan

      CAPÍTULO 90

      “La resurrección y la vida”

      JUAN 11:17-37

      • JESÚS LLEGA A BETANIA DESPUÉS DE LA MUERTE DE LÁZARO

      • “LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”

      Jesús viene de Perea y ya se encuentra muy cerca de Betania, una aldea que está a unos tres kilómetros (dos millas) al este de Jerusalén. Lázaro murió hace unos días y sus hermanas, María y Marta, todavía están de duelo por él. Muchas personas han venido para consolarlas.

      Marta corre al encuentro de Jesús

      Entonces, alguien le informa a Marta que Jesús se acerca, y ella sale corriendo a su encuentro. Cuando llega adonde Jesús, Marta le dice algo que ella y su hermana quizás llevan pensando los últimos cuatro días: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Esto no quiere decir que ella no tenga esperanza, pues añade: “Sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará” (Juan 11:21, 22). Ella cree que Jesús todavía puede hacer algo por su hermano.

      A continuación, Jesús le dice: “Tu hermano se levantará”. Marta piensa que habla de la futura resurrección terrestre, la esperanza que tenían Abrahán y otros siervos del pasado. Segura de que eso sucederá, le responde: “Yo sé que se levantará en la resurrección, en el último día” (Juan 11:23, 24).

      ¿Puede hacer Jesús algo ahora? Le recuerda a Marta que Dios le ha dado poder sobre la muerte: “El que demuestre fe en mí, aunque muera, llegará a vivir; y nadie que esté vivo y demuestre fe en mí morirá jamás” (Juan 11:25, 26).

      Jesús no está insinuando que sus discípulos no vayan a morir nunca. Incluso él tiene que morir, como ya les ha dicho a sus apóstoles (Mateo 16:21; 17:22, 23). Indica que quienes tienen fe en él pueden recibir vida eterna. Muchos la obtendrán después de ser resucitados. Y puede que los siervos de Dios que estén vivos cuando llegue el fin de este sistema no tengan que morir nunca. En cualquier caso, todo el que demuestre fe en él puede estar seguro de que nunca morirá de forma permanente.

      Pero ¿puede Jesús, que acaba de decir: “Yo soy la resurrección y la vida”, ayudar a Lázaro, que lleva muerto varios días? Él le pregunta a Marta: “¿Crees tú esto?”. Ella le contesta: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Marta está convencida de que Jesús puede hacer algo en ese momento. Por eso, va a casa enseguida y le dice a su hermana en privado: “El Maestro está aquí y te llama” (Juan 11:25-28). María sale inmediatamente de la casa y muchos la siguen, dando por sentado que se dirige a la tumba de Lázaro.

      Sin embargo, María va adonde está Jesús, cae a sus pies llorando y le repite lo mismo que su hermana: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Al ver llorar a María y a la multitud que la sigue, Jesús se conmueve en lo más profundo de su ser y se siente angustiado; incluso se le saltan las lágrimas. Eso impresiona a los presentes. Pero algunos preguntan: “Si este hombre pudo abrirle los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?” (Juan 11:32, 37).

      • ¿Con qué situación se encuentra Jesús al acercarse a Betania?

      • ¿Qué base tiene Marta para creer en la resurrección?

      • ¿Cómo deja claro Jesús que puede hacer algo con respecto a la muerte de Lázaro?

  • Jesús resucita a Lázaro
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Marta y María ven cómo Jesús resucita a su hermano, Lázaro

      CAPÍTULO 91

      Jesús resucita a Lázaro

      JUAN 11:38-54

      • LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO

      • EL SANEDRÍN PLANEA MATAR A JESÚS

      Después de encontrarse con Marta y María cerca de Betania, Jesús va con ellas a la tumba de Lázaro, que es una cueva con una gran piedra que tapa la entrada. Una vez allí, ordena: “Quiten la piedra”. Marta no sabe lo que quiere hacer Jesús y expresa su preocupación: “Señor, ya debe oler mal, porque han pasado cuatro días”. Pero él le pregunta: “¿No te dije que si creías podrías ver la gloria de Dios?” (Juan 11:39, 40).

      Así que quitan la piedra. Entonces Jesús levanta la mirada al cielo y hace una oración: “Padre, te doy las gracias por haberme escuchado. Yo sé que tú siempre me escuchas, pero lo digo por la multitud que me rodea, para que crean que tú me enviaste”. Jesús ora en público para que los presentes sepan que lo que va a hacer se debe al poder de Dios. Después, grita con fuerza: “¡Lázaro, sal!”. Y Lázaro sale. Tiene las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta con una tela. Jesús dice: “Quítenle las vendas y dejen que se vaya” (Juan 11:41-44).

      Muchos judíos que han venido a consolar a María y a Marta ven este milagro y ponen su fe en Jesús. Pero otros van adonde los fariseos y les cuentan lo que él ha hecho. Entonces, los fariseos y los sacerdotes principales reúnen al Sanedrín, el tribunal supremo judío. Uno de sus miembros es el sumo sacerdote, Caifás. Algunos se quejan y dicen: “¿Qué vamos a hacer? Porque este hombre hace muchos milagros. Si dejamos que siga así, todos pondrán su fe en él y los romanos vendrán y nos quitarán tanto nuestro lugar santo como nuestra nación” (Juan 11:47, 48). Ellos saben que Jesús “hace muchos milagros” porque se lo han contado personas que los han visto con sus propios ojos. Sin embargo, no se alegran por todo lo que Dios está realizando mediante Jesús. Lo que más les preocupa es mantener su propia posición y autoridad.

      Unos judíos les cuentan a los fariseos la resurrección de Lázaro

      La resurrección de Lázaro es un duro golpe para los saduceos, pues ellos no creen en la resurrección. Caifás, que es saduceo, toma la palabra: “Ustedes no entienden nada. No se dan cuenta de que les conviene que muera un solo hombre por el pueblo y no que toda la nación sea destruida” (Juan 11:49, 50; Hechos 5:17; 23:8).

      Caifás no menciona esto porque sea idea suya, sino que, como es el sumo sacerdote, Dios hace que sea él quien pronuncie esa profecía. En realidad, lo que Caifás propone es dar muerte a Jesús para impedir que siga debilitando la autoridad y la influencia de los líderes religiosos judíos. Sin embargo, la profecía de Caifás indica que Jesús, mediante su muerte, ofrecería un rescate no solo por los judíos, sino por todos “los hijos de Dios que estaban esparcidos” (Juan 11:51, 52).

      Al final, Caifás logra que el Sanedrín busque la manera de matar a Jesús. Pero, como ya vimos, un miembro del Sanedrín llamado Nicodemo siente simpatía por Jesús. ¿Le advertirá de estos planes? Sea como sea, Jesús se aleja de Jerusalén y así evita que lo maten antes del momento fijado por Dios.

      • ¿Cómo reaccionan quienes ven la resurrección de Lázaro?

      • ¿Cómo se pone de manifiesto la maldad de los miembros del Sanedrín?

      • A pesar de las intenciones de Caifás, ¿qué le hace profetizar Dios?

  • Un leproso da las gracias por ser curado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Uno de los 10 leprosos que han sido curados por Jesús regresa para darle las gracias

      CAPÍTULO 92

      Un leproso da las gracias por ser curado

      LUCAS 17:11-19

      • JESÚS CURA A 10 ENFERMOS DE LEPRA

      El Sanedrín ha planeado matar a Jesús, pero no lo ha conseguido porque él se ha ido a la ciudad de Efraín, situada al noreste de Jerusalén. Se queda allí con sus discípulos, lejos de sus enemigos (Juan 11:54). Sin embargo, como se acerca la Pascua del año 33, Jesús no tarda en volver a viajar. Se dirige hacia el norte, atraviesa Samaria y sube hasta Galilea. Es la última vez que visitará esta región antes de su muerte.

      Poco después de salir de viaje, mientras va de aldea en aldea, se encuentra con 10 hombres enfermos de lepra. En algunos casos, esta enfermedad puede causar poco a poco la pérdida de tejidos del cuerpo, como de los dedos o de las orejas (Números 12:10-12). La Ley de Dios exige que los leprosos griten: “¡Impuro, impuro!” y que vivan aislados (Levítico 13:45, 46).

      Por esa razón, los 10 leprosos se quedan a cierta distancia de Jesús. Pero le gritan: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dice: “Vayan a presentarse ante los sacerdotes” (Lucas 17:13, 14). Así muestra su respeto por la Ley, que les concede a los sacerdotes la autoridad de declarar limpios a los leprosos que han recuperado la salud. Después de eso, pueden volver a vivir junto a las personas sanas (Levítico 13:9-17).

      Jesús se encuentra con 10 hombres enfermos de lepra

      Como los 10 leprosos confían en el poder de Jesús para realizar milagros, se dirigen a ver a los sacerdotes aunque todavía están enfermos. Por el camino, la fe que tienen en Jesús recibe su recompensa: empiezan a notar que la lepra ha desaparecido.

      Nueve de los leprosos que han sido curados continúan su camino. Pero uno de ellos, que es samaritano, regresa para buscar a Jesús. ¿Por qué hace esto? Porque este hombre se siente profundamente agradecido a Jesús por lo que ha ocurrido. Así que vuelve “glorificando a Dios en voz alta”, pues se da cuenta de que, en realidad, ha sido curado gracias a Jehová (Lucas 17:15). Cuando encuentra a Jesús, cae a sus pies y le da las gracias.

      Al ver esto, Jesús les dice a los que están allí: “Los 10 quedaron limpios, ¿no es cierto? Entonces, ¿dónde están los otros 9? ¿Nadie más volvió para darle gloria a Dios, excepto este hombre de otra nación?”. Y le dice al samaritano: “Levántate y vete; tu fe te ha curado” (Lucas 17:17-19).

      Al curar a los 10 leprosos, Jesús muestra que Jehová está de su parte. Además, gracias a ese milagro, uno de ellos no solo recupera la salud, sino que probablemente encuentra el camino a la vida. En la actualidad, Dios no utiliza a su Hijo para realizar este tipo de milagros. Sin embargo, si tenemos fe en Jesús, también podemos ir en el camino que lleva a la vida eterna. ¿Estamos agradecidos por ello, como lo estuvo el samaritano?

      • ¿Adónde va Jesús para que el Sanedrín no pueda matarlo?

      • ¿Por qué se quedan a cierta distancia los 10 leprosos, y por qué les dice Jesús que vayan a ver a los sacerdotes?

      • ¿Qué aprendemos de lo que hizo el samaritano?

  • El Hijo del Hombre será revelado
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • El arca de Noé flotando en el agua

      CAPÍTULO 93

      El Hijo del Hombre será revelado

      LUCAS 17:20-37

      • EL REINO DE DIOS ESTÁ EN MEDIO DE ELLOS

      • ¿QUÉ OCURRIRÁ CUANDO JESÚS SEA REVELADO?

      Mientras Jesús sigue en Samaria o en Galilea, los fariseos le preguntan cuándo vendrá el Reino. Ellos creen que su llegada será espectacular y ostentosa. Pero Jesús les responde: “El Reino de Dios no viene de manera que se pueda observar claramente. Tampoco dirá la gente ‘¡Miren, está aquí!’ o ‘¡Está allá!’. Porque, fíjense, el Reino de Dios está en medio de ustedes” (Lucas 17:20, 21).

      Tal vez algunos hayan entendido que Jesús está diciendo que el Reino es algo que los siervos de Dios llevan en el corazón. Sin embargo, eso no es posible, pues Jesús está hablando con los fariseos, y es evidente que el Reino no está en su corazón. Pero sí está en medio de ellos porque Jesús, el que ha sido escogido para ser Rey del Reino de Dios, está allí mismo entre ellos (Mateo 21:5).

      Cuando los fariseos probablemente ya se han ido, Jesús les da a sus discípulos más información sobre la venida del Reino. En primer lugar, les advierte con relación a su presencia como Rey: “Llegará el tiempo en que desearán ver uno de los días del Hijo del Hombre, pero no lo verán” (Lucas 17:22). Con estas palabras, Jesús les indica que el reinado del Hijo del Hombre tendrá lugar en el futuro. Puede que algunos discípulos estén impacientes por saber cuándo empezará ese periodo, pero tendrán que seguir esperando hasta que llegue el día que Dios ha fijado para la venida del Hijo del Hombre.

      Luego, Jesús añade: “La gente les dirá ‘¡Miren, está allá!’ o ‘¡Miren, está aquí!’. No salgan ni corran detrás de ellos. Porque así como el relámpago resplandece desde una parte del cielo hasta la otra, así será el Hijo del Hombre en su día” (Lucas 17:23, 24). ¿Qué ayudará a sus discípulos a no seguir a falsos mesías? Jesús les dice que la llegada del Mesías como Rey será como un relámpago, que puede verse en una zona muy extensa. Es decir, todos los que estén atentos podrán ver con claridad las pruebas de que Jesús gobierna.

      Entonces, Jesús pone unos ejemplos de la antigüedad que muestran qué actitud tendrán las personas en ese tiempo: “Tal como sucedió en los días de Noé, así será en los días del Hijo del Hombre [...]. También sucederá como en los días de Lot: la gente comía, bebía, compraba, vendía, plantaba, construía... Pero el día en que Lot salió de Sodoma llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos. Así también será en el día en que el Hijo del Hombre sea revelado” (Lucas 17:26-30).

      Jesús no quiere decir que la gente de los días de Noé y de Lot fue destruida por realizar actividades normales como comer, beber, comprar, vender, plantar y construir. De hecho, Noé, Lot y sus familias también hicieron algunas de estas cosas. Pero los demás se dedicaron a esas actividades sin prestar atención a la voluntad de Dios y sin tener en cuenta el tiempo en el que vivían. Así que Jesús les está advirtiendo a sus discípulos que aprendan cuál es la voluntad de Jehová y se esfuercen por cumplirla. En realidad, les indica lo que tienen que hacer para salvarse cuando Dios destruya a los malvados.

      La esposa de Lot se convierte en una estatua de sal

      Los discípulos de Jesús deberán hacer lo posible por no distraerse con las cosas del mundo. Jesús les dice: “Ese día, el que esté en la azotea pero tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, que no vuelva a las cosas que dejó atrás. Acuérdense de la esposa de Lot” (Lucas 17:31, 32). Como sabemos, ella se convirtió en una estatua de sal.

      Jesús sigue explicando lo que pasará cuando gobierne el Hijo del Hombre: “Esa noche habrá dos personas en una cama: una será llevada, pero la otra será abandonada” (Lucas 17:34). Así que algunos se salvarán, pero otros serán abandonados, es decir, morirán.

      Al oír esto, los discípulos le preguntan: “¿Dónde, Señor?”. Y él les contesta: “Donde esté el cuerpo, allí también se juntarán las águilas” (Lucas 17:37). En efecto, algunos serán como las águilas, que tienen una visión muy aguda. Estos discípulos identificarán al verdadero Cristo, el Hijo del Hombre, y se reunirán donde esté él. En ese tiempo, Jesús les enseñará a sus discípulos fieles la verdad que los conducirá a la salvación.

      • ¿En qué sentido está el Reino en medio de los fariseos?

      • ¿En qué se parece la presencia de Cristo a un relámpago?

      • ¿Por qué deben estar alerta los discípulos de Jesús durante la presencia del Hijo del Hombre?

  • La importancia de orar y ser humildes
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un fariseo y un cobrador de impuestos oran a Dios

      CAPÍTULO 94

      La importancia de orar y ser humildes

      LUCAS 18:1-14

      • LA PARÁBOLA DE LA VIUDA PERSISTENTE

      • EL FARISEO Y EL COBRADOR DE IMPUESTOS

      Jesús ya contó una historia para subrayar la importancia de ser persistentes en la oración (Lucas 11:5-13). Ahora, mientras está en Samaria o en Galilea, explica otro ejemplo para destacar que no debemos dejar de orarle a Dios:

      Una viuda suplica justicia a un juez

      “En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba a la gente. Y en aquella ciudad también había una viuda que iba vez tras vez a verlo y le decía: ‘Que se me haga justicia en este conflicto con mi adversario’. Resulta que por algún tiempo él no quiso atenderla, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a la gente, como esta viuda no deja de molestarme, me aseguraré de que se le haga justicia para que no siga viniendo y haciéndome la vida imposible’” (Lucas 18:2-5).

      A continuación, Jesús explica su significado: “¡Fíjense en lo que dijo el juez aunque era injusto! Entonces, ¿no se va a encargar Dios de que se les haga justicia a los escogidos suyos que día y noche le suplican ayuda, mientras él es paciente con ellos?” (Lucas 18:6, 7). ¿Qué nos enseñan estas palabras de Jesús sobre su Padre?

      Está claro que Jesús no quiere decir que Jehová sea como este juez injusto. Más bien, se vale de un contraste para destacar la siguiente idea: si hasta un juez injusto responde a las súplicas constantes, sin duda Dios también lo hará. Él es justo y bueno, y contestará las oraciones de sus siervos si son persistentes. Jesús deja clara esta lección al añadir: “Les digo que él se encargará de que se les haga justicia rápidamente” (Lucas 18:8).

      Normalmente, a los pobres y a los menos favorecidos no se los trata con justicia, mientras que a los poderosos y a los ricos se les da un trato especial. Pero Dios no actúa así. A su debido tiempo, hará justicia y se asegurará de que los malvados sean castigados y de que sus siervos reciban vida eterna.

      Ahora bien, ¿quiénes tienen una fe como la de la viuda? ¿Cuántas personas confían en que Dios “se encargará de que se les haga justicia rápidamente”? Jesús acaba de explicar la importancia de orar con constancia. Pero ahora, con relación a la fe en el poder de la oración, pregunta: “Cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará realmente esa fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Esto significa que, cuando Cristo venga, no habrá muchas personas con esa clase de fe.

      Entre los que escuchan a Jesús, hay algunos que piensan que tienen una fe fuerte. Se creen muy justos y miran a otros con desprecio. Por eso, Jesús les relata otra historia:

      “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo y el otro cobrador de impuestos. El fariseo se levantó y se puso a orar en su interior. Decía: ‘Oh, Dios, te doy las gracias porque no soy como todos los demás: extorsionadores, injustos, adúlteros..., ni tampoco soy como este cobrador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que obtengo’” (Lucas 18:10-12).

      Los fariseos son conocidos por hacer en público llamativas muestras de su supuesta justicia. Lo hacen para impresionar. Se obligan a ayunar los lunes y los jueves, cuando los grandes mercados están llenos y los puede ver mucha gente. También dan la décima parte hasta de las hierbas más pequeñas (Lucas 11:42). Además, hace tan solo unos meses, demostraron su desprecio por la gente común cuando dijeron: “Esta multitud que no conoce la Ley [según la interpretación de los fariseos] es gente maldita” (Juan 7:49).

      Jesús continúa: “Pero el cobrador de impuestos, de pie a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘Oh, Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador’”. Como el cobrador de impuestos reconoce con humildad sus defectos, Jesús concluye: “Les digo que este hombre bajó a su casa resultando ser más justo que el fariseo. Porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido” (Lucas 18:13, 14).

      De esta manera, Jesús deja claro que debemos ser humildes. Este consejo es muy práctico para sus discípulos, pues se han criado en una sociedad en la que los fariseos, que se creen muy justos, dan mucha importancia a la posición social. Sin embargo, también es un valioso consejo para todos los seguidores de Jesús.

      • ¿Qué lección enseña Jesús con la historia del juez injusto que concede a la viuda su petición?

      • ¿Qué clase de fe buscará Jesús cuando llegue?

      • ¿Qué actitud de los fariseos tienen que evitar los seguidores de Jesús?

  • Lecciones sobre el divorcio y el amor a los niños
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • La gente lleva a sus hijos a ver a Jesús

      CAPÍTULO 95

      Lecciones sobre el divorcio y el amor a los niños

      MATEO 19:1-15 MARCOS 10:1-16 LUCAS 18:15-17

      • JESÚS EXPLICA EL PUNTO DE VISTA DE DIOS SOBRE EL DIVORCIO

      • EL DON DE LA SOLTERÍA

      • DEBEMOS SER COMO LOS NIÑOS

      Jesús y sus discípulos salen de Galilea, cruzan el río Jordán y van hacia el sur a través de Perea. La última vez que Jesús estuvo en Perea, les explicó a los fariseos cuál es el punto de vista de Dios sobre el divorcio (Lucas 16:18). Pero ahora ellos vuelven a plantear este tema para poner a prueba a Jesús.

      Moisés escribió que un hombre podía divorciarse de su esposa si descubría “algo vergonzoso” sobre ella (Deuteronomio 24:1). Pero hay diferentes opiniones sobre lo que puede justificar un divorcio. Algunos creen que hasta cosas de poca importancia pueden ser una razón para divorciarse. Así que los fariseos preguntan: “¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo?” (Mateo 19:3).

      En vez de basarse en opiniones humanas, Jesús les responde de manera extraordinaria. Les explica el propósito de Dios para el matrimonio: “¿No leyeron que el que los creó en el principio los hizo hombre y mujer, y dijo ‘Por esa razón, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su esposa y los dos serán una sola carne’? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe ningún hombre” (Mateo 19:4-6). De modo que, cuando Dios unió a Adán y Eva en matrimonio, dejó claro que esa unión no debía romperse.

      Ahora bien, los fariseos no están de acuerdo, y le preguntan: “Entonces, ¿por qué ordenó Moisés que el hombre le diera un certificado de divorcio a su esposa y la despidiera?” (Mateo 19:7). Jesús les contesta: “Moisés les hizo la concesión de que se divorciaran de sus esposas por la terquedad de ustedes. Pero al principio eso no era así” (Mateo 19:8). Ese “principio” no tuvo lugar en el tiempo de Moisés, sino cuando Dios dio origen al matrimonio, en Edén.

      A continuación, Jesús menciona una verdad importante: “Yo les digo que todo el que se divorcie de su esposa —a menos que sea por inmoralidad sexual [en griego, pornéia]— y se case con otra comete adulterio” (Mateo 19:9). Por lo tanto, la única base bíblica para divorciarse es la inmoralidad sexual.

      Los discípulos se sienten impulsados a decir: “Si esta es la situación del hombre con su esposa, es mejor no casarse” (Mateo 19:10). Obviamente, si alguien está pensando en casarse, debe ver el matrimonio como una unión permanente.

      Después, Jesús habla de la soltería y explica que algunos nacen eunucos, es decir, no pueden tener relaciones sexuales. A otros los hacen eunucos, y pierden la capacidad de tener relaciones. Y algunos contienen sus deseos sexuales para servir a Dios más plenamente. Entonces, Jesús dice: “Quien pueda cumplir con esto [la soltería], que lo haga” (Mateo 19:12).

      En ese momento, la gente lleva a sus hijos adonde está Jesús. Sin embargo, los discípulos la regañan, probablemente porque no quieren que lo molesten. Al verlo, Jesús se indigna y les dice: “Dejen que los niños se acerquen a mí. No traten de impedírselo, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño jamás entrará en él” (Marcos 10:14, 15; Lucas 18:15).

      ¡Qué excelente lección! Para recibir las bendiciones del Reino de Dios, debemos ser humildes y estar dispuestos a aprender, igual que los niños. A continuación, Jesús toma en sus brazos a los niños y los bendice, demostrando así el amor que siente por ellos. De hecho, esto es lo que él siente por todos los que son como los niños y aceptan el Reino de Dios (Lucas 18:17).

      • ¿Cómo ponen a prueba a Jesús los fariseos al preguntarle sobre el divorcio?

      • Según explica Jesús, ¿cuál es el punto de vista de Dios sobre el divorcio?

      • ¿Por qué deciden no casarse algunos discípulos?

      • ¿Qué lección enseña Jesús con su manera de tratar a los niños?

  • Jesús responde a un gobernante rico
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • El joven gobernante rico está de rodillas mientras habla con Jesús

      CAPÍTULO 96

      Jesús responde a un gobernante rico

      MATEO 19:16-30 MARCOS 10:17-31 LUCAS 18:18-30

      • UN HOMBRE RICO PREGUNTA CÓMO PUEDE CONSEGUIR LA VIDA ETERNA

      Mientras Jesús sigue viajando por Perea en dirección a Jerusalén, un joven rico se le acerca corriendo y cae de rodillas delante de él. Es un “gobernante de los judíos”, quizás el presidente de una sinagoga o uno de los miembros del Sanedrín. Entonces le dice: “Buen Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Lucas 8:41; 18:18; 24:20).

      Jesús le contesta: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno excepto uno solo: Dios” (Lucas 18:19). Puede que el joven use la expresión “Buen Maestro” como un título, que es lo que hacen los rabinos. Pero, aunque es cierto que enseña muy bien, Jesús le deja claro a este hombre que solo Dios merece el título “Bueno”.

      “De todos modos, si quieres alcanzar la vida, tienes que obedecer siempre los mandamientos”, le aconseja Jesús. “¿Cuáles?”, le pregunta el joven. Y Jesús le contesta mencionando cinco de los Diez Mandamientos: no asesinar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio y honrar a los padres. A continuación, le señala otro mandamiento aún más importante: “Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo” (Mateo 19:17-19).

      El joven le dice: “Yo todo esto siempre lo he obedecido. ¿Qué me queda por hacer?” (Mateo 19:20). Quizás piense que debe hacer alguna otra buena acción, incluso algo heroico, para obtener la vida eterna. Jesús se da cuenta de que su petición es sincera y siente cariño por él (Marcos 10:21). Sin embargo, hay algo que le impide obtener la vida eterna.

      El hombre siente un gran apego por sus posesiones. Por eso Jesús le dice: “Te falta una cosa: ve a vender lo que tienes y dales el dinero a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sé mi seguidor”. El joven podría repartir su dinero a los pobres, que no pueden recompensarle, y hacerse discípulo de Jesús. Pero no lo hace. Entonces se levanta y se va muy triste, mientras Jesús lo mira, probablemente con pena. Este hombre ama tanto las riquezas, sus “muchas posesiones”, que no es capaz de ver dónde está el auténtico tesoro (Marcos 10:21, 22). Finalmente, Jesús dice: “¡Qué difícil va a ser para los que tienen dinero abrirse camino hasta el Reino de Dios!” (Lucas 18:24).

      Los discípulos se quedan admirados por estas palabras y por lo que Jesús dice a continuación: “De hecho, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja de coser que para un rico entrar en el Reino de Dios”. Al oír esto, los discípulos le preguntan: “Entonces, ¿quién se podrá salvar?”. ¿Acaso es imposible salvarse? Jesús los mira fijamente y les contesta: “Las cosas imposibles para los humanos son posibles para Dios” (Lucas 18:25-27).

      Pedro señala que ellos han hecho una elección muy diferente a la del joven rico: “Mira que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. ¿Qué vamos a recibir?”. Jesús menciona el resultado final de su buena decisión: “Cuando llegue el tiempo de hacerlo todo nuevo y el Hijo del Hombre se siente en su trono glorioso, ustedes, los que me han seguido, se sentarán en 12 tronos y juzgarán a las 12 tribus de Israel” (Mateo 19:27, 28).

      Es evidente que Jesús está pensando en el futuro, cuando se haga todo nuevo y la vida en la Tierra vuelva a ser como en el jardín de Edén. Pedro y los demás discípulos recibirán la recompensa de reinar con Jesús sobre la Tierra convertida en un paraíso. Esta recompensa merece cualquier sacrificio que puedan hacer.

      Sin embargo, no todas las recompensas son para el futuro. Sus discípulos ya han recibido algunas, como Jesús les indica a continuación: “No hay nadie que haya dejado hogar, esposa, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios que no reciba mucho más en este tiempo y, en el sistema que viene, vida eterna” (Lucas 18:29, 30).

      En efecto, sin importar adónde vayan, los discípulos pueden disfrutar con sus hermanos en la fe de una amistad más estrecha y valiosa que con sus propios familiares. Lamentablemente, parece que el joven gobernante rico no solo perderá esta recompensa, sino también la vida en el Reino celestial de Dios.

      Entonces Jesús añade: “Pero muchos que son primeros serán últimos, y muchos que son últimos serán primeros” (Mateo 19:30). ¿Qué quiere decir con estas palabras?

      El joven gobernante rico está entre los “primeros” porque es uno de los líderes de los judíos. Como obedece los mandamientos de Dios, podría hacer muchas cosas buenas como discípulo de Jesús, y se podría esperar mucho de él. Pero les da más importancia a las riquezas y a sus posesiones. En cambio, la gente común se da cuenta de que las enseñanzas de Jesús son la verdad y el camino a la vida. Ellos han sido “últimos”, por así decirlo, pero ahora serán “primeros”, pues pueden tener la esperanza de sentarse en tronos en el cielo con Jesús y reinar sobre la Tierra convertida en un paraíso.

      • ¿Quién se acerca a Jesús?

      • ¿Por qué no quiere Jesús que lo llamen “Buen Maestro”?

      • ¿Qué recompensas les promete Jesús a sus seguidores?

      • ¿En qué sentido los “primeros” serán “últimos”, y los “últimos” serán “primeros”?

  • La parábola de los trabajadores de la viña
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Trabajadores de una viña

      CAPÍTULO 97

      La parábola de los trabajadores de la viña

      MATEO 20:1-16

      • LOS “ÚLTIMOS” TRABAJADORES DE LA VIÑA SERÁN LOS “PRIMEROS”

      Jesús sigue en Perea y acaba de decir que “muchos que son primeros serán últimos, y muchos que son últimos serán primeros” (Mateo 19:30). Para destacar esta idea, cuenta una historia sobre los trabajadores de una viña:

      “El Reino de los cielos es como el dueño de una propiedad que salió muy temprano por la mañana para contratar trabajadores para su viña. Después de ponerse de acuerdo con los trabajadores en que les pagaría un denario al día, los envió a su viña. Cerca de la hora tercera volvió a salir y vio en la plaza de mercado a otros que estaban allí de pie sin trabajo. Así que les dijo: ‘Vayan también ustedes a la viña, que les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Él salió de nuevo cerca de la hora sexta, y también de la hora novena, y volvió a hacer lo mismo. Finalmente, salió cerca de la hora undécima y encontró a otros más que estaban allí parados, así que les preguntó: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajo?’. Le contestaron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan ustedes también a la viña’” (Mateo 20:1-7).

      Al oír “el Reino de los cielos” y “el dueño de una propiedad”, es probable que los que lo escuchan piensen en Jehová. Las Escrituras lo describen como el dueño de una viña, que representa a la nación de Israel (Salmo 80:8, 9; Isaías 5:3, 4). Los que están bajo el pacto de la Ley son como los que trabajan en la viña. Pero Jesús no habla de algo que ya ocurrió, sino de algo que sucede durante su ministerio en la Tierra.

      En teoría, los líderes religiosos —como los fariseos que hace poco pusieron a prueba a Jesús preguntándole sobre el divorcio— trabajan para Dios, o le sirven, todo el tiempo. De modo que son como los trabajadores que pasan todo el día en la viña y esperan recibir un denario, el salario que se paga por una jornada completa.

      Los sacerdotes y otros líderes religiosos creen que los judíos comunes sirven a Dios menos que ellos, como si trabajaran en la viña de Dios solo media jornada. Estos son los trabajadores de la historia a los que se contrata “cerca de la hora tercera” (las nueve de la mañana) o más tarde: en “la hora sexta”, en “la hora novena” y por último en “la hora undécima” (las cinco de la tarde).

