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VenezuelaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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En 1950 llegaron noticias emocionantes a la sucursal de Caracas. Se enviarían a Venezuela catorce misioneros más y se abrirían otros tres hogares misionales: en Barquisimeto,
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VenezuelaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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Los misioneros asignados a Barquisimeto, a unos 270 kilómetros al sudoeste de Caracas, se dieron cuenta de que la ciudad era muy religiosa. En los años cincuenta, las tradiciones impregnaban la vida de las personas, que se resistían a los cambios.
No obstante, las reacciones diferían dependiendo de lo que se estuviera haciendo y de quién lo estuviera llevando a cabo. El hermano Chapman recuerda lo que ocurrió el primer sábado que los misioneros salieron a predicar en la calle. “Nos colocamos los cinco en las esquinas principales de la zona de negocios del centro de la ciudad. Causamos bastante sensación. En aquel tiempo casi no había norteamericanos en Barquisimeto, y, desde luego, ninguna muchacha norteamericana. Yo no lograba colocar ninguna revista, pero las muchachas las distribuían como pan caliente.” Cierto día, las cuatro fueron al mercado a comprar alimentos y decidieron ponerse sus pantalones tejanos. En cuestión de minutos se arremolinó a su alrededor casi un centenar de mujeres, que las señalaban y exclamaban: “¡Mira! ¡Mira!”. No estaban acostumbradas a ver a las muchachas vestir así por la calle. Como es natural, las hermanas se fueron derecho a casa a cambiarse de ropa.
La mayor parte de la gente de este lugar no había visto nunca una Biblia. Aun cuando los hermanos utilizaban la Biblia católica, la gente no quería aceptar lo que decía. Algunos ni siquiera querían leer un texto, pues pensaban que era pecado. La obra no progresó mucho en Barquisimeto durante el primer año.
Por fin, la religión verdadera
Sin embargo, los años de tradición católica no habían cegado a todos los barquisimetanos. Un ejemplo sobresaliente fue Luna de Alvarado, una señora muy mayor que había sido católica muchísimos años. La primera vez que la hermana Gavette la visitó, la anciana le dijo: “Señorita, desde pequeña he esperado que alguien venga a mi puerta a explicarme las cosas que usted acaba de decirme. Cuando era joven, limpiaba la casa del cura, que tenía una Biblia en su biblioteca. Sabía que estaba prohibido leerla, pero sentía tanta curiosidad por saber la razón, que un día, cuando nadie me veía, me la llevé a casa y la leí en secreto. Lo que leí me hizo ver que la Iglesia Católica no nos había enseñado la verdad, y por lo tanto no era la religión verdadera. Temía decir nada a nadie, pero estaba segura de que los que enseñaran la religión verdadera vendrían algún día a nuestro pueblo. Cuando llegaron los protestantes, al principio pensé que eran ellos, pero enseguida descubrí que enseñaban muchas de las mismas mentiras que enseña la Iglesia Católica. Ahora bien, lo que usted me ha dicho es lo mismo que leí en la Biblia hace tantos años”. Se concertó un estudio de inmediato, y no pasó mucho tiempo antes de que Luna simbolizara su dedicación a Jehová. A pesar de la enconada oposición de la familia, sirvió a Jehová fielmente hasta su muerte.
El corazón de Eufrosina Manzanares también la impulsó a responder a la Palabra de Dios. Cuando Ragna Ingwaldsen la visitó por primera vez, Eufrosina nunca había visto una Biblia, pero aceptó el estudio que se le ofreció. Ragna recuerda: “Era muy religiosa: asistía a misa todos los domingos y siempre tenía una lámpara encendida a un ‘santo’ que había puesto en un nicho de la pared. Para asegurarse de que la lámpara no se apagara, guardaba cerca varios litros de aceite con ese propósito expreso”. Pero Eufrosina puso en práctica lo que aprendió de la Biblia. Cuando supo que a Jehová no le agradaban ciertas cosas, hizo cambios en su vida. Se deshizo de las imágenes, dejó de fumar y legalizó su matrimonio. Después, su madre comenzó a estudiar también. No le fue fácil a Eufrosina dejar sus puros ya que fumaba desde que tenía solo dos años, pues con esa edad su madre solía ponerle un cigarrillo en la boca para que se callara. Pero a fin de agradar a Jehová, dejó de fumar, se bautizó y llegó a ser una publicadora muy celosa.
Seis años después de la llegada de los primeros misioneros a Barquisimeto, seguía habiendo tan solo 50 publicadores. Pero Jehová ha bendecido la búsqueda persistente de las personas mansas como ovejas. En 1995, las veintiocho congregaciones de Barquisimeto informaban un total de 2.443 publicadores.
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