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El lugar que ocupan los deportes¡Despertad! 1991 | 22 de agosto
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El lugar que ocupan los deportes
EN LA Biblia se dice que el Magnífico Creador es el “Dios feliz”, y quiere que sus criaturas sean felices. (1 Timoteo 1:11.) De modo que no debería sorprender que crease a los humanos con la capacidad de disfrutar del juego. The New Encyclopædia Britannica comenta: “La historia del deporte y los juegos forma parte de la historia del hombre”.
Se dice que la aparición de la pelota ha sido el factor más significativo en la historia de los juegos. “El ver que los animales disfrutan de jugar con cualquier cosita —dice la enciclopedia que acabamos de citar— da a entender que posiblemente no ha habido un tiempo [...] en el que no se persiguiese o lanzase un objeto a modo de pelota.”
Es interesante el hecho de que desde tiempos antiguos también se ha utilizado algún instrumento para golpear la pelota. “Los persas, los griegos y los amerindios usaban palos en algunos de sus juegos —indica la Britannica—. Parece ser que un juego parecido al polo (palabra de origen tibetano) era común entre los persas del tiempo de Darío I (quien reinó desde 522 hasta 486 a. de J.C.). Aunque Escocia afirma que el golf tal como lo conocemos hoy se originó en sus tierras, tuvo respetables antecedentes en los tiempos de Roma y en muchos países europeos.”
Se empieza a dar importancia a los juegos
Siglos antes de que se terminaran de escribir las Escrituras Hebreas (“Antiguo Testamento”), los deportes organizados ya gozaban de popularidad. Por ejemplo, en Olimpia (Grecia) se celebraban unos juegos cada cuatro años. La Britannica dice: “Se conservan registros de los que vencieron en Olimpia entre los años 776 a. de J.C. y 217 A.C.”, un período de casi mil años. Los juegos olímpicos eran tan importantes en la vida de los griegos, que se contaba el tiempo por olimpiadas, término con que se designaba al período de cuatro años comprendido entre la celebración de unos juegos y los siguientes. Así, según ese método antiguo de contar los años, Jesucristo nació durante la 194.a olimpiada.
Las Escrituras Hebreas no dicen nada acerca de los juegos organizados, aunque un profeta habla de “las plazas públicas de [...] [Jerusalén] llenas de niños y niñas [jugando]”. (Zacarías 8:5.) Más de cien años antes del nacimiento de Jesús, se introdujeron en Israel las competiciones atléticas griegas. Se construyó un gimnasio en Jerusalén, y hasta algunos sacerdotes descuidaban sus tareas con el fin de participar en los juegos. (2 Macabeos 4:12-15.)
A César Augusto, quien era el emperador romano cuando Jesús nació, le encantaba el atletismo, por lo que los juegos se hicieron populares en Roma. Sin embargo, las competiciones que realmente interesaban a los ciudadanos romanos eran aquellas en las que los contrincantes peleaban, como el boxeo y la lucha. Estos “deportes” muchas veces degeneraban en competiciones violentas y sangrientas, en las que se hacía combatir a unos hombres contra otros o contra bestias en una lucha a muerte.
Los deportes en el “Nuevo Testamento”
No obstante, el que se abusase de los deportes de una forma tan terrible no significaba que estuviese mal participar en ellos. Nunca leemos en las Escrituras que Jesús o sus seguidores condenasen los juegos o el que se participara en ellos. Al contrario, los apóstoles utilizaron con frecuencia rasgos de ellos para ilustrar sus enseñanzas.
Por ejemplo, el apóstol Pablo debía pensar en las carreras pedestres de los juegos olímpicos cuando escribió a los cristianos las siguientes palabras alentadoras: “¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren, pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen”. Y añadió: “Todo hombre que toma parte en una competencia ejerce autodominio en todas las cosas. Pues bien, ellos, por supuesto, lo hacen para obtener una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible”. (1 Corintios 9:24, 25.)
