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  • Millones de vidas se esfuman
    ¡Despertad! 1995 | 22 de mayo
    • Millones de vidas se esfuman

      ES TODO un éxito de ventas mundial. Cuenta con legiones de adictos y posee un boyante mercado. Sus satisfechos fabricantes presumen de pingües ganancias, influencia política y prestigio. Solo tienen un problema: se les están muriendo los mejores clientes.

      El periódico The Economist señala: “Entre los artículos de consumo mundial más rentables figuran los cigarrillos, el único producto (legal) que, utilizado conforme a las instrucciones, crea hábito y frecuentemente mata al usuario”. ¿Qué balance resulta? Suculentas ganancias para la compañía tabacalera, enormes pérdidas para el consumidor. Según el Centro para el Control y la Prevención de la Enfermedad de Estados Unidos, a los fumadores norteamericanos se les arrebata todos los años unos cinco millones de años de vida, aproximadamente un minuto por cada minuto que fuman. “El tabaco mata a 420.000 estadounidenses todos los años —afirma la revista Newsweek—; 50 veces más que las drogas ilegales.”

      A nivel mundial se producen 3 millones de muertes cada año —seis por minuto— por culpa de este hábito, según el libro Mortality From Smoking in Developed Countries 1950-2000. (Mortalidad por tabaquismo en los países desarrollados 1950-2000. Editado por la Fundación Imperial Británica para la Investigación sobre el Cáncer, la OMS [Organización Mundial de la Salud] y la Sociedad Americana contra el Cáncer.) Este análisis del consumo en cuarenta y cinco naciones es el más completo hasta la fecha. “En la mayoría de los países aún falta lo peor —advierte Richard Peto, de la Fundación Imperial Británica para la Investigación del Cáncer—. De mantenerse así los patrones de consumo, cuando nuestros jóvenes fumadores alcancen la mediana o la tercera edad, ocurrirán 10 millones de muertes anuales atribuibles al cigarrillo, es decir, una cada tres segundos.”

      “El tabaco no es un riesgo más —destaca el Dr. Alan Lopez, de la OMS—. Acaba matando a uno de cada dos fumadores.” En la misma línea, Martin Vessey, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Oxford, dijo: “Los estudios de los últimos 40 años deparan una espantosa conclusión: el hábito matará a la mitad de los tabaquistas; ciertamente, un panorama aterrador”. Desde los años cincuenta se ha cobrado 60 millones de vidas.

      Esta perspectiva también aterra a las tabacaleras. Si todos los años mueren en el mundo tres millones de adictos y un buen número se deshabitúa, es preciso reemplazarlos.

      Las compañías han hallado un nuevo señuelo: el tabaco como su peculiar versión de la liberación femenina. Esta táctica lleva años triunfando en occidente; ahora se ensaya en naciones que antaño estigmatizaban a las fumadoras. Rompiendo esquemas, pretenden ayudar a la mujer a celebrar su recién lograda independencia económica y liberación. La atraen con marcas especiales que dicen tener menos alquitrán y nicotina, y, por tanto, un sabor más suave. Le ofrecen también cigarrillos perfumados o con una línea esbelta, tal como la que ella desea conseguir fumando. El producto se anuncia en Asia con jóvenes y distinguidas modelos vestidas seductoramente al estilo occidental.

      Las muertes por tabaquismo van de la mano con la “liberación” femenina. En Gran Bretaña, Japón, Noruega, Polonia y Suecia hay el doble de casos de cáncer pulmonar femenino que hace veinte años. En Estados Unidos y Canadá la tasa ha aumentado un 300%. Como dice un anuncio de cigarrillos, “has avanzado mucho, nena”.

      Algunas empresas adoptan su propia estrategia. Una tabacalera de Filipinas —país de mayoría católica—, regaló calendarios con la estampa de la Virgen, debajo de la cual aparecían descaradamente los logotipos comerciales. “Nunca había visto nada igual —comenta la Dra. Rosmarie Erben, asesora editorial de la OMS para Asia—. Trataban de vincular el motivo iconográfico al tabaco para que a la mujer filipina no le incomodara fumar.”

      Se calcula que en China fuma el 61% de los varones adultos, frente al 7% de las mujeres. Las compañías tabaqueras occidentales tienen puesta la mira en la “liberación” de las encantadoras damas orientales, millones de las cuales han vivido privadas por tanto tiempo de los “placeres” de que disfrutan sus refinadas hermanas de Occidente. Pero no hay rosa sin espinas: la mayor parte del humo es monopolio del estado.

