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Aumenta el conocimiento exacto de la verdadLos testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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Los Estudiantes de la Biblia no estaban completamente seguros de lo que sucedería. Estaban convencidos de que el resultado no sería que la Tierra había de ser quemada ni la humanidad aniquilada. Más bien, sabían que marcaría un punto significativo respecto a la gobernación divina. Al principio pensaron que para aquella fecha el Reino de Dios habría alcanzado ya control pleno, universal. Cuando aquello no sucedió, la confianza que tenían en las profecías bíblicas que señalaban a aquella fecha no desfalleció. Llegaron a la conclusión de que, en vez de eso, la fecha marcaba sencillamente un comienzo respecto a la gobernación del Reino.
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¿Sonó demasiado temprano el “despertador”?
El estallido de la I Guerra Mundial en 1914, a la que por mucho tiempo se llamó sencillamente la Gran Guerra, desencadenó tiempos turbulentos para el mundo, no obstante, la caída de todos los gobiernos humanos existentes no se produjo inmediatamente. Los Estudiantes de la Biblia creyeron ver en acontecimientos relacionados con Palestina ocurridos después de 1914, pruebas de cambios significativos para Israel. Pero transcurrieron meses, luego años, y no recibieron su recompensa celestial como habían esperado. ¿Cómo reaccionaron ante esto?
The Watch Tower del 1 de febrero de 1916 llamó especialmente la atención al 1 de octubre de 1914, y pasó a decir: “Este era el último punto en el tiempo al que la cronología bíblica nos señalaba con relación a las experiencias de la Iglesia. ¿Nos dijo el Señor que entonces se nos llevaría al cielo? No. ¿Qué dijo? Su Palabra y el cumplimiento de las profecías parecían señalar inequívocamente a que esta fecha marcaba el fin de los Tiempos de los Gentiles. Dedujimos de esto que el ‘cambio’ de la Iglesia acontecería en esa fecha o antes. Pero Dios no nos dijo que sería así. Nos permitió llegar a esa deducción; y creemos que eso fue una prueba necesaria para los amados santos de Dios de todas partes”. Pero ¿probaron aquellos sucesos que su gloriosa esperanza había sido en vano? No. Esto sencillamente significó que los acontecimientos no ocurrían tan pronto como esperaban.
Años antes de 1914 Russell había escrito: “Evidentemente la cronología (las profecías sobre medidas de tiempo en general) no se dio con el propósito de proporcionar al pueblo de Dios información cronológica exacta a lo largo de los siglos. Es obvio que se proveyó para que funcionara como un reloj de alarma que despertara y activara al pueblo del Señor al tiempo debido. [...] Pero supongamos, por ejemplo, que pase octubre de 1914 y no haya una caída significativa del poder de los gentiles. ¿Qué probaría o refutaría eso? No rebatiría ningún aspecto del Plan Divino de las Edades. El precio de rescate que se pagó en el Calvario perduraría como garantía del cumplimiento final del gran Programa Divino para la restitución humana. La ‘llamada a lo alto’ de la Iglesia, para que sufriera con el Redentor y fuera glorificada con él como miembros de él, o como su Novia, todavía sería la misma. [...] Lo único afectado por la cronología sería el tiempo en que habrían de realizarse esas gloriosas esperanzas para la Iglesia y para el mundo. [...] Y si pasara esa fecha, eso sencillamente sería prueba de que nuestra cronología, nuestro ‘despertador’, habría sonado un poco antes de tiempo. ¿Consideraríamos una gran calamidad el que en la mañana de un día maravilloso, lleno de gozo y placer, la alarma nos despertara unos momentos antes? ¡Ciertamente que no!”.
Pero aquel “despertador” no había sonado demasiado temprano. En realidad lo inesperado fueron las experiencias a las que el reloj los había despertado.
Años después, cuando la luz se había hecho más brillante, reconocieron lo siguiente: “Muchos de los amados santos pensaban que no había más trabajo que hacer. [...] Se regocijaron por la prueba clara de que el mundo había terminado, que el reino celestial se había aproximado y que el día de su liberación estaba cerca. Pero habían pasado por alto otra cosa que había que hacer. Las buenas nuevas que habían recibido tenían que contarse a otros; pues Jesús había mandado: ‘Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin’. (Mateo 24:14.)” (The Watch Tower, 1 de mayo de 1925.)
Al comparar lo que ocurrió después de 1914 con lo que el Amo había predicho, poco a poco los Estudiantes de la Biblia se fueron dando cuenta de que vivían en los últimos días del viejo sistema y de que habían estado en ese período desde 1914. También llegaron a entender que fue en 1914 cuando comenzó la presencia invisible de Cristo y que esta no consistía en que él regresara personalmente (aunque de manera invisible) a la vecindad de la Tierra, sino en que dirigiera su atención a la Tierra como Rey en funciones. Se percataron de la importante responsabilidad que tenían de proclamar “estas buenas nuevas del reino” para testimonio a todas las naciones durante este tiempo crítico de la historia humana, y aceptaron aquella responsabilidad. (Mat. 24:3-14.)