En otra ocasión, Pablo dijo que un cristiano debería correr con determinación para ganar el premio de la vida. “Prosigo hacia la meta para el premio de la llamada hacia arriba por Dios”, escribió. (Filipenses 3:14.) Además, cuando ilustró la necesidad de adherirse a las reglas de una vida moral, recordó a Timoteo: “Si alguien compite hasta en los juegos, no es coronado a menos que haya competido de acuerdo con las reglas”. (2 Timoteo 2:5.) Y el apóstol Pedro escribió que los pastores cristianos que cumplen bien con sus tareas “recibirán la inmarcesible corona de la gloria”.
El joven Timoteo seguramente pastoreó a cristianos a los que les gustaban los deportes. Por eso, Pablo le escribió que “el entrenamiento corporal [como el de un gimnasta] es provechoso para poco”, reconociendo que los ejercicios gimnásticos que los griegos practicaban rigurosamente eran de cierto beneficio. “Pero —añadió en seguida— la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.” (1 Timoteo 4:8; véase la nota al pie de la página.)
El lugar apropiado del ejercicio
De modo que las Escrituras indican que el ejercicio corporal puede ocupar su debido lugar en la vida. Sin embargo, hace falta tener equilibrio, ser razonables. “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes”, escribió Pablo. (Filipenses 4:5.) Pero, ¡qué difícil es conseguir ese equilibrio!
Los griegos de la antigüedad concedían importancia excesiva a los juegos, y los romanos practicaban deportes violentos que perjudicaban tanto a los participantes como a los que disfrutaban de tales espectáculos sangrientos. Por otro lado, algunos han reprimido y hasta prohibido los juegos en el nombre de la religión. The New Encyclopædia Britannica comentó: “Las actitudes puritanas del siglo XVII limitaron las diversiones de la gente en Europa y América”.
En los últimos tiempos, los deportes han experimentado un resurgimiento que posiblemente no tiene igual en la historia. “Probablemente, las personas hablan más de los deportes que de cualquier otro tema, aparte del tiempo”, dice The World Book Encyclopedia. Hasta se ha llamado a los deportes “el opio de las masas”.
¿Cuáles son algunos de los problemas que ha creado ese fervor por los deportes? ¿Están usted o su familia sufriendo algún efecto adverso debido a ello? ¿Cómo pueden mantenerse los deportes en el lugar apropiado?
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Problemas de los deportes de hoy¡Despertad! 1991 | 22 de agosto
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Problemas de los deportes de hoy
LA GENTE solía razonar que los deportes eran provechosos porque formaban el carácter de la persona. Afirmaban que los partidos promovían el aprecio por el trabajo duro, la deportividad y la satisfacción de jugar. Hoy día, sin embargo, a muchas personas estos argumentos les suenan vacíos, hasta hipócritas.
Uno de los problemas principales radica en el énfasis que se pone en ganar. La revista Seventeen llama a eso “una cara oscura de los deportes”. ¿Por qué? Porque, citando de la misma revista, “ganar adquiere más importancia que la honradez, las tareas escolares, la salud, la felicidad y la mayoría de los demás aspectos importantes de la vida. Ganar lo es todo”.
La experiencia de Kathy Ormsby, una universitaria estadounidense que sobresalió en el atletismo, sirve para ilustrar las lamentables consecuencias de poner demasiado énfasis en los logros deportivos. El 4 de junio de 1986, unas semanas después de establecer un récord universitario nacional femenino en la carrera de 10.000 metros, Kathy salió de la pista mientras competía en los campeonatos de la NCAA (National Collegiate Athletic Association), corrió hacia un puente cercano y trató de suicidarse tirándose de él. Aunque sobrevivió, quedó paralítica de cintura para abajo.
Scott Pengelly, un psicólogo que trata a atletas, comentó que el caso de Kathy no es único. Tras el intento de suicidio de esta joven, Pengelly informó: “Recibí llamadas telefónicas en las que me decían: ‘Creo que a mí me ocurre lo mismo’”. Otra atleta, Mary Wazeter, de la universidad de Georgetown (E.U.A.), que logró un récord nacional para su edad en un medio maratón, también intentó suicidarse tirándose de un puente, y quedó paralítica para el resto de su vida.
