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Lo que explica el Big Bang y lo que no¡Despertad! 1996 | 22 de enero
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Lo que explica el Big Bang y lo que no
TODAS las mañanas se realiza un milagro. En la parte central del Sol, a temperaturas de millones de grados, se fusionan núcleos de átomos de hidrógeno y forman núcleos de átomos de helio. Rayos X y rayos gamma, de alta energía, van pasando del núcleo del Sol a las capas circundantes. Si el Sol fuera transparente, estos rayos llegarían a la superficie en cuestión de segundos. Pero al no ser así, empiezan a rebotar entre los átomos altamente comprimidos del “aislamiento” solar, de modo que su energía disminuye gradualmente. Pasan días, semanas, siglos. Miles de años después, esa radiación, originalmente letal, emana de la superficie del Sol y nos llega como suaves rayos de luz amarilla que, lejos de ser una amenaza, poseen la energía precisa para bañar la Tierra con su calor.
También ocurre un milagro todas las noches. En la vasta expansión de nuestra galaxia brillan otros soles de una gama extensa de colores, tamaños, temperaturas y densidades. Algunos reciben el nombre de estrellas supergigantes, y son tan inmensos que si alguno ocupara el lugar de nuestro Sol, lo que quedara de la Tierra se encontraría bajo su superficie. Otros soles son pequeños, se conocen como enanas blancas, su tamaño es inferior al de la Tierra, pero pesan tanto como nuestro Sol. Algunos de esos soles continuarán desplazándose tranquilamente durante miles de millones de años. Para otros, existe continuamente la posibilidad de estallar en forma de supernova, desintegrándose súbitamente con una luminosidad superior a la de galaxias enteras.
Los pueblos de la antigüedad hablaban de monstruos marinos, de dioses que peleaban, de dragones, tortugas y elefantes, de flores de loto y dioses que soñaban. Posteriormente, durante el llamado siglo de las luces, o siglo de la razón, se sustituyó a los dioses por la recién descubierta “magia” del cálculo y de las leyes de Newton. Actualmente vivimos en una época desprovista de aquellos toques poéticos y legendarios. Los científicos de la actual era atómica no han escogido como su paradigma de la creación a aquellos monstruos marinos de la antigüedad ni al modelo mecánico del sistema solar de Newton, sino al símbolo dominante del siglo XX: la bomba. Para ellos, su “creador” fue una explosión, una bola de fuego cósmica a la que denominan Big Bang (la Gran Explosión).
Lo que “explica” el Big Bang
Según la versión más popular de la teoría sobre el origen del universo, que defiende la generación actual, hace unos quince mil millones o veinte mil millones de años, el universo no existía, ni tampoco el espacio vacío. No había tiempo ni materia, nada excepto una singularidad (un punto de tamaño infinitesimal y de densidad infinita) que hizo explosión y se convirtió en el universo actual. La primera fracción infinitesimal de segundo del origen del universo fue una breve etapa llamada inflación en la que este se expandió a una velocidad muy superior a la de la luz.
Durante los primeros minutos del Big Bang, se produjo una fusión nuclear en escala universal que dio lugar a las concentraciones actuales de hidrógeno y helio, y a por lo menos parte del litio del espacio interestelar. Después de unos trescientos mil años, la temperatura de la bola de fuego que constituía el universo descendió a un poco menos de la que hay en la superficie del Sol, permitiendo que los electrones fueran agrupados en órbitas concéntricas en los átomos y liberando una corriente de fotones, o luz. Hoy día es posible medir esa corriente primordial, que ya se ha enfriado mucho, como radiación de fondo universal en frecuencias de microondas que corresponden a una temperatura de 2,7 grados Kelvin.a De hecho, el descubrimiento en 1964-1965 de esta radiación de fondo convenció a la mayoría de los científicos de que la teoría de la gran explosión tenía cierta validez. Los teóricos del Big Bang también afirman que dicha teoría explica por qué parece que el universo se expande en todas direcciones y que las galaxias distantes se alejan de la Tierra y unas de otras a gran velocidad.
Dado que esta parece explicar tanto, ¿por qué ponerla en duda? Porque hay muchas otras cosas que no explica. Para ilustrarlo: la teoría de Tolomeo, astrónomo de la antigüedad, era que el Sol y los planetas giraban alrededor de la Tierra en grandes círculos, describiendo al mismo tiempo otros pequeños, llamados epiciclos. La teoría parecía explicar el movimiento de los planetas. Mientras los astrónomos recopilaban más información a través de los siglos, los cosmólogos tolemaicos la “explicaban” añadiendo nuevos epiciclos a los que ya tenían. Pero eso no significaba que dicha teoría fuese cierta. Con el tiempo se acumuló demasiada información para explicar, y otras hipótesis, como la idea de Copérnico de que la Tierra giraba alrededor del Sol, explicaban los asuntos mejor y con más simplicidad. Hoy día sería extraño encontrar a un astrónomo que creyera en la teoría de Tolomeo.
