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Cómo se aficionó el mundo¡Despertad! 1986 | 8 de abril
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Cómo se aficionó el mundo
CIERTO senador estadounidense se fuma dos cajetillas de cigarrillos diarias. En un debate sobre el mantenimiento de los precios para los cosecheros de tabaco, este senador dijo a sus colegas: “Yo sé que este hábito me está acortando la vida [...] quizás acabe conmigo”. Añadió: “Me arrepiento del día en que me aficioné a esta horrible basura”.
El senador no es el único a quien le pesa. Según algunas estimaciones, el 90% de los fumadores de su país ha tratado de abandonar el hábito o quiere abandonarlo. En el Japón, tan solo en 1983, dos millones de japoneses consiguieron abandonar el hábito. Una autoridad dijo: “Casi todos los fumadores habituales parecen estar arrepentidos de haberse aficionado al tabaco y advierten a sus hijos que no sigan su ejemplo”.
Pero ¿cómo llegaron a aficionarse tanto estos apesadumbrados fumadores? Como dijo el investigador Robert Sobel respecto a la gente en general: “Para el bien o para el mal que esto pueda acarrearnos, como civilización estamos unidos a esos tubitos de papel que contienen pequeñas cantidades de tabaco picado”. Una de las seis grandes empresas de la industria tabacalera tiene un cuarto de millón de empleados. Sus ventas anuales en 78 países de los seis continentes totalizan 10.000 millones de dólares (E.U.A.). ¿Cómo puede un hábito tan extensamente indeseado crear una demanda que requiera una infraestructura industrial gigantesca para abastecerlo?
De hecho, la historia del cigarrillo puede que sea una de las más sorprendentes en los últimos cien años. La chispa que originó la increíble demanda de cigarrillos durante este siglo que algunos llaman el “siglo del cigarrillo” fue el desarrollo de dos guerras libradas durante el siglo XIX. El nacimiento de una nueva industria, la publicidad, avivó la llama. Luego un sorprendente nuevo tabaco —rubio brillante, más suave y químicamente diferente— alentó a los fumadores a inhalar el humo. Este notable cambio en el hábito de fumar, la inhalación oral, garantizaba que la mayoría de los fumadores quedaría atrapada en la adicción por el resto de su vida.
Las guerras que provocaron la demanda
Hasta el 1856, cuando los cigarrillos encontraron su primer mercado masivo, el empleo del tabaco había sido considerado como un lujo extravagante. Por esas fechas, los soldados británicos y franceses regresaron de la guerra de Crimea con “cigarros de papel” y un hábito que habían aprendido en aquella tierra. La moda del cigarrillo invadió Europa, creando una demanda inesperada de cigarrillos turcos o su imitación inglesa.
La “moda de Crimea” hizo del cigarrillo un sustituto económico de la pipa o el cigarro. Pero la moda murió. Además, como indicó Robert Sobel: “Hacia el comienzo de la década de 1860 no parecía que el hombre de la clase media estadounidense —el principal mercado para fumadores potenciales— se pasara a los cigarrillos”. Aquellos cigarrillos primitivos no parecían seducir tanto como los cigarrillos modernos. Como ocurre con el humo del cigarro, el humo del cigarrillo era ligeramente alcalino y los fumadores lo retenían en la boca. No resultaba cómodo inhalarlo como hacen hoy normalmente los fumadores. Había llegado el momento de dar el siguiente y sorprendente paso.
La guerra civil norteamericana (1861-1865) introdujo un humo cuyo poder de adicción era mayor, logrando una adicción que, según Jerome E. Brooks, experto en el tema, tendría una “fuerza explosiva”. Una vez más, la guerra llevó a los soldados el económico cigarrillo... primero a los Confederados y luego a los de la Unión. Pero esta vez no fue una moda pasajera.
