-
UcraniaAnuario de los testigos de Jehová 2002
-
-
Firmes ante la presión
Aunque los cambios antes mencionados fueron para bien, el KGB no había cambiado de actitud hacia los testigos de Jehová. Utilizaban diversas tácticas con el fin de intimidarlos para que renegaran de su fe. Por ejemplo, iban a buscar a un hermano a su lugar de trabajo y lo retenían detenido unos días en una oficina del KGB o en un hotel. Durante ese período, tres o cuatro agentes lo reprendían, interrogaban, adulaban y amenazaban, haciéndolo por turnos a fin de impedir que el hermano durmiera. Después lo dejaban en libertad, solo para volver a detenerlo uno o dos días más tarde y someterlo al mismo maltrato. A las hermanas también las presionaban así, aunque no tan a menudo.
El KGB citaba a los Testigos vez tras vez y los coaccionaba para que abandonaran su fe con la esperanza de conseguir nuevos colaboradores dentro de la organización. Cuando no transigían, recurría a la presión moral y emocional. Por ejemplo, Mykhailo Tilniak, que sirvió muchos años de superintendente de circuito en Transcarpatia, recuerda: “En cierta ocasión, los agentes, vestidos de militares, conversaron conmigo en un tono sumamente benévolo y positivo. Incluso me invitaron a comer con ellos en un restaurante cercano. Pero yo les sonreí, dejé sobre la mesa 50 rublos (aproximadamente la mitad del sueldo de un mes) y les dije que podían ir a comer sin mí”. El hermano Tilniak sabía muy bien que su intención era fotografiarlo comiendo y bebiendo junto a personas con uniforme militar para luego utilizar aquellas fotos como “pruebas” de que había transigido, y sembrar así la desconfianza entre los hermanos.
Muchos tuvieron que aguantar esa presión por décadas. Bela Meysar, de Transcarpatia, fue uno de ellos. En 1956 lo detuvieron por primera vez, y, siendo joven e inexperto, firmó sin darse cuenta ciertas declaraciones sobre nuestra obra que resultaron en que algunos hermanos fueran citados por los servicios de seguridad. El hermano Meysar comprendió después el error que había cometido y rogó a Jehová que no se condenara a ninguno de aquellos hermanos. Al final no se les detuvo, pero él sí recibió una sentencia de ocho años de prisión.
Al regresar a su casa, lo mantuvieron confinado en el pueblo por dos años, y tuvo que presentarse en la comisaría todos los lunes. En 1968, por negarse a recibir instrucción militar, fue sentenciado a un año de prisión. Al salir, volvió a su casa y continuó sirviendo con celo a Jehová. En 1975, a los 47 años, lo sentenciaron nuevamente.
Tras cumplir su condena de cinco años de prisión, lo deportaron cinco años más a la República Socialista Soviética de Yakutia, una región a la que solo se podía acceder por avión. Durante el vuelo, los soldados jóvenes que lo escoltaban le preguntaron: “Oiga, ¿cómo es que a su edad es un delincuente tan peligroso?”. El hermano Meysar les explicó la vida que llevaba y dio un buen testimonio sobre el propósito de Dios para la Tierra.
Cuando llegó a su destino, las autoridades del lugar le tenían miedo, pues en los documentos figuraba como un “delincuente sumamente peligroso”. Pero a los pocos días, al ver la buena conducta cristiana del hermano Meysar, dijeron al agente del KGB: “Si tienen más delincuentes como este, mándenlos aquí, por favor”.
El hermano Meysar regresó a su casa en 1985 a los 57 años de edad. Durante los veintiún años que estuvo privado de libertad, Regina, su fiel esposa, residía en su domicilio, en Transcarpatia, y lo visitaba con frecuencia pese a la larga distancia y los considerables gastos implicados. Sumando todos sus viajes, Regina recorrió más de 140.000 kilómetros [85.000 millas] para ver a su esposo.
Dado que aun después de su liberación, los agentes de la policía y el KGB seguían presentándose a menudo en la casa del hermano Meysar, en el pueblo de Rakoshin, cierto día ocurrió algo gracioso. A principios de la década de 1990, Theodore Jaracz, del Cuerpo Gobernante, se encontraba en Užgorod (Transcarpatia) junto con hermanos del Comité del País. De regreso a Lvov decidieron hacer una breve visita al hermano Meysar. Una hermana que vivía cerca vio a nueve hombres bajarse de tres automóviles que se habían detenido frente al humilde hogar del hermano. Asustadísima, corrió a la casa de otro Testigo y, jadeando, le dijo que había llegado el KGB para detener al hermano Meysar de nuevo. ¡Cuánto se alegró al enterarse de lo equivocada que estaba!
-
-
UcraniaAnuario de los testigos de Jehová 2002
-
-
Yo estuve entre los ucranianos que fueron deportados a Siberia en 1951. No nos sentíamos atemorizados; Jehová infundía tanto ánimo en nosotros, que no perdimos la fe, como podía verse por nuestra forma de hablar. Nadie hubiera optado jamás por trasladarse a aquel territorio a predicar. Pero Jehová Dios obviamente permitió que el gobierno nos llevara allí. Con el tiempo, las autoridades reconocieron: “Hemos cometido un gran error”.
—¿A qué se refieren? —preguntaron los hermanos.
—A que los trajimos aquí, y ¡ahora están convirtiendo a esta gente también!
—Aún van a cometer otro error más —respondieron los hermanos.
Su segundo gran error fue prohibirnos regresar a Ucrania cuando, debido a una amnistía, nos concedieron la libertad. Podíamos ir a donde quisiéramos, menos regresar a nuestra región de origen. Luego se dieron cuenta de que no había sido un paso acertado, pues debido a aquella medida, las buenas nuevas se diseminaron por toda Rusia.
-