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UruguayAnuario de los testigos de Jehová 1999
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En 1953 Selva fue también a la Escuela de Galaad con su esposo. Se les asignó a Uruguay, donde él sirvió de superintendente de circuito. Selva continuó fiel hasta la muerte, en 1973.
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Llegan los misioneros de Galaad
En marzo de 1945, Nathan H. Knorr y Frederick W. Franz, de la sede mundial de la Sociedad, viajaron por primera vez a Uruguay, donde fueron una fuente de estímulo para todos. También estuvo otro hermano, Russell Cornelius, que llegó al país más o menos al mismo tiempo. El hermano Cornelius no estaba simplemente de visita. Para alegría de los hermanos, era el primer graduado de Galaad asignado a Uruguay. Por entonces solo hablaba unas palabras de español, pero estaba decidido a aprender. A las seis semanas dio su primer discurso público en español. Resultó ser de una ayuda inestimable para la obra del Reino en el país.
Ese mismo año, la Sociedad envió a dieciséis misioneros más, todos ellos hermanas jóvenes. Enseguida se notó su presencia en Montevideo, y un periódico dijo que “ángeles rubios con maquillaje” habían llegado desde los cielos a la capital. Las hermanas empezaron a predicar de inmediato con celo y entusiasmo. Los efectos de su ministerio se hicieron patentes. La asistencia a la Conmemoración pasó de 31 personas en 1945 a 204 al año siguiente. Posteriormente, se envió a varias de estas misioneras a las ciudades del interior del país. Jehová bendijo el empeño que pusieron en la predicación en territorios a los que nunca antes se habían llevado las buenas nuevas.
Más de ochenta misioneros han servido en Uruguay a lo largo de los años. Permanecen en su asignación Ethel Voss, Birdene Hofstetter, Tove Haagensen, Günter Schönhardt, Lira Berrueta y Florence Latimer. Todos ellos han pasado más de veinte años en su asignación. El esposo de la hermana Latimer, William, murió en su asignación tras treinta y dos años de servicio misionero, muchos de ellos sirviendo de superintendente viajante.
Una reunión muy protegida
Jack Powers, graduado de la primera clase de Galaad, dio inicio a su servicio en Uruguay el 1 de mayo de 1945. Él y su esposa, Jane, trabajaron incansablemente fomentando los intereses del Reino hasta 1978, cuando tuvieron que dejar el país para atender a sus padres enfermos en Estados Unidos. Jack rememora un episodio inolvidable de su estancia en Uruguay. En 1947, llegó a Rivera, una ciudad del norte del país cercana a la frontera brasileña. Aunque no había ningún publicador, con la ayuda de un hermano de Brasil pasó un mes predicando en la ciudad, donde dejó más de mil ejemplares del folleto Un solo mundo, un solo gobierno.
Para cerrar con broche de oro aquel mes de actividad, decidió tener una reunión pública en la plaza Internacional. Como el nombre indica, esta plaza estaba ubicada céntricamente justo en la frontera internacional entre Brasil y Uruguay. Tras anunciar la reunión durante varios días, los dos hermanos ocuparon su lugar en la plaza a la espera de que afluyeran las multitudes que ellos confiaban que llegarían para escuchar el discurso. Al poco tiempo llegaron 50 policías armados para mantener el orden durante la reunión. ¿Cuál fue la asistencia? Cincuenta y tres personas en total: los dos hermanos, una persona interesada en el tema del discurso y los 50 policías. La reunión se mantuvo en orden y estuvo muy bien protegida, sin duda.
Al año siguiente, la Sociedad destinó a cinco misioneros a Rivera. Poco después de su llegada, Nathan H. Knorr y Milton G. Henschel, de la sede mundial de la Sociedad, celebraron una reunión en dicha ciudad, a la que asistieron 380 personas. A lo largo de los años, se encontró en Rivera a muchas personas dispuestas a escuchar el mensaje del Reino. Actualmente hay dos congregaciones en ese territorio.
Dos vecinas con deseos de aprender
Una de las mayores ciudades del interior del país es Salto, ubicada en la orilla este del río Uruguay. Esta es una fructífera región agrícola, famosa por sus naranjas y otros cítricos. Salto también ha sido productiva en sentido espiritual, pues hay cinco congregaciones en la zona. Pero en 1947 los misioneros de Salto acababan de empezar la búsqueda de las “cosas deseables” de Jehová.