Para la confección de estos cigarrillos se empleó tabaco estadounidense, y había algo que los hacía diferentes. Los cosecheros norteamericanos adoptaron un nuevo tipo de tabaco que, en un suelo bajo en nitrógeno como el suyo, se cultivaba bien. También descubrieron, por un accidente inesperado ocurrido en una granja de Carolina del Norte, un proceso de secado que daba a la hoja un color rubio brillante, así como un sabor suave y dulce. En 1860, la Oficina de Empadronamiento de los Estados Unidos denominó este fenómeno como “uno de los desarrollos en el campo de la agricultura más anormales que el mundo jamás ha conocido”. Después de haber fumado unos cuantos cigarrillos de este nuevo tabaco, los nuevos fumadores sentían una necesidad irresistible de encender otro.
¡Adictos!
Sin comprenderlo por entonces, esta pequeña pero irrefrenable y aumentante clientela ha llegado a desarrollar una dependencia física, habituación, por una sustancia altamente adictiva. Según el investigador Dr. Michael A. H. Russell, “la persona que fuma dos o tres cigarrillos ocasionalmente durante su adolescencia”, casi invariablemente desarrolla una “dependencia habitual al tabaco”. Y añadió: “A diferencia del adolescente que al principio se inyecta heroína una o dos veces a la semana, el fumador adolescente experimenta unas doscientas dosis sucesivas de nicotina al terminar su primera cajetilla de cigarrillos”.
En efecto, inhalar el humo era el secreto. Al parecer, la nicotina penetra e irrita las mucosas solo si el medio es alcalino. Pero como el humo del cigarrillo es ligeramente ácido, es el único humo de tabaco lo suficientemente suave en la boca y en la garganta como para poder inhalarlo regularmente. Pero al llegar a los pulmones el ácido se neutraliza y la nicotina se vierte libremente en el caudal sanguíneo. En solo siete segundos, la nicotina transportada en la sangre llega al cerebro, de modo que cada bocanada de humo ofrece una gozada de nicotina casi instantánea. De acuerdo con un estudio realizado por el gobierno británico, los jóvenes que fuman más de un cigarrillo solo tienen un 15% de posibilidades de ser no fumadores.
Así que, en la misma década en que comenzó la guerra de Crimea, la industria del cigarrillo produjo un poderoso nuevo hábito. En el transcurso de 20 años los comerciantes de tabaco dieron con la idea de emplear anuncios publicitarios atractivos y basados en algún testimonio personal, con el fin de atraer a nuevos clientes. Una máquina patentada en 1880 producía cigarrillos en cantidades masivas con el fin de mantener los precios asequibles, mientras que láminas de héroes del deporte y mujeres sonrientes ofrecían la imagen publicitaria del cigarrillo al público masculino. Pero ¿qué hacía que cada vez lo compraran más? ¡La habituación a la nicotina! Como explicó Willian Bennet, M.D., un escritor sobre temas relacionados con la salud: “La mecanización, una publicidad inteligente y las técnicas de la comercialización han hecho su aportación, sin embargo, [sin la nicotina] nunca hubieran podido vender tanta paja seca”.
Para el 1900, el cigarrillo moderno, ya internacionalizado, estaba preparado para apretar su garra sobre la sociedad humana.
[Comentario en la página 5]
El fumador nuevo recibe unas 200 dosis de nicotina al fumarse su primera cajetilla de cigarrillos
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La hoja sagrada que se popularizó¡Despertad! 1986 | 8 de abril
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La hoja sagrada que se popularizó
Durante tres siglos el tabaco fue una medicina en Europa. Los médicos prescribían la hoja para malestares comunes, desde la halitosis hasta los callos. Todo dio comienzo en 1492, cuando Colón y su tripulación, los primeros europeos en ver tabaco, hallaron a los habitantes de las Antillas fumando la hoja del tabaco verde en ceremonias tribales.
Mucho tiempo antes de llegar Colón, casi todos los pueblos primitivos de las Américas consideraban sagrada la hoja del tabaco. Originalmente, fumarla era un derecho y una función propia de los brujos y sacerdotes. El efecto narcótico de la hoja les inducía visiones durante los ritos tribales solemnes. Según el historiador W. F. Axton: “El tabaco estaba directamente relacionado con sus dioses, no solo en sus observancias religiosas sino además en sus remedios curativos, todos los cuales estaban conectados de un modo u otro con su religión”. Pero si fueron los atributos medicinales del tabaco los que primeramente llamaron la atención de los colonizadores españoles y portugueses, sería su aplicación en la consecución del placer lo que vendría inmediatamente después.
