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Argumentación que induce a razonarBenefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático
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Dé razones. Al dirigirse a los presentes en una sinagoga de Tesalónica, el apóstol Pablo no se limitó a leer de una fuente respetada por su auditorio. Lucas relata que Pablo explicó y demostró lo que leía, además de señalar su aplicación. Como resultado, “algunos de ellos se hicieron creyentes y se asociaron con Pablo y con Silas” (Hech. 17:1-4).
Hacer razonar de esta manera siempre produce buenos resultados, prescindiendo de a quiénes se dirija, sean familiares, compañeros de trabajo o de clase, desconocidos a los que da testimonio, estudiantes de la Biblia o el auditorio que lo oye pronunciar un discurso en la congregación. Cuando lea un texto bíblico, es posible que su significado sea evidente para usted, pero tal vez no esté tan claro para los demás. En ese caso, tanto la explicación que dé como la aplicación que señale pudieran parecer dogmáticas. ¿No sería útil seleccionar y aclarar ciertos términos clave? ¿Convendría presentar pruebas suplementarias, extraídas quizás del contexto o de otra cita bíblica que haga alusión al tema? ¿Demostraría una ilustración que lo que dice es lógico? ¿Podría valerse de preguntas que guíen a su auditorio a las conclusiones correctas? Además de causar una impresión positiva, este planteamiento razonable deja a los oyentes mucho en lo que pensar.
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Solidez en la argumentaciónBenefíciese de la Escuela del Ministerio Teocrático
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Básese firmemente en la Palabra de Dios. Lo que enseñamos no debe provenir de nosotros, pues procuramos transmitir lo que hemos aprendido en la Biblia. En este sentido hemos tenido la inestimable ayuda de las publicaciones de la clase del esclavo fiel y discreto, las cuales nos animan a examinar con detenimiento las Escrituras. Por nuestra parte, también nosotros dirigimos la atención de las personas a la Biblia, no con el ánimo de probar que tenemos razón, sino con el humilde deseo de que vean por sí mismas lo que está escrito en ella. Nos hacemos eco de lo que Jesucristo dijo en una oración a su Padre: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Puesto que no existe mayor autoridad que la de Jehová Dios, el Creador de los cielos y la Tierra, la solidez de nuestros argumentos depende de que se fundamenten en su Palabra.
A veces quizá hable con personas que no conozcan la Biblia o no la reconozcan como la Palabra de Dios. Sea discernidor respecto a cuándo y cómo presentar los textos bíblicos, pero trate cuanto antes de dirigir la atención a esa fuente fidedigna de información.
¿Constituye la sola cita de un texto importante una prueba irrefutable? No necesariamente. Tal vez precise referirse al contexto para mostrar que el pasaje respalda de veras lo que usted esté diciendo. Si se limita a extraer un principio de conducta de un versículo cuyo contexto no habla de ese tema, pudieran requerirse más pruebas, como otros textos relacionados que convenzan al auditorio de que sus afirmaciones están bien fundadas en las Escrituras.
No exagere las pruebas que el pasaje realmente aporta. Léalo con cuidado. Aunque un texto trate del tema general del que está hablando, los oyentes no se convencerán si no ven en él lo que usted afirma que demuestra.
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