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    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Para 1881 se repartían gratuitamente impresos de los Estudiantes de la Biblia cerca de las iglesias, no a las puertas de estas, sino en las proximidades, para que las personas con inclinación religiosa los recibieran. Muchos Estudiantes de la Biblia los regalaban a sus conocidos o los enviaban por correo. En 1903 la Watch Tower recomendó que intentaran llegar a toda persona distribuyendo los tratados de casa en casa en vez de concentrarse en los que asistían a las iglesias. No todos siguieron esta sugerencia, pero muchos sí respondieron con verdadero entusiasmo. Se dice, por ejemplo, que en varias ciudades grandes de Estados Unidos, así como en sus alrededores en un radio de 16 kilómetros o más, se visitaron casi todas las casas. Millones de tratados, o folletos, se repartieron de ese modo. En aquel tiempo la mayoría de los Estudiantes de la Biblia que participaban en esparcir las buenas nuevas lo hacían distribuyendo de diferentes maneras y de forma gratuita tratados y otros impresos.

      Otros Estudiantes de la Biblia —en número más limitado— servían de evangelizadores que repartían publicaciones, empleando gran parte de su tiempo exclusivamente en esta labor.

      Celosos repartidores toman la delantera

      La primera vez que se hizo un llamamiento a las personas dedicadas que pudieran dar mucho de su tiempo a este servicio fue en abril de 1881. Su labor consistiría en ofrecer a los amos de casa y hombres de negocios un libro pequeño que explicaba verdades bíblicas y una suscripción a la revista Watch Tower. El propósito era hallar a los que tenían hambre de la verdad y enseñarles. Por algún tiempo se limitaron solo a decir unas cuantas palabras que despertaran el interés, dejaban en las casas un paquete de publicaciones bíblicas para que el amo de casa lo examinara y regresaban unos días después. Algunas personas devolvían las publicaciones; otras deseaban comprarlas; a menudo se presentaban oportunidades para conversar. Refiriéndose al objetivo de los repartidores, la Watch Tower dijo: “No consiste en vender los paquetes ni en [hacer] suscripciones, sino en propagar la verdad persuadi[endo] a la gente a leer”.

      Eran relativamente pocos los que participaban en esta forma de evangelización. Durante los primeros treinta años la cifra varió de unos pocos a más o menos seiscientos. Estos repartidores eran precursores en toda la extensión de la palabra, pues abrían nuevo territorio. Anna Andersen, una de las que perseveraron en este servicio durante décadas, llegó a casi todos los pueblos de Noruega con las buenas nuevas, viajando generalmente en bicicleta. Otros repartidores viajaron al extranjero y fueron los primeros en llevar el mensaje a países tales como Finlandia, Barbados, El Salvador, Guatemala, Honduras y Birmania (ahora Myanmar). También hubo quienes no pudieron mudarse a otras zonas, pero llevaron las buenas nuevas a otras personas sirviendo de repartidores en su propio territorio.

      La labor de los repartidores fue excepcional. Uno de ellos, que sirvió en la costa occidental de Estados Unidos, informó en 1898 que en los treinta y tres meses anteriores había viajado 12.800 kilómetros en su coche tirado por un caballo, había testificado en 72 pueblos, realizado 18.000 visitas, distribuido 4.500 libros, hecho 125 suscripciones, regalado 40.000 tratados y visto a 40 personas no solo aceptar el mensaje, sino también comenzar a compartirlo con otros. En un espacio de solo dos años y medio un matrimonio de Australia logró dejar 20.000 libros en manos de gente que los aceptó con gusto.

      ¿Eran estas elevadas cifras la excepción, o la regla? Pues bien, el informe para 1909 muestra que alrededor de seiscientos veinticinco repartidores (el total de los que figuraban en la lista entonces) recibieron de la Sociedad 626.981 libros (un promedio de más de mil por repartidor) para ponerlos en manos del público, además de una gran cantidad de otros impresos para distribuirlos gratuitamente. Como por lo general no podían llevar suficientes libros de casa en casa, los repartidores tomaban los pedidos y regresaban después para hacer las entregas.

      No obstante, hubo quienes objetaron, diciendo: “¡Eso no es predicar!”. Pero, como explicó el hermano Russell, en realidad era una forma de predicar muy eficaz. En lugar de oír un solo sermón, la gente recibía muchos sermones impresos y de ese modo podía disfrutar de repasarlos una y otra vez y corroborar su información con su propia Biblia. Era un modo de evangelizar que partía de la base de que las personas habían aprendido a leer en las escuelas. El libro The New Creation (La nueva creación) señaló: “El que estos evangelizadores utilicen métodos de trabajo adaptados a nuestra época, en lugar de valerse de métodos del pasado, de ningún modo desdice de su labor, como tampoco lo hace el que viajen en vehículos a vapor o eléctricos en vez de viajar a pie o en camellos. La evangelización se efectúa mediante la presentación de la Verdad [...], la Palabra de Dios”.

