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  • ¿Se da cuenta del tiempo en que vivimos?
    La Atalaya 1998 | 15 de septiembre
    • ¿Se da cuenta del tiempo en que vivimos?

      DARSE cuenta de la existencia de un peligro puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Ilustremos esta afirmación mediante lo que ocurrió en dos islas volcánicas.

      La Montagne Pelée, el volcán que más muertos ha causado en el siglo XX, hizo erupción el 8 de mayo de 1902 en la isla caribeña de Martinica. Mató a unas treinta mil personas, prácticamente la totalidad de la población de la ciudad de Saint-Pierre, en las faldas del volcán.

      En junio de 1991 hizo explosión el monte Pinatubo, probablemente la mayor erupción del siglo. Ocurrió en una zona densamente poblada de las Filipinas y dejó unas novecientas víctimas. En esta ocasión, dos factores contribuyeron a que se salvaran miles de vidas: 1) darse cuenta del peligro y 2) la disposición a obrar de acuerdo con las advertencias.

      Las medidas oportunas salvan vidas

      El monte Pinatubo llevaba inactivo cientos de años, cuando en abril de 1991 empezaron a verse indicios de que su entrada en actividad era inminente. Por el cono salía vapor y dióxido de azufre. Los habitantes del lugar sintieron varios temblores de tierra, y de la montaña emergió un siniestro domo de lava solidificada. Los científicos del Philippine Institute of Volcanology and Seismology (Instituto filipino de vulcanología y sismología) estuvieron muy atentos a la evolución del volcán, y con el tiempo convencieron a los funcionarios de que convenía evacuar a los 35.000 habitantes de las ciudades y los pueblos cercanos.

      Es comprensible que las personas se resistan a abandonar sus hogares sin razón, pero las reticencias se vencieron enseñando un vídeo que mostraba gráficamente los peligros de una erupción volcánica. El éxodo masivo no fue prematuro. Dos días más tarde, una enorme explosión arrojaba a la atmósfera 8 kilómetros cúbicos de cenizas. Después, las coladas de lodo, llamadas lahares, mataron a cientos de personas. Pero millares salvaron la vida, probablemente gracias a que se les había alertado del peligro y obraron en conformidad con las advertencias.

      Huida de una catástrofe ocasionada por el hombre

      En el siglo primero de la era común, los cristianos que moraban en Jerusalén también tuvieron que decidir si debían abandonar o no sus hogares. Escapar de la ciudad en el año 66 los salvó de la destrucción que les sobrevino a otros habitantes de Jerusalén y a millares de judíos que habían ido allí a pasar la Pascua del año 70. Dentro de aquella ciudad amurallada había más de un millón de almas reunidas para celebrar la Pascua cuando los ejércitos romanos cortaron toda posibilidad de huir. El hambre, las luchas por el poder y los incesantes ataques romanos resultaron en la muerte de más de un millón de personas.

      El desastre que aplastó la rebelión judía contra Roma se había anunciado. Varias décadas antes, Jesucristo había predicho que sitiarían Jerusalén. Dijo: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella” (Lucas 21:20, 21). Las instrucciones fueron claras, y los seguidores de Jesús las tomaron en serio.

      Eusebio de Cesarea, historiador del siglo IV, dice que los cristianos de toda Judea hicieron caso de la advertencia de Jesús. Cuando los romanos levantaron el primer sitio de Jerusalén, en el año 66, muchos cristianos judíos se fueron a vivir a la ciudad gentil de Pela, en la provincia romana de Perea. Darse cuenta del tiempo en que vivían y prestar atención a la advertencia de Jesús les permitió escapar de lo que se ha denominado “uno de los [sitios] más terribles de la historia”.

      Hoy día es necesario estar igual de vigilantes, así como actuar con decisión. El artículo siguiente explicará la razón.

  • Es hora de despertarse
    La Atalaya 1998 | 15 de septiembre
    • Es hora de despertarse

      “RECORDAD lo crítico del momento: ha llegado ya la hora de despertarse del sueño.” (Romanos 13:11, González Ruiz.) El apóstol Pablo escribió esas palabras a los cristianos de Roma unos catorce años antes del catastrófico fin del sistema de cosas judío del año 70. Gracias a que estaban despiertos espiritualmente, los cristianos judíos no se encontraban en Jerusalén en el momento crucial, por lo que se libraron de la muerte o la esclavitud. Ahora bien, ¿cómo supieron que tenían que marcharse de la ciudad y no volver?

      Jesucristo había advertido que los enemigos de Jerusalén la rodearían y arrojarían al suelo a sus habitantes (Lucas 19:43, 44). A continuación dio a sus seguidores fieles una señal compuesta que no era difícil de reconocer (Lucas 21:7-24). Abandonar Jerusalén significaba para los cristianos que vivían en ella dejar hogares y trabajos. Pero estar vigilantes y huir les salvó la vida.

      Cuando Jesús predijo la destrucción de Jerusalén, sus discípulos le preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mateo 24:3). En la respuesta, Jesús comparó su presencia futura con el período que desembocó en el Diluvio universal de los días de Noé. Jesús señaló que este barrió toda la maldad (Mateo 24:21, 37-39). De ese modo indicó que Dios volvería a intervenir en los asuntos del hombre. ¿Hasta qué punto? Hasta eliminar todo el mundo, o sistema de cosas, malvado (compárese con 2 Pedro 3:5, 6). ¿Podría ocurrir tal cosa en nuestro día?

      ¿Está todo igual?