Una estrofa de una canción de los Beatles, John Lennon y Paul McCartney, dice: “Me fumaré otro cigarrillo y maldeciré a sir Walter Raleigh”. Sir Walter, a quien se le llamó “el propagandista más conocido entre los ingleses de la pipa recreativa”, cultivó tabaco en la localidad irlandesa donde él vivía. Él hizo cuanto pudo para popularizar el hábito entre la clase elegante de la sociedad. Por ser un adelantado a su tiempo, su figura recuerda a los industriales tabacaleros y agentes de la publicidad de este ‘siglo del cigarrillo’.
Pero no fue el encanto de sir Walter sino la guerra de los Treinta Años en Europa, lo que convirtió al siglo XVII en la “Gran era de la pipa”, según ha dicho Jerome E. Brooks. Este autor sostiene que ha sido “por mediación principalmente de la guerra que el hábito de fumar se extendió a través del continente” y luego a Asia y a África. Un desarrollo parecido de acontecimientos impulsó la era del cigarrillo.
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La adicción entierra a la oposición¡Despertad! 1986 | 8 de abril
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La adicción entierra a la oposición
COMO en el caso de un fumador renuente que no está dispuesto a abandonar el hábito, el mercado del tabaco ha reducido a veces el consumo por temor de que el hábito de fumar pudiera ser nocivo y adictivo, solo para regresar de nuevo con más fuerzas que nunca. ¿Qué mecanismos suprimen esos temores? ¡La publicidad y la guerra! Según el historiador Robert Sobel, estos han sido “los dos métodos más importantes de propagar el uso del tabaco”.
El uso del cigarrillo subió vertiginosamente cuando se produjo el enfrentamiento de “nación contra nación” durante la primera guerra mundial. (Mateo 24:7.) ¿Qué ocasionó que la producción norteamericana de cigarrillos pasara de 18.000 millones en 1914 a 47.000 millones en 1918? El que se efectuara para entonces una campaña para enviar ¡cigarrillos gratuitos a los soldados! Se consideró que el efecto narcótico del tabaco ayudaba a combatir la soledad en el frente.
Una canción británica de la época de la guerra decía: “Si tienes cigarrillos para fumar de tus problemas te puedes olvidar”. Como las agencias estatales y grupos patrióticos privados suministraban cigarrillos gratuitos a los hombres en el frente, ni siquiera los grupos antitabaco se atrevieron a emitir sus protestas.
La garra se aprieta
Los nuevos conversos al hábito llegaron a ser buenos clientes después de la guerra. Solo en 1925 los norteamericanos fumaron un promedio aproximado de 700 cigarrillos por persona. En la Grecia de la posguerra se consumió la mitad más per cápita que en los Estados Unidos. El cigarrillo norteamericano se hizo popular en muchos países, pero otros países como India, China, Japón, Italia y Polonia dependían de su propia producción de tabaco para satisfacer la demanda del mercado interior.
Para estrechar más el cerco en el mercado norteamericano, los publicistas se fijaron como objetivo aficionar a la mujer. A este respecto, Jerome E. Brooks dijo: “En las postrimerías de la década de los veinte la publicidad sobre el tabaco se caracterizó por haberse ‘vuelto loca’”. La publicidad mantuvo a los norteamericanos comprando cigarrillos aun durante y después de la depresión económica de 1929. Presupuestos publicitarios altísimos (unos $75.000.000, E.U.A., en 1931) se dedicaban a presentar el cigarrillo como ayuda para mantener la línea y una alternativa a los dulces. Las películas en las que se glorificaba a estrellas cinematográficas que aparecían habitualmente fumando, como Marlene Dietrich, ayudaron a crear una imagen sofisticada. De esta manera, en 1939, ya en vísperas de una nueva guerra mundial, la mujer norteamericana se había sumado al hombre en fumar unos 180.000 millones de cigarrillos.