      Con todo, las empresas occidentales van metiéndose a hurtadillas. Puesto que no pueden hacer mucha propaganda, algunas recurren a la captación subrepticia de clientes. En las películas que China importa de Hong Kong frecuentemente aparecen actores a quienes se paga por fumar, realizando así publicidad encubierta.

      Como cada vez reciben más oposición en su país, las prósperas tabacaleras estadounidenses están extendiendo sus tentáculos para captar nuevas víctimas. Todo indica que su arma letal apunta a las naciones en vías de desarrollo.

      Como indican los titulares, los especialistas de todo el mundo dan la voz de alarma: “África combate una nueva plaga: el tabaco”. “El humo se vuelve fuego: se dispara en Asia el mercado tabacalero.” “El tabaquismo asiático provocará una epidemia de cáncer.” “El tercer mundo lucha ahora contra el tabaco.”

      Aunque el continente africano se ha visto azotado por las sequías, las guerras civiles y el sida, “si dejamos aparte la guerra nuclear y el hambre —señala el Dr. Keith Ball, cardiólogo británico—, el tabaco es la mayor amenaza para la salud futura de África”.

      Los agricultores africanos siembran tabaco por encargo de las grandes multinacionales. Talan los árboles, de los que dependen para guisar, calentarse y construir sus casas, y los hacen leña para curar las hojas de tabaco. Los tabacales son más rentables que los huertos. Buena parte de los raquíticos salarios africanos se dedica a cigarrillos. Mientras las familias enflaquecen por la desnutrición, las tabacaleras de Occidente engrosan sus arcas.

      África, Europa Oriental e Hispanoamérica son el objetivo de las compañías tabaqueras occidentales, para las que el mundo en desarrollo representa un gigantesco mercado. Pero la populosa Asia es, con diferencia, la mayor mina de oro. Tan solo en China, el número de fumadores —300 millones— supera a la población de Estados Unidos. Fuman 1,6 billones de cigarrillos anuales, un tercio del consumo mundial.

      “Los médicos afirman que el auge del tabaco en Asia tiene repercusiones absolutamente terroríficas”, señala The New York Times. Richard Peto calcula que dos de los diez millones de muertes por año que se prevén para las próximas dos o tres décadas ocurrirán en China. Según este mismo experto, 50 millones de niños de ese país pueden morir en el futuro de enfermedades ligadas al tabaco.

      El Dr. Nigel Gray resumió así la situación: “China y las naciones de Europa Oriental están condenadas a una gran epidemia de males tabaquistas por culpa de su historial durante las pasadas cinco décadas”.

      “¿Es posible que un producto que ocasiona anualmente 400.000 muertes prematuras en Estados Unidos —cuya administración lucha por persuadir a los ciudadanos a deshabituarse— cambie tan pronto cruza las fronteras americanas? —preguntó el Dr. Prakit Vateesatokit, de la Campaña Antitabaco de Tailandia—. ¿Acaso se vuelve irrelevante la salud cuando el producto se exporta al extranjero?”

      La expansión del negocio tabaquero tiene al gobierno estadounidense como poderoso aliado. Ambos han tratado de penetrar en los mercados extranjeros, particularmente en los asiáticos. Por años estuvo prohibido vender cigarrillos americanos en Japón, Taiwan, Tailandia y otros países, algunos de los cuales poseían un monopolio estatal. Aunque los grupos antitabaco protestaron por las importaciones, la administración americana amenazó con usar un arma muy persuasiva: las sanciones arancelarias.

      Desde 1985, muchos países han sucumbido a la coacción y han dejado entrar un aluvión de cigarrillos de Estados Unidos, cuyas exportaciones de tabaco se elevaron un 75% durante 1988.

      Quizá la víctima más lamentable de la guerra tabaquera sea la infancia. Según un estudio mencionado en The Journal of the American Medical Association, “los niños y los adolescentes constituyen el 90% de los nuevos fumadores”.

      Según cálculos de la revista U.S.News & World Report, fuman 3,1 millones de adolescentes norteamericanos. Cada día se inician en el hábito 3.000 personas, lo que representa 1.000.000 anual.

