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  • “Usted puede dejar de fumar; nosotros lo hicimos”
    ¡Despertad! 1998 | 8 de diciembre
    • “QUERÍAMOS sentirnos como adultos y experimentar sus emociones.”—Akio, Osamu y Yoko.

      “Quería adelgazar.”—Tsuya.

      “Fue por curiosidad.”—Toshihiro.

      “No pensábamos que nos perjudicaría.”—Ryohei, Junichi y Yasuhiko.

      “Quería contrarrestar las náuseas matinales de mi segundo embarazo.”—Chieko.

      “Lo hacía para disimular las situaciones embarazosas en las reuniones de negocios.”—Tatsuhiko.

  • “Usted puede dejar de fumar; nosotros lo hicimos”
    ¡Despertad! 1998 | 8 de diciembre
    • “Cómo dejamos de fumar”

      Mieko: “Cuando comencé a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, estaba segura de que no podría dejar de fumar. Estudiaba porque deseaba que por lo menos mis hijos conocieran la senda a la vida. Pero pronto me di cuenta de que los padres deben dar el ejemplo, así que oré fervorosamente a Jehová para que me ayudara. Me costó mucho poner por obra lo que pedía en las oraciones, y por un buen tiempo me sentí muy mal. Pero nunca olvidaré la agradable sensación de tener una conciencia limpia que experimenté cuando por fin me libré de ese vicio inmundo”.

      Masayuki: “Fumaba tres cajetillas diarias, y vez tras vez sufría recaídas en mis intentos por dejar el hábito, pero por fin apagué mi último cigarrillo y le dije adiós al tabaco. Mi familia, mis compañeros Testigos y Jehová Dios me ayudaron. En el banco donde trabajaba nadie creyó que había dejado de fumar. Sugerí que los oficinistas no fumaran en los lugares de atención al público, como un gesto de cortesía para con los clientes. Aunque el 80% de los empleados fumaba, se puso en práctica mi sugerencia, y ya se ha extendido a 260 sucursales de la institución”.

      Osamu: “Al aprender la verdad de la Palabra de Dios, la Biblia, supe que debía dejar de fumar. Casi me tomó un año. Aun después de dejarlo, tuve que luchar durante seis meses contra el deseo de volver a hacerlo. En mi interior sabía que tenía que resolverme a dejarlo”.

      Toshihiro: “El sacrificio de rescate de Jesús me impresionó tanto que pensé que lo menos que podía hacer era dejar de fumar”.

      Yasuhiko: “Mi decisión de obedecer a Jehová Dios y dejar de fumar me salvó la vida. Cierto día, la habitación en la que trabajaba se llenó de gas propano debido a un escape. Normalmente habría encendido un cigarrillo, lo que hubiera causado una explosión. Pero como había dejado de fumar unos días antes, hoy estoy vivo para contarlo”.

      Akio: “Cuando empecé a sentir náuseas ocasionales, sospeché que el cigarrillo me estaba haciendo daño, pero no lo dejé. La primera información objetiva que leí sobre los peligros de fumar me la dio mi esposa, que se había hecho testigo de Jehová. Pronto me puse a estudiar la Biblia, y mediante las publicaciones de la Watch Tower aprendí que el fumador no solo se perjudica a sí mismo, sino también a su familia. Enseguida abandoné el cigarrillo”.

      Ryohei: “Mi esposa solía comprarme los cigarrillos, hasta veinte cajetillas de una vez. Pero tras estudiar la Biblia con los Testigos, se negó a comprar algo que sabía que me haría daño. Por eso abrí mi propia tienda de cigarrillos. Fumaba tres cajetillas y media por día. Entonces comencé a estudiar la Biblia con los Testigos. Pronto tuve el deseo de ser un orador eficaz de temas bíblicos. Para obtener la preparación necesaria tenía que inscribirme en la Escuela del Ministerio Teocrático, de modo que dejé de fumar para reunir los requisitos”.

      Junichi: “Mi pequeña hija, que es Testigo, se preocupaba por mi vida. Tuve que prometerle que dejaría de fumar, y lo hice”.

      Tsuya: “La primera vez que entré en un Salón del Reino pedí un cenicero y un fósforo. Para mi sorpresa, me dijeron que allí nadie fumaba. Me di cuenta de que tenía que dejar el hábito. Pasé ocho días horribles en un hospital para abandonar la adicción, y supe que no quería volver a pasar nunca por esa agonía”.

      Yoko: “Analicé el tema mediante las revistas y otras publicaciones de los testigos de Jehová, las cuales me recordaron que Jesús rechazó las drogas que le ofrecieron cuando estaban por clavarlo en el madero de tormento. Oré a Jehová Dios y le dije que deseaba ser una alabadora limpia de su nombre. Después de eso, nunca volví a fumar. Cuando otras personas fumaban en mi presencia, me daban ganas de inhalar el humo, pero me alejaba rápidamente para no volver a caer en el hábito”.

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