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Mi vida en la organización que Jehová dirige por su espírituLa Atalaya 1988 | 1 de marzo
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A principios de 1935, unos seis meses después que hube salido de la prisión y regresado a Betel, recuerdo que, a la mesa, en Betel, se habló varias veces sobre quiénes serían la “gran multitud” o “gran muchedumbre”. (Revelación 7:9, 13, Reina-Valera Revisada [1960]; Traducción del Nuevo Mundo.) Algunos opinaban que era una clase celestial secundaria, como había enseñado el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, el hermano Russell. Sin embargo, otros afirmaban que los de la “gran muchedumbre” tenían la esperanza de vivir en la Tierra. En aquellas ocasiones, el hermano Rutherford nunca se expresó a favor de un lado ni del otro.
Todos nosotros los de Betel viajamos entusiasmados por tren especial a Washington, D.C., para la asamblea que se celebraría desde el 30 de mayo hasta el 3 de junio de 1935. El segundo día de la asamblea, el hermano Rutherford presentó la electrizante noticia de que la “gran muchedumbre” es en realidad una clase terrestre. En el momento culminante, preguntó: “¿Quisieran, por favor, ponerse de pie todos los que tienen la esperanza de vivir para siempre en la Tierra?”. Aproximadamente la mitad de las 20.000 personas en concurrencia se puso de pie. Entonces el hermano Rutherford proclamó: “¡Miren! ¡La gran muchedumbre!”. Por un momento hubo silencio. Entonces todos dimos un clamor gozoso, y el aplauso fue vigoroso y largo. El día siguiente se bautizaron 840 personas, y la mayoría era de la clase terrestre.
Aquella nueva luz de 1935 sobre la “gran muchedumbre” condujo a que se dieran pasos de reorganización en 1936 como preparación para el afluir esperado de los miembros de esta clase. Por ejemplo, hasta entonces había una sola congregación grande de habla inglesa en la ciudad de Nueva York, pero ahora se formaron nuevas congregaciones, y a nosotros, los ungidos más jóvenes, se nos asignó como superintendentes. ¡Hoy hay 336 congregaciones en la ciudad de Nueva York!
Una nueva asignación
El jueves 11 de noviembre de 1937 resultó ser un día de gran importancia para mí. Se me había pedido que me presentara en la oficina del hermano Rutherford aquella tarde a las tres. Llegué a tiempo, preocupado, pensando en que quizás recibiría una reprensión. Pero después de una conversación amigable el hermano Rutherford quiso saber si yo estaría dispuesto a aceptar otra asignación.
“Estoy dispuesto a servir dondequiera que se me necesite”, respondí.
Entonces, para sorpresa mía, el hermano Rutherford preguntó: “¿Le gustaría servir en el Betel de Londres como siervo de la sucursal?”.
“¡Esa es una asignación grande!”, comenté.
“Además, significa un boleto de ida nada más, y concordar en quedarse allí hasta después del Armagedón. Así que le daré tres días para que decida”, continuó él.
“Hermano Rutherford, no necesito los tres días. Si es la voluntad de Jehová que yo vaya, ¡mi respuesta es sí!”
“Ya lo sabía —respondió—. El hermano Knorr tiene su boleto para el transatlántico Queen Mary, que sale para Inglaterra el miércoles próximo.”
Me pareció que todo daba vueltas. “Durante los días siguientes se le adiestrará”, concluyó el hermano Rutherford.
Cuando regresé al Departamento de Servicio, en la fábrica, el hermano Knorr empezó a reírse al notar lo sorprendido que yo estaba. Él sabía lo que acababa de pasar. Nathan Knorr era superintendente de la fábrica y había viajado antes a Inglaterra con el hermano Rutherford. Inmediatamente empezó a adiestrarme en el funcionamiento de una sucursal. Pocos días después volví a ver al hermano Rutherford para recibir más preparación.
El consejo del hermano Rutherford, basado en Miqueas 6:8, fue que ‘hiciera lo justo, sostuviera firmemente las normas de la organización, apoyara las normas bíblicas, estuviera presto a obedecer y no me dilatara en las labores. Que fuera bondadoso al tratar con los hermanos, participara con regularidad en el servicio del campo y fuera humilde al andar con Dios’. Dijo que no había habido adelanto en el campo británico porque los superintendentes de sucursal anteriores no habían apoyado de lleno el ministerio del campo. Por eso, para concluir enfatizó: “Estimule un aumento en el ministerio del campo. Ahora mismo Gran Bretaña necesita 1.000 precursores, no solo los 200 que tiene”.
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Mi vida en la organización que Jehová dirige por su espírituLa Atalaya 1988 | 1 de marzo
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Visita del hermano Rutherford
En 1938, el año antes de estallar la II Guerra Mundial, los británicos habían desarrollado la transmisión radiotelefónica transoceánica. Sus ingenieros concordaron en conectar cuatro continentes para una asamblea especial que se originaría en Londres, del 9 al 11 de septiembre. Para la asamblea se consiguió el Royal Albert Hall, el más grande de los auditorios londinenses que pudieran servir para la asamblea. El grupo del hermano Rutherford —entre ellos estuvo Nathan Knorr— llegó varias semanas antes de la asamblea para hacer las preparaciones.
Para anunciar el discurso público se organizaron desfiles con cartelones o pancartas de información. Antes de comenzar la primera marcha de información, el hermano Rutherford me dijo que quería hablarme. Mientras considerábamos asuntos de la asamblea, él iba escribiendo algo, como solía hacer mientras hablaba con alguien. Desprendió de un bloque de papeles lo que había escrito y me lo entregó. “¿Qué le parece esto?”, preguntó.
“LA RELIGIÓN ES UN LAZO Y UN FRAUDE”, decía.
“Me parece fuego puro”, respondí.
“Eso es lo que quiero”, dijo. Entonces mandó que se hicieran pancartas con aquella frase para usarlas el miércoles por la noche durante la primera marcha de información relacionada con la asamblea. La noche siguiente Nathan Knorr y yo dirigimos la marcha de unos mil hermanos por 10 kilómetros por el centro de Londres.
La mañana siguiente el hermano Rutherford me llamó a su oficina y me pidió un informe sobre la marcha. “Muchos nos llamaron comunistas y ateos y dijeron otras cosas ofensivas”, dije. Entonces pasó unos minutos pensando y al fin desprendió de su bloque de papeles una hoja que sugería el lema: “SIRVA A DIOS Y A CRISTO EL REY”. Pensó que el mezclar cartelones con estas palabras con los otros neutralizaría la reacción de expresiones de oposición, y así sucedió. Aquella asamblea de 1938 tuvo buen éxito. Las sesiones principales del sábado y el domingo, con el discurso principal, “Enfréntense a los hechos”, fueron transmitidas sin percance simultáneamente a 49 asambleas en todo el mundo de habla inglesa.
Después de la asamblea, los siervos de sucursal de los países europeos tuvieron una reunión para recibir adiestramiento. En esta reunión el hermano Rutherford me reprendió severamente por la falta de adiestramiento de los acomodadores. Se me saltaron las lágrimas. Después, William Dey, de Dinamarca, me consoló en privado; me dijo que el hermano Rutherford estaba utilizándome para instruir a todos indirectamente. ¡Y así era! Al día siguiente el hermano Rutherford, a quien le gustaba ponerse un delantal y cocinar, nos invitó a todos a una cena especial que había preparado. Todos disfrutamos de aquella deleitable ocasión.
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