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  • ¿Estamos viviendo en “el tiempo del fin”?
    La Atalaya 1986 | 1 de noviembre
    • ¿Estamos viviendo en “el tiempo del fin”?

      LA CENA fue desconcertante. Mientras él miraba a través de la ventana de un restaurante en el centro de Manhattan, Nueva York, desde donde se podía ver “Times Square”, sus ojos se movían rápidamente de un lado a otro observando tres diferentes relojes digitales que indicaban la hora con números de gran tamaño. Uno mostraba las 11.28. Otro, como dudando de lo tarde que era, estaba atrasado y tenía las 11.26, mientras que el tercer reloj impacientemente se adelantaba y marcaba las 11.29.

      ‘En realidad, un minuto o dos no importa’, quizás diga usted. Sin embargo, trate de convencer de este hecho a una persona que haya perdido el autobús, tren o avión, no por unos minutos, ¡sino por segundos! El conocer la hora exacta es importante. Y más importante aún es saber dónde estamos respecto al horario de Dios.

      La posibilidad del día del juicio final

      Por supuesto, como usted quizás sepa, por siglos la gente ha hablado sobre “el tiempo del fin”, el cual algunos llaman ‘el fin del mundo’ o ‘el día del juicio final’. El profeta Daniel habló acerca de él hace unos 25 siglos. (Daniel 12:4.) Pero hoy día, según el escritor independiente James David Besser, “ya no se requiere fe religiosa o sobrenatural para aceptar la posibilidad del día del juicio final; lo único que se requiere es ver los noticiarios de televisión”. ¿No concuerda usted con esto?

      Sin duda, la televisión hace más fácil que nos enteremos de noticias procedentes de todas partes del mundo al trasladar la acción hasta nuestro propio hogar. Hace que los problemas parezcan tener mayor urgencia y sean más personales. Nos recuerda que la ciudad o el pueblo podría ser desintegrado en una catástrofe nuclear, que el hijo o la hija podría llegar a ser víctima de una ola de crímenes, que la madre o el padre podría ser retenido como rehén en un ataque terrorista... existe la posibilidad de que nos encaremos a cualquiera de estos problemas. No obstante, tales posibilidades en sí no prueban que el día del juicio final nos sobrevendrá dentro de poco. Pero sí contribuyen mucho a que parezca más probable, lo cual hace que la pregunta ¿estamos viviendo en “el tiempo del fin”? cobre mayor urgencia aun.

      Jesús, Daniel y el fin del mundo

      Hace más de 19 siglos, los discípulos de Jesús le preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas [“del fin del mundo”, Versión Popular]?”. (Mateo 24:3.) Al darles una señal, Jesús habló de muchas pruebas, las cuales en conjunto indicarían que habríamos llegado a “la conclusión del sistema de cosas”. Abra su Biblia en los capítulos 24 y 25 de Mateo, capítulo 13 de Marcos y capítulo 21 de Lucas, y considere usted mismo las pruebas.

      Quizás le sorprenda descubrir que lo que está leyendo suena muy parecido a un resumen de los noticiarios de televisión de hoy día. Leerá acerca de guerras, grandes terremotos, pestes y escaseces de alimento, todo esto a escala mundial. También leerá acerca de “angustia de naciones, por no conocer la salida”, y de personas que “desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada”. ¿Podría usted hallar palabras más apropiadas que estas para describir la situación mundial de la cual hablan tanto los programas de televisión hoy día? (Lucas 21:10, 11, 25, 26.)

      Esta poderosa evidencia circunstancial de que estamos viviendo en “el tiempo del fin” no es todo lo que tenemos. Como hemos indicado antes, hallamos prueba que corrobora esto al retroceder otros 500 años hasta los días del profeta judío Daniel. Jesús se refirió a él por nombre y señaló al cumplimiento de su profecía. (Compárese Mateo 24:3, 15, 21 con Daniel 11:31; 12:1, 4.) Al hacer esto Jesús mostró que no consideraba que las palabras de Daniel, registradas en el “Viejo Testamento”, fueran anticuadas o insignificantes. Nosotros tampoco debemos considerarlas así.