      La estrella de un anuncio de tabaco es un camello de caricatura amante de juergas y otros placeres, que suele aparecer con un cigarrillo en los labios. A este anuncio se le achaca que los jóvenes muerdan el anzuelo y se esclavicen a la nicotina cuando aún no comprenden su insalubridad. A los tres años de su debut, las ventas de la compañía aumentaron un 64% entre los adolescentes. Según un estudio de la Facultad de Medicina de Georgia (E.U.A.), el 91% de los encuestados de 6 años de edad conocían al giboso fumador.

      Otro famoso motivo promocional es el vaquero audaz y muy macho que, según un adolescente, transmite este mensaje: “Cuando fumas, no hay nada que te detenga”. Se afirma que el artículo de consumo más vendido mundialmente es una marca de cigarrillos que acapara al 69% de los fumadores adolescentes y es la más anunciada. Como incentivo, las cajetillas llevan cupones canjeables por pantalones vaqueros, gorras y prendas deportivas juveniles.

      Conscientes del irresistible magnetismo de la publicidad, los grupos antitabaco han logrado que en muchos países se prohíba anunciar cigarrillos por radio y televisión. Pero un modo en que los ladinos anunciantes burlan la restricción es colocando estratégicamente sus carteles en los encuentros deportivos. Así, en la retransmisión de un partido, que convoca a muchos jóvenes, puede aparecer su jugador favorito con un enorme anuncio de cigarrillos como fondo.

      Asimismo, algunas mujeres se visten astutamente con minifaldas, o con ropa vaquera o de safari, y se apostan en el centro de las ciudades y cerca de los colegios para obsequiar cigarrillos a los muchachos, que caen víctimas de la avidez o de la curiosidad. En los establecimientos de videojuegos, discotecas y conciertos roqueros circulan muestras gratuitas. En cierta ocasión se filtró a la prensa el plan de comercialización de una marca canadiense que aspiraba a captar varones francófonos de 12 a 17 años.

      El mensaje es claro: fumar es un placer saludable, viril y popular. “En mi trabajo —señaló un asesor publicitario— hacíamos un gran esfuerzo por inducir a los jóvenes de 14 años a fumar.” Los anuncios de Asia presentan jóvenes occidentales atléticos, pletóricos de salud, divirtiéndose en la playa o en las canchas, pero, cómo no, con un cigarro en los labios. “Los modelos y estilos de vida occidentales forjan un patrón que apetece imitar —comentó cierta publicación de mercadotecnia—, del que nunca se cansan los fumadores asiáticos.”

      Los miles de millones de dólares invertidos en publicidad por las tabacaleras han cosechado un gran éxito. Un informe especial publicado en Selecciones del Reader’s Digest indicó que el aumento en la cantidad de fumadores jóvenes es alarmante: “En las islas Filipinas, 22.7 por ciento de la población menor de 18 años fuma. En algunas ciudades latinoamericanas, la proporción es de un asombroso 50 por ciento, y en Hong Kong hay niños de siete años que ya han adquirido el hábito”.

      Sin embargo, al tiempo que celebran sus conquistas en el extranjero, los fabricantes constatan con pesar que se avecinan nubarrones en el cielo americano. ¿Podrán capear el temporal?

      [Comentario en la página 3]

      Se les están muriendo los mejores clientes

      [Comentario en la página 5]

      Asia alberga los nuevos y humeantes campos de exterminio

      [Comentario en la página 6]

      Niños y adolescentes constituyen el 90% de los nuevos fumadores

      [Fotografías en la página 7]

      Refinada modelo asiática y las presas

      [Recuadro en la página 4]

      Ingredientes del humo letal

      Los fabricantes de cigarrillos pueden emplear hasta setecientos aditivos químicos, que la ley les permite mantener en secreto. Se sabe que en la lista figuran metales pesados, insecticidas y pesticidas. Algunos componentes son tan tóxicos que es ilegal arrojarlos a un vertedero. Las gráciles volutas de humo contienen unas cuatro mil sustancias, entre ellas acetona, arsénico, butano, cianuro y monóxido de carbono. Los pulmones del fumador y de quienes lo rodean están expuestos a un mínimo de cuarenta y tres agentes cancerígenos.

      [Recuadro en la página 5]

      El no fumador corre peligro

      ¿Trabaja, convive o viaja usted con fumadores empedernidos? De ser así, tal vez sea más propenso al cáncer de pulmón y las afecciones cardíacas. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos publicó un estudio en 1993, en el que llegó a la conclusión de que el humo del tabaco que flota en el ambiente es un carcinógeno del grupo A, el más peligroso. El extenso informe analizó los resultados de treinta estudios sobre el humo de las bocanadas y de las colillas.