¿Cuál era, precisamente, el mensaje que tenían que predicar acerca del Reino? ¿Difería del mensaje de los cristianos del siglo primero?
El Reino de Dios, única esperanza de la humanidad
Como resultado de su estudio cuidadoso de la Palabra de Dios, los Estudiantes de la Biblia que se asociaban con el hermano Russell comprendieron que el Reino de Dios era el gobierno que Jehová había prometido establecer mediante su Hijo para bendecir a la humanidad. En los cielos, Jesucristo tendría como asociados en la gobernación al “rebaño pequeño” escogido por Dios de entre los humanos. Entendían que ese gobierno estaría representado por hombres fieles del pasado que serían príncipes en toda la Tierra. A estos se les llamaba los “beneméritos de la antigüedad”. (Luc. 12:32; Dan. 7:27; Rev. 20:6; Sal. 45:16.)
Por mucho tiempo la cristiandad había sostenido la enseñanza del ‘derecho divino de los reyes’ como medio de mantener en sujeción a la gente. Pero por su estudio de las Escrituras aquellos Estudiantes de la Biblia se dieron cuenta de que el futuro de los gobiernos humanos no estaba asegurado por garantía divina alguna. En armonía con lo que iban aprendiendo, la Watch Tower de diciembre de 1881 dijo: “El establecimiento de este reino supondrá, por supuesto, el derribo de todos los reinos de la Tierra, puesto que todos ellos —hasta el mejor— están fundados en la injusticia y la desigualdad de los derechos y en la opresión para muchos y el favor para unos cuantos, como leemos: ‘Romperá en pedazos y consumirá todos estos reinos y él permanecerá para siempre’”. (Dan. 2:44.)
Los Estudiantes de la Biblia todavía tenían mucho que aprender sobre cómo se destruiría a aquellos reinos opresivos. No comprendían aún con claridad cómo se extenderían los beneficios del Reino de Dios a toda la humanidad. Pero no confundían el Reino de Dios con un sentimiento impreciso en el corazón de la gente ni con la gobernación de una jerarquía religiosa que empleara como agente suyo al Estado seglar.
Para 1914 los siervos fieles de Dios de la era precristiana no habían sido resucitados en la Tierra como representantes principescos del Rey Mesiánico, como se había esperado, ni se habían unido a Cristo en el Reino celestial en aquel año los que quedaban del “rebaño pequeño”. Sin embargo, The Watch Tower del 15 de febrero de 1915 dijo con confianza que 1914 había sido el tiempo debido “para que nuestro Señor tomara Su gran poder y gobernara”, poniendo fin así a los milenios de dominación gentil ininterrumpida. En el número del 1 de julio de 1920 The Watch Tower reafirmó aquella postura y la asoció con las buenas nuevas que Jesús había predicho que se proclamarían por toda la Tierra antes del fin. (Mat. 24:14.) En 1922, en la asamblea de los Estudiantes de la Biblia en Cedar Point (Ohio), se reafirmó aquel entendimiento en una resolución general, y el hermano Rutherford exhortó de este modo a los asambleístas: “Anuncien, anuncien, anuncien al Rey y su reino”.
No obstante, en aquel tiempo los Estudiantes de la Biblia pensaban que la instauración del Reino, su establecimiento pleno en los cielos, no acontecería sino hasta que los últimos miembros de la novia de Cristo fueran glorificados. Por lo tanto, en 1925 se alcanzó un hito cuando The Watch Tower del 1 de marzo publicó el artículo “Nacimiento de la nación”. Este contenía un estudio esclarecedor sobre el capítulo 12 de Revelación. El artículo presentaba prueba de que el Reino Mesiánico había nacido —se había establecido— en 1914, que Cristo entonces había comenzado a gobernar en su trono celestial y que después Satanás había sido arrojado de los cielos a la vecindad de la Tierra. Estas eran las buenas nuevas que se tenían que proclamar, las buenas nuevas de que el Reino de Dios había empezado a funcionar. ¡Cómo estimuló este esclarecedor entendimiento a aquellos proclamadores del Reino a predicar hasta las extremidades de la Tierra!
Por todos los medios adecuados el pueblo de Jehová dio testimonio de que solo el Reino de Dios podía traer alivio duradero y resolver los problemas profundamente arraigados que afligían a la humanidad. En 1931 este mensaje se presentó en un discurso de J. F. Rutherford transmitido por radio a través de la mayor red internacional de emisoras hasta entonces. El texto del discurso también se publicó en muchos idiomas en el folleto El Reino, la esperanza del mundo, del cual se distribuyeron millones de ejemplares en pocos meses. Además de su amplia distribución entre el público, se hicieron esfuerzos especiales por poner ejemplares de este folleto en manos de políticos, hombres prominentes del mundo de los negocios y del clero.
Entre otras cosas el folleto decía: “En la actualidad los gobiernos injustos del mundo no pueden dar esperanza alguna a la gente. El juicio de Dios contra estos dicta que sean destruidos. Por lo tanto, la única esperanza del mundo es el reino o gobierno justo de Dios con Cristo Jesús como Gobernante invisible”. El pueblo de Jehová comprendía que ese Reino traería verdadera paz y seguridad a la humanidad. Bajo su gobernación la Tierra se convertiría en un verdadero paraíso, y ya no habría enfermedades ni muerte. (Rev. 21:4, 5.)
