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    Anuario de los testigos de Jehová 1999
    • La mayor parte de los uruguayos no tienen la religión entre sus principales intereses. La Iglesia Católica no ejerce sobre la población el férreo control que en otros países de América del Sur. De hecho, desde principios del siglo XX hay una clara separación entre la Iglesia y el Estado. Aunque hay muchos librepensadores, agnósticos y ateos, una cantidad considerable de personas aún cree en Dios. Reflejo de su postura es una frase que se escucha con frecuencia: “Creo en Dios, pero no en la religión”.

      ¿Cómo reaccionarían esas personas si en lugar de enseñárseles los credos de la cristiandad, aprendieran sobre el Dios verdadero, cuyo amoroso propósito y bondadosa relación con la humanidad se exponen en la Biblia? ¿Resultarían ser de “las cosas deseables” que Dios acoge en su casa espiritual de adoración? (Ageo 2:7.)

      Inicios modestos

      En 1924, un español de nombre Juan Muñiz vino a buscar a personas de corazón sincero que se hicieran adoradoras de Jehová. El entonces presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, J. F. Rutherford, le pidió que se trasladara a América del Sur y supervisara la predicación de las buenas nuevas en la Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Poco después de llegar a la Argentina, cruzó en barco el Río de la Plata para predicar a los uruguayos.

      Durante los siguientes cuarenta y tres años, hasta su muerte, en 1967, Juan Muñiz fue un intrépido maestro de la Palabra de Dios y desempeñó un papel decisivo en la propagación de las buenas nuevas por varios países sudamericanos, incluido Uruguay. Muchos testigos de Jehová de entonces recuerdan que podía captar la atención de un auditorio durante dos o tres horas sin notas, utilizando solo la Biblia.

      Respuesta a la solicitud de más trabajadores

      Poco después de llegar a Sudamérica, Juan Muñiz se dio cuenta de las muchas posibilidades de hacer discípulos y de la gran necesidad de predicadores que había. Debió sentirse como Jesús: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por lo tanto, rueguen al Amo de la mies que envíe obreros a su siega” (Mat. 9:37, 38). De modo que en armonía con sus oraciones al “Amo de la mies”, Jehová, el hermano Muñiz transmitió sus inquietudes al hermano Rutherford.

      En respuesta a su solicitud, en una asamblea celebrada en 1925 en Magdeburgo (Alemania), el hermano Rutherford preguntó a un precursor alemán, llamado Karl Ott, si estaba dispuesto a ayudar en Sudamérica. El hermano Ott aceptó la asignación, y llegó a ser conocido entre los hermanos hispanohablantes como Carlos Ott. Tras servir durante una temporada en la Argentina, en 1928 se le asignó a Montevideo, la capital de Uruguay, país donde sirvió los siguientes diez años.

      Carlos se puso a trabajar de inmediato. Resultó ser un hombre diligente e ingenioso. Enseguida encontró en la calle Río Negro un lugar donde vivir y tener reuniones regulares para estudiar la Biblia con unas cuantas personas interesadas. También se encargó de que se radiaran discursos bíblicos. Una emisora incluso aceptó emitir los discursos gratuitamente.

      A veces, Carlos entraba en los restaurantes y abordaba a las personas en las mesas mientras comían. Cierto día, mientras daba testimonio de mesa en mesa, encontró a José Gajek, un tendero alemán que aceptó la verdad bíblica inmediatamente. Al poco tiempo, José empezó a predicar con Carlos, y así se convirtió en uno de los primeros proclamadores de las buenas nuevas de Uruguay.

      El hermano Gajek estaba decidido a difundir las buenas nuevas del Reino de Dios a tiempo completo, por lo que vendió su tienda de comestibles y emprendió el precursorado. El hermano Ott y él cubrieron una extensa parte del país, predicando de casa en casa y presentando discursos bíblicos en muchos pueblos y ciudades. El hermano Gajek sembró generosamente la semilla en los corazones de muchos uruguayos hasta su muerte, en 1953. Muchos de sus estudiantes entraron en la congregación cristiana y permanecen fieles hasta el presente.

  • Uruguay
    Anuario de los testigos de Jehová 1999
    • [Ilustración de la página 227]

      Juan Muñiz

      [Ilustración de la página 229]

      Vivieron en tiendas caseras y viajaron por todo Uruguay en bicicleta para dar testimonio (de izquierda a derecha): Kurt Nickel, Gustavo y Betty Bender, y Otto Helle

      [Ilustraciones de la página 235]

      Algunos de los primeros publicadores uruguayos (de izquierda a derecha): María de Berrueta, Carola Beltramelli y Catalina Pomponi

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