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¡Anuncien al Rey y el Reino! (1919 - 1941)Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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No obstante, las condiciones de la penitenciaría habían perjudicado su salud. Se le debilitaron los pulmones y, como consecuencia, después de ser puesto en libertad contrajo una fuerte pulmonía. Así que, por razones de salud, poco después tuvo que viajar a California, donde tenía familiares.
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Se organizó una reunión en el Auditorio de Clune (Los Ángeles) el domingo 4 de mayo de 1919. El título del discurso al que se invitó al público fue: “La esperanza para la humanidad angustiada”. Pero el discurso lo iba a dar J. F. Rutherford, un hombre que acababa de salir de la cárcel.
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La respuesta fue sorprendente. De hecho, unas tres mil quinientas personas estuvieron presentes para escuchar el discurso, y unas seiscientas más no pudieron entrar. ¡Cómo emocionó aquello al hermano Rutherford! Concordó en hablar el lunes por la noche a los que no habían podido entrar, y en esa ocasión hubo una concurrencia de 1.500 personas. Sin embargo, estaba tan enfermo que no pudo terminar el discurso. Después de una hora lo reemplazó uno de sus colaboradores.
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Tras salir en 1919 de su injusto encarcelamiento, el hermano Rutherford sufrió una pulmonía grave. Después, solo le funcionaba un pulmón. En los años veinte, como parte de un tratamiento médico, fue a San Diego (California), y el médico lo instó a pasar allí tanto tiempo como le fuera posible. Desde 1929 en adelante, pasó los inviernos trabajando en una casa de San Diego a la que había dado el nombre de Beth-Sarim.
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