Ese año, Mabel Jones, una de las dieciséis misioneras que llegaron en 1945, fue a Salto con otros misioneros durante varias semanas para fomentar el interés por la asamblea que iba a celebrarse allí. Dos vecinas, Carola Beltramelli y su amiga Catalina Pomponi, observaban con curiosidad a Mabel. Un sábado por la tarde, cuando Mabel regresaba a casa del ministerio del campo, las dos vecinas se le acercaron y le plantearon algunas preguntas bíblicas. Catalina Pomponi recuerda: “Yo siempre había tenido muchas inquietudes religiosas, por eso me puse a leer la Biblia por mi cuenta. Aprendí gran cantidad de cosas, como por ejemplo, que las oraciones a Dios debían hacerse en privado, no para que otras personas nos vieran. Después de eso, muchas veces me arrodillaba y le pedía a Dios en oración que me diera entendimiento. La primera vez que Mabel Jones habló con nosotras, sentimos que se nos quitaba un velo de los ojos. Fui a casa y me puse de rodillas para dar gracias a Dios. Al día siguiente, tanto Carola como yo fuimos a la reunión pública de la asamblea”.
A pesar de la oposición de parte de sus esposos, las dos vecinas de Mabel progresaron rápidamente y se bautizaron. Andando el tiempo, a Catalina Pomponi se la nombró precursora especial. A lo largo de su fructífera carrera de más de cuarenta años en el servicio de tiempo completo, ha ayudado a 110 personas a convertirse en testigos de Jehová bautizados. Carola Beltramelli también resultó ser una celosa proclamadora del Reino, y ha ayudado a más de treinta personas a llegar al bautismo. Sus dos hijos se hicieron precursores. El mayor, Delfos, tuvo el privilegio de asistir a la Escuela de Galaad, y colabora con la sucursal en la supervisión de la obra desde 1970.
En la tierra del mate
Cuando los misioneros cubrieron las zonas rurales, visitaron varias estancias, grandes asentamientos donde se cría ganado vacuno y ovino. Las personas que viven en las estancias son sencillas y hospitalarias. Es bastante frecuente que reciban a los Testigos ofreciéndoles mate, la bebida tradicional. Se trata de una infusión caliente que se bebe a sorbos en una calabaza con una bombilla, un tubo de metal con un filtro en el extremo. Para los uruguayos, preparar y servir el mate es casi una ceremonia. Cuando está preparado, se pasa la taza de una persona a otra y todas comparten la misma bombilla.
Imagínese la reacción de los misioneros la primera vez que se les invitó a beber mate en grupo. Para diversión de sus anfitriones, cuando los misioneros tomaban esta bebida amarga de color verde, hacían diferentes muecas. Después de probarla por primera vez, algunos decidieron que sería la última, y rechazaban cortésmente las siguientes invitaciones a tomar unos sorbos de mate.
‘Si tienen imágenes, no regresaré’
Se destinó a un grupo de misioneros a la ciudad de Tacuarembó, en el norte de Uruguay. Esta ciudad está rodeada de grandes estancias y otros asentamientos agropecuarios. En 1949, Gerardo Escribano, un granjero joven con muchas preguntas sobre la vida, recibió una invitación para asistir a un discurso público en el Salón del Reino. La aceptó con una condición: “Si tienen imágenes o se me pide que repita oraciones, no regresaré”.
A Gerardo le agradó que en el Salón del Reino no hubiera imágenes ni ritos, y disfrutó del discurso bíblico, que reavivó su interés por la Biblia. Continuó asistiendo a las reuniones, y con el tiempo llegó a ser un siervo de Jehová dedicado y bautizado. A lo largo de los años ha disfrutado de muchos privilegios de servicio, como ser precursor especial, superintendente de circuito y de distrito. En conjunto, el hermano Escribano y su esposa, Ramona, han estado en el servicio de tiempo completo un total de más de ochenta y tres años. Desde 1976, el hermano Escribano forma parte del Comité de Sucursal, junto con Delfos Beltramelli y Günter Schönhardt, misionero alemán que durante muchos años ha contribuido en gran manera al fortalecimiento espiritual de las congregaciones cercanas a la sucursal.
Aumenta la siega
“La mies es mucha, pero los obreros son pocos”, dijo Jesús (Mat. 9:37, 38). Con un territorio tan vasto que cubrir, estas palabras cobraron especial significado en la vida de los misioneros de Uruguay. Con el pasar de los años, se hizo patente que Jehová apoyaba y bendecía el empeño de sus obreros.
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[Ilustraciones de la página 237]
Misioneros que aún sirven en Uruguay: 1) Florence Latimer. 2) Ethel Voss. 3) Birdene Hofstetter. 4) Lira Berrueta. 5) Tove Haagensen. 6) Günter Schönhardt
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