      A pocos judíos del siglo primero se les pasó alguna vez por la imaginación que su ciudad santa, Jerusalén, fuera a ser destruida. La misma incredulidad suele caracterizar a quienes residen cerca de un volcán pero no han vivido nunca una erupción. La reacción habitual cuando se lanzan las advertencias suele ser: “Yo no lo veré”. El vulcanólogo Lionel Wilson comentó: “Los volcanes generalmente hacen erupción cada dos o tres siglos. Te preocupas si tus padres tuvieron que dejar su casa por culpa de una erupción, pero si les ocurrió a tus abuelos, no le das importancia”.

      No obstante, contar con datos exactos puede permitirnos reconocer las señales de peligro y tomarlas en serio. Uno de los que huyeron de la Montagne Pelée sabía algo de volcanes y entendió las señales de peligro. Esas señales también se interpretaron correctamente poco antes de la erupción del monte Pinatubo. Los vulcanólogos que vigilaban las fuerzas invisibles que se acumulaban en el interior de la montaña, convencieron a quienes vivían en los alrededores para que se fueran.

      Siempre habrá personas que pasen por alto las señales de peligro e insistan en que no va a ocurrir nada. Hasta puede que se burlen de los que actúan con decisión. El apóstol Pedro predijo que en nuestro día sería frecuente esa actitud. “Ustedes saben esto primero —dijo—, que en los últimos días vendrán burlones con su burla, procediendo según sus propios deseos y diciendo: ‘¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el día en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación’.” (2 Pedro 3:3, 4.)

      ¿Cree usted que estamos en “los últimos días”? En la obra The Columbia History of the World, John A. Garraty y Peter Gay preguntan: “¿Contemplamos el desmoronamiento de la civilización?”. A continuación, estos historiadores analizan los problemas políticos, el aumento de la delincuencia y la desobediencia civil a nivel mundial, la desintegración de la vida familiar, el fracaso de la ciencia y la tecnología en resolver los problemas de la sociedad, la crisis de autoridad y la decadencia moral y religiosa en todo el mundo. Y concluyen: “Si estas no son las señales de un fin seguro, se parecen mucho”.

      Tenemos buenas razones para creer que el “fin” es inminente. Pero no hemos de temer el fin del globo terráqueo mismo, pues la Biblia dice que Dios “ha fundado la tierra sobre sus lugares establecidos; no se le hará tambalear hasta tiempo indefinido, ni para siempre” (Salmo 104:5). Lo que debemos esperar es el fin inminente del inicuo sistema de cosas, que tanto sufrimiento ha causado a la humanidad. ¿Por qué? Porque vemos muchas características que, según Jesucristo, identificarían los últimos días de este sistema (véase la sección “Algunas características de los últimos días”). Comparemos las palabras de Jesús con los sucesos mundiales. Hacerlo nos ayudará a tomar decisiones acertadas para nosotros y nuestra familia. Ahora bien, ¿por qué actuar en este momento?

      Es imprescindible estar despiertos

      Si bien los científicos tal vez sepan cuándo es inminente una erupción volcánica, no pueden precisar en qué momento ocurrirá. Del mismo modo, Jesús dijo con relación al fin de este sistema de cosas: “Respecto a aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre” (Mateo 24:36). Como no sabemos exactamente cuándo acabará el actual sistema de cosas, Jesús dio esta advertencia: “Sepan una cosa, que si el amo de casa hubiera sabido en qué vigilia habría de venir el ladrón, se habría quedado despierto y no habría permitido que forzaran su casa. Por este motivo, ustedes también demuestren estar listos, porque a una hora que no piensan que es, viene el Hijo del hombre [Jesús]” (Mateo 24:43, 44).

      Las palabras de Jesús indican que el final catastrófico de este sistema tomará por sorpresa al mundo. Incluso si somos discípulos suyos, tenemos que ‘demostrar que estamos listos’. Nuestra situación es igual a la del amo de casa al que un ladrón pudiera pillar desprevenido por no saber cuándo este va a forzar su vivienda.

      Del mismo modo, el apóstol Pablo dijo a los cristianos de Tesalónica: “Porque ustedes mismos saben bastante bien que el día de Jehová viene exactamente como ladrón en la noche [...;] hermanos, ustedes no están en oscuridad, para que aquel día los alcance como alcanzaría a ladrones”. También instó: “No sigamos durmiendo como los demás, sino quedémonos despiertos y mantengamos nuestro juicio” (1 Tesalonicenses 5:2, 4, 6, nota). ¿Qué quiere decir ‘quedarse despiertos y mantener el juicio’?

      A diferencia de los cristianos del siglo primero, que tuvieron que huir de Jerusalén, nuestra huida a un lugar seguro no implica salir de una determinada ciudad. Tras exhortar a sus hermanos en la fe de Roma a que despertaran del sueño, Pablo los instó a ‘quitarse las obras que pertenecen a la oscuridad y vestirse del Señor Jesucristo’ (Romanos 13:12, 14). Si seguimos cuidadosamente los pasos de Jesús, demostraremos que nos damos cuenta del tiempo en que vivimos, y tal vigilancia espiritual hará posible que recibamos protección divina cuando este sistema de cosas llegue a su fin (1 Pedro 2:21).

      Los que siguen a Jesucristo tienen vidas con sentido y satisfactorias. Millones de testigos de Jehová han descubierto que el yugo del discipulado cristiano es suave y refrescante (Mateo 11:29, 30, nota). El primer paso para ser un discípulo es ‘adquirir conocimiento de Dios y de aquel a quien él envió, Jesucristo’ (Juan 17:3). Los Testigos visitan millones de hogares todas las semanas a fin de ayudar a las personas a obtener “un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Estarán encantados de ayudarle gratuitamente a estudiar la Biblia en su hogar. Y cuando tenga más conocimiento de la Palabra de Dios, es muy probable que también se convenza de que nuestros días son distintos. De hecho, este es el momento crítico: es hora de despertarse del sueño.

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