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  • Se predica “una liberación a los cautivos”
    La Atalaya 2005 | 15 de diciembre
    • De drogadictos a cristianos

      Sergeia ha pasado entre rejas 20 de sus 38 años de vida. Hasta tuvo que terminar sus estudios en prisión. “Me encarcelaron por cometer un asesinato —dice—. Aún no he cumplido toda la sentencia. Antes actuaba como un tirano, y los demás presos me temían.” ¿Consiguió con eso sentirse liberado? No. Sergei estuvo esclavizado durante muchos años al tabaco, las drogas y el alcohol.

      Cierto día, otro preso le habló de la verdad de la Biblia. Para él fue como ver un destello en la oscuridad. A los pocos meses se libró de sus adicciones, empezó a predicar las buenas nuevas y se bautizó. Ahora Sergei está muy activo en la prisión, pues sirve de evangelizador de tiempo completo. Ha ayudado a siete delincuentes a cambiar y a convertirse en sus hermanos espirituales. Seis de ellos ya han salido en libertad, aunque él sigue encarcelado. Pese a todo, se siente feliz, pues así puede ayudar a otros a librarse de su cautiverio espiritual (Hechos 20:35).

      Uno de sus estudiantes fue Victor, quien había sido drogadicto y narcotraficante. Tras su liberación, Victor siguió progresando espiritualmente, y con el tiempo se graduó de la Escuela de Entrenamiento Ministerial en Ucrania. En la actualidad sirve de precursor especial en Moldavia. Él relata: “Comencé a fumar a los 8 años, a beber a los 12 y a drogarme a los 14. Quería cambiar, pero nunca lo conseguía. Entonces, en 1995, cuando planeaba con mi esposa alejarme de las malas compañías, un maníaco homicida la mató a puñaladas. Se me vino el mundo encima. Me preguntaba: ‘¿Dónde está mi esposa? ¿Qué ocurre cuando alguien muere?’, pero no encontraba las respuestas. Empecé a tomar cada vez más drogas para llenar el vacío de su muerte. Al final me arrestaron por narcotráfico y me sentenciaron a cinco años de cárcel. En prisión, Sergei me ayudó a encontrar las respuestas que buscaba. Había tratado muchas veces de librarme de las drogas, pero solo lo logré con la ayuda de la Biblia, y es que el poder de la Palabra de Dios es impresionante” (Hebreos 4:12).

      Delincuentes logran cambiar

      Vasyl nunca consumió drogas, pero se hallaba sometido a otro tipo de esclavitud. “Estaba completamente dedicado al kickboxing —explica refiriéndose a una técnica de lucha parecida al boxeo que además incluye dar patadas—. Me entrenaba para vencer a mis rivales sin dejarles marcas.” Vasyl atacaba a la gente con violencia y la asaltaba. “Me encarcelaron tres veces, y, al final, mi esposa se divorció de mí. Durante mi última estancia en prisión, que duró cinco años, empecé a leer las publicaciones de los testigos de Jehová. A raíz de eso, también comencé a leer la Biblia, pero todavía estaba dominado por mi gran pasión: los combates sin reglas.

      ”Sin embargo, después de llevar seis meses leyendo la Biblia, noté un cambio. Ya no me producía la misma satisfacción ganar un combate. Así que empecé a analizar mi vida a la luz de Isaías 2:4. Me di cuenta de que si no cambiaba mi manera de pensar, me pasaría el resto de la vida encerrado. Me deshice de todo el equipo de combate y empecé a trabajar con mi personalidad. No fue fácil, pero la meditación y la oración me ayudaron poco a poco a abandonar los malos hábitos. A veces, le suplicaba a Jehová llorando que me diera fuerzas para librarme de mi adicción. Y al final lo logré.

      ”Cuando salí en libertad, regresé con mi familia. En la actualidad trabajo en una mina de carbón, y dispongo de tiempo para predicar con mi esposa y atender mis obligaciones en la congregación.”

      Mykola y sus amigos asaltaron varios bancos en Ucrania. Cuando lo atraparon, le impusieron una condena de diez años. Antes de ingresar en prisión, solo había asistido a la iglesia una vez: para preparar el atraco a esa misma iglesia, algo que nunca llegó a concretarse. Aquella visita le hizo pensar que la Biblia era un libro lleno de historias aburridas sobre sacerdotes ortodoxos, velas y fiestas religiosas. “No sé exactamente por qué —dice él—, pero un día me puse a leer la Biblia. Quedé sorprendido, pues era muy diferente a lo que me había imaginado”. Solicitó un estudio bíblico y se bautizó en 1999. A cualquiera que lo conozca ahora le costará creer que este humilde siervo ministerial fue tiempo atrás un peligroso asaltante de bancos.

