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  • “Ciertamente este era Hijo de Dios”
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Como a las tres de la tarde Jesús dice: “Tengo sed”. Jesús percibe que, por decirlo así, su Padre ha retirado de él Su protección para que su integridad sea probada hasta el límite. Por eso clama con voz fuerte: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Al oír esto, algunos de los que están de pie cerca exclaman: “¡Miren! Llama a Elías”. Inmediatamente uno de ellos corre y, colocando una esponja empapada de vino agrio en la punta de una caña de hisopo, le da de beber. Pero otros dicen: “¡Déjenlo! Veamos si Elías viene a bajarlo”.

      Cuando Jesús recibe el vino agrio, clama: “¡Se ha realizado!”. Sí, él ha hecho todo lo que su Padre lo envió a hacer en la Tierra. Finalmente dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Así Jesús encomienda a Dios la fuerza que le ha sostenido la vida y confía en que Dios se la devolverá. Entonces inclina la cabeza y muere.

  • Enterrado el viernes; una tumba vacía el domingo
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • LA TARDE del viernes casi termina, y el sábado 15 de Nisán va a empezar al ponerse el Sol. El cadáver de Jesús cuelga inmóvil sobre el madero, pero los dos salteadores a su lado todavía están vivos. Al viernes por la tarde se le llama la Preparación porque entonces el pueblo prepara comidas y termina toda otra tarea urgente que no pueda dejarse hasta después del sábado.

      El sábado que está por empezar no es solo un sábado regular (el séptimo día de la semana), sino también un sábado doble o “grande”. Se le llama así porque el 15 de Nisán —el primer día de la fiesta de siete días de las Tortas no Fermentadas (que siempre es un sábado o día de descanso, sin importar en qué día de la semana caiga)— cae en el mismo día que el sábado regular.

      Según la Ley divina, no se deben dejar colgando de un madero toda la noche los cadáveres. Por eso los judíos le piden a Pilato que, para apresurar la muerte de los que están siendo ejecutados, se les quiebren las piernas. Así que los soldados quiebran las piernas de los dos salteadores. Pero puesto que parece que Jesús ya está muerto, no se las quiebran a él. Esto cumple lo que estaba escrito: “Ni un hueso de él será quebrantado”.

      Sin embargo, para eliminar toda duda en cuanto a que Jesús en verdad está muerto, uno de los soldados le punza con una lanza el costado. La lanza le traspasa la región del corazón, y al instante sale sangre y agua. El apóstol Juan, testigo ocular, informa que esto cumple otra escritura: “Mirarán a Aquel a quien traspasaron”.

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