      A los hombres y las mujeres que siguen a Jesús se los considera “gente maldita” (Juan 7:49). Han dedicado la mayor parte de su vida a la pesca o a otras ocupaciones. Entonces, aproximadamente en octubre del año 29, “el dueño de la viña” envió a Jesús para que llamara a estas personas humildes con el fin de que trabajaran para Dios como discípulos de Cristo. Son los “últimos” que menciona Jesús, los trabajadores a los que se contrata en “la hora undécima”.

      Jesús concluye explicando lo que sucede al final del día: “Cuando anocheció, el dueño de la viña le dijo a su encargado: ‘Llama a los trabajadores y págales. Empieza por los últimos y termina por los primeros’. Cuando se presentaron los trabajadores de la hora undécima, cada uno de ellos recibió un denario. Por eso los primeros, cuando se presentaron, esperaban recibir más, pero a ellos también se les pagó un denario. Al recibirlo, empezaron a quejarse del dueño de la propiedad y le dijeron: ‘¡Estos últimos han trabajado apenas una hora y tú los tratas igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor abrasador!’. Pero él le respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no me he portado mal contigo. Quedamos en que te pagaría un denario, ¿no es cierto? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle al último lo mismo que a ti. ¿Acaso no tengo derecho a hacer lo que quiera con lo que es mío? ¿O es que tienes envidia porque soy generoso con ellos?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros serán últimos” (Mateo 20:8-16).

      Tal vez los discípulos se pregunten qué significa la parte final de la historia. ¿En qué sentido serán “últimos” los líderes religiosos judíos, que se consideran los “primeros”? ¿Y por qué serán los “primeros” los discípulos de Jesús?

      Los discípulos de Jesús, a los que los fariseos y otros ven como los “últimos”, serán los “primeros” que recibirán el salario completo. Tras la muerte de Jesús, Dios rechazará a la nación de Israel y escogerá a una nueva, “el Israel de Dios” (Gálatas 6:16; Mateo 23:38). Juan el Bautista se refirió a los que formarían parte de esta nueva nación cuando dijo que en el futuro habría un bautismo con espíritu santo. Los que han sido “últimos” serán los primeros que recibirán este bautismo y el privilegio de ser testigos de Jesús “hasta la parte más lejana de la tierra” (Hechos 1:5, 8; Mateo 3:11). Aunque los discípulos no comprendan del todo el gran cambio del que habla Jesús, es posible que se den cuenta de que les espera una fuerte oposición de los líderes religiosos, quienes pasan a ser “últimos”.

      • ¿Por qué se puede decir que Jehová es “el dueño de la viña”? ¿Quiénes son “los trabajadores”?

      • ¿A qué gran cambio hace referencia Jesús con esta historia?

      • ¿En qué momento ocurre este cambio?

  • Los apóstoles de nuevo quieren prominencia
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Salomé se acerca a Jesús y le pide un favor en nombre de sus hijos

      CAPÍTULO 98

      Los apóstoles de nuevo quieren prominencia

      MATEO 20:17-28 MARCOS 10:32-45 LUCAS 18:31-34

      • JESÚS VUELVE A PREDECIR SU MUERTE

      • CORRIGE A LOS APÓSTOLES POR SU DESEO DE PROMINENCIA

      Jesús y sus discípulos siguen viajando por Perea hacia el sur y ahora cruzan el río Jordán cerca de Jericó. Les falta poco para llegar a Jerusalén. Otras personas viajan con ellos para la celebración de la Pascua del año 33.

      Jesús va delante de los discípulos, decidido a llegar a la ciudad a tiempo para la Pascua. Pero los discípulos tienen miedo, pues no hace mucho, cuando Lázaro murió y Jesús se disponía a ir de Perea a Judea, Tomás les había dicho a los demás: “Vayamos nosotros también y muramos con él” (Juan 11:16, 47-53). Así que ir a Jerusalén es arriesgado, y es normal que los discípulos estén asustados.

      Con el fin de prepararlos para lo que viene, Jesús lleva a sus apóstoles aparte y les dice: “Estamos subiendo a Jerusalén, y allí el Hijo del Hombre va a ser entregado a los sacerdotes principales y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a hombres de las naciones, que se burlarán de él, le darán latigazos y lo ejecutarán en un madero; y al tercer día será resucitado” (Mateo 20:18, 19).

      Esta es la tercera vez que Jesús les habla a sus discípulos sobre su muerte y resurrección (Mateo 16:21; 17:22, 23). Pero, en esta ocasión, les menciona que lo van a ejecutar en un madero. Aunque los discípulos lo están escuchando, no comprenden del todo lo que Jesús les quiere decir. Tal vez sea porque esperan que se restablezca el reino de Israel y desean disfrutar de gloria y honra en un reino terrestre con Cristo.

      Santiago y Juan

      La madre de los apóstoles Santiago y Juan, que probablemente es Salomé, también viaja con ellos. Debido al carácter impetuoso de estos dos apóstoles, Jesús les ha dado un nombre que significa “hijos del trueno” (Marcos 3:17; Lucas 9:54). Hace algún tiempo que ellos desean ocupar un lugar importante en el Reino de Cristo, y su madre lo sabe. Así que ella se acerca a Jesús y se inclina ante él para pedirle un favor en nombre de sus hijos. Entonces Jesús le pregunta: “¿Qué es lo que quieres?”. Ella le responde: “Manda que mis dos hijos se sienten contigo en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mateo 20:20, 21).

      En realidad, esta petición viene de Santiago y Juan. Así que Jesús, que acaba de describir la situación tan vergonzosa y humillante que le espera, les dice: “Ustedes no saben lo que están pidiendo. ¿Acaso pueden beber de la copa de la que yo estoy a punto de beber?”. Ellos le responden: “Sí podemos” (Mateo 20:22). Sin embargo, es probable que no comprendan lo que eso implica para ellos.

      A pesar de todo, Jesús les dice: “Sí, ustedes van a beber de mi copa, pero yo no soy el que dice quiénes van a sentarse a mi derecha y a mi izquierda. Esos lugares son para aquellos para quienes mi Padre los ha preparado” (Mateo 20:23).

      Al enterarse de lo que han pedido Santiago y Juan, los otros 10 apóstoles se molestan mucho. Quizás Santiago y Juan expresaron sin rodeos sus ambiciones cuando los apóstoles discutieron anteriormente sobre quién era el más importante (Lucas 9:46-48). Sea como sea, esta petición demuestra que ninguno de los 12 apóstoles ha aplicado el consejo de Jesús de portarse como uno de los menores. Siguen teniendo el deseo de destacar.

      Así que Jesús decide corregir este desacuerdo y la situación desagradable que está creando. Llama a los 12 apóstoles y les aconseja con bondad: “Saben que los que parecen gobernar a las naciones dominan al pueblo y que sus hombres importantes tienen autoridad sobre la gente. Entre ustedes no debe ser así. Más bien, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes tiene que servir a los demás y el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser el esclavo de todos” (Marcos 10:42-44).

      A continuación, Jesús les menciona que deben imitar el ejemplo que él mismo les ha puesto. Les dice: “El Hijo del Hombre [...] no vino para que le sirvieran, sino para servir a los demás y para dar su vida como rescate a cambio de muchas personas” (Mateo 20:28). Jesús lleva unos tres años sirviendo a los demás, y lo hará hasta el punto de morir por la humanidad. De modo que sus discípulos deben tener esa misma actitud. Deben estar dispuestos a servir en vez de que les sirvan y portarse como uno de los más pequeños en vez de desear una posición prominente.

      • ¿Cómo prepara Jesús a sus discípulos para lo que les espera?

      • ¿Qué le piden dos apóstoles a Jesús, y cómo reaccionan los demás?

      • ¿Cómo corrige Jesús a sus apóstoles por su deseo de prominencia?

  • Jesús cura a dos ciegos y ayuda a Zaqueo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Zaqueo subido a un árbol

      CAPÍTULO 99

      Jesús cura a dos ciegos y ayuda a Zaqueo

      MATEO 20:29-34 MARCOS 10:46-52 LUCAS 18:35-19:10

      • JESÚS CURA A DOS CIEGOS EN JERICÓ

      • UN COBRADOR DE IMPUESTOS LLAMADO ZAQUEO SE ARREPIENTE

      Jesús y los que viajan con él llegan a Jericó, que está aproximadamente a un día de camino de Jerusalén. Jericó está formada por dos partes: la ciudad antigua y la ciudad nueva, que está a casi dos kilómetros (una milla) de distancia y fue construida en la época romana. Cuando Jesús y la multitud que lo sigue van de una parte de la ciudad a la otra, dos mendigos ciegos oyen el alboroto. Uno de ellos se llama Bartimeo.

      Cuando Bartimeo y su compañero se enteran de que Jesús está pasando por ahí, empiezan a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!” (Mateo 20:30). Algunos los regañan y les ordenan que se callen, pero ellos gritan aún más fuerte. Al oírlos, Jesús se detiene y les pide a sus acompañantes que llamen a estos hombres que están gritando. Ellos se acercan a los mendigos y le dicen a uno: “¡Ánimo! Levántate, que te está llamando” (Marcos 10:49). El ciego, emocionado, se quita rápidamente el manto, se pone de pie de un salto y va hacia Jesús.

      Jesús cura a un hombre ciego

      Entonces Jesús les pregunta: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”. Ellos le suplican: “Señor, que se nos abran los ojos” (Mateo 20:32, 33). Jesús se compadece de ellos, les toca los ojos y le dice a uno: “Vete, tu fe te ha curado” (Marcos 10:52). En ese momento, los ciegos recuperan la vista y de inmediato comienzan a glorificar a Dios. Al ver esto, todo el pueblo también alaba a Jehová, y los dos hombres empiezan a seguir a Jesús.

      Mientras Jesús cruza la ciudad de Jericó, muchísimas personas lo siguen. Todos quieren ver al que ha curado a los ciegos. Pero, como Jesús está totalmente rodeado de gente, algunos ni siquiera pueden verlo. Esto es lo que le ocurre a Zaqueo, el jefe de los cobradores de impuestos de Jericó y sus alrededores. Como es de baja estatura, no puede ver lo que está pasando, así que se adelanta y se sube a un sicómoro o higuera moral que está en el camino por donde va a pasar Jesús. Desde allí, puede ver todo mejor. Cuando Jesús se acerca y ve a Zaqueo subido al árbol, le dice: “Zaqueo, baja enseguida, que hoy tengo que quedarme en tu casa” (Lucas 19:5). Zaqueo baja y corre a su casa para recibir a su invitado de honor.

      Cuando la gente ve lo que está pasando, empieza a murmurar. No les parece bien que Jesús vaya a la casa de un hombre que ellos consideran pecador, ya que Zaqueo se ha hecho rico presionando a los que les cobra impuestos para que le den más dinero del debido.

      Al ver a Jesús entrar en la casa de Zaqueo, la gente protesta: “Fue a hospedarse en la casa de un pecador”. Sin embargo, Jesús cree que Zaqueo puede arrepentirse, y eso es precisamente lo que ocurre. Zaqueo se levanta y dice: “Mira, Señor, les voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y todo lo que conseguí extorsionando a los demás lo devolveré multiplicado por cuatro” (Lucas 19:7, 8).

      Sin duda, eso es una prueba clara de que Zaqueo está arrepentido de corazón. Parece que, por sus registros, puede calcular cuánto les ha cobrado de más a algunos judíos y se compromete a devolverles cuatro veces esa cantidad. Eso es incluso más de lo que la Ley exige (Éxodo 22:1; Levítico 6:2-5). Y no solo eso. Zaqueo promete darles a los pobres la mitad de sus posesiones.

      Jesús se alegra de que Zaqueo demuestre que está arrepentido y dice: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lucas 19:9, 10).

      No hace mucho que Jesús explicó la parábola del hijo perdido para referirse a la situación de quienes se han alejado de Jehová (Lucas 15:11-24). Ahora, indica que tenemos un ejemplo de la vida real de alguien que estaba perdido pero que ha sido encontrado. Aunque los líderes religiosos y sus seguidores critican a Jesús por prestar atención a personas como Zaqueo, Jesús sigue buscando a estos hijos perdidos de Abrahán para ayudarlos a arrepentirse.

      • ¿Dónde encuentra Jesús a dos mendigos ciegos, y qué hace por ellos?

      • ¿Quién es Zaqueo, y cómo demuestra que está arrepentido?

      • ¿Qué aprendemos de la manera en que Jesús trata a Zaqueo?

  • La parábola de las 10 minas
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un esclavo le devuelve su mina a su dueño

      CAPÍTULO 100

      La parábola de las 10 minas

      LUCAS 19:11-28

      • EL EJEMPLO DE JESÚS SOBRE LAS 10 MINAS

      Aunque Jesús tiene la intención de ir a Jerusalén, puede que siga con sus discípulos en la casa de Zaqueo. Ellos creen que Jesús pronto empezará a gobernar como Rey del “Reino de Dios” (Lucas 19:11). Como no logran entender este asunto ni que Jesús tiene que morir, él les pone un ejemplo para ayudarlos a comprender que todavía falta mucho tiempo para que llegue el Reino.

      Les dice: “Un hombre de familia noble viajó a una tierra lejana para asegurarse la posición de rey y después regresar” (Lucas 19:12). Un viaje así tomaría mucho tiempo. Evidentemente, Jesús es el “hombre de familia noble” que viaja a “una tierra lejana”, es decir, el cielo. Allí, su Padre lo nombrará Rey.

      En el ejemplo, el “hombre de familia noble” llama a 10 esclavos antes de irse y a cada uno le da una mina de plata. Entonces les dice: “Negocien con ellas hasta que yo venga” (Lucas 19:13). Una mina de plata es una importante cantidad de dinero, pues equivale a la paga de más de tres meses de un agricultor.

      Es posible que los discípulos se den cuenta de que son como los 10 esclavos del ejemplo, ya que Jesús los ha comparado antes a trabajadores de una cosecha (Mateo 9:35-38). Claro, él no les pide que recojan la cosecha de algún cereal. Más bien, quiere que hagan discípulos que también formen parte del Reino de Dios. Para ello, los discípulos usan el tiempo, las energías y los recursos económicos que tienen.

      ¿Qué más enseña Jesús con este ejemplo? Les explica que la gente del país odiaba al hombre de familia noble “y enviaron un grupo de embajadores a decir: ‘No queremos que este hombre llegue a ser rey sobre nosotros’” (Lucas 19:14). Los discípulos saben que los judíos no aceptan a Jesús y que algunos hasta quieren matarlo. Después de que Jesús muere y regresa al cielo, la mayoría de los judíos persiguen a sus discípulos, mostrando así lo que opinan de él. Estos enemigos de Jesús dejan claro que no lo quieren como Rey (Juan 19:15, 16; Hechos 4:13-18; 5:40).

      ¿Cómo usan los 10 esclavos las minas hasta que el “hombre de familia noble” es nombrado rey y regresa? Jesús continúa diciendo: “Cuando por fin volvió después de asegurarse la posición de rey, reunió a los esclavos a los que les había dado el dinero para averiguar cuánto habían ganado haciendo negocios. Se acercó el primero y le dijo: ‘Señor, tu mina produjo 10 minas’. El rey le contestó: ‘¡Bien hecho, buen esclavo! Como has sido fiel en un asunto tan pequeño, tendrás autoridad sobre 10 ciudades’. Luego vino el segundo y le dijo: ‘Tu mina, Señor, produjo 5 minas’. A este le contestó igual: ‘Tú tendrás a tu cargo 5 ciudades’” (Lucas 19:15-19).

      Si los discípulos se dan cuenta de que son como los esclavos que usan sus posesiones al máximo para hacer más discípulos, pueden estar seguros de que Jesús estará contento y premiará su duro trabajo. Es cierto que no todos tienen las mismas circunstancias, oportunidades o habilidades. Sin embargo, Jesús, que llegará a ocupar “la posición de rey”, tendrá en cuenta sus esfuerzos y lealtad en la obra de hacer discípulos y los bendecirá (Mateo 28:19, 20).

      Fijémonos ahora en el contraste que hace Jesús al concluir su relato: “Pero vino otro y le dijo: ‘Señor, aquí está tu mina, que tuve escondida en un pañuelo. Es que yo te tenía miedo porque eres un hombre severo; retiras lo que no depositaste y cosechas lo que no sembraste’. El rey le contestó: ‘Por tus propias palabras te juzgo, esclavo malvado. ¿Conque sabías que yo soy un hombre severo, que retiro lo que no deposité y cosecho lo que no sembré? Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Así, al venir yo, lo habría recuperado con intereses’. Y les dijo a los que estaban allí: ‘Quítenle la mina y dénsela al que tiene las 10 minas’” (Lucas 19:20-24).

      Este esclavo pierde su mina porque no se esfuerza por aumentar la riqueza de su amo. Los apóstoles esperan que Jesús sea Rey del Reino de Dios. Por eso, al oír sus palabras sobre este último esclavo, probablemente entienden que, si no trabajan duro, no formarán parte del Reino.

      Sin duda, lo que dice Jesús debe animar a los discípulos fieles a esforzarse más. A continuación, añade: “Les digo que a todo el que tiene se le dará más, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. Después explica que sus enemigos, que no quieren que él llegue a ser “rey sobre ellos”, serán destruidos. Entonces, Jesús sigue su viaje hacia Jerusalén (Lucas 19:26-28).

      • ¿Por qué pone Jesús el ejemplo de las minas?

      • ¿Quién es el “hombre de familia noble”? ¿Qué es la “tierra lejana” a la que viaja?

      • ¿Quiénes son los esclavos? ¿A quiénes representa la gente del país que odia al hombre de familia noble?

      • ¿Qué diferencia hay entre los esclavos que son premiados y el esclavo que pierde su mina?

  • Jesús cena en Betania, en casa de Simón
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • María derrama aceite perfumado sobre la cabeza de Jesús mientras él está sentado a la mesa

      CAPÍTULO 101

      Jesús cena en Betania, en casa de Simón

      MATEO 26:6-13 MARCOS 14:3-9 JUAN 11:55-12:11

      • JESÚS REGRESA A BETANIA, CERCA DE JERUSALÉN

      • MARÍA PONE ACEITE PERFUMADO SOBRE JESÚS

      Jesús sale de Jericó y se dirige a Betania. Para llegar allí, hay que subir unos 20 kilómetros (12 millas) por un terreno montañoso. Jericó está a unos 250 metros (820 pies) bajo el nivel del mar, y Betania, a unos 600 metros (2.000 pies) sobre el nivel del mar. Lázaro y sus dos hermanas viven en la aldea de Betania, que está en la ladera oriental del monte de los Olivos, a unos 3 kilómetros (2 millas) de Jerusalén.

      Muchos judíos ya están en Jerusalén para celebrar la Pascua. Han venido con suficiente tiempo “para limpiarse ceremonialmente” en caso de que estén impuros por haber tocado un cadáver o por otra razón (Juan 11:55; Números 9:6-10). Algunos de los que van llegando se reúnen en el templo y se preguntan si Jesús vendrá para la Pascua (Juan 11:56).

      Jesús es el centro de todas las conversaciones, y algunos líderes religiosos quieren apresarlo y matarlo. De hecho, han ordenado que cualquiera que se entere de dónde está debe informarles para que puedan atraparlo (Juan 11:57). Ellos ya intentaron matarlo después de que resucitó a Lázaro (Juan 11:49-53). Por eso, quizás algunos dudan de que Jesús se deje ver en público.

      El viernes, “seis días antes de la Pascua”, Jesús llega a Betania (Juan 12:1). Así que termina su viaje antes del sábado 8 de nisán, que empieza al anochecer del viernes. No podría haber viajado en sábado, es decir, desde la puesta del Sol del viernes hasta la puesta del Sol del sábado, porque la ley judía lo prohíbe. Probablemente, Jesús va ahora a la casa de Lázaro, como ya ha hecho antes.

      Otro hombre de Betania, llamado Simón, invita a Jesús y sus compañeros, incluido Lázaro, a cenar en su casa el sábado. Simón es conocido como “el leproso” porque quizás tuvo esa enfermedad, y Jesús lo curó. Marta, tan trabajadora como siempre, sirve a los invitados. En cambio, María da una atención especial a Jesús, lo que provoca una discusión.

      María abre una cajita o frasco de alabastro que contiene “una libra de un aceite perfumado muy caro, de nardo puro” (Juan 12:3). El valor de este aceite (300 denarios) equivale aproximadamente a la paga de un año entero. María derrama el aceite en la cabeza y en los pies de Jesús, y luego se los seca con su cabello. El aroma inunda toda la casa.

      Al ver esto, los discípulos se enojan y preguntan: “¿A qué viene este desperdicio de aceite perfumado?” (Marcos 14:4). Judas Iscariote se queja: “¿Por qué no se vendió este aceite perfumado por 300 denarios y se dio ese dinero a los pobres?” (Juan 12:5). Pero no dice eso porque le importen los pobres, sino porque está robando de la caja del dinero que tiene a su cargo.

      Sin embargo, Jesús sale en defensa de María y les dice: “¿Por qué quieren causarle problemas a esta mujer? Ella ha hecho algo muy bueno por mí. Porque a los pobres siempre los tienen con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre. Cuando ella me puso este aceite perfumado en el cuerpo, me estaba preparando para mi entierro. Les aseguro que, en todo el mundo, en cualquier lugar donde se prediquen estas buenas noticias, también se contará lo que hizo esta mujer, y así será recordada” (Mateo 26:10-13).

      Jesús lleva más de un día en Betania, y se ha corrido la voz de que está allí. Muchos judíos van a la casa de Simón para verlo, pero también quieren ver a Lázaro, “a quien él [Jesús] había levantado de entre los muertos” (Juan 12:9). Entonces, los sacerdotes principales hacen planes para matar a Jesús y a Lázaro, pues creen que muchas personas ponen su fe en Jesús debido a la resurrección de Lázaro. Es increíble lo crueles que son.

      • ¿De qué hablan los judíos en el templo?

      • ¿Por qué sabemos que Jesús llega a Betania el viernes y no el sábado?

      • ¿Qué acción de María provoca una discusión, y cómo la defiende Jesús?

      • ¿Qué hecho demuestra la crueldad de los sacerdotes principales?

  • El Rey entra en Jerusalén montado en un burrito
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús entra en Jerusalén montado en un burrito, y una multitud lo aclama como Rey

      CAPÍTULO 102

      El Rey entra en Jerusalén montado en un burrito

      MATEO 21:1-11, 14-17 MARCOS 11:1-11 LUCAS 19:29-44 JUAN 12:12-19

      • LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN

      • JESÚS PREDICE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN

      Al día siguiente, el domingo 9 de nisán, Jesús y sus discípulos salen de Betania y se dirigen a Jerusalén. Cuando llegan a Betfagué, en el monte de los Olivos, Jesús les encarga algo a dos de sus discípulos.

      Les dice: “Vayan a la aldea que ven allí. Apenas lleguen, encontrarán una burra atada y un burrito con ella. Desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les dice algo, contesten: ‘El Señor los necesita’. Enseguida dejará que se los lleven” (Mateo 21:2, 3).

      En ese momento, los discípulos no se dan cuenta de que estas instrucciones de Jesús están relacionadas con una profecía bíblica. Sin embargo, tiempo después comprenden que así se cumplen las palabras de Zacarías. Él predijo que el Rey prometido por Dios llegaría a Jerusalén de manera “humilde” y “montado en un burro, en un burrito, la cría de una burra” (Zacarías 9:9).

      Cuando los discípulos entran en Betfagué y desatan a la burra y al burrito, algunos de los que están por allí les preguntan: “¿Qué están haciendo desatando al burrito?” (Marcos 11:5). Pero, cuando se enteran de que los animales son para el Señor, les dan permiso para que se los lleven. Los discípulos ponen sus mantos encima de los dos animales, y Jesús se monta en el burrito.

      A medida que Jesús se acerca a Jerusalén, cada vez se encuentra con más gente. Muchos ponen sobre el camino sus mantos, y otros, ramas de los árboles o “de los campos”. La multitud grita: “¡Salva, rogamos! ¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová! ¡Bendito el Reino que viene, el Reino de nuestro padre David!” (Marcos 11:8-10). Al oír estas palabras, los fariseos que están entre ellos se enojan y le dicen a Jesús: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Él les responde: “Les digo que, si ellos se quedaran callados, las piedras gritarían” (Lucas 19:39, 40).

      Al ver Jerusalén, Jesús empieza a llorar y dice: “Si tú, tú misma, hubieras percibido en este día las cosas que tienen que ver con la paz... Pero ya han sido escondidas de tus ojos”. Jerusalén tendrá que sufrir las consecuencias de haber desobedecido a propósito. Jesús predice: “Tus enemigos levantarán a tu alrededor un cerco de estacas puntiagudas; te rodearán y te asediarán por todos lados. A ti y a tus habitantes los derribarán al suelo, y no dejarán en ti piedra sobre piedra” (Lucas 19:42-44). Esta profecía de Jesús se cumple cuando Jerusalén es destruida en el año 70.

      Cuando Jesús entra en Jerusalén, la ciudad entera se alborota, y la gente pregunta: “¿Quién es este?”. Las multitudes responden: “¡Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea!” (Mateo 21:10, 11). Las personas que vieron a Jesús resucitar a Lázaro les cuentan a otros el milagro que realizó. Pero los fariseos se lamentan porque no están consiguiendo nada en absoluto. De hecho, se dicen unos a otros: “¡Miren cómo todo el mundo se ha ido detrás de él!” (Juan 12:18, 19).

      Tal como hace siempre que está en Jerusalén, Jesús va al templo a enseñar. Allí cura a los ciegos y a los cojos. Los sacerdotes principales y los escribas se ponen furiosos cuando ven lo que hace y cuando oyen a los niños gritando en el templo: “¡Salva, rogamos, al Hijo de David!”. Así que le preguntan a Jesús: “¿Oyes lo que están diciendo?”. Y él les contesta: “¿Es que ustedes nunca leyeron esto: ‘Has hecho que de la boca de los pequeños y de los niños de pecho salga alabanza’?” (Mateo 21:15, 16).

      Jesús le echa un vistazo a lo que sucede en el templo. Pero, como ya es tarde, se va con los apóstoles. Antes de que empiece el 10 de nisán, regresa a Betania, donde pasa la noche del domingo.

      • ¿Cuándo y de qué manera entra Jesús en Jerusalén como Rey?

      • ¿Cómo se siente Jesús al ver Jerusalén? ¿Qué profetiza sobre ella?

      • ¿Qué sucede cuando Jesús va al templo?

  • Vuelve a echar del templo a los comerciantes
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús vuelca la mesa de un hombre que cambia dinero

      CAPÍTULO 103

      Vuelve a echar del templo a los comerciantes

      MATEO 21:12, 13, 18, 19 MARCOS 11:12-18 LUCAS 19:45-48 JUAN 12:20-27

      • JESÚS MALDICE UNA HIGUERA Y ECHA DEL TEMPLO A LOS COMERCIANTES

      • JESÚS TIENE QUE MORIR PARA DAR VIDA A MUCHOS

      Jesús y sus discípulos ya han pasado tres noches en Betania desde que llegaron de Jericó. Temprano por la mañana del lunes 10 de nisán, salen hacia Jerusalén. Como Jesús tiene hambre, cuando ve una higuera, se acerca a ella. ¿Tendrá higos?

      Es marzo, y el mes está a punto de acabar, pero la temporada de los higos no llega hasta junio. No obstante, a esta higuera le han brotado las hojas muy pronto. Jesús piensa que tal vez también tiene fruto, pero no es así. La higuera tiene hojas, pero, al contrario de lo que parece, no tiene ni un solo higo. Entonces, Jesús dice: “Que nadie vuelva a comer de tu fruto jamás” (Marcos 11:14). Al instante, el árbol empieza a secarse. Jesús explicará a la mañana siguiente lo que eso significa.

      Poco después, Jesús y sus discípulos llegan a Jerusalén, y él se dirige al templo, que ya había inspeccionado la tarde anterior. Pero hoy hace algo parecido a lo que hizo tres años atrás durante la Pascua del año 30 (Juan 2:14-16). En esta ocasión, Jesús echa a los que venden y compran allí. Además, vuelca las mesas de los que cambian dinero y los bancos de los que venden palomas (Marcos 11:15). Ni siquiera permite que usen el patio del templo como atajo para llevar cosas de un lado a otro de la ciudad.

      ¿Por qué hace algo tan drástico con los que cambian dinero y venden animales en el templo? Él dice: “¿Acaso no está escrito ‘Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones’? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones” (Marcos 11:17). Los llama ladrones porque les cobran demasiado dinero a los que tienen que comprar animales para los sacrificios. Para Jesús, eso es un robo.

      Los sacerdotes principales, los escribas y las personas más importantes del pueblo se enteran de lo que ha hecho y se esfuerzan todavía más por acabar con él. Pero tienen un problema: no saben cómo hacerlo porque las multitudes siguen yendo adonde él para escucharlo.

      A la Pascua no solo han venido judíos de nacimiento, sino también prosélitos, personas que se han convertido a la religión judía. Entre ellos hay unos griegos que han venido a adorar a Dios en la fiesta. Estos hombres se acercan a Felipe, quizás porque tiene un nombre griego, y le piden ver a Jesús. Felipe tal vez no está seguro de que sea una buena idea, así que lo consulta con Andrés. Los dos van a informárselo a Jesús, que al parecer todavía está en el templo.

      Jesús sabe que morirá dentro de unos días, así que no es momento de satisfacer la curiosidad de la gente ni de ganar popularidad. Por eso les responde a los dos apóstoles con un ejemplo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De verdad les aseguro que, si el grano de trigo no cae al suelo y muere, sigue siendo solo un grano. Pero, si muere, entonces da mucho fruto” (Juan 12:23, 24).

      Un grano de trigo tal vez parezca poca cosa. Sin embargo, si se pone en la tierra y “muere” como semilla, puede germinar y con el tiempo crecer hasta convertirse en un tallo que produce mucho grano. De manera parecida, Jesús es un solo hombre perfecto y, al mantenerse leal a Dios hasta la muerte, se convertirá en el medio para dar vida eterna a muchos que tienen un espíritu de sacrificio como el de él. De ahí que Jesús afirme: “El que ama su vida la perderá, pero el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna” (Juan 12:25).

      Jesús no está pensando solo en él, pues asegura: “Si alguien quiere servirme, que me siga; y, donde yo esté, allí también estará mi siervo. Si alguien me sirve, el Padre lo honrará” (Juan 12:26). ¡Qué magnífica recompensa! Los que reciban honra del Padre llegarán a ser compañeros de Cristo en el Reino.

      Pensando en el enorme sufrimiento y la terrible muerte que le esperan, Jesús reconoce: “Me siento angustiado. Y ¿qué podría decir? Padre, líbrame de esta difícil hora”. Pero él quiere hacer la voluntad de Dios, por eso dice a continuación: “Precisamente para esto he llegado a esta hora” (Juan 12:27). Jesús está de acuerdo con todo lo que forma parte del propósito de Dios, lo que incluye dar su vida en sacrificio.

      • ¿Por qué piensa Jesús que la higuera tal vez tiene higos aunque todavía no ha llegado la temporada?

      • ¿Por qué tiene razón Jesús al llamar ladrones a los que venden en el templo?

