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  • El fin de la violencia doméstica
    ¡Despertad! 1993 | 8 de febrero
    • Aprenda a confiar en otros

      Muchas víctimas de la violencia doméstica sufren en silencio. Pero el Dr. John Wright aconseja: “Las mujeres maltratadas deberían buscar protección emocional y física de una tercera persona competente”. Lo mismo es cierto en el caso de cualquier miembro de la familia que sea víctima de maltrato.

      A la víctima a veces le resulta difícil confiar en otra persona. Al fin y al cabo, la causa de su dolor está relacionada con la confianza que había dentro de la unidad social más íntima: la familia. Sin embargo, “existe un amigo más apegado que un hermano”, dice Proverbios 18:24. Encontrar esa clase de amigo y aprender a confiar discretamente en él es un importante paso adelante para recibir la ayuda necesaria. Por supuesto, el agresor también necesita ayuda.

      Todos los años centenares de miles de personas se hacen testigos de Jehová y aceptan el desafío de vestirse de la nueva personalidad. Entre ellas hay algunas que en el pasado se comportaban violentamente en su hogar. Para contrarrestar cualquier inclinación a recaer en ese mal proceder, estos cristianos han de permitir continuamente que la Biblia sea “provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas”. (2 Timoteo 3:16.)

      Para estos nuevos Testigos, el vestirse de la nueva personalidad es un proceso continuo, pues Colosenses 3:10 dice que “va haciéndose nueva”. De modo que hace falta esforzarse constantemente. Qué agradecidos están de contar con el apoyo de una multitud de “hermanos, y hermanas, y madres, e hijos” espirituales. (Marcos 10:29, 30; véase también Hebreos 10:24, 25.)

      Además, en todas las aproximadamente 70.000 congregaciones de testigos de Jehová que existen en todo el mundo, hay superintendentes afectuosos que son como “refugio contra el viento y protección contra la tempestad”. Ellos “tendrán los ojos bien abiertos y estarán dispuestos a escuchar con atención”. (Isaías 32:2, 3, VP.) De modo que tanto los que son testigos de Jehová desde hace poco como los más experimentados tienen una maravillosa fuente de ayuda disponible en la congregación cristiana, siempre y cuando se esfuercen por seguir vistiéndose de la nueva personalidad.

      Superintendentes compasivos

      Cuando alguien acude a los superintendentes cristianos de las congregaciones de los testigos de Jehová para recibir consejo, sabe que será bien atendido, pues a los superintendentes se les ha enseñado a escuchar imparcialmente a todos y se les insta a mostrar gran compasión y comprensión a todos, en especial a los que son víctimas de maltrato severo. (Colosenses 3:12; 1 Tesalonicenses 5:14.)

      Por ejemplo, puede que una mujer maltratada haya recibido una paliza brutal. Si el agresor hubiese dado semejante paliza a cualquier persona fuera del círculo de la familia, hoy día en muchos países podría terminar en prisión. De modo que se debe tratar a la víctima con extraordinaria bondad, igual que se haría con las víctimas de todos los demás tipos de abuso, como el sexual.

      Pero ahí no acaba todo. A los que cometen delitos que violan las leyes de Dios hay que pedirles cuentas. De ese modo se mantiene limpia la congregación y se protege a los inocentes. Y algo muy importante es que así no se estorba el fluir del espíritu de Dios. (1 Corintios 5:1-7; Gálatas 5:9.)

      Cómo ve Dios el matrimonio

      Cuando alguien se hace testigo de Jehová, concuerda en acatar los principios del vivir cristiano que se encuentran en la Palabra de Dios. Aprende que el hombre ha sido nombrado cabeza de la familia, aquel que debe guiarla en la adoración verdadera. (Efesios 5:22.) Ahora bien, la jefatura jamás autoriza a un hombre a tratar con brutalidad a su esposa, pisar su personalidad o pasar por alto sus deseos.

      Al contrario, la Palabra de Dios deja claro que los esposos deben “[continuar] amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella [...] Los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama, porque nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia”. (Efesios 5:25, 28, 29.) Efectivamente, la Palabra de Dios dice con claridad que a la esposa se le debe asignar “honra”. (1 Pedro 3:7; véanse también Romanos 12:3, 10; Filipenses 2:3, 4.)

      Es obvio que ningún marido cristiano que maltrate verbal o físicamente a su esposa puede decir con sinceridad que la ama y la honra. Eso sería hipocresía, pues la Palabra de Dios ordena: “Esposos, sigan amando a sus esposas y no se encolericen amargamente con ellas”. (Colosenses 3:19.) Dentro de poco, cuando Dios ejecute sus juicios contra este sistema inicuo en Armagedón, los hipócritas sufrirán el mismo destino que los que se oponen a la gobernación de Dios. (Mateo 24:51.)