La presión para ganar, para responder a las expectativas, puede ser inmensa, y las consecuencias del fracaso, devastadoras. Donnie Moore era un destacado lanzador del equipo de béisbol California Angels. Si hubiese logrado un strike más, habría conseguido que su equipo pasase a la Serie Mundial de béisbol de 1986. Pero el bateador del equipo de Boston (Massachusetts) logró una home run (carrera completa) y su equipo no solo ganó el partido, sino también el campeonato de la Liga Americana, y así se clasificó para la Serie Mundial. Donnie, quien según sus amigos estaba obsesionado por su fracaso, se suicidó de un disparo.
Una competencia extremada
Un problema relacionado con el que se acaba de exponer típico de los deportes de hoy día es la extremada competencia. No es exagerado decir que los competidores pueden transformarse en verdaderos monstruos. Cuando era campeón de peso pesado, el boxeador Larry Holmes dijo que una vez que subía al cuadrilátero tenía que cambiar. “Debía dejar fuera la bondad y sacar a relucir todo lo malo —explicó—, como el doctor Jekyll y míster Hyde.” Los deportistas llegan a tener un impulso obsesivo de tratar de impedir que los ganen otros tan buenos como ellos.
“Hay que tener ese fuego dentro —dijo en cierta ocasión un ex entrenador de fútbol americano—, y no hay nada que alimente tanto ese fuego como el odio.” Se informa que incluso el anterior presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, dijo en cierta ocasión a un equipo de fútbol americano universitario: “Pueden sentir un odio limpio al contrincante. Es un odio limpio, pues solo está relacionado con la camiseta”. Pero ¿está bien llegar a tener odio a un contrincante?
En cierta ocasión, Bob Cousy, una estrella del baloncesto que jugó en el equipo de los Boston Celtics, habló de su labor de marcar a Dick Barnett, un jugador de Los Angeles Lakers que conseguía muchas canastas. “Me senté en mi cuarto desde la mañana hasta la noche —dijo Cousy—. Todo lo que hice fue pensar en Barnett; por un lado repasaba la manera de marcarle, y por otro iba sintiendo odio hacia él. Cuando llegó el momento de salir a la cancha, estaba tan enfurecido que si Barnett me hubiese dicho un simple ‘hola’, probablemente le habría dado una patada en la boca.”
Lo cierto es que muchas veces los jugadores salen con la intención de lesionar a sus oponentes, y se les recompensa por ello. El cronista deportivo Ira Berkow dijo que un jugador de fútbol americano que logra que un contrincante tenga que abandonar el partido por lesión es “abrazado y estrechado [por los demás jugadores de su equipo] por haber hecho un buen trabajo. Si ha dado suficientes de esos golpes fuertes, [...] se le recompensa al final de la temporada con un aumento de sueldo o, en el caso de jugadores menos destacados, con otro contrato. Por eso los jugadores llevan con orgullo sus apodos, como Joe Greene, el Ruin, Jack (el Asesino) Tatum”, etcétera. (The New York Times, 12 de diciembre de 1989.)
Fred Heron, jugador (defensive tackle) del equipo de fútbol americano St. Louis, comentó: “Los entrenadores nos dijeron que el punto débil del quarterback (cerebro o mariscal de campo) [del Cleveland Browns] era el cuello. Sugirieron que, si se me presentaba la oportunidad, tratara de lesionarlo para que no pudiese continuar el partido. Así que en cuanto pude me abrí paso a través de la línea de jugadores, adelanté al centrocampista y al defensa, y me planté delante de él. Le agarré la cabeza con el brazo, y él perdió el control de la pelota y la dejó caer. Mis compañeros me alababan. Pero yo miré al quarterback, que estaba tendido en el suelo dando muestras de dolor. De pronto me dije: ‘¿Me he convertido en una bestia? Esto es un juego, pero yo estoy tratando de lesionar a alguien’”. Heron añadió: “El público me ovacionó”.
