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  • El ritmo frenético de este mundo
    ¡Despertad! 2001 | 8 de febrero
    • El ritmo frenético de este mundo

      ¿Le abruma en ocasiones el ritmo de vida? ¿Hace que se sienta frustrado, cansado, apenas con fuerzas para soportarlo? De ser así, no es el único.

      LA VIDA se ha convertido en una vertiginosa y agotadora carrera para millones de personas, sobre todo para quienes viven en las ciudades. Este es especialmente el caso en los países occidentales. Hace poco, en una reunión religiosa que tuvo lugar en Estados Unidos, cierto orador solicitó que levantaran la mano aquellos del auditorio que estuvieran cansados casi todo el tiempo. Al instante se alzaron multitud de manos.

      El libro Why Am I So Tired? (¿Por qué estoy tan cansado?) señala: “La vida moderna está llena de tensiones nuevas: aviones que abordar, plazos que cumplir, niños en el jardín de infancia a los que llevar y buscar a una hora concreta; la lista es interminable”. No es de extrañar que se haya definido el cansancio como la pesadilla de nuestro tiempo.a

      Antaño la vida era más sencilla y tranquila, más acorde con los ciclos naturales: el día era para trabajar y la noche para dedicar tiempo a la familia y descansar. Hoy día, la gente se siente cada vez más cansada y fatigada, y ello obedece a varias razones.

      De pronto, los días son más largos

      Es posible que un factor sea que se duerme menos. Y uno de los principales avances que hicieron estragos en nuestro sueño fue la invención de la luz eléctrica. Con solo apretar un botón se podía controlar la duración del “día”, así que la gente empezó a acostarse más tarde. De hecho, a muchas personas no les quedó más remedio, pues las fábricas comenzaron a funcionar también de noche, y las empresas de servicios ampliaron su horario de atención al público. En palabras de un escritor, “nació la sociedad de las veinticuatro horas”.

      Otros avances tecnológicos, como la radio, la televisión y la computadora personal, han privado asimismo a la gente del descanso necesario. En muchos países se puede ver el televisor las veinticuatro horas. No es raro que los amantes del cine o del deporte lleguen somnolientos y agotados al trabajo tras una larga velada frente a la pantalla. Las computadoras y el sinfín de distracciones que ofrecen incitan de igual modo a millones de usuarios a mantenerse despiertos hasta altas horas de la madrugada. Por supuesto, estos aparatos no son malos en sí; no obstante, proporcionan a algunas personas otro incentivo más para pasar por alto su necesidad de descanso.

      El ritmo de vida se acelera

      No solo se han alargado los días, sino que la vida parece transcurrir más deprisa, gracias, nuevamente, a la tecnología. El carruaje de caballos de hace menos de un siglo dista mucho de los veloces automóviles, los trenes bala y los aviones de reacción actuales. De hecho, hoy por hoy, un empresario puede almorzar en un lado del Atlántico y cenar en el otro, mientras que su abuelo probablemente tuvo que caminar o recurrir al caballo o la bicicleta para ir a su lugar de empleo.

      Asimismo, el trabajo ha experimentado una revolución silenciosa en pro de la rapidez y la productividad. Las máquinas de escribir y el correo convencional han cedido el paso a las computadoras, el fax y el correo electrónico. Los ordenadores portátiles, los teléfonos celulares y los buscapersonas (localizadores) han difuminado los límites entre el hogar y la oficina.

      Por supuesto, ninguno de nosotros puede frenar el ritmo acelerado de este mundo. Sin embargo, a nivel personal, sí es posible efectuar cambios que nos permitan llevar una vida más tranquila y equilibrada. Pero antes de abordar este asunto, veamos cómo repercute dicho ritmo frenético en nosotros y en el conjunto de la sociedad.

      [Nota]

      a Además de las tensiones cotidianas, hay otros agentes que pueden provocar cansancio crónico o agravarlo, como algunas enfermedades, la mala alimentación, los fármacos, la contaminación química, los trastornos mentales y emocionales, la edad avanzada o cualquier combinación de estos factores.

  • El precio de querer hacer demasiadas cosas
    ¡Despertad! 2001 | 8 de febrero
    • El precio de querer hacer demasiadas cosas

      El mundo occidental de hoy está encaprichado con la rapidez y la comodidad.

      LOS lavaplatos nos ahorran tiempo en la cocina, y las lavadoras, al lavar la ropa. Millones de personas pueden efectuar sus compras o realizar operaciones bancarias sin salir de casa; solo han de conectarse a Internet.

