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VenezuelaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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Unas mujeres con verdadero espíritu misional
Mientras gran parte del mundo estaba tratando de hacer frente a las consecuencias de la I Guerra Mundial y Adolf Hitler causaba dificultades en Europa, dos testigos de Jehová que vivían en Texas (E.U.A.), Kate Goas y su hija, Marion, decidieron hacer más para difundir el mensaje de paz de la Biblia. Escribieron a la central de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, de Brooklyn (Nueva York), preguntando dónde podían ser más útiles, y añadieron que sabían algo de español. Se las asignó a Venezuela.
Llegaron en barco en 1936 y alquilaron una habitación en la capital, Caracas, que para entonces tenía una población de 200.000 habitantes. Más de diez años antes, varios Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová, habían visitado Venezuela y habían distribuido miles de tratados bíblicos en las ciudades principales, pero no se habían quedado en el país. Sin embargo, Kate Goas y su hija no habían ido allí de visita. Aunque el aspecto de Kate era fino y delicado, iba de puerta en puerta cargada con una enorme bolsa de publicaciones y un gramófono. Entre ella y su hija abarcaron de modo sistemático todo Caracas. Hecho esto, se trasladaron al interior del país y viajaron largas distancias en autobús por caminos polvorientos sin pavimentar. Predicaron en lugares como Quiriquire, El Tigre, Ciudad Bolívar, en el este, y Maracaibo, en el oeste.
Sin embargo, en julio de 1944 tuvieron que regresar a Estados Unidos porque Marion contrajo el paludismo. Kate Goas escribió una carta a la Sociedad con fecha del 2 de agosto de 1944, en la que decía: “Hemos dejado muchísimas publicaciones. [...] Después de predicar por toda la República prácticamente, seguimos encontrando personas que las aprecian y las leen cada vez que se las llevamos. [...] Ahora, después de dos años de predicación constante en Caracas, siete personas —seis hermanas y un hermano— se han puesto de parte de la justicia y se han bautizado. [...] Están muy contentas con el conocimiento cristiano que tienen de Jehová y su Reino. [...] Por todo Caracas se ha dado un buen testimonio varias veces, y la gente conoce bien el contenido de nuestras publicaciones. [...] Sirviendo en favor de Su Teocracia, Kate Goas”. El “hermano” que menciona la carta era el joven Rubén Araujo, del cual hablaremos más adelante. (A propósito, los siete hermanos a los que bautizó la hermana Goas fueron bautizados nuevamente en 1946 por un hermano, en armonía con el modelo bíblico, que muestra que los bautismos deben realizarlos solo varones que tengan una relación aprobada con Jehová.)
Se coloca el fundamento para dar más testimonio
Cuando la hermana Goas escribió su carta a la Sociedad, en Brooklyn se estaba planificando el envío a Venezuela de misioneros preparados en la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. Nathan Knorr y Fred Franz, entonces presidente y vicepresidente de la Sociedad Watch Tower, respectivamente, viajaron a Latinoamérica repetidas veces con el fin de colocar las bases de la obra misional. Programaron una visita a Venezuela en 1946. Se había asignado a este país a tres misioneros, graduados de la Escuela de Galaad, pero todavía no habían recibido sus visados. ¿Quién se encargaría de hacer los preparativos para la visita del presidente, del 9 al 12 de abril de 1946?
Enviaron en avión a uno de los tres misioneros con un visado de turista. Este se alojó en casa de Jeanette Atkins, una hospitalaria mujer a quien Kate Goas había llevado la verdad. Pero tres semanas después, el misionero desapareció misteriosamente. Su patrona y amigos preguntaron a la policía y en el aeropuerto, hasta que por fin descubrieron que había regresado a Estados Unidos presa de la nostalgia.
Antes de que eso ocurriera, los hermanos Knorr y Franz hicieron una visita muy provechosa al grupo de hermanos de Venezuela. Rubén Araujo recuerda que el mismo día en que llegaron se celebró una reunión en el patio de la casa de Jeanette Atkins, donde veintidós personas oyeron sus discursos.
Entre los presentes se encontraba Pedro Morales, a quien entusiasmaban las buenas nuevas. Más tarde relató: “A finales de los años treinta, Kate Goas y su hija me dejaron el libro Riquezas mientras estaba en el mercado principal de Maracaibo. Leerlo, años después, me ayudó a entender la Biblia. La porción que habla de la marca en la frente de los merecedores me tocó el corazón. (Eze. 9:4.) Empecé a buscar a gente que tuviera estas publicaciones, y encontré a cuatro personas que habían estado recibiendo libros de un nativo de Trinidad. Así que comenzamos a reunirnos todas las noches, cada una en la casa de un miembro del grupo, con el fin de estudiar el libro Riquezas”.
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VenezuelaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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Los impulsaba el amor a la verdad bíblica
Antes de que llegaran los misioneros, las oficinas centrales de la Sociedad, en Brooklyn, recibían informes del pequeño grupo que había formado la hermana Goas. Solamente había un puñado de publicadores, con muy pocas publicaciones. En muchos casos, solo podían prestar los libros a las personas interesadas. Según el informe de marzo de 1946, había nueve proclamadores de las buenas nuevas en Venezuela. Josefina López atendía el grupo, pues era la más activa.
Rubén Araujo recuerda el excelente ejemplo que dio la hermana López: “En aquel tiempo yo era un adolescente. [...] A Josefina López, que tenía cuatro hijos y dos hijas, la llenaba de entusiasmo lo que le enseñaba la hermana Goas. Yo iba casi todos los días a su casa después de la escuela, para hablar con ella de las cosas nuevas que estaba aprendiendo de la verdad. Aunque era una mujer muy atareada, se las arreglaba para salir a predicar de casa en casa y conducir estudios bíblicos todos los días después del almuerzo, cuando su esposo e hijos mayores regresaban al trabajo por la tarde. Nos dio a todos un buen ejemplo, y de verdad que tenía el espíritu de precursor, pues hacía un promedio de sesenta o setenta horas todos los meses como publicadora. Después de más de cuarenta años, todavía tiene cartas de recomendación aquí en Caracas”.
Otra hermana del grupo original era una viuda llamada Domitila Mier y Terán, que siempre había tenido inclinaciones espirituales. Le encantaba leer la Biblia de su padre, y cuando este murió, fue a su casa a buscarla. Aquella Biblia era la única herencia que deseaba. Solo encontró parte de ella, pues el resto se había ido desprendiendo por el maltrato. De todas maneras, guardó como un tesoro esa porción y la usó hasta que pudo comprarse una nueva. Cierto día, una amiga que había conseguido el libro Reconciliación, publicado por la Sociedad, se lo llevó, y le dijo que como ella era una lectora ávida de la Biblia, lo apreciaría más. Domitila se propuso encontrar a los editores del libro, así que visitó a los adventistas y a otros grupos protestantes. Finalmente, se alegró de que Kate Goas la visitara en su casa, y aceptó estudiar la Biblia con ella. Dos de sus hijos, que se bautizaron durante la primera visita de los hermanos Knorr y Franz, sirvieron posteriormente de superintendentes de circuito, y otro, Gonzalo, de anciano de congregación. Otro de sus hijos, Guillermo, aunque estaba presente cuando Kate Goas visitó por primera vez a su madre, no se bautizó sino hasta 1986.
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