El profesor Fred Hoyle comparó el empeño de los cosmólogos tolemaicos en poner parches a su débil teoría, ante los nuevos descubrimientos, al empeño de los defensores del Big Bang en mantener a flote su teoría en la actualidad. En su libro El Universo inteligente escribió: “Los esfuerzos principales de los investigadores se han centrado en dar carpetazo a las contradicciones de la teoría del Big Bang, hasta el punto de construir una idea que ha resultado más compleja y difícil de manejar”. Después de mencionar el sistema de epiciclos de Tolomeo que no pudo salvar su teoría, Hoyle añadió: “No me cabe ninguna duda de que, como resultado de todo ello, sobre la teoría del Big Bang se cierne un negro presagio. Como ya he mencionado más arriba, cuando una serie de hechos entra en confrontación con una teoría, la experiencia indica que ésta ya no se recupera”. (Página 186.)
La revista New Scientist del 22-29 de diciembre de 1990 publicó una idea parecida: “El método tolemaico se ha aplicado profusamente al [...] modelo cosmológico del Big Bang”. Y luego preguntó: “¿Cómo podemos alcanzar verdadero progreso en la física de partículas y la cosmología? [...] Tenemos que ser más honrados y francos en cuanto a la naturaleza meramente especulativa de algunas de nuestras suposiciones más preciadas”. Hoy día llegan de continuo observaciones nuevas.
Preguntas que el Big Bang no responde
Uno de los mayores obstáculos a los que se enfrenta la teoría del Big Bang proviene de los estudios efectuados con el sistema óptico corregido del telescopio espacial Hubble para medir la distancia que nos separa de otras galaxias. Los nuevos datos están consternando a los teóricos.
La astrónoma Wendy Freedman y su equipo utilizaron recientemente el telescopio espacial Hubble para medir la distancia a la que se halla una galaxia del cúmulo de Virgo, y su medición indica que el universo se expande más deprisa de lo que hasta ahora se creía, y por lo tanto, es más joven. De hecho, la nueva medición presupone “una edad del universo muy pequeña: ocho mil millones de años”, decía el pasado mes de agosto la revista Investigación y Ciencia. Aunque ocho mil millones de años parece mucho tiempo, es solo aproximadamente la mitad de la edad que suele atribuirse actualmente al universo, lo que plantea un problema paradójico, pues, como sigue diciendo el artículo de la citada revista, “otros datos indican que ciertas estrellas tienen por lo menos catorce mil millones de años”. Si los cálculos de Freedman son acertados, esas estrellas serían más antiguas que el propio Big Bang.
Otro problema al que se enfrenta la teoría del Big Bang proviene del testimonio cada vez mayor de que en el universo existen “burbujas” de 100.000.000 de años luz de diámetro en cuyo exterior hay galaxias y que por dentro están vacías. Margaret Geller, John Huchra y otros científicos del centro de astrofísica Harvard-Smithsonian han descubierto lo que ellos denominan una “gran muralla” de galaxias que se extiende a lo largo de unos 500.000.000 de años luz en el hemisferio norte. Otro grupo de astrónomos, conocidos como los “siete samuráis”, han encontrado datos que indican la existencia de un conglomerado cósmico distinto, al que denominan el “gran atractor”, situado cerca de las constelaciones de Hydra y Centauro (en el hemisferio sur). Los astrónomos Marc Postman y Tod Lauer creen que más allá de la constelación de Orión tiene que haber algo aún mayor que tira de centenares de galaxias, incluida la nuestra, desplazándolas en esa dirección como si fueran balsas en una especie de “río espacial”.
Toda esta estructura es desconcertante. Los cosmólogos dicen que la onda expansiva del Big Bang fue sumamente lisa y uniforme, según la radiación de fondo que supuestamente dejó detrás. ¿Cómo es posible que de un comienzo tan liso salieran estructuras tan inmensas y complejas? “La última cosecha de murallas y atractores hace más intenso el misterio de la formación de tanta estructura en los quince mil millones de años que tiene el universo”, admite Investigación y Ciencia. Y a medida que Freedman y otros científicos reducen aún más la edad calculada del cosmos, el problema sigue empeorando.
“Estamos olvidando algún elemento fundamental”
Los mapas tridimensionales de Margaret Geller, en los que aparecen miles de aglomeraciones galácticas apiñadas, enredadas y en forma de burbuja, han transformado el concepto que los científicos tenían de la estructura del universo. Geller no pretende entender lo que ve. La gravedad en sí no parece explicar la gran muralla que descubrió. “Muchas veces pienso que al tratar de entender esta estructura estamos olvidando algún elemento fundamental”, admite.