      Esta agencia atribuye al tabaquismo pasivo 3.000 del total de muertes por cáncer de pulmón que se registran anualmente en su país. La Asociación Médica Estadounidense publicó en junio de 1994 un estudio que corrobora estas conclusiones. Según este, las mujeres que no han fumado nunca pero están expuestas al humo ajeno tienen un 30% más de probabilidades de contraer cáncer de pulmón que otras personas que nunca han consumido tabaco.

      En el caso de los niños pequeños, la exposición al humo propicia anualmente entre 150.000 y 300.000 casos de bronquitis y neumonía. Todos los años, entre 200.000 y 1.000.000 de niños norteamericanos tienen síntomas asmáticos agravados por culpa del humo.

      La Asociación Estadounidense del Corazón calcula que se producirán 40.000 muertes cada año a causa de enfermedades cardiovasculares precipitadas por el tabaquismo pasivo.

  • Globos endebles defienden el tabaco
    ¡Despertad! 1995 | 22 de mayo
    • Globos endebles defienden el tabaco

      EN LOS años cuarenta, Londres se hallaba asediado. Alemania enviaba cazas y bombas volantes que sembraban el pánico y la desolación a su paso. De no haber sido tan crítica la situación, los londinenses quizás habrían sonreído ante un raro espectáculo.

      Atados a largos cables, miles de globos de gran tamaño flotaban en el cielo. Pretendían disuadir a los pilotos enemigos de hacer incursiones a baja altura, y, de paso, interceptar alguna que otra bomba volante. Pero, por ingeniosa que fuera, la barrera de globos tuvo escasa efectividad.

      Otro tanto les ha ocurrido a las tabacaleras. Los imperios del humo, antaño bastiones inexpugnables con gran poderío político y económico, son el blanco de ataques desde todas las direcciones.

      La comunidad médica arremete con una avalancha de estudios acusadores. Las huestes sanitarias de la cruzada antitabaco sacan partido de la situación. Los indignados padres protestan porque las víctimas son sus hijos. Los legisladores actúan con decisión y prohíben fumar en oficinas, restaurantes, cuarteles y aviones. En muchos países no se permite anunciar cigarrillos por radio ni por televisión. Estados enteros de Norteamérica se querellan contra las compañías y piden indemnizaciones millonarias por los gastos de salud que les ocasionan. Hasta los abogados están uniéndose a la causa.

      Con intención de repeler los ataques, las tabacaleras elevan sus endebles globos defensivos: argumentos que, al parecer, son inflados y vacíos.

      El año pasado, el público estadounidense siguió de cerca la vigorosa ofensiva organizada contra la industria del tabaco por unos cuantos legisladores indignados y las autoridades sanitarias estatales. En las audiencias celebradas ante una comisión del Congreso en abril de 1994, los directivos de siete grandes empresas del país se vieron cara a cara con las estadísticas incriminatorias: más de 400.000 muertes cada año y millones de adictos, enfermos o moribundos.

      ¿Algo que alegar en defensa propia? Los ejecutivos litigantes esgrimieron algunos argumentos de interés: “Está por demostrar que el cigarrillo sea un agente causal de enfermedades”, afirmó el portavoz de un instituto tabaquero. Por si fuera poco, se dijo que el tabaco era tan inocuo como otros placeres, tales como los dulces o el café. “La presencia de la nicotina no convierte al cigarrillo en una droga, ni el fumar en una adicción”, alegó el presidente de una compañía tabaquera. “La premisa de que la nicotina de los cigarrillos es adictiva, sin importar la cantidad, es errónea”, aseveró un científico de una tabacalera.

      ‘Si los cigarrillos no crean adicción —replicó la comisión—, ¿por qué han tratado las compañías de manipular los niveles de nicotina de sus productos?’ ‘Por el sabor —explicó un alto cargo de otra empresa—. ¿Hay algo peor que un cigarrillo insípido?’ Cuando se le confrontó con un arsenal de estudios —sacados de los archivos de su propia compañía— que indicaban el carácter adictivo de la nicotina, se aferró a su argumento.

