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  • La crisis de los ideales olímpicos
    ¡Despertad! 2000 | 8 de septiembre
    • La crisis de los ideales olímpicos

      CUANDO el barón Pierre de Coubertin propuso la reinstauración de las Olimpiadas, planteó unos ideales muy nobles. De hecho, el credo olímpico moderno, atribuido a Coubertin, reza así: “En los Juegos Olímpicos, lo más importante no es ganar, sino participar [...]. Lo esencial no es haber vencido, sino haber competido bien”.

      Coubertin opinaba que la competición sana podía imprimir carácter, fomentar el juicio sano y promover la conducta recta. Hasta habló de la ‘religión del deporte’. Según él, los Juegos Olímpicos podían enseñar a la gente a vivir en paz.

      No obstante, para cuando Coubertin falleció, en 1937, el futuro de aquellas esperanzas no parecía tan brillante. Los juegos ya se habían suspendido una vez a consecuencia de una guerra mundial, y las tensiones que se iban acumulando preparaban el terreno para otro conflicto importante. Hoy día, la crisis de los ideales olímpicos es aún mayor. ¿Por qué?

      Las Olimpiadas y las drogas

      Por décadas ya, bastantes deportistas han utilizado drogas para aumentar su rendimiento y aventajar a sus competidores, y las Olimpiadas no son una excepción. De hecho, en la actualidad, veinticinco años después de implantarse controles antidopaje supuestamente rigurosos, el uso de sustancias prohibidas entre los deportistas olímpicos continúa siendo un problema.

      Algunos atletas recurren a los esteroides para aventajar a los demás. Otros optan por los estimulantes. Las hormonas humanas del crecimiento son populares entre los velocistas y demás deportistas de fuerza, porque los ayudan a recuperarse pronto de los intensos ejercicios e incrementan su fuerza muscular. La eritropoyetina sintética, elaborada mediante ingeniería genética, se ha convertido en la droga preferida de muchos corredores, nadadores y esquiadores de fondo porque estimula la producción de glóbulos rojos y con ello aumenta su resistencia física.

      Es comprensible que el doctor Robert Voy, ex director de los controles antidopaje para el Comité Olímpico de Estados Unidos, llame a los atletas “un laboratorio andante”. Él añade: “Los Juegos Olímpicos se han convertido en un campo de pruebas para médicos sin ética, químicos y otros científicos”. ¿Y los controles antidopaje? El doctor Donald Catlin, director de un laboratorio de Estados Unidos especializado en este campo, dice: “El atleta astuto que quiere doparse ha pasado a sustancias que no podemos detectar”.

      Soborno y corrupción

      Dado que solo unas pocas ciudades pueden permitirse el lujo de pugnar por ser la sede de las Olimpiadas, hay quienes están dispuestos a lo que sea para lograr su objetivo. Hace casi dos años, el propio Comité Olímpico Internacional (COI) se vio envuelto en un escándalo. Las acusaciones de que se habían pagado sobornos de hasta 400.000 dólares a miembros del COI para conseguir que Salt Lake City obtuviese los Juegos de Invierno de 2002 pusieron en duda la ética de los encargados de seleccionar la sede.

      Muchas veces, cuando las ciudades que aspiran a ser seleccionadas ofrecen generosos regalos a los que van a designar la ubicación de los juegos, resulta difícil distinguir entre lo que es hospitalidad y lo que es soborno descarado. En el escándalo de Salt Lake City hubo implicados hasta veinte miembros del COI, y seis de ellos acabaron siendo expulsados. En cuanto a los Juegos Olímpicos del año 2000 en Australia, todas las tentativas de presentar una imagen limpia se desvanecieron cuando el presidente del Comité Olímpico Australiano admitió: “Bueno, no ganamos [la pugna] solo por la belleza de la ciudad y las instalaciones deportivas que podíamos ofrecer”.

      El extravagante estilo de vida de algunos altos cargos del COI ha fomentado aún más el escepticismo. El difunto director suizo de la Federación Internacional de Remo, Tommy Keller, dijo en cierta ocasión que, a su modo de ver, algunos altos cargos del deporte consideraban las Olimpiadas como un medio de “satisfacer su propio orgullo”. Y añadió que la fuerza impulsora parecía ser “la búsqueda de dinero y la satisfacción de ambiciones personales”.

      Intensa mercadotecnia

      Nadie puede negar que los Juegos Olímpicos mueven enormes sumas de dinero. Tradicionalmente han originado grandes audiencias y lucrativos paquetes publicitarios, con lo que el patrocinio de los juegos se ha convertido en un magnífico instrumento comercial.