      El verdadero interés de los Estudiantes de la Biblia por ayudar a la gente se hizo patente en la minuciosidad que con el tiempo caracterizó su predicación. The Watch Tower del 1 de marzo de 1917 explicó el programa como sigue: Primero, los repartidores visitaban los hogares de la zona y ofrecían los tomos de Estudios de las Escrituras. Luego los obreros pastoralesa visitaban a las personas de la lista que preparaban los repartidores o a aquellas cuyos nombres les habían sido entregados en las reuniones públicas. Estos se esforzaban por estimular a aquellas personas a leer las publicaciones, animaban a las que estuvieran interesadas a asistir a discursos especialmente preparados para el público y procuraban formar clases para el estudio de la Biblia en imitación de los cristianos de Berea. Siempre que era posible, los repartidores trabajaban de nuevo en la misma zona, seguidos de los obreros pastorales, que mantenían el contacto con la gente que se interesaba en la verdad. Más tarde, otros trabajadores de las clases visitaban los mismos hogares con tratados y demás publicaciones bíblicas que ofrecían gratis. Así se lograba que todos recibieran por lo menos algo que pudiera acrecentar su deseo de aprender más acerca del propósito de Dios.

      Cuando solo había uno o dos repartidores en una zona y no existía ninguna congregación, ellos mismos solían atender el interés de las personas. Así, cuando Hermann Herkendell y su compañero fueron a Bielefeld (Alemania) como repartidores en 1908, se les mandó específicamente que hicieran que los vecinos interesados en la Biblia se conocieran unos a otros, y que formaran una congregación. Unos años más tarde, The Watch Tower habló de otros repartidores que estaban prestando atención personal a los interesados hasta el punto de dejar formada una clase de Estudiantes de la Biblia en todos los pueblos o ciudades donde servían.

      En 1921 se suministró una valiosa ayuda para la obra: el libro El Arpa de Dios. Concebido particularmente para el beneficio de los principiantes, terminó teniendo una tirada de 5.819.037 ejemplares en veintidós idiomas. A fin de ayudar a los que lo obtenían, la Sociedad instituyó un curso bíblico por correspondencia organizado por temas. El curso se componía de doce cuestionarios que se enviaban durante un período de doce semanas. El libro se empleó también para organizar estudios bíblicos en grupo en los hogares de los que se interesaban. Algunos Estudiantes de la Biblia solían asistir a aquellos estudios.

      No obstante, los Testigos sabían perfectamente que el campo era inmenso y ellos eran pocos. (Luc. 10:2.)

      Aunque pocos, alcanzan a muchos

      La Watch Tower señaló que los verdaderos cristianos ungidos por espíritu tenían la responsabilidad dada por Dios de encontrar y ayudar a todo el que fuera cristiano sincero, asistiera a las iglesias o no. (Isa. 61:1, 2.) ¿Cómo podrían hacerlo?

      Los dos Estudiantes de la Biblia (J. C. Sunderlin y J. J. Bender) enviados a Inglaterra en 1881 habrían logrado relativamente poco por sí solos; pero con la ayuda de centenares de jóvenes a quienes se pagó por sus servicios, consiguieron distribuir en poco tiempo 300.000 ejemplares de Food for Thinking Christians (Alimento para cristianos pensadores). Adolf Weber, que regresó a Suiza con las buenas nuevas a mediados de los años noventa del siglo XIX, tenía como campo de predicación un vasto territorio que abarcaba varios países. ¿Cómo podría encargarse de todo? Además de viajar largas distancias como repartidor, puso anuncios en los periódicos y logró que los libreros incluyeran las publicaciones de la Watch Tower en su surtido. En 1907 el grupito de Estudiantes de la Biblia de Alemania se las arregló para enviar junto con los periódicos 4.850.000 tratados de cuatro páginas. Poco después de la primera guerra mundial, cierto hermano de Letonia que trabajaba en las oficinas centrales de la Sociedad en Nueva York pagó para que publicaran algunos anuncios en diarios de su país. Un hombre que respondió a uno de ellos fue el primer Estudiante de la Biblia en Letonia.

  • Predicación pública y de casa en casa
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Fotografías en la página 557]

      Se repartieron gratuitamente decenas de millones de tratados como estos cerca de las iglesias, de casa en casa y por correo

      [Fotografías en la página 558]

      Los repartidores distribuían libros que explicaban la Biblia

      [Fotografía en la página 559]

      Anna Andersen llevó publicaciones bíblicas a casi todos los pueblos de Noruega

      [Fotografías en la página 560]

      Los anuncios en los periódicos ayudaron a llegar a un público que, de otro modo, era inaccesible

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