      Un marido temeroso de Dios tiene que amar a su esposa como a su propio cuerpo. ¿Golpearía él su cuerpo, se daría puñetazos en la cara o se tiraría violentamente del pelo? ¿Se rebajaría a sí mismo con desprecio y sarcasmo delante de otros? Si alguien hiciese tales cosas sería considerado, cuando menos, un desequilibrado mental.

      Si un cristiano maltrata a su esposa, todas sus buenas obras cristianas carecen de valor a los ojos de Dios. Recuerde que “un golpeador” no satisface los requisitos para recibir privilegios en la congregación cristiana. (1 Timoteo 3:3; 1 Corintios 13:1-3.) Por supuesto, cualquier esposa que trate de modo similar a su cónyuge también viola la ley de Dios.

      Entre las obras condenadas por Dios que se enumeran en Gálatas 5:19-21 hay “enemistades, contiendas [...], arrebatos de cólera”, y se dice que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Por consiguiente, maltratar al cónyuge o a los hijos jamás está justificado. Normalmente va contra la ley del país y sin duda alguna va contra la ley de Dios.

      La Atalaya, revista publicada por los testigos de Jehová, ha explicado el punto de vista bíblico sobre esta cuestión, y dijo lo siguiente de los que profesan ser cristianos y sin embargo maltratan a su esposa: “Cualquier individuo que alega ser cristiano que repetidas veces y sin arrepentirse cede a violentos enojos puede ser expulsado”, excomulgado (1 de noviembre de 1975, página 671; compárese con 2 Juan 9, 10).

      Lo que permite la ley de Dios

      Dios al final juzgará a los que violan sus leyes. Pero mientras tanto, ¿qué puerta abre la Palabra de Dios a aquellas cristianas que son maltratadas por su esposo cuando este no cambia, sino que continúa maltratándolas? ¿Están obligadas las víctimas inocentes a seguir poniendo en peligro su salud física, mental y espiritual, e incluso quizás su vida?

      Hablando sobre la violencia en el hogar, La Atalaya explica lo que la Palabra de Dios permite que se haga. Dice: “El apóstol Pablo aconseja: ‘La esposa no debe irse de su esposo; pero si de hecho se fuera, que permanezca sin casarse, o, si no, que se reconcilie con su esposo; y el esposo no debe dejar a su esposa’”. Y añade: “Si el maltrato se hace insoportable, o la vida misma llega a estar en peligro, puede que el cónyuge creyente decida ‘irse’. Pero debería hacerse el esfuerzo por alcanzar una ‘reconciliación’ al debido tiempo. (1 Corintios 7:10-16.) Sin embargo, el ‘irse’ no constituye en sí base bíblica para divorciarse y casarse de nuevo; no obstante, un divorcio legal o una separación legal pudiera suministrar cierto grado de protección contra el sufrir más maltrato” (15 de julio de 1983, páginas 28 y 29; véase también el número del 1 de noviembre de 1988, páginas 22 y 23).

      La decisión que la víctima tome en estas circunstancias es personal. “Cada uno llevará su propia carga de responsabilidad.” (Gálatas 6:5.) Nadie más puede tomar una decisión por ella. Y nadie debería tratar de presionarla para que vuelva a convivir con un esposo que la maltrata y pone en peligro su salud, su vida y su espiritualidad. Ella es quien debe tomar la decisión, y por su propia voluntad, no porque otras personas la hayan presionado. (Véase Filemón 14.)

  • El fin de la violencia doméstica
    ¡Despertad! 1993 | 8 de febrero
    • Límites de comportamiento para adultos: Un agresor decía que había golpeado a su esposa porque ‘había perdido el control’. Su consejero le preguntó si alguna vez la había apuñalado. “¡Jamás haría algo semejante!”, respondió el hombre. El consejero le ayudó a ver que estaba actuando dentro de unos límites, pero que su problema radicaba en que no eran los apropiados.

      ¿Cuáles son sus límites? ¿Se detiene antes de que un simple desacuerdo se convierta en malos tratos? ¿O pierde los estribos y termina gritando, insultando, dando empujones, arrojando objetos o golpeando?

      La nueva personalidad establece unos límites bastante estrictos, que dejan fuera el abuso mental y la violencia física. “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido”, dice Efesios 4:29. El Ef 4 versículo 31 añade: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad”. La palabra griega para “ira” denota una “naturaleza impulsiva”. Curiosamente, el libro Padres que odian dice que una característica común de los padres que maltratan a sus hijos es que “adolecen de una falta casi total de control sobre sus impulsos”. Sin embargo, la nueva personalidad controla con firmeza los impulsos, tanto físicos como verbales.

      Por supuesto, tanto el esposo como la esposa deben cultivar la nueva personalidad. Ella debería esforzarse por no suscitar el antagonismo de su cónyuge, sino más bien mostrar aprecio por los esfuerzos de este por cuidar de la familia, y cooperar con él. Y ninguno de los dos debería exigir al otro perfección, pues nadie es perfecto. Al contrario, ambos deberían poner en práctica lo que dice 1 Pedro 4:8: “Ante todo, tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una multitud de pecados”.

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