      • ¿En qué sentido se compara Jesús a un grano de trigo, y cómo se siente él al pensar en el sufrimiento y la muerte que le esperan?

  • Los judíos escuchan la voz de Dios, ¿tendrán fe ahora?
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús dice: “Padre, glorifica tu nombre”, y los judíos que están cerca de él escuchan la voz de Dios

      CAPÍTULO 104

      Los judíos escuchan la voz de Dios, ¿tendrán fe ahora?

      JUAN 12:28-50

      • MUCHOS ESCUCHAN LA VOZ DE DIOS

      • LA BASE SOBRE LA QUE SERÁN JUZGADAS LAS PERSONAS

      Todavía es lunes 10 de nisán, y Jesús está en el templo hablando sobre la muerte que le espera. Le preocupa cómo afectará a la reputación de Dios, por eso dice: “Padre, glorifica tu nombre”. A continuación, una voz fuerte contesta desde el cielo: “Lo he glorificado y lo volveré a glorificar” (Juan 12:27, 28).

      La gente que está cerca de él se queda desconcertada. Algunos piensan que han oído un trueno, y otros dicen: “Le ha hablado un ángel” (Juan 12:29). Sin embargo, es Jehová quien acaba de hablar. Pero esta no es la primera vez que se ha oído la voz de Dios desde que Jesús comenzó su ministerio.

      Tres años y medio antes, en el bautismo de Jesús, Juan el Bautista escuchó a Dios decir: “Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación”. Más tarde, después de la Pascua del año 32, cuando Jesús cambió de aspecto delante de Santiago, Juan y Pedro, ellos también oyeron a Dios declarar: “Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación. Escúchenlo” (Mateo 3:17; 17:5). Pero, esta tercera vez, muchos han podido oír la voz de Jehová.

      Entonces, Jesús explica: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes” (Juan 12:30). Es una prueba de que él es, sin duda, el Hijo de Dios, el Mesías que se había predicho.

      Jesús ha sido fiel a Dios toda su vida. Así ha puesto un ejemplo sobre cómo debemos vivir los seres humanos y ha confirmado que Satanás, el gobernante del mundo, merece ser destruido. Jesús continúa: “Ahora se está juzgando al mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado afuera”. La muerte de Jesús no será una derrota, sino una victoria. ¿Por qué? Jesús mismo da la respuesta: “Yo, cuando sea alzado de la tierra, atraeré a mí a todo tipo de personas” (Juan 12:31, 32). Así es, mediante su muerte en un madero, Jesús atraerá a otras personas y abrirá el camino que conduce a la vida eterna.

      Cuando la gente le oye decir que va a ser “alzado”, le pregunta: “Sabemos por la Ley que el Cristo existirá para siempre. ¿Cómo es que tú dices que el Hijo del Hombre tiene que ser alzado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?” (Juan 12:34). A pesar de todas las pruebas, incluso de haber oído la propia voz de Dios, la mayoría de ellos no aceptan que Jesús sea el verdadero Hijo del Hombre, el Mesías prometido.

      Como ya hizo anteriormente, Jesús se refiere a sí mismo como “la luz” (Juan 8:12; 9:5). Le dice a la multitud: “La luz estará entre ustedes un poco más. Caminen mientras tengan la luz para que la oscuridad no los venza [...]. Mientras tengan la luz, demuestren fe en la luz para que lleguen a ser hijos de la luz” (Juan 12:35, 36). Después de eso, se va, porque el 10 de nisán no es el día en que debe morir. Es en la Pascua, el 14 de nisán, cuando será “alzado”, es decir, colgado en un madero (Gálatas 3:13).

      Al repasar el ministerio de Jesús, queda claro que se estaba cumpliendo la profecía de que los judíos no pondrían su fe en él. Isaías predijo que tendrían los ojos cegados y el corazón endurecido de modo que no regresarían para ser sanados (Isaías 6:10; Juan 12:40). La mayoría de ellos rechazan con terquedad las pruebas de que Jesús es el Libertador predicho, el camino a la vida.

      Nicodemo, José de Arimatea y muchos otros gobernantes ponen su fe en Jesús. Pero ¿demostrarán que la tienen? ¿O la ocultarán, por temor a que los expulsen de la sinagoga o por recibir “la aprobación de la gente”? (Juan 12:42, 43).

      Jesús aclara lo que implica tener fe en él: “El que pone su fe en mí no solo pone su fe en mí, sino también en el que me envió; y el que me ve a mí también ve al que me envió”. Las verdades que Dios le ha dicho que enseñe y que él sigue proclamando son tan importantes que él declara: “El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: las palabras que he dicho lo juzgarán en el último día” (Juan 12:44, 45, 48).

      Para concluir, Jesús dice: “No he hablado por mi cuenta, sino que es el Padre, que me envió, quien me ha mandado lo que tengo que decir y lo que tengo que hablar. Y sé que su mandamiento significa vida eterna” (Juan 12:49, 50). Él sabe que dentro de poco derramará su propia sangre en sacrificio a favor de los humanos que pongan su fe en él (Romanos 5:8, 9).

      • Desde que Jesús comenzó su ministerio, ¿en qué tres ocasiones se ha oído la voz de Dios?

      • ¿Qué gobernantes ponen su fe en Jesús, pero por qué tal vez no lo reconocen abiertamente?

      • ¿Sobre qué base serán juzgadas las personas “en el último día”?

  • Usa una higuera para enseñar sobre la fe
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús y sus discípulos ven que la higuera se ha secado

      CAPÍTULO 105

      Usa una higuera para enseñar sobre la fe

      MATEO 21:19-27 MARCOS 11:19-33 LUCAS 20:1-8

      • ENSEÑA SOBRE LA FE CON UNA HIGUERA QUE SE SECA

      • CUESTIONAN LA AUTORIDAD DE JESÚS

      Jesús sale de Jerusalén el lunes por la tarde y regresa a Betania, en la ladera oriental del monte de los Olivos. Posiblemente pasa la noche en casa de sus amigos Lázaro, María y Marta.

      Al día siguiente, 11 de nisán, Jesús y sus discípulos se ponen de nuevo en camino a Jerusalén por la mañana. Esta será la última vez que Jesús vaya al templo. Es el último día de su ministerio público antes de celebrar la Pascua, instituir la Conmemoración de su muerte y enfrentarse a un juicio y a su ejecución.

      En el camino que va de Betania a Jerusalén atravesando el monte de los Olivos, Pedro ve la higuera que Jesús maldijo el día anterior por la mañana y exclama: “¡Rabí, mira! La higuera que maldijiste se secó” (Marcos 11:21).

      Pero ¿por qué hizo Jesús que se secara la higuera? Él da la razón: “Les aseguro que, si tienen fe y no dudan, no solo harán lo que yo le hice a la higuera, sino que también le dirán a esta montaña ‘Levántate y lánzate al mar’ y así pasará. Y todo lo que pidan al orar, si tienen fe, lo recibirán” (Mateo 21:21, 22). Así, repite algo que ya enseñó en el pasado: que la fe es capaz de mover montañas (Mateo 17:20).

      De manera que, al hacer que el árbol se seque, Jesús les está dando una lección sobre tener fe en Dios. “Todas las cosas que pidan en sus oraciones, pídanlas con fe y denlas por recibidas, y las tendrán”, les asegura (Marcos 11:24). ¡Qué importante es esta lección para todos sus seguidores! Y es útil sobre todo para los apóstoles, ya que pronto se enfrentarán a pruebas muy difíciles. Pero aún hay otra relación entre la higuera que se secó y la cualidad de la fe.

      Al igual que ese árbol, la situación de Israel no es lo que aparenta. Están en un pacto con Dios y pueden dar la apariencia de obedecer su Ley, pero, en conjunto, han demostrado que les falta fe y que son incapaces de producir buen fruto. ¡Hasta están rechazando al propio Hijo de Dios! Por eso, al hacer que se seque la higuera sin higos, Jesús está mostrando cuál será el final de esta nación sin fe e infructífera.

      Poco tiempo después, Jesús y sus discípulos llegan a Jerusalén. Como Jesús tiene por costumbre, va al templo y se pone a enseñar. El día anterior, echó a los comerciantes, así que tal vez por eso los sacerdotes principales y los ancianos del pueblo le preguntan ahora: “¿Con qué autoridad haces tú estas cosas? ¿Quién te autorizó a hacer estas cosas?” (Marcos 11:28).

      Jesús les responde: “Les voy a hacer una pregunta. Si ustedes me la responden, yo les diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo que Juan realizaba, ¿venía del cielo, o venía de los hombres? Contéstenme”. Ahora son ellos los que tienen que dar una respuesta. Los sacerdotes y los ancianos se ponen a consultar unos con otros sobre qué decir: “Si le contestamos que venía del cielo, él dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’. Pero ¿quién se atreve a decir que venía de los hombres?”. Y es que le tienen miedo a la multitud, porque todos piensan que “Juan realmente había sido un profeta” (Marcos 11:29-32).

      A los adversarios de Jesús no se les ocurre una buena respuesta, así que le dicen: “No lo sabemos”. Entonces, él les contesta: “Pues yo tampoco les digo con qué autoridad hago estas cosas” (Marcos 11:33).

      • ¿Por qué es el 11 de nisán un día importante?

      • ¿Qué lecciones enseña Jesús usando la higuera que hizo que se secara?

      • ¿Qué les responde Jesús a los que le preguntan con qué autoridad hace las cosas?

  • Dos historias sobre viñas
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los agricultores matando al hijo del dueño de la viña

      CAPÍTULO 106

      Dos historias sobre viñas

      MATEO 21:28-46 MARCOS 12:1-12 LUCAS 20:9-19

      • LA HISTORIA DE UN HOMBRE QUE TENÍA DOS HIJOS

      • LA HISTORIA DE LOS AGRICULTORES DE UNA VIÑA

      En el templo, Jesús acaba de dejar sin palabras a los sacerdotes principales y a los ancianos del pueblo, quienes habían cuestionado la autoridad con la que hace las cosas. Ahora, les cuenta una historia que deja al descubierto la clase de gente que son.

      Jesús empieza diciendo: “Un hombre que tenía dos hijos se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, vete a trabajar hoy en la viña’. El hijo le respondió: ‘No quiero ir’. Pero después se arrepintió y fue. Luego el hombre se acercó al otro hijo y le pidió lo mismo. Y este le respondió: ‘Sí, señor, yo voy’. Pero después no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” (Mateo 21:28-31). La respuesta es obvia: el que finalmente la hizo fue el primer hijo.

      Entonces Jesús les dice a sus adversarios: “Les aseguro que los cobradores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes al Reino de Dios”. Hay cobradores de impuestos y prostitutas que al principio no servían a Dios. Sin embargo, como el primer hijo, luego se arrepintieron, y ahora sí le sirven. Por el contrario, los líderes religiosos son como el segundo hijo: afirman servir a Dios, pero no lo hacen en realidad. Jesús menciona: “Juan [el Bautista] vino y les mostró el buen camino, pero ustedes no le creyeron. En cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Y ustedes vieron eso, pero ni siquiera así se arrepintieron y creyeron en él” (Mateo 21:31, 32).

      Después de esa historia, Jesús les cuenta otra. Esta vez, muestra que el problema de los líderes religiosos va más allá de haber descuidado su servicio a Dios. La realidad es que son malvados. Les dice: “Un hombre plantó una viña y la rodeó con una cerca. Además, excavó un lagar y construyó una torre. Luego les alquiló la viña a unos agricultores y viajó al extranjero. A su debido tiempo, les envió un esclavo a los agricultores para recibir de ellos su parte del fruto de la viña. Pero ellos lo agarraron, le dieron una paliza y lo mandaron de vuelta con las manos vacías. Y el dueño les envió otro esclavo, y a este lo golpearon en la cabeza y lo humillaron. Luego envió otro, y lo mataron. Y envió muchos más; a algunos les dieron una paliza y a otros los mataron” (Marcos 12:1-5).

      ¿Entenderán la historia los que están escuchando a Jesús? Bueno, tal vez se les vengan a la mente las palabras de censura de Isaías: “La viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel; los hombres de Judá son la plantación que él amaba. Él esperaba justicia, pero resultó que hubo injusticia” (Isaías 5:7). La historia de Jesús es parecida. El dueño de la viña es Jehová, y la viña es la nación de Israel, que está protegida por “una cerca”, la Ley de Dios. Jehová mandó a sus profetas para enseñar al pueblo y ayudarlo a producir buen fruto.

      Sin embargo, los agricultores maltrataron y asesinaron a los esclavos que les habían enviado. Jesús explica: “[Al dueño de la viña] todavía le quedaba alguien más: un hijo amado. Así que en último lugar lo envió a él, porque decía: ‘Respetarán a mi hijo’. Pero los agricultores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos, matémoslo; así la herencia será nuestra’”. De modo que lo agarraron y lo mataron (Marcos 12:6-8).

      Entonces, Jesús les pregunta: “¿Qué hará el dueño de la viña?” (Marcos 12:9). Y los líderes religiosos responden: “Por ser tan malos, acabará por completo con ellos y les alquilará la viña a otros agricultores, quienes le darán los frutos a su debido tiempo” (Mateo 21:41).

      Sin darse cuenta, acaban de sentenciarse a sí mismos, ya que ellos se cuentan entre “los agricultores” de “la viña” de Jehová, la nación de Israel. Jehová tiene el derecho de esperar que estos agricultores produzcan fruto, lo que incluye que pongan su fe en su Hijo, el Mesías. Jesús mira directamente a los líderes religiosos y les pregunta: “¿Es que nunca leyeron este pasaje de las Escrituras: ‘La piedra que los constructores rechazaron, esa ha llegado a ser la principal piedra angular’? ¿Y no leyeron: ‘Esta ha venido de Jehová y para nosotros es maravillosa’?” (Marcos 12:10, 11). A continuación, deja claro lo que quiere decir: “Por eso les digo que el Reino de Dios se les quitará a ustedes y se le dará a una nación que produzca los frutos esperados” (Mateo 21:43).

      Los escribas y los sacerdotes principales se dan cuenta de que Jesús les ha contado esta historia “pensando en ellos” (Lucas 20:19). Sus ganas de matar a Jesús, “el heredero” legítimo, son más intensas que nunca. Pero temen a la gente, que considera a Jesús un profeta, así que no intentan matarlo en ese momento.

      • ¿A quiénes representan los dos hijos de la historia que cuenta Jesús?

      • En la segunda historia de Jesús, ¿a quiénes representan “el dueño de la viña”, “la viña”, “los agricultores”, los “esclavos” y “el heredero”?

      • ¿Qué futuro les espera a “los agricultores”?

  • Un rey hace un banquete de boda y llama a sus invitados
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • El rey manda sacar del banquete de boda a un hombre que no va vestido para la ocasión

      CAPÍTULO 107

      Un rey hace un banquete de boda y llama a sus invitados

      MATEO 22:1-14

      • LA PARÁBOLA DEL BANQUETE DE BODA

      En la parte final de su ministerio, Jesús sigue usando ejemplos que desenmascaran a los escribas y a los sacerdotes principales. Por esa razón, quieren eliminarlo (Lucas 20:19). Pero él no ha terminado aún. Ahora les pone una comparación:

      “El Reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete de boda para su hijo. Envió a sus esclavos para que llamaran a los invitados al banquete de boda, pero estos no quisieron venir” (Mateo 22:2, 3). Así, Jesús comienza la comparación mencionando el “Reino de los cielos”. Es lógico concluir que el rey es Jehová. ¿Y el hijo del rey y los invitados al banquete de boda? No es difícil identificar al hijo del rey como el Hijo de Jehová, el mismo que está ahí poniéndoles este ejemplo. También es posible deducir que los invitados son los que estarán con el Hijo en el Reino de los cielos.

      ¿A quiénes se invita primero? Bueno, ¿a quiénes han estado predicando Jesús y los apóstoles acerca del Reino? A los judíos (Mateo 10:6, 7; 15:24). Esta nación aceptó el pacto de la Ley en el año 1513 antes de nuestra era, de modo que fueron los primeros en tener la oportunidad de formar “un reino de sacerdotes” (Éxodo 19:5-8). Pero ¿cuándo se les ofrecería la invitación para el “banquete de boda”? Como es lógico pensar, fue en el año 29 de nuestra era, cuando Jesús comenzó a predicar sobre el Reino de los cielos.

      ¿Cómo respondió la mayoría de los israelitas a la invitación? Jesús dijo que “no quisieron” ir. La mayor parte de los líderes religiosos y del pueblo no lo aceptaron como el Mesías ni como el Rey elegido por Dios.

      Pero Jesús indica que los judíos tendrían otra oportunidad: “Luego [el rey] envió a otros esclavos más con estas instrucciones: ‘Díganles a los invitados: “Miren, tengo la comida preparada. Ya han matado mis toros y mis animales engordados. Todo está listo. Vengan al banquete de boda”’. Pero ellos se fueron sin hacer caso, uno a su campo, otro a sus negocios; y los demás agarraron a los esclavos, los maltrataron y los mataron” (Mateo 22:4-6). Eso corresponde a lo que pasaría una vez que la congregación cristiana se fundara. Para ese momento, los judíos todavía tendrían la oportunidad de estar en el Reino. Aun así, la mayoría rechazaría esta invitación y hasta maltrataría a los esclavos del Rey (Hechos 4:13-18; 7:54, 58).

      ¿Qué sucederá con la nación? Jesús dice: “Entonces el rey se enfureció y envió a sus tropas; acabó con aquellos asesinos y quemó su ciudad” (Mateo 22:7). Eso les ocurrió a los judíos en el año 70, cuando los romanos destruyeron “su ciudad”, Jerusalén.

      Ahora bien, ¿invitaría el rey a alguien más? Según la comparación de Jesús, sí. Él continúa: “Luego [el rey] les dijo a sus esclavos: ‘El banquete de boda está listo, pero los que fueron invitados no se lo merecían. Por eso, vayan a los caminos que salen de la ciudad e inviten al banquete de boda a todo el que encuentren’. Así que los esclavos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, tanto a buenos como a malos. Y la sala de bodas se llenó de invitados” (Mateo 22:8-10).

      Eso pasaría cuando el apóstol Pedro empezara a ayudar a los gentiles a hacerse cristianos verdaderos (los gentiles eran personas que no eran judías de nacimiento ni se habían convertido al judaísmo). En el año 36, un oficial del ejército romano llamado Cornelio y su familia recibieron espíritu santo. De esta manera, se les dio la oportunidad de ocupar un lugar en el Reino de los cielos que Jesús mencionó (Hechos 10:1, 34-48).

      Jesús indica que al final el rey no aceptará a todo el que vaya al banquete: “Cuando el rey entró para ver a los invitados, se fijó en un hombre que no llevaba traje de boda. Así que le dijo: ‘Amigo, ¿cómo te presentas aquí sin traje de boda?’. El hombre se quedó callado. Entonces el rey les dijo a sus sirvientes: ‘Átenlo de pies y manos y échenlo afuera, a la oscuridad. Ahí es donde llorará y apretará los dientes’. Porque muchos son invitados, pero pocos son elegidos” (Mateo 22:11-14).

      Los líderes religiosos quizás no entienden todo lo que Jesús les dice ni lo que implican sus palabras. De todas maneras, están muy molestos y más resueltos que nunca a deshacerse de él por toda la vergüenza que les está causando.

      • En el ejemplo que pone Jesús, ¿quién es el rey? ¿Quién es el hijo del rey? Y ¿quiénes son los primeros invitados al banquete de boda?

      • ¿Cuándo se les ofrece la invitación a los judíos? ¿A quiénes se invita después?

      • ¿Qué indica el hecho de que se invite a muchos, pero se elija a pocos?

  • Tratan de entrampar a Jesús, pero no lo logran
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús muestra una moneda y responde a las maliciosas preguntas de los fariseos

      CAPÍTULO 108

      Tratan de entrampar a Jesús, pero no lo logran

      MATEO 22:15-40 MARCOS 12:13-34 LUCAS 20:20-40

      • LAS COSAS DE CÉSAR, A CÉSAR

      • ¿SE CASARÁN LOS RESUCITADOS?

      • LOS MANDAMIENTOS MÁS IMPORTANTES

      Los líderes religiosos están muy enojados con Jesús porque acaba de ponerles varios ejemplos que desenmascaran lo malos que son. Ahora, los fariseos se ponen de acuerdo para entramparlo en algo de lo que diga, y así poder entregarlo al gobernador romano. De modo que les pagan a algunos de los discípulos de ellos para que vayan y pongan a prueba a Jesús (Lucas 6:7).

      Le dicen: “Maestro, sabemos que hablas y enseñas correctamente y no muestras parcialidad, sino que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la verdad. ¿Está permitido que le paguemos tributo a César, o no?” (Lucas 20:21, 22). Jesús no se deja impresionar por esos halagos porque sabe que en el fondo son unos hipócritas y actúan con malicia. Si les dijera que no tienen que pagar el impuesto, lo podrían acusar de sedición contra Roma. Pero, si les dijera que tienen que pagarlo, la gente, que está harta de vivir bajo el dominio romano, podría malinterpretarlo y volverse contra él. ¿Cómo responderá, entonces?

      “Hipócritas, ¿por qué me ponen a prueba? Muéstrenme la moneda del impuesto”, les dice. Y ellos le traen un denario. Él les pregunta: “¿De quién es esta imagen y el nombre que está aquí escrito?”. “De César”, le responden. Y enseguida él les dice: “Entonces, páguenle a César lo que es de César, pero a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:18-21).

      Los hombres se quedan asombrados con la sabia respuesta de Jesús. Como no saben qué contestar, se marchan. Pero el día no termina ahí. Ellos siguen con la idea de entramparlo. Así que, después de estos fariseos, se le acercan los líderes de otro grupo religioso.

      Los saduceos, que dicen que no hay resurrección, le hacen una pregunta que tiene que ver con ese tema y con el matrimonio de cuñado. Le plantean la siguiente situación: “Maestro, Moisés dijo: ‘Si un hombre muere sin tener hijos, su hermano debe casarse con la viuda para darle descendencia al hermano que murió’. Pues resulta que hubo entre nosotros siete hermanos. El primero se casó, pero luego se murió y, como no había tenido descendencia, la viuda quedó para su hermano. Lo mismo pasó con el segundo, con el tercero..., hasta llegar al séptimo. Y, después de todos ellos, se murió la mujer. Dinos, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será esposa? Porque todos estuvieron casados con ella” (Mateo 22:24-28).

      Jesús sabe que los saduceos aceptan los escritos de Moisés, por eso, haciendo referencia a ellos, les responde: “¿Acaso no es esta la razón por la que están equivocados: que no conocen ni las Escrituras ni el poder de Dios? Porque, cuando se levantan de entre los muertos, los hombres no se casan ni las mujeres son entregadas en matrimonio, sino que son como los ángeles en los cielos. Pero, en cuanto a que los muertos sean resucitados, ¿no leyeron en el libro de Moisés, en el relato de la zarza, que Dios le dijo: ‘Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Él no es Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados” (Marcos 12:24-27; Éxodo 3:1-6). Esa respuesta deja a la multitud impactada.

      Jesús ha dejado sin palabras tanto a los fariseos como a los saduceos, de modo que ahora algunos miembros de ambos grupos se juntan para seguir poniéndolo a prueba. Un escriba le pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?” (Mateo 22:36).

      Jesús le contesta: “El primero es: ‘Escucha, oh, Israel. Jehová nuestro Dios es un solo Jehová. Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. Y el segundo es este: ‘Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo’. No hay ningún mandamiento más importante que estos dos” (Marcos 12:29-31).

      El escriba le dice: “Respondiste bien, Maestro, de acuerdo con la verdad: ‘Él es uno solo, y no hay otro aparte de élʼ. Y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale mucho más que todas las ofrendas quemadas y los sacrificios”. Jesús, al ver que ha respondido con inteligencia, le dice: “No estás lejos del Reino de Dios” (Marcos 12:32-34).

      Jesús lleva tres días enseñando en el templo (9, 10 y 11 de nisán). Algunas personas han disfrutado de escucharlo, como este escriba, pero los líderes religiosos no. De hecho, ya no se atreven “a hacerle más preguntas”.

      • ¿Cómo tratan de entrampar a Jesús los fariseos? ¿Cómo les responde Jesús?

      • ¿Cómo frustra Jesús los intentos de los saduceos por entramparlo?

      • Al responderle a un escriba, ¿qué destaca Jesús como lo más importante?

  • Condena a sus adversarios religiosos
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús denuncia a sus adversarios religiosos

      CAPÍTULO 109

      Condena a sus adversarios religiosos

      MATEO 22:41-23:24 MARCOS 12:35-40 LUCAS 20:41-47

      • ¿DE QUIÉN ES HIJO EL CRISTO?

      • JESÚS DESENMASCARA A SUS ADVERSARIOS HIPÓCRITAS

      Los líderes religiosos no han podido entrampar a Jesús para entregarlo a los romanos (Lucas 20:20). El 11 de nisán sigue en curso, y Jesús está todavía en el templo. Pero ahora le da la vuelta a la situación y toma la iniciativa en hablar sobre su identidad. Les pregunta: “¿Qué piensan del Cristo? ¿De quién es hijo?” (Mateo 22:42). Es bien sabido que el Cristo o Mesías sería descendiente de David. Y eso es lo que le responden (Mateo 9:27; 12:23; Juan 7:42).

      Jesús les hace otra pregunta: “Entonces, ¿cómo es que David, guiado por el espíritu, lo llama Señor? Porque él dijo: ‘Jehová le dijo a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies”’. Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?” (Mateo 22:43-45).

      Los fariseos se quedan callados porque tienen la esperanza de que un ser humano descendiente de David los libere del dominio romano. Pero, basándose en las palabras de David que se hallan en el Salmo 110:1, 2, Jesús indica que el Mesías sería más que un gobernante humano: es el Señor de David y comenzará a gobernar después de sentarse a la derecha de Dios. De nuevo, la contestación de Jesús los deja sin palabras.

      Los discípulos y muchas otras personas están escuchando la conversación. Ahora, Jesús se dirige a ellos y les da una advertencia sobre los escribas y los fariseos, quienes “se han sentado en el lugar de Moisés” al enseñar la Ley de Dios. Pero Jesús les dice a los que lo escuchan: “Hagan y cumplan todo lo que les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen pero no hacen” (Mateo 23:2, 3).

      Entonces Jesús pone ejemplos de su hipocresía: “Agrandan las cajitas con porciones de las Escrituras que llevan como amuletos”. Algunos judíos llevaban atados a la frente o al brazo unos pequeños estuches que contenían pasajes cortos de la Ley. Pero los fariseos los hacen más grandes para dar la impresión de que les importa mucho la Ley. Además, “le ponen flecos más largos a su ropa”. Los israelitas tenían que ponerle flecos a la ropa, pero los fariseos los hacen más largos de lo normal (Números 15:38-40). Hacen todo esto “para que la gente los vea” (Mateo 23:5).

      Los discípulos de Jesús también podrían desarrollar el deseo de ser prominentes, por eso él les da este consejo: “No dejen que los llamen rabí, porque uno solo es su Maestro y ustedes son todos hermanos. Además, no llamen padre a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo. Tampoco permitan que los llamen líder, porque su Líder es uno, el Cristo”. Entonces, ¿qué punto de vista deben tener los discípulos sobre sí mismos y cómo deben actuar? Jesús les dice: “Que el más grande entre ustedes sirva a los demás. El que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido” (Mateo 23:8-12).

      A continuación, Jesús pronuncia una condena tras otra contra los escribas y los fariseos hipócritas: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos! ¡Hipócritas! Porque le cierran a la gente la entrada al Reino de los cielos. Ni entran ustedes ni dejan pasar a los que están intentando entrar” (Mateo 23:13).

      Jesús denuncia a los fariseos porque pasan por alto lo que es más importante para Jehová, como se nota por todas las reglas que establecen a su antojo. Por ejemplo, dicen: “Si alguien jura por el templo, eso no significa nada; pero, si alguien jura por el oro del templo, queda obligado a cumplir su juramento”. Así muestran lo ciegos que están en sentido moral, porque le dan más importancia al oro del templo que al valor espiritual que tiene el lugar donde adoran a Jehová. Además, “han descuidado los asuntos más importantes de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mateo 23:16, 23; Lucas 11:42).

      Jesús llama a estos fariseos “guías ciegos, que cuelan el mosquito pero se tragan el camello” (Mateo 23:24). Los fariseos filtran el vino para que no tenga mosquitos, que son insectos impuros en sentido ceremonial. Sin embargo, les dan poco valor a los asuntos más importantes de la Ley. De esa manera, es como si se tragaran un camello, que también es un animal ceremonialmente impuro, pero mucho más grande (Levítico 11:4, 21-24).

      • Cuando Jesús les pregunta a los fariseos acerca de las palabras de David registradas en el Salmo 110, ¿por qué se quedan callados?

      • ¿Por qué llevan los fariseos los flecos de su ropa más largos y cajitas más grandes de lo normal con porciones de las Escrituras?

      • ¿Qué consejo les da Jesús a sus discípulos?

  • El último día de Jesús en el templo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús observa a una viuda pobre echar dos moneditas en una de las arcas del tesoro del templo

      CAPÍTULO 110

      El último día de Jesús en el templo

      MATEO 23:25-24:2 MARCOS 12:41-13:2 LUCAS 21:1-6

      • JESÚS SIGUE CONDENANDO A LOS LÍDERES RELIGIOSOS

      • EL TEMPLO VA A SER DESTRUIDO

      • UNA VIUDA POBRE ECHA DOS MONEDITAS EN LAS ARCAS DEL TESORO

      Durante su última visita al templo, Jesús sigue denunciando la hipocresía de los escribas y los fariseos; hasta los llama hipócritas directamente. Usando un lenguaje figurado, les dice: “Limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro estos están llenos de codicia y de deseos descontrolados. Fariseo ciego, primero limpia la copa y el plato por dentro, y así también quedará limpio lo de afuera” (Mateo 23:25, 26). Los fariseos son muy estrictos con la limpieza ceremonial y las apariencias, pero están descuidando lo que son por dentro y no están purificando su corazón figurado.

      Se ve que son hipócritas, porque ponen empeño en edificar y decorar las tumbas para los profetas, pero, por otro lado, “son hijos de los que asesinaron a los profetas”, como menciona Jesús (Mateo 23:31). Una prueba de ello es que también quieren matarlo a él (Juan 5:18; 7:1, 25).

      Entonces, Jesús les indica lo que les espera si no se arrepienten: “Serpientes, crías de víboras, ¿cómo escaparán del juicio de la Gehena?” (Mateo 23:33). Gehena significa “valle de Hinón”, un lugar cercano que se usa para quemar basura. Es una poderosa imagen de la destrucción definitiva que les sobrevendrá a los malvados escribas y fariseos.

      Los discípulos de Jesús lo representarán en calidad de “profetas, sabios y maestros”. ¿Cómo los tratarán? Dirigiéndose a los líderes religiosos, Jesús dice: “A algunos [de mis discípulos] los matarán y los ejecutarán en maderos, y a otros les darán latigazos en sus sinagogas y los perseguirán de una ciudad a otra. Así, ustedes acabarán pagando por toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías [...], a quien ustedes asesinaron”. Y advierte: “Les aseguro que esta generación tendrá que pagar por todas estas cosas” (Mateo 23:34-36). Eso se cumplió en el año 70, cuando los ejércitos romanos destruyeron Jerusalén y murieron miles de judíos.

