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  • “Tus planes serán firmemente establecidos”
    La Atalaya 2007 | 15 de mayo
    • EN UNO de sus salmos, David suplicó a Jehová: “Crea en mí hasta un corazón puro, oh Dios, y pon en mí un espíritu nuevo, uno que sea constante. Restáurame, sí, el alborozo de la salvación por ti, y quieras sostenerme aun con un espíritu bien dispuesto” (Salmo 51:10, 12). Arrepentido del pecado que cometió con Bat-seba, David le rogó a Jehová en estos versículos que le limpiara el corazón y pusiera en él un espíritu, o inclinación mental, que le permitiera hacer lo correcto.

      ¿Es cierto que Jehová crea en nosotros un corazón nuevo o incluso que pone en nosotros un espíritu nuevo y dispuesto? ¿O es un corazón puro algo que debemos esforzarnos por adquirir y proteger? “Jehová es el examinador de los corazones”, pero ¿hasta qué punto interviene en lo que ocurre en nuestro interior? (Proverbios 17:3; Jeremías 17:10.) ¿Hasta qué grado influye él en nuestra vida, motivos y acciones?

  • “Tus planes serán firmemente establecidos”
    La Atalaya 2007 | 15 de mayo
    • Los “planes en el corazón”: ¿quién debe hacerlos?

      “Del hombre es hacer planes en el corazón”, dice Proverbios 16:1a según la versión Reina-Valera de 1995. Es obvio que los planes que hacemos en el corazón son nuestra responsabilidad. Jehová no prepara nuestro corazón de manera milagrosa ni nos da un espíritu dispuesto. Por lo tanto, tenemos que esforzarnos por obtener un conocimiento exacto de su Palabra, la Biblia, meditar en lo que aprendemos y armonizar nuestros pensamientos con los suyos (Proverbios 2:10, 11).

      Sin embargo, la petición de David de “un corazón puro” y “un espíritu nuevo” es evidencia de que reconocía su tendencia al pecado y la necesidad que tenía de que Jehová lo ayudara a limpiar su corazón. Debido a la imperfección, podemos vernos tentados a ceder a “las obras de la carne” (Gálatas 5:19-21). Por eso, necesitamos la ayuda de Jehová para “amortig[uar] los miembros de [nuestro] cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia” (Colosenses 3:5). Es imprescindible que le pidamos fortaleza a fin de resistir la tentación y eliminar de nuestro corazón las inclinaciones al pecado.

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