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¿De veras puedo ser amigo de Dios?¡Despertad! 1995 | 22 de julio
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Algunos jóvenes como Michael, ya mencionado, quizás hayan cometido acciones muy malas antes de llegar a apreciar las normas de Jehová. Sin embargo, mediante el sacrificio redentor de Jesús, uno puede recibir perdón de pecados anteriores, prescindiendo de lo graves que estos hayan podido ser. La Biblia nos da esta alentadora seguridad: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia”. (1 Juan 1:9.) De todas formas, la persona tiene que dar pasos para demostrarle a Dios que efectivamente aprecia dicha limpieza. El apóstol Pablo expone un principio que puede aplicarse en estas situaciones: ‘“Dejen de tocar la cosa inmunda —dice Jehová—, y yo los recibiré. Y yo seré para ustedes padre”’. (2 Corintios 6:17, 18.) Es muy conmovedor saber que si alguien se aparta de su mal proceder y se arrepiente sinceramente, Dios está dispuesto a extenderle su favor y recibirlo como amigo.
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¿De veras puedo ser amigo de Dios?¡Despertad! 1995 | 22 de julio
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¿Y si caes en un pecado grave?
Doug, aunque criado por padres devotos, a los 18 años se entregó a la inmoralidad sexual. Las malas compañías lo indujeron a ello. “Yo sabía que estaba mal, pero seguía haciéndolo porque quería pasar un buen rato”, confesó Doug. Al cabo de un tiempo, se dio cuenta de la futilidad de su proceder. Él admitió: “Empecé a ver que todos mis llamados amigos simplemente me estaban utilizando para sacarme el dinero o pasarlo bien”. Entonces empezó a dar pasos para recuperar la amistad de Jehová. Pero había un obstáculo enorme que no le dejaba progresar.
“Lo que más dificultaba mi regreso era el hecho de sentirme tan indigno —admitió—. Reconocía que todo lo que había hecho era malo a los ojos de Jehová. Sabiendo lo bueno que es él y cuánto me había aguantado, parecía imposible que quisiera perdonarme siendo yo tan malo.” No obstante, Doug pudo superar este obstáculo con la ayuda de un anciano de la congregación y examinando detenidamente el relato bíblico de Manasés.
¿Quién fue Manasés? Fue un rey de la antigua nación de Judá. La Biblia indica que su padre, Ezequías, hombre devoto, le había enseñado a amar a Jehová. Pero cuando su padre murió y él se convirtió en rey a la edad de 12 años, pensó que podía hacer todo lo que le placiera. Abandonó a Jehová y se entregó a la adoración de Baal, caracterizada por sus orgías sexuales desenfrenadas y extremadamente inmorales. Manasés “hizo en gran escala lo que era malo a los ojos de Jehová, para ofenderle”. A través de portavoces fieles, “Jehová siguió hablando a Manasés y su pueblo, pero ellos no prestaron atención”. Entonces, como muestra de que Jehová lo había juzgado, Manasés fue llevado prisionero a Babilonia sujeto con grilletes. (2 Crónicas 31:20, 21; 33:1-6, 10, 11.)
Cuando Manasés reflexionó en sus actos anteriores y los comparó con lo que recordaba de las leyes de Jehová, sintió una inmensa culpabilidad y rogó perdón. Se humilló ante Dios y “siguió orando a Él”. Finalmente, Dios “se dejó rogar por él y oyó su petición de favor y lo restauró en Jerusalén a su gobernación real”. Sí, “el Padre de tiernas misericordias” estuvo dispuesto a permitir que este pecador arrepentido volviera a acercarse a él. Tras recibir tal misericordia, Manasés, por experiencia propia, “llegó a saber que Jehová es el Dios verdadero”. (2 Crónicas 33:12, 13; 2 Corintios 1:3.)
Si Jehová pudo aceptar de nuevo a Manasés, seguro que también permitirá que un joven descarriado de hoy día, si da muestras de arrepentimiento, se reconcilie con él. Doug respondió a la ayuda de los pastores espirituales de su congregación. Se le ayudó a ver claramente que Dios “no por todo tiempo seguirá señalando faltas, ni hasta tiempo indefinido se quedará resentido”. (Salmo 103:9.)
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