Muchos se lamentan de que un importante problema de los deportes en la actualidad lo constituyen las lesiones debidas a una competencia extremada. Por desgracia, millones de tales lesiones las sufren niños que han comenzado a practicar deportes en los que hay mucha competencia desde muy pequeños. Según la U.S. Consumer Product Safety Commission, todos los años se atiende en la sección de Urgencias de los hospitales a cuatro millones de niños lesionados mientras participaban en algún deporte, y se calcula que los médicos de cabecera atienden a ocho millones más.
Muchos niños padecen lesiones recurrentes, algo que raras veces se veía años atrás. Antes, cuando los niños jugaban solo para divertirse, regresaban a casa si se hacían daño, y no volvían a jugar hasta que el dolor y las molestias habían desaparecido. Pero en los deportes organizados de competición, muchas veces los niños siguen jugando y se dañan partes del cuerpo que ya están resentidas o doloridas. Según un gran jugador de béisbol ya retirado, el lanzador Robin Roberts, los principales culpables del problema son los adultos. “Colocan en los chicos demasiada presión, psicológica y física, mucho antes de que estén preparados para ello.”
Dinero y fraude
Otro problema de los deportes es que el dinero se ha convertido en el interés principal. Parece ser que lo que impera en los deportes es la codicia, no la deportividad y el juego limpio. “La inocencia de los deportes, siento decirlo, desapareció por completo en la década de los ochenta”, se lamenta Jay Mariotti, columnista del periódico The Denver Post. Los deportes “se introducen jactanciosamente en los años noventa como una fuerza monstruosa de nuestra cultura, una industria gigantesca y multimillonaria (de unos 63.000 millones de dólares [E.U.A.], que ocupa el vigésimo segundo lugar en América) a la que a veces se califica mejor con la expresión ‘negocio sucio’”.
El año pasado, cada uno de los ciento sesenta y dos jugadores de béisbol de las ligas principales de Estados Unidos —más de uno de cada cinco— ganó más de un millón de dólares [E.U.A.], siendo el salario máximo obtenido de más de tres millones de dólares. Hoy, un año después, más de ciento veinte jugadores sobrepasarán los dos millones de dólares (treinta y dos de ellos recogerán más de tres millones de dólares y por lo menos uno superará los cinco millones de dólares) anuales desde 1992 hasta 1995. La búsqueda de dinero y de grandes salarios se ha hecho común también en otros deportes.
Hasta en los deportes universitarios muchas veces se pone el énfasis en el dinero. Se remunera a los entrenadores de los equipos ganadores, que llegan a percibir hasta un millón de dólares al año en concepto de salario, además de otros beneficios económicos. Las escuelas cuyos equipos de fútbol americano se clasifican para jugar en los bowl games estadounidenses de finales de año reciben muchos millones de dólares: en un año reciente, 55 millones. Los equipos universitarios de “fútbol [americano] y baloncesto tienen que hacer dinero —explica John Slaughter, rector de una universidad—, y para hacer dinero tienen que ganar”. Esto resulta en un círculo vicioso de consecuencias desastrosas, en el que ganar se convierte en una obsesión.
Como los jugadores profesionales deben ganar a fin de mantener su empleo, suelen hacer lo que sea para conseguirlo. “Ya no es un deporte —dice Rusty Staub, anterior estrella del béisbol—, es un negocio físico y violento.” Las trampas lo impregnan todo. “Si no se hacen trampas, se quiere decir que no se intenta [ganar]”, explica Chili Davis, jugador de béisbol en el puesto de exterior (outfielder). “Haces lo que puedes si no te descubren”, dice Howard Johnson, que juega de interior (infielder) en el New York Mets.
Así se socava la fibra moral, un gran problema que también se observa en los deportes universitarios. “Algunos entrenadores y directores de deportes hacen trampas —admite Harold L. Enarson, ex rector de la universidad del estado de Ohio—, mientras los presidentes y administradores hacen la vista gorda.” En un año reciente, la National Collegiate Athletic Association sancionó a 21 universidades de Estados Unidos por infracciones y se sometió a investigación a otras 28 universidades.