      Pensar en esta terrible situación angustia a Jesús, quien dice con profunda tristeza: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella..., ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa queda abandonada y se les deja a ustedes” (Mateo 23:37, 38). Seguro que quienes lo escuchan decir eso se estarán preguntando a qué “casa” se referirá. ¿Será tal vez el espléndido templo de Jerusalén, que parece tener la protección de Dios?

      Jesús añade: “Les digo que de ahora en adelante ustedes no me verán más hasta que digan ‘¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová!’” (Mateo 23:39). Está citando las palabras proféticas de Salmo 118:26: “Bendito el que viene en el nombre de Jehová; nosotros los bendecimos a ustedes desde la casa de Jehová”. Es obvio que, cuando este templo que ven sea destruido, ya no irá nadie a él para adorar a Dios.

      Ahora Jesús se va a una parte del templo donde están las arcas del tesoro. La gente puede echar sus donaciones por una pequeña abertura que tienen estas arcas en la parte superior. Jesús ve a varios judíos haciendo sus contribuciones y nota que los ricos echan “muchas monedas”. Pero se fija en una viuda pobre que echa “dos moneditas de muy poco valor” (Marcos 12:41, 42). Jesús sabe muy bien cuánto le agrada a Dios lo que esta mujer acaba de hacer.

      Entonces llama a sus discípulos y les dice: “Les aseguro que esta viuda pobre echó en las arcas del tesoro más que todos los demás”. ¿Cómo es eso posible? Él explica: “Porque todos ellos dan de lo que les sobra; pero ella, que es tan pobre, lo echó todo, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12:43, 44). ¡Qué diferente es esta viuda de los líderes religiosos en la manera de pensar y actuar!

      El 11 de nisán va avanzando, y Jesús se va del templo. Es la última vez que estará allí. Uno de sus discípulos exclama: “Maestro, ¡mira qué maravilla de piedras y de edificios!” (Marcos 13:1). Y es cierto, algunas de las piedras de los muros del templo son muy grandes, de modo que el edificio se ve firme y perdurable. Por eso parece extraño que Jesús le responda: “¿Ves estos grandes edificios? De ninguna manera va a quedar aquí piedra sobre piedra. Todo será demolido” (Marcos 13:2).

      Después de decir estas cosas, Jesús atraviesa el valle de Cedrón con sus apóstoles y sube a un lugar del monte de los Olivos. En algún punto se queda con cuatro de los apóstoles: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Desde allí arriba pueden contemplar el majestuoso templo.

      • ¿Qué hace Jesús la última vez que visita el templo?

      • ¿Qué predice Jesús que le sucederá al templo?

      • ¿Por qué dice Jesús que la viuda contribuyó más que los ricos?

  • Los apóstoles piden una señal
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús responde las preguntas de cuatro de sus apóstoles

      CAPÍTULO 111

      Los apóstoles piden una señal

      MATEO 24:3-51 MARCOS 13:3-37 LUCAS 21:7-38

      • CUATRO DISCÍPULOS PIDEN UNA SEÑAL

      • LA PROFECÍA SE CUMPLE EN EL SIGLO PRIMERO Y MUCHO TIEMPO DESPUÉS

      • DEBEMOS MANTENERNOS ATENTOS

      Es martes 11 de nisán por la tarde, y el día está a punto de terminar. Jesús ha estado muy ocupado los últimos días, y su ministerio en la Tierra también está llegando a su fin. Durante el día, ha estado enseñando en el templo y, por la noche, se ha estado alojando fuera de la ciudad. Mucha gente se ha interesado en sus enseñanzas y ha estado yendo al templo a escucharlo temprano por las mañanas (Lucas 21:37, 38). Pero eso ha quedado atrás, y ahora Jesús está sentado en el monte de los Olivos con cuatro apóstoles: Pedro, Andrés, Santiago y Juan.

      Los cuatro se han acercado a él en privado. Les preocupa el templo porque Jesús ha predicho que no quedará en él piedra sobre piedra. Pero hay algo más que los tiene intrigados. Jesús les mandó hace algún tiempo: “Estén siempre preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan” (Lucas 12:40). Y también habló del “día en que el Hijo del Hombre sea revelado” (Lucas 17:30). ¿Tendrán estos comentarios algo que ver con lo que acaba de decir sobre el templo? Los apóstoles tienen curiosidad, así que le preguntan: “Dinos, ¿cuándo pasarán esas cosas, y qué señal habrá de tu presencia y de la conclusión del sistema?” (Mateo 24:3).

      Tal vez estén pensando en la destrucción del templo, que pueden ver a poca distancia de allí. También le están preguntando por la presencia del Hijo del Hombre. Probablemente se acuerdan de que Jesús puso el ejemplo de “un hombre de familia noble” que viajó “para asegurarse la posición de rey y después regresar” (Lucas 19:11, 12). Y, por último, se están preguntando qué implicará la conclusión del sistema.

      Como parte de su respuesta detallada, Jesús les da una señal para ayudarlos a saber cuándo llegaría a su fin el sistema judío de su tiempo, incluido el templo. Pero va más allá. La señal ayudaría a los cristianos del futuro a saber si estarían viviendo durante la “presencia” de Jesús y cerca del fin del sistema mundial.

      Con el transcurso de los años, los apóstoles verán el cumplimiento de la profecía de Jesús. En efecto, muchas de las cosas que predijo comenzaron a ocurrir mientras estaban vivos. Así, treinta y siete años después, en el año 70, a los cristianos que estuvieron atentos no les tomó desprevenidos la destrucción del templo y del sistema judío. Sin embargo, no todo lo que Jesús predice ocurre en este periodo que culmina en el año 70. Entonces, ¿cuál será la señal de que estará presente gobernando como Rey? Jesús les da la clave a los apóstoles.

      Les dice que habrá “guerras y noticias de guerras” y que “peleará nación contra nación y reino contra reino” (Mateo 24:6, 7). También anticipa que “habrá grandes terremotos y, en un lugar tras otro, hambre y epidemias” (Lucas 21:11). Además, les da esta advertencia a sus discípulos: “A ustedes los arrestarán y los perseguirán” (Lucas 21:12). Por otra parte, aparecerán falsos profetas que engañarán a mucha gente, la maldad aumentará y el amor de la mayoría se enfriará. Luego dice que “las buenas noticias del Reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

      Aunque algunos aspectos de la profecía de Jesús se cumplieron antes de la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos y durante ella, ¿pudiera ser que Jesús también se refiera a un cumplimiento posterior y a mayor escala? ¿Percibe usted las pruebas que indican que esta profecía trascendental está teniendo un cumplimiento más importante en nuestros días?

      Algo que Jesús menciona como parte de la señal de su presencia es la aparición de “la cosa repugnante y devastadora” (Mateo 24:15). En el año 66, esta cosa repugnante aparecerá cuando los “ejércitos acampados” de los romanos lleguen con sus insignias o estandartes idolátricos. Los romanos rodearán Jerusalén y socavarán parte de sus murallas (Lucas 21:20). De esta manera, “la cosa repugnante” estará en el lugar que no debe, en lo que los judíos consideran “un lugar santo”.

      Jesús sigue prediciendo: “Habrá una gran tribulación. Desde el principio del mundo hasta ahora, no ha habido una tribulación igual, y nunca más la habrá”. En el año 70, los romanos destruirán Jerusalén. Esa conquista y destrucción de la ciudad santa, incluido el templo, será una gran tribulación, pues morirán miles de personas (Mateo 4:5; 24:21). Será mucho peor que cualquier destrucción que Jerusalén y los judíos hayan sufrido antes, y pondrá fin al sistema de adoración que han seguido durante siglos. Por lo tanto, cualquier cumplimiento posterior y a mayor escala de las palabras proféticas de Jesús tendrá que ser aún más terrible.

      SIN MIEDO EN LOS ÚLTIMOS DÍAS

      La conversación entre Jesús y sus apóstoles acerca de la señal de su presencia como Rey del Reino y sobre el fin del sistema todavía no ha concluido. Ahora les da la advertencia de que vendrán “falsos cristos y falsos profetas”, que tratarán de “engañar, de ser posible, hasta a los escogidos” (Mateo 24:24). Pero los escogidos no se dejarán engañar. Los falsos cristos solo se pueden presentar de manera visible, mientras que la presencia de Jesús será invisible.

      Jesús pasa a indicar que una gran tribulación estallará cuando el sistema de hoy en día llegue a su fin. Les dice: “El sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos” (Mateo 24:29). Los apóstoles que oyen esta descripción tan sobrecogedora no saben exactamente cómo se cumplirá, pero sin duda será algo asombroso.

      ¿Cómo afectarán a la humanidad estos fenómenos impactantes? Jesús señala: “La gente se desmayará del miedo y la ansiedad por las cosas que van a venir sobre la tierra habitada, porque los poderes de los cielos serán sacudidos” (Lucas 21:26). Así, Jesús describe cómo será el periodo más oscuro de la historia humana.

      Sin embargo, él anima a sus apóstoles al asegurarles que no todo el mundo se lamentará cuando el Hijo del Hombre venga “con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). Como ya dijo, Dios intervendrá “por causa de los escogidos” (Mateo 24:22). Entonces, ¿qué deberían hacer los discípulos fieles ante todos los sucesos que menciona Jesús? Él les da estas palabras de aliento: “Al comenzar a suceder estas cosas, pónganse de pie y levanten la cabeza, porque su liberación se acerca” (Lucas 21:28).

      Pero ¿cómo sabrán los discípulos de Jesús que vivan en ese periodo si el fin está cerca? Jesús compara la situación a una higuera: “En cuanto su rama nueva se pone tierna y echa hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Lo mismo ustedes, cuando vean todas estas cosas, sepan que él está cerca, a las puertas. Les aseguro que esta generación de ningún modo desaparecerá hasta que sucedan todas estas cosas” (Mateo 24:32-34).

      De modo que, cuando sus seguidores vean cumplirse los diferentes elementos de la señal, deberían darse cuenta de que el fin está cerca. Jesús les da la siguiente advertencia a los discípulos que vivan en esos tiempos trascendentales:

      “Ahora bien, el día y la hora no los sabe nadie, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo; solo el Padre. Porque, tal como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del Hombre. Porque en aquellos días antes del Diluvio la gente comía y bebía, los hombres se casaban y a las mujeres las entregaban en matrimonio... hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el Diluvio y los barrió a todos. Así será en la presencia del Hijo del Hombre” (Mateo 24:36-39). Jesús les está recordando que el Diluvio de los días de Noé tuvo un alcance global. Así será también el fin de este sistema.

      Los apóstoles que están con Jesús en el monte de los Olivos sin duda se dan cuenta de que deben mantenerse atentos. Jesús continúa: “Pero vigílense a ustedes mismos para que su corazón nunca llegue a estar abrumado por comer en exceso y beber en exceso y por las preocupaciones de la vida, y de repente ese día los tome por sorpresa como una trampa. Porque vendrá sobre todos los que habitan en la superficie de toda la tierra. Por lo tanto, manténganse despiertos y rueguen todo el tiempo que logren escapar de todas estas cosas que tienen que suceder y puedan estar de pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:34-36).

      De nuevo, Jesús les hace ver que lo que está profetizando se cumplirá a gran escala. No está prediciendo lo que ocurrirá tan solo unas décadas después con relación a la ciudad de Jerusalén y la nación judía. Más bien, está hablando de acontecimientos que vendrán “sobre todos los que habitan en la superficie de toda la tierra”.

      Dice que sus discípulos tendrán que mantenerse atentos, ser vigilantes y estar listos. Jesús subraya esta advertencia poniendo otro ejemplo. “Tengan en cuenta una cosa: si el dueño de una casa supiera en qué momento de la noche va a venir el ladrón, se quedaría despierto y no permitiría que se metiera en su casa. Por eso ustedes también estén preparados, porque el Hijo del Hombre viene a la hora en que menos se lo esperan” (Mateo 24:43, 44).

      Con todo, Jesús les da a sus discípulos razones para ser optimistas. Les asegura que, cuando se esté cumpliendo su profecía, habrá un “esclavo” que estará alerta y muy ocupado. Entonces, les menciona una situación que a los apóstoles se les hace fácil imaginar: “¿Quién es en realidad el esclavo fiel y prudente a quien su amo puso a cargo de los sirvientes de la casa para darles su alimento al tiempo debido? ¡Feliz ese esclavo si su amo, cuando venga, lo encuentra haciendo eso! Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes”. Pero, si ese “esclavo” se hace malo y maltrata a sus compañeros, el amo “le dará el peor de los castigos” (Mateo 24:45-51; compare con Lucas 12:45, 46).

      Sin embargo, Jesús no está diciendo que un grupo de sus seguidores se volverá malo. Entonces, ¿cuál es la lección que quiere enseñarles a sus discípulos? Quiere que se mantengan atentos y ocupados, como destaca a continuación en otra parábola.

      • ¿Por qué le preguntan los apóstoles a Jesús sobre el futuro, y qué otra cosa los tiene intrigados?

      • ¿Cómo y cuándo comienza a cumplirse la profecía de Jesús?

      • ¿Cuáles son algunos de los sucesos que marcarán la presencia de Cristo?

      • ¿De qué manera aparece “la cosa repugnante”, y qué sucede después?

      • ¿Cómo reaccionará la gente cuando vea que se está cumpliendo la profecía de Jesús?

      • ¿Qué ejemplo pone Jesús para ayudar a sus discípulos a saber que el fin está cerca?

      • ¿Qué muestra que la profecía de Jesús se cumpliría a escala mundial?

      • ¿Qué advertencia les da Jesús a los discípulos que vivan poco antes del fin del sistema?

  • Una lección sobre mantenerse vigilantes: las 10 vírgenes
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Las cinco vírgenes prudentes con sus lámparas encendidas

      CAPÍTULO 112

      Una lección sobre mantenerse vigilantes: las 10 vírgenes

      MATEO 25:1-13

      • JESÚS RELATA LA PARÁBOLA DE LAS 10 VÍRGENES

      Jesús les ha estado respondiendo a los apóstoles la pregunta sobre la señal de su presencia y de la conclusión del sistema. Con eso en mente, ahora les pone una comparación para darles una sabia advertencia. Quienes vivan durante su presencia verán cómo se cumplen sus palabras.

      Empieza diciendo: “El Reino de los cielos podría compararse a 10 vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a encontrarse con el novio. Cinco de ellas eran insensatas y cinco eran prudentes” (Mateo 25:1, 2).

      Jesús no dice que la mitad de los discípulos que heredan el Reino de los cielos son insensatos y la otra mitad prudentes. Más bien, lo que quiere decir es que, en lo que tiene que ver con el Reino, cada discípulo tiene la opción de elegir entre estar alerta o distraído. Sin embargo, Jesús no tiene ninguna duda de que cada uno de sus siervos puede mantenerse fiel y recibir las bendiciones de su Padre.

      En la comparación, las 10 vírgenes salen a recibir al novio y unirse al cortejo nupcial. Al llegar el novio, las muchachas tendrían que iluminar el camino con sus lámparas para honrarlo mientras él llevara a la novia a la casa preparada para ella. Pero ¿sucede eso en realidad?

      Jesús explica: “Las insensatas tomaron sus lámparas pero no llevaron aceite, mientras que las prudentes, además de sus lámparas, llevaron frascos con aceite. Como el novio tardaba, a todas les dio sueño y se quedaron dormidas” (Mateo 25:3-5). El novio llega más tarde de lo que esperaban. Parece que la demora es larga, y las muchachas se quedan dormidas. Los apóstoles tal vez recuerden la historia que contó Jesús sobre un hombre de familia noble que se fue de viaje y “por fin volvió después de asegurarse la posición de rey” (Lucas 19:11-15).

      En la parábola de las 10 vírgenes, Jesús relata lo que sucede cuando por fin llega el novio: “Pero en mitad de la noche se oyó un grito: ‘¡El novio ya está aquí! ¡Salgan a recibirlo!’” (Mateo 25:6). ¿Estarán las muchachas preparadas y vigilantes?

      Jesús continúa: “Entonces todas las vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas. Y las insensatas les dijeron a las prudentes: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas están a punto de apagarse’. Las prudentes les contestaron: ‘Tal vez no haya suficiente para nosotras y ustedes. Mejor vayan a quienes lo venden y cómprenselo’” (Mateo 25:7-9).

      Así que las cinco vírgenes insensatas no están atentas ni preparadas para la llegada del novio. Les falta aceite para sus lámparas y necesitan ir a buscar más. Jesús prosigue: “Mientras iban a comprarlo, vino el novio. Las vírgenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y la puerta se cerró. Después vinieron las otras vírgenes y dijeron: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él les respondió: ‘Les aseguro que yo a ustedes no las conozco’” (Mateo 25:10-12). ¡Qué final más triste! Y todo por no haber estado listas ni vigilantes.

      Los apóstoles se dan cuenta de que el novio es Jesús, ya que él se ha comparado antes a un novio (Lucas 5:34, 35). ¿Qué hay de las vírgenes prudentes? Hablando del “rebaño pequeño” que recibiría el Reino, Jesús dijo estas palabras: “Estén listos y con la ropa puesta, y tengan sus lámparas encendidas” (Lucas 12:32, 35). Así que ahora los apóstoles pueden entender que las vírgenes representan a discípulos fieles como ellos. ¿Qué lección quiere enseñarles Jesús con esta comparación?

      Jesús no deja lugar a dudas. Concluye diciendo: “Así que estén siempre vigilantes, porque no saben ni el día ni la hora” (Mateo 25:13).

      Por lo tanto, Jesús les aconseja a sus seguidores fieles que se mantengan “siempre vigilantes” durante su presencia. Él vendrá, y tienen que estar listos y vigilantes como las cinco vírgenes prudentes, para no perder de vista su valiosa esperanza ni el premio que pueden recibir.

      • ¿Están vigilantes y listas las 10 vírgenes? Explique.

      • ¿A quién representa el novio? ¿A quiénes representan las vírgenes?

      • ¿Qué lección quiere enseñar Jesús con la parábola de las 10 vírgenes?

  • Una lección sobre ser diligentes: los talentos
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Un esclavo entierra una bolsa con dinero

      CAPÍTULO 113

      Una lección sobre ser diligentes: los talentos

      MATEO 25:14-30

      • JESÚS RELATA LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

      Jesús está todavía con cuatro de sus apóstoles en el monte de los Olivos y ahora les cuenta otra historia. Unos días antes, mientras estaba en Jericó, les relató la parábola de las minas para explicar que el Reino vendría en el futuro lejano. La comparación que pone en esta ocasión tiene varios elementos parecidos a los de esa parábola y forma parte de su respuesta a la pregunta sobre su presencia y la conclusión del sistema. Además, destaca que sus discípulos deben ser diligentes y esforzarse al máximo por cuidar de las cosas que él les ha confiado.

      Jesús comienza: “El Reino es también como un hombre que, justo antes de viajar al extranjero, mandó llamar a sus esclavos y les confió sus bienes” (Mateo 25:14). Como Jesús ya se había comparado a sí mismo a un hombre que había viajado al extranjero “para asegurarse la posición de rey”, los apóstoles pueden ver claramente que el hombre que menciona Jesús ahora es él mismo (Lucas 19:12).

      El hombre de la comparación viajó al extranjero, pero, antes de irse, les confió bienes valiosos a sus esclavos. Durante los tres años y medio de su ministerio, Jesús se ha concentrado en predicar las buenas noticias del Reino y ha capacitado a sus discípulos para realizar esa labor. Ahora él está a punto de marcharse, pero tiene la confianza de que ellos llevarán a cabo la obra para la que los ha preparado (Mateo 10:7; Lucas 10:1, 8, 9; compare con Juan 4:38; 14:12).

      En la comparación, ¿cómo distribuyó el hombre sus bienes entre los esclavos? Jesús relata: “Le dio a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno según su capacidad, y se fue al extranjero” (Mateo 25:15). ¿Qué harían estos esclavos con los bienes que tienen a su cargo? ¿Serían diligentes y conseguirían ganancias para su amo? Jesús les sigue contando a los apóstoles:

      “El que recibió los cinco talentos enseguida fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Igualmente, el que recibió dos ganó otros dos. Pero el que recibió solo uno se fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo” (Mateo 25:16-18). ¿Qué sucedería cuando el amo regresara?

      Jesús continúa: “Mucho tiempo después, el amo de aquellos esclavos vino y ajustó cuentas con ellos” (Mateo 25:19). Los primeros dos hicieron todo lo que pudieron, “cada uno según su capacidad”. Ambos fueron diligentes, trabajadores y consiguieron ganancias sobre los bienes que se les habían encomendado (en aquella época, una persona tenía que trabajar diecinueve años para ganar el equivalente a un talento). Tanto el que recibió cinco talentos como el que recibió dos duplicaron la cantidad que recibieron. El amo les dirigió las mismas palabras de aprobación a los dos: “¡Bien hecho, esclavo bueno y fiel! Como te encargaste fielmente de unas pocas cosas, te pondré a cargo de muchas. Ven y comparte la alegría de tu amo” (Mateo 25:21).

      1. Un esclavo entierra una bolsa con dinero; 2. El mismo esclavo es echado fuera a la oscuridad

      Sin embargo, no sucedió lo mismo con el esclavo que recibió un talento, quien le dijo a su amo: “Yo sabía que eres un hombre exigente, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no aventaste. Por eso me dio miedo y fui a esconder tu talento en la tierra. Mira, aquí tienes lo tuyo” (Mateo 25:24, 25). Ni siquiera les llevó el dinero a los banqueros para conseguir al menos algunos beneficios. En realidad, este esclavo fue en contra de los intereses de su amo.

      Por eso, el amo lo llamó “esclavo malo y perezoso”. Le quitó lo que tenía y se lo dio al esclavo que estaba dispuesto a trabajar duro. Entonces el amo estableció una norma: “A todo el que tiene se le dará más, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene” (Mateo 25:26, 29).

      Los discípulos de Jesús predicando

      Ahora los discípulos de Jesús tienen mucho en qué pensar, incluyendo esta comparación. Se dan cuenta de que lo que Jesús les va a dejar a cargo —la importante labor de hacer discípulos— es un gran honor, y él espera que sean diligentes al realizarla, pero no considera que todos deban hacer lo mismo en la predicación. Como los esclavos del ejemplo, sus discípulos tienen que hacer todo lo que puedan “según su capacidad”. Pero esto de ningún modo significa que Jesús apruebe a alguien “perezoso” que no haga todo lo posible por fomentar los intereses de su amo.

      Por otro lado, ¡qué contentos deben estar los apóstoles con la promesa: “A todo el que tiene se le dará más”!

      • En la parábola de los talentos, ¿quién es el amo y quiénes son los esclavos?

      • ¿Qué lecciones les enseña Jesús a sus discípulos?

  • El Rey Jesucristo juzgará a las ovejas y las cabras
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Personas de todas las naciones miran al cielo mientras esperan que Jesús las juzgue

      CAPÍTULO 114

      El Rey Jesucristo juzgará a las ovejas y las cabras

      MATEO 25:31-46

      • JESÚS HABLA DE LAS OVEJAS Y LAS CABRAS

      En el monte de los Olivos, Jesús acaba de relatar las parábolas de las 10 vírgenes y de los talentos. ¿Cómo concluye su respuesta a la pregunta de los apóstoles sobre la señal de su presencia y de la conclusión del sistema? Con una última parábola: la de las ovejas y las cabras.

      Jesús comienza mencionando las circunstancias en las que se desarrolla su historia: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su glorioso trono” (Mateo 25:31). Así, deja claro que él es el personaje central, pues a menudo se ha llamado a sí mismo “el Hijo del Hombre” (Mateo 8:20; 9:6; 20:18, 28).

      Jesús se sienta en su glorioso trono para juzgar y decreta que las personas fieles son como ovejas

      ¿Cuándo se hará realidad esta parábola? Cuando Jesús “venga en su gloria” con sus ángeles y se siente “en su glorioso trono”. Él ya ha dicho que el Hijo del Hombre vendría “en las nubes del cielo con poder y gran gloria”, acompañado de sus ángeles. ¿Cuándo sucederá eso? “Inmediatamente después de la tribulación” (Mateo 24:29-31; Marcos 13:26, 27; Lucas 21:27). De modo que esta parábola se cumplirá cuando Jesús venga en el futuro en su gloria. ¿Y qué hará entonces?

      Jesús explica que, cuando el Hijo del Hombre venga, “todas las naciones serán reunidas delante de él, y él separará a las personas unas de otras, igual que el pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá a las ovejas a su derecha, pero a las cabras a su izquierda” (Mateo 25:31-33).

      ¿Y qué sucederá con las ovejas? Jesús dice: “Entonces el Rey les dirá a los que están a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo’” (Mateo 25:34). ¿Por qué recibirán las ovejas la aprobación del Rey?

      El Rey mismo lo explica: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer. Tuve sed y me dieron de beber. Era un extraño y me recibieron con hospitalidad. Estuve desnudo y me vistieron. Me enfermé y me cuidaron. Estuve en la cárcel y vinieron a verme”. Entonces las ovejas, es decir, “los justos”, preguntan cuándo hicieron esas cosas, y el Rey les contesta: “Todo lo que le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños me lo hicieron a mí” (Mateo 25:35, 36, 40, 46). Estas no son buenas obras que realicen en el cielo, porque allí nadie pasa hambre y no hay enfermos. Así que deben ser las que hacen en la Tierra a favor de los hermanos de Cristo.

      Un grupo de personas infieles son juzgadas como cabras

      ¿Qué hay de las cabras, a las que Jesús coloca a su izquierda? Él dice: “Entonces [el Rey] les dirá: ‘Aléjense de mí, ustedes, los que han sido maldecidos. Váyanse al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, pero ustedes no me dieron de comer. Y tuve sed, pero no me dieron de beber. Era un extraño, pero no me recibieron con hospitalidad. Estuve desnudo, pero no me vistieron. Estuve enfermo y en la cárcel, pero no me cuidaron’” (Mateo 25:41-43). Las cabras se merecen esta condena porque no han tratado a los hermanos de Cristo con bondad, como deberían haber hecho.

      Los apóstoles se dan cuenta de que esta sentencia futura tendrá consecuencias permanentes, eternas. Jesús les explica: “Entonces [el Rey] les responderá: ‘Les aseguro que lo que no le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños no me lo hicieron a mí’. Estos irán a la destrucción eterna, pero los justos irán a la vida eterna” (Mateo 25:45, 46).

      La respuesta de Jesús a la pregunta de sus apóstoles les da a sus seguidores mucho en qué pensar y los ayuda a analizar su actitud y sus acciones.

      • En la parábola de las ovejas y las cabras, ¿quién es “el Rey”? ¿Cuándo se hará realidad esta parábola?

      • ¿Por qué recibirán las ovejas la aprobación de Jesús?

      • ¿Por qué serán consideradas “cabras” algunas personas? ¿Qué futuro les espera a las “ovejas”? ¿Y a las “cabras”?

  • Se acerca la última Pascua de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Judas va a ver a los líderes religiosos y les pregunta qué le darán a cambio de traicionar a Jesús

      CAPÍTULO 115

      Se acerca la última Pascua de Jesús

      MATEO 26:1-5, 14-19 MARCOS 14:1, 2, 10-16 LUCAS 22:1-13

      • LE PAGAN A JUDAS ISCARIOTE PARA QUE TRAICIONE A JESÚS

      • DOS APÓSTOLES HACEN LOS PREPARATIVOS PARA LA PASCUA

      Jesús ya ha terminado de enseñar a los cuatro apóstoles en el monte de los Olivos y les ha respondido la pregunta sobre su presencia futura y la conclusión del sistema.

      El 11 de nisán ha sido un día muy largo. Seguramente de regreso a Betania para pasar la noche, Jesús les dice a los apóstoles: “Como ustedes saben, dentro de dos días es la Pascua y el Hijo del Hombre va a ser entregado para que lo ejecuten en el madero” (Mateo 26:2).

      El martes, ha reprendido a los líderes religiosos y los ha desenmascarado delante de la gente, así que ellos están buscando la manera de acabar con él. Por eso, el miércoles 12 de nisán no aparece en público, sino que pasa el día tranquilamente con sus apóstoles. No quiere que nada le impida celebrar la Pascua con ellos al día siguiente después de la puesta del Sol, que es cuando comienza el 14 de nisán.

      Pero los sacerdotes principales y los ancianos del pueblo no se quedan de brazos cruzados antes de la Pascua. Se reúnen en el patio de la casa del sumo sacerdote, Caifás. ¿Por qué? Están muy enojados con Jesús porque ha denunciado las cosas malas que hacen. De modo que se unen “para atrapar a Jesús con astucia y para matarlo”. ¿Cómo y en qué momento lo harán? Ellos dicen: “Durante la fiesta no, no sea que el pueblo se alborote” (Mateo 26:4, 5). Y es que temen a la gente porque muchos apoyan a Jesús.

      Mientras tanto, los líderes religiosos reciben una visita. Para su sorpresa, se trata de uno de los apóstoles de Jesús: Judas Iscariote. Satanás le ha metido en la cabeza la idea de traicionar a su maestro. De modo que Judas les pregunta: “¿Qué me darán si les entrego a Jesús?” (Mateo 26:15). Les encanta la propuesta, así que acuerdan “darle dinero” (Lucas 22:5). ¿Cuánto? Con gusto concuerdan en entregarle 30 piezas de plata, lo que probablemente equivale a 30 siclos, que es el precio de un esclavo (Éxodo 21:32). De ese modo, los líderes religiosos demuestran que desprecian a Jesús, que lo consideran de poco valor. Ahora Judas se pone “a buscar una buena oportunidad para entregárselo a ellos” sin que esté presente una multitud (Lucas 22:6).

      El 13 de nisán comienza con la puesta del Sol del miércoles. Esta es la sexta y última noche que Jesús pasa en Betania. Al día siguiente, los discípulos tienen que hacer los preparativos para la Pascua. Deben conseguir un cordero, matarlo y asarlo entero después que comience el 14 de nisán. ¿Dónde celebrarán la cena y quién la preparará? Jesús no ha revelado esos detalles, de modo que Judas no se los puede contar a los sacerdotes principales.

      Pedro y Juan siguen a un hombre que lleva una vasija de barro con agua

      Probablemente el jueves después del mediodía, mientras todavía están en Betania, Jesús envía a Pedro y Juan a la ciudad y les dice: “Vayan y preparen la Pascua para que la comamos”. Ellos le preguntan: “¿Dónde quieres que la preparemos?”. Jesús les explica: “Cuando entren en la ciudad, se encontrará con ustedes un hombre que lleva una vasija de barro con agua. Síganlo y entren en la casa en la que él entre. Y díganle al dueño de la casa: ‘El Maestro te dice: “¿Dónde está el cuarto de invitados, para que yo coma la Pascua con mis discípulos?”’. Y ese hombre les mostrará en la parte alta una habitación grande amueblada. Preparen la Pascua allí” (Lucas 22:8-12).

      Sin duda, el dueño de la casa es un discípulo de Jesús. Puede que supiera que él le iba a pedir usar su casa para esta ocasión. Cuando los dos apóstoles llegan a Jerusalén, se encuentran todo tal y como Jesús les había dicho. Entonces, se aseguran de que el cordero esté preparado y de que no falte ningún detalle para que los 13 —Jesús y los 12 apóstoles— celebren la cena de la Pascua.