¡Vino otra guerra! De nuevo se les dieron cigarrillos gratuitos a los soldados hasta en sus raciones de campaña. Un conocido eslogan publicitario, aprovechando el espíritu patriótico de guerra, decía: “¡El cigarrillo Lucky Strike Green se va a la guerra!”. Con un consumo que, según los cálculos, hacia el final de la II Guerra Mundial llegaba en los Estados Unidos a los 400.000 millones de cigarrillos al año, ¿quién podía poner en duda el lugar que el tabaco había alcanzado en el mundo?
De hecho, ¿quién podía poner en duda la importancia que los cigarrillos habían alcanzado en la Europa de la posguerra, donde hubo un momento en que los cartones de cigarrillos reemplazaron en el mercado negro la moneda en circulación? Los soldados americanos destacados en Europa compraban las cajetillas de cigarrillos que el estado subvencionaba por tan solo cinco centavos, y con ellas se podía pagar luego cualquier cosa, desde unos zapatos nuevos hasta una amante. Las ventas de cigarrillos exentos de impuestos en el ejército, ascendieron de 5.400 per cápita en 1945 a 21.250 en tan solo dos años.
Por décadas, se logró que todo aspecto objetable del tabaco se mantuviera fuera de la luz pública; no porque tales aspectos negativos hubiesen sido refutados, sino que sencillamente quedaron opacados por el crecimiento incesante de un hábito popular. Sin embargo, a nivel privado persistían preguntas como: ¿Es perjudicial el hábito de fumar? ¿Es limpio, o contaminante?
En 1952 salió a flote la candente cuestión de la salud. Médicos británicos publicaron un nuevo estudio en el que mostraban que las víctimas del cáncer solían ser fumadores empedernidos. La revista Selecciones publicó el informe y este recibió amplia difusión. En 1953 se dio comienzo a una campaña anticigarrillo que parecía encaminada al éxito. ¿Lograría el mundo deshacerse del hábito?
La imponente industria del cigarrillo
La industria tabacalera insistió públicamente en que la información publicada en contra de los cigarrillos estaba aún sin probar, y que eran meras estadísticas. Pero repentinamente —e irónicamente— reveló su arma secreta: un cigarrillo bajo en nicotina. El nuevo producto presentaba una imagen inocua y saludable a los asustados fumadores que no querían abandonar el hábito, mientras que nuevamente la publicidad demostró su capacidad para vender una imagen.
Lo cierto es que el cigarrillo bajo en nicotina aliviaba más la conciencia del fumador que su salud. Los científicos descubrirían más tarde que muchos fumadores compensaban el bajo nivel de nicotina inhalando el humo más profundamente y reteniéndolo en los pulmones por más tiempo, hasta conseguir tanta nicotina como antes. Pero pasaría otro cuarto de siglo antes que los investigadores pudieran demostrar esto. Mientras tanto, la industria tabacalera se convirtió en una de las más rentables del mundo, con un registro de ventas anuales por valor de más de $40.000 millones (E.U.A.).
Desde un punto de vista económico, la industria hoy está más fuerte que nunca. Los clientes siguen comprando. El consumo anual sube un 1% cada año en los países industrializados, y sobre un 3% en los países en vías de desarrollo del Tercer Mundo. En Paquistán y Brasil el incremento en el consumo es seis y ocho veces más rápido, respectivamente, que en la mayoría de los países occidentales. Una quinta parte de los ingresos del ciudadano tailandés se destina a comprar cigarrillos.
No obstante, para muchas personas reflexivas, el apasionado idilio, que ya dura unos 100 años, entre la humanidad y el tabaco no concluye la historia. ¿Pudiera ser que aun haya más de lo que a simple vista parece en este fenomenal aumento en el empleo del tabaco —especialmente desde 1914— y en su aceptación, prácticamente a ciegas, por tanta gente? Y, ¿qué hay de esas cuestiones a las que casi nunca se hace referencia, como el aspecto ético del hábito? ¿Es un hábito moralmente neutral o censurable? Nuestro siguiente artículo presentará algunas apreciaciones.