Con relación a sus presentimientos, Margaret Geller añadió: “No sabemos con exactitud cómo interpretar en el contexto del Big Bang la enorme estructuración [de galaxias]”. Las interpretaciones que se hacen de la estructura cósmica, basadas en los mapas actuales de los cielos, distan mucho de ser definitivas. Es como tratar de imaginarse el mundo entero consultando un mapa de Puerto Rico. Geller continuó: “Quizás algún día descubramos que no hemos estado colocando las piezas en su debido lugar, y cuando las coloquemos bien, parecerá tan obvio que nos preguntaremos por qué no se nos había ocurrido colocarlas así mucho antes”.
Eso nos lleva a la pregunta más importante: ¿Qué fue lo que supuestamente dio origen al Big Bang? Andrei Linde, uno de los originadores de la popularísima versión inflacionaria de la gran explosión admite francamente que la teoría convencional no aclara esta pregunta fundamental. “El primer problema, y más importante, es la propia existencia de la gran explosión —dice—. ¿Qué hubo antes? Si el espacio-tiempo no existía, ¿cómo pudo todo aparecer de la nada? [...] Explicar esta singularidad inicial, dónde y cuándo empezó todo, sigue siendo uno de los problemas más arduos de la cosmología moderna.”
Un artículo de la revista Discover concluyó recientemente que “ningún cosmólogo razonable afirmaría que el Big Bang es la teoría definitiva”.
Salgamos ahora al exterior y contemplemos la belleza y el misterio de la bóveda estrellada.
[Nota]
a El kelvin es la unidad de una escala de temperaturas cuyo grado es idéntico al de la escala termométrica de Celsius, solo que la escala de Kelvin empieza en el cero absoluto (0 °K), el cual equivale a -273,16 °C. El agua se congela a 273,16 °K y hierve a 373,16 °K.
[Recuadro de la página 5]
EL AÑO LUZ: UNIDAD DE MEDIDA CÓSMICA
En vista de la inmensidad del universo, medirlo en millas o kilómetros sería como medir la distancia de Londres a Tokio con un micrómetro. Resulta más conveniente utilizar como unidad de medida el año luz: la distancia que la luz recorre en un año (9,46 billones de kilómetros). Dado que la luz es lo que viaja a mayor velocidad en el universo —para llegar a la Tierra desde la Luna solo tarda 1,3 segundos, y desde el Sol, unos 8 minutos—, el año luz es verdaderamente una unidad astronómica.
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Tan misterioso y a la vez tan bello¡Despertad! 1996 | 22 de enero
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Tan misterioso y a la vez tan bello
EN ESTA época del año, el cielo nocturno tachonado de estrellas luce en todo su esplendor. En lo alto se extiende la impresionante constelación de Orión, fácilmente observable durante las noches de enero desde Anchorage (Alaska) hasta Ciudad del Cabo (República Sudafricana). ¿Se ha fijado bien, últimamente, en los tesoros celestiales que nos muestran las constelaciones conocidas, como la de Orión? No hace mucho, los astrónomos echaron una mirada a Orión con la ayuda del recién reparado telescopio espacial Hubble.
De las tres estrellas que forman el cinturón de Orión, pende su espada. La estrella borrosa que se aprecia en el centro de la espada en realidad no es una estrella, sino la conocida nebulosa de Orión, de sorprendente belleza, aun cuando se contemple con un modesto telescopio. Pero su brillo etéreo no es lo que fascina a los astrónomos profesionales.
“Los astrónomos investigan la nebulosa de Orión y sus muchas estrellas jóvenes porque es la región más grande y con mayor actividad de nacimiento de estrellas en nuestra porción de la Galaxia”, informa Jean-Pierre Caillault en la revista Astronomy. Es como una sala de maternidad cósmica. Cuando el telescopio Hubble fotografió la nebulosa de Orión, captando detalles que nunca antes se habían percibido, los astrónomos no solo vieron estrellas y gas resplandeciente, sino lo que Caillault describe como “pequeños óvalos borrosos. Borrones de luz anaranjada. Parecen pizcas de comida que se han caído por accidente sobre la foto”. Pero, más bien que defectos del revelado, los científicos creen que esos óvalos borrosos son “discos protoplanetarios, los primeros sistemas solares en formación vistos desde una distancia de 1.500 años luz”. ¿Están naciendo astros —en realidad, sistemas solares enteros— actualmente en la nebulosa de Orión? Muchos astrónomos creen que sí.
