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    La Atalaya (estudio) 2019 | abril
    • Un mapa de los viajes de los Payne en la obra de circuito; sellos postales de algunas islas; la isla de Funafuti, que pertenece a Tuvalu

      A. Mapa con nuestros viajes en la obra de circuito.

      B. Sellos postales de algunas islas. Kiribati y Tuvalu se conocían antes como las islas Gilbert y Ellice.

      C. La hermosa isla coralina de Funafuti, que pertenece a Tuvalu. Es una de las muchas islas que visitamos antes de que se enviaran misioneros.

      Yo tenía 29 años cuando nos invitaron a servir en la obra de circuito en las islas del Pacífico sur, entonces supervisadas por la sucursal de Fiyi. Visitamos las islas de Kiribati, Nauru, Niue, Samoa, Samoa Norteamericana, Tokelau, Tonga, Tuvalu y Vanuatu.

      En aquellos años, los habitantes de algunas de las islas más alejadas desconfiaban de los testigos de Jehová, así que debíamos ser cuidadosos y prudentes (Mat. 10:16). Las congregaciones eran pequeñas, y en algunas no nos podían ofrecer alojamiento. Así que preguntábamos a las personas de las aldeas si podíamos dormir en sus casas. Siempre fueron muy amables con nosotros.

      Winston, a ti te interesa mucho el trabajo de traducción. ¿Cómo surgió ese interés?

      Winston dirigiendo una escuela de ancianos en Samoa

      En una escuela de ancianos en Samoa.

      Por aquel entonces, los hermanos de Tonga solo tenían unos pocos tratados y folletos en tongano, un idioma polinesio. Para estudiar la Biblia con la gente, usaban el libro La verdad que lleva a vida eterna en inglés. Así que, durante las cuatro semanas que duró una escuela de ancianos, tres ancianos que sabían algo de inglés decidieron traducir este libro al tongano. Pam se encargó de pasar a máquina el texto traducido, y luego lo enviamos a la sucursal de Estados Unidos para que lo imprimieran. El proyecto se completó en unas ocho semanas. Aunque la traducción no era muy buena, ayudó a muchas personas de habla tongana a conocer la verdad. Pam y yo no somos traductores, pero esa experiencia despertó nuestro interés en la traducción.

      Pam, comparada con Australia, ¿cómo era la vida en las islas?

      Winston y Pam junto a un autobús que fue una de sus viviendas mientras servían en el circuito

      En uno de nuestros alojamientos cuando servíamos en el circuito.

      Pues era muy diferente. Dependiendo del lugar, teníamos que lidiar con nubes de mosquitos, el calor, la humedad, las ratas, las enfermedades y, a veces, teníamos poca comida. Sin embargo, al final del día, nos relajábamos mirando al mar desde nuestro fale, como se llama en samoano a la casa tradicional polinesia con techo de paja y sin paredes. En las noches de luna, veíamos la silueta de las palmeras y el reflejo de la luna en el océano. Esos momentos especiales nos hacían meditar y orar, y así reemplazábamos los pensamientos negativos por positivos.

      Nos encantaban los niños. Eran muy graciosos y sentían mucha curiosidad cuando veían a unos extranjeros blancos. Durante una visita a la isla de Niue, un niño empezó a tocarle los brazos a Winston y dijo: “Me gustan tus plumas”. El niño nunca había visto unos brazos tan peludos y no sabía cómo describirlos.

      Nos dolía el corazón al ver la pobreza de la mayoría de la gente. Los alrededores eran hermosos, pero la atención médica era inadecuada y el agua potable era escasa. Con todo, nuestros hermanos no parecían estar preocupados, lo veían normal. Eran felices por tener a su familia cerca, un lugar donde adorar a Jehová y el privilegio de alabarlo. Su ejemplo nos ayudó a centrarnos en lo más importante y a llevar una vida sencilla.

      Pam, en ocasiones tenías que conseguir agua y cocinar en circunstancias nuevas para ti. ¿Cómo te las arreglabas?

      Pam lavando la ropa con un balde cuando visitaban Tonga

      Pam lavando la ropa cuando visitamos Tonga.

      Tengo que agradecer a mi padre todas las cosas útiles que me enseñó, como hacer una fogata, cocinar en ella y sobrevivir con pocas cosas. En una visita en Kiribati, nos quedamos en una casita con techo de paja, suelo de restos de coral y paredes de bambú. Para cocinar algo sencillo hice un hoyo en el suelo y usé fibras de cáscara de coco para hacer un fuego. En cuanto al agua, fui al pozo y me puse en fila con otras mujeres del lugar. Para sacar agua, usaban un palo de casi 2 metros (6 pies) con una cuerda atada en un extremo, como si fuera una caña de pescar. Pero, en lugar de tener un anzuelo, tenía una lata. Cuando llegaba su turno, cada mujer lanzaba su “caña” y entonces con un rápido movimiento de muñeca conseguía que la lata se inclinara y se llenara de agua. Parecía fácil, hasta que llegó mi turno. Lancé varias veces la “caña”, pero lo único que conseguía era que la lata golpeara el agua y se quedara flotando. Todas empezaron a reír y, cuando pararon, una de ellas se ofreció a enseñarme. Los habitantes de las islas siempre nos ayudaban y eran amables.

      Los dos llegaron a amar su asignación en las islas. Cuéntenos algún recuerdo especial.

      Winston: Nos tomó algún tiempo entender ciertas costumbres. Por ejemplo, cuando los hermanos nos invitaban a su casa, nos daban toda la comida que tenían. Al principio, no sabíamos que debíamos dejar algo para ellos. Así que nos la comíamos toda. Por supuesto, cuando descubrimos lo que pasaba, empezamos a dejar comida para ellos. A pesar de nuestros errores, los hermanos eran muy comprensivos. Les ilusionaba vernos de nuevo cada seis meses más o menos en nuestras visitas de circuito. En aquellos años, sin contar a los hermanos locales, nosotros éramos los únicos Testigos con los que se relacionaban.

      Winston y un grupo de hermanos van a predicar en motocicleta en la isla de Niue

      Un grupo de hermanos en la isla de Niue listos para predicar.

      Nuestras visitas también fueron un buen testimonio en las comunidades. Muchos vecinos pensaban que los hermanos habían inventado su religión. Por eso, cuando veían que un ministro y su esposa venían del extranjero para visitar a los hermanos, entendían que éramos una religión internacional y quedaban impresionados.

      Pam: Uno de mis recuerdos más queridos es algo que ocurrió en Kiribati, donde había una congregación muy pequeña. El hermano Itinikai Matera, que era el único anciano, hacía todo lo que podía para atendernos bien. Un día apareció con un huevo en una canasta y dijo: “Esto es para ustedes”. Los huevos de gallina eran todo un lujo para nosotros en esos tiempos. Ese pequeño acto de generosidad nos tocó el corazón.

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