No es de sorprender que los valores de los jugadores jóvenes estén por los suelos, otro importante problema de los deportes hoy día. Es común el uso de drogas para aumentar el rendimiento; en cambio, no es tan común conseguir una educación. Un estudio extenso confirma que en los recintos universitarios en los que se da mucho énfasis a los deportes, los jugadores dedican más tiempo durante la temporada a practicar su deporte que a estudiar y asistir a clase. Un estudio federal también descubrió que en una tercera parte de los institutos y universidades estadounidenses que dan mucho énfasis al baloncesto masculino se gradúan menos de uno de cada cinco jugadores.
Además, con demasiada frecuencia los pocos deportistas universitarios que con el tiempo triunfan en el deporte profesional y ganan buenos salarios terminan de manera trágica. Son incapaces de administrar su dinero y de afrontar la vida con realismo. Travis Williams, que murió el pasado mes de febrero a los cuarenta y cinco años sumido en la pobreza y sin un techo bajo el que cobijarse, es solo un ejemplo. En 1967, mientras jugaba con los Green Bay Packers, un equipo profesional de fútbol americano de Estados Unidos, logró un récord aún vigente: corrió un promedio de 41,1 yardas (37,6 metros) con la pelota después del kickoff (patada con la que se pone en juego la pelota después de marcar). En cierta ocasión comentó que cuando estaba en la universidad, “nunca tenía que ir a clase. Bastaba con que compareciese para los entrenamientos y los partidos”.
Problemas relacionados con los espectadores
En la actualidad, la gente pasa más tiempo viendo cómo se juegan ciertos deportes que practicándolos, por lo que han surgido importantes problemas. Por un lado, el ir a menudo a ver partidos expone a la persona al comportamiento obsceno y hasta violento de otros espectadores. En el ambiente cargado de emociones de algunos partidos, las peleas no son infrecuentes; como resultado, centenares de personas han resultado heridas y hasta muertas mientras presenciaban acontecimientos deportivos.
No obstante, hoy la mayoría de los espectadores no están presentes en los partidos, sino que los ven por televisión. En Estados Unidos hay un canal de televisión que emite deportes las veinticuatro horas del día y dedica a las noticias de deportes que se juegan en el día más tiempo que el que dedica cualquiera de las principales cadenas de televisión a las noticias diarias. Pero, ¿se pueden ver deportes en la intimidad del hogar sin que surja problema alguno?
Por supuesto que no. Una mujer explica: “Durante años, mi marido se ha conocido todos los deportistas profesionales, y él no es ni mucho menos un caso aislado. Casi todos sus amigos ven los deportes regularmente. Lo peor de esto —dice esta misma mujer— es la influencia que ejerce en los niños. Me sienta mal que mi marido dedique su tiempo libre a ver deportes sin mostrarnos ninguna consideración a mí o a los niños”.
¿Una queja aislada? En absoluto. En familias de muchas partes del mundo, hay quienes pasan demasiado tiempo viendo deportes y descuidan al resto de la familia. Una esposa brasileña comenta sobre una grave consecuencia: “El amor y la confianza entre el marido y la mujer pueden irse socavando gradualmente, lo que pone en peligro el matrimonio”.
Los aficionados a los deportes a menudo se desequilibran también en otros aspectos. Acostumbran a idolatrar a los jugadores, algo que algunos de los propios jugadores ven como un problema. “Cuando entraba en mi ciudad natal, las personas se detenían y me contemplaban como si estuviesen esperando bendiciones del Papa —comentó el famoso tenista alemán Boris Becker—. Cuando miraba a los ojos de mis hinchas [...], me daba la sensación de estar mirando a monstruos. Su ojos fijos no tenían vida.”
No hay duda de que los deportes pueden ejercer una fuerza magnética que emociona a la gente y crea fuertes lealtades. La fascinación no solo radica en la labor de equipo y las hábiles hazañas de los jugadores, sino también en la incertidumbre de cómo terminará el partido. La gente quiere saber quién ganará. Además, los deportes ofrecen distracción de lo que para millones de personas tal vez sea una vida monótona.
Pero, a pesar de todo esto, ¿pueden traer felicidad los deportes? ¿Pueden proporcionar verdaderos beneficios? Y, ¿cómo puede usted evitar los problemas relacionados con los deportes?