      Dado que el mundo, al menos en parte, está repleto de todo tipo de aparatos que nos ahorran tiempo y esfuerzo, se pudiera concluir que tenemos horas más que suficientes para dedicar a la familia y al descanso. Sin embargo, con demasiada frecuencia, muchas personas afirman encontrarse más cansadas y tensas que nunca. Las causas de tal estrés son numerosas y complejas.

      Las presiones económicas figuran en un lugar destacado de la lista. El Australian Centre for Industrial Relations Research and Training descubrió que “una parte sustancial [de la población activa del país] trabaja normalmente más de cuarenta y nueve horas semanales”, y que dicha “prolongación de la jornada laboral tal vez repercuta muy adversamente en la familia y en la comunidad”. Por otro lado, muchos trabajadores prefieren vivir en los verdes y tranquilos alrededores de la ciudad, lo que quizá signifique pasar varias horas a la semana, o incluso al día, viajando en atestados trenes y autobuses o por congestionadas carreteras. En la práctica, esto alarga la jornada de trabajo y crea más tensión.

      ¿Tiene sueño atrasado?

      Los trastornos del sueño son un problema tan común que, en estos últimos años, se han fundado clínicas especializadas en su tratamiento en muchas partes del mundo. Los investigadores han descubierto que cuando la gente no duerme lo suficiente, acumula el sueño atrasado. Como es natural, el cuerpo desea cobrarse esa deuda y la reclama mediante la sensación de cansancio. Ahora bien, como el actual estilo de vida priva a las personas del sueño necesario, muchas de ellas contraen un cansancio crónico.

      En un país de Occidente, el tiempo dedicado al sueño ha disminuido un 20% con relación al siglo pasado, de un promedio de nueve horas por noche, a siete. Quienes estudian este fenómeno han hallado abundantes pruebas de que el sueño atrasado provoca dificultades de aprendizaje y memorización, trastornos de la capacidad motriz y debilitamiento del sistema inmunológico. La mayoría de nosotros sabemos por experiencia propia que una mente agotada es propensa a cometer errores. Lamentablemente, estos pueden resultar graves y costosos.

      La fatiga se cobra un alto precio

      Se cree que la fatiga, debida a las largas jornadas de trabajo y los recortes de personal, ha contribuido a las peores calamidades de finales del siglo XX, como el desastre nuclear de Chernóbil (Ucrania), la explosión del transbordador espacial Challenger y el vertido de crudo del petrolero Exxon Valdez, que chocó contra un arrecife en Prince William Sound (Alaska).

      La explosión de Chernóbil tuvo lugar mientras se realizaba una prueba especial en la central nuclear. En el libro The 24-Hour Society (La sociedad de veinticuatro horas), Martin Moore-Ede señala que el examen “se estaba llevando a cabo bajo la supervisión de un equipo de ingenieros electrotécnicos exhaustos que llevaban en la planta un mínimo de trece horas, aunque posiblemente llevaran más, pues se tardó diez horas en conseguir el permiso para comenzar”. Sea como fuere, un estudio reciente revela que una de las secuelas de la fuga radiactiva es que los casos de cáncer de tiroides infantil en Ucrania se han multiplicado por diez desde 1986.

      Después de investigar minuciosamente la explosión del Challenger, una comisión presidencial afirmó que un grupo de trabajadores contratados sobrepasó el límite de veinte horas extraordinarias en 480 ocasiones, y otro grupo, en 2.512. El informe añadió que la fatiga de quienes dirigían las maniobras, a consecuencia de llevar “varios días con horarios irregulares y sin descansar lo suficiente”, tuvo en gran parte la culpa de que se diera al transbordador una desacertada orden de lanzamiento. El mismo informe indicó que “cuando se trabaja en demasía, disminuye la eficiencia y aumenta el riesgo de cometer errores”.

      De acuerdo con los funcionarios de un sindicato, las reducciones de tripulación —según parece, para aminorar los costos de funcionamiento— obligaron a los marinos del Exxon Valdez a trabajar más horas y realizar turnos extraordinarios. Una crónica sobre la tragedia señala que el tercer oficial, quien estaba a cargo del navío cuando este encalló justo después de la medianoche, llevaba en pie desde primeras horas de la mañana. Los cerca de 42.000.000 de litros de petróleo derramados —el mayor vertido en la historia de Estados Unidos— ocasionaron un daño terrible a las playas, así como a la fauna y flora, además de un gasto de más de 2.000 millones de dólares en tareas de limpieza.

