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De prisa, ¿y sin llegar a ningún lugar?¡Despertad! 1987 | 22 de febrero
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De prisa, ¿y sin llegar a ningún lugar?
EL CONDUCTOR iba a la velocidad que a él le parecía propia: ¡a 130 kilómetros (80 millas) por hora! Pero sus pasajeros, que estaban acostumbrados a las restricciones de un límite de velocidad fijo, estaban completamente desconcertados por la prisa del tráfico en las autobahns o autopistas de Alemania Occidental. Porque en estas —excepto en secciones designadas— no hay límite de velocidad. De hecho, aunque este grupo viajaba a 130 kilómetros por hora, ¡muchos automóviles y motocicletas le rebasaban como un rayo! No pudiendo contenerse más, una de las pasajeras exclamó: “¿Qué prisa tiene todo el mundo? ¿A dónde van?”.
“Puede que no vayan a ningún sitio en particular”, respondió sonriente el anfitrión, obviamente bromeando. Porque estaba claro que todos sí iban a algún lugar... ¡y bastante rápido, por cierto!
No obstante, ¿qué hace que todo el mundo lleve tanta prisa? ¿Ha olvidado la gente que gran parte del placer de viajar consiste en tomarse algún tiempo para disfrutar del paisaje? ¿Se le dio la vida al hombre para que fuera una carrera corta y veloz que lo dejara sin aliento?
Los automóviles veloces, las comidas de preparación rápida y los aviones supersónicos son marcas distintivas de una era que cada vez exige más de las personas: ¡Aprisa!, ¡Más rápido!, ¡Más eficiente! Es cierto que pocas personas optarían por volver a la era del coche tirado por bestias. Y la mayoría concordará en que, en algunas circunstancias, es correcto apresurarse. Después de todo, si se llama al médico o a la policía, naturalmente se espera que acudan con prontitud.
Aun así, ¿es necesaria o provechosa toda esta prisa? Hay quienes piensan que no. Un colaborador del periódico Los Angeles Times escribió: “Abrumadas, apremiadas y hostigadas, [muchas personas] viven su vida con gran rapidez, bajo la tiranía del reloj en una era de la prisa”.
El llevar una vida agitada también ha contribuido a lo que The Toronto Star llamó “una epidemia irrefrenable”... ¡la tensión extremada conocida como estrés! El estrés parece tener en la gente el efecto de una poción dañina. Se le culpa de una serie impresionante de enfermedades, que van desde la caspa y las uñas partidas hasta la hipertensión arterial y los ataques cardíacos. La presión del reloj también perjudica las relaciones humanas.
Entonces, ¿por qué se llama a nuestra época “una era de la prisa”? Si usted se siente acosado y bajo presión ahora, ¿qué clase de vida tendrá en unos cuantos años? ¿Hay alguna manera de lograr mayor dominio de su vida, de hacer frente a la vida agitada de hoy?
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¿Por qué una vida tan agitada?¡Despertad! 1987 | 22 de febrero
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¿Por qué una vida tan agitada?
SIN embargo, ¿por qué es tan agitada esta era? Está muy lejos de ser la utopía de tranquilidad —en la que habría muchísimo tiempo libre— que se suponía que la industrialización trajera. Aquello de “menos trabajo y más entretenimiento para todos”, que habían predicho muchos economistas, sociólogos y futuristas, sencillamente no se ha realizado.
De hecho, el escritor A. Kent Macdougall declaró: “El trabajo consume tanto del tiempo medio del asalariado como lo hacía una generación atrás, mientras que el viaje de ida y vuelta al empleo le toma más”.
En vez de simplificar la vida, la tecnología moderna la ha hecho más agitada. Harold H. Kassarjian, profesor de mercadotecnia, dice al respecto: “La comunicación y la transportación en masa nos están matando. Se nos somete a mayor presión porque hemos creado razones artificiales para estar de prisa. Estamos cavando nuestra propia tumba por la tensión”.