[Comentario en la página 7]
La publicidad y la guerra han sido los dos medios más importantes para extender el uso del cigarrillo
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Encárese a los hechos: el tabaco hoy día¡Despertad! 1986 | 8 de abril
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Encárese a los hechos: el tabaco hoy día
SORPRENDIDO de que el cigarrillo haya podido generar una demanda tan grande, el editor de la Carta de la Salud de la Escuela Médica de Harvard pregunta: “¿Cómo es que un vicio decadente, sujeto en buena medida al oprobio de la mentalidad victoriana de la época [durante la década de los setenta del siglo pasado], pudo restablecerse tan repentinamente por sí mismo?”. Como se alardea en un eslogan publicitario dirigido a la mujer fumadora: “Has recorrido un largo camino, nena”. Los historiadores dicen que la adicción, la publicidad y las guerras han contribuido a que el público acepte el tabaco. Según un informe reciente de un investigador, “después de la adicción, la industria más poderosa en la lucha por influir en la mente y el corazón del fumador es la publicidad”. Pero ¿es eso todo?
La historia tras la historia
Para los estudiantes de la Biblia la importancia de la era del cigarrillo no puede tratarse a la ligera. ¿Por qué no? Porque en esta era —especialmente a partir de 1914— se han cumplido profecías. Primero, en 1914 se ‘levantó nación contra nación’ en una guerra mundial. Luego, tal como Jesucristo predijo que ocurriría después, la sociedad humana sería trastornada por el ‘aumento del desafuero’. La guerra arrebató la ilusión de la gente y destruyó sus valores ‘victorianos’, con lo que allanó el camino para una aceptación sin precedente del hábito de fumar cigarrillos. (Mateo 24:7, 12.)
A partir de 1914 el mundo entró en una era de ansiedad y la industria del cigarrillo prosperó. Muchos fumadores llegaron a aficionarse al hábito como un medio de combatir la tensión causada por lo que la Biblia llama “tiempos críticos, difíciles de manejar”. El poder seductor de la publicidad y la adicción a la nicotina ayudaron a conformar el nuevo ambiente de la sociedad haciéndolo permisivo. La Biblia predijo con exactitud cómo sería la gente en los últimos días: “Amadores de placeres más bien que amadores de Dios”. (2 Timoteo 3:1-5.)
Todo esto debería ayudarnos a percibir la urgencia de nuestros tiempos. En lugar de ‘no hacer caso’ como, según dijo Jesús, hizo cierta generación humana en un tiempo de crisis, podemos aprender una lección de la historia. La Biblia nos anima a poner la esperanza en el Reino de Dios, no en campañas inútiles con el fin de reformar el mundo ni en sueños vanos confiando en que algún día las naciones se desharán de sus malos hábitos. (Mateo 24:14, 39.)
¿Podrá el mundo librarse del hábito?
No parecen muy esperanzadoras las perspectivas de que el mundo logre deshacerse del hábito del tabaco. En 1962 el Real Colegio Británico de Médicos previno por primera vez en contra del hábito de fumar, pero en 1981 los británicos compraron unos 110.000 millones de cigarrillos. En 1964, el inspector general de sanidad de los Estados Unidos advirtió por primera vez respecto a los peligros para la salud implícitos en el hábito. Pero al siguiente año se alcanzaron nuevas marcas de venta. Para el 1980, los estadounidenses compraron, por término medio, 135.000 millones de cigarrillos más anualmente que en 1964, ¡esto a pesar de la advertencia del inspector general de sanidad que aparece en cada cajetilla! El hecho es que el mundo ahora compra 4 billones de cigarrillos al año.