      El precio más sutil de la fatiga

      Según cálculos aproximados, el cansancio le cuesta al mundo al menos 377.000 millones de dólares anuales. Pero ninguna cantidad de dinero puede equipararse al precio que se cobra en vidas y salud, que muy a menudo salen perjudicadas. Piense, por ejemplo, en los accidentes de tráfico. De acuerdo con una clínica de Sydney (Australia) especializada en los trastornos del sueño, del 20 al 30% de los accidentes automovilísticos de ese país se deben a que el conductor se durmió al volante. Se cree que, en Estados Unidos, la somnolencia es culpable de como mínimo 100.000 accidentes de tráfico al año.

      Ahora bien, es posible que las consecuencias de la fatiga no terminen ahí. La víctima de un accidente a quien se lleva a toda prisa al hospital para una intervención quirúrgica espera que su cirujano esté despierto y alerta. Pero una jornada laboral intensa y larga posiblemente impida que así sea. Un informe del Australian Institute of Health and Welfare reveló que un 10% de los médicos trabajaban unas sesenta y cinco horas a la semana, que el 17% de los especialistas sobrepasaban esa cifra y que el 5% de los doctores más jóvenes superaban las ochenta horas de trabajo semanales.

      “Las máquinas llevan un manual de funcionamiento y etiquetas de advertencia; a veces, hay que recibir un curso para aprender a manejarlas. Todas estas medidas las protegen de cualquier daño —comenta Martin Moore-Ede—. Los seres humanos llegamos a este mundo sin ninguna protección de ese tipo. [...] La horrible verdad es que sabemos mucho menos sobre las especificaciones de nuestro diseño que sobre la maquinaria y su soporte lógico.”

      Nuestro cuerpo no tiene luces rojas intermitentes ni alarmas que nos avisen de que hemos de detenernos o aminorar el paso. Sin embargo, nos da otras señales de advertencia, entre ellas el cansancio crónico, los cambios de humor, la depresión y la tendencia a contraer con facilidad cualquier virus común. Si usted presenta estos síntomas —partiendo, por supuesto, de que no existan otros problemas de salud subyacentes—, debe examinar su estilo de vida.

      Las repercusiones sociales de estar demasiado ocupado

      El estilo de vida estresante y falto de sueño también repercute en las relaciones humanas. Veamos el caso de una pareja recién casada, Juan y María.a Ellos deseaban lo mismo que la mayoría de los recién casados, a saber, un hogar cómodo y cierta seguridad económica, por lo que empezaron a trabajar a jornada completa. No obstante, debido a la irregularidad de sus turnos, pasaban poco tiempo juntos, de modo que su relación no tardó en verse afectada. No hicieron caso de las señales de alarma y siguieron con horarios apretados hasta que su matrimonio, que apenas había comenzado, fracasó.

      “Algunos estudios muestran que el promedio de divorcios de parejas con turnos de trabajo es un 60% más elevado que el de aquellas que tienen jornadas laborales normales”, señala el libro The 24-Hour Society. Ahora bien, con turnos o sin ellos, muchas parejas intentan abarcar tanto que, de hecho, asfixian su matrimonio. En otros casos, la tensión y la fatiga quizás induzcan al ciclo del consumo de drogas, el abuso del alcohol y la mala alimentación, factores que no solo acentuarían el cansancio, sino que pudieran ocasionar muchos otros problemas, incluso el maltrato de los hijos.

      Para ayudar a los padres a cumplir con sus numerosas ocupaciones, ha aumentado la cantidad de centros que se encargan de cuidar niños. Algunos de ellos permanecen abiertos las veinticuatro horas. La televisión se ha convertido en la verdadera niñera de muchos pequeños. Sin embargo, para que los hijos lleguen a ser adultos responsables y equilibrados en sentido emocional, necesitan pasar bastante tiempo de calidad con sus progenitores. Por lo tanto, los padres que se hallan demasiado cansados porque intentan mantener un nivel de vida excesivamente alto, deberían calcular el precio que tendrán que pagar tanto ellos como sus hijos.

      Los ancianos también suelen ser víctimas de la acelerada sociedad tecnológica actual. La velocidad con que suceden los cambios y la constante avalancha de nuevos aparatos que invaden el mercado, hacen que muchos de ellos se sientan perplejos, inseguros, asustados e incluso anticuados. Por tanto, ¿qué les depara el futuro?

      ¿Nos hallamos todos —jóvenes y mayores— a merced de un mundo que parece determinado a acelerarse aún más? ¿O podemos hacer algo para afrontar la situación e incluso mejorar nuestra calidad de vida? Afortunadamente así es, como veremos en el artículo siguiente.