De la cuna a la tumba estelar
Orión parece caminar amenazante, arco en mano, en dirección a la constelación Taurus (el Toro). Con un pequeño telescopio puede verse, cerca de la punta del cuerno meridional del toro, una tenue mancha de luz. Se llama nebulosa del Cangrejo, y con un telescopio potente se observa una explosión en progreso, como se aprecia en la página 9. Si la nebulosa de Orión es un vivero estelar, entonces la vecina nebulosa del Cangrejo puede ser la tumba de una estrella que sufrió una muerte sumamente violenta.
Posiblemente ese cataclismo celeste fue el que registraron los astrónomos chinos describiéndolo como una “estrella visitante” que apareció de repente en Taurus el 4 de julio de 1054 y resplandecía con tal brillantez que pudo verse a plena luz del día durante veintitrés días. Robert Burnham, astrónomo, dice que “la estrella estuvo brillando durante unas semanas con la luz de unos cuatrocientos millones de soles”. A estos espectaculares suicidios estelares los astrónomos les han dado el nombre de supernovas. Actualmente, casi mil años después de la observación, los restos de aquel estallido todavía viajan por el espacio a una velocidad calculada en 80.000.000 de kilómetros por día.
El telescopio espacial Hubble también ha estado enfocado en esa zona, investigando el centro de la nebulosa, y, según la revista Astronomy, ha descubierto “en el Cangrejo detalles que los astrónomos jamás se imaginaron”. El astrónomo Paul Scowen dice que los descubrimientos “deberían hacer que los astrónomos teóricos se devanaran los sesos por algún tiempo”.
Astrónomos como Robert Kirshner, de Harvard, creen que es importante conocer los restos de supernovas, como la nebulosa del Cangrejo, porque pueden utilizarse para medir la distancia a otras galaxias, lo cual es motivo actual de intensa investigación. Como hemos visto, los desacuerdos en cuanto a las distancias que nos separan de otras galaxias han provocado recientemente un animado debate sobre el modelo de Big Bang para la creación del universo.
Más allá de Taurus, pero todavía visible en el hemisferio norte durante el mes de enero, en la parte occidental del cielo se aprecia un tenue resplandor en la constelación de Andrómeda. Se trata de la galaxia Andrómeda, el objeto más distante que puede distinguirse a simple vista. Las maravillas de Orión y Taurus se encuentran en nuestras inmediaciones cósmicas, a unos pocos miles de años luz de la Tierra. Pero lo que ahora vamos a mirar está a una distancia calculada en 2.000.000 de años luz, y es una gran espiral de estrellas muy parecida a nuestra propia galaxia —la Vía Láctea—, aunque mayor, pues mide unos 180.000 años luz de extremo a extremo. La luz que percibimos del suave resplandor de Andrómeda fue emitida hace más de dos millones de años.
En los últimos años, Margaret Geller y otros astrónomos se han embarcado en ambiciosos programas para hacer mapas tridimensionales de todas las galaxias de nuestro entorno, y los resultados han hecho surgir serias dudas respecto a la teoría del Big Bang. En lugar de ver una distribución uniforme de galaxias en todas direcciones, los cartógrafos cósmicos descubrieron un “tapiz de galaxias” en una estructura que se extiende por millones de años luz. “Cómo se tejió ese tapiz a partir de la materia prácticamente uniforme del universo recién nacido, es una de las preguntas más apremiantes en el campo de la cosmología”, publicó recientemente la respetada revista Science.
Esta noche empezamos contemplando el cielo nocturno del mes de enero y enseguida encontramos, no solo una belleza impresionante, sino también preguntas y misterios relacionados con la naturaleza y el origen del universo. ¿Cómo empezó? ¿Cómo llegó a su complejo estado actual? ¿Qué sucederá con las maravillas celestes que nos rodean? ¿Sabe alguien la respuesta? Veamos.
[Recuadros de la página 8]
¿CÓMO CALCULAN LAS DISTANCIAS?
Cuando los astrónomos nos dicen que la galaxia Andrómeda está a 2.000.000 de años luz, en realidad nos están dando un cálculo conjetural. Nadie ha encontrado la manera de medir con exactitud esas alucinantes distancias. Las que nos separan de las estrellas más cercanas, aquellas que se encuentran a unos 200 años luz, pueden medirse directamente mediante el método de la paralaje, que emplea sencillos principios trigonométricos. Pero este método solo resulta eficaz para las estrellas que se encuentran tan cerca de la Tierra que parecen desplazarse ligeramente a medida que el planeta gira alrededor del Sol. La mayoría de las estrellas, y todas las galaxias, se encuentran mucho más lejos. Ahí es donde empiezan las conjeturas. Y eso sucede incluso con estrellas relativamente cercanas, como es el caso de la famosa supergigante roja Betelgeuse, en Orión, para la que se han calculado distancias que oscilan entre 300 años luz y más de 1.000. Por eso no debe extrañarnos que los astrónomos difieran respecto a las distancias galácticas que son un millón de veces mayores.