Prescindiendo de que usted personalmente fume o no, el dinero que arrastra el negocio del tabaco en estos días dice por sí mismo que los gobernantes y los políticos no están muy inclinados a dar fin a este comercio. En los Estados Unidos, por ejemplo, aunque mueren 350.000 personas al año debido al hábito de fumar cigarrillos, el tabaco recauda 21.000 millones de dólares en impuestos. También proporciona empleo, directa o indirectamente, a unos 2.000.000 de personas. Además, las compañías tabacaleras son grandes inversionistas. Invierten mundialmente 2.000 millones de dólares anuales en publicidad, cantidad que hace palidecer la suma combinada de 7.000.000 de dólares que dedican la Sociedad Americana contra el Cáncer y la Asociación Americana Pulmonar a campañas de educación en contra del hábito de fumar.
O considere la situación embarazosa y contradictoria respecto al punto de vista tocante al tabaco en la que se hallan dos agencias de las Naciones Unidas: La OMS (Organización Mundial de la Salud), anunció recientemente que había que detener la “epidemia del hábito de fumar” en los países del Tercer Mundo, lo cual “podría lograr más en pro del mejoramiento de la salud y la prolongación de la vida [...] que cualquier otra iniciativa independiente en todo el campo de la medicina preventiva”; mientras que la OAA (Organización de Alimentación y Agricultura) sostiene que “el cultivo del tabaco genera puestos de empleo a gran escala en las áreas rurales” del Tercer Mundo. La OAA describe el tabaco como “una fuente muy importante y fácilmente aprovechable para la recaudación de impuestos”, si se les suministran a los granjeros “fuertes incentivos para el cultivo del tabaco” y los gobiernos “estimulan su cultivo y manufactura”.
Enfrentándose a los hechos
En efecto, el fenómeno del cigarrillo, especialmente desde 1914, exige que nos encaremos a algunos hechos contundentes. Hay quienes dicen, ‘Si te sienta bien, hazlo’. Pero los hechos que relacionan el hábito de fumar tabaco con las enfermedades pulmonares y del corazón descartan un punto de vista tan miope. Se dice que en Inglaterra el hábito de fumar ocasiona ocho veces más muertes que las que se producen por accidentes de tráfico. Por todo el mundo, el hábito “ha ocasionado más muertes que todas las guerras de este siglo”, según se informó en la revista Manchester Guardian Weekly.
¿Y qué puede decirse acerca de la adicción? La cruda realidad es que la nicotina crea un estado de dependencia. Además, muchas personas que piensan seriamente en el problema opinan que no se puede pasar por alto el daño moral y espiritual relacionado con el hábito de fumar.
Objeciones morales
Los cristianos consideran que las objeciones morales y bíblicas respecto al uso del tabaco son de más importancia que las advertencias médicas o las relacionadas con la salud. El empleo del tabaco se originó con el animismo, el espiritismo y la adoración de dioses hechos por el hombre, todo lo cual se condena en la Biblia como prácticas degradantes que alejan a la persona del Creador. (Véase el comentario, “La hoja sagrada que se popularizó”, página 4.) (Romanos 1:23-25.) Fumar es un hábito sucio, peligroso y contrario a las normas cristianas. (2 Corintios 7:1.) Pero es más importante aún reconocer que, por ser adictivo, este hábito queda encuadrado en el campo de la “droguería”: un término condenatorio que la Biblia usa para calificar las prácticas supersticiosas y que ocasionan daño espiritual. (Véase la nota sobre Revelación 21:8; 22:15, que aparece al pie de la página en la nueva Biblia con referencias, en inglés.)
Por consiguiente, existen implicaciones morales serias relacionadas con un hábito que satisface los sentidos a costa de la salud, contamina el aire que nuestro prójimo respira e influye en jóvenes impresionables que comienzan a hacer lo mismo. Después de dedicar alguna reflexión a este asunto y tal vez después de una dolorosa reevaluación, muchos fumadores deciden abandonar el hábito... para su propio bien y para el bien de sus amados.
