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VenezuelaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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Se lleva el mensaje a los Andes
La parte más septentrional de la cordillera de los Andes está en territorio venezolano. Tres ciudades principales que se encuentran en la región andina son Mérida, San Cristóbal y Valera. El estilo de vida y la actitud de su gente son muy distintos de los que caracterizan a los habitantes de las ciudades costeras y las zonas cosmopolitas.
Un superintendente de distrito que ha servido en los Andes, Rodney Proctor, hizo esta observación con respecto a la gente que vive allí: “En muchas ocasiones se trata al extraño como si fuera un extranjero, aunque esté en su propio país. La Iglesia todavía tiene un gran arraigo, y por lo general el mensaje del Reino no se acepta fácilmente. Algunos precursores especiales pasaron por la experiencia de estar un año entero en una población antes de que la gente les devolviera el saludo por la calle. Después del segundo año, algunos empezaron a estudiar la Biblia. A diferencia de lo que ocurre en otras regiones, el temor al qué dirán impide que se escuche a los Testigos cuando llegan”.
A principios de los años cincuenta, un precursor de Caracas, Juan Maldonado, visitó diversas ciudades de los Andes y se quedó predicando varias semanas en cada una de ellas. El recibimiento que se le dio en San Cristóbal no fue animador en un principio, pues lo arrestaron varias veces debido a su predicación directa.
No obstante, una familia se interesó en la verdad, y él estudió la Biblia con ella varias veces a la semana durante su estancia. Pero la familia fue objeto de persecución por parte de sus parientes y del cura local a tal grado que la madre, Angelina Vanegas, no pudo obtener suficiente trabajo para mantener el hogar.
Vin y Pearl Chapman fueron asignados a San Cristóbal en diciembre de 1953 después de haber servido de misioneros en Barquisimeto. Angelina Vanegas y su familia los recibieron como una magnífica provisión de Jehová, y enseguida empezaron a predicar con ellos. Unos meses después, la madre decidió bautizarse. La bañera del hogar misional era muy grande, y Angelina, muy bajita, así que no hubo problema para encontrar las instalaciones apropiadas.
¿Siesta, o salvación?
Los Chapman empezaron a estudiar con un matrimonio muy pobre, Misael y Edelmira Salas. Edelmira era una católica ferviente. “Tanta era mi devoción —explica— que en cierta ocasión, aunque estaba embarazada, cumplí un voto que le había hecho a Dios, e hice un peregrinaje descalza a otra aldea, fui de rodillas de la puerta de la iglesia al altar y, después, regresé a mi aldea caminando descalza nuevamente. Como consecuencia, enfermé y tuve un aborto.”
Cuando nació su siguiente hija, Misael y Edelmira habían empezado a estudiar la Biblia con los Chapman. Cierto día, la pequeña enfermó de gravedad, y Edelmira decidió llevarla al hospital. Antes de salir, las vecinas la presionaron para que la bautizara; le dijeron que si moría, se le negaría el entierro e iría al limbo. Edelmira pensó que, por si acaso, pasaría por la iglesia de camino al hospital para pedir al cura que bautizara a la niña.
“Llegué a eso del mediodía, y al cura no le gustó nada que le interrumpiera la siesta —recuerda—. Me dijo que me fuera y volviera en otro momento. De modo que le respondí: ‘Mi niña está muriéndose. ¿Qué es más importante: salvar a un niño del limbo, o que usted acabe de dormir la siesta?’. Accedió a regañadientes, pero envió al sacristán a bautizarla.”
La niña sobrevivió; de todas formas, aquel incidente marcó el punto de viraje para Edelmira. Totalmente desengañada de la Iglesia, empezó a tomar en serio su estudio de la Biblia con los Testigos. Entonces, ella y su esposo se mudaron a una localidad llamada Colón, donde no había Testigos. Cuando Casimiro Zyto visitó San Cristóbal en calidad de superintendente de circuito, los misioneros le pidieron que fuera a ver a Edelmira. ¡Cuánto agradeció la visita! Se bautizó en aquella ocasión.
Gracias al trabajo que hizo ella inicialmente, ahora hay una congregación en Colón y otras tres en El Vigía, donde ayudó a abrir el territorio cuando la familia se mudó allí. Transcurridos algunos años, su esposo y sus tres hijas se bautizaron.
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VenezuelaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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Con el tiempo se superaron los obstáculos aparentemente insalvables que impedían el progreso, y para 1995 había diez congregaciones en San Cristóbal,
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