      Todo indica que él, como muchos otros, mantendrá esa postura aunque los cementerios rebosen de víctimas del tabaquismo. A principios de 1993, el Dr. Lonnie Bristow, presidente del Consejo de Administración de la Asociación Médica Estadounidense, planteó un interesante desafío. Según la revista oficial de dicha asociación, “invitó a los dirigentes de las principales tabacaleras estadounidenses a recorrer con él las salas de los hospitales para ver una de las secuelas del tabaquismo: pacientes con afecciones pulmonares graves tales como el cáncer de pulmón. Nadie aceptó la invitación”.

      La industria tabaquera alardea de crear buenos trabajos en un mundo donde crece el desempleo. En la Argentina, por ejemplo, ocupa a un millón de trabajadores, y otros cuatro millones están relacionados indirectamente con ella. En el caso de muchos gobiernos, las tabacaleras se han granjeado su beneplácito con grandes contribuciones fiscales.

      En un aparente alarde de civismo, cierta tabacalera favorece a grupos minoritarios con generosos donativos. Sin embargo, los documentos internos de la compañía manifestaron los verdaderos motivos de esta “partida para el desarrollo del electorado”: ganarse el favor de los potenciales votantes.

      Esta tabaquera también se ha congraciado con parte del mundo cultural dando grandes contribuciones a museos, escuelas, academias de baile e instituciones musicales. Los representantes de las organizaciones artísticas están muy dispuestos a recurrir a las tabacaleras en busca del dinero que tanto necesitan. No hace mucho, varios miembros del ambiente artístico neoyorquino se vieron ante un incómodo dilema cuando esta compañía les pidió apoyo para presionar en contra de la legislación antitabaco.

      Es bien sabido que los opulentos magnates tabaqueros no dudan en dar dinero a los políticos, quienes se valen de sus influencias para oponerse a las propuestas contrarias a los intereses de las compañías. La causa del tabaco es defendida por altos cargos del estado. Algunos tienen vínculos con la industria o se ven obligados a corresponder al apoyo pecuniario que recibieron durante su campaña.

      Se dice que un congresista estadounidense recibió de las tabacaleras más de 21.000 dólares en donativos lo cierto es que votó en contra en varios puntos que afectaban al tabaco.

      Un ex senador y fumador empedernido, que ganó mucho dinero colaborando en un grupo de presión tabaquero, descubrió hace poco que tenía cáncer de garganta, pulmón e hígado. Ahora, lamentándose, admite apenado que la persona que yace enferma “por algo que ella misma se causó” se siente estúpida.

      Los colosos del tabaco contraatacan con todo el poder de los dólares publicitarios. Cierto anuncio apela a la libertad y advierte con solemnidad: “Hoy es el cigarrillo. ¿Qué será mañana?”, insinuando así que la cafeína, el alcohol y las hamburguesas serán las próximas víctimas de los “fanáticos” prohibicionistas.

      Se publican anuncios para desacreditar un conocido estudio, realizado por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos, que tilda de cancerígeno al tabaquismo pasivo. Las compañías han anunciado que recurrirán a los tribunales. Un programa televisivo acusó a cierta compañía de jugar con la nicotina para crear adictos. La red de emisoras que transmitió el espacio no tardó en recibir una demanda que solicitaba una indemnización de 10.000 millones de dólares.

      Aunque las tabacaleras luchan con todas sus fuerzas, el aire está cada vez más cargado de acusaciones. Los cincuenta mil estudios realizados en las últimas cuatro décadas constituyen una creciente montaña de pruebas de que fumar es perjudicial.

      ¿Cómo tratan de soslayar las empresas estas acusaciones? Aferrándose tercamente a un “hecho”: ‘Dado que las personas dejan de fumar, la nicotina no puede ser adictiva’. Pero las estadísticas contradicen esta tesis. Aunque 40 millones de estadounidenses se han deshabituado, otros 50 millones siguen fumando y el 70% de ellos afirma que desea dejar el tabaco. El 90% de los 17 millones que intentan abandonarlo anualmente fracasa en menos de un año.

      En el caso de los fumadores estadounidenses, casi la mitad de los operados por cáncer de pulmón reincide en el hábito, el 38% de los que tienen ataques cardíacos vuelve a consumir tabaco aun antes de salir del hospital y el 40% de los que han pasado por la extracción de una laringe cancerosa intenta volver a fumar.