Invirtiendo el proceso
Para romper con la adicción al tabaco, usted ha de encararse a las presiones de su propio cuerpo y de su entorno. Como fumador, su cuerpo ha desarrollado dependencia de la nicotina. Usted experimenta la misma ansia que han experimentado los fumadores a lo largo de un siglo desde que empezaron a inhalar el humo del cigarrillo. La publicidad en los carteles y en revistas presentan ante usted el hábito de modo atractivo, relacionándolo con el placer, la libertad, la aventura, la belleza y el lujo. Sus compañeros, también fumadores, ven el hábito como algo normal, seguro, inocente, placentero, elegante y sofisticado. Usted ha dado lugar a que la idea de fumar se asiente.
Resumiendo, para que usted se ‘zafe’ del hábito tiene que, personalmente, invertir el proceso por el que la gente ha quedado enviciada. En esta página hallará varias sugerencias prácticas que le ayudarán a resistir la tendencia del mundo; sin embargo, el primer paso es crucial: Sepa por qué debe usted abandonar el hábito. Como dijo el Dr. C. F. Tate en la revista American Medical News, “la decisión tiene que tomarse desde lo más profundo de nuestro ser. Una vez que ha sido tomada, la mayor parte de la batalla habrá terminado”.
¿Y qué hay de los que al parecer no pueden ni desean hacer el cambio que usted personalmente ha decidido hacer? No, es poco probable que la sociedad humana esté dispuesta a dar fin por sus propios esfuerzos a prácticas autodestructivas como su amor al tabaco. Pero podemos tener la seguridad de que Dios cumplirá su promesa de “arruinar a los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.) Y el medio que Dios ha dispuesto para lograrlo —el gobierno celestial del Reino— es nuestra única esperanza, a fin de ver algún día restaurados por toda la Tierra la salud espiritual, moral y física. (Isaías 33:24.)
[Diagrama/Ilustración en la página 9]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
El presupuesto de $2.000 millones anuales que se dedican a la publicidad sobre el tabaco hace palidecer los $7.000.000 que se presupuestan para campañas educativas en contra del hábito de fumar
Publicidad sobre el tabaco
2.000 millones
Educación contra el hábito de fumar
7.000.000
(cada recuadro equivale a un millón de dólares)
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Cómo librarse del hábito¡Despertad! 1986 | 8 de abril
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Cómo librarse del hábito
NO intente ir disminuyendo: Esto sólo prolonga la agonía de abandonar el hábito.
NO derroche su dinero en remedios costosos contra el hábito del tabaco: “Sin ninguna excepción, los remedios que hay en el mercado tienen muy poco que ofrecer como ayuda verdaderamente práctica para el fumador”, según se informó en la revista New Scientist. A este respecto, la revista World Health dijo: “El factor principal para el éxito [...] siempre será la fuerza de voluntad del propio fumador. Los demás son solo placebos”.
ACEPTE su responsabilidad, pero acepte también ayuda: Amigos que le respaldan y que también han dejado de fumar, no tienen precio. Ore. Un sincero deseo de agradar a Dios y hacer su voluntad puede obrar maravillas. (Filipenses 2:4; 4:6, 13.)
RECONOZCA los beneficios de no fumar: Limita los riesgos de muerte (enfermedades cardíacas, apoplejía, bronquitis, enfisema, o cáncer); uno da un buen ejemplo; se ahorra dinero; uno se libra de la suciedad, el mal olor, el causar molestias a otros y de la esclavitud al hábito.
CONOZCA las características del síndrome de abstinencia: Dentro de 12 horas de haberse fumado el último cigarrillo, el corazón y los pulmones empiezan a autorepararse. El índice de monóxido de carbono y nicotina en su cuerpo baja rápidamente. Pero la recuperación de su cuerpo va acompañada de algunos dolores. Usted puede sentirse irritable y de mal genio, pero no necesita un cigarrillo para calmar sus nervios. Esta incomodidad temporal es solo el inicio de una vida más saludable.
ENTIENDA el desafío: Anticípese a posibles problemas. Evite el compadecerse de sí mismo y ceder. Pero, no lo dude, usted puede deshacerse del hábito.
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