      • Al parecer, ¿qué hace Jesús el miércoles 12 de nisán, y por qué?

      • ¿Por qué se reúnen los líderes religiosos, y por qué va a verlos Judas?

      • ¿A quiénes envía Jesús a Jerusalén el jueves, y qué hacen allí?

  • Una lección de humildad en la última Pascua
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús les lava los pies a los apóstoles para enseñarles a ser humildes

      CAPÍTULO 116

      Una lección de humildad en la última Pascua

      MATEO 26:20 MARCOS 14:17 LUCAS 22:14-18 JUAN 13:1-17

      • LA ÚLTIMA CENA DE LA PASCUA DE JESÚS CON SUS APÓSTOLES

      • LES LAVA LOS PIES A LOS APÓSTOLES PARA ENSEÑARLES UNA LECCIÓN

      Tal como Jesús les mandó, Pedro y Juan ya han llegado a Jerusalén para preparar la Pascua. Más tarde, Jesús y los otros 10 apóstoles también se dirigen hacia allá. La tarde ya está muy avanzada, y el Sol va desapareciendo en el horizonte mientras Jesús y sus apóstoles descienden del monte de los Olivos. Es la última vez que verá esta escena de día, hasta que resucite.

      En poco tiempo, llegan a la ciudad y van hacia la casa donde celebrarán la cena de la Pascua. Una vez allí, suben a la amplia habitación que hay en el piso de arriba y ven que todo está preparado. Jesús quería que llegara este momento, pues les dice: “Deseaba tanto comer con ustedes esta Pascua antes de que empiece mi sufrimiento...” (Lucas 22:15).

      Muchos años atrás, se había adquirido la costumbre de pasar varias copas de vino entre quienes celebraban la Pascua. Ahora, después de aceptar una de las copas, Jesús da gracias a Dios y luego les dice: “Tómenla y vayan pasándola entre ustedes, porque les digo que a partir de ahora no volveré a beber del producto de la vid hasta que venga el Reino de Dios” (Lucas 22:17, 18). Con estas palabras, debería quedarles claro que se aproxima su muerte.

      En algún momento durante la cena, ocurre algo inesperado. Jesús se levanta, pone a un lado su manto y agarra una toalla. Luego pone agua en un recipiente que tiene a mano. Normalmente, era el anfitrión quien se aseguraba de que alguien les lavara los pies a los invitados, quizás uno de sus sirvientes (Lucas 7:44). En esta ocasión, el dueño de la casa no está presente, así que Jesús se pone a hacerlo. Cualquiera de los apóstoles podría haber tomado la iniciativa, pero ninguno lo hace. ¿Será porque aún hay algo de rivalidad entre ellos? De cualquier modo, se sienten avergonzados de que sea Jesús quien les lave los pies.

      Cuando le llega el turno a Pedro, protesta: “No me lavarás los pies jamás”. Y Jesús le contesta: “Si no te los lavo, no eres uno de los míos”. Pedro le dice de corazón: “Señor, entonces no me laves solo los pies, sino también las manos y la cabeza”. La respuesta de Jesús le sorprende: “El que se ha bañado está completamente limpio y solo necesita lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos” (Juan 13:8-10).

      Jesús les lava los pies a los 12 apóstoles, hasta a Judas Iscariote. Después, vuelve a ponerse el manto, se reclina de nuevo a la mesa y les pregunta: “¿Entienden lo que les he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Por eso, si yo, el Señor y Maestro, les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado el ejemplo para que hagan lo mismo que yo les hice. De verdad les aseguro que el esclavo no es más que su amo ni es el enviado más que el que lo envió. Ahora que saben estas cosas, serán felices si las ponen en práctica” (Juan 13:12-17).

      ¡Qué lección tan conmovedora! Los seguidores de Jesús deben servir a los demás con humildad. No deben pensar que son los más importantes ni esperar que otros les sirvan. Más bien, deben seguir el ejemplo de Jesús, pero no lavando los pies a nadie como un ritual, sino estando dispuestos a servir a otros con humildad y sin parcialidad.

      • Durante la cena, ¿qué les dice Jesús a sus apóstoles para indicarles que se aproxima su muerte?

      • ¿Por qué sorprende que sea Jesús quien les lave los pies a los apóstoles?

      • Al lavarles los pies a los apóstoles, ¿qué lección enseña Jesús?

  • La Cena del Señor
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús instituye la Cena del Señor con sus once apóstoles fieles

      CAPÍTULO 117

      La Cena del Señor

      MATEO 26:21-29 MARCOS 14:18-25 LUCAS 22:19-23 JUAN 13:18-30

      • JESÚS REVELA QUE JUDAS LO TRAICIONARÁ

      • JESÚS INSTITUYE UNA CENA PARA RECORDAR SU MUERTE

      Hace un rato, Jesús les ha dado una lección de humildad a sus apóstoles al lavarles los pies. Ahora, al parecer después de la cena de la Pascua, cita estas palabras proféticas de David: “El hombre que estaba en paz conmigo, en el que yo confiaba, el que comía de mi pan, se ha vuelto en mi contra”. Después explica: “Uno de ustedes me va a traicionar” (Salmo 41:9; Juan 13:18, 21).

      Los apóstoles se miran unos a otros y empiezan a decir: “Señor, no seré yo, ¿verdad?”. Hasta Judas Iscariote lo dice. Entonces Pedro le pide a Juan, que está al lado de Jesús en la mesa, que averigüe de quién se trata. Así que Juan se recuesta en el pecho de Jesús y le pregunta: “Señor, ¿quién es?” (Mateo 26:22; Juan 13:25).

      Jesús le responde: “Es aquel a quien le dé el pedazo de pan que voy a mojar”. A continuación, moja un poco de pan en un plato, se lo da a Judas y dice: “El Hijo del Hombre se va, tal como se escribió acerca de él. Pero ¡ay del que va a traicionar al Hijo del Hombre! Más le valdría no haber nacido” (Juan 13:26; Mateo 26:24). Entonces, Satanás entra en Judas. Este hombre, que ya está corrompido, se somete ahora a la voluntad del Diablo, y así se convierte en “el hijo de destrucción” (Juan 6:64, 70; 12:4; 17:12).

      Jesús le dice a Judas: “Lo que estás haciendo, hazlo más rápido”. Los demás apóstoles se imaginan que, como Judas tiene la caja del dinero, le está diciendo que compre las cosas que necesitan para la fiesta o que les dé algo a los pobres (Juan 13:27-30). Pero, en vez de eso, Judas se marcha para traicionar a Jesús.

      Después que Judas se va, Jesús instituye una celebración completamente nueva. Toma un pan, hace una oración para dar las gracias, lo parte, se lo da a sus apóstoles para que lo coman y les dice: “Esto representa mi cuerpo, que será dado en beneficio de ustedes. Sigan haciendo esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Los apóstoles se pasan el pan y se lo comen.

      Luego, Jesús agarra una copa de vino, le da gracias a Dios, se la pasa a los apóstoles y todos beben de ella. Jesús les dice: “Esta copa representa el nuevo pacto, validado con mi sangre, que va a ser derramada en beneficio de ustedes” (Lucas 22:20).

      De este modo, Jesús establece una conmemoración para recordar su muerte, que sus seguidores deberán celebrar cada año el 14 de nisán. Esta celebración les recordará lo que tanto Jesús como su Padre han hecho para que las personas fieles puedan liberarse de la condena al pecado y la muerte. Y logra más que la Pascua para los judíos, pues destaca la verdadera liberación de los seres humanos que tengan fe.

      Jesús dice que su sangre “va a ser derramada en beneficio de muchas personas, para que sus pecados sean perdonados”. Sus apóstoles fieles y otros discípulos como ellos están entre las muchas personas que conseguirán ese perdón. Estos son los que estarán con él en el Reino de su Padre (Mateo 26:28, 29).

      • ¿Qué profecía bíblica cita Jesús, y cómo la relaciona con Judas?

      • ¿Qué le dice Jesús a Judas que haga? ¿Cómo lo interpretan los apóstoles?

      • ¿Qué nueva celebración instituye Jesús, y con qué propósito?

  • Discuten sobre quién es el mayor
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los apóstoles de Jesús discuten sobre quién es el mayor

      CAPÍTULO 118

      Discuten sobre quién es el mayor

      MATEO 26:31-35 MARCOS 14:27-31 LUCAS 22:24-38 JUAN 13:31-38

      • JESÚS DA CONSEJOS SOBRE LA GRANDEZA

      • PREDICE QUE PEDRO NEGARÁ CONOCERLO

      • EL AMOR IDENTIFICA A LOS SEGUIDORES DE JESÚS

      En esta última noche que Jesús pasa con sus apóstoles, él les ha lavado los pies, y así les ha dado una excelente lección sobre servir a los demás con humildad. ¿Por qué ha sido necesario? Porque han demostrado que tienen un punto débil. Son leales a Dios, pero aún están pensando en quién de ellos es el mayor o más importante (Marcos 9:33, 34; 10:35-37). Esa mala tendencia vuelve a surgir en el transcurso de la noche.

      En poco tiempo, comienza “una fuerte discusión entre los discípulos” sobre quién de ellos es el mayor (Lucas 22:24). ¡Qué triste debe sentirse Jesús al verlos discutiendo de nuevo! Pero ¿qué hace al respecto?

      En vez de regañarlos por su actitud y su comportamiento, razona pacientemente con ellos: “Los reyes de las naciones dominan al pueblo, y a los que tienen autoridad sobre la gente se les llama benefactores. Sin embargo, ustedes no deben ser así. [...] Porque ¿quién es mayor? ¿El que come, o el que sirve?”. Entonces, les recuerda el ejemplo que él mismo les ha dado siempre: “Pero yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lucas 22:25-27).

      A pesar de que son imperfectos, los apóstoles han permanecido al lado de Jesús en medio de muchas situaciones difíciles. Por eso, él les dice: “Yo hago un pacto con ustedes para un reino, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo” (Lucas 22:29). Estos hombres son seguidores leales de Jesús. Y él les asegura que, gracias a este pacto que hace con ellos, estarán en el Reino y gobernarán con él.

      Aunque los apóstoles tienen esa maravillosa esperanza, todavía son humanos e imperfectos. Jesús les dice: “Satanás los ha reclamado a todos ustedes para sacudirlos como si fueran trigo”, que se dispersa al pasarlo por una criba (Lucas 22:31). Además, les advierte: “Esta noche, todos ustedes van a fallar por mi causa, porque está escrito: ‘Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán dispersadas’” (Mateo 26:31; Zacarías 13:7).

      Pedro dice muy confiado: “Aunque todos los demás fallen por tu causa, ¡yo nunca fallaré!” (Mateo 26:33). Pero Jesús le dice que, antes de que un gallo cante esa noche dos veces, negará conocerlo. No obstante, añade: “Pero yo he rogado por ti para que tu fe no decaiga. Y tú, cuando vuelvas, fortalece a tus hermanos” (Lucas 22:32). Aun así, Pedro insiste: “Aunque tenga que morir contigo, yo nunca negaré conocerte” (Mateo 26:35). Los demás apóstoles afirman lo mismo.

      Jesús sigue diciendo: “Voy a estar con ustedes un poco más de tiempo. Me buscarán; pero lo mismo que les dije a los judíos se lo digo ahora a ustedes: ‘No pueden venir adonde yo voy’”. Y añade: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; que, así como yo los he amado, ustedes se amen unos a otros. De este modo todos sabrán que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros” (Juan 13:33-35).

      Al oír a Jesús decir que estará con ellos solo un poco más de tiempo, Pedro le pregunta: “Señor, ¿adónde vas?”. Él le contesta: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde”. Confundido, Pedro responde: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti” (Juan 13:36, 37).

      A continuación, Jesús se refiere a la ocasión en la que envió a sus apóstoles a predicar por Galilea sin bolsita para el dinero ni bolsa de provisiones (Mateo 10:5, 9, 10). Y les pregunta: “¿Verdad que no les faltó nada?”. Ellos contestan que no. Pero ¿qué deben hacer de ahora en adelante? Jesús les manda: “Ahora, el que tiene una bolsita para el dinero, que la lleve, y también una bolsa de provisiones; y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque les digo que tiene que cumplirse en mí esto que está escrito: ‘Fue considerado un delincuente’. De hecho, esto se está cumpliendo en mí” (Lucas 22:35-37).

      Jesús está hablando del momento en el que lo clavarán en un madero junto a malhechores o delincuentes. A partir de entonces, sus seguidores se enfrentarán a dura persecución. Ellos creen que están listos, así que le dicen: “Señor, mira, aquí hay dos espadas”. Él les responde: “Con eso basta” (Lucas 22:38). Más adelante, Jesús aprovechará que ellos tienen dos espadas para enseñarles una importante lección.

      • ¿Por qué discuten los apóstoles, y qué hace Jesús al respecto?

      • ¿Qué logrará el pacto que hace Jesús con sus discípulos fieles?

      • ¿Qué le dice Jesús a Pedro al ver su exceso de confianza?

  • Jesús: el camino, la verdad y la vida
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús en la habitación del piso de arriba con sus 11 apóstoles fieles

      CAPÍTULO 119

      Jesús: el camino, la verdad y la vida

      JUAN 14:1-31

      • JESÚS SE VA A PREPARARLES UN LUGAR A SUS DISCÍPULOS

      • LES PROMETE QUE LES DARÁ UN AYUDANTE

      • EL PADRE ES MAYOR QUE JESÚS

      Jesús todavía está con sus apóstoles en la habitación del piso de arriba. Después de la cena para recordar su muerte, los anima diciéndoles: “Que no se les angustie el corazón. Demuestren fe en Dios, y demuestren fe en mí también” (Juan 13:36; 14:1).

      Jesús les dice algo a sus fieles apóstoles para que no se preocupen demasiado por su partida: “En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir. [...] Además, cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los recibiré en casa, a mi lado, para que donde yo esté también estén ustedes”. Sin embargo, los apóstoles no entienden que les está hablando de ir al cielo. Por eso Tomás le pregunta: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?” (Juan 14:2-5).

      Jesús le responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Solo quien acepte a Jesús y sus enseñanzas, y siga su ejemplo, puede entrar en el hogar celestial de su Padre. Jesús explica: “Nadie puede llegar al Padre si no es por medio de mí” (Juan 14:6).

      Felipe, que está escuchando con atención, le pide: “Señor, muéstranos al Padre, y con eso nos basta”. Al parecer, quiere que le dé una visión de Dios, como las que tuvieron Moisés, Elías e Isaías. Sin embargo, los apóstoles cuentan con algo mejor que aquellas visiones. Jesús lo destaca al responder: “Felipe, con todo el tiempo que llevo con ustedes, ¿todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre también”. Jesús es el reflejo perfecto de la personalidad del Padre. Por lo tanto, vivir con Jesús y observarlo es como ver al Padre. Aunque, por supuesto, el Padre es superior al Hijo, por eso Jesús señala: “Las cosas que yo les digo no son ideas mías” (Juan 14:8-10). Los apóstoles ven que Jesús le da a su Padre todo el mérito por sus enseñanzas.

      Ellos han visto a Jesús realizar obras maravillosas y lo han escuchado predicar las buenas noticias del Reino de Dios. Ahora él les dice: “El que demuestre fe en mí también hará las obras que yo hago. Y hará obras más grandes” (Juan 14:12). Con esas palabras, no se refiere a que ellos harán milagros más importantes que los que él realizó. Sin embargo, sí predicarán durante mucho más tiempo, abarcarán un territorio mucho más extenso y llegarán a más gente.

      Aunque Jesús se marche, los apóstoles no se sentirán abandonados, pues él les promete: “Si ustedes piden algo en mi nombre, yo lo haré”. Es más, les dice: “Yo le rogaré al Padre y él les dará otro ayudante que esté con ustedes para siempre: el espíritu de la verdad” (Juan 14:14, 16, 17). Así, Jesús les garantiza que recibirán el apoyo de “otro ayudante”, el espíritu santo. Eso sucede en el día de Pentecostés.

      Jesús continúa: “Dentro de poco, el mundo ya no me verá más, pero ustedes me verán, porque yo vivo y ustedes vivirán” (Juan 14:19). No solo les dice que se les aparecerá con un cuerpo humano, sino que en el futuro los resucitará como criaturas espirituales, y así estarán con él en el cielo.

      Ahora Jesús les dice una verdad muy clara: “El que acepta mis mandamientos y los obedece es el que me ama. Y, al que me ama, mi Padre lo amará, y yo lo amaré y me mostraré abiertamente a él”. A lo que el apóstol Judas, también llamado Tadeo, le pregunta: “Señor, ¿qué ha pasado? ¿Por qué vas a mostrarte abiertamente a nosotros y no al mundo?”. Jesús le contesta: “Si alguien me ama, obedecerá mis palabras. Y mi Padre lo amará [...]. El que no me ama no obedece mis palabras” (Juan 14:21-24). A diferencia de sus seguidores, el mundo no reconoce a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

      Entonces, ya que Jesús va a irse, ¿cómo podrán recordar los discípulos todo lo que les ha enseñado? Él les explica: “El ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho”. Los apóstoles ya han visto el poder que tiene el espíritu santo, así que esa garantía los tranquiliza. Jesús añade: “La paz les dejo; mi paz les doy. [...] Que no se les angustie ni acobarde el corazón” (Juan 14:26, 27). Los discípulos no tienen de qué preocuparse, porque el Padre de Jesús los dirigirá y protegerá.

      Muy pronto se hará evidente esa protección de Dios. Jesús explica: “Viene el gobernante del mundo, aunque sobre mí él no tiene ningún poder” (Juan 14:30). El Diablo fue capaz de entrar en Judas y dominarlo. Pero Jesús no tiene un punto débil que Satanás pueda usar para ponerlo en contra de Dios. Satanás tampoco tiene el poder para impedir que resucite. ¿Por qué no lo puede impedir? Jesús dice la razón: “Hago exactamente lo que el Padre me ha mandado”. Por eso está totalmente seguro de que su Padre lo resucitará (Juan 14:31).

      • ¿Adónde va a ir Jesús? Cuando Tomás le pregunta cómo llegar allí, ¿qué le asegura Jesús?

      • Al parecer, ¿qué quiere Felipe que le dé Jesús?

      • ¿En qué sentido harán los seguidores de Jesús obras mayores que las de él?

      • El hecho de que el Padre sea mayor que Jesús, ¿qué garantía da?

  • Cómo dar fruto y ser amigos de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con sus apóstoles mientras se van de la habitación del piso de arriba

      CAPÍTULO 120

      Cómo dar fruto y ser amigos de Jesús

      JUAN 15:1-27

      • LA VID VERDADERA Y SUS RAMAS

      • CÓMO PERMANECER EN EL AMOR DE JESÚS

      Jesús ha estado conversando francamente con sus apóstoles fieles y animándolos. Es tarde, quizás después de medianoche. Ahora les pone un ejemplo motivador.

      Comienza así: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el agricultor” (Juan 15:1). Este ejemplo se parece a lo que se dijo siglos antes sobre la nación de Israel, a la que se llamaba la vid de Jehová (Jeremías 2:21; Oseas 10:1, 2). Sin embargo, Jehová va a rechazar a esa nación (Mateo 23:37, 38). Así que Jesús está hablando de algo nuevo. Él es la vid que su Padre ha estado cultivando desde que lo ungió con espíritu santo en el año 29. Pero Jesús muestra que la vid no solo lo representa a él, pues dice:

      “Él [su Padre] corta todas las ramas en mí que no dan fruto, y todas las que dan fruto las limpia para que den más. [...] Igual que la rama no puede dar fruto por sí sola, sino que tiene que seguir unida a la vid, ustedes tampoco pueden dar fruto si no siguen en unión conmigo. Yo soy la vid y ustedes son las ramas” (Juan 15:2-5).

      Jesús les ha prometido a sus discípulos fieles que, después de su partida, les enviará a un ayudante, el espíritu santo. Cincuenta y un días más tarde, los apóstoles y otros discípulos recibirán ese espíritu, y así se convertirán en ramas de la vid. Y todas las “ramas” deberán permanecer unidas a Jesús. ¿Con qué propósito?

      Explica: “El que se mantiene en unión conmigo, y yo en unión con él, ese da mucho fruto. Porque, separados de mí, ustedes no pueden hacer nada”. Sus seguidores fieles, que son las “ramas” de la vid, darán mucho fruto cultivando cualidades como las de Jesús, buscando oportunidades para hablar con otros acerca del Reino de Dios y haciendo más discípulos. ¿Y qué sucede si alguien no permanece en unión con Jesús y no da fruto? Él lo dice: “Si alguien no se mantiene en unión conmigo, es desechado”. Por otra parte, indica: “Si se mantienen en unión conmigo y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les hará realidad” (Juan 15:5-7).

      Ahora vuelve a destacar que deben seguir sus mandamientos, algo que ya les ha mencionado dos veces (Juan 14:15, 21). Y les dice cuál es la manera de demostrar que lo están haciendo. Explica: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos del Padre y permanezco en su amor”. Sin embargo, se requiere más que amar a Jehová y a su Hijo. Jesús continúa: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros tal como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando” (Juan 15:10-14).

      Dentro de unas pocas horas, Jesús demostrará su amor entregando su vida por todos los que tengan fe en él. Su ejemplo debería impulsar a sus seguidores a tenerse el mismo amor y a estar dispuestos a sacrificarse unos por otros. Esa clase de amor servirá para identificarlos, tal como Jesús lo declaró anteriormente: “De este modo todos sabrán que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros” (Juan 13:35).

      Los apóstoles deberían caer en la cuenta de que Jesús los está llamando amigos. Él les explica por qué lo son: “Los llamo amigos, porque les he contado todas las cosas que le he escuchado decir a mi Padre”. ¡Qué relación tan hermosa! Ser buenos amigos de Jesús y saber las cosas que su Padre le ha contado es algo muy especial. Pero, si quieren mantener esa amistad con él, deben seguir dando fruto. Jesús les dice que, si lo hacen, “el Padre les dará cualquier cosa que le pidan” en su nombre (Juan 15:15, 16).

      El amor que se tengan sus discípulos, las “ramas” de la vid, los ayudará a aguantar lo que les sobrevendrá. Él les dice que el mundo los odiará, pero también les da estas palabras de ánimo: “Si el mundo los odia, ya saben que a mí me odió antes que a ustedes. Si fueran parte del mundo, el mundo los amaría porque serían algo suyo. Pero, como no son parte del mundo, sino que yo los he elegido de entre el mundo, por eso el mundo los odia” (Juan 15:18, 19).

      Luego, les da más razones por las que el mundo los odiará: “Por causa de mi nombre, ellos les harán todas estas cosas, porque no conocen al que me envió”. Jesús dice que sus milagros en realidad condenan a los que lo odian: “Si yo no hubiera hecho delante de ellos las obras que nadie más ha hecho, no serían culpables de pecado; pero ahora me han visto y me han odiado a mí y también a mi Padre”. De hecho, ese odio cumple lo que estaba predicho (Juan 15:21, 24, 25; Salmo 35:19; 69:4).

      Jesús les promete de nuevo que les enviará al ayudante, el espíritu santo. Esa poderosa fuerza está a disposición de todos sus seguidores y los puede ayudar a dar fruto, es decir, a “dar testimonio” (Juan 15:27).

      • ¿Quién es el agricultor, quién es la vid y quiénes son las ramas del ejemplo de Jesús?

      • ¿Qué fruto quiere Dios que produzcan las ramas?

      • ¿Cómo pueden los discípulos de Jesús ser sus amigos, y qué los ayudará a hacer frente al odio del mundo?

  • “¡Sean valientes!, que yo he vencido al mundo”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Los apóstoles se preocupan cuando Jesús les da una advertencia

      CAPÍTULO 121

      “¡Sean valientes!, que yo he vencido al mundo”

      JUAN 16:1-33

      • DENTRO DE POCO, LOS APÓSTOLES DEJARÁN DE VER A JESÚS

      • LA TRISTEZA DE LOS APÓSTOLES SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA

      Jesús y los apóstoles están a punto de irse de la habitación del piso de arriba, donde han celebrado la cena de la Pascua. Él les ha dado muchos consejos y ahora les explica: “Les he dicho estas cosas para que no pierdan la fe”. ¿Por qué es oportuna esa advertencia? Él mismo da la respuesta: “Los van a expulsar de la sinagoga. De hecho, viene la hora en que todo el que los mate creerá que le está prestando un servicio sagrado a Dios” (Juan 16:1, 2).

      Esas noticias quizás preocupen a los apóstoles. Aunque Jesús ya les mencionó que el mundo los odiaría, no les había dicho tan directamente que los matarían. ¿Por qué no? Porque todavía está con ellos (Juan 16:4). Pero, ahora, antes de marcharse, les está avisando, así tal vez no fallen más adelante.

      Jesús continúa: “Ahora voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta ‘¿Adónde vas?’”. Ya esa misma noche le habían preguntado adónde iba (Juan 13:36; 14:5; 16:5). Pero, ahora, conmocionados, se quedan pensando en la persecución que van a sufrir y centrados en su propia tristeza. Por eso no le hacen más preguntas sobre la gloria que le espera y lo que eso significará para los verdaderos siervos de Dios. Jesús les comenta: “El corazón se les ha llenado de tristeza porque les dije estas cosas” (Juan 16:6).

      Entonces les explica: “Es por su bien que me voy. Porque, si no me voy, el ayudante no vendrá a ustedes; pero, si me voy, yo se lo enviaré a ustedes” (Juan 16:7). Jesús tiene que morir e ir al cielo para que sus discípulos reciban espíritu santo, que él puede enviar como ayudante a sus seguidores en cualquier parte del mundo.

      El espíritu santo “le dará al mundo pruebas convincentes del pecado, de la justicia y del juicio” (Juan 16:8). Así es, la falta de fe del mundo en el Hijo de Dios quedará al descubierto. Jesús subirá al cielo, y eso será una prueba convincente de que él es justo y demostrará que Satanás, “el gobernante de este mundo”, merece ser condenado (Juan 16:11).

      A continuación, Jesús señala: “Tengo muchas cosas que decirles, pero ahora sería demasiado para ustedes”. Sin embargo, cuando él derrame el espíritu santo, lograrán entender “toda la verdad” y serán capaces de vivir de acuerdo con ella (Juan 16:12, 13).

      Los apóstoles se quedan confundidos al escuchar a Jesús decir: “Dentro de poco ya no me verán más, pero también dentro de poco me verán”. Se preguntan unos a otros a qué se refiere. Jesús se da cuenta de que quieren saberlo, así que les explica: “De verdad les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán, pero el mundo se alegrará; ustedes sentirán dolor, pero su dolor se convertirá en felicidad” (Juan 16:16, 20). Cuando lo maten al día siguiente por la tarde, los líderes religiosos se alegrarán, pero los discípulos se pondrán muy tristes. Sin embargo, su dolor se tornará en alegría al ver que Jesús ha resucitado, y seguirán sintiendo alegría cuando él derrame sobre ellos el espíritu santo.

      Jesús compara la situación de los apóstoles a la de una mujer que tiene dolores de parto: “Cuando una mujer está dando a luz, siente dolor porque le ha llegado la hora. Pero, cuando ya ha dado a luz al niño, la felicidad de que un ser humano haya venido al mundo hace que se le olvide todo el sufrimiento”. Jesús les da a los apóstoles las siguientes palabras de ánimo: “Lo mismo pasa con ustedes. Ahora están muy tristes; pero yo volveré a verlos, y el corazón se les llenará de felicidad y nadie les podrá quitar su felicidad” (Juan 16:21, 22).

      Hasta ahora, los apóstoles nunca han hecho peticiones en el nombre de Jesús. Pero él les dice: “Ese día le pedirán al Padre en mi nombre”. ¿Por qué deberían hacerlo? No es porque el Padre no quiera responderles, pues Jesús les confirma: “El Padre mismo los quiere, porque me han querido a mí y han creído que yo vine como representante de Dios” (Juan 16:26, 27).

      Quizás por esas palabras animadoras de Jesús, los apóstoles afirman con valor: “Por esta razón creemos que viniste de Dios”. Sin embargo, esa convicción pronto se verá puesta a prueba. Jesús les explica lo que va a suceder dentro de poco: “Viene la hora —de hecho, ha llegado ya— en que serán dispersados. Cada uno se irá a su propia casa y me dejarán solo”. Aun así, les asegura: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz por medio de mí. En el mundo van a tener sufrimientos. Pero ¡sean valientes!, que yo he vencido al mundo” (Juan 16:30-33). Así es, Jesús de ninguna manera los va a abandonar. Y está seguro de que ellos también podrán salir vencedores, igual que él, cumpliendo fielmente con la voluntad de Dios a pesar de los intentos de Satanás y su mundo por quebrantar su lealtad.

      • ¿Qué advertencia de Jesús causa preocupación a los apóstoles?

      • ¿Por qué los apóstoles no le hacen más preguntas a Jesús?

      • ¿Qué comparación pone Jesús para explicar que el dolor de los apóstoles se convertirá en felicidad?

  • La oración de conclusión de Jesús en la habitación de arriba
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús alza la vista al cielo y ora delante de sus apóstoles

      CAPÍTULO 122

      La oración de conclusión de Jesús en la habitación de arriba

      JUAN 17:1-26

      • LOS BENEFICIOS DE LLEGAR A CONOCER A DIOS Y A SU HIJO

      • LA UNIDAD DE JEHOVÁ, JESÚS Y LOS DISCÍPULOS

      Como Jesús ama tanto a sus discípulos, los ha estado preparando para cuando se vaya dentro de poco. Ahora, alza la vista al cielo y le ora a su Padre: “Glorifica a tu hijo para que tu hijo te glorifique a ti, así como le has dado autoridad sobre todas las personas para que él les dé vida eterna a todos los que le diste” (Juan 17:1, 2).

      Jesús reconoce claramente que lo más importante es darle gloria a Dios. Pero también menciona que la humanidad tiene la maravillosa posibilidad de obtener vida eterna. Jesús ha recibido “autoridad sobre todas las personas”, así que puede ofrecerles a todos los seres humanos los beneficios de su sacrificio. No obstante, solo unos cuantos los aprovecharán. ¿Por qué? Porque únicamente los recibirán quienes hagan lo que Jesús dice a continuación: “Esto significa vida eterna: que lleguen a conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3).

      Así, quien quiera recibir vida eterna debe conocer muy bien tanto al Padre como al Hijo y desarrollar una estrecha amistad con ellos. Tiene que ver las cosas como ellos las ven. Además, debe esforzarse por copiar sus magníficas cualidades al tratar a los demás y reconocer que obtener la vida eterna no es tan importante como darle gloria a Dios. Jesús vuelve a hablar de este tema:

      “Yo te he glorificado en la tierra; he completado la obra que me encargaste. Así que ahora, Padre, glorifícame a tu lado con aquella gloria que yo tenía junto a ti antes de que el mundo existiera” (Juan 17:4, 5). Jesús le está pidiendo a su Padre que lo resucite para recibir de nuevo la gloria que había tenido en el cielo.