      Tres cuartas partes de los millones de adolescentes que fuman en Estados Unidos dicen que, al menos una vez, han intentado en serio dejar el hábito, pero han fracasado. Además, las estadísticas indican que para muchos jóvenes el tabaco es la antesala del consumo de drogas más duras. En comparación con los no fumadores, los adolescentes que fuman tienen un 50% más de probabilidades de usar cocaína. Una fumadora de 13 años corrobora este hecho: “No tengo la menor duda de que el cigarrillo abre la puerta al mundo de las drogas —escribió—. Salvo tres de mis conocidos, todos los demás fumaban antes de meterse en las drogas”.

      ¿Serán mejores los cigarrillos bajos en alquitrán? Según los estudios, hasta pudieran ser peores por dos motivos: primero, se tiende a inhalar con más intensidad para extraer la nicotina que el cuerpo ansía, aumentando así la cantidad de tejido pulmonar expuesta a los efectos tóxicos del humo; y segundo, el error de que son “más sanos” puede disuadir al fumador de abandonar el hábito.

      En torno a la nicotina hay más de dos mil estudios, de los que se desprende que es una de las sustancias más adictivas y peligrosas que se conocen. Acelera las palpitaciones y provoca vasoconstricción. Es más rápida que una inyección intravenosa, pues tarda solo siete segundos en llegar a la sangre. Condiciona al cerebro para que desee más, una apetencia que, según algunas opiniones, es el doble de adictiva que la heroína.

      A pesar de que lo niegue, ¿es consciente la industria tabaquera de las propiedades adictivas de la nicotina? Hay indicios de que lo ha sabido por mucho tiempo. Por ejemplo, un informe de 1983 muestra que un investigador de cierta compañía observó en las ratas de laboratorio los síntomas típicos de la adicción, pues ellas mismas accionaban palancas para administrarse dosis regulares de nicotina. Se afirma que la compañía no tardó en suprimir el estudio, que recientemente ha salido a la luz.

      Los gigantes del tabaco no se han quedado de brazos cruzados mientras los atacan desde todos los ángulos. En palabras del periódico The Wall Street Journal, el Consejo de Investigación del Tabaco de la ciudad de Nueva York realiza “la mayor campaña desinformativa de la historia económica de Estados Unidos”.

      Escudándose en los estudios independientes, el consejo ha invertido millones de dólares en la lucha con sus oponentes. Todo comenzó en 1953, cuando el Dr. Ernst Wynder, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center, descubrió que la aplicación de alquitrán de tabaco en el lomo de los ratones les provocaba tumores. Las tabacaleras crearon el consejo para neutralizar con sus propios datos los hechos evidentes que se recopilaran.

      ¿Cómo es posible que los científicos del consejo extraigan conclusiones tan diferentes a las del resto de los investigadores? La reciente divulgación de ciertos documentos destapó una maraña de intrigas. Muchos investigadores del consejo, coartados por los contratos y bajo el constante escrutinio de abogados puntillosos, hallaron que la creciente preocupación por la salud tenía fundamento, pero al encararse a la realidad, —según The Wall Street Journal— “a veces rechazaban o mutilaban sus propios estudios si implicaban que fumar era un peligro para la salud”.

      A puerta cerrada, prosiguieron durante años la búsqueda de un cigarrillo más “seguro”. De haberlo hecho en público, habrían admitido tácitamente que fumar es peligroso para la salud. A finales de los años setenta, un abogado decano de cierta tabaquera recomendó abandonar la búsqueda por fútil y ocultar todos los documentos al respecto.

      Los años de experimentación aportaron dos conclusiones: la nicotina es claramente adictiva, y fumar es letal. Aunque en público nieguen los hechos con vehemencia, las tabacaleras demuestran con sus acciones que conocen muy bien la realidad.

      David Kessler, comisionado de la Administración para los Fármacos y Alimentos de Estados Unidos, las acusó de manipulación deliberada del producto: “Algunos cigarrillos actuales son, en realidad, avanzados dosificadores que suministran la nicotina en las cantidades precisas [...] para crear el hábito y perpetuarlo”.

      Según Kessler, las patentes que poseen las compañías revelan sus intenciones. Así, hay una variedad de tabaco, modificado genéticamente, que produce el mayor nivel de nicotina conocido. Otro proceso potencia dicho nivel tratando químicamente los filtros y papeles. Un método diferente consigue que las primeras inhalaciones tengan más nicotina que las últimas. Además, los documentos de la industria muestran que el tabaco contiene aditivos amoniacales para liberar más nicotina. “Ahora, cuando se inhala el humo, va a parar a la sangre del fumador casi el doble de la cantidad que antes”, dice un informe del New York Times. La Administración para los Fármacos y Alimentos ha proclamado que la nicotina es una droga adictiva y pretende controlar con mayor firmeza los cigarrillos.