[Fotografía en la página 7]
Muchas veces los jugadores quedan imposibilitados
[Fotografía en la página 8]
Ver deportes por la televisión puede dividir a las familias
[Recuadro en la página 9]
La religión de los deportes
El canadiense Tom Sinclair-Faulkner afirmó que “en Canadá, el hockey [sobre hielo] es más que un juego: para muchos, es como una religión”. Esta es la actitud típica que manifiestan muchos entusiastas del deporte, sin importar donde vivan.
Por ejemplo, en Estados Unidos se ha llamado a los deportes “una religión seglar aceptada”. David Cox, psicólogo de deportes, indicó que “existen muchas conexiones entre los deportes y la definición que el diccionario da del término religión”. Algunas “personas tratan a los deportistas como si fuesen dioses o santos”, añadió el señor Cox.
Los fanáticos de los deportes hacen grandes sacrificios, dedicando tiempo y dinero a su deporte, a menudo con perjuicio para sus familias. Los hinchas son capaces de pasar incontables horas viendo deportes por la televisión. Visten con orgullo los colores de su equipo y llevan emblemas deportivos a la vista de todo el mundo. Entonan entusiásticamente canciones y estribillos que los identifican como devotos de su deporte.
Muchos deportistas hasta llegan a orar por la bendición de Dios antes de un partido, y se arrodillan para ofrecer una oración de gracias cuando marcan un gol. En el Campeonato Mundial de fútbol de 1986, una estrella del fútbol argentino atribuyó su gol a la mano de Dios. Y al igual que a algunos fanáticos religiosos, a estos fanáticos de los deportes se les ha llamado “fundamentalistas dogmáticos”. Su fanatismo ha desencadenado peleas sangrientas, mortales en ocasiones, entre hinchas rivales.
Al igual que la religión falsa, la “religión seglar” de los deportes suministra “santos”, tradiciones, reliquias y rituales a sus ávidos seguidores, pero no da un significado verdadero ni duradero a su vida.
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Cómo mantener los deportes en el lugar apropiado¡Despertad! 1991 | 22 de agosto
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Cómo mantener los deportes en el lugar apropiado
CUANDO una persona participa en sus deportes favoritos, se siente animada al ver la destreza o el aguante con que su cuerpo responde. Dios nos creó para que disfrutásemos de la actividad física. Y puede ser que incluso sean más los que disfrutan de ver jugar a otros. Así que, como muchas otras cosas, los deportes son buenos cuando se mantienen en el debido lugar.
Pongamos una ilustración: Cuando las personas van a la playa para gozar del sol, ¿qué sucede si pasan demasiado tiempo expuestos a sus rayos? Les salen dolorosas ampollas que estropean la diversión y hasta suponen serios peligros. Algo parecido ocurre con los deportes. Son buenos en cierta medida, pero podrían llegar a perjudicar si se abusa de ellos.
Los deportes pueden relajar y divertir, pero no deberían ser un fin en sí mismos. No producen satisfacción verdadera ni felicidad duradera. Lamentablemente, hay veces que la gente no se da cuenta de ello hasta que sufre una tragedia. “Todos mis trofeos y mis medallas no tienen ninguna importancia”, afirmó Mary Wazeter, la atleta que se tiró desde un puente y quedó paralítica.
“He aprendido muchas verdades acerca de la vida —comentó—. Una es que la verdadera satisfacción no se alcanza por los medios que tantas personas siguen en su lucha por la perfección y el logro. Yo no me sentí satisfecha por haber tenido excelentes calificaciones, haber sido campeona estatal de carreras atléticas o haber tenido un tipo bonito.”
El sociólogo John Whitworth expuso la cruda realidad cuando dijo: “Todo lo que queda al final del partido es un conjunto de datos sin ninguna trascendencia. No obstante, supongo que es un reflejo de nuestra sociedad”. La indebida importancia que se concede hoy día a los deportes saca de su perspectiva todo lo demás.