      Note la similitud entre las palabras de Daniel y las de Jesús, según se muestran arriba. Luego pregúntese: ‘¿No estaban ellos refiriéndose a la misma cosa?’.

      Es obvio que tanto Daniel como Jesús predijeron la misma cosa, “el tiempo del fin”, durante el cual Cristo estaría presente con poder real. Al final de ese espacio de tiempo, él aniquilaría a todos sus enemigos aquí en la Tierra en una gran tribulación. Pero el pueblo de Dios sobreviviría.

      ¿Desea usted estar entre los sobrevivientes? Entonces considere las pruebas que Daniel presenta sobre “el tiempo del fin”. Nos ayuda a saber en qué punto, exactamente, nos hallamos en el horario divino.

      [Comentario en la página 3]

      “Y en cuanto a ti, oh Daniel, haz secretas las palabras y sella el libro, hasta el tiempo del fin.” (Daniel 12:4.)

      [Recuadro en la página 4]

      DANIEL

      “En el tiempo del fin [...] se pondrá de pie Miguel [Jesucristo] [...] y ciertamente ocurrirá un tiempo de angustia como el cual no se ha hecho que ocurra uno desde que hubo nación. [...] Y durante aquel tiempo tu pueblo escapará.” (Daniel 11:40; 12:1.)

      JESÚS

      “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas? [...]

      ”Habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo [...]

      ”A menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas [...] aquellos días serán acortados.” (Mateo 24:3, 21, 22.)

  • Un sueño revela lo tarde que es
    La Atalaya 1986 | 1 de noviembre
    • Un sueño revela lo tarde que es

      “JEHOVÁ es [...] el Dios vivo y el Rey hasta tiempo indefinido.” (Jeremías 10:10.) En ningún momento ha dejado él de ejercer control de su universo, un hecho que el rey Nabucodonosor de la antigua Babilonia no reconoció. Para grabar en la mente de este rey pagano que “el Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad”, Dios hizo que él tuviera un sueño y permitió a Su siervo Daniel interpretar su significado. (Daniel 4:17, 18.)

      El sueño tenía que ver con un árbol inmenso. Su “altura misma finalmente alcanzó a los cielos, y era visible hasta la extremidad de toda la tierra”. Por mandato divino, el árbol fue cortado, pero se dejó su tocón con ataduras de hierro y cobre. Estas deberían permanecer en su lugar hasta que hubieran pasado “siete tiempos”, después de lo cual el árbol podría crecer de nuevo. (Daniel 4:10-17.)

      “El árbol que contemplaste”, explicó Daniel, “eres tú, oh rey [...] y tu gobernación”. Nabucodonosor tenía que ser cortado. Tenía que perder su reino, sí, aun su cordura, condenado a vagar por los campos como una bestia salvaje por “siete tiempos”. Solo después que hubiera transcurrido el tiempo determinado se podrían quitar las ataduras simbólicas, lo cual permitiría que el rey recobrara tanto la cordura como el trono. (Daniel 4:20-27.)

      Tal y como se predijo, “todo esto le sobrevino a Nabucodonosor el rey”. (Daniel 4:28.) El Lexicon Linguae Aramaicae Veteris Testamenti dice que los “siete tiempos” del sueño de Nabucodonosor fueron siete años literales. Esta es una conclusión razonable, puesto que Nabucodonosor reinó durante 43 años (624-581 a.E.C.).

      ¿Qué significado tiene esto para nosotros?

      Jehová siempre ha ejercido su soberanía universal de la manera que él considera más adecuada. Hizo esto por un tiempo aquí en la Tierra mediante la nación de Israel, de cuyos gobernantes terrestres se decía apropiadamente que se ‘sentaban sobre el trono de Jehová’. (1 Crónicas 29:23.) Sin embargo, cuando Israel se volvió apóstata, Jehová permitió que la dinastía de reyes descendientes del rey David fuera derrocada.

      Por lo tanto, fue apropiado que poco después Dios le diera al rey Nabucodonosor —el mismísimo a quien se le permitió destruir el reino típico de Dios— indicación de que de ninguna manera eso significaba que la justa soberanía de Dios había llegado a un fin. ¡Cuán importante era grabar en él, y en todas las naciones gentiles que más tarde hollarían a los representantes del reino de Dios, el hecho de que esta situación era solamente temporal!