Factores principales
Hoy día muchos padres llevan la carga de trabajar horas extraordinarias o tener dos empleos solo para mantener a la familia. También, muchas mujeres han tenido que conseguir empleo fuera del hogar. Paul Johnson escribió lo siguiente en el Daily Telegraph: “Ciertamente es irónico que, precisamente en el momento histórico en que la tecnología comercial ha librado a las mujeres de muchas de sus faenas tradicionales, [...] ellas trabajen tanto como siempre; quizás más”.
Así sucede que, después de dedicar todo el día a un empleo seglar con sueldo, muchas mujeres llegan al hogar a su segundo empleo... cuidar del hogar y de los hijos. Ciertos estudios indican que es relativamente poco lo que los esposos hacen para aliviar la carga aumentada de trabajo de la esposa. Como resultado, para la esposa que trabaja fuera el tiempo por lo general es un recurso escaso y difícil de conseguir. Los autores del libro Working Couples citan estas palabras de una esposa con empleo seglar: “Me siento oprimida porque no tengo tiempo ni para las cosas que quiero hacer ni para las que tengo que hacer”.
En el caso de muchas personas, tanto el cambio de costumbres en el terreno de lo sexual como el gran aumento en la tasa de divorcios han contribuido también a una vida agitada. ¿Cómo? Un artículo publicado en Family Relations explica: “En los últimos nueve años nuestra sociedad [E.U.A.] ha experimentado un aumento de un 79% en la cantidad de familias en que falta uno de los padres [...] Esta situación es ahora más común que en cualquier otro tiempo”. Para un padre o una madre que sin la ayuda de su cónyuge tiene que educar a los hijos, hacer las compras, cocinar y limpiar, la vida puede parecer un ajetreo interminable.
Otros factores
Hay otras razones menos tangibles que también contribuyen a la agitación de la vida, como las siguientes:
La vida es corta.—La Biblia dice: “El hombre, nacido de mujer, es de vida corta y está harto de agitación. A semejanza de una flor ha salido y es cortado, y huye como la sombra y no sigue existiendo”. (Job 14:1, 2.) Muchas personas, al darse cuenta de la verdad que encierra este versículo bíblico, viven una vida apresurada, y tratan de llenarla de tanta actividad como les es posible. Su filosofía es: “Comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir”. (1 Corintios 15:32.)
La vida es incierta.—“Los veloces no tienen la carrera”, dijo el sabio rey Salomón. ¿Por qué no? Él explica: “Porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. (Eclesiastés 9:11.) Así, parece que la gente tiene prisa por alcanzar sus metas porque teme que algún suceso imprevisto le impida lograrlo.
El temor de perderse algo.—Como si fueran niñitos, muchos adultos son inquietos, no pueden concentrar la atención por mucho tiempo en nada, y siempre tienen que correr a hacer algo nuevo. No pueden relajarse lo suficiente como para disfrutar del presente debido a su prisa por experimentar el futuro.
Nerviosismo e impaciencia.—A este nerviosismo agréguele impaciencia, y quizás pueda comprender mejor al conductor que, de vez en cuando, usted ve por el espejo retrovisor de su automóvil. Porque es obvio que para él todo automóvil que le precede es una afrenta personal, trata de rebasarlo tan pronto como puede, a menudo sin buena razón para ello. ¡A veces usted se encuentra de nuevo con él en el siguiente semáforo!
Aburrimiento.—Porque su trabajo seglar o la rutina diaria les son aburridos e insípidos, algunas personas despachan con la mayor rapidez estos llamados males necesarios, para tener más tiempo para las diversiones.
“El tiempo es oro”.—Hay quienes rigen su vida por este principio —y por el reloj— y se privan de momentos de descanso y de vacaciones porque temen que signifique una pérdida de dinero. Ya que rara vez están satisfechos con lo que tienen, siempre están afanados acumulando posesiones materiales de las cuales apenas disfrutan por falta de tiempo.
Sea cual sea la razón, tal vez su vida sea una carrera agitada. Si así es, queda esta pregunta:
¿A dónde lo conduce esto?