      Sin embargo, Jesús no ha olvidado lo que ha logrado en su ministerio. A continuación, dice: “Les he dado a conocer tu nombre a quienes me diste del mundo. Eran tuyos y me los diste, y han obedecido tus palabras” (Juan 17:6). Él ha ido más allá de pronunciar el nombre de Dios, Jehová, al predicar. También ha ayudado a sus apóstoles a llegar a conocer lo que ese nombre representa, es decir, las cualidades de Dios y su manera de tratar con los seres humanos.

      Los apóstoles han llegado a conocer a Jehová, el papel de Jesús y las cosas que este les ha enseñado. Ahora, Jesús reconoce humildemente: “Les he dado el mensaje que me diste y ellos lo han aceptado y realmente han llegado a saber que vine como representante tuyo, y han creído que tú me enviaste” (Juan 17:8).

      Luego, Jesús reconoce que sus seguidores son diferentes del resto de las personas: “No pido por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos [...]. Padre santo, cuídalos por causa de tu propio nombre, el que tú me diste, para que sean uno así como nosotros somos uno. [...] Los he protegido, y ninguno de ellos ha sido destruido, excepto el hijo de destrucción”. Se refiere a Judas Iscariote, que se ha ido para traicionarlo (Juan 17:9-12).

      Jesús continúa diciendo: “El mundo los ha odiado”. Y luego añade: “No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del Maligno. Ellos no son parte del mundo, igual que yo no soy parte del mundo” (Juan 17:14-16). Aunque los apóstoles y los demás discípulos están en el mundo —la sociedad humana controlada por Satanás—, deben mantenerse separados de ese mundo y de su maldad. ¿Cómo pueden lograrlo?

      Manteniéndose santos, apartados para el servicio a Dios. Lo pueden conseguir poniendo en práctica las verdades que se encuentran en las Escrituras Hebreas y las que Jesús mismo les ha enseñado. Él le pide a su Padre: “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Con el tiempo, y por inspiración de Dios, algunos apóstoles escribirán libros que llegarán a formar parte de “la verdad” que podrá santificar a las personas.

      Pero también habrá otros que acepten “la verdad”. Por eso Jesús dice: “No te pido solo por ellos [los 11 apóstoles], sino también por los que pongan su fe en mí gracias a las palabras de ellos”. ¿Y qué pide? “Que todos ellos sean uno. Tal como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros” (Juan 17:20, 21). Jesús y su Padre no son la misma persona. Son uno en el sentido de que están de acuerdo en todo. Y él está orando para que sus seguidores disfruten de esa misma unidad.

      Poco antes, Jesús les había dicho a Pedro y a los demás que se iba para prepararles un lugar en el cielo (Juan 14:2, 3). Y ahora retoma esa idea al pedirle a su Padre: “Quiero que los que me diste estén conmigo donde yo esté para que vean la gloria que me has dado, porque me amaste antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). Con esto confirma que, hace mucho tiempo, incluso antes de que Adán y Eva tuvieran hijos, Dios amó a su Hijo unigénito, quien llegó a ser Jesucristo.

      En sus palabras finales, Jesús vuelve a destacar tanto el nombre de su Padre como el amor que Dios siente por los apóstoles y por quienes acepten “la verdad” en el futuro: “Les he dado a conocer tu nombre —afirma—, y seguiré dándolo a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos y yo esté en unión con ellos” (Juan 17:26).

      • ¿Qué significa llegar a conocer a Dios y a su Hijo?

      • ¿Cómo ha dado a conocer Jesús el nombre de Dios?

      • ¿En qué sentido son uno el Padre, el Hijo y todos los que de verdad adoran a Dios?

  • Ora a su Padre en momentos de gran angustia
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús ora en el jardín de Getsemaní mientras Pedro, Santiago y Juan duermen

      CAPÍTULO 123

      Ora a su Padre en momentos de gran angustia

      MATEO 26:30, 36-46 MARCOS 14:26, 32-42 LUCAS 22:39-46 JUAN 18:1

      • JESÚS EN EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

      • SU SUDOR SE VUELVE COMO GOTAS DE SANGRE

      Jesús termina de orar con sus apóstoles y, “después de cantar alabanzas”, todos se van al monte de los Olivos (Marcos 14:26). Se dirigen hacia el este, a un lugar adonde Jesús acostumbra ir, el jardín de Getsemaní.

      Al llegar a este agradable lugar entre los olivos, deja atrás a ocho de los apóstoles. Quizás se quedan cerca de la entrada del jardín, pues les pide: “Quédense aquí sentados mientras yo voy allá a orar”. Entonces se lleva con él a tres apóstoles —Pedro, Santiago y Juan— y se adentra más en el jardín. Está bajo mucha presión, por eso les dice: “Estoy tan angustiado que siento que me muero. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo” (Mateo 26:36-38).

      Jesús se aparta un poco de ellos, cae al suelo y empieza a orar. ¿Sobre qué asuntos ora en un momento tan crítico? Le ruega a Dios: “Padre, para ti todo es posible; quítame esta copa. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres” (Marcos 14:35, 36). ¿A qué se refiere? ¿Acaso está renunciando a su papel de Redentor? ¡Claro que no!

      Jesús pudo ver desde el cielo el sufrimiento extremo por el que pasaron otras personas ejecutadas por los romanos. Y ahora él es un ser humano con profundos sentimientos, capaz de padecer dolor. Está claro que no desea sufrir lo que le espera. Pero hay algo más importante que lo tiene angustiado. Sabe que morirá como un delincuente despreciable y que eso le puede traer deshonra al nombre de su Padre. Dentro de unas cuantas horas, lo clavarán en un madero como si fuera culpable de blasfemia contra Dios.

      Jesús pasa un buen rato orando y, cuando vuelve, se encuentra a los tres apóstoles dormidos. Entonces le dice a Pedro: “¿Es que no pudieron mantenerse despiertos conmigo ni siquiera una hora? Manténganse despiertos y oren constantemente para que no caigan en la tentación”. Jesús comprende que los apóstoles también han estado bajo mucha presión, y ya es tarde por la noche. Así que añade: “Claro, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:40, 41).

      Luego, Jesús se va por segunda vez y le pide a Dios que aparte de él “esta copa”. Al volver, ve que los apóstoles se han dormido de nuevo, cuando deberían haber estado orando para no caer en tentación. Jesús se lo señala, y ellos no saben qué decirle (Marcos 14:40). Entonces, se marcha por tercera vez, se pone de rodillas y continúa orando.

      Está muy preocupado porque morir como un delincuente le traerá deshonra al nombre de su Padre. Pero Jehová está escuchando las oraciones de su Hijo y, en un momento determinado, le envía a un ángel para fortalecerlo. Aun así, Jesús no deja de suplicarle ayuda a su Padre, sino que sigue “orando todavía con más intensidad”. La tensión emocional que siente es enorme. ¡Cuánta responsabilidad lleva en sus hombros! Está en juego su propia vida eterna y la de todos los seres humanos que adoren a Dios. Con razón su sudor se vuelve como gotas de sangre que caen al suelo (Lucas 22:44).

      Al regresar por tercera vez adonde están los apóstoles, de nuevo los encuentra dormidos. Les dice: “¡Están durmiendo y descansando en un momento como este! ¡Miren! Se ha acercado la hora para que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de pecadores. Levántense, vámonos. Miren, ya está llegando el que me va a traicionar” (Mateo 26:45, 46).

      SU SUDOR SE VUELVE COMO GOTAS DE SANGRE

      Lucas, que era médico, no explica cómo es posible que el sudor de Jesús se volviera “como gotas de sangre” (Lucas 22:44). Puede que estuviera hablando en sentido figurado, comparando el sudor de Jesús a la sangre que gotea de una herida. Sin embargo, el Dr. William Edwards apunta a otra posibilidad en The Journal of the American Medical Association (la revista de la Asociación Médica Americana): “Aunque se trata de un fenómeno poco común, la mezcla de sudor y sangre (hematidrosis [...]) puede presentarse en casos de máxima tensión emocional [...]. Esto ocurre cuando se produce una hemorragia en las glándulas sudoríparas, la cual provoca que la piel se debilite y se haga más sensible”.

      • Después de salir de la habitación del piso de arriba, ¿adónde va Jesús con sus apóstoles?

      • ¿Qué hacen tres apóstoles mientras Jesús ora a Dios?

      • ¿Por qué se vuelve el sudor de Jesús como gotas de sangre?

  • La traición de Judas y el arresto de Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Pedro le corta la oreja a Malco con una espada, y Jesús lo reprende; los soldados se preparan para arrestar a Jesús

      CAPÍTULO 124

      La traición de Judas y el arresto de Jesús

      MATEO 26:47-56 MARCOS 14:43-52 LUCAS 22:47-53 JUAN 18:2-12

      • JUDAS TRAICIONA A JESÚS EN EL JARDÍN

      • PEDRO LE CORTA LA OREJA A UN HOMBRE

      • ARRESTAN A JESÚS

      Ya es más de medianoche. Los sacerdotes han acordado pagarle a Judas 30 piezas de plata para que traicione a Jesús. Así que Judas guía a un gran grupo de sacerdotes principales y fariseos, con el objetivo de encontrar al Maestro. Los acompaña un destacamento de soldados romanos y un comandante militar.

      Por lo visto, cuando Jesús le dijo que se marchara de la cena de la Pascua, Judas se fue directamente a ver a los sacerdotes principales (Juan 13:27). Ellos reunieron a sus propios guardias y a una banda de soldados. Quizás Judas los haya conducido primero a la habitación en la que Jesús y sus apóstoles han celebrado la Pascua. Pero, a estas alturas, la multitud ha cruzado el valle de Cedrón y se dirige al jardín. Además de armas, llevan lámparas y antorchas, resueltos a encontrar a Jesús.

      Judas dirige al grupo hacia el monte de los Olivos convencido de que sabe dónde encontrar a Jesús. La semana pasada los apóstoles recorrieron en varias ocasiones el camino de Betania a Jerusalén y se detuvieron en el jardín de Getsemaní unas cuantas veces. Pero ahora es de noche, y puede que Jesús se encuentre entre las sombras de los olivos del jardín. Así que, ¿cómo serán capaces los soldados de reconocerlo, si quizás ni lo han visto antes? Para ayudarlos, Judas queda en darles la siguiente señal: “Al que yo bese, ese es. Deténganlo y llévenselo bien custodiado” (Marcos 14:44).

      Al llegar con el grupo al jardín, Judas ve a Jesús y sus apóstoles y va directamente hacia ellos. Le dice a Jesús: “¡Hola, Rabí!” y le da un beso cariñoso. Jesús le pregunta: “Amigo, ¿a qué has venido?” (Mateo 26:49, 50). Pero él mismo se responde, diciendo: “Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?” (Lucas 22:48). Así es, ¡Judas acaba de traicionar a su Maestro!

      Entonces, Jesús da un paso al frente, se coloca a la luz de las antorchas y lámparas, y pregunta: “¿A quién buscan?”. Alguien de la multitud le contesta: “A Jesús el Nazareno”. Con valor, él responde: “Soy yo” (Juan 18:4, 5). Los hombres, que no saben qué esperar, caen al suelo.

      En vez de aprovechar el momento para escaparse en la oscuridad de la noche, Jesús vuelve a preguntarles a quién están buscando. Ellos le responden de nuevo: “A Jesús el Nazareno”. Jesús continúa con calma: “Ya les dije que soy yo. Si me están buscando a mí, dejen que estos hombres se vayan”. Incluso en un momento tan crucial como este, recuerda lo que había dicho antes, que no perdería a ninguno de sus apóstoles fieles (Juan 6:39; 17:12). De hecho, no ha perdido a ninguno, excepto a Judas, “el hijo de destrucción” (Juan 18:7-9). Ahora está pidiendo que dejen que sus seguidores leales se marchen.

      Cuando los apóstoles ven que los soldados se levantan y se acercan a Jesús, se dan cuenta de lo que está sucediendo. “Señor, ¿atacamos con la espada?”, preguntan (Lucas 22:49). Antes de que Jesús pueda responderles, Pedro agarra una de las dos espadas que llevan los apóstoles y le corta la oreja derecha a Malco, esclavo del sumo sacerdote.

      Pero Jesús le toca la oreja a Malco y le cura la herida. Entonces enseña una lección importante al ordenarle a Pedro: “Guarda tu espada, porque todos los que usan la espada morirán a espada”. Jesús está dispuesto a que lo arresten, pues explica: “Si hiciera eso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que es así como tiene que pasar?” (Mateo 26:52, 54). Y añade: “¿Acaso no debo beber de la copa que me ha dado el Padre?” (Juan 18:11). Está de acuerdo con la voluntad de Dios para él, aunque tenga que morir.

      Jesús le pregunta a la gente: “¿Salieron con espadas y garrotes para arrestarme como si yo fuera un ladrón? Día tras día me sentaba para enseñar en el templo y ustedes no me detuvieron. Pero todo esto ha pasado para que se cumpla lo que escribieron los profetas” (Mateo 26:55, 56).

      Los soldados, el comandante militar y los guardias de los judíos atrapan a Jesús y lo atan. Al ver esto, los apóstoles huyen. Sin embargo, “cierto joven”, quizás el discípulo Marcos, se queda entre la multitud con la intención de seguir a Jesús (Marcos 14:51). Pero lo reconocen y tratan de agarrarlo, de modo que se ve obligado a dejar atrás su vestidura de lino para escapar.

      • ¿Por qué se dirige Judas al jardín de Getsemaní a buscar a Jesús?

      • ¿Qué hace Pedro para defender a Jesús? Pero ¿qué dice Jesús al respecto?

      • ¿Cómo demuestra Jesús que está de acuerdo con la voluntad de Dios para él?

      • ¿Quién se queda con Jesús cuando los apóstoles lo abandonan, y qué sucede entonces?

  • Se lo llevan a Anás y después a Caifás
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Caifás se rasga su vestidura, otros abofetean a Jesús, se burlan de él y le dan puñetazos

      CAPÍTULO 125

      Se lo llevan a Anás y después a Caifás

      MATEO 26:57-68 MARCOS 14:53-65 LUCAS 22:54, 63-65 JUAN 18:13, 14, 19-24

      • LLEVAN A JESÚS AL EX SUMO SACERDOTE ANÁS

      • EL SANEDRÍN LLEVA A CABO UN JUICIO ILEGAL

      Después de atar a Jesús como si fuera un vulgar delincuente, se lo llevan a Anás, quien era el sumo sacerdote cuando Jesús era niño y dejó asombrados a los maestros en el templo (Lucas 2:42, 47). Algunos de los hijos de Anás también desempeñaron más tarde el papel de sumo sacerdote, y ahora es su yerno Caifás quien ocupa el puesto.

      Mientras Anás interroga a Jesús, Caifás tiene tiempo para convocar al Sanedrín. Este tribunal, compuesto por 71 miembros, incluye al sumo sacerdote y a otros hombres que habían tenido ese cargo.

      Anás interroga a Jesús “sobre sus discípulos y sobre lo que enseñaba”. Él simplemente le responde: “He hablado públicamente a todo el mundo. Siempre enseñé en las sinagogas y en el templo, donde todos los judíos se reúnen, y no dije nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a quienes oyeron lo que les dije. Ahí están, ellos saben bien lo que dije” (Juan 18:19-21).

      Uno de los guardias que está de pie allí le da una bofetada a Jesús y lo reprende: “¿Así le contestas al sacerdote principal?”. Pero Jesús sabe que no ha hecho nada malo, por eso le responde: “Si he dicho algo malo, dime qué fue; pero, si lo que he dicho es cierto, ¿por qué me pegas?” (Juan 18:22, 23). Luego Anás hace que se lleven a Jesús ante su yerno Caifás.

      A estas alturas ya están reunidos en la casa de Caifás todos los miembros del Sanedrín: el sumo sacerdote actual, los ancianos del pueblo y los escribas. Llevar a cabo un juicio como este en la noche de la Pascua va contra la ley, pero eso no los detiene; siguen adelante con su malvado plan.

      Es muy difícil que este grupo tome una decisión imparcial. Después que resucitó a Lázaro, decidieron que Jesús debía morir (Juan 11:47-53). Y, pocos días antes, las autoridades religiosas tramaron un plan para atrapar a Jesús y matarlo (Mateo 26:3, 4). Está claro, Jesús ya está prácticamente condenado a muerte aun antes de que empiece el juicio.

      Además de llevar a cabo esta reunión de manera ilegal, los sacerdotes principales y otros miembros del Sanedrín están buscando testigos que aporten pruebas falsas para montar una acusación contra Jesús. Encuentran a muchos, pero sus testimonios no coinciden. Al final, se presentan dos testigos que afirman: “Nosotros le oímos decir: ‘Yo derribaré este templo que fue hecho por la mano del hombre y en tres días levantaré otro que no estará hecho por la mano del hombre’” (Marcos 14:58). Sin embargo, ni siquiera las historias de estos dos testigos concuerdan del todo.

      Caifás le pregunta a Jesús: “¿No respondes nada? ¿Qué hay de lo que estos hombres testifican contra ti?” (Marcos 14:60). Jesús se queda callado ante la acusación falsa montada con testimonios que no concuerdan. Entonces Caifás cambia de estrategia.

      Él sabe que a los judíos les irrita que alguien afirme ser el Hijo de Dios. En ocasiones anteriores, cuando Jesús ha expresado que Dios es su Padre, los judíos han querido matarlo, alegando que estaba “haciéndose igual a Dios” (Juan 5:17, 18; 10:31-39). Caifás, consciente de lo que piensan, actúa con astucia y le manda a Jesús: “¡Te ordeno que nos digas bajo juramento delante del Dios vivo si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!” (Mateo 26:63). Por supuesto, Jesús ha reconocido antes que su Padre es Dios (Juan 3:18; 5:25; 11:4). Y, si no lo admitiera ahora, podría dar a entender que él niega ser el Cristo y el Hijo de Dios. Así que responde: “Lo soy. Y ustedes verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del poder y viniendo con las nubes del cielo” (Marcos 14:62).

      Al oír eso, Caifás se rasga la ropa con un gesto dramático y exclama: “¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes acaban de oír la blasfemia! ¿Cuál es su opinión?”. Entonces el Sanedrín dicta la injusta sentencia: “¡Merece morir!” (Mateo 26:65, 66).

      Ahora comienzan a burlarse de Jesús y a darle puñetazos. Otros le escupen en la cara y le dan bofetadas. Luego le cubren el rostro, lo abofetean de nuevo y le preguntan con sarcasmo: “¡Profetiza! ¿Quién es el que te pegó?” (Lucas 22:64). ¡Ahí está el propio Hijo de Dios sufriendo maltratos en un juicio nocturno completamente ilegal!

      • ¿Adónde llevan a Jesús primero, y qué le sucede allí?

      • ¿Adónde lo llevan después? ¿Cómo manipula Caifás al Sanedrín para que decida que Jesús merece morir?

      • ¿Qué maltratos sufre Jesús durante el juicio?

  • Pedro niega conocer a Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Justo cuando Pedro niega conocerlo, Jesús lo mira desde un balcón; hay un gallo al fondo

      CAPÍTULO 126

      Pedro niega conocer a Jesús

      MATEO 26:69-75 MARCOS 14:66-72 LUCAS 22:54-62 JUAN 18:15-18, 25-27

      • EN LA CASA DE CAIFÁS, PEDRO NIEGA CONOCER A JESÚS

      Después del arresto de Jesús en el jardín de Getsemaní, los apóstoles lo abandonan por temor y escapan. Sin embargo, dos de ellos dejan de huir. Son Pedro y “otro discípulo”, por lo visto, el apóstol Juan (Juan 18:15; 19:35; 21:24). Puede que alcancen a Jesús mientras lo llevan ante Anás. Luego, cuando Anás envía a Jesús al sumo sacerdote, Caifás, los dos apóstoles lo siguen de lejos. Probablemente tengan una mezcla de sentimientos: por un lado, temor por su propia vida y, por otro, preocupación por lo que le sucederá a su Maestro.

      Juan conoce al sumo sacerdote y por eso logra entrar en el patio de la casa de Caifás. Por su parte, Pedro espera fuera, en la puerta, hasta que Juan regresa y habla con la sirvienta que está de portera. Entonces ella deja entrar a Pedro.

      Es una noche fría, así que los que están en el patio hacen un fuego de carbón, y Pedro se sienta con ellos para mantenerse caliente mientras espera. Quiere ver en qué termina el juicio contra Jesús (Mateo 26:58). Ahora, a la luz de la lumbre, la sirvienta que dejó entrar a Pedro puede verlo mejor y le pregunta: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” (Juan 18:17). Y no es la única que lo reconoce, otros también lo acusan de acompañar a Jesús (Mateo 26:69, 71-73; Marcos 14:70).

      Entonces, Pedro se pone muy alterado, porque quiere pasar desapercibido, y se aparta hacia la entrada. Es más, niega que andaba con Jesús, hasta el punto de decir: “Ni lo conozco ni entiendo de qué me hablas” (Marcos 14:67, 68). Además, empieza “a maldecir y a jurar” que dice la verdad. Con eso da a entender que está dispuesto a que le caiga una maldición y sufrir una calamidad si lo que dice no es cierto (Mateo 26:74).

      Mientras tanto, el juicio contra Jesús sigue adelante, quizás en una parte de la casa de Caifás más alta que el patio. Puede ser que Pedro y los demás que esperan abajo vean entrar y salir a los testigos que pasan a declarar.

      El acento galileo de Pedro es un indicio de que no ha dicho la verdad. Es más, en el grupo hay un pariente de Malco, el hombre al que Pedro le cortó la oreja. Así que, una vez más, Pedro se encara a la misma acusación: “¿No te vi yo en el huerto con él?”. Pero él lo niega por tercera vez y, entonces, un gallo canta, tal y como predijo Jesús (Juan 13:38; 18:26, 27).

      En estos momentos, parece que Jesús se encuentra en un balcón con vistas al patio. El Señor se vuelve y mira fijamente a Pedro. Seguro que al apóstol se le parte el corazón. Recuerda lo que Jesús le ha dicho apenas unas pocas horas antes en la cena de la Pascua. ¡Imagínese cómo tiene que sentirse Pedro! La culpa por lo que ha hecho le pesa en el corazón como una losa. Sale de ahí y rompe a llorar desconsoladamente (Lucas 22:61, 62).

      Pero ¿cómo ha podido pasar eso? ¿Cómo es posible que Pedro, que estaba tan seguro de su fortaleza espiritual y lealtad, haya negado conocer a su Maestro? En esta ocasión, se está tergiversando la verdad y se está dando a entender que Jesús es un despreciable delincuente. Justo en el momento en el que Pedro podía haber defendido a un hombre inocente, va y le da la espalda al que tiene “palabras de vida eterna” (Juan 6:68).

      Este triste episodio de la vida de Pedro encierra una lección: incluso una persona con fe y devoción a Dios puede ser vulnerable si no está bien preparada para enfrentar las pruebas o tentaciones inesperadas. Que la experiencia de Pedro sirva de advertencia para todos los siervos de Dios.

      • ¿Cómo consiguen Pedro y Juan entrar al patio de la casa de Caifás?

      • ¿Qué sucede dentro de la casa mientras Pedro y Juan esperan en el patio?

      • ¿Qué quiere decir que Pedro empiece “a maldecir y a jurar”?

      • ¿Qué importante lección enseña la experiencia de Pedro?

  • El Sanedrín lo juzga y después lo envía a Pilato
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús de pie ante Poncio Pilato

      CAPÍTULO 127

      El Sanedrín lo juzga y después lo envía a Pilato

      MATEO 27:1-11 MARCOS 15:1 LUCAS 22:66-23:3 JUAN 18:28-35

      • EL SANEDRÍN REANUDA EL JUICIO POR LA MAÑANA

      • JUDAS ISCARIOTE INTENTA AHORCARSE

      • ENVÍAN A JESÚS ANTE PILATO

      La noche está a punto de acabar cuando Pedro niega a Jesús por tercera vez. Los miembros del Sanedrín ya han concluido el juicio ilegal y se han marchado. Después del amanecer del viernes, el tribunal se reúne de nuevo, probablemente para darle cierta apariencia de legalidad al juicio que celebraron la noche anterior fuera de la ley. Entonces, mandan traer de nuevo a Jesús.

      Una vez más, le ordenan: “Dinos si eres el Cristo”, a lo que él les responde: “Aunque se lo dijera, nunca lo creerían. Además, si yo les preguntara algo, ustedes no me responderían”. Sin embargo, se identifica con valor como el personaje de quien se había profetizado en Daniel 7:13, pues añade: “De aquí en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la poderosa derecha de Dios” (Lucas 22:67-69; Mateo 26:63).

      Pero ellos insisten: “Entonces, ¿eres tú el Hijo de Dios?”. Y él les contesta: “Sí, ustedes mismos están diciendo que lo soy”. Parece que eso les da base para justificar la ejecución de Jesús por blasfemia. Así que concluyen: “¿Para qué necesitamos más testimonio?” (Lucas 22:70, 71; Marcos 14:64). A continuación, lo atan y se lo llevan al gobernador romano Poncio Pilato.

      Es posible que Judas haya visto a Jesús mientras se lo llevan a Pilato. Al enterarse de que han condenado al Maestro, siente algo de remordimiento y desesperación, pero, en vez de arrepentirse de verdad y buscar el perdón de Dios, se va a devolver las 30 monedas de plata. Les dice a los sacerdotes principales: “Pequé al traicionar sangre inocente”. Ellos le responden con crueldad: “¿Y a nosotros qué nos importa? ¡Eso es cosa tuya!” (Mateo 27:4).

      Judas arroja las 30 monedas de plata en el templo y, como si no bastara con todo lo que ha hecho, intenta acabar con su vida. Trata de ahorcarse, pero parece que la rama en la que ata la soga se parte, y su cuerpo cae a unas rocas que hay más abajo y se revienta (Hechos 1:17, 18).

      Los judíos llegan con Jesús al palacio de Poncio Pilato temprano por la mañana. Pero ellos se niegan a entrar, pues les parece que, si tienen contacto con los gentiles, se contaminarán y no podrán celebrar la comida del 15 de nisán. Ese es el primer día de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, que se considera parte de la temporada de la Pascua.

      De modo que Pilato sale y les pregunta: “¿De qué acusan a este hombre?”. Ellos contestan: “Si este hombre no fuera un delincuente, no te lo habríamos entregado”. Quizás Pilato se da cuenta de que quieren presionarlo, así que les dice: “Llévenselo y júzguenlo ustedes según su ley”. Pero la respuesta que le dan revela que tienen intenciones asesinas: “A nosotros no se nos permite matar a nadie” (Juan 18:29-31).

      Lo cierto es que, si los judíos mataran a Jesús durante la fiesta de la Pascua, probablemente se armaría un revuelo entre el pueblo. Pero, si logran que sean los romanos quienes ejerzan su autoridad de ejecutarlo por una acusación política, será más fácil para ellos librarse de responsabilidad ante la gente por la muerte de Jesús.

      Los líderes religiosos no le dicen a Pilato que ellos ya han condenado a Jesús por blasfemia. Más bien, se inventan otros cargos: “Encontramos a este hombre [1] alborotando a nuestra nación, [2] prohibiendo pagar impuestos a César y [3] diciendo que él mismo es Cristo, un rey” (Lucas 23:2).

      Como representante de Roma, a Pilato le preocupa la acusación de que Jesús haya afirmado ser un rey. De manera que entra de nuevo al palacio, ordena que se lo traigan, y le pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Es como si le preguntara: “¿Has violado la ley imperial al declararte un rey rival de César?”. Ahora Jesús, quizás con la intención de averiguar qué le han contado a Pilato sobre él, le dice: “¿Salió de ti hacer esa pregunta, o es que otros te han hablado de mí?” (Juan 18:33, 34).

      Pilato da a entender que no conoce los hechos del caso, pero que desea saberlos, al preguntar: “¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los sacerdotes principales te entregaron a mí. ¿Qué fue lo que hiciste?” (Juan 18:35).

      Jesús no intenta evitar la cuestión más importante, a saber, si él es rey o no. Al contrario, contesta de una manera que sin duda deja sorprendido al gobernador Pilato.

      EL CAMPO DE SANGRE

      Judas arroja las 30 monedas de plata en el templo

      Los sacerdotes principales no saben qué hacer con las monedas de plata que Judas arrojó en el templo. Dicen: “No está permitido ponerlas en el tesoro sagrado, porque es dinero manchado de sangre”. Así que deciden usar ese dinero para comprar el campo del alfarero con el fin de enterrar allí a los desconocidos. A ese terreno se le llega a conocer como “Campo de Sangre” (Mateo 27:6-8).

      • ¿Por qué vuelve a reunirse el Sanedrín por la mañana?

      • ¿Cómo muere Judas, y qué pasa con las 30 monedas de plata?

      • ¿Qué cargos inventan los judíos contra Jesús para que Pilato lo mande ejecutar?

  • Pilato y Herodes consideran inocente a Jesús
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Herodes y sus soldados se burlan de Jesús

      CAPÍTULO 128

      Pilato y Herodes consideran inocente a Jesús

      MATEO 27:12-14, 18, 19 MARCOS 15:2-5 LUCAS 23:4-16 JUAN 18:36-38

      • PILATO Y HERODES INTERROGAN A JESÚS

      Jesús no trata de ocultar a Pilato que realmente es rey. Sin embargo, su Reino no es una amenaza para Roma, pues le dice: “Mi Reino no es parte de este mundo. Si mi Reino fuera parte de este mundo, mis ayudantes habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero la realidad es que mi Reino no es de aquí” (Juan 18:36). Así que Jesús deja claro que tiene un Reino, pero no es parte de este mundo.

      Pilato no se queda satisfecho con la respuesta de Jesús. Por eso le pregunta: “¿O sea, que tú eres rey?”. Entonces Jesús le dice que ha llegado a la conclusión correcta: “Sí, tú mismo estás diciendo que yo soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz” (Juan 18:37).

      Poco antes, Jesús le había dicho a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. En esta ocasión, hasta Pilato llega a saber que Jesús vino a la Tierra para dar testimonio de la verdad, en concreto, la verdad sobre su Reino. Jesús está dispuesto a ser fiel a esta verdad aunque le cueste la vida. Ahora Pilato le pregunta: “¿Qué es la verdad?”. Pero no espera la respuesta, pues considera que ya ha oído suficiente para juzgar a este hombre (Juan 14:6; 18:38).

      Pilato se dirige de nuevo a la multitud que está esperando fuera del palacio. Al parecer, Jesús está junto a él. Entonces Pilato les dice a los sacerdotes principales y a los que están con ellos: “Yo a este hombre no lo encuentro culpable de ningún delito”. Enfurecida por estas palabras, la multitud grita: “Alborota al pueblo enseñando por toda Judea; comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí” (Lucas 23:4, 5).

      El fanatismo ciego de los judíos debe de llamar la atención de Pilato. Por eso, mientras los sacerdotes principales y los ancianos siguen gritando, Pilato le pregunta a Jesús: “¿Es que no oyes cuántas cosas testifican contra ti?” (Mateo 27:13). Aun así, Jesús se queda callado. A Pilato le sorprende la serenidad que Jesús muestra ante las absurdas acusaciones de los judíos.

      Al oír a los judíos decir que Jesús “comenzó en Galilea”, Pilato descubre que Jesús es galileo. Así que se le ocurre una idea para librarse de la responsabilidad de juzgarlo. Pilato sabe que Herodes Antipas, el gobernador de Galilea, ha venido a Jerusalén en esta época de la Pascua. De modo que decide enviarle a Jesús. Fue Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, quien mandó que le cortaran la cabeza a Juan el Bautista. Y, cuando más tarde escuchó que Jesús estaba haciendo milagros, le preocupó que Jesús pudiera ser Juan resucitado (Lucas 9:7-9).