[Recuadro]
SUPERNOVAS, PÚLSARES Y AGUJEROS NEGROS
En el centro de la nebulosa del Cangrejo se encuentra uno de los objetos más extraños del universo conocido. Según los científicos, es el pequeño núcleo de una estrella muerta que, comprimido a densidades increíbles, gira treinta veces por segundo, emitiendo un flujo de ondas de radio, que fueron detectadas por primera vez en 1968. Recibe el nombre de púlsar, y se le describe como residuo de supernova, en rotación y tan comprimido que los electrones y los protones de los átomos de la estrella original se combinan y forman neutrones. Los científicos dicen que en un tiempo fue el enorme núcleo de una estrella supergigante como Betelgeuse o Rigel, de Orión. Cuando la estrella hizo explosión y las capas exteriores fueron lanzadas al espacio, solo quedó el núcleo comprimido, una candente escoria al rojo blanco, cuyas llamas nucleares se extinguieron hace mucho tiempo.
Imagínese que una estrella con una masa dos veces mayor que la del Sol se comprimiera hasta alcanzar el tamaño de una esfera de entre 15 y 20 kilómetros de diámetro, o que el planeta Tierra se compactara hasta que tuviera un diámetro de 120 metros. Un centímetro cúbico de esa materia pesaría más de mil millones de toneladas.
Y eso no es todo en lo que a materia comprimida se refiere. Si la Tierra se comprimiera hasta tener el tamaño de una canica, la fuerza de su campo gravitatorio sería tan grande que ni siquiera la luz podría escapar de él; de modo que nuestro minúsculo planeta daría la impresión de desaparecer en lo que se conoce como un agujero negro. Si bien la mayoría de los astrónomos aceptan la tesis de los agujeros negros, la existencia de estos todavía no está totalmente confirmada, y de existir, tampoco parece que sean tan comunes como se creía hace unos años.
[Recuadro de la página 10]
¿SON REALES ESOS COLORES?
Con frecuencia las personas que exploran el cielo con la ayuda de un modesto telescopio se sienten un poco decepcionadas cuando localizan por primera vez una galaxia o una nebulosa conocida. ¿Dónde están esos preciosos colores que se ven en las fotografías? “El ojo humano no puede percibir directamente los colores de las galaxias, ni siquiera con la ayuda de los telescopios más potentes que existen, pues su luz es demasiado débil para estimular los receptores de color de la retina”, comenta Timothy Ferris, astrónomo y escritor de artículos científicos. Por esta razón, algunas personas han llegado a la conclusión de que el hermoso colorido que se ve en las fotografías astronómicas ha sido falseado, añadido de alguna manera en el revelado. Pero no es así. “Los colores son reales —escribe Ferris—, y las fotografías evidencian el concienzudo trabajo de los astrónomos para lograr reproducirlos con exactitud.”
En su libro Galaxies, Ferris explica que las fotografías de objetos distantes y apenas perceptibles, como es el caso de las galaxias y la mayoría de las nebulosas, “se han tomado con larga exposición, apuntando el telescopio a la galaxia y exponiendo la placa fotográfica durante varias horas para que la luz de las estrellas se filtre en la emulsión fotográfica. En el ínterin, un mecanismo de accionamiento compensa la rotación de la Tierra y mantiene el telescopio orientado hacia la galaxia, mientras el astrónomo, o a veces un sistema de orientación automático, corrige su posición mediante leves desplazamientos”.
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‘Se ha olvidado algo’, ¿qué?¡Despertad! 1996 | 22 de enero
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‘Se ha olvidado algo’, ¿qué?
DESPUÉS de contemplar las estrellas en una noche oscura y despejada, entramos en casa, deslumbrados y con frío, cavilando sobre esa inmensa belleza y sobre una multitud de preguntas. ¿Por qué existe el universo? ¿De dónde surgió? ¿Cuál es su destino? Muchos han tratado de responder a estas preguntas.
Tras cinco años de investigaciones cosmológicas que lo llevaron a conferencias científicas y centros de investigación por todo el mundo, Dennis Overbye, escritor de artículos científicos, aludió a una conversación que tuvo con Stephen Hawking, físico de fama mundial: “En el fondo, lo que yo quería saber era lo que siempre había deseado saber de Hawking: adónde vamos cuando morimos”.