Tras vencer en los 200 metros lisos en las olimpiadas de 1964, el velocista Henry Carr explicó: “Al regresar en auto a la Villa Olímpica, examiné por primera vez con cuidado la medalla de oro. [...] Me dije: ‘¡Mira esto! ¿Y me he estado afanando durante todos estos años para recibir esto?’. Estaba de mal humor, cuando debería haberme sentido feliz. Fue una verdadera desilusión”. El boxeador Marlon Starling se sintió de manera parecida tras ganar el campeonato del peso welter de la Asociación Mundial de Boxeo en 1987. “El título —comentó— no es nada en comparación con oír a mi hijo decir: ‘Te quiero, papá’.”
De esto se puede aprender una lección fundamental: el trabajo productivo, la familia y en especial la adoración a Dios deberían tener prioridad. La Biblia está en lo cierto cuando dice: “El entrenamiento corporal [que proporcionan los deportes] es provechoso para poco”. (1 Timoteo 4:8.) Estas palabras indican cuál debe ser el lugar apropiado de los deportes en nuestra vida: un lugar secundario. No obstante, como son tan fascinantes, hay que estar siempre al tanto para no descuidar las cosas más importantes.
De modo que sea sensato y haga caso si algún familiar se queja de que usted dedica demasiado tiempo a hablar, ver o practicar deportes. La esposa de cierto hombre que hizo algunos ajustes en la atención que dedicaba a los deportes comentó agradecida: “Ahora pasa más tiempo con los niños y conmigo. A veces vemos en familia un partido por la televisión, pero la mayoría de las tardes paseamos juntos y hablamos de lo que hemos hecho durante el día. Es algo muy agradable y contribuye a nuestra felicidad”.
En vista de los posibles problemas, ¿por qué no se encara honradamente a la pregunta: ¿pudiera ser que estuviera dedicando más tiempo y atención a los deportes de lo que debiera? Y eso no es todo. Para mantener los deportes en el lugar debido, también hay que tener en cuenta otros factores.
¿Cómo vemos el espíritu de competencia?
Para que los deportes sean provechosos en lugar de perjudiciales, es importante llegar a tener una actitud sana para con la competencia. “Los entrenadores, los profesores de gimnasia, los padres y los propios chicos están tan determinados a ganar, que olvidan el verdadero propósito de los deportes [para los jóvenes]”, se lamentó el médico de un equipo de hockey profesional. Añadió que el propósito de los deportes debería ser “promover la labor de equipo y la disciplina, poner el cuerpo en buena forma física y, lo más importante de todo, divertirse”.
Pero, lamentablemente, para muchos el énfasis que se da a ganar ha estropeado la diversión de jugar. El psicólogo de deportes Bruce Ogilvie comentó: “Una vez entrevisté en sus lugares de concentración a los rookies [jugadores que están en su primera temporada] de diez clubes de la liga profesional de béisbol, y el 87% de ellos dijeron que desearían no haber jugado nunca en la Liga Infantil de béisbol, porque aquello les había robado el gozo de lo que hubiera sido un juego divertido”. Un problema que guarda relación con este es la elevada cantidad de lesiones que se producen como consecuencia de la competencia extremada.
La Biblia da la siguiente pauta: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. (Gálatas 5:26.) Según algunas autoridades en griego, el vocablo que aquí se traduce “promoviendo competencias” significa “llamar fuera”, “provocar”, “desafiar”, “retar al combate”. De ahí que la Biblia de Jerusalén y otras versiones traduzcan el versículo como sigue: “No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros”. La nota al pie de la página de la Traducción del Nuevo Mundo ofrece la siguiente lectura alternativa: “Forzándonos unos a otros a una confrontación”.
Está claro, entonces, que no es sabio promover competencias. No contribuye a las buenas relaciones. Si usted se ve obligado a tener una confrontación y sale derrotado, y además el vencedor se jacta de haberle vencido, seguramente se sentirá humillado. Una actitud de intensa competencia refleja falta de amor. (Mateo 22:39.) No obstante, si la competición se mantiene dentro de un nivel amigable y bondadoso, puede contribuir al interés y disfrute del partido.