      A su modo, los gobiernos tienen dependencia del tabaco. El de Estados Unidos, por ejemplo, recauda 12.000 millones de dólares al año en impuestos estatales y federales que gravan los productos del tabaco. Pero, según una evaluación de la Oficina de Tasación Tecnológica Federal, se pierden 68.000 millones de dólares anuales por gastos sanitarios y merma de la productividad.

      Las compensaciones económicas y los abundantes empleos, el mecenazgo cultural y las negativas tajantes de que haya riesgos para la salud forman parte de los peculiares y endebles “globos” en que se escudan las tabacaleras. Queda por ver si serán más efectivos que la barrera londinense de globos.

      Es evidente, pues, que las mastodónticas empresas no pueden ocultar lo que son. Han ganado millones matando a millones de personas, sin que parezca inmutarles el terrible costo.

      [Comentario en la página 8]

      Al parecer, solo tienen argumentos inflados y vacíos

      [Comentario en la página 9]

      Según un estudio del gobierno, el tabaquismo pasivo es cancerígeno

      [Comentario en la página 10]

      La nicotina es una de las sustancias más adictivas que se conocen

      [Comentario en la página 11]

      Han ganado millones matando a millones

      [Recuadro en la página 10]

      ¿Qué han hallado los 50.000 estudios?

      He aquí algunos ejemplos de la inquietud de los investigadores tocante a los riesgos que representa el tabaco.

      CÁNCER DE PULMÓN: El 87% de las muertes por cáncer pulmonar corresponde a fumadores.

      ENFERMEDADES CARDÍACAS: El fumador corre un riesgo 70% mayor de padecer afecciones cardiovasculares.

      CÁNCER DE MAMA: Las mujeres que fuman más de cuarenta cigarrillos diarios tienen un 74% más de posibilidades de morir por esta causa.

      PROBLEMAS AUDITIVOS: Los hijos cuyas madres fuman tienen una mayor dificultad para procesar el sonido.

      RIESGOS PARA LOS DIABÉTICOS: El diabético que fuma o masca tabaco corre más riesgo de tener problemas renales y una retinopatía (afección de la retina) de avance acelerado.

      CÁNCER DE COLON: Dos estudios, en los que participaron más de ciento cincuenta mil individuos, indican que hay una clara conexión entre el tabaco y este tipo de cáncer.

      ASMA: El humo de segunda mano puede agravar el asma en los jóvenes.

      PREDISPOSICIÓN A FUMAR: Las hijas cuyas madres fumaron durante el embarazo tienen una probabilidad cuatro veces mayor de adquirir el hábito.

      LEUCEMIA: Se cree que el tabaco causa leucemia mieloide.

      LESIONES AL HACER EJERCICIO: Según un estudio del ejército estadounidense, los fumadores están más expuestos a lesionarse mientras se ejercitan.

      MEMORIA: La nicotina en altas dosis puede hacer que merme la agilidad intelectual cuando se realizan tareas complejas.

      DEPRESIÓN: Los psiquiatras procuran demostrar la conexión entre el tabaco y la depresión grave e incluso la esquizofrenia.

      SUICIDIO: Un estudio realizado con enfermeras indicó que los atentados contra la vida propia son el doble de frecuentes entre las que fuman.

      Otros peligros para añadir a la lista: cáncer de boca, laringe, garganta, esófago, páncreas, estómago, intestino delgado, vejiga, riñón y cuello del útero; apoplejía, ataques cardíacos, enfermedades crónicas del pulmón, afecciones circulatorias, úlceras pépticas, diabetes, infertilidad, poco peso al nacer, osteoporosis e infecciones en el oído. A esto se suma el riesgo de incendios, pues fumar es la principal causa de tales siniestros en los hogares, hoteles y hospitales.

      [Recuadro en la página 12]

      Aunque no humee, también es peligroso

      La empresa líder en el mercado del rapé, que factura 1.100 millones de dólares, pesca a los incautos pececillos con su aromatizado cebo. Ofrece productos con diversos sabores que gozan de mucha popularidad. La leve sensación que produce el tabaco satisface solo durante un tiempo. Un ex vicepresidente de la compañía dijo: “Muchos se inician con los productos aromatizados, pero acaban consumiendo [la marca más fuerte]”, que, según los anuncios, es “Rapé fuerte para los hombres fuertes” y “Satisface”.