Aunque con cierto matiz de ironía, estas palabras dicen mucho de nuestra era. Las preguntas no tienen tanto que ver con los astros en sí, ni con las teorías y opiniones contradictorias de los cosmólogos que los estudian. Hoy todavía se anhelan respuestas a las preguntas básicas que han inquietado a la humanidad por milenios: ¿Por qué estamos aquí? ¿Existe Dios? ¿Adónde vamos cuando morimos? ¿Dónde están las respuestas a estas interrogantes? ¿Las encontraremos en los astros?
John Boslough, otro escritor de artículos científicos, dijo que como la gente ha abandonado la religión, los cosmólogos y otros científicos se han convertido en “el sacerdocio perfecto de una era secular. Ellos, y no los líderes religiosos, revelarían gradualmente todos los secretos del universo, no a modo de manifestación espiritual, sino en la forma de ecuaciones indescifrables para todos, menos para los escogidos”. Ahora bien, ¿revelarán los cosmólogos todos los secretos del universo y responderán a todas las preguntas que han inquietado a la humanidad por siglos?
¿Qué están revelando actualmente? La mayoría de ellos defienden alguna versión de la “teología” del Big Bang —que se ha convertido en la religión secular de nuestra época—, aunque no dejan de discutir sobre los detalles. “Sin embargo —comentó Boslough—, en el contexto de las nuevas y contradictorias observaciones, la teoría del Big Bang empieza a parecerse cada vez más a un modelo demasiado simplista que busca un suceso inicial. A principios de los años noventa, el modelo de Big Bang era [...] cada vez más incapaz de responder a las preguntas más fundamentales.” Y añadió que “bastantes teóricos han expresado la opinión de que no resistirá hasta el fin de la década”.
Tal vez algunas de las conjeturas cosmológicas actuales acabarán siendo ciertas, o tal vez no; así como tal vez estén formándose planetas en el misterioso resplandor de la nebulosa de Orión, o quizás no. Lo que no puede negarse es que nadie en la Tierra lo sabe a ciencia cierta. Hay muchas teorías, pero los que son observadores sinceros se hacen eco de la observación sagaz de Margaret Geller de que a pesar de toda la palabrería, parece que se ha olvidado algo fundamental en el concepto que la ciencia tiene hoy día del cosmos.
Les cuesta aceptar hechos que contradicen sus ideas
La mayoría de los científicos —lo que incluye a la mayoría de los cosmólogos— concuerdan con la teoría de la evolución. Les cuesta aceptar que la creación revela inteligencia y propósito, y se estremecen con la simple mención de que Dios es el Creador. Se niegan a pensar siquiera en semejante herejía. Salmo 10:4 habla en tono despreciativo de la persona altanera que “no hace investigación; todas sus ideas son: ‘No hay Dios’”. Su deidad creativa es la Casualidad. Pero a medida que aumenta el conocimiento, y que bajo el creciente peso de este se derrumban la casualidad y la coincidencia, los científicos empiezan a recurrir cada vez más a palabras prohibidas como “inteligencia” y “diseño”. Veamos los siguientes ejemplos:
“Resulta evidente que se ha olvidado una componente en los estudios cosmológicos. El origen del Universo, como la solución del cubo de Rubik, requiere una inteligencia”, escribió Fred Hoyle en la página 189 de su libro El Universo inteligente.
“Cuanto más examino el universo y estudio los detalles de su arquitectura, más prueba hallo de que de alguna manera el universo sabía que veníamos.” (Disturbing the Universe [Perturbación del universo], de Freeman Dyson, pág. 250.)
‘¿Cuáles son las propiedades fundamentales necesarias para que surjan criaturas como nosotros? ¿Es una casualidad que se tengan esas propiedades o existe alguna razón más profunda? [...] ¿Existe algún plan complejo que garantice que el universo está hecho a la medida de nuestras necesidades?’ (Coincidencias cósmicas de John Gribbin y Martin Rees, págs. 14 y siguientes.)
Fred Hoyle también comenta sobre estas propiedades en las páginas 219 y 220 de su libro ya citado: “Estas propiedades se van prodigando en el mundo natural como una madeja de accidentes afortunados. Existen tantas coincidencias esenciales para la vida, que debe haber alguna explicación para ellas”.
“No se trata solo de que el hombre esté adaptado al universo. El universo está adaptado al hombre. ¿Se imagina un universo en el que alguna de las constantes adimensionales y fundamentales de la física sufriera la más mínima alteración en una dirección u otra? El hombre jamás habría podido llegar a existir en semejante universo. Este es el punto central del principio antrópico, según el cual, un factor dador de vida es el origen de todo el mecanismo y diseño del mundo.” (The Anthropic Cosmological Principle [El principio antrópico cosmológico], de John Barrow y Frank Tipler, pág. VII.)