      [Nota]

      a Se han cambiado los nombres.

      [Ilustraciones de la página 6]

      La fatiga quizás contribuyó al desastre nuclear de Chernóbil, la explosión del transbordador espacial Challenger y el vertido de petróleo del Exxon Valdez

      [Reconocimientos]

      Por gentileza de: U.S. Department of Energy’s International Nuclear Safety Program

      NASA photo

      [Ilustraciones de la página 7]

      El ritmo de vida frenético puede causar tensión en el matrimonio

      [Ilustración de la página 8]

      Algunas personas abusan del alcohol a fin de soportar la situación

  • Podemos ser felices en este mundo frenético
    ¡Despertad! 2001 | 8 de febrero
    • Podemos ser felices en este mundo frenético

      La mayoría de las personas soportan las presiones de la vida, pero pocas son felices al hacerlo. Para eso se requiere una sabiduría especial.

      EN ARMONÍA con esta idea, el libro The 24-Hour Society afirma: “Debemos conseguir la sabiduría necesaria para proteger las necesidades y la naturaleza humanas en el mundo tecnológico que hemos creado”.

      Afortunadamente, la sabiduría práctica está al alcance de todos, pues se halla en el libro de mayor distribución del planeta, a saber, la Palabra de Dios, la Biblia. Dado que ha sido inspirada por Aquel que entiende las necesidades y la naturaleza humanas a la perfección, contiene principios de probada eficacia. Aplicarlos nos ayudará a ejercer mayor control sobre nuestra vida y nos proporcionará al menos algo de felicidad mientras nos enfrentamos a este mundo frenético (Isaías 48:18; 2 Timoteo 3:16).

      Dichos principios se centran en tres aspectos fundamentales. Primero, nos indican qué cargas es sensato dejar atrás. Segundo, nos ayudan a fijar prioridades juiciosas. Y por último, nos enseñan a enfocar la vida desde una perspectiva espiritual, muy superior a la puramente seglar. Analicemos estos tres aspectos.

      Llevemos una vida sencilla y ordenada

      Supongamos que nos vamos de acampada por unos días. Como deseamos estar cómodos, nos llevamos una tienda de campaña grande con todos los accesorios imaginables y un remolque cargado con muebles, utensilios de cocina, un congelador, un generador portátil, lámparas, un televisor y muchos otros artículos, incluso comida. Organizar todo eso nos toma muchas horas. Más tarde, al final de las cortas vacaciones, tardamos otras tantas en empaquetar las cosas de nuevo, y eso sin contar las que nos lleva volver a guardarlo todo en casa. Al mirar atrás, nos damos cuenta de que no tuvimos suficiente tiempo para disfrutar de la acampada y nos preguntamos si valió la pena tanto esfuerzo.

      La vida de muchas personas de hoy en día se parece un poco a esa excursión. Dedican muchísimo tiempo a conseguir y conservar el número infinito de cosas que este mundo nos hace creer que necesitamos para ser felices. Pero, como dijo Jesucristo: “Hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee” (Lucas 12:15). Así es, la calidad de vida no depende de las riquezas materiales. De hecho, estas a menudo intensifican las tensiones y preocupaciones diarias. “La abundancia que pertenece al rico no le permite dormir”, dice Eclesiastés 5:12.

      Así pues, echemos una ojeada a todas nuestras posesiones y preguntémonos: “¿De verdad necesito este objeto, o es solo un trasto inútil? ¿Mejora mi calidad de vida, o me roba un tiempo valioso?”. La introducción al libro Why Am I So Tired?, de Leonie McMahon, señala: “La invención de los diversos electrodomésticos, que tenía como objetivo aligerar la carga de las tareas del hogar, ha obligado a la mujer a trabajar fuera de casa a fin de comprarlos y costear su mantenimiento”.

      Cuando simplificamos nuestra vida, tenemos más tiempo para la familia, los amigos y nosotros mismos, algo imprescindible si deseamos ser felices. No seamos como los que descubren demasiado tarde que los amigos y la familia son mucho más importantes e interesantes que el dinero y las cosas. Solo las personas pueden amarnos. La cuenta bancaria, la cartera de valores, la computadora, el televisor y otros aparatos, aunque pueden ocupar un lugar en nuestra vida, son accesorios sin valor en sí mismos. Las personas que dan prioridad a tales cosas devalúan su vida y acaban sintiéndose insatisfechas e incluso amargadas (1 Timoteo 6:6-10).