Se pueden encontrar maneras de participar en los deportes de una forma en la que se minimice la competencia. “Soy un firme defensor de participar en los deportes solo por hacer deporte hasta los trece o catorce años”, dijo un entrenador de fútbol inglés. Recomendó no llevar registro de los resultados ni de la categoría de los equipos, “nada de peldaños ni de finales”. En efecto, debería minimizarse al máximo o eliminarse por completo el énfasis que se da a la victoria.
Actitud hacia los deportistas
El mantener los deportes en el lugar apropiado también afectará nuestra actitud hacia los deportistas famosos. Es comprensible que quizás admiremos sus aptitudes deportivas y sus sobresalientes dotes. Pero, ¿deberían ser idolatrados? Muchos jóvenes han fijado pósteres de deportistas en las paredes de su habitación. ¿Acaso los logros de tales personas los hacen merecedores de honra? Es posible que sea más bien al contrario.
Un jugador novel de un equipo campeón de la Liga Nacional de Fútbol (americano) admiraba a muchos de sus compañeros de equipo. No obstante, dijo que la conducta y actitud de estos “hizo desaparecer por completo todo lo que sentía por ellos y el respeto que les había tenido”. Y añadió: “Decían, por ejemplo: ‘¿Saben?, la semana pasada lo pasé bien con cinco muchachas, sin incluir a mi esposa’. Yo miraba al que decía eso y pensaba para mis adentros: ‘Y este es el individuo al que idolatraba’”.
No está bien idolatrar a ningún ser humano, y menos a los que sobresalen en actividades que según la Biblia son de poco o limitado provecho. Se insta a los siervos de Dios a que “huyan de la idolatría”. (1 Corintios 10:14.)
Cómo beneficiarse de los deportes
Como hemos visto, la Biblia dice que el entrenamiento corporal, como el que se consigue mediante los deportes, “es provechoso para poco”. (1 Timoteo 4:8.) ¿En qué sentido se dice eso? ¿Cómo puede una persona beneficiarse de los deportes?
Galeno, médico griego del siglo II E.C. que fue médico personal del emperador romano Marco Aurelio, subrayó la importancia del ejercicio para la salud en general. Recomendó los juegos de pelota, pues en ellos se ejercita todo el cuerpo de una forma natural. Además, como los partidos de pelota suelen ser divertidos, es más probable que se practiquen estos deportes de los que se disfruta que otras formas de ejercicio.
Muchos dicen que el ejercicio que hacen cuando practican un deporte les produce una sensación de bienestar. Tras un entrenamiento o un partido estimulante, se sienten rejuvenecidos y reconfortados. Pero eso no debería extrañar, pues, como dice la doctora Dorothy Harris, “el ejercicio es el mejor tranquilizante de la naturaleza”.
Por lo general, hoy se reconoce que el ejercicio físico, como el que se hace al practicar la calistenia, el jogging y los deportes, es un factor importante que contribuye a la buena salud. “Los que están en buena forma física llevan a cabo sus tareas normales fácilmente sin cansarse y todavía les queda energía para otras actividades”, comenta The World Book Encyclopedia, y añade: “También pueden resistir los efectos del paso de los años mejor que los que no están en forma”.
No obstante, prescindiendo de la buena forma física que se pueda conseguir gracias a los deportes, los beneficios son limitados. No hay medio humano que pueda evitar la vejez y la muerte. Sin embargo, después de decir que el “entrenamiento corporal es provechoso para poco”, la Biblia añade: “La devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.)
Solo Jehová Dios, nuestro Creador, puede darnos vida. Por lo tanto, no hay nada más importante que la “devoción piadosa”, es decir, la reverencia, la adoración y el servicio a Dios. Por tanto, hacer la voluntad de Dios será lo prioritario para los que practican la devoción piadosa. Se gastarán en el servicio de Dios, utilizando su juventud como hizo Cristo Jesús, para hablar a otros de las buenas cosas de Dios y su Reino.
En efecto, poniendo en primer lugar los intereses de Dios, las personas pueden conseguir Su favor y alcanzar vida eterna en Su justo nuevo mundo. En ese entorno, el Dios feliz, Jehová, les dará felicidad y contentamiento verdaderos y duraderos.
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