      Por lo tanto, el tiempo en que se dio el sueño, la persona a quien se le dio y el tema que se enfatizó, es decir, la soberanía divina, prueban que la profecía tiene un significado aún mayor del que tuvo para Nabucodonosor. Todo esto sugiere que al igual que un árbol cortado y con ataduras, la gobernación divina como se había manifestado en Jerusalén, destruida ahora, no sería restaurada hasta que fueran quitadas esas ataduras de restricción después de “siete tiempos”. Entonces, el Gobernante representativo de Dios, el “de más humilde condición de la humanidad”, refiriéndose al Mesías prometido, sería instalado en su Reino. Los discípulos de Jesús pidieron una señal para saber cuándo Dios haría esto. (Daniel 4:17; Mateo 24:3.)

      También hay otras indicaciones que muestran que esta aplicación de largo alcance del sueño de Nabucodonosor es correcta. La profecía registrada en Daniel 9:24-27 señalaba el año exacto en que llegaría el Mesías, unos 500 años despuésa. Ahora bien, si el tiempo de la venida del Mesías como humano fue predicho con tal precisión, ¿no sería razonable llegar a la conclusión de que el tiempo de su regreso en poder del Reino, el cual es aún más significativo, sería predicho con igual precisión? ¿Quién mejor que el mismo Daniel para hacer esto? Recuerde, además, que después de registrar sus visiones y sueños proféticos, incluso el sueño que Nabucodonosor tuvo respecto al árbol, a Daniel se le dijo: “Haz secretas las palabras y sella el libro, hasta el tiempo del fin”. ¿Por qué hasta entonces? Porque durante ese tiempo “el verdadero conocimiento se hará abundante”. Si lo que Daniel escribió debía permanecer sellado, sin que se entendiera, hasta “el tiempo del fin”, ¿no indicaría esto que lo que estaba escribiendo tendría importancia profética durante ese período? (Daniel 12:4.)

      Los “siete tiempos”... ¿desde cuándo y hasta cuándo?

      Al dar su señal, Jesús habló de los “siete tiempos” llamándoles “los tiempos señalados de las naciones”. Él dijo: “Jerusalén será [continuará siendo] hollada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones”. (Lucas 21:24.) Una nota al pie de la página en el Oxford NIV Scofield Study Bible (1984) nos dice que “los ‘tiempos de los gentiles’ [manera como la Versión Reina-Valera (1977) vierte “los tiempos señalados de las naciones”] comenzaron con el cautiverio de Judá bajo Nabucodonosor. [...] Desde ese tiempo Jerusalén ha sido, como Cristo dijo, ‘hollada por los gentiles’”.

      ¿Cuánto durarían los “siete tiempos”, o “tiempos señalados de las naciones”? Evidentemente se extenderían por un período mucho más largo que siete años literales de 360 días cada uno (como se calculaban los años bíblicos), lo cual llevaría a un total de 2.520 días. Precedentes bíblicos indican que deberíamos sustituir cada día por un año. (Véase Números 14:34; Ezequiel 4:6; compárese con Revelación 12:6, 14.) Tal cálculo significaría que los “siete tiempos” duraron 2.520 años. Si comenzaron con la destrucción de Jerusalén en 607 a.E.C., estos terminarían en el año 1914 E.C.

      Por más de tres décadas antes de 1914, los testigos de Jehová llamaron la atención a la importancia de esta fecha. Sin embargo, es interesante notar que el libro International Crisis, de Eugenia Nomikos y Robert C. North, dice que “había muy poca o ninguna evidencia de un aumento progresivo o un ‘acrecimiento rápido’ de conflictos y tensiones que condujeran directamente al estallido de la guerra”. Al contrario, “para finales de 1913 y principios de 1914 [...] las relaciones entre las grandes potencias parecían estar en mejores condiciones de lo que lo habían estado en muchos años”. No obstante, hoy día, siete décadas después, los historiadores concuerdan en que 1914 fue un punto de viraje en la historia humana. Por ejemplo, la obra de referencias alemana Meyers Enzyklopädisches Lexikon dice que “los efectos de la I Guerra Mundial fueron literalmente revolucionarios y afectaron profundamente la vida de casi todos los pueblos en sentido económico, social y político”.

