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Agentes del malLa Atalaya 1994 | 1 de febrero
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Aunque lo que sucedió en Edén puede parecer una lección clara relativa a la obediencia, Satanás hizo surgir dos importantes cuestiones morales. Primero, cuestionó que Jehová gobernara a sus criaturas con justicia y para beneficio de estas. Quizá el ser humano podría gobernarse mejor él mismo. Segundo, puso en duda la lealtad y fidelidad de las criaturas a Dios si la obediencia no les traía beneficios materiales.a
La clara comprensión de las cuestiones que surgieron en Edén y el conocimiento de los atributos de Jehová nos ayudan a entender la solución al “problema teológico”, es decir, conciliar la existencia del mal con los atributos divinos de poder y amor. Aunque es cierto que Jehová posee un poder ilimitado y es la personificación del amor, también es sabio y justo. Manifiesta esos cuatro atributos en perfecto equilibrio. Por ello, no empleó su poder irresistible para destruir a los tres rebeldes de inmediato. Esa acción hubiera sido justa, pero no necesariamente sabia ni amorosa. Por otra parte, tampoco perdonó y olvidó, para algunos la opción más amorosa, si bien no hubiera sido ni sabia ni justa.
Se necesitaba tiempo para zanjar las cuestiones que Satanás suscitó. Haría falta tiempo para probar si los humanos podían gobernarse bien independientemente de Dios o no. Al permitir que los tres rebeldes siguieran viviendo, Jehová también hizo posible que los seres humanos participaran en probar la falsedad de la alegación de Satanás, sirviendo a Dios fielmente en circunstancias difíciles.b
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Agentes del malLa Atalaya 1994 | 1 de febrero
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a Esta alegación se clarificó más tarde cuando Satanás dijo de Job, un siervo de Dios: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, y ve si no te maldice en tu misma cara”. (Job 2:4, 5.)
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