      Sirvan de ejemplo las Olimpiadas de 1988, en las que nueve multinacionales pagaron al COI un total de más de 100 millones de dólares en concepto de derechos de comercialización. Los Juegos de Verano del año 1996, celebrados en Atlanta, produjeron 400 millones de dólares por el mismo concepto. Y eso no incluye los derechos televisivos. Una cadena de televisión estadounidense pagó más de 3.500 millones de dólares por los derechos de emisión de los Juegos Olímpicos desde el año 2000 hasta el 2008, y hay informes de que en un período de cuatro años, once patrocinadoras mundiales tendrán que pagar 84.000.000 de dólares cada una. De ahí que se haya dicho que aunque tiempo atrás las Olimpiadas representaron el ideal de excelencia humana, en la actualidad son principalmente una oportunidad de hacer dinero, y lo que representan es la codicia humana.

      ¿Qué falló?

      Ciertos expertos dicen que los orígenes de la crisis de los Juegos Olímpicos se remontan a principios de los años ochenta del siglo XX, cuando tuvieron lugar dos cambios importantes. El primero fue la decisión de conceder a las federaciones deportivas internacionales el derecho de determinar qué atletas reunían los requisitos para participar en las Olimpiadas. Mientras que en su día el COI había limitado la participación en los juegos a los aficionados, las federaciones empezaron a permitir que atletas profesionales compitieran en sus respectivas pruebas olímpicas. Pero estos introdujeron actitudes profesionales. Como simplemente ‘competir bien’ no devenga ganancias publicitarias, al poco tiempo lo que se consideró más importante fue ganar. No sorprende que dicha actitud haya estimulado el uso de drogas para mejorar el rendimiento.

      El segundo cambio importante tuvo lugar en 1983, cuando el COI quiso sacar partido de lo que su asesor comercial denominó “el símbolo más valioso e inexplotado del mundo”: los anillos olímpicos. Aquello fomentó el clima de mercantilismo desenfrenado que se ha convertido en el sello característico de los Juegos Olímpicos. Jason Zengerle hizo esta observación: “Pese a todo lo que se ha dicho sobre promover la paz y unir a los habitantes del mundo [...,] en realidad, los Juegos Olímpicos no difieren de [...] cualquier otra manifestación deportiva ostentosa”. Ahora bien, ¿significa esto que los ideales propuestos por el movimiento olímpico sean inalcanzables?

  • ¿Se alcanzarán los ideales?
    ¡Despertad! 2000 | 8 de septiembre
    • ¿Se alcanzarán los ideales?

      PAZ, hermandad y buena voluntad internacionales. ¿Quién no loaría unos ideales tan nobles? El barón Pierre de Coubertin, quien restableció los Juegos Olímpicos, creía que con ellos se eliminarían las rivalidades nacionales, pues estos promoverían gran respeto por los competidores prescindiendo de su raza, religión o sexo. El barón opinaba que “para conseguir un mundo mejor, se necesitaban mejores personas”. Pero ¿verdaderamente pueden traer paz mundial los deportes? A juzgar por su historial, tendríamos que responder que no.

      Aunque los deportes tienen su lugar, lo que realmente promueve paz verdadera es la educación bíblica. De hecho, los principios bíblicos pueden producir “mejores personas”, como dijo Coubertin. Veamos algunos textos que fomentan la paz entre las personas que los aplican en su vida, sin importar su nacionalidad.

      “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí.” (Juan 13:35.)

      “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres.” (Romanos 12:18.)

      “Mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos.” (Gálatas 6:10.)

      “No haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad mental que los demás son superiores a ustedes.” (Filipenses 2:3.)

      “El entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.” (1 Timoteo 4:8.)

      ¿Hay pruebas de que los ideales expuestos en estos textos bíblicos realmente surtan efecto? Veamos lo que sucedió en la ciudad alemana de Munich. En 1974, solo dos años después de las trágicas acciones terroristas y homicidas que ensombrecieron los Juegos Olímpicos que se celebraban en dicha ciudad, los testigos de Jehová tuvieron una asamblea internacional en el Estadio Olímpico. Entre los asistentes había grupos procedentes de Grecia y Turquía, países que estaban combatiendo. De hecho, durante aquel mismo verano, ambas naciones se disputaban la isla de Chipre. ¿Afectaría esa situación a los cristianos que asistían a la mencionada asamblea? No. ¡Y qué conmovedor fue ver a griegos y turcos abrazarse y llamarse unos a otros hermanos!

      A los testigos de Jehová se les conoce en todo el mundo por mantener relaciones pacíficas que superan las barreras nacionales, étnicas y tribuales. Por supuesto, ellos no afirman haber alcanzado totalmente el ideal de unidad y cooperación por todo el mundo. Tienen que esforzarse mucho, como cualesquier otras personas, por obedecer este consejo del apóstol cristiano Pablo: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad” (Colosenses 3:9, 10). Sin embargo, los Testigos creen firmemente que a los que acatan los principios bíblicos se les hace más fácil ‘buscar la paz y seguir tras ella’ (1 Pedro 3:11).

      Lamentablemente, y pese a sus nobles ideales, las Olimpiadas han puesto de manifiesto lo peor de muchas personas. En contraste, la poderosa Palabra de Dios hace resaltar lo mejor de la gente, lo cual fomenta un ambiente internacional de paz y buena voluntad.

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