Primero, el paso acelerado de la vida moderna ha acarreado muchas enfermedades relacionadas con el estrés. Pero la verdad del dicho: “La prisa a nada conduce” se confirma también en otros campos del esfuerzo humano. Por ejemplo, la publicación alemana Ärztliche Praxis informa: “Todavía se dice que la causa principal de los accidentes de tráfico es el exceso de velocidad”.
Al joven escolar que despliega prisa mientras adquiere destrezas básicas se le hará difícil obtener empleo y conservarlo. El que come apresuradamente puede experimentar trastornos estomacales y acarrearse indigestión y muchos otros malestares físicos. El que es “apresurado con sus palabras” puede causar vergüenza a otros, ofenderlos, o hasta ser causa del rompimiento de amistades. (Proverbios 29:20.) Y quien tiene prisa en buscar cónyuge pudiera después estar procurando de prisa un divorcio.
¿Y qué hay de los que se apresuran a obtener posesiones materiales, adelantar en una carrera, tener una familia, o “sacarle el jugo” a la vida? Es cierto que el procurar estas cosas tal vez no sea incorrecto en sí mismo. Pero cuando el buscarlas se convierte en una carrera frenética, ¿de qué provecho es eso a la larga a las personas?
Salomón, rey de la antigüedad, se envolvió en empeños de esa índole, pero llegó a la siguiente conclusión: “Y yo, yo mismo, me volví hacia todas las obras mías que mis manos habían hecho, y hacia el duro trabajo que yo había trabajado duro para lograr, y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada que sirviera de ventaja bajo el sol”. (Eclesiastés 2:11.)
Por consiguiente, ¿hay manera de hacer frente al paso acelerado de la vida y llevar una vida relativamente tranquila?
[Recuadro en la página 5]
El paso acelerado en que se vive hoy
“La imagen del hombre que ha logrado mucho, pero siempre está intranquilo, está [siempre presente] en esta tensa sociedad moderna”, declaró The New York Times. “Es típica la persona que corre para tomar el metro cuando otro va a pasar en unos minutos, el ejecutivo con la obsesión de alcanzar metas y excederlas, la persona activa que se cree en la obligación de siempre llevar la delantera, que, de hecho, hasta se desvive por tomar riesgos que la pongan al mando.”
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Encarándonos a la vida agitada de hoy¡Despertad! 1987 | 22 de febrero
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Encarándonos a la vida agitada de hoy
CIERTO trabajador dedica sus fines de semana a ver en la TV los partidos de fútbol, y entonces se queja de que no tiene tiempo para llevar a sus hijos al parque zoológico. Un ama de casa no se pierde ningún capítulo de la telenovela que ve todas las semanas, y entonces se lamenta de que tiene muy poco tiempo para hacer sus faenas domésticas. ¿Cuál es el problema? ¿La falta de tiempo, o el mal uso de él?
El administrar bien el tiempo exige que se siga el principio que la Biblia da en Filipenses 1:10: “Que se aseguren de las cosas más importantes”.
Sí; primero establezca a qué va a dar prioridad, para que, si es preciso desatender algún asunto, sea algo relativamente insignificante. Procure hacer una lista de todas las tareas que tiene que efectuar en, digamos, una semana, y divídalas en dos categorías: 1) Lo que tengo que hacer 2) Lo que me gustaría hacer.
El trabajo seglar, el ir de compras, las reparaciones de la casa caen en la primera categoría, así como dedicar tiempo a la familia. En el caso del cristiano verdadero, también debe dar prioridad a asistir a las reuniones de congregación, compartir su fe con otros y estudiar la Biblia. (Mateo 6:33.)
Si la lista parece abrumadora, puede que algo de lo que se tiene que hacer no sea tan necesario después de todo. También usted pudiera tratar de combinar actividades. Por ejemplo, si se trata de faenas domésticas, ¿por qué no enseñar a sus hijos a hacer algunas? Esto no solo hará posible que logre más, sino que también le dará momentos preciosos de que podrá disfrutar con sus hijos.