      Herodes se alegra ante la posibilidad de ver a Jesús. Y no es porque quiera ayudarlo o esté interesado en averiguar si lo que se dice contra él es cierto, sino por simple curiosidad y porque espera “verlo hacer algún milagro” (Lucas 23:8). Pero Jesús se niega a satisfacer su curiosidad. De hecho, cuando Herodes lo interroga, Jesús no le responde. Eso decepciona a Herodes, y él y sus soldados lo tratan “con desprecio” (Lucas 23:11). Lo visten con una ropa espléndida y se burlan de él. Luego, Herodes se lo envía de vuelta a Pilato. Aunque los dos habían sido enemigos, ahora se hacen buenos amigos.

      Cuando Jesús regresa, Pilato reúne a los sacerdotes principales, a los gobernantes judíos y al pueblo, y les dice: “Lo interrogué delante de ustedes y no encontré ninguna base para las acusaciones que presentan contra él. De hecho, Herodes tampoco, porque nos lo devolvió. Miren, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Por lo tanto, lo castigaré y lo pondré en libertad” (Lucas 23:14-16).

      Pilato desea liberar a Jesús porque se da cuenta de que los sacerdotes lo han entregado solo por envidia. Además, encuentra otro motivo para hacerlo. Mientras está sentado en el tribunal, su esposa le envía este mensaje: “No tengas nada que ver con ese hombre justo. Hoy sufrí mucho en un sueño [aparentemente de origen divino] a causa de él” (Mateo 27:19).

      Pilato sabe que debe liberar a este hombre inocente. Pero ¿lo logrará?

      • ¿Qué contesta Jesús cuando le preguntan si es rey?

      • ¿Qué le dice Pilato a la multitud que está fuera del palacio? ¿Qué le responde la multitud? ¿Qué hace entonces Pilato?

      • ¿Por qué se alegra Herodes Antipas de ver a Jesús? ¿Qué hace con él?

      • ¿Por qué desea Pilato liberar a Jesús?

  • Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Pilato saca afuera a Jesús, que lleva una corona de espinas y un manto púrpura

      CAPÍTULO 129

      Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!”

      MATEO 27:15-17, 20-30 MARCOS 15:6-19 LUCAS 23:18-25 JUAN 18:39-19:5

      • PILATO INTENTA LIBERAR A JESÚS

      • LOS JUDÍOS PIDEN QUE SE LIBERE A BARRABÁS

      • SE BURLAN DE JESÚS Y LO MALTRATAN

      A la multitud que está pidiendo la muerte de Jesús, Pilato ya le ha dicho: “No encontré ninguna base para las acusaciones que presentan contra él. De hecho, Herodes tampoco” (Lucas 23:14, 15). Ahora, busca otra manera de salvar a Jesús y le dice al pueblo: “Ustedes tienen la costumbre de que les ponga en libertad a un preso durante la Pascua. ¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?” (Juan 18:39).

      Pilato sabe que en la cárcel está un hombre llamado Barrabás, que es un ladrón, un enemigo del gobierno y un asesino. Así que pregunta: “¿A quién quieren que les ponga en libertad: a Barrabás, o a Jesús, al que llaman Cristo?”. El pueblo, influenciado por los sacerdotes principales, pide que se libere a Barrabás y no a Jesús. Pero Pilato pregunta de nuevo: “¿A cuál de los dos quieren que les ponga en libertad?”. Y la gente responde: “¡A Barrabás!” (Mateo 27:17, 21).

      Decepcionado, Pilato les pregunta: “Entonces, ¿qué hago con Jesús, al que llaman Cristo?”. Todos contestan: “¡Al madero con él!” (Mateo 27:22). Al pueblo le tendría que dar vergüenza pedir la muerte de un hombre inocente. Pilato protesta: “Pero ¿por qué? ¿Qué mal ha hecho este hombre? Yo no he encontrado en él nada que merezca la muerte. Por lo tanto, lo castigaré y lo pondré en libertad” (Lucas 23:22).

      A pesar de los esfuerzos de Pilato, la multitud enfurecida grita: “¡Al madero con él!” (Mateo 27:23). Los líderes religiosos han alborotado tanto al pueblo que este reclama sangre. Pero no se trata de la sangre de algún criminal o asesino, sino de un hombre inocente al que recibieron como rey en Jerusalén hace tan solo cinco días. No sabemos si los discípulos de Jesús están presentes. Pero, si lo están, se quedan callados y tratan de no llamar la atención.

      Al ver que no consigue nada con sus peticiones, sino que la gente está cada vez más enfurecida, Pilato se lava las manos con agua delante de ellos y les dice: “Soy inocente de la sangre de este hombre. Ahora es cosa de ustedes”. Pero el pueblo no cambia de actitud. Al contrario, responden: “¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!” (Mateo 27:24, 25).

      El gobernador prefiere complacer a la gente en vez de hacer lo que sabe que está bien. Así que pone en libertad a Barrabás, como le pide el pueblo, y ordena que le quiten la ropa a Jesús y que le den latigazos.

      Después de golpearlo de forma brutal, los soldados llevan a Jesús dentro del palacio del gobernador. Entonces, toda la tropa de soldados se reúne y continúa maltratando a Jesús. Trenzan una corona de espinas y se la colocan en la cabeza. Le ponen una caña en la mano derecha y un manto de color púrpura, como el que usa la realeza, y le dicen con desprecio: “¡Viva el rey de los judíos!” (Mateo 27:28, 29). Además, le escupen y le dan bofetadas. Luego le quitan la caña y le golpean en la cabeza con ella, de modo que las afiladas espinas de su humillante “corona” se le clavan todavía más.

      La extraordinaria dignidad y fortaleza de Jesús ante este maltrato impresionan a Pilato, quien de nuevo intenta librarse de la responsabilidad de la muerte de Jesús. Por eso les dice: “¡Escuchen! Lo traigo aquí afuera para que sepan que no encuentro que sea culpable de nada”. Quizás Pilato piensa que el pueblo cambiará de opinión al ver a Jesús golpeado y cubierto de sangre. Mientras Jesús permanece de pie ante la cruel multitud, Pilato declara: “¡Miren! ¡El hombre!” (Juan 19:4, 5).

      Aunque Jesús está golpeado y herido, demuestra una dignidad y serenidad que llaman la atención de Pilato, pues sus palabras reflejan una mezcla de respeto y lástima.

      LOS AZOTES

      Látigo para dar azotes

      En la revista The Journal of the American Medical Association, el Dr. William D. Edwards describe así la práctica romana de dar azotes:

      “Por lo general, el instrumento que se usaba era un látigo corto (flagelo) con varias tiras de cuero sueltas o trenzadas, de largo diferente, que tenían atadas a intervalos bolitas de hierro o pedazos afilados de hueso de oveja. [...] Cuando los soldados romanos azotaban vigorosamente vez tras vez la espalda de la víctima, las bolas de hierro causaban contusiones profundas, y las tiras de cuero con huesos de oveja cortaban la piel y los tejidos subcutáneos. Entonces, a medida que se seguía azotando a la víctima, las heridas llegaban hasta los músculos esqueléticos subyacentes y producían tiras temblorosas de carne que sangraba”.

      • ¿Cómo intenta Pilato poner en libertad a Jesús y librarse de cualquier responsabilidad?

      • ¿Cómo era la práctica romana de dar azotes?

      • ¿Cómo maltratan a Jesús después de azotarlo?

  • Se llevan a Jesús al lugar de ejecución
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús no puede cargar más con el pesado madero de tormento, y un soldado obliga a Simón de Cirene a llevarlo

      CAPÍTULO 130

      Se llevan a Jesús al lugar de ejecución

      MATEO 27:31, 32 MARCOS 15:20, 21 LUCAS 23:24-31 JUAN 19:6-17

      • PILATO TRATA DE LIBERAR A JESÚS

      • CONDENAN A JESÚS Y LO LLEVAN AL LUGAR DE EJECUCIÓN

      Aunque Jesús ha sufrido burlas y un maltrato cruel, los esfuerzos de Pilato por ponerlo en libertad no tienen ningún efecto en los sacerdotes principales ni en los que los apoyan. Ellos quieren que Jesús sea condenado a muerte. Por eso, siguen gritando: “¡Al madero con él! ¡Al madero con él!”. Pero Pilato les responde: “Llévenselo y ejecútenlo ustedes, porque yo no encuentro que sea culpable de nada” (Juan 19:6).

      Los judíos no logran convencer a Pilato de que Jesús haya cometido un delito contra el gobierno que merezca la muerte. Así que ahora acusan a Jesús de desobedecer una ley religiosa. Vuelven a acusarlo de blasfemia, tal como hicieron ante el Sanedrín. Afirman: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se hizo a sí mismo hijo de Dios” (Juan 19:7). Para Pilato, esta acusación es nueva.

      Él entra de nuevo en su palacio y trata de encontrar una manera de liberar a este hombre que ha soportado un trato cruel y sobre el que la propia esposa de Pilato ha tenido un sueño (Mateo 27:19). Esta nueva acusación de los judíos —que el prisionero es “hijo de Dios”— desconcierta a Pilato. Él sabe que Jesús es de Galilea (Lucas 23:5-7). Aun así, le pregunta: “¿De dónde eres tú?” (Juan 19:9). Puede que Pilato se pregunte si Jesús vivió antes en el cielo o si era un dios.

      Jesús mismo ya le ha dicho a Pilato que es rey, pero que su Reino no es parte de este mundo. No necesita añadir nada más, así que se queda callado. Sin embargo, Pilato se siente ofendido por el silencio de Jesús y le dice muy molesto: “¿Te niegas a hablarme a mí? ¿No sabes que tengo autoridad para ponerte en libertad y autoridad para ejecutarte?” (Juan 19:10).

      Entonces Jesús simplemente responde: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran concedido de arriba. Por eso el pecado del hombre que me entregó a ti es peor” (Juan 19:11). Es probable que Jesús no se refiera a nadie en concreto. Más bien, quiere decir que Caifás, los que lo apoyan y Judas Iscariote tienen más culpa que Pilato.

      Impresionado por el comportamiento y las palabras de Jesús, y temiendo cada vez más que sea un dios, Pilato intenta de nuevo ponerlo en libertad. Sin embargo, los judíos presionan a Pilato con algo que también debe asustarlo: “¡Si lo pones en libertad, no eres amigo de César! ¡Todo el que se hace rey se opone a César!” (Juan 19:12).

      El gobernador saca afuera a Jesús una vez más, se sienta en el tribunal y le dice al pueblo: “¡Miren! ¡Su rey!”. Pero los judíos no cambian de opinión y gritan: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Al madero con él!”. Pilato les pregunta: “¿Entonces ejecuto a su rey?”. Aunque los judíos llevan mucho tiempo sufriendo bajo el dominio romano, los sacerdotes principales se atreven a afirmar: “No tenemos más rey que César” (Juan 19:14, 15).

      Pilato no tiene valor para llevarles la contraria a los judíos, así que cede ante sus insistentes exigencias y les entrega a Jesús para que lo maten. Los soldados le quitan a Jesús el manto púrpura, le vuelven a poner su ropa y se lo llevan, obligándolo a cargar con el madero de tormento.

      Esto ocurre casi al mediodía del viernes 14 de nisán. Jesús lleva despierto desde la mañana del jueves y ha sufrido un sinfín de maltratos. Lucha por soportar el peso del madero, pero las fuerzas lo abandonan. De modo que los soldados obligan a uno de los que pasan por allí, llamado Simón de Cirene (una ciudad de África), a llevar el madero hasta el lugar de ejecución. Los sigue una gran cantidad de gente; algunos se golpean el pecho desconsolados y gritan lamentándose por lo que está ocurriendo.

      Jesús les dice a las mujeres que lloran: “Hijas de Jerusalén, dejen de llorar por mí. Más bien, lloren por ustedes mismas y por sus hijos; porque, miren, se acercan los días en que se dirá: ‘¡Felices las estériles, las matrices que no dieron a luz y los pechos que no amamantaron!’. Entonces comenzarán a decirles a las montañas ‘¡Caigan sobre nosotros!’ y a las colinas ‘¡Cúbrannos!’. Si hacen estas cosas cuando el árbol está verde, ¿qué pasará cuando esté seco?” (Lucas 23:28-31).

      Con estas palabras, Jesús se refiere a la nación judía. Es como un árbol que se está muriendo, pero todavía no está seco del todo, porque Jesús está allí y algunos judíos ponen su fe en él. Cuando Jesús muera y sus discípulos abandonen la religión judía, la nación estará espiritualmente seca, como un árbol muerto. Sin duda, se derramarán muchas lágrimas cuando Dios use a los ejércitos romanos para castigar a la nación.

      • ¿De qué acusan a Jesús los líderes religiosos?

      • ¿Por qué tiene miedo Pilato?

      • ¿Qué le dicen a Pilato los sacerdotes principales para que condene a muerte a Jesús?

      • ¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de un árbol que primero está “verde” y después “seco”?

  • Un rey inocente sufre en el madero
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús le promete al delincuente que está en un madero a su lado: “Estarás conmigo en el Paraíso”

      CAPÍTULO 131

      Un rey inocente sufre en el madero

      MATEO 27:33-44 MARCOS 15:22-32 LUCAS 23:32-43 JUAN 19:17-24

      • CLAVAN A JESÚS A UN MADERO DE TORMENTO

      • MUCHOS SE BURLAN DE JESÚS AL VER EL LETRERO SOBRE SU CABEZA

      • JESÚS OFRECE LA ESPERANZA DE VIVIR EN UN PARAÍSO EN LA TIERRA

      Los soldados conducen a Jesús a un lugar cerca de la ciudad, donde lo ejecutarán junto con dos ladrones. Este sitio, llamado Gólgota o Lugar de la Calavera, se ve “desde lejos” (Marcos 15:40).

      Allí les quitan la ropa a los tres condenados y les dan vino mezclado con mirra y con un líquido amargo. Esta bebida es una especie de droga. Parece que las mujeres de Jerusalén la preparan, y los romanos permiten que se les dé a los condenados a muerte para aliviarles un poco el dolor. Pero, después de probarla, Jesús se niega a beberla porque quiere tener el control total de sus facultades mentales al enfrentarse a esta importante prueba. Desea estar consciente y ser leal hasta la muerte.

      Luego ponen a Jesús en el madero (Marcos 15:25). Los soldados le clavan las manos y los pies, atravesándole la carne y los ligamentos, lo que le causa un terrible dolor. Cuando levantan el madero, el dolor es todavía más insoportable, ya que el peso del cuerpo hace que se le desgarren las heridas. Sin embargo, Jesús no se lo reprocha a los soldados. Al contrario, le pide a Dios: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

      Cuando los romanos ejecutan a un criminal, tienen la costumbre de poner una inscripción con la causa de su condena. En esta ocasión, Pilato escribe un letrero que dice: “Jesús el Nazareno, el rey de los judíos”. Lo escribe en hebreo, latín y griego para que la mayoría de la gente pueda leerlo. Este hecho muestra el desprecio que Pilato siente por los líderes religiosos que tanto han insistido en que muera Jesús. Los sacerdotes principales, indignados por ello, protestan: “No escribas ‘El rey de los judíos’, sino que él dijo ‘Soy rey de los judíos’”. Pero Pilato no se deja manipular de nuevo por ellos y les responde: “Lo que he escrito, escrito está” (Juan 19:19-22).

      Como es de esperar, los que pasan por allí se burlan de Jesús y lo insultan moviendo la cabeza y diciendo: “¡Bah! Tú, el que iba a derribar el templo y a construirlo en tres días, bájate del madero de tormento y sálvate”. Los sacerdotes, enfurecidos, repiten la acusación falsa que ya habían presentado en el juicio ante el Sanedrín. Ellos y los escribas también se burlan de Jesús y dicen entre ellos: “Que el Cristo, el rey de Israel, baje ahora del madero de tormento. Cuando lo veamos, creeremos” (Marcos 15:29-32). Hasta los ladrones que están a su derecha y a su izquierda lo insultan, aunque él es el único que de veras es inocente.

      Los cuatro soldados romanos también se burlan de él. Tal vez han bebido vino agrio y, ahora, para reírse de él, le ofrecen un poco aunque saben que no puede alargar la mano para tomarlo. Los soldados, refiriéndose al letrero que está encima de la cabeza de Jesús, lo retan y le dicen: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (Lucas 23:36, 37). ¿No es increíble? El hombre que demostró ser el camino, la verdad y la vida ahora es víctima de burlas e insultos injustos. Aun así, Jesús soporta todo ese sufrimiento sin reprocharle nada a nadie: ni a los judíos que se quedan mirando ni a los soldados romanos que lo ridiculizan ni a los dos delincuentes que están colgados en maderos a su lado.

      Los soldados echan a suertes la prenda de vestir interior de Jesús

      Luego, los cuatro soldados toman la ropa de Jesús, la dividen en cuatro partes y echan suertes para ver qué parte se queda cada uno. Sin embargo, la túnica o prenda de vestir interior es de mejor calidad, no tiene costuras porque “estaba tejida de arriba abajo”. Por eso, los soldados razonan: “No la rompamos. Echemos suertes para ver quién se queda con ella”. Así se cumple el pasaje de las Escrituras que dice: “Se repartieron mis prendas de vestir, y por mi ropa echaron suertes” (Juan 19:23, 24; Salmo 22:18).

      Poco después, uno de los delincuentes se da cuenta de que Jesús realmente es un rey y reprende al otro ladrón: “¿Acaso no le tienes ningún temor a Dios, ahora que has recibido el mismo castigo? Y, en nuestro caso, es lo justo, porque estamos recibiendo nuestro merecido por lo que hicimos; pero este hombre no ha hecho nada malo”. Entonces le suplica a Jesús: “Acuérdate de mí cuando entres en tu Reino” (Lucas 23:40-42).

      Jesús le contesta: “Yo te aseguro hoy: estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43). Esta promesa es diferente de la que él les ha hecho a sus apóstoles. A ellos les ha dicho que se sentarán en tronos con él en el Reino (Mateo 19:28; Lucas 22:29, 30). Puede que este delincuente judío haya oído hablar sobre el jardín que Jehová creó en el principio para Adán, Eva y sus hijos. Ahora, este ladrón puede morir con la esperanza de vivir en el Paraíso en la Tierra.

      • ¿Por qué se niega Jesús a beber el vino que le ofrecen?

      • ¿Qué dice el letrero que ponen sobre la cabeza de Jesús? ¿Qué hacen los judíos cuando lo ven?

      • ¿Qué profecía relacionada con la ropa de Jesús se cumple?

      • ¿Qué le promete Jesús a uno de los delincuentes?

  • “Está claro que este hombre era el Hijo de Dios”
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Después de la muerte de Jesús en un madero junto a dos delincuentes, un oficial dice: “Está claro que este hombre era el Hijo de Dios”

      CAPÍTULO 132

      “Está claro que este hombre era el Hijo de Dios”

      MATEO 27:45-56 MARCOS 15:33-41 LUCAS 23:44-49 JUAN 19:25-30

      • JESÚS MUERE EN EL MADERO

      • DURANTE SU MUERTE OCURREN COSAS SORPRENDENTES

      Ya es “la hora sexta” o mediodía. Una extraña oscuridad cubre toda la región “hasta la hora novena”, las tres de la tarde (Marcos 15:33). Este misterioso fenómeno no se debe a un eclipse solar, ya que estos solo ocurren cuando hay luna nueva y ahora es la época de la Pascua, cuando hay luna llena. Además, un eclipse dura solo unos minutos y esta oscuridad dura mucho más. De modo que es Dios el que la causa.

      ¿Se imagina cómo se deben de quedar los que se están burlando de Jesús? Durante esta oscuridad, cuatro mujeres se acercan al madero de tormento: la madre de Jesús, Salomé, María Magdalena y María la madre del apóstol Santiago el Menor.

      El apóstol Juan está con la madre de Jesús “junto al madero de tormento”. María está muy triste y siente como si la atravesara “una espada larga”, pues ve que el hijo al que amamantó y crió está sufriendo terriblemente allí colgado (Juan 19:25; Lucas 2:35). Jesús, a pesar del intenso dolor, se preocupa por el bienestar de su madre. Haciendo un gran esfuerzo, señala con la cabeza hacia Juan y le dice a María: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”. Luego, señalando hacia María, le dice a Juan: “¡Ahí tienes a tu madre!” (Juan 19:26, 27).

      Jesús le confía el cuidado de su madre, que al parecer es viuda, al apóstol por el que siente un cariño especial. Sabe que sus medio hermanos, los otros hijos de María, todavía no creen en él. De modo que se asegura de que su madre esté atendida en sentido físico y espiritual. ¡Qué gran ejemplo!

      Cerca de las tres de la tarde, Jesús dice: “Tengo sed”. Así se cumple lo que dicen las Escrituras (Juan 19:28; Salmo 22:15). Jesús se da cuenta de que su Padre le ha retirado la protección para que su lealtad sea probada hasta el límite. Entonces grita con fuerte voz, tal vez en un dialecto del arameo que se habla en Galilea: “Éli, Éli, ¿láma sabakhtháni?”, que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Algunos no le entienden muy bien y afirman: “¡Escuchen, está llamando a Elías!”. Uno de ellos corre a empapar una esponja en vino agrio, la pone en una caña y se la acerca a Jesús para que beba. Pero otros dicen: “¡Déjenlo! A ver si viene Elías a bajarlo” (Marcos 15:34-36).

      A continuación, Jesús grita: “¡Se ha cumplido!” (Juan 19:30). Así es, ha cumplido todo lo que su Padre le mandó hacer en la Tierra. Finalmente, Jesús dice: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” (Lucas 23:46). De modo que Jesús está totalmente convencido de que Jehová lo resucitará. Después de decir estas palabras, inclina la cabeza y muere.

      En ese momento, se produce un gran terremoto que parte las rocas. Es tan fuerte que hasta algunas tumbas que están fuera de Jerusalén se abren, y los cuerpos que hay en ellas quedan a la vista. Las personas que ven los cuerpos fuera de las tumbas entran en “la ciudad santa” y cuentan lo que acaba de ocurrir (Mateo 27:51-53).

      Cuando Jesús muere, la larga y pesada cortina que divide el Santo del Santísimo en el templo de Dios se rasga en dos, de arriba abajo. Este suceso tan impresionante es una muestra de la ira de Dios contra los que han matado a su Hijo. Además, significa que a partir de ese momento queda abierto el camino para entrar en el Santísimo, es decir, en el cielo (Hebreos 9:2, 3; 10:19, 20).

      Como es natural, la gente se asusta mucho. El oficial del ejército que se encarga de la ejecución declara: “Está claro que este hombre era el Hijo de Dios” (Marcos 15:39). Es posible que estuviera presente durante el juicio de Jesús ante Pilato, cuando se habló de si Jesús era hijo de Dios o no. Ahora no tiene ninguna duda de que Jesús es un hombre justo y de que, en realidad, es el Hijo de Dios.

      Otros, impactados por estos extraordinarios sucesos, regresan a sus casas “golpeándose el pecho”, un gesto que indica su intenso dolor y vergüenza (Lucas 23:48). Entre las personas que observan todo esto a cierta distancia hay muchas seguidoras de Jesús que en ocasiones viajaban con él. Ellas también se sienten profundamente conmovidas por estos acontecimientos tan importantes.

      “AL MADERO”

      Los enemigos de Jesús gritaron: “¡Al madero con él!” (Juan 19:15). La palabra griega para “madero” que se usa en los Evangelios es staurós. El libro History of the Cross (Historia de la cruz) explica: “Staurós significa ‘un palo vertical’; no es ni más ni menos que un poste resistente, como los que clavan los granjeros en el suelo para hacer las cercas o empalizadas”.

      • ¿Por qué sabemos que las tres horas de oscuridad no se deben a un eclipse solar?

      • ¿Qué excelente ejemplo nos da Jesús en relación con el cuidado de los padres envejecidos?

      • ¿Qué sucede cuando se produce el terremoto? ¿Qué significa el hecho de que se rasgue en dos la cortina del templo?

      • ¿Qué efecto tienen en los presentes la muerte de Jesús y los sucesos que ocurren justo antes y después?

  • Preparan el cuerpo de Jesús y lo entierran
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Se prepara el cuerpo de Jesús para el entierro

      CAPÍTULO 133

      Preparan el cuerpo de Jesús y lo entierran

      MATEO 27:57-28:2 MARCOS 15:42-16:4 LUCAS 23:50-24:3 JUAN 19:31-20:1

      • BAJAN EL CUERPO DE JESÚS DEL MADERO

      • LO PREPARAN PARA EL ENTIERRO

      • LAS MUJERES ENCUENTRAN VACÍA LA TUMBA

      El viernes 14 de nisán está a punto de terminar y, al ponerse el Sol, empezará el sábado 15 de nisán. Jesús ya está muerto, pero los ladrones que están a su lado todavía viven. Según la Ley, un cadáver “no debe quedarse toda la noche en el madero”. Más bien, debe ser enterrado “ese mismo día” (Deuteronomio 21:22, 23).

      Por otro lado, el viernes es el día de la preparación porque el pueblo hace las comidas del día siguiente y termina cualquier otra tarea urgente que no se pueda dejar para después del sábado. Esta vez, al ponerse el Sol, comenzará un sábado doble o “grande” (Juan 19:31). El 15 de nisán es el primero de los siete días de la Fiesta de los Panes Sin Levadura. Ese día siempre se considera un sábado, sin importar en qué día de la semana caiga (Levítico 23:5-7). Pero, como en el año 33, el 15 de nisán cae en sábado, se le llama un sábado “grande”.

      Por esa razón, los judíos le piden a Pilato que acelere la muerte de Jesús y de los dos delincuentes rompiéndoles las piernas. De esta manera, ya no podrán impulsar su cuerpo con ellas para respirar. Los soldados les quiebran las piernas a los dos ladrones, pero a Jesús no, pues parece que ya está muerto. Así se cumplen las palabras de Salmo 34:20: “Él protege todos sus huesos; ni uno solo ha sido quebrado”.

      Para asegurarse de que Jesús está muerto, uno de los soldados le clava una lanza en el costado, traspasándole la zona del corazón. Al instante sale sangre y agua (Juan 19:34). Esto cumple la siguiente profecía: “Mirarán al que traspasaron” (Zacarías 12:10).

      En la ejecución también está presente José, “un hombre rico” de la ciudad de Arimatea y miembro respetado del Sanedrín (Mateo 27:57). Se dice de él que es “un hombre bueno y justo” que espera el Reino de Dios y “un discípulo de Jesús, aunque en secreto” porque les tiene miedo a los judíos. De hecho, él no apoyó la decisión del tribunal que juzgó a Jesús (Lucas 23:50; Marcos 15:43; Juan 19:38). En esta ocasión, José se arma de valor y le pide a Pilato el cuerpo. Así que Pilato manda llamar al oficial del ejército que está a cargo, quien confirma que Jesús está muerto. A continuación, Pilato le da permiso a José para llevarse el cuerpo.

      José baja el cuerpo de Jesús y lo envuelve en una tela limpia de lino de calidad que ha comprado. Así lo prepara para el entierro. También lo ayuda Nicodemo, “el hombre que la primera vez había ido a ver a Jesús de noche” (Juan 19:39). Él llega con una costosa mezcla de mirra y áloe que pesa unas 100 libras romanas (33 kilos o 72 libras actuales). Entonces, según la costumbre que tienen los judíos para enterrar a sus muertos, envuelven el cuerpo en telas con esas especias aromáticas.

      Luego, José, que posee una tumba nueva excavada en la roca, pone el cuerpo de Jesús allí y hace rodar una gran piedra a la entrada. Esto se hace a toda prisa, antes de que comience el sábado. Quizás María Magdalena y María la madre de Santiago el Menor han colaborado también con los preparativos del entierro. Ahora, corren a su casa porque quieren “preparar especias aromáticas y aceites perfumados” para aplicárselos al cuerpo de Jesús después del sábado (Lucas 23:56).

      Al día siguiente, el sábado, los sacerdotes principales y los fariseos van donde Pilato y le dicen: “Recordamos que, cuando aún vivía, ese impostor dijo: ‘A los tres días seré resucitado’. Por lo tanto, manda que aseguren la tumba hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan a robar el cuerpo y le digan al pueblo: ‘¡Ha sido levantado de entre los muertos!’. Ese engaño sería peor que el primero”. Y Pilato les contesta: “Pueden llevarse una guardia de soldados; vayan y aseguren la tumba lo mejor que puedan” (Mateo 27:63-65).

      El domingo, muy temprano, María Magdalena, María la madre de Santiago y otras mujeres llevan a la tumba especias para aplicárselas al cuerpo de Jesús. Y se dicen unas a otras: “¿Quién nos moverá la piedra de la entrada de la tumba?” (Marcos 16:3). Pero resulta que ha habido un terremoto. Además, el ángel de Dios ha hecho rodar la piedra, los soldados que estaban haciendo guardia se han ido y la tumba está vacía.

      • ¿Por qué es el viernes el día de la preparación? ¿Por qué es ese sábado un sábado “grande”?

      • ¿Cómo colaboran José y Nicodemo en el entierro de Jesús? ¿Qué relación tienen ellos con Jesús?

      • ¿Qué quieren los sacerdotes que se haga? ¿Qué sucede el domingo temprano en la mañana?

  • La tumba está vacía: Jesús está vivo
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Las mujeres se sorprenden al ver que la tumba de Jesús está vacía

      CAPÍTULO 134

      La tumba está vacía: Jesús está vivo

      MATEO 28:3-15 MARCOS 16:5-8 LUCAS 24:4-12 JUAN 20:2-18

      • JESÚS HA RESUCITADO

      • SUCESOS QUE OCURREN EN LA TUMBA DE JESÚS

      • JESÚS SE LES APARECE A VARIAS MUJERES

      Las mujeres no pueden creer lo que ven: la tumba de Jesús parece estar vacía. Enseguida, María Magdalena corre a ver a “Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús quería”, el apóstol Juan (Juan 20:2). Entonces, las otras mujeres que se quedan allí ven a un ángel. Y, dentro de la tumba, hay otro ángel, que lleva puesta “una túnica larga blanca” (Marcos 16:5).

      Uno de los ángeles les dice: “No tengan miedo; sé que buscan a Jesús, el que fue ejecutado en el madero. No está aquí, porque ha sido resucitado, tal como él dijo. Vengan, miren el lugar donde estaba tendido. Y ahora vayan rápido y díganles a sus discípulos: ‘Ha sido levantado de entre los muertos y, fíjense, va delante de ustedes camino a Galilea’” (Mateo 28:5-7). Al instante, “asustadas pero rebosantes de felicidad”, las mujeres corren a contárselo a los discípulos (Mateo 28:8).

      Cuando eso ocurre, María ya se ha encontrado con Pedro y Juan. Casi sin poder respirar, les dice: “¡Se han llevado de la tumba al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!” (Juan 20:2). Entonces, Pedro y Juan salen corriendo hacia la tumba. Como Juan es más rápido, llega antes. Mira desde fuera y ve las vendas, pero no entra.

