-
UcraniaAnuario de los testigos de Jehová 2002
-
-
Los últimos años de la proscripción
En 1982, tras un cambio de líderes políticos en la URSS, Ucrania se vio barrida por otra ola de persecución que duró dos años. Esta, por lo visto, se llevó a cabo sin la autorización de los nuevos dirigentes soviéticos, quienes solo habían exigido a las repúblicas una serie de cambios y reformas. Pero las autoridades de algunas partes de Ucrania trataron de demostrar su afán de obedecer privando de libertad a unos cuantos Testigos destacados. Si bien esa ola de persecución no afectó a la mayoría de los hermanos, algunos sí sufrieron emocional y físicamente.
En 1983, Ivan Migali, un anciano cristiano de 58 años que residía en Transcarpatia, fue sentenciado a cuatro años de prisión y se le confiscaron todos sus bienes. Al registrar su casa, los servicios de seguridad encontraron 70 de nuestras revistas. Además, este hombre humilde y amante de la paz era conocido en la comunidad como predicador de la Biblia. En otras palabras, lo detuvieron por el simple hecho de poseer publicaciones bíblicas y predicar.
En 1983 y 1984 se produjeron en el este de Ucrania una serie de juicios colectivos. Muchos Testigos estuvieron privados de libertad entre cuatro y cinco años. La mayoría de ellos, sin embargo, no tuvieron que cumplir su condena en las gélidas regiones de Siberia o Kazajstán, sino en la misma Ucrania. Algunos siguieron siendo objeto de persecución incluso dentro de la prisión. Se les acusaba falsamente de infringir las reglas del centro penitenciario a fin de aumentarles la condena.
Varios encargados de prisiones llegaron a enviar a los hermanos a hospitales psiquiátricos soviéticos con la intención de que perdieran la razón y dejaran de adorar a Dios. Pero el espíritu de Jehová los sostuvo, y permanecieron leales a Jehová y su organización.
El triunfo de la teocracia
Durante la segunda mitad de la década de 1980 disminuyó un poco la oposición a la adoración pura. El número de publicadores aumentó, y las congregaciones dispusieron de más publicaciones para los hermanos. Algunos Testigos, cuando iban al extranjero a visitar a sus familiares, traían de vuelta revistas y libros. Para muchos hermanos, particularmente los que habían estado en campos de prisioneros soviéticos, era la primera vez que tenían en las manos una publicación bíblica original. Incluso algunos jamás pensaron que vivirían para ver el día en que un ejemplar original de La Atalaya cruzara la cortina de hierro (el telón de acero).
Después de contender con los testigos de Jehová por muchos años, las autoridades finalmente empezaron a ablandarse e invitaron a los hermanos a reunirse con representantes civiles de las oficinas locales de Asuntos Religiosos. En algunos casos, incluso estaban dispuestos a entrevistarse con los testigos de Jehová de Brooklyn, la sede mundial. Pero al principio, los hermanos temían que les estuvieran tendiendo una trampa, y es comprensible. No obstante, era obvio que los tiempos estaban cambiando para el pueblo de Jehová. En 1987, las autoridades empezaron a poner en libertad a los Testigos encarcelados. Poco después, varios hermanos intentaron asistir a la asamblea de distrito que se celebraría en 1988 en la vecina Polonia. En los documentos que presentaron indicaron que iban a visitar a amigos y parientes. ¡Qué sorpresa tan grande la suya cuando se les concedió el permiso para cruzar la frontera! Los generosos hermanos polacos entregaron Biblias y demás publicaciones a sus invitados de Ucrania, y estos pudieron llevárselas a su país, pues aunque los registraron en la frontera, la mayoría de los aduaneros no se las confiscaron.
Los Testigos de Polonia demostraron su gran hospitalidad invitando a un número mucho mayor de hermanos ucranianos para el año siguiente. De modo que en 1989, miles de ellos asistieron discretamente a tres asambleas internacionales celebradas en Polonia y, al regresar a Ucrania, se llevaron más publicaciones. Aquel mismo año, gracias a un acuerdo con la Oficina de Asuntos Religiosos, se dio permiso a los testigos de Jehová para recibir por correo publicaciones religiosas del extranjero, aunque cada envío solo podía contener dos ejemplares de una misma publicación. Los hermanos de Alemania empezaron a enviar paquetes de libros y revistas con regularidad. Ya no había que copiar las revistas clandestinamente en búnkeres o a altas horas de la noche en el sótano de alguna casa: ahora los Testigos de Ucrania las recibían legalmente a través de la oficina de correos de su localidad. ¡Parecía un sueño! La reacción de muchos hermanos veteranos se asemejó a la de los judíos que regresaron a Jerusalén del exilio: “Nos pusimos como los que estaban soñando” (Sal. 126:1). Y aquello no era más que el comienzo de un hermoso “sueño”.
La asamblea de Varsovia
En 1989, Brooklyn recomendó al Comité del País que iniciara negociaciones con las autoridades para legalizar nuestro ministerio público. Además, Milton Henschel y Theodore Jaracz, del Betel de Brooklyn, visitaron a los Testigos de Ucrania. Al año siguiente, el gobierno concedió autorización oficial a miles de testigos de Jehová para asistir a la asamblea de Polonia. A los hermanos les brillaban los ojos cuando presentaron sus documentos para viajar y declararon, con orgullo, que la razón de su viaje a Polonia no era visitar amigos y parientes, sino asistir a la asamblea de los testigos de Jehová.
La asamblea de Varsovia fue muy especial para los Testigos ucranianos. Por las mejillas les corrían lágrimas de alegría: alegría de reunirse con sus hermanos cristianos, alegría de recibir sus propias publicaciones en cuatro colores y en su lengua materna, y alegría de tener la libertad de congregarse. Los hermanos polacos los recibieron con gran cariño y hospitalidad, y cubrieron todas sus necesidades.
En esta asamblea de Varsovia se reunieron por primera vez muchos Testigos que habían estado presos. Más de cien ex prisioneros del campo “especial” de Mordvinia —donde se confinó a centenares de Testigos— se encontraron de nuevo en aquella ocasión. Muchos de ellos simplemente se miraban y lloraban de alegría. Un Testigo de Moldavia no reconoció a Bela Meysar, pese a que habían pasado cinco años en la misma celda. ¿Cómo era posible? Emocionado, le dijo: “Te recuerdo con el uniforme de rayas, y ahora te veo vestido con traje y corbata”.
¡Por fin se concede la libertad religiosa!
A finales de 1990, las instituciones judiciales empezaron a exonerar a algunos testigos de Jehová y a devolverles sus derechos y privilegios.
-
-
UcraniaAnuario de los testigos de Jehová 2002
-
-
El KGB trataba muchas veces de que identificáramos a los hermanos y, con ese fin, nos enseñaban fotografías. Yo respondía: “Para ustedes, no sé nada, no conozco a nadie”. Siempre les respondíamos igual. Más adelante, poco después de casarme, iba un día caminando hacia Angarsk, cuando me encontré con el jefe del KGB de dicha ciudad. Él me había citado muchas veces para interrogarme, y me conocía bien.
—Tú me habías dicho que no conocías a Stepan Vovchuk. ¿Y cómo es que ahora estás casada con él? —me preguntó.
—¿No fue usted quien me lo presentó con sus fotografías? —respondí.
—¡Vaya! ¡Siempre tenemos la culpa nosotros! —dijo, dando una palmada.
Los dos nos reímos. Aquella fue una ocasión muy feliz para mí.
-