Dios, diseño y las constantes de la física
¿Cuáles son algunas de estas constantes fundamentales de la física que son esenciales para que exista vida en el universo? En un informe publicado en el periódico The Orange County Register, del 8 de enero de 1995, se incluyó una lista de algunas de estas constantes y se recalcó lo bien sintonizadas que deben estar, diciendo: “Los valores cuantitativos de muchas constantes físicas básicas que definen el universo —por ejemplo, la carga de un electrón o la velocidad fija de la luz o la relación de las intensidades de las fuerzas fundamentales de la naturaleza— son extraordinariamente precisos, algunos hasta la centésimo vigésima cifra decimal. El desarrollo de un universo donde se reproduce la vida es sumamente sensible a estas especificaciones. La más mínima variación —un nanosegundo aquí, un ángstrom allí—, y el universo estaría muerto y yermo”.
A continuación, el autor de este informe mencionó algo que normalmente no puede mencionarse: “Parece más razonable suponer que en el proceso ha influido algún factor misterioso, tal vez ha intervenido una fuerza inteligente e intencionada que ajustó el universo para nuestra llegada”.
George Greenstein, profesor de Astronomía y Cosmología, publicó una lista aún más larga de estas constantes físicas en su libro The Symbiotic Universe (El universo simbiótico). Entre ellas había algunas tan bien sintonizadas que ante el más mínimo grado de variación, no existirían ni átomos ni estrellas ni universo. En el recuadro adjunto se detallan algunas de las relaciones necesarias para que la vida física sea posible. Son conceptos complejos y quizás no todos los lectores los entiendan, pero gozan del reconocimiento de los astrofísicos especializados en estos campos.
Al ver lo extensa que se iba haciendo la lista, Greenstein abrumado, dijo: “¡Tantas coincidencias! Cuanto más leía más me convencía de que era muy difícil que tales ‘coincidencias’ se hubieran producido por casualidad. Pero al aumentar mi convencimiento, había algo más que también aumentaba. Incluso ahora me resulta difícil expresar con palabras este ‘algo’. Era una intensa repulsión, a veces casi de naturaleza física. Me sentía muy incómodo [...]. ¿Es posible que, de repente y sin proponérnoslo, hayamos tropezado con prueba científica que apoye la existencia de un Ser Supremo? ¿Fue Dios quien intervino y quien hizo el cosmos de manera tan providencial para nuestro beneficio?”.
Irritado y horrorizado por esa idea, Greenstein enseguida se retractó, recuperó su ortodoxia científicamente religiosa y declaró: “Dios no es una explicación”. No lo veía lógico. Aceptar la existencia de Dios era una idea tan difícil de digerir que no pudo aceptarla.
Una necesidad humana natural
Lo anterior no significa que menospreciamos la dura labor de los científicos sinceros, incluidos los cosmólogos. Los testigos de Jehová apreciamos particularmente sus muchos descubrimientos con relación a la creación, que revelan el poder, la sabiduría y el amor del Dios verdadero, Jehová. Romanos 1:20 dice: “Las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables”.
Las investigaciones y los trabajos de los científicos son la reacción humana natural a una necesidad tan fundamental para el hombre, como el alimento, la ropa y la vivienda. Se trata de la necesidad de obtener las respuestas a ciertas preguntas respecto al futuro y el propósito de la vida. Dios “hizo reflexionar al hombre sobre la eternidad, pero el hombre no llegará a comprender totalmente la obra de Dios”. (Eclesiastés 3:11, Biblia de América.)
Cierto, allí dice que la humanidad nunca lo sabrá todo, pero eso no es motivo de preocupación, pues siempre tendrá cosas nuevas que aprender: “Vi toda la obra del Dios verdadero, que la humanidad no puede averiguar la obra que se ha hecho bajo el sol; por mucho y duro que siga trabajando la humanidad en buscar, sin embargo no averiguan. Y aunque dijeran que son suficientemente sabios para saberlo, no podrían averiguarlo”. (Eclesiastés 8:17.)
Algunos científicos se oponen a que se coloque a Dios como la “solución” de un problema porque eso eliminaría el incentivo de investigar más. Sin embargo, ante la persona que reconoce a Dios como el Creador de los cielos y la Tierra hay muchísimos más detalles fascinantes que descubrir e interesantes misterios que esclarecer. Es como si se tuviera luz verde para emprender una agradable aventura repleta de cosas que descubrir y aprender.
¿Quién puede resistir la invitación que se hace en Isaías 40:26? “Levanten los ojos a lo alto y vean.” Al leer estas páginas hemos levantado los ojos a lo alto y hemos visto el factor que los cosmólogos han ‘olvidado’ y que no han visto. También hemos encontrado las respuestas fundamentales a esas preguntas constantes que han inquietado al hombre por siglos.