      Programemos nuestro tiempo y prioridades

      En ciertos aspectos, programar el tiempo es como elaborar un presupuesto equilibrado. Si intentamos hacer demasiado en las pocas horas que tenemos, no estamos, por decirlo así, viviendo de acuerdo con nuestras posibilidades. Las consecuencias inevitables de este proceder son la frustración, el estrés y el cansancio; de modo que aprendamos a fijar nuestras prioridades.

      En primer lugar, debemos determinar qué es lo más importante y apartar suficiente tiempo para ello. En el caso de los cristianos, las actividades espirituales siempre tienen máxima prioridad (Mateo 6:31-34). Cuando, por apresurarnos, no prestamos la debida atención a los asuntos importantes, a menudo surgen graves problemas. De ahí que tal vez tengamos que deshacernos de todo aquello que consuma tiempo y no resulte provechoso.

      Al establecer el orden de prioridades, debemos recordar que necesitamos un poco de soledad: tiempo para meditar sobre temas constructivos y renovar las fuerzas. “Bajo el bombardeo intenso de este mundo, pasar ratos a solas es un tónico imprescindible —indica la revista Psychology Today—. [...] La soledad es un combustible para la vida.” Las personas que están demasiado ocupadas para meditar pueden adoptar una actitud superficial frente a la vida.

      La modestia y la espiritualidad

      Existen dos valiosas cualidades que pueden ayudarnos a llevar una vida feliz y equilibrada, a saber, la modestia y la espiritualidad. La modestia es importante porque nos enseña a no aceptar cargas y responsabilidades de trabajo poco realistas. Si somos modestos, sabremos cuándo decir que no a las horas extraordinarias u otras actividades que pudieran interferir en los asuntos de más transcendencia. Los modestos no envidian lo que los demás tienen o hacen, y, por consiguiente, suelen ser más felices. La verdadera modestia es, a su vez, una faceta de la espiritualidad, otro factor clave para controlar mejor nuestra vida (Miqueas 6:8; 1 Juan 2:15-17).

      La espiritualidad basada en el conocimiento exacto de la Biblia nos ayuda a ser personas más perspicaces y con criterio, que no se dejan engañar por las definiciones huecas de lo que es el éxito. Tomamos a pecho el sabio consejo de 1 Corintios 7:31: “[Que] los que hacen uso del mundo, [sean] como los que no lo usan a plenitud; porque la escena de este mundo está cambiando”. Los cristianos “hacen uso del mundo” cuando trabajan para mantenerse a sí mismos y a sus familias, pero no permiten que este los engulla. Saben que el mundo no ofrece auténtica seguridad y que pronto será destruido, que el verdadero éxito —vida eterna y segura en un Paraíso terrestre— depende de su relación con Dios (Salmo 1:1-3; 37:11, 29). De modo que prestemos atención a la exhortación de Jesús e invirtamos sabiamente en nuestro futuro acumulando “tesoros en el cielo, donde ni polilla ni moho consumen, y donde ladrones no entran por fuerza y hurtan” (Mateo 6:20).

      No nos inquietemos y hallaremos verdadera paz

      A medida que el presente sistema se acerca a su fin, sin duda aumentarán las tensiones y las obligaciones que absorben nuestro tiempo. Por esa razón, es de suma importancia que tratemos por todos los medios de poner en práctica el consejo bíblico: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. Dicha paz no está al alcance de quienes no tienen ninguna inclinación espiritual y menosprecian la oración (Filipenses 4:6, 7).

      Sin embargo, Jehová no solo nos dará paz mental, sino que nos ayudará día a día a sobrellevar la carga de responsabilidad si ‘echamos sobre él toda nuestra inquietud’ (1 Pedro 5:7; Salmo 68:19). Por lo tanto, es prudente que escuchemos a Dios leyendo parte de su Palabra diariamente. ¿Quién puede aconsejarnos mejor que el Creador? (Salmo 119:99, 100, 105.) En efecto, la experiencia demuestra que quienes hacen de Dios el centro de su vida reciben una gran ayuda para soportar el ritmo frenético de este mundo y ser felices al hacerlo (Proverbios 1:33; 3:5, 6).

      [Comentario de la página 11]

      Fijemos nuestras prioridades apartando tiempo para la soledad y los asuntos espirituales

      [Ilustración de la página 9]

      ¿Puede simplificar su vida y deshacerse de cargas innecesarias?

      [Ilustración de la página 10]

      ¿Damos prioridad a las cosas, o a las personas?

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