¿Y qué hay de la lista de lo que le “gustaría hacer”? Eso pudiera ser mucho. Sin embargo, sencillamente no se puede hacer todo. Por eso, calcule el costo de esas actividades. (Lucas 14:28.) ¿Le harán la vida más tranquila, o más tensa? ¿Aumentarán los gastos domésticos? ¿Interferirán con lo que se tiene que hacer?
No caiga en la trampa de atestar de actividades su programa de modo que tenga que estar corriendo frenéticamente para efectuarlas. Permítase suficiente tiempo para ellas. Cierto contratista de obras, ya jubilado, le dio un buen consejo a un joven a quien había invitado a tomar una taza de té. El joven había rechazado la invitación diciendo: “Tengo que estar en el centro de la ciudad a las 4.50 de la tarde”.
“¿Qué clase de cita es esa?”, le preguntó el contratista. “Trata de arreglar tus citas por horas completas —le aconsejó—, o te vas a matar corriendo.”
Por qué es difícil
Estas sugerencias pueden ser útiles. Pero recuerde que el estrés y la prisa son tan solo legados de los tiempos “difíciles de manejar” en que vivimos. (2 Timoteo 3:1-5.) Ciertamente el mundo moderno es un mundo que vive de prisa. Pero el deterioro en las relaciones humanas y el aumento de los problemas del mundo muestran que esta prisa no está llevando a la gente a ningún lugar.
De hecho, el mundo vive en un tiempo que en realidad no posee. “El tiempo que queda está reducido”, advierte la Biblia. (1 Corintios 7:29.) Jesucristo señaló de antemano a este mismo tiempo en que vivimos, y dijo que la angustia mundial de hoy es prueba de que su Reino se ha acercado. (Lucas 21:10, 11, 28-31.) Por consiguiente, Satanás el Diablo tiene “gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 12:12.) ¡Su entero sistema mundial se precipita a la destrucción, y todos sus intentos de impedir eso son en vano!
Es cierto que usted no podría hacer mucho en cuanto al camino que sigue el mundo. Pero puede hacer mucho para asegurarse paz y tranquilidad en su propia vida. No, los calmantes no son la respuesta, tampoco dan resultado en todo caso las técnicas de administrar el tiempo. Mucho más útil es conocer y entender la Biblia. ¿La Biblia?
Sí, pues la Biblia indica que lo deseable es que los cristianos sigan llevando “una vida tranquila y quieta con plena devoción piadosa y seriedad”. (1 Timoteo 2:2.) ¿Es posible eso? Lo es, porque aunque uno todavía esté sujeto a las presiones de estos críticos “últimos días”, la Biblia puede ayudarle a desarrollar una nueva perspectiva de la vida.
Tome, por ejemplo, el empleo. Si la vida de uno gira en torno de la “devoción piadosa y [la] seriedad” más bien que de las posesiones materiales, no se agitará acumulando cosas que no puede darse el lujo de tener. Puesto que sabe que “el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”, puede estar contento con el ‘sustento y con qué cubrirse’. (1 Timoteo 6:8, 10.) Y dado que el empleo solo ha de ocupar un lugar secundario en su vida, tal vez hasta dedique algún tiempo al descanso y al esparcimiento necesarios. “Mejor es un puñado de descanso que un puñado doble de duro trabajo y esforzarse tras el viento.” (Eclesiastés 4:6.)
Algunos han podido organizarse para dedicar menos tiempo a su trabajo seglar. Cierto hombre que era director de una empresa importante dice: “Después de 23 años de esfuerzo, tenía un buen salario, asistencia médica gratuita, derecho a una buena pensión, y así por el estilo. Pero para conseguir estas cosas uno tiene que dedicar más y más tiempo y energía al empleo. Con el tiempo ya no es dueño de su tiempo. Y cuando se presenta algo que no es trabajo, uno dice: ‘Lo siento, pero estoy demasiado ocupado’”. Por eso este hombre dejó aquel prestigioso puesto. Claro, esto significó llevar una vida más sencilla. Pero también significó tener más tiempo para su familia y las actividades cristianas.