      Son bien conocidas las ramificaciones políticas de los sucesos de 1914. Los cambios sociales que provocaron se mencionan en el libro de Virginia Cowles 1913: An End and a Beginning. “El año 1913 marcó el final de una era”, escribe ella. Con relación a las consecuencias económicas, Ashby Bladen, un vicepresidente en jefe de The Guardian Life Insurance Company of America, escribe: “Antes de 1914 los sistemas monetarios y financieros eran compatibles. [...] Si uno toma el mes de agosto de 1914 como línea divisoria entre estos dos sistemas notará que el contraste entre el siglo diecinueve y el siglo veinte es impresionante. En muchos aspectos de los asuntos humanos ha habido un cambio completo en las tendencias. [...] Una de las razones principales fue la ruptura de la vinculación entre el sistema financiero y el dinero, con su valor intrínseco, que comenzó en 1914. [...] La ruptura de esta vinculación fue un suceso trascendental. [...] 1914 marcó una transformación radical, y al final catastrófica, de ese sistema”.

      ¿Cuán tarde es?

      La prueba de que la señal de Jesús se está cumpliendo actualmente está disponible con tanta facilidad como lo está un periódico o un noticiario de televisión. Ofrece prueba conclusiva de que la evidencia cronológica en apoyo de 1914, tal como se reveló en el sueño de Nabucodonosor, es correcta. Por eso hoy día, en 1986, ya estamos adentrados unos 72 años en “el tiempo del fin”. Jesús prometió que algunos de los miembros de la generación de personas que tenían edad suficiente para presenciar su comienzo estarían aún vivos cuando la gran tribulación finalizara dicho tiempo del fin. (Mateo 24:34.)

      ¡Qué incentivo debe ser eso para nosotros en lo que respecta a mantenernos alerta, con nuestros ojos fijos en la revelación divina sobre lo tarde que es! ¡Cuán vital es que evitemos impacientarnos, tratando de acelerar el reloj divino solo para sufrir desilusión! Por otra parte, ¡qué importante es que nos cuidemos contra el hacernos complacientes, tratando de atrasarlo solo para perder! Recuerde, lo que está en juego es mucho más importante que el peligro de perder un autobús, un tren o un avión. El peligro está en que se puede perder la vida eterna en el nuevo sistema de cosas de Dios. ¡Y eso sería algo demasiado bueno para dejarlo perder!

      [Nota a pie de página]

      a Para una explicación de esto, véase el libro “Venga tu reino”, páginas 56-63, publicado en 1981 por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

      [Diagrama en la página 6]

      Los siete “tiempos señalados de las naciones” Tiempo del fin

      (2.520 años)

      607 a.E.C. 33 E.C. 1914 E.C. 1986 E.C.

      La Jerusalén terrestre “Jerusalén” continúa Comienza el 72 años dentro del

      es destruida“ hollada” (Lucas 21:24) “tiempo del fin” “tiempo del fin” (Mateo

      (Daniel 12:4) Mt 24:3, 12, 22)

      [Ilustración en la página 7]

      ¡El sueño de Nabucodonosor tiene una aplicación de mucho mayor alcance, la cual le afecta a usted!

      [Recuadro en la página 6]

      ¿Cuándo terminaron en realidad los “siete tiempos”?

      Algunas personas arguyen que aunque los “siete tiempos” sean proféticos y hayan durado 2.520 años, los testigos de Jehová siguen equivocados con relación al significado de 1914 debido a que se basan en el punto de partida equivocado. Afirman que Jerusalén fue destruida en 587/586 a.E.C., y no en 607 a.E.C. De ser cierto, esto atrasaría el comienzo del “tiempo del fin” por unos 20 años. Sin embargo, en 1981 los testigos de Jehová publicaron prueba convincente en apoyo de la fecha de 607 a.E.C. (“Venga tu reino”, páginas 127-140, 186-189.) Además, ¿pueden los que tratan de robar al año 1914 su significado bíblico probar que 1934 —o cualquier otro año relacionado con el asunto— haya tenido un impacto más profundo, dramático y espectacular en la historia del mundo que el año 1914?

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