Las creencias de los testigos de Jehová siguen teniendo como centro las buenas nuevas del Reino de Dios. Desde el número del 1 de marzo de 1939 en inglés, su revista principal, que ahora se publica en más de 110 idiomas, ha llevado el título The Watchtower Announcing Jehovah’s Kingdom; en español ha aparecido, desde el número de octubre de 1939, con el título de La Atalaya (Anunciando el Reino de Jehová).
Pero antes de que la gobernación del Reino transformara la Tierra en un paraíso, el sistema inicuo actual tendría que ser eliminado. ¿Cómo se lograría eso?
La guerra del gran día de Dios el Todopoderoso
La guerra mundial que estalló en 1914 sacudió hasta sus cimientos al sistema de cosas existente. Por un tiempo pareció que todo sucedería tal como los Estudiantes de la Biblia habían esperado.
En agosto de 1880 el hermano Russell había escrito: “Comprendemos que antes de que la familia humana sea restaurada, o siquiera empiece a ser bendecida, los reinos actuales de la Tierra, que atan y oprimen a la humanidad, serán derribados y el reino de Dios asumirá el control, y que la bendición y la restitución vendrán mediante ese nuevo reino”. ¿Cómo acontecería ese ‘derribo de los reinos’? Basándose en el desenvolvimiento de las condiciones mundiales, Russell creía que durante la guerra de Armagedón Dios se valdría de facciones en conflicto de la humanidad para derribar las instituciones existentes. Dijo: “Ha comenzado la demolición del imperio del hombre. Ya funciona la fuerza que los derribará. La gente está organizando sus fuerzas con nombres como comunistas, socialistas, nihilistas, etc.”.
El libro The Day of Vengeance (El día de venganza), más tarde llamado The Battle of Armageddon (La batalla de Armagedón), publicado en 1897, dio más detalles sobre cómo los Estudiantes de la Biblia entendían entonces esta cuestión, al decir: “El Señor, por su imperante providencia, se encargará de este gran ejército de descontentos —patriotas, reformistas, socialistas, moralistas, anarquistas, ignorantes y desesperanzados— y se valdrá, según su sabiduría divina, de las esperanzas, temores, necedad y egoísmo de ellos para cumplir Sus propios magníficos propósitos de derribar las instituciones actuales, y de preparar al hombre para el Reino de la Justicia”. De modo que asociaban la guerra de Armagedón con la idea de una revolución social violenta.
Pero ¿sería el Armagedón sencillamente un enfrentamiento entre facciones en conflicto de la humanidad, una revolución social utilizada por Dios para derribar las instituciones existentes? Tras haberse analizado con más detenimiento los textos bíblicos relacionados con este asunto, The Watch Tower del 15 de julio de 1925 llamó la atención a Zacarías 14:1-3 y dijo: “Esto nos lleva a la conclusión de que todas las naciones de la Tierra, bajo la dirección de Satanás, serán reunidas para pelear contra la clase Jerusalén, es decir, los que se ponen de parte del Señor [...] Revelación 16:14, 16”.
El año siguiente, en el libro Liberación, se fijó la atención en el verdadero propósito de esta guerra, y se dijo: “Ahora, Jehová, conforme a su Palabra, demostrará su poder tan clara e inequívocamente, que los pueblos podrán convencerse de su impío proceder, y comprenderán que Jehová es Dios. Esta es la razón por la cual Dios envió el gran diluvio, derribó la Torre de Babel, destruyó al ejército de Senaquerib, Rey de [Asiria], y destruyó a los Egipcios, y esta es también la razón por la cual Dios va a mandar sobre el mundo una gran calamidad. Las calamidades anteriores no fueron más que sombras de lo que ahora amenaza. La reunión de las naciones será preparativo de la batalla del gran día de Dios Todopoderoso en ‘el grande y terrible día del Señor’ (Joel 2:31), en el cual Jehová hará para sí un nombre. En este grande y último conflicto, los pueblos de cada tribu, nación y lengua aprenderán que Jehová es el Dios Omnipotente, [Omnisapiente] y Justo”. Pero a los siervos de Jehová en la Tierra se les advirtió: “En esta gran batalla ningún cristiano asestará un golpe. La razón, para no hacerlo, es porque Jehová ha dicho: ‘Porque la batalla no es vuestra, sino de Dios’”. Estaba claro que la guerra de la que se hablaba ahí no era la que habían entablado las naciones en 1914. Todavía tenía que acontecer.
Sin embargo, tenían que resolverse otras cuestiones con las Escrituras como base. Una de ellas implicaba la identidad de la Jerusalén que sería hollada hasta que terminaran los Tiempos de los Gentiles, como se había indicado en Lucas 21:24; y algo que estaba relacionado con eso era la identidad del Israel mencionado en tantas profecías de restauración.
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