Ponga las cosas en el orden debido
En vista de los tiempos críticos en que vivimos, el verdadero cristiano no puede tener una actitud de indiferencia hacia los asuntos espirituales. Considere a Zaqueo, a quien la Biblia identifica como un rico recaudador de impuestos. Deseoso de aprender más acerca de Jesús, en cierta ocasión se subió a un árbol para verlo mejor cuando Jesús pasara por su pueblo. Dice la Biblia: “Pues bien, cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: ‘Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy tengo que quedarme en tu casa’. Con eso, él se dio prisa y bajó, y lo recibió con regocijo como huésped”. (Lucas 19:2-6.)
¡Imagínese cuánto se benefició Zaqueo de recibir a Jesús en su casa y considerar asuntos espirituales con él! Jesucristo le ayudó a reorganizar sus prioridades, de modo que Zaqueo dejó de dar importancia a la obtención de posesiones materiales. “¡Mira! La mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres —le dijo a Jesús—, y todo cuanto arranqué a persona alguna por acusación falsa, le devuelvo el cuádruplo.” (Lucas 19:8.)
De igual manera, hoy día los cristianos verdaderos desean aprovechar sus oportunidades de considerar asuntos espirituales. Ya el obtener ganancias materiales no es lo de primera importancia para ellos. Más bien, cuando reciben publicaciones cristianas que les ayudan a aprender acerca de Dios y sus propósitos, la lectura de estas tiene prioridad. Y cuando se celebran las reuniones de sus compañeros cristianos, se esfuerzan por no perder ni un solo minuto de instrucción y compañerismo edificante.
Otro ejemplo excelente es el de Lot. El ángel de Dios le había advertido que Sodoma y Gomorra serían destruidas. Por interés amoroso en otros, Lot “empezó a hablar a sus yernos que habían de tomar a sus hijas, y siguió diciendo: ‘¡Levántense! ¡Sálganse de este lugar, porque Jehová está arruinando la ciudad!’”. Pero Lot mismo “siguió demorándose”, lo que movió al ángel a instarle a escapar sin dilación al lugar que Dios había provisto para su seguridad: “¡Apresúrate! ¡Escapa allá, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allá!”. (Génesis 19:14, 16, 22.)
El mundo moderno se ha convertido en una Sodoma y Gomorra de dimensiones mundiales, y de igual manera se enfrenta a la destrucción. Por esa razón el advertir a otros que se acerca la destrucción venidera que se predice en la Biblia tiene prioridad en la vida de los testigos de Jehová. ¿Dará usted prioridad en su vida a investigar esta advertencia?
Puede estar seguro de que con apresurarse en búsquedas vanas no obtendrá nada, salvo congoja y postración nerviosa. ¡Es mucho mejor aprender acerca de Dios y de su propósito de traer un nuevo sistema de cosas en el que la vida ya no será una carrera enloquecida! (2 Pedro 3:13; Isaías 65:17, 21-25; Salmo 37:10, 11.)
Mientras tanto, aprenda a estar ocupado de manera que le produzca resultados, no frenéticamente. Y en cuanto a aprender de los propósitos de Dios, ¡no se demore! ¡Ponga eso en primer lugar!
[Fotografía en la página 7]
A menudo la prisa se debe a no haber organizado bien el tiempo o a poner demasiado en el programa de actividades
[Ilustración en la página 9]
Jesucristo ayudó a Zaqueo a poner las cosas en su debido orden en la vida
[Recuadro en la página 8]
¡Advertencias sabias contra la prisa indebida!
“El que está apresurándose a ganar riquezas no permanecerá inocente.” (Proverbios 28:20.)
“Los planes del diligente propenden de seguro a ventaja, pero todo el que es apresurado se encamina de seguro a la carencia.” (Proverbios 21:5.)
“¿Has contemplado a un hombre que es apresurado con sus palabras? Hay más esperanza para alguien estúpido que para él.” (Proverbios 29:20.)
“No te des prisa respecto a tu boca; y en cuanto a tu corazón, no se apresure a producir una palabra ante el Dios verdadero.” (Eclesiastés 5:2.)
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