      En cambio, cuando llega Pedro, este entra en la tumba sin pensárselo. Allí ve los paños de lino y la tela con la que le habían envuelto la cabeza a Jesús. Después, Juan decide entrar, y entonces cree lo que les ha contado María. Pero, a pesar de lo que Jesús les había dicho, ninguno de ellos entiende que ha resucitado (Mateo 16:21). Desconcertados, Pedro y Juan regresan a casa. Sin embargo, María, que acaba de volver a la tumba, decide quedarse allí.

      Mientras tanto, las otras mujeres corren a contarles a los discípulos que Jesús está vivo. Por el camino, Jesús se encuentra con ellas y les dice: “¡Hola!”. Ellas caen a sus pies y le rinden homenaje. A continuación, Jesús les dice: “No tengan miedo. Vayan, avisen a mis hermanos para que vayan a Galilea; allí me verán” (Mateo 28:9, 10).

      Antes de eso, cuando tuvo lugar el terremoto y se aparecieron unos ángeles en la tumba, los soldados que hacían guardia “se pusieron a temblar y quedaron como muertos”. Cuando se recuperan, entran en la ciudad y les cuentan a los sacerdotes principales todo lo que ha pasado. Entonces, después de consultar con los ancianos de los judíos, los sacerdotes deciden pagar una cantidad de dinero a los soldados para que no cuenten la verdad y para que digan: “Sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos” (Mateo 28:3, 4, 11, 13).

      Los soldados romanos pueden ser ejecutados si se duermen mientras están de guardia. Así que los sacerdotes les prometen: “Si esto [la mentira de que se habían quedado dormidos] llega a oídos del gobernador, nosotros se lo explicamos. Ustedes no tendrán de qué preocuparse” (Mateo 28:14). Los soldados aceptan el soborno y hacen lo que los sacerdotes les indican. De modo que entre los judíos se extiende la mentira de que han robado el cuerpo de Jesús.

      María Magdalena sigue llorando junto a la tumba. Cuando se agacha para mirar adentro, ve a dos ángeles vestidos de blanco sentados donde había estado el cuerpo de Jesús: uno a la cabecera y el otro a los pies. Entonces ellos le preguntan: “Mujer, ¿por qué estás llorando?”. Y ella les responde: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Después de decir esto, se vuelve y ve a alguien más. Este le hace la misma pregunta que han hecho los ángeles y añade: “¿A quién buscas?”. María, pensando que es el jardinero, le dice: “Si tú te lo has llevado, señor, dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré” (Juan 20:13-15).

      En realidad, María está hablando con el mismo Jesús, pero en ese momento ella no lo reconoce. Sin embargo, cuando él le dice: “¡María!”, se da cuenta de que es Jesús, pues lo reconoce por su modo de hablarle. Muy emocionada, María grita: “¡Rabbóni!” (que significa “maestro”). Pero, como tiene miedo de que Jesús suba al cielo en ese mismo momento, se agarra a él. Así que él le dice: “Deja de agarrarte de mí, porque todavía no he subido al Padre. Vete adonde están mis hermanos y diles: ‘Voy a subir a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes’” (Juan 20:16, 17).

      María le hace caso y corre adonde están reunidos los apóstoles y otros discípulos. Las otras mujeres ya les han explicado lo que ha ocurrido. Ahora, María les dice: “¡He visto al Señor!”, y les cuenta lo que él le ha dicho (Juan 20:18). Sin embargo, a los presentes les parece que sus palabras son solo tonterías (Lucas 24:11).

      • ¿Qué hace María Magdalena cuando ve que la tumba está vacía? ¿Qué les ocurre a las otras mujeres?

      • ¿Cómo reaccionan Pedro y Juan cuando se encuentran la tumba vacía?

      • ¿A quién se encuentran las otras mujeres de camino hacia donde están los discípulos? ¿Qué sucede cuando María Magdalena regresa a la tumba?

      • ¿Qué hacen los discípulos cuando escuchan lo que les cuentan las mujeres?

  • Después de resucitar, Jesús se aparece a muchos
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Después de resucitar, Jesús se le aparece a Tomás

      CAPÍTULO 135

      Después de resucitar, Jesús se aparece a muchos

      LUCAS 24:13-49 JUAN 20:19-29

      • SE APARECE A DOS DISCÍPULOS DE CAMINO A EMAÚS

      • EXPLICA CLARAMENTE LAS ESCRITURAS EN VARIAS OCASIONES

      • TOMÁS DEJA DE DUDAR

      Todavía es domingo 16 de nisán, y los discípulos están muy desanimados. No entienden lo que significa el hecho de que la tumba de Jesús esté vacía (Mateo 28:9, 10; Lucas 24:11). Más tarde, ese mismo día, Cleopas y otro discípulo salen de Jerusalén y se dirigen a Emaús, que está a unos 11 kilómetros (7 millas).

      Por el camino, van hablando de lo que ha ocurrido. Entonces se les une un desconocido y les pregunta: “¿Sobre qué van debatiendo por el camino?”. Cleopas le contesta: “¿Es que eres un extranjero que vives solo en Jerusalén y por eso no te has enterado de las cosas que han pasado allí estos días?”. “¿Qué cosas?”, les pregunta él (Lucas 24:17-19).

      Ellos le responden: “Lo que pasó con Jesús el Nazareno [...]. Pero nosotros esperábamos que sería él quien liberaría a Israel” (Lucas 24:19-21).

      Cleopas y su compañero le cuentan las cosas que han pasado durante el día. Le dicen que unas mujeres que fueron a la tumba de Jesús la encontraron vacía y presenciaron un suceso sobrenatural: se les aparecieron unos ángeles que dijeron que Jesús está vivo. Además, ellos le explican a este desconocido que otros también fueron a la tumba y “encontraron todo tal como las mujeres habían dicho” (Lucas 24:24).

      Los dos discípulos están confusos porque no entienden lo que ha pasado. Así que el desconocido les corrige su manera de pensar equivocada que les impide creer que Jesús ha resucitado. Les dice: “¡Qué insensatos son y qué lentos para creer todas las cosas que dijeron los profetas! ¿Acaso el Cristo no tenía que sufrir estas cosas y entrar en su gloria?” (Lucas 24:25, 26). A continuación, les explica en detalle muchos relatos de las Escrituras relacionados con el Cristo.

      Finalmente, los tres llegan a las afueras de Emaús. Como los dos discípulos desean oír más, le ruegan al desconocido: “Quédate con nosotros, que es casi de noche y el día ya está a punto de terminar”. De modo que él se queda con ellos a cenar. Después de orar, parte el pan y empieza a dárselo a ellos. Entonces lo reconocen. Pero, en ese momento, desaparece (Lucas 24:29-31). Ahora ya no tienen ninguna duda de que Jesús está vivo.

      Los dos discípulos comentan muy entusiasmados todo lo que les ha pasado: “¿Acaso no nos ardía dentro el corazón cuando él venía hablándonos por el camino, cuando nos explicaba claramente las Escrituras?” (Lucas 24:32). De inmediato, regresan a Jerusalén, y allí se encuentran con los apóstoles y otros discípulos. Antes de que Cleopas y su compañero puedan decir nada, los demás declaran: “¡Es un hecho que el Señor fue resucitado y se le apareció a Simón!” (Lucas 24:34). Después, los dos cuentan cómo Jesús se les apareció. En efecto, ellos también lo han visto con sus propios ojos.

      De repente, Jesús se aparece en la habitación. Cuando los discípulos lo ven, se quedan muy impresionados, pues tienen las puertas cerradas con llave por miedo a los judíos. Aun así, Jesús está allí de pie en medio de ellos y les dice con calma: “Tengan paz”. Pero ellos están aterrados. Como ya les pasó en otra ocasión, se imaginan que están “viendo un espíritu” (Lucas 24:36, 37; Mateo 14:25-27).

      Para demostrarles que no es un espíritu ni tampoco fruto de su imaginación, sino que es de carne y hueso, Jesús les muestra sus manos y sus pies y les dice: “¿Por qué están alarmados? ¿Por qué les han surgido dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies: soy yo mismo. Tóquenme y miren, porque un espíritu no tiene carne y huesos como ven que tengo yo” (Lucas 24:36-39). Aunque están asombrados y muy contentos, todavía no se lo acaban de creer.

      Por eso, Jesús les da otra prueba de que es real. Les pregunta: “¿Tienen por ahí algo de comer?”. Entonces toma un pedazo de pescado asado y se lo come. Luego les explica: “Estas son las palabras que les dije mientras todavía estaba con ustedes [antes de morir]: que todas las cosas escritas sobre mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos tenían que cumplirse” (Lucas 24:41-44).

      Jesús ha ayudado a Cleopas y a su compañero a entender las Escrituras, y ahora hace lo mismo con los que están allí reunidos. Les dice: “Esto es lo que está escrito: que el Cristo sufriría y se levantaría de entre los muertos al tercer día y que, en su nombre, en todas las naciones —comenzando por Jerusalén—, se predicaría arrepentimiento para el perdón de pecados. Ustedes tienen que ser testigos de estas cosas” (Lucas 24:46-48).

      Por alguna razón, el apóstol Tomás no está allí. Por eso, durante los días siguientes, los demás discípulos le cuentan emocionados: “¡Hemos visto al Señor!”. Pero él les contesta: “A menos que vea en sus manos la marca de los clavos y meta mi dedo en la herida de los clavos y meta mi mano en su costado, jamás lo voy a creer” (Juan 20:25).

      Ocho días después, los discípulos se reúnen de nuevo con las puertas cerradas con llave, y esta vez Tomás está con ellos. En ese momento, Jesús se aparece en medio de ellos con un cuerpo humano y les saluda: “Tengan paz”. Luego le dice a Tomás: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado. Deja de dudar y cree”. Entonces Tomás exclama: “¡Mi Señor y mi Dios!” (Juan 20:26-28). Ahora a Tomás no le queda ninguna duda de que Jesús está vivo como un ser espiritual poderoso y que es el representante de Dios.

      Finalmente, Jesús le dice: “¿Has creído porque me has visto? Felices los que no han visto y aun así creen” (Juan 20:29).

      • ¿Qué les pregunta un desconocido a dos discípulos que van hacia Emaús?

      • ¿Por qué les arde el corazón a estos dos discípulos?

      • ¿Qué noticias emocionantes escuchan Cleopas y su compañero cuando regresan a Jerusalén? ¿Qué sucede allí?

      • ¿Qué convence a Tomás de que Jesús está vivo?

  • En la orilla del mar de Galilea
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Pedro se reúne con Jesús en la orilla, mientras los demás apóstoles lo siguen en una barca

      CAPÍTULO 136

      En la orilla del mar de Galilea

      JUAN 21:1-25

      • JESÚS SE APARECE EN EL MAR DE GALILEA

      • PEDRO Y OTROS DEBEN ALIMENTAR A LAS OVEJAS

      La última noche que estuvo con los apóstoles, Jesús les dijo: “Después de ser resucitado, iré delante de ustedes camino a Galilea” (Mateo 26:32; 28:7, 10). Ahora, muchos de sus discípulos se dirigen allí, pero ¿qué harán en Galilea?

      Allí, Pedro les dice a seis de los apóstoles: “Me voy a pescar”. Y los seis le contestan: “Nos vamos contigo” (Juan 21:3). Sin embargo, no logran pescar nada en toda la noche. Al amanecer, Jesús aparece en la playa, pero ellos no lo reconocen. Entonces Jesús les grita: “Hijos míos, no tienen nada que comer, ¿verdad?”. Ellos le contestan: “No”. Así que Jesús les dice: “Echen la red al lado derecho de la barca y encontrarán algo” (Juan 21:5, 6). Cuando lo hacen, la red se llena de tantos peces que no pueden sacarla.

      En ese momento, Juan le dice a Pedro: “¡Es el Señor!” (Juan 21:7). Enseguida, Pedro se pone la ropa, que se había quitado para pescar. Se lanza al mar y nada unos 90 metros (100 yardas) hasta la orilla mientras los demás lo siguen despacio en la barca, arrastrando la red llena de peces.

      Al llegar a la orilla, ven “un fuego” y “pescado sobre las brasas, y pan”. Entonces Jesús les pide: “Traigan algunos de los peces que acaban de pescar”. De modo que Pedro arrastra a tierra la red, que contiene 153 peces grandes. Luego Jesús les dice: “Vengan a desayunar”. Ninguno se atreve a preguntarle quién es, porque saben que es Jesús (Juan 21:9-12). Esta es la tercera vez que Jesús se le aparece a un grupo de discípulos.

      Jesús les da a todos un poco de pan y pescado. Después, quizás mirando a los peces que hay en la red, le pregunta a Pedro: “Simón hijo de Juan, ¿me amas más que a estos?”. Jesús quiere saber si para Pedro es más importante su negocio de pesca o la obra que él desea que haga. Pedro le responde: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Así que Jesús le dice: “Alimenta a mis corderos” (Juan 21:15).

      A continuación, Jesús vuelve a preguntarle: “Simón hijo de Juan, ¿me amas?”. Tal vez desconcertado, Pedro le responde sin dudar: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Entonces, Jesús le pide algo parecido a lo que le ha dicho antes: “Pastorea a mis ovejitas” (Juan 21:16).

      Por tercera vez, Jesús le pregunta: “Simón hijo de Juan, ¿me quieres?”. Es posible que Pedro piense que Jesús duda de su lealtad. Por eso le contesta con firmeza: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que yo te quiero”. De nuevo, Jesús destaca lo que Pedro debe hacer: “Alimenta a mis ovejitas” (Juan 21:17). Así es, quienes dirigen la congregación deben servir a los que forman parte del rebaño de Dios.

      A Jesús lo arrestaron y lo mataron porque hizo lo que Dios le había mandado. Ahora le explica a Pedro que le ocurrirá algo parecido, pues le dice: “Cuando eras más joven, tú mismo te vestías y andabas por donde querías; pero, cuando envejezcas, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras”. Aun así, Jesús le pide: “Continúa siguiéndome” (Juan 21:18, 19).

      Entonces, Pedro ve al apóstol Juan y le pregunta a Jesús: “Señor, ¿y qué va a ser de este?”. ¿Qué le ocurrirá al apóstol por el que Jesús siente un cariño especial? Jesús le responde: “Si quiero que se quede aquí hasta que yo venga, ¿qué te importa eso a ti?” (Juan 21:21-23). Pedro debe seguir a Jesús sin preocuparse de lo que hagan los demás. De todos modos, Jesús indica que Juan vivirá más que los otros apóstoles y tendrá una visión de la venida de Jesús como Rey.

      Por supuesto, Jesús hizo muchas más cosas, pero no hay suficientes rollos para escribirlas todas.

      • ¿Cómo sabemos que los apóstoles no están seguros de lo que deben hacer en Galilea?

      • ¿Cómo reconocen los apóstoles a Jesús en el mar de Galilea?

      • Según destaca Jesús, ¿qué deben hacer quienes dirigen la congregación?

      • ¿Qué dice Jesús sobre la muerte que le espera a Pedro?

  • Cientos de personas ven a Jesús antes de Pentecostés
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús sube al cielo

      CAPÍTULO 137

      Cientos de personas ven a Jesús antes de Pentecostés

      MATEO 28:16-20 LUCAS 24:50-52 HECHOS 1:1-12; 2:1-4

      • JESÚS SE APARECE A MUCHOS

      • ASCIENDE AL CIELO

      • DERRAMA ESPÍRITU SANTO SOBRE UNOS 120 DISCÍPULOS

      Después de resucitar, Jesús les dice a sus 11 apóstoles que vayan a una montaña de Galilea para reunirse con él. También están allí unos 500 discípulos. Algunos de ellos todavía dudan que Jesús esté vivo, pero lo que les dice a continuación los convence del todo (Mateo 28:17; 1 Corintios 15:6).

      Jesús les explica que Dios le ha dado toda autoridad en el cielo y en la Tierra, y les da el siguiente mandato: “Vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he mandado” (Mateo 28:18-20). Está claro que Jesús está vivo y sigue queriendo que se prediquen las buenas noticias del Reino.

      Todos los seguidores de Jesús —hombres, mujeres y niños— reciben la comisión de hacer discípulos. Aunque sus enemigos probablemente intentarán detener la obra de predicar y enseñar, Jesús les asegura: “Se me ha dado toda la autoridad en el cielo y en la tierra”. ¿Qué quiere decir? Añade: “Recuerden, estaré con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema”. No está diciendo que todos los que participen en la obra de predicar las buenas noticias harán milagros. Pero sí tendrán la ayuda del espíritu santo.

      En total, Jesús se aparece a sus discípulos “durante 40 días”. Se presenta ante ellos con diferentes cuerpos humanos, les da “muchas pruebas convincentes” de que está vivo y les habla “acerca del Reino de Dios” (Hechos 1:3; 1 Corintios 15:7).

      Al parecer, mientras los apóstoles están todavía en Galilea, Jesús les da la instrucción de ir a Jerusalén. Y, cuando se reúne allí con ellos, les ordena: “No se vayan de Jerusalén. Sigan esperando lo que el Padre ha prometido, aquello de lo que les he hablado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con espíritu santo dentro de pocos días” (Hechos 1:4, 5).

      Más tarde, Jesús se reúne de nuevo con sus apóstoles. Entonces los lleva “a las afueras, hasta Betania”, que está en la ladera oriental del monte de los Olivos (Lucas 24:50). A pesar de todo lo que Jesús les ha dicho sobre su partida, ellos todavía piensan que su Reino se establecerá de alguna manera en la Tierra (Lucas 22:16, 18, 30; Juan 14:2, 3).

      Por eso, los apóstoles le preguntan: “Señor, ¿vas a restaurar el reino en Israel en este tiempo?”. Él les contesta: “No les corresponde a ustedes saber los tiempos o épocas que el Padre ha puesto bajo su propia autoridad”. A continuación, vuelve a destacar la obra que deben realizar: “Recibirán poder cuando el espíritu santo venga sobre ustedes. Y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta la parte más lejana de la tierra” (Hechos 1:6-8).

      Los apóstoles fieles ven cómo Jesús sube al cielo

      Los apóstoles siguen en el monte de los Olivos cuando, de repente, Jesús empieza a ascender al cielo. Enseguida una nube lo oculta. Tras su resurrección, él se ha presentado ante sus discípulos con diferentes cuerpos humanos. Ahora, se deshace del cuerpo con el que se ha aparecido en esta ocasión y sube al cielo como un ser espiritual (1 Corintios 15:44, 50; 1 Pedro 3:18). Mientras los apóstoles están mirando cómo Jesús se va, “dos hombres vestidos de blanco” aparecen al lado de ellos. Son ángeles con cuerpos humanos, que les preguntan: “Hombres de Galilea, ¿por qué están ahí de pie mirando al cielo? Este Jesús, que estaba con ustedes y fue llevado al cielo, vendrá de la misma manera en que lo han visto irse al cielo” (Hechos 1:10, 11).

      Jesús se va de la Tierra sin llamar la atención. De hecho, solo lo ven ascender al cielo sus leales seguidores. Cuando regrese, lo hará “de la misma manera”, sin llamar la atención. Solo sus seguidores se darán cuenta de su presencia como Rey.

      Luego, los apóstoles regresan a Jerusalén y, durante los días siguientes, se reúnen con otros discípulos. Entre ellos están “María la madre de Jesús” y “los hermanos de él” (Hechos 1:14). Todos oran con constancia. Entre otras cosas, le piden a Dios que los ayude a elegir un discípulo que reemplace a Judas Iscariote para que vuelva a haber 12 apóstoles (Mateo 19:28). Quieren que sea un discípulo que haya sido testigo de las actividades de Jesús y de su resurrección. Así que echan suertes para saber cuál es la voluntad de Dios. Esta es la última vez que la Biblia menciona esta práctica (Salmo 109:8; Proverbios 16:33). El que sale elegido es Matías, tal vez uno de los 70 a los que Jesús envió a predicar. Desde ese momento, es “añadido a los 11 apóstoles” (Hechos 1:26).

      Diez días después de que Jesús regresó al cielo, los judíos celebran la Fiesta del Pentecostés del año 33. En esa ocasión, unos 120 discípulos están reunidos en una habitación que hay en el piso de arriba de una casa en Jerusalén. De repente se oye un ruido, como el de una fuerte ráfaga de viento, que llena toda la casa. Los discípulos ven aparecer algo similar a lenguas de fuego, que se posan sobre ellos, una sobre cada uno. Entonces, todos los presentes comienzan a hablar en diferentes idiomas. Así se cumple la promesa de Jesús de que el espíritu santo se derramaría sobre ellos (Juan 14:26).

      • ¿A quiénes da Jesús unas instrucciones en una montaña de Galilea? ¿Qué les dice Jesús?

      • Después de su resurrección, ¿durante cuántos días se aparece Jesús a sus discípulos? ¿Qué hace en esas ocasiones?

      • La manera en que Jesús sube al cielo, ¿qué nos enseña sobre su regreso?

      • ¿Qué sucede en el Pentecostés del año 33?

  • Cristo, a la derecha de Dios
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Una luz brillante del cielo deja ciego a Saulo

      CAPÍTULO 138

      Cristo, a la derecha de Dios

      HECHOS 7:56

      • JESÚS SE SIENTA A LA DERECHA DE DIOS

      • SAULO SE HACE DISCÍPULO DE JESÚS

      • TENEMOS RAZONES PARA ESTAR CONTENTOS

      Durante la Fiesta de Pentecostés, 10 días después de que Jesús subió al cielo, se derramó espíritu santo sobre algunos discípulos. Esto demostró que él realmente estaba en el cielo. Pero esa no fue la única prueba. Justo antes de que el discípulo Esteban muriera apedreado por dar testimonio de manera fiel, exclamó: “¡Miren! Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios” (Hechos 7:56).

      Ya en el cielo con su Padre, Jesús tendría que esperar una orden específica que la Palabra de Dios había predicho. David escribió por inspiración: “Jehová le declaró a mi Señor [Jesús]: ‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como banquillo para tus pies’”. Cuando terminara ese periodo de espera, Jehová le ordenaría a Jesús: “Ve dominando en medio de tus enemigos” (Salmo 110:1, 2). Pero ¿qué haría hasta que llegara el momento de actuar contra ellos?

      En el Pentecostés del año 33, se formó la congregación cristiana. Así que, desde el cielo, Jesús empezó a reinar sobre sus discípulos ungidos por espíritu (Colosenses 1:13). Los guio en la predicación y los preparó para el papel que tendrían en el futuro. ¿De qué papel estamos hablando? Los que fueran fieles hasta la muerte serían reyes con Jesús en el cielo cuando resucitaran.

      Un ejemplo destacado de alguien que llegaría a ser un rey en el cielo es Saulo, más conocido por su nombre romano, Pablo. Es un judío que siempre se ha esforzado mucho por cumplir con la Ley de Dios. Sin embargo, los líderes religiosos judíos lo orientaron tan mal que hasta aprobó que apedrearan a Esteban. Ahora sigue amenazando a los discípulos del Señor y desea asesinarlos. Incluso recibe permiso del sumo sacerdote, Caifás, para arrestar a los seguidores de Jesús que hay en Damasco y llevarlos a Jerusalén (Hechos 7:58; 9:1). Pero, por el camino, una luz brillante envuelve a Saulo y él cae al suelo.

      Entonces oye una voz que le dice: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Saulo pregunta: “¿Quién eres, Señor?”. Y la voz le responde: “Soy Jesús, a quien tú persigues” (Hechos 9:4, 5).

      Jesús le dice a Saulo que entre en Damasco y espere más instrucciones, pero tienen que acompañarlo porque esa luz sobrenatural lo ha dejado ciego. En otra visión, Jesús se le aparece a Ananías, uno de sus discípulos que vive en Damasco, y le pide que vaya a cierta casa para encontrarse con Saulo. Al principio, Ananías tiene miedo, pero Jesús le asegura: “Este hombre es un instrumento escogido por mí para llevar mi nombre a las naciones, así como a reyes y a los hijos de Israel”. De modo que Saulo recupera la vista y, allí mismo, en Damasco, empieza a “predicar en las sinagogas acerca de Jesús, diciendo que es el Hijo de Dios” (Hechos 9:15, 20).

      Con el apoyo de Jesús, Pablo y otros evangelizadores continúan con la predicación que Jesús inició. Y, gracias a la bendición de Dios, consiguen resultados extraordinarios. Unos veinticinco años después de la aparición de Jesús en el camino a Damasco, Pablo escribe que las buenas noticias del Reino “se han predicado en toda la creación que está bajo el cielo” (Colosenses 1:23).

      Años después, Jesús le muestra a su amado apóstol Juan varias visiones, que podemos leer en el libro bíblico de Apocalipsis. Así que Juan vive lo suficiente para ver, mediante estas visiones, la venida de Jesús como Rey (Juan 21:22). Por inspiración del espíritu, Juan llega a estar “en el día del Señor” (Apocalipsis 1:10). ¿Cuándo sería ese “día”?

      Un estudio cuidadoso de las profecías bíblicas indica que el “día del Señor” empezó en 1914. Ese año comenzó la Primera Guerra Mundial. Las décadas siguientes han estado marcadas por más guerras, enfermedades, hambre, terremotos y otros sucesos. Todo ello cumple a plenitud la “señal” que Jesús les dio a sus apóstoles sobre su “presencia” y “el fin” (Mateo 24:3, 7, 8, 14). En la actualidad, las buenas noticias del Reino no solo se predican en el territorio del antiguo Imperio romano, sino en todo el mundo.

      Juan escribió guiado por Dios lo que significan todas estas cosas: “¡Ahora se han hecho realidad la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo!” (Apocalipsis 12:10). Así es, el Reino celestial de Dios, del que tanto habló Jesús, ya está gobernando.

      Sin duda, esta es una magnífica noticia para todos los discípulos leales de Jesús, que pueden hacer suyas estas palabras de Juan: “Por esta razón, ¡alégrense, cielos y los que viven en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha bajado adonde están ustedes lleno de furia, ya que sabe que le queda poco tiempo” (Apocalipsis 12:12).

      Así que Jesús ya no está esperando a la derecha de su Padre. Ahora gobierna como Rey y pronto destruirá a todos sus enemigos (Hebreos 10:12, 13). Pero ¿qué emocionantes sucesos tendrán lugar en el futuro?

      • ¿Qué hizo Jesús después de subir al cielo?

      • ¿Cuándo empezó el “día del Señor”, y qué sucedió después?

      • ¿Por qué tenemos razones para estar contentos?

  • Jesús trae el Paraíso y termina su misión
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Personas de diferentes razas disfrutan de la vida en el Paraíso

      CAPÍTULO 139

      Jesús trae el Paraíso y termina su misión

      1 CORINTIOS 15:24-28

      • QUÉ LES PASARÁ A LAS OVEJAS Y LAS CABRAS

      • MUCHAS PERSONAS VIVIRÁN EN EL PARAÍSO EN LA TIERRA

      • JESÚS DEMUESTRA SER EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

      Poco después de su bautismo, Jesús se enfrentó al Diablo, que estaba decidido a hacerlo fracasar incluso antes de que empezara su ministerio. Este enemigo trató de tentar a Jesús varias veces, pero Jesús pudo decir sobre él: “Viene el gobernante del mundo, aunque sobre mí él no tiene ningún poder” (Juan 14:30).

      El apóstol Juan tuvo una visión sobre lo que le pasaría al “gran dragón, la serpiente original, al que llaman Diablo y Satanás”. Este feroz enemigo de la humanidad sería expulsado del cielo y estaría “lleno de furia” al saber que “le queda poco tiempo” (Apocalipsis 12:9, 12). Los cristianos tenemos razones de sobra para creer que estamos viviendo durante este “poco tiempo” y que muy pronto “el gran dragón, la serpiente original”, será encerrado en el abismo, donde no podrá hacer nada por 1.000 años. Durante ese periodo, Jesús gobernará como Rey del Reino de Dios (Apocalipsis 20:1, 2).

      ¿Qué sucederá en nuestro hogar, la Tierra, en esos 1.000 años? ¿Quién vivirá aquí, y cómo será la vida? Jesús mismo dio las respuestas. En la parábola de las ovejas y las cabras mostró el futuro que les espera a los humanos obedientes que son como ovejas, los que tratan bien a los hermanos de Jesús y colaboran con ellos. También dejó claro lo que les pasará a los que hacen justo lo contrario, los que son como cabras. Él dijo: “Estos [las cabras] irán a la destrucción eterna, pero los justos [las ovejas] irán a la vida eterna” (Mateo 25:46).

      Estas palabras nos ayudan a entender lo que Jesús le dijo al delincuente que estaba colgado en un madero a su lado. Jesús no le ofreció la misma recompensa a él que a sus apóstoles fieles. A ellos les prometió que estarían en el Reino, en el cielo. Pero al ladrón le dijo: “Yo te aseguro hoy: estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43). Así que a este hombre se le dio la esperanza de vivir en el Paraíso: un hermoso lugar parecido a un jardín o parque. Por lo tanto, en el futuro, aquellas personas a las que Jesús juzgue como ovejas y consigan “la vida eterna” también estarán en ese Paraíso.

      Esto encaja con la descripción que el apóstol Juan hizo de cómo será la vida en la Tierra en ese tiempo. Él escribió: “La tienda de Dios está con la humanidad. Él residirá con ellos y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Y les secará toda lágrima de sus ojos, y la muerte ya no existirá, ni habrá más tristeza ni llanto ni dolor. Las cosas anteriores han desaparecido” (Apocalipsis 21:3, 4).

      Para que ese delincuente pueda vivir en el Paraíso, tendrá que resucitar. Y él no será el único, pues Jesús prometió: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán: los que hayan hecho cosas buenas, para una resurrección de vida, y los que hayan hecho cosas malas, para una resurrección de juicio” (Juan 5:28, 29).

      Ahora bien, ¿qué harán los apóstoles fieles y las demás personas que forman el pequeño grupo que estará en el cielo con Jesús? La Biblia dice: “Serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con él por los 1.000 años” (Apocalipsis 20:6). Los que gobiernen en el cielo con Cristo habrán sido hombres y mujeres que vivieron en la Tierra. Por eso, seguro que serán compasivos y comprensivos con sus súbditos humanos (Apocalipsis 5:10).

      Jesús aplicará los beneficios de su sacrificio a los humanos que vivan en la Tierra y los librará de la maldición del pecado heredado. Además, Cristo y los que gobiernen con él harán que los seres humanos obedientes alcancen la perfección. Al fin, la humanidad disfrutará de la vida tal y como Dios quería al principio, cuando les dijo a Adán y Eva que tuvieran hijos y llenaran la Tierra. Incluso la muerte que trajo el pecado de Adán desaparecerá.

      Así, Jesús habrá completado la misión que Jehová le dio. Al final de su gobierno de 1.000 años, le entregará a su Padre el Reino y la humanidad ya perfecta. Respecto a este extraordinario acto de humildad de Jesús, el apóstol Pablo escribió: “Cuando todas las cosas hayan sido sometidas a él, entonces el Hijo mismo también se someterá a aquel que sometió todas las cosas a él, para que Dios sea todas las cosas para todos” (1 Corintios 15:28).

      Está claro que Jesús tiene un papel muy importante en el cumplimiento de los maravillosos propósitos de Dios. Y, a medida que esos propósitos continúen realizándose por toda la eternidad, Jesús siempre será lo que él mismo dijo: “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).

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