      Vladimir fue condenado a la pena de muerte. Mientras esperaba su ejecución, oró a Dios y le prometió servirle si llegaba a salvarse. La ley cambió, y le conmutaron la pena capital por cadena perpetua. A fin de cumplir su promesa, Vladimir empezó a buscar la religión verdadera. Primero se matriculó en un curso por correspondencia que impartía una iglesia adventista, y aunque le dieron un diploma, eso no lo dejó satisfecho.

      No obstante, después de leer las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en la biblioteca de la prisión, Vladimir escribió a la sucursal de Ucrania de los testigos de Jehová solicitando que alguien lo visitara. Cuando los hermanos lo fueron a ver, él ya se consideraba un Testigo y estaba predicando en la cárcel. Lo ayudaron a reunir los requisitos para ser publicador del Reino. Al momento de redactarse este artículo, Vladimir y otros siete publicadores de esa prisión estaban esperando la oportunidad para bautizarse. Pero, a pesar de ello, tienen un problema: los reclusos con cadena perpetua están distribuidos según su religión, así que Vladimir y sus compañeros de celda tienen la misma fe. Entonces, ¿a quiénes predican? Pues dan testimonio por carta y hablan con los guardias.

  • Se predica “una liberación a los cautivos”
    La Atalaya 2005 | 15 de diciembre
    • Un periódico ucraniano publicó una noticia sobre un preso deprimido que recibió la ayuda de los Testigos después de intentar suicidarse. “En la actualidad, este hombre se está recuperando emocionalmente —dijo el rotativo—. Se ha adaptado a la rutina de la prisión y es un ejemplo para los demás.”

  • Se predica “una liberación a los cautivos”
    La Atalaya 2005 | 15 de diciembre
    • Los funcionarios de las prisiones también se benefician de la obra de educación bíblica que llevan a cabo los testigos de Jehová. Uno de ellos es Roman, quien era mayor del ejército y psicólogo de una prisión ucraniana. Cuando los Testigos lo visitaron en su hogar, aceptó estudiar la Biblia con ellos. Posteriormente se enteró de que no permitían que los Testigos visitaran a los reclusos de la prisión donde trabajaba. Así que le pidió al encargado del centro que le permitiera usar la Biblia en su trabajo, petición que le fue concedida. Unos diez presos se interesaron en el mensaje bíblico. Roman les iba explicando todo lo que aprendía en su estudio, y enseguida empezaron a verse resultados muy positivos. Algunos de ellos han seguido progresando al salir en libertad y ya se han bautizado. Al ver el gran poder de la Palabra de Dios, Roman se tomó su estudio más en serio, dejó el ejército y continuó con su labor de educación bíblica. Ahora participa en la predicación junto con un ex presidiario.

      “Lo único que nos sostiene aquí es la Biblia, las publicaciones bíblicas y el estudio bíblico”, escribió un interno. Estas palabras reflejan bien lo mucho que se necesitan las publicaciones bíblicas en algunas prisiones. Una congregación de Ucrania que ha colaborado con un centro de la localidad escribió: “La administración está muy agradecida por los 60 ejemplares de cada número de La Atalaya y ¡Despertad! que le llevamos regularmente”. Otra congregación informa: “Tras visitar una institución con veinte bibliotecas pequeñas, decidimos enviar veinte cajas con nuestras publicaciones principales, una para cada biblioteca”. En cierta prisión, los vigilantes archivaron todos los números de las revistas en la biblioteca para que los internos pudieran consultarlos.

      En 2002, la sucursal de Ucrania abrió su Sección de Prisiones. Hasta la fecha, esta sección se ha puesto en contacto con 120 centros carcelarios y ha asignado a varias congregaciones para que los atiendan. Cada mes se reciben unas cincuenta cartas de reclusos, la mayoría de los cuales solicitan publicaciones o un estudio de la Biblia. La sucursal les envía libros, revistas y folletos, además de hacer las gestiones para que los hermanos los visiten.

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