      El periódico The Wall Street Journal, que hizo mención de la estrategia de la compañía tabaquera, señaló que esta desmentía toda “manipulación de los niveles de nicotina”. Agregó además que dos ex químicos de la compañía que hablaron del asunto por primera vez, hicieron la siguiente observación: “La tabacalera no manipula los niveles de nicotina, pero sí la cantidad que absorbe el usuario”. Según ellos, la empresa añade productos químicos que potencian la alcalinidad del rapé. Cuanto más alcalino sea, “más nicotina liberará”. El rotativo añadió la siguiente aclaración: “El rapé, que a veces se confunde con el tabaco de mascar, es tabaco triturado que en vez de mascarse, se chupa; el consumidor toma una pizca y lo coloca entre la mejilla y la encía, esparciéndolo con la lengua y escupiendo de vez en cuando”.

      Las variedades aromatizadas que se ofrecen al usuario novel solo liberan para la absorción en la sangre entre el 7 y el 22%, de la nicotina que contienen. Sin embargo, la marca más potente puede provocar náuseas al nuevo consumidor. Viene picado muy menudo para los hombres “de verdad”. El 79% de la nicotina está lista para su absorción inmediata en el torrente sanguíneo. En Estados Unidos el usuario medio de rapé comienza a los 9 años, y ¿qué niño de esta edad no va querer pasarse a la marca “fuerte” para ser un hombre “de verdad”?

      La dosis de nicotina que acaba consumiéndose es, en efecto, más potente que la del cigarrillo. Hay informes de que el usuario es cuatro veces más propenso a tener cáncer bucal, y corre un riesgo cincuenta veces mayor de padecer cáncer de garganta que la persona que no lo consume.

      En Estados Unidos hubo protestas generalizadas cuando la madre del que fuera un gran atleta de la secundaria demandó a una tabacalera porque su hijo había muerto de cáncer bucal. Este había recibido una lata gratis de rapé en un rodeo cuando tenía 12 años y acabó consumiendo cuatro latas semanales. Tras varias operaciones dolorosas que le fueron cercenando la lengua, la mandíbula y el cuello, los médicos lo desahuciaron. Murió a la edad de 19 años.

      [Recuadro en la página 13]

      Cómo dejar el hábito

      Millones de personas han superado la adicción a la nicotina. Aunque lleve mucho tiempo fumando, usted también puede librarse de este vicio. He aquí algunos consejos útiles:

      • Infórmese de antemano sobre qué puede esperar. Entre los síntomas de abstinencia figuran ansiedad, irritabilidad, mareo, dolor de cabeza, insomnio, malestar estomacal, hambre, intensas ganas de fumar, falta de concentración y temblores. Es cierto que no es un panorama agradable, pero los síntomas más intensos duran solo unos cuantos días y van desapareciendo a medida que el cuerpo se desintoxica.

      • En este punto, comienza la parte más reñida de la batalla mental. No solo anhela la nicotina su cuerpo, sino que su mente está condicionada por los patrones de conducta relacionados con fumar. Analice su programa de actividades para ver cuándo recurría automáticamente al cigarrillo y modifíquelo. Por ejemplo, si acostumbraba fumar después de las comidas, levántese inmediatamente a dar un paseo o a lavar los platos.

      • Cuando lo ataque el deseo con vehemencia, tal vez debido a la tensión, tenga presente que el impulso suele remitir a los cinco minutos. Esté preparado para distraer la mente escribiendo una carta, haciendo ejercicio, o comiendo un tentempié saludable. Es muy útil orar pidiendo dominio.

      • Si ha fracasado en varias tentativas y está desanimado, no se desespere: lo importante es proseguir con la lucha.

      • Si le asusta la idea de ganar peso, tenga en cuenta que los beneficios de dejar el cigarrillo superan con creces a los peligros de engordar unos cuantos kilos. Tal vez le convenga tener a mano frutas y verduras. No se olvide de beber agua en abundancia.

      • Dejar de fumar es una cosa; no recaer es otra muy distinta. Fíjese períodos sin tabaco: un día, una semana, tres meses, toda la vida.

      Jesús dijo: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Marcos 12:31.) Si desea amar a su prójimo, deje de fumar. Si desea amarse a sí mismo, deje de fumar. (Véase “El tabaco. El punto de vista cristiano”, ¡Despertad!, 8 de julio de 1989, páginas 13-15.)

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