Las respuestas se encuentran en un libro
Las respuestas siempre han estado ahí, pero, al igual que los religiosos del tiempo de Jesús, muchas personas han cerrado los ojos y los oídos, y han insensibilizado su corazón a toda aquella respuesta que no encaja con sus teorías humanas o con el estilo de vida que han elegido. (Mateo 13:14, 15.) Jehová nos ha dicho de dónde surgió el universo, cómo fue formada la Tierra y quiénes vivirán en ella. Nos ha dicho que los habitantes humanos de la Tierra deben cultivarla y atender con tierno cuidado a las plantas y los animales que comparten el planeta con ellos. También nos ha dicho lo que sucede cuando las personas mueren, que pueden volver a vivir, y lo que tienen que hacer a fin de vivir para siempre en la Tierra.
Si quiere ver las respuestas tal y como se expresan en la Palabra inspirada de Dios, la Biblia, tenga la bondad de leer los siguientes pasajes: Génesis 1:1, 26-28; 2:15; Proverbios 12:10; Mateo 10:29; Isaías 11:6-9; 45:18; Génesis 3:19; Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5; Hechos 24:15; Juan 5:28, 29; 17:3; Salmo 37:10, 11; Revelación (Apocalipsis) 21:3-5.
¿Por qué no los lee alguna noche en su casa junto con su familia, algún vecino o un grupo de amigos? Puede estar seguro de que contribuirán a una conversación animada e informativa.
¿Le intrigan los misterios del universo y se siente conmovido por su belleza? ¿Por qué no procura conocer mejor a Aquel que lo creó? Nuestra curiosidad y asombro no significan nada para los cielos inanimados, pero Jehová Dios, su Creador, también es nuestro Creador, y se interesa por las personas mansas que desean aprender de él y de sus creaciones. Esta es la invitación que se brinda hoy por toda la Tierra: “‘¡Ven!’. Y cualquiera que oiga, diga: ‘¡Ven!’. Y cualquiera que tenga sed, venga; cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida”. (Revelación 22:17.)
¡Qué invitación tan conmovedora nos hace Jehová! El universo no se originó con una explosión, sin inteligencia ni propósito, sino que fue creado por un Dios de inteligencia infinita y con un propósito definido que desde el principio pensó en usted. Sus reservas de energía ilimitada están cuidadosamente controladas y siempre disponibles para sustentar a sus siervos. (Isaías 40:28-31.) La recompensa por llegar a conocer a Dios será tan infinita como el majestuoso universo mismo.
“Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.” (Salmo 19:1.)
[Recuadro de la página 13]
Lista de algunas de las constantes físicas imprescindibles para la vida
Las cargas del electrón y el protón deben ser iguales y opuestas; el peso del neutrón debe ser ligeramente superior al del protón; a fin de que se produzca la fotosíntesis tiene que existir una correspondencia entre la temperatura del Sol y las propiedades de la clorofila para absorber radiaciones; si la fuerza nuclear fuerte fuese un poco más débil, el Sol no podría generar energía mediante reacciones nucleares, pero si fuese un poco más fuerte, el combustible necesario para generar energía sería violentamente inestable; sin dos resonancias notables e independientes entre núcleos en el centro de las gigantes rojas, no podría haberse formado ningún otro elemento aparte del helio; si el espacio hubiese tenido menos de tres dimensiones, las interconexiones para la circulación de la sangre y el sistema nervioso serían imposibles, y si hubiese tenido más de tres dimensiones, los planetas no podrían describir órbitas estables alrededor del Sol. (The Symbiotic Universe, págs. 256, 257.)
[Recuadro de la página 14]
¿Alguien sabe dónde está la masa perdida?
Andrómeda, como todas las galaxias espirales, gira majestuosamente en el espacio como si fuera un gigantesco huracán. Los astrónomos pueden calcular la velocidad de rotación de muchas galaxias partiendo de su espectro de luz, y cuando lo hacen descubren algo desconcertante. Las velocidades son increíbles. Todas las galaxias espirales parecen rotar demasiado deprisa. Parece como si las estrellas visibles de la galaxia estuvieran incrustadas en un halo mucho mayor de materia oscura, invisible al telescopio. “No sabemos en qué consiste la materia oscura”, admite el astrónomo James Kaler. Los cosmólogos calculan que hay un 90% de masa perdida, de la que no se tiene noticia, y están buscándola desesperadamente, ya sea en la forma de neutrinos con masa propia, o de algún tipo de materia desconocida, pero superabundante.
Si alguien encuentra la masa perdida, notifíquelo enseguida al primer cosmólogo que localice.
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